sábado, 30 de marzo de 2019

El ferrocarril de Sotopalacios a Quintanilla de las Torres, vía Huérmeces


Durante la primera mitad de los años 40 del siglo pasado, el destino estuvo a punto de hacer un guiño a Huérmeces y al resto de pueblos del curso medio y alto del Úrbel. Por aquellas fechas, inmediatamente anteriores a la nacionalización de la red ferroviaria española y al nacimiento de RENFE, la Primera Jefatura de Estudios y Construcciones de Ferrocarriles del Ministerio de Obras Públicas emitió un informe titulado "La terminación del ferrocarril Santander-Mediterráneo", en el que se incluía un anteproyecto que pudo ocasionar que una vía férrea atravesara el desfiladero de Fuente la Hoz.


Allá por los cuarenta, una imagen parecida a esta pudo hacerse realidad en el valle medio y alto del Úrbel: el último tren de vapor de la línea Santander-Mediterráneo, fletado por aficionados alemanes y británicos, circula por la localidad soriana de Cabrejas del Pinar, pocos meses antes del cierre de la línea (Fotografía: Brian Garvin, 21 de Octubre de 1984)


En dicho informe, fechado en abril de 1940, se proponía abandonar el proyecto Santelices-Boo (por La Engaña) en favor de un trazado nuevo: un ramal de 70 km que uniría las localidades de Sotopalacios y Quintanilla de las Torres (5 km al NE de Aguilar de Campóo), donde enlazaría con la línea de Palencia a Santander.

A favor de este nuevo trazado se argumentaban -principalmente- razones económicas, ya que la unión de Burgos con Santander por Quintanilla de las Torres costaría la mitad de lo que lo haría por el tramo de Santelices a Boo, con el enorme túnel (casi 7 km) de La Engaña por medio.

También se aseguraba que el plazo de ejecución sería menor, al no tener que acometerse las obras de los túneles de La Engaña y otros tantos que suponían un recorrido subterráneo total de casi 20 km, en contra de los únicamente 3,5 km totales de túneles por el nuevo trazado.


Archivo Histórico Ferroviario: Informe sobre la terminación del FC Santander-Mediterráneo (1940); en rojo, los trazados proyectados, tanto para finalizar el S-M como para unir Trespaderne con Bilbao


Para justificar el abandono de los 100 km ya construidos entre Sotopalacios y Cidad, el Informe de abril de 1940 alegaba que aquellos podrían servir para el tráfico local entre las Merindades y la capital burgalesa, concediendo exagerada importancia al posible transporte de carbones desde la línea de La Robla (transbordados en Cidad) y al más optimista aún transporte de patatas de siembra. Además, también se aprovecharía el trazado entre Burgos y Trespaderne, ya que existía el proyecto de ejecución de un nuevo trayecto (Trespaderne-Areta), que uniría Burgos con Bilbao en un trazado 44 más corto que el ya existente por Miranda de Ebro.


Archivo Histórico Ferroviario: Informe sobre la terminación del FC Santander-Mediterráneo (1940): nuevo tramo Sotopalacios-Quintanilla de las Torres, propuesto para evitar la costosa perforación del túnel de La Engaña 


Archivo Histórico Ferroviario: perfil longitudinal entre los kilómetros 6  y 20; túneles de Sotobrín (límite entre los términos de Celadilla y Santibáñez), Valdelena (Santibáñez), Tresvallejo (Huermeces), Rogarcía (Huermeces) y La Cabañuela (límite entre los términos de Huermeces y Montorio); en el tercio superior vienen dibujados túneles, perfiles, ríos y estaciones; en el central, las rasantes (longitud y pendientes de rampas y contrapendientes, con sus cotas altimétricas); en el inferior: escala kilométrica, alineaciones: curvas (sentido, radio y desarrollo) y rectas (desarrollo); NOTA: la denominación de los túneles es nuestra



TRAZADO APROXIMADO DEL FF.CC. SOTOPALACIOS-QUINTANILLA DE LAS TORRES:


En realidad, el tramo propuesto no hacía sino aprovechar el corredor natural que ofrecen los valles de los ríos Úrbel, Talamillo, Lucio y Camesa, utilizado desde hacía mucho tiempo por el viejo Camino Real que comunicaba Burgos con Reinosa y Santander, y más recientemente por la carretera BU-622, de Burgos a Aguilar de Campóo, ejecutada a principios del siglo XX (luego N-627).

El trazado fue concebido por Miguel Escudero Arévalo, uno de los ingenieros del directo Madrid-Burgos por Aranda de Duero. Se trata de un anteproyecto muy embrionario, realizado en abril de 1940, sobre mapas MTN50 y MTN25, y del que en el Archivo Histórico del Ferrocarril, en cuanto a planos, solo se conservan los perfiles longitudinales, sin excesivas referencias toponímicas, por lo que la plasmación planimétrica no ha sido sencilla. Es posible, incluso, que exista alguna incongruencia altimétrica con respecto a los mapas topográficos modernos, sobre todo en el complicado paso entre las divisorias de los ríos Úrbel-Talamillo y Valtierra, entre las estaciones de Santa Cruz del Tozo y San Mamés de Abar.

La longitud total del trazado es de 70 km, de los cuales 50 km son rectas, 12 km curvas a derecha y 8 km curvas a izquierda (en el sentido Quintanilla); en cuanto a rasantes: 31 km son de trazado horizontal, 25 km de rampas y 14 km de pendiente (en el sentido Quintanilla); se diseñaron 8 túneles, con un desarrollo total de 3,4 km; el túnel más largo, el de Sotobrín (1.080 m); el más corto, el de Rogarcía (190 m).


Archivo Histórico Ferroviario: Informe de abril de 1940


El recorrido contaría con 5 estaciones, una cada 12 km, aproximadamente: Huérmeces (km 13), Montorio-La Nuez (km 24), Santa Cruz del Tozo-La Rad (km 35), San Mamés de Abar (km 45) y Quintanas de Valdelucio (km 56). La cota máxima del trazado alcanza los 960 metros, y se mantiene durante 15 km, entre el cruce con la carretera de Fuenteúrbel y Corralejo; la cota mínima (852 m) se alcanza en el kilómetro 0, en la estación de Sotopalacios.

