sábado, 28 de octubre de 2023

Mortalidad según el Libro de Finados de Huérmeces (1611-1920)


En ocasiones, cuento muertos. Aunque he de confesar que no es lo mismo contar fallecidos que contar bautizados ya que, aparte del más que opuesto carácter de cada acontecimiento, también influye el hecho de que, en el caso de los libros de finados, no existan los valiosos índices que ayudan a localizar personas y realizar estadísticas, tal y como sucede en los libros de bautizados.

Por lo tanto, cuando digo que me he pasado unas cuantas sesiones "contando muertos" en el Archivo Diocesano, la expresión no puede resultar más ajustada a la realidad: libro a libro, folio a folio, partida a partida, y así hasta un total de 3523 difuntos. Porque ese es el número exacto de fallecidos que han sido enterrados en la parroquia de Huérmeces, y contabilizados en los Libros de Finados correspondientes, durante los 310 años que van desde los primeros asientos registrados (1611) hasta el último año considerado (1920).

El estudio estadístico de la mortalidad de un lugar sirve, sobre todo, para situarlo en el contexto de los diferentes acontecimientos históricos que lo han asolado: guerras, episodios epidémicos, hambrunas y enfermedades originadas por malas cosechas y crisis económicas. No todas las anteriores desgracias tuvieron el mismo impacto en los numerosos pueblos del entorno. A unos les afectó más el cólera de 1834, a otros el de 1855; a unos les golpeó de lleno la gripe de 1918, a otros lo hizo la epidemia de difteria de 1893; lo mismo puede decirse de las guerras carlistas de 1833 y 1872 o de la francesada de 1808-1814.


"Recolecta de patatas", Jules Bastien-Lepage (1878) National Gallery of Victoria


La situación de Huérmeces, en plena ruta del Camino Real de Burgos a Reinosa, influiría sobremanera en la llegada de epidemias durante los siglos XVIII y XIX, traídas tanto por viajeros como por tropas de paso; lo mismo puede decirse de los saqueos ejecutados por ejércitos de todo pelaje, que dejaban al pueblo al albur de hambrunas y enfermedades.

La presencia en Huérmeces de palacios y segundas residencias de la nobleza residente en la ciudad de Burgos también atraería a cierta cantidad de población (tanto "señores" como "criados") en su huida de las crisis epidémicas sufridas por la gran urbe durante los siglos XVII y XVIII.

En Huérmeces existía un hospital (alojamiento para pobres), por lo que la llegada de personas enfermas y sin hogar también contribuiría a la dispersión de enfermedades infecto-contagiosas.

Tampoco resulta despreciable la presencia de hasta diez molinos harineros en el término del pueblo, sobre todo si sabemos que algunos eran habitualmente utilizados por labradores residentes en varios pueblos del entorno (Ruyales, Castrillo, Quintanilla y Pantaleón, principalmente), con el consiguiente movimiento de personas que sin duda contribuiría a la dispersión de gérmenes patógenos.

Luego veremos cómo los fríos datos estadísticos registran y traducen esta peligrosa "exposición" de Huérmeces a los múltiples e históricos episodios epidémicos sufridos por la comarca de Burgos y alrededores.    


MORTALIDAD EN HUÉRMECES: SIGLO A SIGLO, MEDIO A MEDIO, CUARTO A CUARTO, AÑO A AÑO

Probablemente, el número de fallecimientos acaecidos en Huérmeces es sensiblemente superior al registrado en los siete tomos considerados del Libro de Finados. En los primeros apuntes, sobre todo los realizados durante los tres primeros cuartos del siglo XVII, es muy probable que los curas dejaban de anotar algún que otro enterramiento, bien porque el finado era un forastero pobre sin familiares ni conocidos en el pueblo, bien porque existieran dudas sobre la "limpieza" de su alma, bien por mera dejadez u olvido del cura de turno.



 

Por otra parte, en unos tiempos en los que las tasas de mortalidad infantil, neonatal y perinatal eran muy elevadas, resulta comprensible que algún "innominado" fallecido durante el parto o inmediatamente después del mismo, no fuera anotado en el libro correspondiente, sobre todo en episodios de intensa mortalidad infantil, ocasionados por periódicas enfermedades infecto-contagiosas o pandemias. En los libros de Huérmeces, este defecto de la infra contabilidad de mortalidad de párvulos también se deja entrever en la escasa mortalidad general registrada durante los referidos tres primeros cuartos del siglo XVII.


