lunes, 22 de diciembre de 2014

Escuelas de Huérmeces: Curso 1967-1968



Mientras que en el resto del mundo, bajo el irresistible encanto del flower power, los jóvenes descubrían que debajo del adoquinado de París existía una playa, veintiún alumnos de una pequeña escuela unitaria asistían diariamente a las clases que impartían un maestro, don Emilio, y una maestra, doña Puri.

En ese curso, el 1967-68, el alumnado de la escuela estaba formado por 7 chicas y 14 chicos, de edades comprendidas entre los cuatro y doce años. Sería aquel uno de los últimos cursos de la Escuela Unitaria de Huérmeces. La Ley General de Educación de 1970 proponía la creación de Colegios Nacionales con grupos de la misma edad de 30 alumnos como mínimo, lo que acarreaba la supresión de todas las escuelas de menor matrícula. La EGB había llegado.

Durante los dos o tres años siguientes se incrementó aún más el ritmo del éxodo del campo a la ciudad, lo que constituyó la puntilla para estas pequeñas escuelas rurales y para los propios pueblos. Las familias emigraron a la capital provincial o mucho más lejos, a Vizcaya, Guipúzcoa, Madrid o Barcelona.


Escuela unitaria de Huérmeces, curso 1967-68


El maestro obtuvo un nuevo destino al final de aquel curso y la maestra partió hacia otro en Burgos capital en 1972. Su sustituta, Avelina Pérez Vicario, fue la encargada de cerrar la escuela al final del curso 1972-1973. La escuela unitaria de Huérmeces ya era historia. Hoy, el viejo edificio de la escuela, y en concreto su portalón, es ocupado por el bar del pueblo.

De los alumnos de la foto, algunos perdieron toda relación con el pueblo. Otros lo convirtieron en su segunda residencia. Otros lo harán, quizás, su futuro lugar de jubilación.

La fotografía de los alumnos de la escuela fue cedida por Bernardo Villanueva para su inclusión en el calendario 2015, editado por el Ayuntamiento de Huérmeces.

Aquel curso 1967-68, un fotógrafo de Bilbao (Foto Paris) recorrió los pequeños pueblos del norte de la provincia de Burgos, retratando grupos de chavales que constituyen una instantánea única y valiosa de la época. Suponemos que la fotografía data bien de septiembre de 1967, bien de junio de 1968.

En la foto de la escuela de Huérmeces son reconocibles los siguientes alumnos (en orden alfabético):


Carlos Alcalde de Roba
Trinidad Alcalde de Roba
María Araceli Alonso Alonso
Salvador Alonso Alonso
José Enrique Alonso Fernández
Alfonso Alonso García
María Victoria Alonso García
César Bárcena Villanueva
Francisco Javier Crespo Rodríguez
Luis Jacinto Crespo Rodríguez
María Jesús Crespo Rodríguez
José Luis Díez Varona
José Luis Pérez Ayala
Sabino Pérez Ayala
José Ramón Serna Santamaría
Esperanza Ubierna Peña
Felisa Ubierna Peña
Jesús Ubierna Peña
Bernardo Villanueva Varona

[Por razones que desconocemos, en la fotografía no aparecen varios niños y niñas que sabemos formaban parte del alumnado de las escuelas de Huérmeces durante aquel curso 1967-1968: Esther García Díez, José Francisco Hidalgo Fontaneda y Carmelo González Díaz-Ubierna, entre otros] 


El maestro, Emilio García Amo (Sestao, 1909-Burgos, 1995) fue destinado a Huérmeces por primera vez en diciembre de 1934; en febrero de 1940, a consecuencia del proceso depurador sufrido por todo el magisterio español, Emilio fue sancionado con el traslado intra-provincial, recalando en Boada de Roa, dónde estuvo destinado hasta 1948; entre ese año y 1957 estuvo destinado en Pedrosa de Río Úrbel; por fin, en 1957, Emilio consiguió de nuevo la plaza de Huérmeces, dónde estuvo destinado hasta 1968. Su último destino fue en Vizcaya, dónde alcanzó la edad de jubilación. Con anterioridad a conseguir plaza propia en Huérmeces, había trabajado como maestro interino en Brieva de Juarros (julio-octubre 1933), Vivar del Cid (marzo-julio 1934) y Villaescobedo de Valdelucio (octubre-noviembre 1934).