La máxima dificultad orográfica la constituye el paso de la divisoria entre las sub-cuencas del Ubierna y del Úrbel, en el tramo inicial del recorrido. Se decidió acometerla por medio de un túnel (1.080 m de longitud; cota 920 m) a través de la paramera que separa los términos de Celadilla-Sotobrín y Santibáñez Zarzaguda, justo donde la anchura del páramo es menor; supongo que la opción Ubierna-Huérmeces por el valle de la Rueda fue descartada por los ingenieros, ya que habría supuesto mayores pendientes y un túnel de mayor desarrollo.

El paso entre las sub-cuencas del Úrbel-Talamillo y el Valtierra supondría una dificultad menor, ya que se realizaría muy cerca de la cabecera de ambos ríos. La cota de paso era más alta (960 m) y se facilitaba por medio de tres túneles de un desarrollo total de 800 metros, entre las estaciones de Santa Cruz del Tozo y San Mamés de Abar.

El último paso de divisoria, entre las sub-cuencas del Valtierra y del Lucio-Camesa, se acometería por el collado de Corralejo, también a una cota de 960 metros, y auxiliado al principio del tramo por un pequeño túnel (190 m), horadado en las proximidades de San Mamés de Abar.

No serían necesarias grandes obras de fábrica; únicamente se proyectaban dos o tres puentes metálicos de cierta envergadura: uno o dos para atravesar el Úrbel por el desfiladero de Fuente la Hoz, y otro para atravesar el Camesa, ya en la parte final del recorrido.
 

Trazado aproximado del sub-tramo Sotopalacios-Huérmeces (13,5 km); T1 (túnel de Sotobrín), T2 (túnel de Valdelena, Santibáñez), T3 (túnel de Tresvallejo, La Coronilla, Huérmeces); E1 (estación de Huermeces)


El recorrido propuesto partía de la estación de Sotopalacios, en la línea del Santander-Mediterráneo. Allí, el trazado describe una amplia curva (R-400) a la izquierda, para sortear la aislada mole de El Páramo, que se extiende justo al Oeste de Quintanaortuño.


Desde Sotopalacios, el trazado vira hacia el NW, evitando El Páramo de Quintanaortuño y buscando la porción más estrecha de los páramos que marcan la divisoria entre el Ubierna y el Úrbel

Paso de la divisoria Ubierna-Úrbel: desde la ermita de Sotobrín (E) al vallejo de Antearroyo-Santibáñez (W); túnel de 1,1 km


Rozando la ladera occidental de El Páramo, el trazado se dirige, más o menos en línea recta y en una suave rampa ascendente (9 milésimas) hacia la ermita de Sotobrín, situada en la ladera del páramo que separa los términos de Santibáñez y Celadilla. Aquí, justo al norte de la ermita, se proyecta el paso de la subcuenca del Ubierna a la del Úrbel, por medio de un largo túnel (T1) de algo más de 1 km de trazado, abriéndose al otro lado hacia la zona alta del vallejo formado por el arroyo de Antearroyo, ya en terrrenos de Santibáñez.

La cota de entrada del túnel alcanza los 916 metros, y la de salida, los 919. Una vez en la zona alta del vallejo de Antearroyo, el recorrido sigue una dirección oeste, en suave pendiente descendente (5 milésimas) hasta que, gracias a un nuevo túnel (T2: 360 metros) atraviesa hacia Valdelena, no muy lejos del pueblo de Santibáñez.


Un segundo túnel (T2), de 360 m, atraviesa por Valdelena la alineación de cotorros miocénicos que se extienden al este de Santibáñez (Castillo Preto, Castillo Blanco)


Desde aquí, bordeando El Montecillo, la vía toma un claro rumbo norte y, siempre a un cota de 902 metros, sigue un trazado más o menos paralelo al camino Callejuela, aunque algo por encima de él. Rozando las laderas del Páramo de las Murcianas y el Paramillo, la vía se acercaría a Huermeces apuntando a la zona trasera del Barrio de Mercado.


El trazado, paralelo a la actual carretera, llega a la primera estación del tramo: Huémeces (km 13,5)


Suponemos que la estación se ubicaría antes de alcanzar el pueblo, cerca de la bifurcación de los caminos de Burgos y Callejuela (no muy lejos de la antigua caseta de Lorenzo). Esta estación daría servicio a todos los pueblos de la cuenca media del Úrbel (actuales municipios de Valle de Santibáñez y Huermeces, principalmente).


La vía discurriría por la zona superior de Huermeces, por encima de Mercado y del Palacio de Arriba; en el km 14,5 aparece el segundo túnel del tramo, que atravesaría Tresvallejo y la arenosa ladera Este de La Coronilla-Cuesta Castillo


Pasaría rozando el pueblo por su zona superior, por encima del Barrio de Mercado y del Palacio de Arriba, rozando la ladera oriental de Cuesta Castrillo y La Coronilla por un nuevo túnel (T3: 290 m) que atravesaría por debajo de Tresvallejo, con la boca de salida en La Quintana y Mulimayor.


A partir de Fuente la Hoz, la vía atravesaría varias veces el río Úrbel y la carretera de Aguilar, aunque solo contaría con dos túneles: T4 (Rogarcía, 190 m) y T5 (La Cabañuela, 490 m)


Siguiendo un curso paralelo a la carretera, la vía se adentraría en el desfiladero de Fuente la Hoz, a cuya entrada atravesaría el Úrbel, pasando a la margen derecha de aquel; por medio de varios puentes, atravesaría más veces el río y la carretera, pero no perforando las calizas hasta la curva de Rogarcía, donde un nuevo túnel (T4) de 190 metros, y abandonaría el desfiladero por medio del segundo túnel más largo de todo el recorrido (T5, 460 m) a través de La Cabañuela, alcanzando ya el término de Montorio.

Desde aquí seguiría un trazado muy similar al que sigue en la actualidad la N-627, evitando el paso por Montorio al circular al sur de Las Peñas. Muy cerca del cruce entre las carreteras Burgos-Aguilar y Villadiego-Poza se ubicaría la segunda estación del tramo (E2, km 24), que daría servicio a los pueblos de La Nuez de Arriba y Montorio.


Sub-tramo Montorio-Santa Cruz del Tozo: T4 (túnel de Rogarcía), T5 (túnel de La Cabañuela), E2 (Estación de Montorio-La Nuez de Arriba), E3 (Estación de Santa Cruz del Tozo-La Rad); la ubicación de las estaciones es solo aproximada


Después de la estación y del cruce, la vía pasaría al otro lado de la carretera de Aguilar, circulando durante unos 8 km de forma paralela a la misma; a la altura de Santa Cruz del Tozo, la vía cruzaría al otro lado de la carretera y, durante unos 2 km, la seguiría muy pegada. Desde el cruce con la carretera, la cota se estabiliza en 960 metros de altitud.