1. Mortalidad en Huérmeces durante el siglo XVII (1611-1700) 

Durante los noventa años del siglo XVII incluidos en los libros parroquiales de Huérmeces fallecieron un total de 620 personas, lo que supone una media anual de 6,91 difuntos. Si bien resulta ser inferior a la mortalidad anual del siglo siguiente, hay que tener en cuenta la menor población que presentaba Huérmeces durante las primeras décadas del siglo XVII, consecuencia de la enorme pérdida de vidas ocasionada por las dos epidemias de peste sufridas en la comarca de Burgos (y en toda Castilla) durante el último tercio del siglo XVI (Gran Peste de 1565 y Peste Atlántica de 1599). 

Resulta complicado hacer un cálculo aproximado de la población que alcanzaría el Huérmeces de principios del siglo XVII, aunque suponemos que la cifra estaría comprendida en el intervalo 150-200 habitantes, quizás algo más de la mitad de los existentes a mediados del siglo XVI, antes de los dos azotes pestilentes.

De todas formas, los datos de mortalidad anual durante el periodo 1611-1675 hay que tomarlos con muchas reservas, ya que es casi seguro que adolecen de una clara infra contabilidad en cuanto a fallecimiento de párvulos. Por lo tanto, las cifras reales de muertos por año serían considerablemente más altas que las registradas durante ese período.

El número anual de fallecidos durante el periodo 1611-1700 se resume en la tabla siguiente (se han remarcado las mortalidades claramente superiores a la media de cada cuarto de siglo):




Obviando las limitaciones referidas para los tres primeros cuartos del periodo considerado, observamos que los principales episodios de alta mortalidad registrados en Huérmeces durante el siglo XVII fueron los siguientes (en orden de magnitud):

 

1.1 La gran crisis de mortalidad de 1699 (45 fallecidos)

Parece ser que, en toda Castilla, la cosecha de 1698 había sido muy escasa, a consecuencia de una fuerte sequía primaveral. A la dramática subida del precio del trigo hay que añadir que la calidad del pan fabricado fue pésima, ya que el trigo se cosechó -para más inri- mojado. 

Los problemas para lograr alimento en cantidad y calidad suficientes ocasionaron que, entre los meses de septiembre y octubre, se produjeran fuertes brotes de una enfermedad denominada "mal de tabardillos y disenterías", con el consiguiente aumento de mortalidad, sobre todo entre la población infantil.

En Huérmeces, la mayor parte de los fallecidos (34, que suponen el 76% del total) fueron párvulos (niños menores de 8 años), siempre más proclives a este tipo de padecimientos. Especialmente mortíferos resultaron los meses de septiembre (14 fallecidos) y octubre (7 fallecidos), una vez finalizadas las labores de cosecha. Como también suele suceder, entre los 11 fallecidos adultos, abundaban los considerados como "pobres" (6 fallecidos).

Los 45 fallecimientos registrados en aquel dramático año de 1699 suponen la mayor mortalidad registrada en Huérmeces durante todo el período estudiado (1611-1920).

 

1.2 La alta mortalidad de 1697 (22 fallecidos)

Desconocemos las causas concretas de este exceso de mortalidad aunque, por la distribución mensual de fallecidos (4 óbitos en cada uno de los meses de abril, mayo y septiembre; 3 en julio; 2 en enero y octubre; 1 en febrero, marzo y noviembre), no parece obedecer a un episodio epidémico.


1.3 La alta mortalidad de 1631 (21 fallecidos)

Lo mismo puede decirse de este exceso de mortalidad, ya que los datos recogidos en el libro de finados de Huérmeces no permiten aventurar causas epidémicas o hambrunas generalizadas. Teniendo en cuenta la referida infra contabilidad de fallecimientos correspondientes a párvulos (sobre todo neonatos), el total de óbitos de aquel año de 1631 podría alcanzar la importante cifra de 35-40 personas.

Parece ser que entre los años 1629 y 1631 se produjeron en Castilla una serie de episodios climáticos extremos (sequías, inundaciones, fuertes heladas) y otras calamidades (plaga de langostas) que ocasionaron cortísimas cosechas; ni siquiera hubo grano suficiente para realizar la sementera.


1.4 Las altas mortalidades de 1677 y 1684 (19 fallecidos en cada año)

De nuevo, parece ser una concatenación de malas cosechas la causante de la alta mortalidad durante estos dos años.

La cosecha de 1677 fue mala por la fuerte sequía padecida, originándose un alza considerable en el precio del trigo y los consecuentes problemas de alimentación, pobreza y mortalidad.

