Nada más contradictorio que un título con
resonancias épicas para hablar de una humilde morada, pequeña en tamaño y
desprovista de todo lujo, pero caldeada y acogedora como pocas.
Es un hecho conocido que el clima castellano no se
caracteriza precisamente por su suavidad. Quizás sea un poco exagerada la
expresión: “nueve meses de invierno y tres de infierno”, utilizada muchas veces
para definir el clima de buena parte de Castilla, pero parte de verdad hay -o había- en
la frase.
¿Qué se le puede pedir al clima propio de una amplia
meseta batida por los cuatro vientos, con una elevada altitud media, una
periferia montañosa y una fuerte continentalidad? Pues … persistentes
anticiclones invernales que caen a plomo sobre el altiplano … espesas nieblas
que no se levantan ni a tiros … nevadas que se cuelan como Pedro por su casa a
través de los abiertos portillos de las montañas septentrionales … húmedos
vientos de procedencia atlántica que cruzan sin inmutarse la frontera
portuguesa del Duero … Así es -o era- el clima de la Castilla cerealista durante buena parte del año.
Y es precisamente en ese corazón -algo escorado al Norte- de la Castilla cerealista y deforestada, dónde encontraremos la mayor
concentración de un peculiar sistema de calefacción, poco conocido fuera de
estas comarcas, pero de descriptivo nombre: la
gloria.
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Datos extraídos de "Arquitectura popular en las comarcas de Castilla y León" (J.C. Ponga Mayo & M.A. Rodríguez Rodríguez), "Arquitectura popular de Burgos" (J.L. García Grinda) y "Burgos edificado" (J.L. García Grinda) |
El tradicional territorio de la gloria se extendía originalmente
por esas comarcas burgalesas, palentinas, vallisoletanas y leonesas que forman
el núcleo duro de la Castilla cerealista: Tierra de Campos, El Cerrato
palentino, Los Páramos burgaleses, El Alfoz de Burgos, Juarros, Campo de Muñó, El
Páramo y Los Oteros leoneses, así
como los valles y páramos de los ríos Pisuerga
y Carrión.(1)
En otras comarcas limítrofes con las anteriores,
sobre todo en La Bureba y La Ribera del Duero burgalesas, también
encontraremos glorias, aunque únicamente en las zonas de contacto con las
comarcas del territorio gloria.
En la provincia de Burgos, no busquemos glorias en
Las Merindades, ni en la Sierra
de la Demanda
ni a orillas del Ebro. Si las hay, serán ejemplares aislados, fruto de la labor
ocasional de algún cantero importado de los páramos, y realizadas en tiempos más
o menos recientes.
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Hipocausto en la villa romana de La Olmeda (Saldaña) |
Porque, en contra de lo que pudiera pensarse, la
generalización del uso de la gloria como sistema básico de calefacción en estas
comarcas es un acontecimiento relativamente moderno, de finales del siglo XIX o -sobre todo- del primer tercio del siglo XX. Puede que en la
Edad Media existiera algún habitáculo
parecido a la gloria, pero siempre de forma aislada, excepcional o suntuaria.
La gloria, tal y como la conocemos hoy, es de antes de ayer.
Aunque el origen de la gloria sea mucho más antiguo
(siglo I antes de Cristo), ya que aquella no es sino una variante del hipocausto
(2) romano. Como antecedente
más reciente de la gloria, también podría considerarse a la denominada cocina
de trébede
(3) especie de pequeño
espacio elevado e incrustado en la cocina, que podía hacer las veces de gloria.
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Trébede |
En la arquitectura popular de esta parte de
Castilla, la principal novedad que acarrea el concepto de gloria consiste en
que, con esta nueva estancia, se diferencia claramente el espacio dedicado a la cocción de alimentos
(cocina) del utilizado para calentarse (gloria).
Por otra parte, “este
sistema de calefacción choca con el sentido tradicional del hogar y su fuego,
alrededor del cual se reúne la familia…” (4), olvidando también el milenario sentido religioso del
fuego del hogar, de la llama viva y de los leños candentes, mantenido casi de
forma continuada a lo largo de todo el día, todos los días del año.
Hay que reconocer que no es lo mismo escuchar
viejas leyendas y chascarrillos medievales al calor del fuego sagrado del hogar,
que jugar una partida a la brisca al calor sin fuego de la glorieta … no es lo
mismo ahumarte vivo cuando el aire de
abajo hace de las suyas sobre ese mismo fuego sagrado del hogar, que chamuscarse
las suelas de las pantuflas por no mover los pies a su debido tiempo, ese día en
que el abuelo se pasó un poco atizando la gloria. No es lo mismo.
