Si ha existido una persona nacida en Huérmeces, cuya fama haya traspasado las fronteras locales, comarcales e -incluso- provinciales, esa persona ha sido el señor Heliodoro.
Heliodoro Ubierna Luis fue, durante gran parte de su dilatada existencia, un diestro cazador, pescador, alimañero, apicultor, zapatero y taxidermista.
Durante muchos años, Heliodoro ejerció el oficio de zapatero, y como tal aparece en el "Anuario General de España" (1) durante los años veinte y treinta del siglo pasado. También da fe del hecho una maravillosa fotografía de mediados de los años veinte, en la que aparecen unos aún jóvenes Heliodoro y Fidela, posando en su taller de zapatería.
"Anuario General de España-1928" (Huérmeces) |
Sin embargo, ya en aquellos tiempos, Heliodoro se desenvolvía con destreza y pasión en la tarea que le daría fama y que acabaría por convertirse en su principal fuente de ingresos: la caza.
"Anuario General de España-1928" (Huérmeces) |
El señor Heliodoro también trajinó con varias colmenas, colocadas en diversos parajes del pueblo. Algunos cercanos, como Atarrío y Las Huertas, otros algo más alejadados; muchos recordamos aún las colmenas que pergeñó en la base de los riscos de Fuente la Hoz, y las escaleras que dispuso para facilitar el acceso al lugar.
Su pequeña casa, situada muy próxima a la fuente del barrio de Arroyuelo, siempre estuvo abierta a los vecinos del pueblo, y de su bonhomía dan fe todas las personas que le conocieron y trataron. Aún es recordado en Huérmeces el horno atendido por su esposa, Fidela Pérez, al que iban a cocer su pan una buena parte de los vecinos del barrio.
Heliodoro Ubierna y Fidela Pérez (hacia 1925) |
Heliodoro gozó ya desde joven de una excelente condición física, que mantuvo durante gran parte de su vida; a título meramente anecdótico, cabe citar que durante la celebración de las fiestas patronales de Santibáñez del año 1929, ya con 38 años de edad, resultó ganador de una de las pruebas ciclistas más populares de aquellos tiempos, las carreras ciclistas de cintas, quedando por delante de ciclistas bastante más jóvenes. (2)
En los primeros años treinta del siglo XX, el señor Heliodoro y su familia emigraron a Francia; aunque no duró mucho tiempo la aventura en el país vecino, durante la cual mantuvieron un humilde negocio de comidas; la añoranza por su tierra natal pudo más que la posibilidad de un incierto futuro para su familia; en Francia se quedó Abel, el segundo hijo de Heliodoro y Fidela, trabajando en la industria del vidrio; de Francia se trajo el señor Heliodoro la mosca y la cucharilla como señuelos de pesca, antes nunca utilizados en la provincia de Burgos.
En el Huérmeces de hoy, desgraciadamente, escasos resultan los testimonios tangibles del paso del señor Heliodoro por el pueblo. Sus colmenas de Fuente la Hoz desaparecieron hace tiempo, así como los escalones que salvaban la fuerte pendiente; por otra parte, la casa en la que habitó durante gran parte de su prolongada vida, ha sido recientemente declarada en ruina por el ayuntamiento, tras desprenderse parte de la fachada.
Lo que no se ha perdido es su recuerdo, que ha pasado ya a formar parte de la memoria popular de Huérmeces. E icónica su figura, en bicicleta, carretera arriba, carretera abajo, camino de sus colmenas en Fuente la Hoz y Atarrío.
Heliodoro Ubierna Luis (Huérmeces, 1891 - Logroño, 1981) y Fidela Pérez Alonso (Huérmeces, 1892-1968); tuvieron tres hijos: Aurelio (1916), Abel (1917) y Oliva (1926). Sus descendientes se establecieron en Alicante, Barcelona, Logroño, Madrid, New York, Rouen (Francia) y Zaragoza.
Los padres de Heliodoro, Pablo (1853) y Balbina (1868), eran naturales de Huérmeces y Trashaedo, respectivamente; los padres de Fidela, Juan (1865) y Angela (1873), lo eran de Huérmeces.
Hace ya casi cuarenta años, el Diario de Burgos, en su edición del jueves 21 de septiembre de 1978, publicó una amplia entrevista - a toda página- con el señor Heliodoro. Fue realizada por el reportero Julián Martínez, y por el indudable valor testimonial de la misma, creo que merece la pena colgar aquí su transcripción literal.
