Se trata de una paramera de perfil ondulante, claramente descendente en dirección este, con altitudes que oscilan entre las máximas de varias cotas existentes en los alrededores orientales de Sargentes (Peña Yedra, 1057; La Peñota, 1035; Cotejones, 1064; Cardaleja, 1018) y los 900 metros de las cornisas que se asoman sobre los cañones del Ebro y el Rudrón.
Los espacios cultivados se concentran, sobre todo, en las amplias dolinas que se encuentran dispersas por toda La Lora, y en las que se acumula algo de tierra. Suelen encontrarse cercadas por muros de piedra, usuales en una zona de clara vocación ganadera.
Este sector del Páramo de la Lora era atravesado, en toda su longitud oeste-este, por el oleoducto de 11 km que transportaba el petróleo loriego desde la estación de tratamiento y almacenamiento de Ayoluengo hasta el cargadero de Quintanilla-Escalada, al lado de la carretera N-623 (Burgos-Santander por el Escudo).
No queda nada ni del cargadero ni del oleoducto, y está próximo en el tiempo el desmantelamiento completo de las instalaciones de Ayoluengo. Quizás resulten indultados los "caballitos" que succionaban el petróleo desde el esponjoso subsuelo de La Lora, pero poco más quedará como testigo del medio siglo de explotación petrolífera. Un pequeño pero interesante Museo, inaugurado hace pocos años, hace las veces de memorial de la única zona petrolífera explotada en la Península Ibérica.
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Zona oriental de La Lora: 1 (Fuente de Lavacoños); 2 (La Carraspa y cortavientos de Antonio Orruño); 3 (Fortín del Aidal); en verde: trazado aproximado del antiguo oleoducto, entre la estación de tratamiento y almacenamietno de Ayoluengo y el cargadero de Quintanilla Escalada |
Esta zona de La Lora es atravesada en toda su longitud por un camino en buen estado (y que sigue un trazado sensiblemente paralelo al del desaparecido oleoducto), que puede servir de base para un recorrido circular -en bici o caminando- de unos 20 km, enlazando tres de los varios lugares de interés que contienen estas altas tierras: un hito toponímico-hidrológico, otro biológico-etnológico y un tercero histórico-bélico:
una fuente con sonora denominación de género: la Fuente de Lavacoños, situada muy cerca del límite entre los términos de Ayoluengo y San Felices, a menos de 200 metros al norte de la carretera que comunica el valle del Rudrón con La Lora.
una encina centenaria: la Carraspa de Quintanilla, que destaca claramente sobre la paramera, y en cuyas proximidades se levantan unos peculiares refugios de piedra a tres vientos, obra del pastor Antonio Orruño.
un fortín de la guerra civil: los parapetos del Aidal (Este), levantados durante las primeras escaramuzas bélicas (agosto-diciembre de 1936) que, en esta zona, culminaron con la toma de Santander (septiembre de 1937) durante la denominada campaña del Norte.
A pesar de encontrarnos ya en el segundo domingo de junio, hace frío aún a las diez y media de la mañana. El cielo está cubierto, pero al menos el cierzo no sopla con excesiva fuerza. No es el día ideal para una excursión ciclista por estas altas tierras, pero...
Podemos comenzar el periplo en el mismo pueblo de Sargentes, o bien dejar el coche justo en el arranque del camino del páramo, a menos de kilómetro y medio al este del pueblo, en la carretera que desciende hacia San Felices del Rudrón. Este remozado camino sigue, en sus primeros dos tercios, el mismo trazado que el viejo camino de Sargentes a Quintanilla-Escalada, que descendía del páramo por el vallejo de las Fuentes.
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Finca murada en Campo Espinoso |
A poco más de 300 m del arranque, sale a la derecha un camino menos marcado, pero también en buen estado: es el viejo camino de Sargentes al barrio Nápoles de San Felices, utilizado por los vecinos antes de la construcción de la carretera. El camino se dirige hacia el paraje denominado Campo Espinoso, virando bruscamente hacia el sur, y adentrándose en el vallejo de la Cuesta Mala, entre Cardaleja y la Peña Cuervo.
Ya en la parte final del descenso, justo cuando el camino gira a la izquierda, esperamos encontrar el primer hito de la jornada: la famosa -al menos cartográficamente- Fuente de Lavacoños.
