domingo, 21 de febrero de 2016

Hitos de hojalata, faros de secano (II): El seiscientos blanco de Valdefrailes



A veces, una simple chatarra trasciende, y su mera persistencia en el tiempo y en el espacio acaban otorgándole la categoría de hito, pasando a formar parte del paisaje de un lugar.

Recordemos el destino final que tuvo la moto de don Alejandro, cura párroco de Huérmeces entre 1959 y 1966 (ver post la vespa del camino Castrillo), que acabó siendo utilizada como baliza en un conflictivo -en días de niebla o nieve- cruce de caminos.




Algo parecido sucedió con el Seat 600 blanco que un buen día apareció abandonado en un apartado paraje del pueblo: el Alto de Novilla, en la ladera que cae hacia Valdefrailes.

Al finalizar su vida útil, el dueño del vehículo, o alguien cercano a él, lo depositó allí, que en aquellos años era el paraje habitual para la costumbre de abandonar chatarras o trastos de difícil reciclaje. Quizás aquel día el coche aún realizara un postrero viaje, circulando sin control por la ladera, apenas unos metros, hasta pararse para siempre en una pequeña contrapendiente.





Y allí permaneció durante muchos años, metódicamente rapiñado y eviscerado: primero el motor, luego las puertas, la caja de cambios, más tarde las ruedas ... todo se aprovechaba, como en el sector porcino. Solo persistió la carcasa, y sin matrícula delatora. 

Seguro que la fauna silvestre de la zona lo aprovecharía como refugio temporal o madriguera; quizás más de una camada de micromamíferos, pollada de aves o nido de víboras vio la luz por primera vez en el amplio espacio que dejó libre el motor. Puede que su techumbre fuera utilizada en alguna ocasión como puntual oteadero por rapaces esteparias. Incluso las aves migratorias pudieron utilizarlo como baliza indicadora del correcto camino hacia las tierras cálidas del Sur.

Y un buen día, al igual que sucediera con la vespa del camino Castrillo, el seiscientos de Valdefrailes desapareció de la ladera que le había acogido durante casi tres décadas. Se supone que un chatarrero, conocedor de la zona o avisado por alguien, llegó, sopesó y cargó. 

Otro hito de hojalata desaparecido, otro faro se secano apagado para siempre, otro pedazo de la historia sentimental del pueblo arrebatado por la insaciable codicia metálica.

Adiós, seiscientos blanco de Valdefrailes, allá dónde estés, los microbichos y la avifauna del vallejo no te olvidan.


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