En la fotografía que acompaña al texto de la entrevista, aparece un primer plano del señor Heliodoro y -como telón de fondo- parte de la iglesia del pueblo; también se vislumbra la presencia de otro conocido vecino: Rodrigo Ortega. La fotografía se tomó desde la puerta de la entonces cantina de Joaquín y Matilde, lugar en el que tenía su parada el coche de línea de la empresa Hijos de Faustino Martínez, que cubría la ruta entre Burgos, Aguilar de Campóo y Cervera de Pisuerga.
Diario de Burgos, jueves, 21 de septiembre de 1978
Charla con el "señor Heliodoro" de Huérmeces
Más de 70 años en activo como cazador, alimañero y pescador
Por Julián Martínez (3)
Por Julián Martínez (3)
Ochenta y siete años de edad y todavía hay ocasión de verle pedaleando sobre la bicicleta y encontrar su figura enjuta pero erguida, formando parte del paisaje de Huérmeces, ese pueblo dotado de caserío adornado con blasones y palacetes que este año ha sido el núcleo rural mejor y más ampliamente urbanizado en todo el confín provincial.
Don Heliodoro Ubierna Luis tiene 87 años y contemplándole andar en bicicleta o subir por alguno de los arriscados contornos de este pueblo para cuidar de sus colmenas "colgadas" de algún picacho, se hace difícil imaginarle tal edad. Allí, en el pueblo y en todo su contorno, es conocido muy al estilo burgalés como el "señor Heliodoro, el alimañero". Y ese sobrenombre de "alimañero", sin necesidad de entrar en otras descripciones o circunloquios, revela la condición que le asiste. Con él hemos charlado largo y tendido sobre algunos aspectos de su vida. Muy pocos porque su dilatada edad y los muchos recuerdos y andaduras exigirían más un libro que la rápida y breve prosa de un reportaje periodístico. En realidad, en el "señor Heliodoro" alienta y vive un tipo clásico -mejor diríamos un arquetipo- de los que tan excelentemente son descritos por ese gran escritor castellano que es Miguel Delibes.
EL CAZADOR
Ochenta y siete años y todavía en bicicleta, le decimos para ir centrando la charla y entrando en materia.
-Sí, todavía marcho.
-¿Y qué hace a caballo de su vieja bicicleta?
-Pues recorrer los caminos y dar algún paseo.
-¿Su buena forma se la debe a ese servirse de bicicleta?
-Puede que sí; que mucho haya contribuido; la bicicleta como vehículo y la miel en la alimentación han sido para mí muy importantes.
Y dicho esto, el "señor Heliodoro" se nos lamenta de la forma siguiente:
-Aunque el año pasado me rompieron todas las colmenas que tenía en "Fuente de la Hoz" y solamente he podido recuperar un enjambre. Hoy no se respeta ya nada...
-¿Y de la caza qué nos dice?
-Pues que la he practicado desde los nueve años y como estuve en activo hasta los ochenta, he ejercido esta actividad durante más de 70.
-¿Cual es su balance en esta práctica?
-A lo largo de tantos años es difícil ahora "echar cuentas". En perdices calculo que habré cobrado entre 30.000 ó 35.000 en mi vida, pues un año con otro sí que puedo decir que mi marca no baja de las 500. Y que conste que todas matadas al vuelo, sin ningún otro recurso. Las codornices, liebres y conejos también pueden contarse por miles, aunque en menos cantidad.
-Entonces Vd. no ha dejado nada para los que le han seguido...
-No, hombre, la caza se repone bien, si se la respeta en las épocas de veda. Mucho más daño que cualquier cazador -por muy hábil que sea- hacen los productos quimicos que ahora se emplean.
-¿Y usted cazaba por "sport"?
-No, no, yo lo hacía por sacar provecho. Tenía una familia y debo de reconocer que a sacarla adelante me ayudaron mucho mis conocimientos en todo tipo de caza.
-¿Cómo surgió en Vd. esta inclinación?
-Vengo de familia de cazadores. Puedo decir que lo mamé.
-¿Siempre ha practicado la caza en Huérmeces?