Famosa y misteriosa, pues no he sido capaz de encontrar ser humano alguno que me confirme su existencia sobre el terreno, aparte de lo que recen los mapas del IGN. He preguntado en Ayoluengo (a cuyo término supuestamente pertenece), en Sargentes (la localidad más cercana), en San Felices (con cuyo término es limítrofe), en Quintanilla Escalada... He preguntado a personas jóvenes, a nonagenarios, a guardas de monte, a labradores, a ganaderos, a hombres, a mujeres, a residentes a tiempo completo, a veraneantes, a clérigos, a legos... nadie sabe nada de la existencia de una fuente con tal denominación ni en el lugar que indican los mapas ni en ningún otro de la zona.
Podríamos encontrarnos, pues, ante la broma de un cartógrafo o, más plausible, ante la broma a un cartógrafo: quizás la tomadura de pelo que algún loriego socarrón le realizara al topógrafo de turno, allá por el año 1922, cuando se ejecutaron los primeros levantamientos topográficos de la zona, previos a la elaboración del primer Mapa Topográfico Nacional a escala 1:50.000 (MTN50).
Todo esto no hace sino incrementar nuestro interés por esta fuente misteriosa de nombre contundente. Quizás en un futuro próximo alguien aporte algo de luz sobre este enigma cartográfico; salvando las distancias: un misterio como el de las Fuentes del Nilo, pero con mucho menos caudal de agua en juego.
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Cantiles calizos en la supuesta localización de la Fuente de Lavacoños |
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En el centro de la parte superior de este abrigo rocoso, un agujero que podría descargar aguas estacionales |
Sobre el terreno, tampoco he sido capaz de encontrar rastro alguno de agua, ni de pileta, ni siquiera de pequeño arroyo. Únicamente señales de aguas estacionales, de cursos activos en épocas de fuertes lluvias o importantes desnieves. En un abrigo rocoso, que coincide aproximadamente con la ubicación de la supuesta fuente, se aprecia un agujero en la zona alta de la pared, agujero por el que podría salir algún chorro de agua en episodios de fuertes precipitaciones o deshielos.
Uno esperaría encontrar una fuente de quizás escaso caudal, pero al menos con un remedo de pileta cóncava, tipo "caldera", como sucede en muchos lugares calizos del entorno; quizás no un perfecto "bidé", pero algo que permitiera un mínimo acúmulo de agua. Pero nada. Bueno, al menos nos queda el topónimo, único en España y más allá.
Con una cierta decepción a cuestas, continuamos la excursión ciclista hacia el segundo hito de la jornada. Remontamos el barranco que antes habíamos descendido y, al culminarlo, en el anteriormente citado Campo Espinoso, continuamos a la derecha hacia El Sombrial. Durante poco más de kilómetro y medio seguimos una dirección más o menos paralela al trazado del desmontado oleoducto.
Al llegar a una bifurcación de caminos, tomamos el que gira fuertemente a la izquierda, siguiéndolo durante unos 1300 metros más, hasta el siguiente cruce. Pasamos al lado de una amplia zona arrasada en superficie, quizás cantera de los tiempos en los que se instaló el oleoducto, pues ya aparece en las fotos aéreas de finales de los años setenta. Volvemos a encontrarnos con el camino principal del Páramo, ya en la zona de las Cuatro Llanas; tomamos el camino hacia la derecha durante 1 km y, al llegar a la siguiente bifurcación, a la izquierda, por un camino menos marcado.
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Cortavientos 3V en las cercanías de La Carraspa de Quintanilla (al fondo, a la izquierda, a unos 300 metros) |
Al poco, ya resulta visible la enorme encina que constituye el segundo hito perseguido en esta excursión: La Carraspa de Quintanilla. A poco más de 300 metros desde la bifurcación, observaremos a nuestra izquierda el primero de los varios refugios a tres vientos existentes en esta zona de La Lora; nos sirve de referencia para encaminarnos a la encina centenaria, justo al otro lado del camino, a unos 300 metros al este del cortavientos.
Resulta complicado calcular la posible edad de este enorme ejemplar de dos troncos casi iguales, pero no resultaría aventurado suponerle entre doscientos y trescientos años; la sombra por ella desplegada convierte al lugar en un sesteadero perfecto para el ganado (las fotos de La Carraspa fueron tomadas dos semanas después de realizada la excursión aquí descrita).

En sus inmediaciones, encontraremos un caseto de pastor, ya invadido por la vegetación. Tanto el refugio como los varios cortavientos existentes en la zona, son obra de Antonio Orruño, pastor de Quintanilla durante muchos años, y todo un personaje en esta comarca de los cañones y páramos del Ebro y Rudrón.