La maestra, Purificación Garrido Díez (Burgos, 1928), había llegado a Huérmeces en 1963 para hacerse cargo de la escuela de niñas; a partir de 1968 se convirtió en la maestra única de la escuela; abandonó Huérmeces en 1972, camino de otro destino en la capital provincial, ciudad en la que desarrolló el resto de su carrera docente.

Las provincias de residencia de los alumnos de la foto son: Burgos, Cantabria, Guipúzcoa, Huesca, Madrid, Palencia, Sevilla y Vizcaya.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Cosas que los nietos deberían saber (II)


Fotógrafos de Verano (o veraneantes fotógrafos)



Cada fotografía “antigua” esconde uno o varios misterios. No solamente en cuanto a lo que muestra, personas y paisajes en fecha indeterminada, también en cuanto a lo que no se ve, al autor de la imagen y su motivación.

Si la instantánea es lo suficientemente antigua, es posible que apenas existan testigos que puedan identificar a quien o quienes aparecen retratados. Muchas veces, no resulta reconocible ni el lugar en el que está tomada.

Afortunadamente, en alguna ocasión, la identificación precisa de los personajes fotografiados –el etiquetado en facebook que dirían hoy nuestros hijos- ha ido pasando de generación en generación, sobre todo en los casos en que el familiar retratado tuviera una muerte prematura o imprevista, o una vida especialmente difícil o peculiar.


Taller de carretería-carpintería de Luzgerico Pérez


En algunas imágenes, sin embargo, nos puede resultar más misterioso el quién realizó la fotografía. Qué relación tenía con los retratados y porqué eligió ese encuadre y no otro. Hasta que punto se trató de una fotografía espontánea o si más bien el autor pasó un buen rato colocando a la gente a su antojo.


Trillando con mulas en la era de Eugenio Alonso (Barrio de Mercado); sentado en el trillo, José Alonso Villalvilla


La fecha de la toma es, en muchos casos, un enigma más. A no ser que se trate de una foto “dedicada”, en cuyo caso solía consignarse, al menos, la fecha en la que se realizaba la dedicatoria. En el caso de fotografías realizadas por un profesional, era habitual que el laboratorio grabara la fecha de revelado en el envés de la fotografía, junto con el nombre comercial.

Las fotos más antiguas, anteriores a la Guerra Civil, normalmente estaban realizadas por fotógrafos profesionales, muchas de ellas en su propio estudio. Fotos de novios, generalmente realizadas antes de la boda, fotos del servicio militar, fotos de mayoría de edad,…

Después de la Guerra, se generalizaron las fotos de alumnos de la escuela, individuales y en grupo, también realizadas por fotógrafos profesionales, ambulantes. Las individuales mostraban el mapa de España al fondo y la cara de más o menos susto del alumno de turno.

En los años cincuenta, al irse popularizando el uso de cámaras para aficionados, el retratista pasó a ser ese familiar que hacía tiempo que había emigrado a la ciudad. Durante las vacaciones de verano, cuando volvía al pueblo, aprovechaba para inmortalizar gentes, costumbres y festejos.


Segando con segadora-gavilladora

Cribando garbanzos en el barrio de Mercado

Los chicos del maíz, una fotografía de película


En la mayor parte de los casos, el tema retratado consistía en una escena típicamente campesina. Rara es la familia que no posee una buena colección de fotos de trilla, beldado, acarreado, siega, corta de leña, matanza del cerdo, pela de garbanzos o enjergado de paja. Eran ocasiones en las que toda la familia se reunía para colaborar en esas labores campesinas que requerían la cooperación de todos, grandes y chicos. Y con suerte, un fotógrafo, anónimo o conocido, estaba allí.


Revolviendo la parva en la era del barrio de Mercado

Recogiendo garbanzos en Prao Redondo

Cortando leña

Trillando con bueyes en la era del barrio de Mercado




FOTOGRAFÍAS:

Anónimo (1932)
Victorino Díaz-Villalvilla Alonso (1939)
Regina Pérez Alonso (1952, 1958, 1960, 1965, 1966)
Jesús Varona Alonso (1970)

martes, 9 de diciembre de 2014

De bestias y humanos (I): ciclistas y jabalíes



Era una más entre las muchas salidas veraniegas en bici por los alrededores de Huérmeces. Habíamos madrugando un poco, para evitar en lo posible el calor del mediodía; a las nueve de la mañana, después de descargar las bicis del coche, ya estábamos pedaleando.