Poco antes o después del cruce de Fuente Úrbel, aparecería la tercera estación del trazado (E3, km 35), que daría servicio a dicho pueblo, a Santa Cruz del Tozo y a La Rad; después de la estación, la vía seguiría primero el curso del río Talamillo, y después el del arroyo del Gustar, siempre en una cota de 960 metros de altitud. Estamos entre los vértices Hornillera y Portigerón, en la divisoria Duero-Ebro, ya que a la primera pertenecen el Úrbel-Talamillo y a la segunda el Valtierra.


Sub-tramo Santa Cruz del Tozo-Fuencaliente de Lucio: E3 (Estación de Santa Cruz-La Rad), T6-T7-T8 (túneles de Hornillera), E4 (Estación de San Mamés de Abar), T9 (túnel de La Peñola), E5 (Estación de Quintanas de Valdelucio)


Para salvar la divisoria manteniendo la cota 960 durante unos 5 km más, sería necesario horadar tres túneles consecutivos (T6-T7-T8) a través de las laderas del macizo de Portigerón,  con un desarrollo total de 810 metros entre los tres (el más largo, el primero, con 410 m).

Poco después de abandonar el último de los túneles, un puente metálico cruzaría el río Valtierra, a 1 km al sur de San Mamés de Abar, justo dónde se proyecta la cuarta estación del recorrido (E4, km 45). Como dijimos antes, el río Valtierra pertenece a la cuenca del Ebro, ya que tras pasar por Basconcillos se sume en la cueva homónima y resurge en Barrio Panizares, como afluente del Rudrón.

Después de dejar atrás la estación, el trazado dibuja un nuevo túnel (T9, 190 m), el último del recorrido, a través de La Peñola, cambiando el rumbo NW que traía la ruta por un N-NE, siguiendo durante 1 km escaso el curso alto del arroyo de San Juan. Seguimos en una cota 960.

El trazado de la vía cambiaría de nuevo a un rumbo NW, siguiendo ahora el vallejo originado por el arroyo del Reverdido, pero bien pegado a la ladera de La Rasa, hasta alcanzar el pequeño collado en el que se sitúa el pueblo de Corralejo. La vía pasaría al lado del pueblo, a través de una profunda trinchera, cruzando de nuevo la divisoria Ebro-Duero: pasando del río Valtierra (E) al río Lucio (W).

Nada más dejar atrás el pueblo, la vía afrontaría una bajada no excesivamente pronunciada (5 milésimas) durante 4 km, discurriendo por la cara norte de los afloramientos calizos Monte Cazón-El Berro, hasta llegar a la carretera de acceso a Quintanas de Valdelucio, a medio kilómetro al N de este pueblo, allí donde se había proyectado la quinta y última estación del recorrido (E5, km 56, cota 940 m).

Desde la estación de Quintanas, la vía discurriría siempre por la margen derecha del río Lucio, en suave pendiente descendente (6 milésimas) durante 3 kilómetros y medio, hasta pasar justo al sur de Fuencaliente de Lucio y cruzar de nuevo al lado derecho de la carretera de Aguilar.


Sub-tramo Fuencaliente de Lucio-Quintanilla de la Torre


A partir de aquí la cota de la vía se estabilizaría (918 m) durante unos 5 kilómetros, discurriendo siempre paralela a la carretera, pasando al norte de Puentetoma (km 60) y rozando Báscones de Valdivia (km 65).

Al llegar a la altura de Villarén de Valdivia, la vía se apartaría de la carretera, siguiendo un nuevo rumbo en dirección a Porquera de los Infantes, en suave pendiente descendente (8 milésimas). Tras pasar justo al Este de este último pueblo, la vía atravesaría el río Camesa (km 68) por medio de un largo puente metálico; tras otros 2 km de trazado llano, se enlazaría con la línea Palencia-Santander justo al sur de Quintanilla de las Torres. (km 70, FIN DEL TRAYECTO).

En la tabla siguiente se resumen los hitos principales del tramo Sotopalacios-Quintanilla de las Torres: estaciones, túneles, puentes y pasos a nivel en carreteras. Los puntos kilométricos de estos dos últimos son solo aproximados.

 




LA DECISIÓN FINAL: HORADAR EL TÚNEL DE LA ENGAÑA:

La denominada sección 7ª del FC Santander-Mediterráneo, entre Santelices y Boo, llevaba ya varios años encallada: primero por la indefinición del trazado final, después por la crisis económica, luego por la Guerra Civil, más tarde por las incertidumbres de la posguerra nacional y la guerra mundial.


Estación de Lermilla, inauguración del tramo, 5 noviembre de 1929


En 1945, cuando aún no se había descartado del todo la opción Sotopalacios-Quintanilla de las Torres (aunque ya se había empezado a horadar el túnel de La Engaña), aquella fue duramente atacada por el gobernador civil de Burgos, Manuel Yllera García-Lago (1), que también representaba los intereses de las Diputaciones de Santander, Soria, Zaragoza y Valencia. Rebatía el supuesto ahorro de costes, al aumentar al doble el coste del tramo Sotopalacios-Quintanilla de las Torres, ya que había que tener en cuenta el coste de la fuertes mejoras que necesitaría el tramo entre Quintanilla y Santander, un trazado antiguo (1852-1866) y de una sola vía, con pendientes importantes y una cota de paso de la divisoria excesivamente alta (980 metros de altitud en Pozazal, en contra de los 750 metros de La Engaña), con los consiguientes problemas de cortes temporales por intensas nevadas y frecuentes desprendimientos. En el párrafo final del informe, a modo de conclusión, se afirmaba lo siguiente:


"Entendemos que la Administración no puede volver sobre sus propias resoluciones; después de formidable oposición de intereses afectados y de Bilbao, consiguen las provincias castellano-aragonesas se reconozca la justicia de sus aspiraciones. Se discute en prensa, medios técnicos y en las Cortes, lo que a este ferrocarril afecta; la Dictadura [de Primo de Rivera] construye seis secciones; la República aprueba el proyecto de la séptima; el Ministro de Obras Públicas, Señor Peña, subasta algunos trozos de la misma, y ahora se pretende iniciar una nueva labor en busca de otra solución mejor a la discutida, aprobada y comenzada a construir."