Por su parte, la cosecha de 1684 resultó prácticamente nula. No nevó durante el invierno de 1683-1684, persistiendo una sequía iniciada con anterioridad. Las rogativas no surtieron efecto y, a partir de octubre, la mortalidad se disparó. Puede que las fiebres tifoideas incentivaran también la actividad de la señora de la guadaña. 

 

2. Mortalidad en Huérmeces durante el siglo XVIII (1701-1800)  

Durante el siglo XVIII fallecieron en Huérmeces un total de 1380 personas, lo que supone una media anual de 13,8 difuntos. Se observa una mortalidad ligeramente mayor durante la primera mitad del siglo (14,2 fallecidos al año) que durante la segunda (13,4 fallecidos al año).

El número anual de fallecidos durante el periodo 1701-1800 se resume en la tabla siguiente (se han remarcado las mortalidades claramente superiores a la media):




Podemos comprobar que los principales episodios de elevada mortalidad en Huérmeces durante el siglo XVIII fueron los siguientes (en orden de magnitud):


2.1 Epidemia de tifus de 1794 (34 fallecidos)

La elevada mortalidad registrada en Huérmeces en 1794 solo podría justificarse por la epidemia de tifus padecida por buena parte de España durante la llamada Guerra de la Convención (del Rosellón o de los Pirineos), desarrollada entre 1793 y 1795, y que ocasionó un importante movimiento de tropas por la Península, lo que probablemente contribuyó al desarrollo de la enfermedad.

Por otra parte, durante las últimas décadas del siglo XVIII se produjeron eventos climatológicos extremos, que combinaron sequías, heladas y fuertes precipitaciones, incidiendo en la calidad y cantidad de las cosechas y sus consecuencias infra alimentarias sobre la población.

La distribución mensual de muertes nos habla de una concentración en los meses de agosto (9), septiembre (5), octubre (2) y noviembre (6); esta preferencia por finales de verano y meses otoñales es típica de episodios epidémicos. Entre los fallecidos, como suele ser habitual, abundan los párvulos y los adultos pobres.


2.2 Epidemia de gripe de 1762 (31 fallecidos)

Como en todo episodio gripal, los fallecimientos se concentraron entre los meses de septiembre (9), octubre (4), noviembre (8) y diciembre (4). Y una vez más, los fallecimientos se cebaron, sobre todo, en la población infantil: 19 eran párvulos (niños menores de 8 años), lo que supone el 61% del total. Otros dos fallecidos eran niños mayores de 8 años.


2.3 La crisis de mortalidad de 1719 (29 fallecidos)

El 62% de los fallecidos (18) eran párvulos, por lo que se supone la existencia de un episodio epidémico, aunque no he encontrado referencias bibliográficas al respecto.


2.4 La crisis de mortalidad de 1735 (28 fallecidos)

Las defunciones están concentradas entre los meses de octubre y diciembre y afectó, sobre todo, a niños mayores de ocho años (68% del total), por lo que pudiera pensarse en una enfermedad infecto-contagiosa como causante de esta sobremortalidad. Resultaron más afectadas las niñas (12 fallecimientos) que los niños (7 fallecimientos). No he sido capaz de descubrir qué enfermedad en concreto fue la causante de estas muertes. 


2.5 La crisis de mortalidad de 1747 (27 fallecidos)

Al igual que en los casos anteriores, el predominio de párvulos entre los fallecidos resulta abrumador (el 60%). No he comprobado la distribución mensual de los óbitos, por lo que no se puede asegurar la existencia de episodio epidémico alguno, aunque sería lo más probable.


2.6 La crisis de mortalidad de 1707 (27 fallecidos)

Poco podemos añadir a la cifra total de fallecidos, ya que no se ha comprobado ni la distribución mensual ni la relativa a párvulos, niños y adultos.


2.7 La crisis de mortalidad de 1736 (25 fallecidos)

Una de las peculiaridades de una buena parte de los 25 fallecidos de aquel año es la de su consideración como adultos "pobres de solemnidad", lo que hace suponer que pudieron ser factores económicos (aumento del precio de los alimentos, inflación) o climatológicos (malas cosechas) los causantes de esta pequeña crisis de mortalidad.


2.8 La crisis de mortalidad de 1764 (23 fallecidos)

Los fallecimientos se concentran entre los meses de agosto y octubre, por lo que pudiera tratarse de algún episodio epidémico. También apunta en esa dirección el hecho de que el 83% de los fallecidos fueran párvulos y niños (5 de los fallecidos eran niñas de más de ocho años).