En la Edad Media,
aquel fuego del hogar también adquirió un nada desdeñable sentido jurídico (4), al identificar casa con fuego u hogar, como modo
de establecer la unidad impositiva sobre cada vecino o familia.
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Atizadero y cañón de una gloria "rasa", en Huérmeces |
Antes de la llegada de las glorias, la gente de
estas comarcas se calentaba –además de alrededor del fuego de la cocina- al
abrigo de los animales domésticos, bueyes y vacas sobre todo. Al lado de
las cuadras en la que aquellos dormían, existía una estancia vividora, separada
por simples tablas, en la que la temperatura invernal se hacía soportable. Y al
olor peculiar de las bestias se acababa uno acostumbrando. En algunos pueblos de la comarca, a estas estancias se les denominaba "corros" (Las Hormazas).
Las cocinas tradicionales de estas comarcas no
disponían de una amplia campana bajo la cual pudiera colocarse casi toda la
familia, como sucede en otras zonas situadas en la periferia montañosa de
Castilla. Tanto el hogar como la campana eran de reducidas dimensiones, por lo
que en la cocina, sobre todo, se cocinaba, no se vivía.
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Detalle de atizadero y cañón |
El material combustible utilizado en las glorias, a
diferencia del utilizado en las cocinas, no era la leña. En las comarcas
claramente cerealistas, la leña era escasa y, por lo tanto, cara. El
combustible más abundante y barato era la paja blanca de trigo, la misma que se utilizaba para la cama de los animales. La paja de cebada, aparte de más escasa en aquellos años, no era utilizada ni en la gloria ni en las cuadras, ya que trajinar con ella era un auténtico suplicio para el labrador (producía picores y alergias) y su ingesta no recomendable para las bestias.
Ahí radica uno de los éxitos de la gloria: su barato combustible. En comarcas
vitivinícolas, los sarmientos y restos de poda de las viñas también servían
para alimentar glorias. Incluso las aulagas (aliagas) secas. Para utilizar un
combustible tan barato y con escaso poder calorífico, es fundamental regular bien
el tiro, la corriente de aire que aviva y consume el fuego. Esa es otra de las
claves de la gloria: su bajo índice de combustión, gracias a ese control absoluto sobre el tiro.
La única desventaja que presenta la paja como combustible es que ocupa mucho espacio en la vivienda del labrador, y los pajares solían encontrarse en la planta primera de la casa, por lo que había que subirla en enormes jergas de gruesa y basta tela. Una familia de labradores necesitaba del orden de 30 carros de paja de trigo al año, tanto para quemarla en la gloria como para su uso en las camas de las bestias.
¿Cómo explicar qué es una gloria a una persona
ajena a la comarca o que nunca haya visto una?
Simplificando mucho: una gloria es una estancia de pequeño tamaño
caldeada por una especie de chimenea subterránea que la atraviesa de parte a
parte.
Partiendo de que no todas las glorias tienen la
misma estructura, una gloria
estándar de la comarca posee las zonas siguientes (5):
1. Hogar, enrojadero o atizadero: en su interior se
realiza la combustión de la paja o leña; se sitúa generalmente en el portal o
zaguán, aunque también en un rincón o en una zona de poco paso, incluso en el
patio (7); consiste en un hueco de sección rectangular o cuadrangular, de unos 50-60 cm de profundidad bajo el
nivel del piso. Se cierra al exterior con una trampilla metálica o de madera,
al nivel del suelo exterior. Construido con materiales refractarios.
2. Cañón: conducto abovedado que comunica la boca del hogar con el
puente o canal subterráneo; construido en ladrillo o adobe.
3. Puente, canal, caño o chupón: de sección rectangular o abovedada, de unos 45-50 cms de anchura; en nuestra
comarca existe un solo canal, pero en otras pueden darse dos o incluso tres; realizado
en adobe revocado de barro, ladrillo o cemento; en los chupones de sección
rectangular, a veces, se recubre la parte superior con teja árabe, aunque más recientemente se realizaba un forjado; comunican el
hogar con la chimenea o humero, y por ellos pasa y se mantiene el aire caliente
que caldea la estancia.