Estación de Trespaderne, inauguración del tramo, 5 noviembre de 1929


En realidad, el futuro de la "sección séptima" se había clarificado unos años antes, cuando un trágico suceso vino a desencallar definitivamente la situación: el incendio de Santander (febrero 1941) indujo al régimen a comprometerse con el futuro de la ciudad, por lo que el entonces ministro de Obras Públicas, Alfonso Peña Boeuf (2), con estrecha vinculación montañesa, decretó en mayo de ese mismo año la reanudación de las obras de la sección séptima. A principios de ese mismo año 1941, se creó RENFE, empresa estatal que resultaba de nacionalizar a la totalidad de compañías de ferrocarril de ancho ibérico, por lo que ya dejó de tener importancia que la línea Santander-Mediterráneo llegara a Santander con un trazado independiente de la línea de la Compañía del Norte.



Inauguración del tramo Peñahorada-Trespaderne, 5 noviembre de 1929


Ese mismo año de 1941, el que acabaría siendo ministro de Obras Públicas, Fernando Suárez de Tangil (3) afirmaba, en el tono altisonante tan típico de la época:


“Yo os digo que si Dios nos da vida y salud llegará un momento en que veremos a nuestro Caudillo inaugurar esta línea. No soy hombre de excesivo optimismo, pero cuando vi esta mañana la iniciación de los trabajos que se van a llevar a ritmo acelerado, tuve la seguridad de que en un plazo máximo de tres años se realizará lo que en términos técnicos se llama el calado del túnel de La Engaña, al derrumbarse el último paredón de piedras y tierra, para que puedan estrecharse las manos y fundirse en un abrazo cordial Burgos y Santander, es decir, la esencia de Castilla”.  


Horadar el túnel de La Engaña terminó por costar 19 años y muchas vidas; y eso que se dispuso de mano de obra muy barata: los 560 presos republicanos cedidos por el régimen franquista a la primera empresa adjudicataria (Ferrocarriles y Construcciones ABC). La cifra oficial de muertes por accidentes dentro del túnel es de 16 personas, pero se refiere únicamente al periodo en el que la obra fue ejecutada por la segunda empresa contratista (Portolés), por lo que la cifra total pudo ser mucho más elevada.

El final de la historia es por todos conocido: en 1959 se completó el túnel de la Engaña, con gran coste de vidas y medios; en 1961, respaldado por un informe del Banco Mundial, el régimen decidió paralizar el resto de la obra pendiente; y en 1984, el primer gobierno socialista clausuró el tramo Burgos-Cidad y casi la totalidad del resto de tramos del Santander-Mediterráneo aún en uso.


Línea Santander-Mediterráneo en San Leonardo de Yagüe: fotografía Graham Stacey


Historiadores del ferrocarril como Juanjo Olaizola han puesto más que en duda las verdaderas intenciones de los inversores de la compañía Santander-Mediterráneo. Parece ser que el verdadero negocio no estaba en acabar la línea, sino en las suculentas subvenciones que concedía el Estado por kilómetro construido.

El Gobierno de Primo de Rivera subvencionaba cada km de vía con la considerable cantidad (para la época) de 654.000 pesetas, independientemente de la dificultad del trazado. Por ello, era un negocio magnífico construir los tramos más sencillos (llanuras sorianas y burgalesas), donde el coste real por km era muy inferior al que abonaba el Estado; por el contrario, no resultaba tan atractivo el coste kilométrico del paso de la cordillera cantábrica, por lo que los inversores de la Compañía S-M hicieron todo lo posible para eludir la construcción de este último tramo, beneficiándose del intenso debate que se produjo sobre los diversos trazados alternativos propuestos, llegando incluso a solicitar al Gobierno un aumento de la subvención por kilómetro.


Viaje especial con locomotora Escatrón, en la línea Santander-Mediterráneo (21 de octubre de 1984) Fotografía: Brian Garvin


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Por otra parte, tampoco hay que olvidarse del defecto fundamental del que adolecieron gran parte de los proyectos ferroviarios impulsados durante la dictadura de Primo de Rivera: la falta de previsión y de estudios serios de viabilidad. Una línea como la S-M, uniendo Santander con Calatayud, no hacía sino atravesar zonas poco pobladas, carentes de industria o riquezas minerales que pudieran aportar tráfico a un ferrocarril de esta envergadura, lo que ocasionaba la segura inviabilidad económica del proyecto. Por otra parte, al mismo tiempo que se impulsaban trazados ferroviarios, se hacía lo mismo con la construcción de carreteras alternativas, fomentando el desarrollo de la automoción y la dura competencia que esta supuso para el tren.

Siempre se ha dicho que el objetivo fundamental del S-M venía implícito en su misma denominación: unir los puertos de Santander y Valencia. Parece ser que hasta esto tiene más de leyenda que de realidad. Si el único objetivo hubiera sido comunicar el puerto cántabro con algún puerto del Mediterráneo, lo lógico habría sido construir una línea desde Santander hasta Miranda de Ebro, en donde se podía enlazar con las vías de la Compañía del Norte que llegaban hasta Tarragona, Barcelona o Valencia.

Lo que en realidad deseaba Santander era encontrar una salida alternativa a la Meseta, ya que consideraba que las tarifas de la Compañía del Norte (Madrid-Palencia-Santander) perjudicaban el tráfico de mercancías de su puerto. Al final, la línea Calatayud-Valencia también fue adquirida en 1926 por la Compañía del Norte, por lo que la situación volvió al punto de partida para la Santander-Mediterráneo.

En resumidas cuentas: el ferrocarril Santander-Mediterráneo acabó por convertirse en la obra faraónica más ambiciosa de España y en su más sonoro fracaso. Puede que la opción Sotopalacios-Quintanilla de las Torres hubiese aclarado su futuro, o quizás únicamente aplazado aquel fracaso.


Vía verde Santander-Mediterráneo, en el tramo entre Lermilla y Arconada, en Las Torcas



TODO LO QUE NOS PERDIMOS CUANDO PERDIMOS EL TREN:

Muchas leyendas circulaban sobre el sino maldito del Santander-Mediterráneo. Algunas decían que fue la oligarquía vasca -por intereses comerciales del Puerto de Bilbao- la que presionó al gobierno de Franco contra la finalización de la línea. Otras decían que fueron los monjes de Oña los que rezaron para que el cruce definitivo de la cordillera se hiciera por La Engaña y no por el trayecto alternativo Sotopalacios-Quintanilla de las Torres...