2.9 La crisis de mortalidad de 1784 (21 fallecidos)

El 18 de junio de 1783 entró en erupción el volcán islandés Laki, que duró unos ocho meses; la nube de gases generada ocasionó el oscurecimiento de los cielos y tres años consecutivos de pésimas cosechas en casi todo el mundo. Se considera que fallecieron unos 6 millones de personas a causa de las hambrunas generadas en el planeta. Es considerada una de las mayores catástrofes medioambientales en la Europa moderna. Esta elevada mortalidad registrada en Huérmeces en 1784 podría haber sido causada por una combinación de malas cosechas y el consiguiente aumento de enfermedades.


3. Mortalidad en Huérmeces durante el siglo XIX (1801-1900) 

Durante el siglo XIX fallecieron en Huérmeces un total de 1286 personas, lo que supone una media anual de 12,9 difuntos. No se observan grandes diferencias entre los cuatro cuartos de siglo, aunque se produce un ligero aumento de mortalidad durante el tercer cuarto (1851-1875), y una ligera disminución durante el cuarto cuarto (1876-1900).

Considerando que la población de Huérmeces se mantuvo más o menos constante durante todo el siglo XIX (unos 400 habitantes de media), la tasa de mortalidad anual alcanzó un 3,2%, claramente inferior a la del siglo anterior, que osciló entre el 5,2% (primera mitad del XVIII) y el 3,8% (segunda mitad del XVIII).

El número anual de fallecidos durante el periodo 1801-1900 se resume en la tabla siguiente (se han remarcado las mortalidades claramente superiores a la media):



 

Algunas de las mayores mortalidades del siglo XIX se produjeron en los años y circunstancias siguientes (en orden de magnitud):


3.1 Epidemia de cólera de 1834 (41 fallecidos)

Entre agosto y septiembre fallecieron 33 personas, con un alto porcentaje de adultos entre los finados (22 fallecidos, el 54% del total) en contra de lo que suele suceder en un año de mortalidad normal, no epidémica (cuando entre párvulos y niños se alcanzaba el 60-65% del total de muertes).




Las muertes se concentraron sobremanera en el mes de agosto (26 fallecidos, el 63% del total), con coletazos en septiembre (7 fallecidos). Los días más mortíferos fueron el 19 y el 22 de agosto, con cuatro fallecimientos de adultos en cada uno de esos días; los días 26 y 29 registraron tres fallecimientos en cada uno. A mediados de septiembre cesaron las muertes epidémicas.

Sorprende que las estadísticas oficiales, publicadas en la Gaceta de Madrid en mayo del año siguiente, hablen de 66 afectados por cólera en Huérmeces y únicamente 18 muertos, cuando las cifras del libro de finados nos arrojan un total de 33 muertos entre el 19 de agosto y el 15 de septiembre.


3.2 Crisis de mortalidad de 1833 (37 fallecidos)

La distribución mensual de la mortalidad nos habla de una cierta concentración de fallecimientos durante los tres primeros meses del año: enero (4), febrero (4) y marzo (6); el resto de óbitos se encuentra muy repartido entre los demás meses del año, por lo que no parece responder al patrón típico de una crisis epidémica (concentración de fallecidos en los últimos cuatro o cinco meses del año).

Tampoco parece tratarse de un repunte de fallecimientos debido al inicio de la primera guerra carlista (octubre de 1833), ya que el último trimestre registra incluso menos muertes que los tres anteriores. Tampoco se registran forasteros entre los fallecidos durante esos tres meses, que pudieran indicar muertes de personal de tropa o partidas carlistas de paso por el pueblo. [la muerte de dos carlistas foráneos se produjo en el año 1835 que, sorprendentemente, resultó presentar una muy baja mortalidad (7 fallecidos)]


3.3 Epidemia de cólera de 1855 (30 fallecidos)

El cólera de 1855 también afectó a la población de Huérmeces, aunque con menos virulencia que el de 1834. Entre los meses de septiembre (4 fallecidos) y octubre (9 fallecidos) se concentró la incidencia mortífera del cólera en nuestro pueblo, al que llegó algo más tarde que en otros pueblos del occidente provincial (a Villadiego llegó en agosto; a Pampliega, en julio).

Los afectados principales fueron, como en la epidemia de cólera de 1834, adultos. Entre ellos, el histórico vecino Primo Girón Valderrama (Hces, 1807-1855), fallecido por cólera a los 48 años de edad; también María Alonso Díez (Hces, 1797-1855), fallecida por cólera a los 58 años.

En alguna relación de pueblos afectados aparecen, entre otros, varios pueblos del entorno inmediato: Montorio, La Nuez de Arriba y Celadilla Sotobrín. 