4. Chimenea o humero: perpendicular al canal, situado en el extremo
opuesto al hogar, inserto en el muro y calentando ligeramente la pared; sirve
para evacuar los gases.
5. Chapa o placa: plancha metálica móvil situada a cierta altura
sobre el humero o chimenea, a la que atraviesa perpendicularmente; por medio de
ella se regula el “tiro”: se abre completamente al prender la gloria, se cierra
parcialmente cuando se ha quemado parte del combustible, y completamente cuando
se quiere conservar ya todo el calor posible. Para regular el “tiro” o corriente
de aire también se juega con la planta metálica que cierra verticalmente el
hogar.
Las glorias más comunes, construidas en los años
veinte y treinta del siglo XX, solían disponerse “elevadas” en relación al
nivel general de la planta baja de la vivienda: medio metro a lo sumo. De esta
forma, el hogar o atizadero quedaba situado en una posición relativamente
cómoda para la persona encargada de encenderla.
En Huérmeces han desaparecido casi todas estas
glorias “elevadas”. Entre los años sesenta y ochenta del siglo pasado, al compás
de las mejoras socio-económicas acontecidas en el país, se fue generalizando el
arreglo, rehabilitación y mejora de las viviendas rurales, tanto de las
utilizadas como vivienda habitual como de las segundas residencias.
Con la traída del agua a las poblaciones, labradores y veraneantes arreglaron las viviendas para hacerlas más
cómodas, pensando también en su futura jubilación. Esto originó que las
escaleras de acceso a las glorias elevadas fueran consideradas una innecesaria barrera arquitectónica, una inútil
reminiscencia del pasado, un riesgo de posibles caídas justo para esa edad en la que los
huesos ya no fueran lo que fueron. La gloria “elevada” fue sustituida
por la gloria “rasa”, con el suelo al mismo nivel del portal, pero con el chupón y el atizadero ahora a un nivel inferior, ideal para que el futuro pensionista se deslomara en el diario
prender de las nueve de la mañana, durante casi nueve meses al año, justo para esa edad en la que los músculos y las articulaciones ya no fueran lo que fueron.
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Atizadero de una gloria en el patio, Hontangas (Burgos) |
Por otra parte, en Huérmeces –y supongo que también
en otros pueblos de la comarca- era relativamente frecuente utilizar, como
pavimento central de la gloria, desgastadas piedras de molino (generalmente areniscas), que guardaban el calor
durante mucho más tiempo que las baldosas, ya que estaban en contacto directo con el fuego y brasas del chupón. Tan efectivas eran guardando el
calor, que más de un niño se quemó medio trasero por no saber -o no poder- mover
el culo a tiempo.
Riesgos de quemaduras aparte, otro problema que
presentaban las glorias con piedra de molino es que la superficie rugosa de
aquellas ocasionaba que su limpieza diaria fuera difícil o poco eficiente. Por
ello, fueron suprimidas en las referidas reformas realizadas en las viviendas, y
sustituidas por modernas baldosas de geométricos dibujos.
Glorias con piedra de molino existieron, entre otras muchas, en las casas
de Ludgerico Pérez y Lucía Alonso, así como en la de Rodrigo y Guadalupe Ortega. Un pueblo con diez molinos harineros debía de suministrar
suficientes piedras desgastadas como para que su utilización en las glorias
fuera de lo más habitual en aquellos años.
El estar en la gloria tenía sus inconvenientes: cuando salías de ella, por mero contraste,
la sensación
térmica existente en el resto de la casa era casi glacial; tanto es así que, si la
cocina estaba muy alejada de la gloria o incluso en la primera planta, escaleras
arriba, corrías el riesgo de que las humeantes sopas de ajo llegaran ya frías a
la mesa de la gloria.
Un posible problema que puede sufrir una gloria
hoy en día es el derivado del deficiente
mantenimiento de chimeneas, lo que sucede sobre todo en segundas
residencias. La gloria se calienta solo unas semanas al año: en Semana Santa,
algún día a primeros de Junio, otros pocos en Septiembre, …por Los Santos, …quizás en
Navidad. Y nos olvidamos de limpiar la chimenea. Y nos olvidamos de las grietas
que surgen en la misma precisamente por ese uso esporádico de la gloria. Todos
los años se declaran en Burgos incendios en casas de pueblo. Incendios que -en muchas ocasiones- tienen
su origen en la chimenea de la gloria. (6)
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Chapa, en el nivel bajo de la chimenea o humero, Huérmeces |
Por último, también hay que considerar el hecho de
que el habitáculo de la gloria puede resultar un lugar relativamente fresco en
verano, abriendo ligeramente la boca del hogar y la chapa de la chimenea, provocando
una corriente subterránea de aire fresco. Esto es cierto, sobre todo, en
glorias con paredes exteriores orientadas al Norte.