-Aquí y en otros muchos sitios. He acompañado en mi vida a multitud de cuadrillas de cazadores de Bilbao en sus propios cotos. Yo cazaba, todos nos divertíamos, yo me sacaba "mis dineros" y ellos se llevaban sus buenas perchas... Y todos tan contentos.
-¿Era lo que se conoce por un furtivo?
-En aquellos tiempos no me perseguían, pues había mucho campo libre. Tenía casi a mi entera disposición "cincuenta kilómetros a la redonda". Todo lo que podía andar -que era mucho en mi juventud- y algo más.
-¿Entonces a usted qué le parece esto de los cotos?
-Mal.
-¿Por qué mal?
-Porque entiendo que sólo debe haber reservas del Estado, pues la caza en estos tiempos necesita cuidados y orden; pero no cotos. Conste que para mí no pido nada, pues mis tiempos ya han pasado.
El "señor Heliodoro" se queda rumiando su respuesta. Parece que quiere agregar algo más. Le invitamos a ello y matizando lo anterior, nos dice:
-Claro que esas reservas tendrían que respetar también el derecho de los pueblos, pues del arriendo de sus tierras obtienen un dinero que es muy necesario para cubrir importantes necesidades.
-Vamos a dar un salto atrás: en sus tiempos de cazador en pleno apogeo, ¿cual era una percha normal?
-Yo muchos días venía a casa con 20 perdices, 4 ó 5 liebres y algún conejo.
-¿No hay fantasía de cazador en las cuentas?
-Por Dios, que estamos hablando en serio. Y a mí ya no me gusta presumir de nada.
-¿Y todo lo hacia solo?
-Salvo cuando iba acompañado de alguna cuadrilla de vascos, actuaba en solitario, aunque he contado con perros a los que sólo les faltaba hablar.
EL ALIMAÑERO
-¿Por qué le conocen como "el alimañero"?
-Poque he matado a muchos bichos de esos...
-¿Cuántos, cuántos?
-No sé, bastantes. Estaba especializado en cogerles a cepo. Yo he capturado así cientos y cientos de raposos, sin recurrir a envenenamientos.
-¿No tiene una cifra aproximada?
-Un invierno llevé a Burgos 27 garduñas, 12 nutrias y 15 raposos y recuerdo que el almacenista que me las compraba me dijo: "Tiene usted más pieles en el saco que yo en el almacén".
-¿Qué especie era la más difícil de capturar?
-El zorro que es animal con fama de astuto y lo demuestra con su conducta.
-En los campos de Huérmeces ha proliferado mucho el raposo, ¿a qué lo atribuye?
-No lo sé, aunque últimamente han menguado.
-¿Y las nutrias y garduñas?
-Garduñas se conservan algunas, pero las nutrias han desaparecido. Yo creo que se cebaban desde el Arlanzón, a través de cuyo río llegaban a éste y tal y como el Arlanzón está ahora, nada bueno puede venir de él.
-¿Y llegaban hasta aquí?
-Desde luego; la nutria hace muy largos recorridos. Yo he comprobado que andaban más de 20 kilómetros en una noche.
-¿De qué arte se valía para capturar la nutria y la garduña?
-A base de rastreo para acercarlas a mis cepos. A las garduñas las atraía en algunos casos desde 50 kilómetros de distancia por medio de rastreo.
-¿Y cuál era el procedimiento exacto?
-Untaba mis calzados y ropas con un líquido que las atraía mucho.
-¿Qué líquido era ese?
-Eso es secreto de la familia.
-¿Usted hacía todo ese trecho andando?
-Hombre, claro, subiendo cuestas y recorriendo caminos diversos, en los tenían querencia los animales, para dejar rastro.
-¿Nunca ha tenido problemas con los guardias?
-Jamás. Comprenda que lo hacía con verdadera ley y nunca se metieron conmigo. En una ocasión me tropecé con una pareja de la Guardia Civil, en pleno campo, cuando iba a dar un rastreo. Era ya al atardecer. Y me preguntaron: ¿Dónde va usted a estas horas? Y yo les contesté: Pues voy a decirles la verdad: a rastrear el raposo, a lo que me dijeron, que eso no se podía hacer. Entonces yo les contesté: El artículo 48 de la Ley de Caza dice "Será libre cazar los animales dañinos por todos los procedimientos, siempre que no se empleen armas de fuego en tiempo de veda". Al indicarles yo esto se limitaron a decirme: !Siga, siga¡
-¿Cómo ve el futuro de la caza?