La mortalidad del año siguiente (1856) también resultó claramente superior a la media (23 fallecidos, cuando la media anual era de 13 fallecidos), por lo que damos por sentado que se produjeron nuevos brotes de colera en Huérmeces, tal y como sucedió en otros lugares. En este caso, la mortalidad se concentró en los meses de agosto (4), septiembre (4) y noviembre (6), predominando también los adultos entre los fallecidos. Entre ellos, el histórico cura de Huérmeces Manuel de Mata Díaz-Ubierna (Celadilla Sotobrín, 1807-Hces, 1856), a la edad de 49 años; también falleció el vecino Juan José Varona Bollada (Burgos, 1803-Hces, 1856), de 53 años, hijo de Juan Varona (Ruyales del Páramo) y Ana María Bollada (Guriezo, 1774), y marido de Juana Girón Valderrama (Hces, 1804).


3.4 Epidemia de paludismo de 1804 (27 fallecidos)

En Aranda de Duero y toda la comarca de la Ribera el paludismo afectó gravemente a su población, ya que llegó tras unos años de malas cosechas, incidiendo en el aumento de la miseria y el hambre en las clases sociales más desfavorecidas. No sabemos si el paludismo llegó a la comarca del Úrbel, aunque la alta mortalidad del año parece indicar la presencia de algún episodio epidémico.

No obstante, la distribución mensual de óbitos permite entrever una ligera concentración de fallecimientos en los meses de septiembre (4), octubre (4) y diciembre (3), aunque también se registraron varias muertes en febrero (3), marzo (3), abril (4), julio (3) y agosto (2); en enero se registró un solo fallecimiento; ninguno en mayo, junio y noviembre.


3.5 Epidemia de difteria 1893 (27 fallecidos)

En los propios apuntes del Libro de Finados se deja constancia del principal motivo causante del exceso de fallecimientos de aquel año: la difteria (entonces también llamada "garrotillo"). Como suele suceder con esta entonces grave enfermedad contagiosa, 20 de los 27 fallecidos de aquel año eran niños menores de 6 años, lo que supone el 74% del total. La enfermedad afectó más a niñas (60%) que a niños (40%). La mortalidad por difteria se concentró en los meses de febrero (6 fallecidos) y marzo (8 fallecidos)

 

"El garrotillo", Francisco de  Goya (1808-1810)


Esta cruel enfermedad se cebó con la familia Hidalgo Fernández, llevándose a tres de los seis hijos con que contaba por entonces la pareja formada por Quiterio y Florentina: en un lapso de apenas cinco semanas (del 6 de febrero al 11 de marzo) fallecieron las niñas María (5 años), Claudia (3 años) y Casilda (7 años).

3.6 Crisis de mortalidad por la invasión francesa de 1808 (24 fallecidos)

Parece evidente que el elevado número de fallecidos de aquel año (casi el doble de la media anual del siglo XIX) guarda estrecha relación con el inicio de la denominada Guerra de la Independencia

Sabemos que, durante el otoño de 1808, se produjo un considerable trasiego de tropas por el Camino Real de Burgos a Reinosa, en ambas direcciones. Ejércitos en retirada, perseguidos por otros ejércitos; transporte de víveres y de heridos; paso continuado de correos; en fin, tiempos complicados para los vecinos de Huérmeces y otros pueblos del entorno.

Durante el mes de octubre de 1808 se produjeron 13 muertes, que suponen más de la mitad del total anual. Entre los días 19 y 28 de octubre fallecieron en Huérmeces un total de cinco soldados, cuyos apellidos ya delatan un origen ajeno a la comarca e, incluso, a la provincia (dos de ellos son de origen gallego). Los apuntes funerarios parece que dejan entrever la posibilidad de que se tratara (por lo menos en algún caso) de soldados heridos en las batallas que se produjeron días antes en el norte de la provincia, y que fallecieron en Huérmeces mientras eran trasladados a los hospitales de la ciudad de Burgos por el concurrido Camino Real de Burgos a Reinosa.

El resto de los fallecidos de aquel octubre son vecinos y naturales del pueblo. Como no se especifica el motivo del óbito, no podemos aventurar posibles motivos bélicos en esa considerable mortalidad de octubre de 1808.


"La gesta de los zapadores," (Aranjuez, mayo 1808), Augusto Ferrer-Dalmau (2011)

 

También sabemos que, en noviembre de 1808, se produjo el paso y acampada en el pueblo de un numeroso contingente de 14.000 o 16.000 soldados franceses, al mando del mariscal Soult. Aparte del saqueo sufrido por el pueblo (cuyos vecinos se verían afectados durante algún tiempo por la escasez de alimentos originada), puede que en este trasiego de tropas estuviera el origen de alguna enfermedad contagiosa ("pestilencia") que afectara sobremanera a la población del lugar, tal y como sucedió en otros pueblos por cuyos términos transcurría alguna vía de comunicación de importancia. Pero los asientos del libro de finados desmienten tal presunción: un solo fallecido en noviembre y dos en diciembre.