Retornamos al cortavientos que nos sirvió de referencia para acercarnos a La Carraspa, continuando por el mismo camino que traíamos, en dirección NE, durante unos 2 km más. Nos tocará abrir -y cerrar- alguna portilla eléctrica, ya que existe ganado vacuno en esta zona.
Al llegar al siguiente cruce, continuaremos siempre en dirección NE, dejando a la izquierda un alargado roturo. En unos 600 metros de brusco recorrido descendente (justo a la mitad encontraremos otro de los cortavientos levantados por Antonio Orruño), habremos llegado al tercer hito de la jornada: el fortín del Aidal o, como se conocen en la zona, "los parapetos", una de la varias fortificaciones existentes en este sector de La Lora, que fue prolongado frente durante la Guerra Civil.
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Fortín Este del Aidal ("Los Parapetos"): un edificio rectangular rodeado de un muro de protección semicircular y varios radios interiores |
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Fortín Este del Aidal ("Los Parapetos"): al fondo, la carretera N-623 asciende camino del páramo de Bricia |
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Fortín Este del Aidal ("Los Parapetos"): al fondo, a la derecha, Pico del Águila |
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Escalada desde el fortín Este del Aidal ("Los Parapetos") |
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Quintanilla Escalada desde el fortín Este del Aidal ("Los Parapetos") |
Después de disfrutar de las espectaculares vistas sobre el cañón del Ebro entre Escalada y Quintanilla, el páramo de Bricia y el Pico del Águila, tomamos el camino de vuelta, volviendo a ascender esos 600 metros de recorrido antes descendidos.
Al llegar al cruce, en lugar de continuar por el camino que recorrimos a la ida, tomamos el que sale a la derecha y que, durante 1200 metros, se dirige (en dirección W-NW) hacia el abrevadero, fuente y caseta de Ralí. Estamos en pleno "Camino de los Ladrones" que, a través de La Lora, comunicaba la localidad cántabra de San Martín de Elines con Valdelateja. Esta denominación ya aparecía en los viejos mapas de 1922, por lo que no se puede considerar originaria de los tiempos del estraperlo de la posguerra. Quizás se tratara de una vieja ruta de contrabando, activa ya en el siglo XIX.
Al llegar al siguiente cruce, en lugar de descender a la derecha, hacia la Fuente de Ralí, continuamos por el camino de la izquierda, ascendiendo suavemente durante otro kilómetro y medio, hasta alcanzar el paraje conocido como Las Cuatro Llanas.
Esta aparentemente anodina zona de pastos tiene su historia. Antiguamente, existía la denominada Comunidad de las Cuatro Llanas, en la que podían pastar ganados de Escalada, Quintanilla, Valdelateja y San Felices. El paraje llegó a contar hasta con una laguna, hoy completamente seca.
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Antigua laguna en Las Cuatro Llanas, hoy invadida por vegetación con ciertas tendencias palustres |
Durante la guerra civil, en la zona más elevada del paraje, las tropas rebeldes levantaron una gran fortificación, activa durante los últimos meses de 1936 y primeros de 1937, hasta la caída del Frente del Norte y la toma de Santander.
Aún resultan bastante evidentes los restos de aquella gran fortificación, en un entorno de terrenos cársticos, con abundancia de dolinas (lo siento, no hice fotos). Tiene su gracia el contraste entre ese pasado bélico y el bucólico aspecto actual, con ganado pastando tranquilamente entre el estallido floral de esta primavera algo atípica.
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Dolina en Las Cuatro Llanas. Dos pequeños ejemplares de majuelo y buenos pastos en la hondonada |
Tras dejar atrás Las Cuatro Llanas, nuestro camino desemboca en el camino principal de La Lora, que es el que recorrimos en sus primeros metros al inicio de la excursión. Desde aquí, en unos tres kilómetros, alcanzaremos de nuevo la carretera de Sargentes a San Felices.
Fin de esta excursión loriega, que ha resultado -como su largo título indica- mucho más variada e interesante de lo que cabría esperar de estas ásperas y ventosas tierras.
FUENTES:
La Guerra Civil: geografía y arqueología del Frente Norte. Miguel Ángel Fraile López. Gráficas Calima. Santander (2004) [páginas 44-49, 110, 114, 134]
Narrativas populares implícitas: la folktoponimia en la provincia de León. Pascual Riesco Chueca. Argutorio 34, II semestre 2015. [páginas 49-51]
Toponimia y oralidad: una relación de influencias cruzadas. Pascual Riesco Chueca. Revista de Folklore, 366: 55-85. [página 75]
AGRADECIMIENTOS:
A José Miguel García, vecino de Quintanilla-Escalada y memoria viva de este pueblo