-!Qué se yo¡ No es fácil el problema, pues antes cazábamos "cuatro" en varios términos, mientras que ahora son muchos y no hay tierras ni piezas para todos. Por eso he dicho antes que si no soy partidario de cotos, sí que han de existir reservas del Estado, pues de otro modo todo se perdería en poco tiempo.
EL PESCADOR
Un hombre tan identificado con el medio ambiente que le rodea y teniendo a su vera un río tan rico y pródigo como el Urbel, también ha de ofrecer una vertiente de pescador. De ahí que le llevemos a ese terreno, apuntándole:
-¿Cómo se le dio la pesca?
-Muy bien. Fui el primero en introducir la mosca y la cucharilla en Burgos. Estas las traje de Francia, donde estuve en mis años jóvenes y aquí no se conocían. Era una delicia pescar con la mosca. Entonces las truchas no estaban "avisadas" y casi antes de que cayera la mosca al agua, ya estaban las "pintonas" dispuestas a engancharse.
-¿Cuál eran las cestas acostumbradas?
-Mi cupo era alrededor de los 20 kilos.
-¿Y qué hacía con tantas?
-Venderlas en Burgos.
-¿Cuánto le suponían esas ventas?
-Pues no mucho dinero, porque todo era barato. Ya en mis últimos tiempos todavía las vendía entre las 10 a 15 pesetas el kilo.
-¿Qué tal se le ha dado el cangrejo?
-No he sido pescador de esa especie. En alguna ocasión he cogido para la familia o amigos; pero puedo decir que ese tipo de pesca no lo he practicado.
-¿Qué piezas eran las que más y mejor le pagaban?
-Las garduñas he llegado a venderlas a 1.500 pesetas; las nutrias a 1.000 y los raposos a 100. Ya ve estos últimos ahora les pagan -según me han dicho- a más de 2.000 pesetas y el mejor precio que yo pude obtener de ellos, fueron cien pesetas.
-¿Ha sido feliz con su vida dedicada a la caza y a la pesca?
-Sí. He hecho lo que me gustaba y, al fín y a la postre, he sacado a mi familia adelante con la ayuda de una pequeña labranza.
-¿Si volviera a nacer volvería a esta misma práctica o escogería otra?
-Seguiría en lo mismo. Mi afición a la caza ha sido muy grande y he sido feliz. Además ya ve, a mis 87 años, todavía camino erguido.
-¿No le seduce esta época industrial y del automóvil que ahora se vive?
-Ni la condeno, ni la envidio. Yo viví ya mi época y ahora, con mi bicicleta, me basta.
Como puede apreciarse, el "señor Heliodoro" es un filósofo de buena ley: de ese corte y cuño que sólo es capaz de labrar la propia naturaleza.
Su intensa vida en un mundo tan apasionante, como es este de la caza y de la pesca, es rica también en anécdotas. Podría referirlas a cientos; pero obligados a resumir, le pedimos una tan solo. Hela aquí:
-En cierta ocasión se me presentó uno que sabía que yo tenía esa especial habilidad para coger toda clase de animales, con la pretensión de que le enseñara. Yo le dije: "Cómo comprendes que te lo voy a decir, si eso es ir en contra mía". A lo que él repuso: "Te lo voy a pagar". Y me ofreció mil, dos mil, tres mil y hasta cuatro mil pesetas, que era un buen dinero en aquellos tiempos. Le pregunté de dónde era y me dió el nombre de un pueblo que está situado a 40 kilómetros de Huérmeces, hacia el Norte, y yo le contesté: "No le puedo enseñar, porque está dentro de mi jurisdicción. Todo lo que hay en tu pueblo en caza y alimañas, es mío..."
AGRADECIMIENTOS:
A Blanca Nieves Ubierna Tocornal, nieta del señor Heliodoro.