No habíamos cubierto ni siquiera los primeros cinco kilómetros de ruta, cuando al fondo del camino apareció lo que en principio nos pareció una piara de cerdos, por la tranquilidad con la que se movían. Pero no estamos en la dehesa extremeña, sino en el páramo castellano, y alejados de cualquier pueblo. Por lo tanto, nada de cerdos, … en todo caso jabalíes. Y con crías.





Nos paramos en seco, recordando la fama de agresivos que tienen estos bichos cuando van acompañados de jabatos. Una vez quietos en la cuneta, paralizados más bien, le dije a mi acompañante que pusiera la bici por delante de él, por si les daba a los adultos por embestir.





Mientras con una mano sujetaba la bici-barricada, con la otra saqué la cámara de fotos, con la esperanza de que me diera tiempo a inmortalizar el momento de la embestida.





La piara se acercó despacio, muy despacio; primero los adultos, que resultaron ser tres hembras jóvenes, luego los ya más que crecidos rayones. Al llegar a nuestra altura, en lugar de embestir, nos olisquearon desdeñosamente y, al carecer de interés culinario para ellos, pasaron de largo, tranquilamente, desapareciendo terraplén abajo, hacia el cercano río.





Y allí nos quedamos, como un par de tontos, con nuestras bicis por  delante, y una temblorosa cámara de fotos en la mano. Bueno, mejor decir que allí me quedé como un tonto, ya que mi acompañante hacía rato que había enfilado el trigal más cercano, pendiente arriba.




Me costó más de media hora convencerle de que el peligro había pasado ya. Que las fieras no volverían. Que podíamos proseguir la ruta…

De nuevo en el camino, mientras acometíamos las primeras rampas del cercano portillo, no pude evitar el preguntarme: ¿Cuántos de los diez porcinos de la piara seguirán con vida el próximo verano? ¿Cuántas balas de cazador se cruzarán en su camino? ¿Cuántos jabatos caerán víctimas de atropellos, enfermedades o predadores?   

También me pregunto si algún día no muy lejano, uno de esos pequeños rayones supervivientes, convertido ya en un poderoso y solitario macho, volverá a encontrarse con nosotros; puede que entonces no se conforme con olisquearnos, sino que clave sus fuertes colmillos en la cubierta de mi bici, justo ese día en que has salido de casa sin cámara de repuesto.

Y mientras tanto, desde lo alto del trigal más cercano, puede que mi acompañante inmortalice el momento, muerto de risa.



ACLARACIÓN:

Siiii...ya lo sé. El trigal en el que se refugió mi asustadizo acompañante no es tal trigal. Es un campo de cebada. Ya, pero estarán de acuerdo conmigo en que sustituir "trigal" por "cebadal" o "campo de cebada" le resta fuerza dramática (o humorística, si la tuviera) al texto ¿no? El resto del relato es absolutamente verídico, por mucho que le abochorne a mi acompañante. 



BANDA SONORA:

En 2012, Of Monsters and Men, banda islandesa de indie pop, lanzó su primer LP, titulado My Head is an Animal. Entre la buena colección de temas que coforman el álbum destaca Dirty Paws, incluido en la banda sonora de la película La vida secreta de Walter Mitty, dirigida y protagonizada por el escasamente poliédrico Ben Stiler, y que obtuvo un relativo éxito de taquilla en las navidades de 2013. 

La canción es una delicia, pero si te has quedado con las ganas tienes otras cuantas para elegir, como por ejemplo Little Talks, otro gran éxito también incluido en aquel glorioso álbum inaugural. Cualquiera de las dos  canciones nos puede servir como acompañamiento para un agradable paseo en bici por los montes y campos de La Comarca, con encuentros porcinos o sin ellos.

Of Monsters and Men, siguiendo la brecha abierta por otro grupo islandés, Sigur Rós, se ha convertido en un grupo muy solicitado en todo tipo de festivales estivales, tanto a este lado del charco como al otro. Todo parece indicar que la fórmula islandeses- geíseres-nieve-hielo-fuego resulta tan oportuna para crear buena música como lo ha sido hasta ahora la más tradicional combinación irlandeses-tréboles-muros de piedra seca-cerveza.  







lunes, 1 de diciembre de 2014

Dos Huérmeces y un Huércemes



En anteriores entradas (marzo 2014) ya habíamos hablado del otro Huérmeces, el alcarreño, y del casi Huérmeces, el Huércemes conquense:


·        Huérmeces: municipio y pueblo de la provincia de Burgos
·        Huérmeces del Cerro: municipio y pueblo de la provincia de Guadalajara
·        Huércemes: despoblado del municipio de Paracuellos, provincia de Cuenca


Se da la curiosa circunstancia de que los dos Huérmeces (el burgalés y el alcarreño) y el Huércemes conquense se encuentran prácticamente alineados en una dirección NW-SE, y separados unos 180 km entre cada uno de ellos y unos 360 km en total.