Por lo que a la comarca del Úrbel respecta, no sabemos qué habría sucedido si finalmente el tren hubiera llegado a circular por los túneles de Sotobrín y Rogarcía, parando puntualmente en las estaciones de Huérmeces, Montorio y Santa Cruz del Tozo...

Quizás, aquel Sotopalacios-Quintanilla habría significado para la comarca el último tren de futuro al que asirse; quizás, de todas formas, la despoblación habría igualmente triunfado y los naturales de la zona no habrían utilizado dicho tren sino como el asidero más rápido para abandonar la comarca; y quizás, algún gobierno, ya en las postrimerías del siglo XX, también habría terminado por decretar la clausura de la línea, al compás del éxito de carreteras, autopistas y autovías.

Nos quedaría la memoria fotográfica del tren acercándose por encima del Camino Callejuela, de la locomotora atravesando el desfiladero de Fuente la Hoz, el recuerdo de su potente silbido reverberando entre sus paredones, trepando Rallastra arriba hasta provocar la puntual desbandada de buitres y chovas... Nos quedarían las ruinas de la estación -quizás hoy rehabilitada para local social- y los nombres de las familias que trabajaron para la Compañía, el de los revisores más populares, el de los maquinistas de silbato fácil; también circularían viejas historias de nevadones que paralizaron la línea, de trágicos accidentes cubiertos por la prensa de la época, de emotivas despedidas en el andén de la estación, allá por los años del éxodo...

Y hoy en día, sobre todo, nos quedaría una bonita vía verde por la que circular, caminando o pedaleando, hacia Aguilar por el Norte, hacia Sotopalacios y Burgos por el Sur. Todo esto es lo que perdimos cuando alguien, en algún despacho oficial, presionado o no por jerarcas y oligarcas, impresionado o no por jesuíticos rezos, decidió que era preferible horadar un túnel de 7 kilómetros a través de los lejanos montes pasiegos. 


NOTAS:

(1) Manuel Yllera García-Lago (Santander, 1911-1959): hijo de una acomodada familia de consignatarios de buques, falangista, fundador de las JONS en Santander; gobernador civil de Burgos (1942-1946); consejero nacional de Falange y del Movimiento Nacional; subinspector de la depuración de funcionarios para Asturias, Santander y Vizcaya. Mientras que un santanderino era gobernador civil de Burgos, un burgalés (Alejandro Rodríguez de Valcárcel) era presidente de la Diputación de Santander (1944-1946). En 1946, fue precisamente Rodríguez de Valcárcel el sustituto de Yllera en el cargo de gobernador civil de Burgos.

(2) Alfonso Peña Boeuf (Madrid, 1888-1966): ingeniero de caminos y político; ministro de Obras Públicas (1938-1945); procurador de las Cortes Franquistas (1943-1966); al ocupar el cargo de ministro de Obras Públicas (y Jefe del Servicio Nacional de Ferrocarriles) durante el primer Gobierno de Franco, su labor se centró en la reconstrucción de las infraestructuras afectadas por la Guerra Civil; también fue presidente del Consejo de Administración de RENFE (1952-1957); fue sustituido, como ministro de Obras Públicas, por José María Fernández-Ladreda y Menéndez-Valdés (1945-1951).

(3) Fernando Suárez de Tangil (Madrid, 1886-1964): Conde de Vallellano; alcalde de Madrid (1924-1927) durante la Dictadura de Primo de Rivera; responsable de la Cruz Roja franquista (1936-1940); Ministro de Obras Públicas (1951-1957) y procurador de las cortes franquistas (1951-1964).


Oxidado tirafondos de traviesa del ferrocarril Santander-Mediterráneo, tramo Peñahorada-Trespaderne; en su cabeza aparecen la compañía (SM), el año de fabricación (1928) y el fabricante: UC (Unión Cerrajera); el acero de las vías era excelente, de 45 kg/m, fabricado por Altos Hornos de Vizcaya; las traviesas, de pino o de roble, creosotadas



FUENTES:

- Archivo Histórico Ferroviario: enlace

Signatura G-0007-002: Expedientes relativos a las Jefaturas y Planes de ferrocarriles en construcción:

1. Informe sobre la terminación del FC Santander-Mediterráneo (abril 1940)
2. Notas acerca de la sección 7ª (Santelices-Boo) del FC Santander-Mediterráneo y del FC Trespaderne-Areta (octubre-noviembre 1945)
3. Nuevo Informe sobre la terminación del FC Santander-Mediterráneo (diciembre de 1945)
4. Informe del Gobernador Civil de Burgos acerca de la terminación del FC Santander-Mediterráneo (diciembre 1945).


- El excelente blog de Teresa Cobo, relativo al Túnel de la Engaña y diversos aspectos sociales, históricos y económicos del último tramo del Santander-Mediterráneo: La Engaña - Teresa Cobo

- El Ferrocarril Santander-Mediterráneo. Kenneth M. Dobeson. Aldaba Ediciones-Estudio (1988)
- El Ferrocarril Santander-Mediterráneo. José Pérez Bustamante. Diputación Provincial de Santander (1952)


BANDA SONORA:


Pat Metheny: Last Train Home (1987) 

Poco que añadir. El título lo dice todo. Un tema que viene como anillo al dedo. El vídeo de YouTube no tiene desperdicio, una impresionante recopilación de trenes a vapor atravesando viaductos, acometiendo duras rampas, pasando por paisajes urbanos y rurales, desérticos y frondosos, y la música siempre al ritmo del traqueteo ferroviario. Una joya.

sábado, 16 de marzo de 2019

El curioso periplo de un manuscrito: de Huérmeces a Montserrat


A mediados de noviembre de 1808, numerosas tropas francesas acamparon durante ocho días en Huermeces, produciéndose toda clase de saqueos y abusos sobre personas, bienes y animales. Dichos acontecimientos han quedado registrados en la memoria popular de Huérmeces hasta no hace mucho tiempo.