De todas formas, durante el año siguiente, también se produjo una mortalidad (16 fallecidos) superior a la media (13), que bien pudiera estar relacionada con los episodios de noviembre de 1808. No he sido capaz de constatarlo.


3.7 Epidemia de "gripe rusa" de 1890 (21 fallecidos)

Los fallecimientos se concentraron entre febrero y mayo (15 fallecidos, el 71% del total) y afectaron fundamentalmente a párvulos y niños mayores de 8 años. Solo en el mes de marzo fallecieron 6 menores.

La pandemia denominada "gripe rusa" se inició en la ciudad de San Petersburgo en diciembre de 1889 y se diseminó rápidamente -en apenas cuatro meses- por todo el mundo. Aunque el virus no resultó ser excesivamente mortífero (solo fallecía el 1% de los afectados), la enorme cantidad de afectados a nivel mundial hizo que murieran alrededor de un millón de personas. 


Curiosamente, otros episodios epidémicos como el cólera de 1885, que afectó a localidades cercanas como La Nuez de Arriba o Santibáñez Zaraguda, no tuvo en Huérmeces aparente incidencia, ya que el número de fallecidos de aquel año (11 muertos) quedó incluso por debajo de la media registrada durante la segunda mitad del siglo XIX (13 finados).


4. Mortalidad en Huérmeces durante las dos primeras décadas del siglo XX (1901-1920) 

Durante los primeros veinte años del siglo XX fallecieron en Huérmeces un total de 237 personas, lo que supone una media anual de 11,9 difuntos. Se aprecia una sensible diferencia entre la mortalidad registrada durante la primera década (102 difuntos) y la registrada durante la segunda década (135 difuntos), esta última quizás lastrada por la gripe de 1918 y sus coletazos.

Considerando que la población de Huérmeces se mantuvo más o menos constante durante los veinte años considerados (unos 430 habitantes de media), la tasa de mortalidad anual se mantuvo en un 2,7%, claramente inferior a la del siglo anterior, que registró el 3,2% .

El número anual de fallecidos durante el periodo 1901-1920 se resume en la tabla siguiente (se han remarcado las mortalidades claramente superiores a la media):




Las mayores mortalidades del siglo XX (claramente inferiores a las de los siglos anteriores) se produjeron en los años y circunstancias siguientes (en orden de magnitud):


4.1 Epidemia de gripe de 1918 (20 fallecidos)

Por lo consignado en el libro de finados, de los 20 fallecidos registrados en Huérmeces en 1918, siete lo fueron a causa directa del virus gripal y sus complicaciones (bronquitis gripal, bronconeumonía gripal, gripe cerebral, neumonía gripal). De los siete fallecidos por gripe, uno era un adulto de 50 años, otro un joven de 28, dos eran niños de entre 6 y 9 años, y otros dos eran niños de año y año y medio de edad. Cuatro de los fallecidos eran mujeres y tres, varones.

Los fallecimientos se concentraron en el mes de octubre, de tal manera que seis de ellos se produjeron entre el 4 y el 26 de octubre, en plena segunda ola de la pandemia. Únicamente se produjo un fallecimiento durante la primera ola (mayo 1918). Durante la tercera ola, ya en el siguiente año (enero 1919) se produjo otro fallecimiento por gripe.

Por lo comprobado en los diferentes libros de finados, Huérmeces fue uno de los pueblos de la comarca del Úrbel-Ubierna más afectados por la pandemia de 1918. En un próximo post aportaremos la información recopilada hasta el momento.


4.2 Mortalidad de 1920 (17 fallecidos)

En 1920 se produjo otro brote de gripe de cierta importancia, que pudiera considerarse como una nueva ola de la pandemia originada por el virus de 1918-1919. Aún no he revisado la distribución mensual y por edades de la mortalidad del año, por lo que no se pueden extraer conclusiones definitivas.


4.3 Mortalidad de 1909 (16 fallecidos)

A nivel nacional, pudo ser una epidemia de tifus exantemático la causante de la sobremortalidad de 1909, por lo menos en las áreas urbanas, ya que no parece ser un episodio epidémico el motivo de la ligera sobremortalidad registrada en el Huérmeces de 1909.