NOTAS:
Don Heliodoro Ubierna Luis tiene 87 años y contemplándole andar en bicicleta o subir por alguno de los arriscados contornos de este pueblo para cuidar de sus colmenas "colgadas" de algún picacho, se hace difícil imaginarle tal edad. Allí, en el pueblo y en todo su contorno, es conocido muy al estilo burgalés como el "señor Heliodoro, el alimañero". Y ese sobrenombre de "alimañero", sin necesidad de entrar en otras descripciones o circunloquios, revela la condición que le asiste. Con él hemos charlado largo y tendido sobre algunos aspectos de su vida. Muy pocos porque su dilatada edad y los muchos recuerdos y andaduras exigirían más un libro que la rápida y breve prosa de un reportaje periodístico. En realidad, en el "señor Heliodoro" alienta y vive un tipo clásico -mejor diríamos un arquetipo- de los que tan excelentemente son descritos por ese gran escritor castellano que es Miguel Delibes.
EL CAZADOR
Ochenta y siete años y todavía en bicicleta, le decimos para ir centrando la charla y entrando en materia.
-Sí, todavía marcho.
-¿Y qué hace a caballo de su vieja bicicleta?
-Pues recorrer los caminos y dar algún paseo.
-¿Su buena forma se la debe a ese servirse de bicicleta?
-Puede que sí; que mucho haya contribuido; la bicicleta como vehículo y la miel en la alimentación han sido para mí muy importantes.
Y dicho esto, el "señor Heliodoro" se nos lamenta de la forma siguiente:
-Aunque el año pasado me rompieron todas las colmenas que tenía en "Fuente de la Hoz" y solamente he podido recuperar un enjambre. Hoy no se respeta ya nada...
-¿Y de la caza qué nos dice?
-Pues que la he practicado desde los nueve años y como estuve en activo hasta los ochenta, he ejercido esta actividad durante más de 70.
-¿Cual es su balance en esta práctica?
-A lo largo de tantos años es difícil ahora "echar cuentas". En perdices calculo que habré cobrado entre 30.000 ó 35.000 en mi vida, pues un año con otro sí que puedo decir que mi marca no baja de las 500. Y que conste que todas matadas al vuelo, sin ningún otro recurso. Las codornices, liebres y conejos también pueden contarse por miles, aunque en menos cantidad.
-Entonces Vd. no ha dejado nada para los que le han seguido...
-No, hombre, la caza se repone bien, si se la respeta en las épocas de veda. Mucho más daño que cualquier cazador -por muy hábil que sea- hacen los productos quimicos que ahora se emplean.
-¿Y usted cazaba por "sport"?
-No, no, yo lo hacía por sacar provecho. Tenía una familia y debo de reconocer que a sacarla adelante me ayudaron mucho mis conocimientos en todo tipo de caza.
-¿Cómo surgió en Vd. esta inclinación?
-Vengo de familia de cazadores. Puedo decir que lo mamé.
-¿Siempre ha practicado la caza en Huérmeces?
-Aquí y en otros muchos sitios. He acompañado en mi vida a multitud de cuadrillas de cazadores de Bilbao en sus propios cotos. Yo cazaba, todos nos divertíamos, yo me sacaba "mis dineros" y ellos se llevaban sus buenas perchas... Y todos tan contentos.
-¿Era lo que se conoce por un furtivo?
-En aquellos tiempos no me perseguían, pues había mucho campo libre. Tenía casi a mi entera disposición "cincuenta kilómetros a la redonda". Todo lo que podía andar -que era mucho en mi juventud- y algo más.
-¿Entonces a usted qué le parece esto de los cotos?
-Mal.
-¿Por qué mal?
-Porque entiendo que sólo debe haber reservas del Estado, pues la caza en estos tiempos necesita cuidados y orden; pero no cotos. Conste que para mí no pido nada, pues mis tiempos ya han pasado.
El "señor Heliodoro" se queda rumiando su respuesta. Parece que quiere agregar algo más. Le invitamos a ello y matizando lo anterior, nos dice:
-Claro que esas reservas tendrían que respetar también el derecho de los pueblos, pues del arriendo de sus tierras obtienen un dinero que es muy necesario para cubrir importantes necesidades.
-Vamos a dar un salto atrás: en sus tiempos de cazador en pleno apogeo, ¿cual era una percha normal?
-Yo muchos días venía a casa con 20 perdices, 4 ó 5 liebres y algún conejo.
-¿No hay fantasía de cazador en las cuentas?
-Por Dios, que estamos hablando en serio. Y a mí ya no me gusta presumir de nada.
-¿Y todo lo hacia solo?