Uno de los documentos más esclarecedores de lo que sucedió durante aquellas jornadas se guarda en la abadía benedictina de Montserrat (Barcelona). Se trata de un manuscrito (1), fechado en 1810, compuesto por tres páginas de letra clara y bien marcada; en la primera página se detallan los daños producidos por la soldadesca tanto en la iglesia parroquial como en las casas particulares de muchos vecinos del pueblo y, sobre todo, en la capilla del Palacio de los Fernández Zorrilla; en las dos páginas restantes, se realiza un inventario de los útiles religiosos que, dos años después de los hechos, quedaban en la citada capilla del Palacio, propiedad entonces de Juan Ramona Fernández Zorrilla y Carrillo, marquesa de Fuente Pelayo. (2)




El manuscrito encontrado en Montserrat; página 1 

En un post anterior de este mismo blog se realizó la transcripción completa de este manuscrito encontrado en Montserrat:




Ya en aquella entrada nos preguntábamos por las sin duda interesantes peripecias que tuvo que sufrir este manuscrito para realizar el largo viaje entre Huérmeces y el monasterio catalán.


Hasta hoy, a falta de argumentos documentales de peso, nada nos impedía realizar un pequeño ejercicio de elucubración o ficción histórica.


Años 20 del XX: Palacio de los Fernández Zorrilla y, a la izquierda, su Capilla (Archivo Photo-Club, Diputación de Burgos)



El viaje del manuscrito pudo arrancar en cualquiera de los momentos históricos siguientes:


- en el mismo momento de su confección: ese mismo año de 1810, en el que se realiza la descripción general de daños y el inventario de lo que queda en la capilla del Palacio de los Fernández-Zorrilla.

- en años posteriores, aunque siempre dentro de la francesada (1811-1814), en un viaje que seguiría el mismo recorrido general que la retirada francesa, vía Cataluña

- en años muy posteriores, dentro de las peculiares circunstancias históricas acaecidas durante el resto del siglo XIX (desamortizaciones, anticlericalismo, crisis financieras en la hacienda pública…) y primera mitad del siglo XX (Guerra Civil, rapiña coleccionista por parte de anticuarios con escasos escrúpulos…).


Y según el momento del arranque viajero del manuscrito, cabrían –entre otras muchas- tres posibles ficciones históricas:



Manuscrito de Montserrat (página 2)
Ficción histórica número uno:


En la página primera del manuscrito, dentro de la descripción general de los daños sufridos por la iglesia, capilla y pueblo de Huérmeces, encontramos –ya en la porción final- una curiosa expresión, desconocida o muy poco utilizada en castellano:


“…talándoles los granos por la casa, embotriéndolo con el estiércol y paja, llevando granos a su satisfacción de las trojes que hay en el pueblo…”


Que yo sepa, en castellano no existe el verbo embotrir ni ningún otro que se le acerque, pero en catalán encontramos el cercano embrutir, una de cuyas acepciones es manchar, ensuciar.


Nada nos impide suponer que el escribano –o figura similar- que confeccionó el inventario manuscrito fuera una persona –quizas un clérigo- de origen catalán, contratado para tal fin por la marquesa de Fuente Pelayo, Juana Ramona Fernández-Zorrilla, dueña y señora del Palacio y su Capilla, y entonces residente en Valencia.


Puede ser que este supuesto escribano de origen catalán (o valenciano) guardara en su poder una copia del manuscrito, o que la marquesa le encargara la entrega del original a cierta autoridad civil o eclesiástica, … y que por avatares derivados del momento histórico, en plena francesada, el documento realizara un más o menos rápido viaje a Cataluña.


Suena un poco forzado ¿no? Puede que sí, pero nunca hay que menospreciar a ficción alguna, pues en muchas ocasiones han demostrado estar a la altura de las más intrincadas realidades.


Manuscrito de Montserrat (página 3)
Ficción histórica número dos:


Quizás fue la mano anónima de algún soldado u oficial francés, de los muchos que pasaron por Huermeces en aquellos convulsos años (1808-1814), la que arrambló con papeles y objetos varios, guardados en algún cajón de la vieja Capilla del Palacio de los Fernández Zorrilla.


Y quizás este soldado u oficial, antes de cruzar la frontera, se deshiciera de lo que considerara carente de valor, acabando el manuscrito en el monasterio más cercano, Montserrat.


O quizás los papeles fueron recuperados del cadáver de ese mismo hipotético soldado u oficial, fallecido durante las últimas escaramuzas registradas en la retirada de los ejércitos napoleónicos...


Esta parece un poco más creíble ¿o no? A mí me agrada más la primera, pero sobre gustos…  


Ficción histórica número tres:


Dada la condición benedictina del monasterio catalán, cabría suponer la posible intermediación –en el viaje del manuscrito- de algún insigne historiador benedictino burgalés, quizás con buenas relaciones con algún colega y hermano montserratí, sobre todo durante la primera mitad del régimen franquista.


Recordemos que dos han sido los benedictinos burgaleses, parcialmente reconvertidos en historiadores, que han desempeñado su labor durante la primera mitad del siglo XX:


Luciano Serrano y Pineda (Castroceniza, 1879 - Burgos, 1944): destacado medievalista y abad de Silos (1917-1944). Sus obras más conocidas: "Fuentes para la historia de Castilla" (1906), "El Obispado de Burgos y la Castilla primitiva desde el siglo V al XIII" (1935-1936), y diversos cartularios de los principales monasterios viejo castellanos: Infantado de Covarrubias (1910), Cardeña (1910), San Pedro de Arlanza (1925), Vega (1927) y San Millán de la Cogolla (1930).


Fray Justo Pérez de Úrbel (Pedrosa de Río Úrbel, 1895 - Valle de los Caídos, 1979): medievalista, primer abad del monasterio del Valle de los Caídos, consejero nacional del Movimiento y procurador en las cortes franquistas; al concluir la Guerra Civil, fue nombrado prior de la iglesia de Montserrat de Madrid, fundada por Felipe IV para dar acogida a los monjes castellanos procedentes de la abadía de Montserrat, que llegaban huyendo de la insurrección dels Segadors en Cataluña (1640-1652). (3)


Por otra parte, varios naturales de Huérmeces y otros pueblos cercanos han acabado sus días como monjes de la Orden de San Benito (OSB, Ordo Sancti Benedicti), y quizás alguno de ellos tuviera también una buena relación profesional con algún monje de Montserrat.


Esta tercera ficción cojea en un aspecto importante: la escasa importancia histórica del documento -fuera del ámbito local- no justificaría un trasiego directo entre Huérmeces y la abadía catalana. Nos encontramos ante un manuscrito -no muy antiguo- en el que no se describen acontecimientos históricos de importancia, sino únicamente el inventario de la rapiña sufrida durante la francesada en un pequeño pueblo de Castilla, algo que resultó ser bastante habitual en aquellos años.