Por lo registrado en el libro de finados de Huérmeces, únicamente es posible asegurar que el 60% de los fallecidos eran párvulos (niños menores de 8 años). De los 12 párvulos fallecidos, 8 eran niños y 4 niñas. Las edades de los párvulos fallecidos: "al poco de nacer" (1), quince días (1), dos meses (1), tres meses (1), seis meses (1), dos años (3), tres años (1), cuatro años (1), cinco años (1) y seis años (1).

No se aprecia  concentración de óbitos en ningún periodo concreto del año (tres fallecidos en abril y otros tres en julio). En tres meses (enero, febrero y noviembre) no se registró fallecimiento alguno.

De los cuatro adultos fallecidos, tres eran personas "de avanzada edad" (64, 70 y 83 años) y una, joven (16 años).


LAS ALTAS TASAS DE MORTALIDAD INFANTIL: EL EJEMPLO DEL SIGLO XVIII (1719-1772)

Se ha estudiado la mortalidad infantil en Huérmeces durante un periodo de tiempo de 54 años (1719-1772), que puede resultar más o menos representativo de lo que sucedía en los siglos XVII, XVIII y buena parte del XIX.

En la nomenclatura de los libros parroquiales burgaleses, el término "párvulo" se refiere a los niños menores de 8 años (niños que no han recibido el sacramento de la confirmación); en algunas parroquias y por determinados párrocos, también se utilizaron las expresiones "criaturas", "infantes", "niños" o "niños inocentes". En Huérmeces, se usaron sobre todo los términos "párvulos" y "niños". A partir de mediados del siglo XIX se especificaba la edad concreta del finado, tanto si se trataba de un niño como si se trataba de un adulto.

En muchos libros parroquiales se ha constatado la deficiencia de que no se anotaron de manera sistemática totas las defunciones de párvulos hasta bien entrado el siglo XVIII. En los libros de finados de Huérmeces ese grave inconveniente se da únicamente en el periodo 1611-1675.

Durante el período estudiado (1719-1772), se observa la marcada distribución de fallecimientos entre los tres segmentos de población disponibles en los libros parroquiales de Huérmeces de aquellos tiempos:

  • párvulos: suponen más de la mitad del total de fallecimientos (52,7%)
  • niños mayores de 8 años: 10,1% del total de fallecimientos
  • adultos: 37,2% del total de fallecimientos
Estas cifras se encuentran dentro de los valores medios observados en los libros de otras parroquias con series completas de datos durante el mismo periodo. 

Otro aspecto a destacar, dentro del mismo periodo de tiempo estudiado (1719-1772), es el de la mortalidad por género, comprobándose una incidencia claramente superior de la mortalidad femenina en niños mayores de 8 años y algo menos marcada en adultos; no sucede lo mismo en párvulos, con un práctico equilibrio entre fallecimientos masculinos y femeninos:
  • párvulos: el 50,6% párvulos; el 49,4% párvulas
  • niños mayores de 8 años: el 39,5% niños; el 60,5% niñas
  • adultos: el 46,5% varones; el 53,5 mujeres


EL RATIO FALLECIDOS/BAUTIZADOS COMO INDICADOR DE LA MORTALIDAD DE UN LUGAR

Algunos demógrafos son partidarios de utilizar la relación entre el número de fallecidos y el número de bautizados como indicador aproximado de la tasa bruta de mortalidad. En el caso de Huérmeces, se han elegido periodos de cincuenta años para el análisis comparativo de las ratios registradas.




La ya comentada infra contabilización de los fallecimientos de párvulos durante los años 1611-1675 falsea considerablemente las ratios obtenidas en los dos primeros periodos considerados (sobre todo en 1611-1650).

A partir de 1700, sin embargo, las ratios obtenidas para cada periodo de cincuenta años son muy similares a las que aparecen publicadas en algún estudio de mortalidad a nivel provincial, por lo que podemos dar por fiables los datos extraídos de los libros parroquiales a partir de dicha fecha.

Observamos cómo, según avanzan los medios siglos, se produce una evidente0 disminución de la ratio, pasando del 98,9% registrado durante la primera mitad del siglo XVIII, al 69,6% de las primeras décadas del siglo XX.

Durante la primera mitad del siglo XVIII el número de fallecidos alcanzaba el 98,9% del número de bautizados, lo que -movimientos migratorios aparte- suponía que apenas se registraba crecimiento vegetativo de la población.

Todo lo contrario sucede durante las dos primeras décadas del siglo XX, cuando el número de fallecidos supone algo más de dos tercios (69,6%) del total de bautizados. El teórico crecimiento vegetativo que supondría esta ratio se ve limitado por los fuertes movimientos migratorios de la época.