-Salvo cuando iba acompañado de alguna cuadrilla de vascos, actuaba en solitario, aunque he contado con perros a los que sólo les faltaba hablar.
EL ALIMAÑERO
-¿Por qué le conocen como "el alimañero"?
-Poque he matado a muchos bichos de esos...
-¿Cuántos, cuántos?
-No sé, bastantes. Estaba especializado en cogerles a cepo. Yo he capturado así cientos y cientos de raposos, sin recurrir a envenenamientos.
-¿No tiene una cifra aproximada?
-Un invierno llevé a Burgos 27 garduñas, 12 nutrias y 15 raposos y recuerdo que el almacenista que me las compraba me dijo: "Tiene usted más pieles en el saco que yo en el almacén".
-¿Qué especie era la más difícil de capturar?
-El zorro que es animal con fama de astuto y lo demuestra con su conducta.
-En los campos de Huérmeces ha proliferado mucho el raposo, ¿a qué lo atribuye?
-No lo sé, aunque últimamente han menguado.
-¿Y las nutrias y garduñas?
-Garduñas se conservan algunas, pero las nutrias han desaparecido. Yo creo que se cebaban desde el Arlanzón, a través de cuyo río llegaban a éste y tal y como el Arlanzón está ahora, nada bueno puede venir de él.
-¿Y llegaban hasta aquí?
-Desde luego; la nutria hace muy largos recorridos. Yo he comprobado que andaban más de 20 kilómetros en una noche.
-¿De qué arte se valía para capturar la nutria y la garduña?
-A base de rastreo para acercarlas a mis cepos. A las garduñas las atraía en algunos casos desde 50 kilómetros de distancia por medio de rastreo.
-¿Y cuál era el procedimiento exacto?
-Untaba mis calzados y ropas con un líquido que las atraía mucho.
-¿Qué líquido era ese?
-Eso es secreto de la familia.
-¿Usted hacía todo ese trecho andando?
-Hombre, claro, subiendo cuestas y recorriendo caminos diversos, en los tenían querencia los animales, para dejar rastro.
-¿Nunca ha tenido problemas con los guardias?
-Jamás. Comprenda que lo hacía con verdadera ley y nunca se metieron conmigo. En una ocasión me tropecé con una pareja de la Guardia Civil, en pleno campo, cuando iba a dar un rastreo. Era ya al atardecer. Y me preguntaron: ¿Dónde va usted a estas horas? Y yo les contesté: Pues voy a decirles la verdad: a rastrear el raposo, a lo que me dijeron, que eso no se podía hacer. Entonces yo les contesté: El artículo 48 de la Ley de Caza dice "Será libre cazar los animales dañinos por todos los procedimientos, siempre que no se empleen armas de fuego en tiempo de veda". Al indicarles yo esto se limitaron a decirme: !Siga, siga¡
-¿Cómo ve el futuro de la caza?
-!Qué se yo¡ No es fácil el problema, pues antes cazábamos "cuatro" en varios términos, mientras que ahora son muchos y no hay tierras ni piezas para todos. Por eso he dicho antes que si no soy partidario de cotos, sí que han de existir reservas del Estado, pues de otro modo todo se perdería en poco tiempo.
EL PESCADOR
Un hombre tan identificado con el medio ambiente que le rodea y teniendo a su vera un río tan rico y pródigo como el Urbel, también ha de ofrecer una vertiente de pescador. De ahí que le llevemos a ese terreno, apuntándole:
-¿Cómo se le dio la pesca?
-Muy bien. Fui el primero en introducir la mosca y la cucharilla en Burgos. Estas las traje de Francia, donde estuve en mis años jóvenes y aquí no se conocían. Era una delicia pescar con la mosca. Entonces las truchas no estaban "avisadas" y casi antes de que cayera la mosca al agua, ya estaban las "pintonas" dispuestas a engancharse.
-¿Cuál eran las cestas acostumbradas?
-Mi cupo era alrededor de los 20 kilos.
-¿Y qué hacía con tantas?
-Venderlas en Burgos.
-¿Cuánto le suponían esas ventas?
-Pues no mucho dinero, porque todo era barato. Ya en mis últimos tiempos todavía las vendía entre las 10 a 15 pesetas el kilo.
-¿Qué tal se le ha dado el cangrejo?