Hoy, avanzado el siglo XXI, y a pesar de todas las
reformas sufridas por la mayor parte de las viviendas de Huérmeces y alrededores,
a pesar incluso de la generalización del uso de modernas calefacciones
o estufas, aún quedan muchas casas que conservan su gloria.
Rasas, más grandes, más diversas en
mobiliario y decoración, con ventanas más luminosas, baldosas de gres de modernos
diseños, presididas por un aparato de televisión en lugar de una radio, alimentadas por leña ... pero glorias al fin y al cabo.
Parece que las viejas glorias castellanas han sabido adaptarse a los nuevos
tiempos.
Para las nuevas generaciones, sin embargo, el principal inconveniente que puede plantear la gloria es el tiempo requerido para su encendido y calentado. Hoy en día, con el uso generalizado de leña como combustible, el proceso total de encendido puede llevar cerca de quince minutos, aunque luego hay que estar pendiente durante una hora más, antes de proceder al cierre casi completo de las chapas de chimenea y atizadero, que son las que regulan el tiro. Y en el primer día de encendido de la temporada, ni sueñes con conseguir que se caliente demasiado el habitáculo.
En cuanto a economía de tiempo, tan valorado hoy en día, la gloria no puede competir con las modernas estufas de leña o de pellets, y no digamos ya con calefacciones eléctricas o de gasoil. De todas formas, y para los que hemos encendido glorias alguna vez en nuestra vida, no nos queda sino intentar defender el supuesto atractivo del ritual de prendido, con viejo papel de periódico y cuatro finos leños de chopo bien partidos, arrodillado ante el atizadero. Aunque si ese primer día de encendido, tras un invierno sin visitar la casa del pueblo, coincide con un tiempo anticiclónico, lo normal es que salgas ahumado y escarmentado del intento, jurándote no volver a prenderla nunca más.
NOTAS:
(1) Arquitectura popular en las Comarcas de
Castilla y León, Juan Carlos Ponga Mayo, María Araceli Rodríguez
Rodríguez, Junta de Castilla y León, Valladolid (2000); Burgos edificado, José
Luis García Grinda, Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (1984)
(2) hipocausto: del latín hypocaustum y, a su vez, del vocablo
griego que significa literalmente “caldeado desde abajo”.
(3) trébede: "especie de banco de obra,
hueco, en forma rectangular, construido de ladrillo o adobe, adosado a uno de
los muros de la cocina; en su centro tiene un hogar o fogón de sección
semicircular donde se quema la paja o leña; es una especie de asiento caliente
donde se reúne o recoge la familia en las épocas de frío; abundó en la comarca
de Tierra de Campos." (María Pía Timón Tiemblo)
(4) Arquitectura popular de Burgos, José
Luis García Grinda, Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (1984) [página
193]
(5) “Las glorias”: derivación de los hipocaustos
romanos, María Pía Timón Tiemblo, Narria. Estudio de artes y costumbres
populares nº 14, Museo de Arte y Tradiciones Populares, Universidad Autónoma de
Madrid (1979)
(7) Atizadero de gloria ubicado en un patio de Hontangas (Burgos); lowtechmagazine.com: "un sistema de calefacción medieval sigue vivo en España": Una gloria en Hontangas
“Recorrimos
los pueblos cercanos a la capital hasta dar con la vivienda en la que queríamos
asentarnos. En Valdestillas, a 20 km de Valladolid,
avistamos una casa junto al río Adaja con un rótulo de “se vende” y un
teléfono. Fuimos a ver al dueño y el “buen oficio” de Avelino consiguió
convencerle para que nos la alquilara. Durante cerca de cuatro años
permanecimos aquí. Dos perros nos acompañaban en el jardín. La casa, de dos
plantas, tenía “gloria”, un sistema de calefacción por el suelo ideado por los
romanos, de uso extendido en Castilla. Fue cuando Avelino me decía que le
gustaría ser leñador…” (La huella de tu ausencia: Avelino Hernández, por Teresa Ordinas)