Y ahora … les contaremos la verdad (o al menos parte de ella):


Aunque no puedan ser completamente descartadas ninguna de las tres hipótesis anteriores, ni siquiera las tres en su conjunto (pudo ser catalán el escribano, soldado francés el ladrón y monje benedictino el recuperador), una lectura detenida de diversas publicaciones (ver Fuentes) nos hace pensar que el viaje de nuestro manuscrito pudo haber sido bastante diferente a lo esperado.  

En primer lugar, conviene dejar claro el carácter del manuscrito: se trata de un documento que consiste, básicamente, en un detallado inventario de todos los bienes muebles religiosos existentes en una capilla privada y en una fecha determinada (1810). Cabe suponer que el inventario fue encargado por el propietario de la capilla, en este caso, la marquesa de Fuente Pelayo. Y según reza en el propio manuscrito, la persona que supervisa dicho inventario es el apoderado de la marquesa, Don Jacinto Cilleruelo, un habitual en documentos notariales de finales del siglo XVIII y primeras décadas del XIX. No estamos, pues, ante un manuscrito que pueda catalogarse dentro del ámbito eclesiástico o similar. Es un documento privado.

Don Jacinto Cilleruelo residía en Burgos, por lo que el documento original bien pudo quedar archivado en el propio domicilio del apoderado, o bien pudo ser enviado a la residencia de la marquesa, que por aquel entonces suponemos que se encontraba en Valencia (allí había contraído matrimonio en 1807). En el propio manuscrito se hace referencia a que en el libro de visitas de la capilla se anotaron los bienes inventariados, con el visto bueno del capellán de turno.

La marquesa de Fuente Pelayo enviudó en 1821, contrajo nuevo matrimonio poco después, y finalizó su vida en la ciudad de Burgos en 1858. No resulta aventurado suponer que el manuscrito relativo al inventario de la capilla de Huermeces acompañara a la marquesa durante sus últimos años en la ciudad castellana. Con el paso del tiempo, sus sucesores -como sucedió en tantos otros casos- quizás acabaran por desprenderse de objetos y papeles carentes de valor económico o siquiera sentimental.

También cabe la posibilidad de que el manuscrito no saliera de la propia Capilla, desde su elaboración en 1810 hasta que, ya en las postrimerías del siglo XIX o inicios del XX, la familia comenzara a deshacerse de sus bienes;  recordemos que a principios del siglo XX, capilla y palacio tienen ya propietarios diferentes; la primera es utilizada como almacén por una familia de labradores, el segundo como vivienda por otra.

Tanto si el manuscrito se encontraba en Burgos como si lo hacía en la capilla de Huermeces, el caso es que alguien decidió venderlo o regalarlo a algún anticuario, librero o simple aficionado a coleccionar documentos históricos. Y ahí entra en juego el personaje fundamental de toda esta historia: el marqués de Monsalud. 



Mariano Carlos Solano, V marqués de Monsalud
Mariano Carlos Solano y Gálvez (Madrid, 1858-1910), V marqués de Monsalud, fue un aristócrata, historiador y coleccionista, que, a lo largo de su vida, acumuló una importante cantidad de valiosos objetos arqueológicos y documentos históricos en su mansión familiar de Almendralejo (Badajoz): el Palacio de Monsalud. (4)


El fondo documental del marqués de Monsalud reunía un lote considerable de documentos, originales en su mayor parte, relativos particularmente a la historia de España de los siglos XVII al XIX. Entre los documentos que formaban parte de ese fondo se encontraba el manuscrito del inventario de la Capilla de Huermeces. 


Quizás alguien, a finales del XIX o principios del XX, le contó a don Mariano que, en un pequeño pueblo de la provincia de Burgos existía un palacio que había pertenecido a un obispo de Badajoz (Pedro Fernández Zorrilla, natural de Huérmeces y hacedor del palacio) y, como buen pacense, se interesó por el asunto, adquiriendo documentos y objetos artísticos de los que la familia propietaria (marqueses de Fuente Pelayo) deseara desprenderse ante el hecho inminente de la venta del palacio a una familia de labradores del pueblo. O bien pudo ser esta familia de labradores  (Marcelino García González y su hijo, Íñigo García Villanueva, vivían en el palacio en el año 1896, aunque desconocemos si en régimen de alquiler o ya de propiedad) la que acabara por vender a Monsalud dichos documentos y objetos artísticos, con la probable intervención de algún anticuario provincial.

Don Mariano falleció soltero y sin descendencia, y un primo suyo, Carlos Solano y Adán de Yarza, heredó el palacio y todo su contenido. El primo Carlos -residente en Lequeitio y sin ningún interés en la lejana Extremadura- tardó poco en malvender o regalar una buena parte de lo allí almacenado, sobre todo los valiosos objetos arqueológicos de la colección.


Palacio de Monsalud (Almendralejo), hoy sede del Ayuntamiento
En 1929 compró el palacio y todo lo que quedara sin vender de su contenido Mariano Larios Rodríguez, diputado en Cortes por Mérida. El nuevo propietario tampoco puso mucho de su parte para conservar la aún importante colección de papeles y bienes arqueológicos. Eran tiempos de crisis económica, y lo importante era hacer caja cuanto antes. Y en aquellos años, dinero había sobre todo, en Cataluña, en manos de una pujante burguesía.

Entra aquí en juego otro personaje trascendental para el periplo final de nuestro manuscrito: el librero y anticuario barcelonés Rafael Casulleras. Como buen anticuario catalán de aquella época, Casulleras debía de moverse como pez en el agua por entre los restos de la cuasi arruinada aristocracia castellana de principios del siglo XX. El anticuario catalán acabaría por enterarse del interés de Mariano Larios por vender pronto y bien lo que quedara de la prestigiosa colección del marqués de Monsalud y así, entre 1930 y 1931, adquirió -suponemos que a buen precio- gran parte de lo que quedara dentro de la mansión, tanto de objetos arqueológicos como del voluminoso archivo documental.
  

Poco después, el anticuario catalán se fue deshaciendo paulatinamente de todo lo procedente del Palacio de Monsalud, sobre todo de los valiosos objetos arqueológicos, fáciles de colocar entre la pujante burguesía catalana: antiguas columnas y basas romanas con las que sujetar pérgolas en palacetes del Vallès Oriental (5), alhajas de Alange con las que adornar gráciles muñecas de pubillas casaderas, hachas de ofita con las que impresionar a ilustres comerciantes centroeuropeos,...