-No he sido pescador de esa especie. En alguna ocasión he cogido para la familia o amigos; pero puedo decir que ese tipo de pesca no lo he practicado.
-¿Qué piezas eran las que más y mejor le pagaban?
-Las garduñas he llegado a venderlas a 1.500 pesetas; las nutrias a 1.000 y los raposos a 100. Ya ve estos últimos ahora les pagan -según me han dicho- a más de 2.000 pesetas y el mejor precio que yo pude obtener de ellos, fueron cien pesetas.
-¿Ha sido feliz con su vida dedicada a la caza y a la pesca?
-Sí. He hecho lo que me gustaba y, al fín y a la postre, he sacado a mi familia adelante con la ayuda de una pequeña labranza.
-¿Si volviera a nacer volvería a esta misma práctica o escogería otra?
-Seguiría en lo mismo. Mi afición a la caza ha sido muy grande y he sido feliz. Además ya ve, a mis 87 años, todavía camino erguido.
-¿No le seduce esta época industrial y del automóvil que ahora se vive?
-Ni la condeno, ni la envidio. Yo viví ya mi época y ahora, con mi bicicleta, me basta.
Como puede apreciarse, el "señor Heliodoro" es un filósofo de buena ley: de ese corte y cuño que sólo es capaz de labrar la propia naturaleza.
Su intensa vida en un mundo tan apasionante, como es este de la caza y de la pesca, es rica también en anécdotas. Podría referirlas a cientos; pero obligados a resumir, le pedimos una tan solo. Hela aquí:
-En cierta ocasión se me presentó uno que sabía que yo tenía esa especial habilidad para coger toda clase de animales, con la pretensión de que le enseñara. Yo le dije: "Cómo comprendes que te lo voy a decir, si eso es ir en contra mía". A lo que él repuso: "Te lo voy a pagar". Y me ofreció mil, dos mil, tres mil y hasta cuatro mil pesetas, que era un buen dinero en aquellos tiempos. Le pregunté de dónde era y me dió el nombre de un pueblo que está situado a 40 kilómetros de Huérmeces, hacia el Norte, y yo le contesté: "No le puedo enseñar, porque está dentro de mi jurisdicción. Todo lo que hay en tu pueblo en caza y alimañas, es mío..."
En la base de este risco de Fuente la Hoz tenía colmenas el señor Heliodoro |
AGRADECIMIENTOS:
A Blanca Nieves Ubierna Tocornal, nieta del señor Heliodoro.
(1) Anuario General de España, de Bailly-Baillière y Riera, Barcelona; año 1928 (tomo II)
(2) Diario de Burgos, 11 de mayo de 1929: crónica de las carreras ciclistas celebradas en Santibáñez Zarzaguda, con motivo de sus fiestas patronales (San Nicolás, 9 de mayo)
(3) Julián Martínez (1924-2012) fue un prolífico periodista, que escribió sus crónicas en el Diario de Burgos durante casi cincuenta años, llegando a ser redactor jefe del mismo. Fue un auténtico "todoterreno" de la información local, destacando especialmente en la sección deportiva, con crónicas que firmaba bajo el pseudónimo de "Arquero". Trabajó en Efe, Europa Press y Colpisa. Desempeñó diversos cargos en la Asociación de la Prensa de Burgos y en 1993, cuando se cumplían las bodas de platino de la asociación, publicó el libro “75 años al servicio del periodismo”. También fue socio fundador de la Asociación de la Prensa Deportiva.
(2) Diario de Burgos, 11 de mayo de 1929: crónica de las carreras ciclistas celebradas en Santibáñez Zarzaguda, con motivo de sus fiestas patronales (San Nicolás, 9 de mayo)
(3) Julián Martínez (1924-2012) fue un prolífico periodista, que escribió sus crónicas en el Diario de Burgos durante casi cincuenta años, llegando a ser redactor jefe del mismo. Fue un auténtico "todoterreno" de la información local, destacando especialmente en la sección deportiva, con crónicas que firmaba bajo el pseudónimo de "Arquero". Trabajó en Efe, Europa Press y Colpisa. Desempeñó diversos cargos en la Asociación de la Prensa de Burgos y en 1993, cuando se cumplían las bodas de platino de la asociación, publicó el libro “75 años al servicio del periodismo”. También fue socio fundador de la Asociación de la Prensa Deportiva.