  
Se admiten teorías acerca del mantenimiento toponímico según avanzaba la reconquista hacia el sur entre los siglos X y XII aunque, probablemente, el topónimo Huércemes tiene un origen etimológico muy distinto al de Huérmeces. O quizás no. En la Sierra Norte de Guadalajara existe un pueblo denominado La Huerce, y huerce es un topónimo carpetano con el significado de “fuente”.

También resulta curioso que los dos Huérmeces se ubiquen a una altitud prácticamente idéntica (890 m), mientras que el Huércemes conquense se sitúa algo más abajo, a unos 800 m. La submeseta sur, nos enseñaron en el colegio, tiene una altitud media algo más baja que la submeseta norte.

No menos curioso resulta que los tres se encuentren en las cercanías de un desfiladero horadado por su correspondiente río, aunque el del río Dulce, entre Huérmeces del Cerro y Santamera, ha desaparecido bajo las aguas del Embalse del Atance. Calizos son los desfiladeros de Huérmeces y Huérmeces del Cerro, arenisco el de Huércemes.

Sus respectivos ríos pertenecen a tres cuencas hidrográficas distintas:

·        el Urbel, afluente del Arlanzón, a la del Duero
·        el Salado, afluente del Henares, a la del Tajo
·        el Guadazaón, afluente del Cabriel, a la del Júcar

Los tres ríos discurren en una dirección predominantemente Norte-Sur, y sus longitudes son relativamente modestas: Urbel (55 km), Salado (44 km) y Guadazaón (80 km).

Mientras que el río Úrbel nace en la comarca del Tozo, en las estribaciones meridionales de la cordillera cantábrica, el Salado lo hace en las tierras altas de Atienza y Sigüenza, cerca del límite entre las provincias de Guadalajara y Soria, y el Guadazaón nace en la Sierra de Valdemeca, entre la Serranía de Cuenca y los Montes Universales.

En cuanto a población, los dos Huérmeces muestran claras señales de declive poblacional, típicas del medio rural, mientras que el Huércemes conquense lleva décadas despoblado.

Censos de Población
Huérmeces
(BU)
Huérmeces del Cerro (GU)
Huércemes
(CU)
Catastro Ensenada (1752)
Casas habitables
60
44
5
Vecinos
73
30
8
Diccionario Miñano (1829)
Vecinos
85
64
6
Almas
356
287
27
Diccionario Madoz (1850)
Casas habitables
70
68
7
Vecinos
83
60
7
Almas
204
259
28
Curas
4
2
0
Censo de 1857
Habitantes
413
281
(1)
Censo de 1860
Habitantes
410
287

Censo de 1877
Habitantes
381
342

Censo de 1887
Habitantes
406
351

Censo de 1900
Habitantes
398
312

Censo de 1910
Habitantes
435
389

Censo de 1920
Habitantes
399
282

Censo de 1930
Habitantes
390
274

Censo de 1940
Habitantes
364
221

Censo de 1950
Habitantes
338
254

Censo de 1960
Habitantes
278
230

Censo de 1970
Habitantes
149
142

Censo de 1981
Habitantes
108 (2)
79

Censo de 1991
Habitantes
80
90

Censo de 2001
Habitantes
71
63

Censo de 2011
Habitantes
71
62

2013
Habitantes
61
48


(1) Los datos de la pedanía de Huércemes se incluyen en los del municipio de Paracuellos de la Vega,  por  lo que  ya  no es posible conocer la población del lugar
(2) A partir de 1981, el municipio de Huérmeces (BU) incluye las localidades de Huérmeces, Quintanilla Pedro Abarca, San Pantaleón del Páramo y Ruyales del Páramo, aunque los datos poblacionales de esta tabla corresponden exclusivamente al lugar de Huérmeces, no al conjunto del municipio.