Corría ya el año 1946 cuando Casulleras subastó una buena parte de los documentos procedentes del Palacio de Monsalud. Y, curiosamente, se hizo con ellos ... la abadía de Montserrat. Digo curiosamente, porque no puede por menos que sorprender el interés demostrado -por una institución religiosa que se considera el corazón espiritual y cultural de Cataluña- en unos papeles que consistían, básicamente, en documentos y manuscritos relativos a los cuatro últimos siglos de la historia de Castilla y de España.

Suponemos que el precio -seguramente una ganga- influyó en el interés del monasterio por aquellos papeles tan alejados del concepto fet diferencial. También suponemos que tuvo su peso el hecho de que, en aquellos años, las relaciones del monasterio con la España de Franco fueran molt amigables. (6)

Finalmente, tal y como ya hemos hecho al finalizar alguna que otra entrada en este mismo blog, solo queda exclamar:

¡Ah, si el Obispo Zorrilla levantara la cabeza! 




NOTAS:


(1) Biblioteca de Montserrat: Manuscrit nº 1192, Documents relatius a la Guerra de la Independencia i als temps històrics inmediatamente posteriors: XI- Huérmeces (Burgos). Nota del saqueo que sufrió la capilla (al pas de l’exèrcit francés el 1810). Segueix un inventari de la capella després del saqueig.

Como curiosidad, cabe apuntar que, entre los bienes recogidos en este inventario encontramos alguno de los descritos por Narciso Sentenach en su Catálogo Monumental de la provincia de Burgos, realizado siglo y pico más tarde (1922); en concreto, Sentenach describe los tres lienzos (firmados por Andrés López) en los que aparecen el obispo Pedro Fernández Zorrilla, un hermano (Juan Fernández Zorrilla) y un sobrino (Pedro Fernández Zorrilla, colegial de San Bartolomé el Mayor de Salamanca); en el inventario de 1810, también se hace referencia a otro cuadro del Obispo Zorrilla y a 19 cuadros de "santos ermitaños".

(2) Juana Ramona Fernández-Zorrilla y Carrillo (Burgos, 1793-1858), VIII marquesa de Fuente Pelayo, dueña, entre otras muchas posesiones, del Palacio de Huérmeces y su capilla. En 1807 había contraído contrajo matrimonio en la ciudad de Valencia con Antonio Palacio de Azaña y Muñoz de Loaysa (Madrid, 1787-Valencia, 1821), II Conde de Montesclaros de Sapán, Alcalde Mayor de Burgos; fruto de este matrimonio nació Antonio Policarpo Palacio de Azaña y Fernández-Zorrilla, IX Marqués de Fuente Pelayo, coronel del Regimiento de Húsares de la Princesa y teniente coronel de Lanceros de Villaviciosa.

(3) El monasterio de Montserrat era el principal centro benedictino de Cataluña, aunque pertenecía a la jurisdicción castellana de Valladolid desde 1493, cuando Fernando el Católico envió 14 monjes de Valladolid e hizo que el monasterio pasara a depender de la congregación de esta ciudad castellana. Los monjes catalanes, que estaban molestos con que su abad fuese casi siempre castellano, aprovecharon la insurrección de 1640-1652 para expulsar con violencia a los monjes castellanos.

(4) Palacio de Monsalud: levantado en Almendralejo en 1752, en él nació el poeta José de Espronceda.  Fue residencia familiar desde el II marqués de Monsalud (Juan José Nieto Aguilar, el militar) hasta el V marqués (Mariano Carlos Solano y Gálvez, el coleccionista); al fallecer éste (1910) y su madre (1911), el palacio pasó a ser propiedad de un sobrino, Carlos Solano y Adán de Yarza, marqués del Socorro, residente en Lekeitio (Guipúzcoa) y que jamás se dignó aparecer por Almendralejo y que, a través de un abogado de Badajoz, malvendió gran parte del tesoro arqueológico y documental que llegó a poseer el V marqués. En 1929 compró el palacio y todo su contenido Mariano Larios Rodríguez, jurista y político pacense. Diez años más tarde, en 1939, don Mariano vendió el palacio a la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, con la que llevaba tiempo confraternizando. En 1951 el edificio pasó a manos del heredero natural de Falange, la Secretaría General del Movimiento. En 1971, el Estado se hizo cargo del palacio que, mediante permuta, pasó a manos municipales en 1973. En 1983 se realizaron importantes obras de restauración, derribándose las dos torres que se encontraban en la parte trasera, por no estar dentro de la estética del palacio; una vez restaurado se convirtió en sede del Ayuntamiento de Almendralejo.

(5) Sant Feliu de Codinas: en la masía Can Trinxet (Can Bosch o La Baronía), hoy restaurante y lugar de celebración de bodas y eventos varios, pueden contemplarse al menos 16 columnas romanas procedentes de la colección Monsalud de Almendralejo.

(6) También cabría pensar que si la abadía de Montserrat no hubiera adquirido en su día gran parte del fondo documental de Monsalud, quizás el manuscrito de la Capilla de Huermeces no habría llegado vivo a nuestros días, o que si lo hubiera hecho, no resultaría ni siquiera consultable, por pertenecer a una colección aún más privada. 



FUENTES:


- “Catàleg dels manuscrits de la Biblioteca del Monestir de Montserrat”, Alexandre Olivar, Monestir de Monstserrat (1977) [páginas XV-XVI, 395-397]
- “Epitafio árabe en la Colección Monsalud”, Carmen Barceló, Boletín del Museo Arqueológico Nacional 34/2016, pp 269-286 (2016).
- “El V marqués de Monsalud y su colección”, Tomás Marín, Revista de Estudios Extremeños, vols. I-II, pp 353-375 (1951).
- Para consultar los fondos existentes en el catálogo y solicitar digitalizaciones: Biblioteca de Montserrat





EL VIAJE DEL MANUSCRITO ENCONTRADO EN MONTSERRAT (1810-1946)

Huérmeces (1810), Burgos (1810), Valencia? (1810-1821), Burgos (1821-c.1900), Almendralejo (c.1900-1931), Barcelona (1931-1946), Montserrat (1946-2019).

Unos 2.600 km de periplo en 136 años: primero hacia el SE, con ida y vuelta (probable), luego hacia el SW y, finalmente, hacia el NE.