La evolución a la baja de la ratio defunciones/bautizados solo se trunca durante el periodo 1801-1814, debido a la mayor mortalidad y menor natalidad registradas durante los años de la francesada. También repunta dicha ratio durante el periodo 1852-1868, debido a diversos episodios epidémicos y ciertos movimientos migratorios.


FUENTES

Archivo Diocesano de Burgos: Libro de Finados de la parroquia de San Juan Bautista de Huérmeces:

  • Libro I (1611-1680)
  • Libro II (1680-1734)
  • Libro III (1735-1788)
  • Libro IV (1789-1825)
  • Libro V (1826-1851)
  • Libro VI (1852-1880)
  • Libro VII (1881-1915)
Archivo Municipal de Huérmeces:
  • Padrones de Población: 1896, 1899, 1924, 1930
  • Padrones de Cédulas Personales: 1886, 1905, 1910

"Campos conocidos, senderos nuevos. Población y producción agraria en Burgos, 1540-1865". Vanesa Abarca Abarca. Universidad Complutense de Madrid (2015)   [excelente trabajo para, entre otras muchas cosas, encarar de manera apropiada el tratamiento estadístico de los datos incluidos en los libros parroquiales]



PRÓXIMAS ENTRADAS

Durante los meses próximos le dedicaremos un post específico a alguno de los más destacados episodios de alta mortalidad registrados en Huérmeces y comarca. En concreto, está prevista la publicación de varias entradas relativas a la incidencia de:

  • la pandemia de gripe de 1918, con grave incidencia en Huérmeces y varios pueblos de la comarca
  • la epidemia de cólera de 1834, especialmente grave en Huérmeces y Avellanosa del Páramo
  • la epidemia de difteria de 1893, que afectó gravemente a la población infantil de Huérmeces y otros pueblos del entorno
  • la sobremortalidad de 1808 debida, sobre todo, al continuado paso de tropas francesas y españolas por Huérmeces y otros pueblos del Camino Real


TRES RECIENTES INHUMACIONES EN EL CAMPOSANTO DE HUÉRMECES

En los cuatro últimos meses han fallecido tres personas naturales de Huérmeces o unidas al mismo por fuertes lazos afectivos. Las tres reunían la condición de nonagenarias. Las tres descansan en el cementerio del pueblo.

  • Mauro Díaz-Ubierna Martínez (Huérmeces, 1927-Burgos, 2023): esposo de Ángela Pérez Varona (Huérmeces, 1929). Sus descendientes residen en la Comunidad de Madrid.
  • Margarita Navajo Fernanz (Bilbao, 1924-Madrid, 2023): esposa de Jaime García Ubierna (Huérmeces, 1928-Madrid, 1993). Sus descendientes residen en la Comunidad de Madrid.
  • Petra García Villalvilla (Huérmeces, 1928-Burgos, 2023): esposa de Fidel Alonso Díez (Huérmeces, 1917-1989). Sus descendientes residen en las provincias de Huesca, Palencia y Vizcaya. Petra fue la última cartera de Huérmeces y a ella y a su profesión le dedicamos en su día una entrada en este mismo blog: Los últimos carteros de Huérmeces

Sus familiares y amigos han perdido a un ser querido. Este bloggero ha perdido, además, a personas cuyas vivencias y recuerdos constituían parte esencial de una preciada memoria popular; eran testigos de un tiempo ya muy lejano, en trance de olvido.

sábado, 14 de octubre de 2023

El muy diferente sino de dos quintos faroles: Quiterio Hidalgo Díez y Manuel Hidalgo Montero. Huermeces, 1874


Durante buena parte del siglo XIX y primeras décadas del XX España estuvo inmersa en un sinfín de conflictos bélicos, sufridos tanto en la propia Península como fuera de ella: guerra de la independencia, guerras de independencia de las colonias americanas, guerras carlistas, guerras de Cuba y Filipinas, guerras de Marruecos, etc.

En nuestro país, además, el ejército era habitualmente utilizado para combatir los continuos conflictos sociales de aquellos tiempos, actuando así como un mero elemento represor más que como un ejército defensor de "la patria".

A la vista de los resultados de las diversas contiendas, hay quien asegura que el ejército español se había especializado en luchar contra otros españoles más que contra potencias extranjeras. Por lo que tampoco puede sorprendernos que las cosas acabaran como acabaron, allá por los años treinta del siglo XX. 

Por todo lo anterior, las necesidades de nuevos reclutas por parte del ejército eran constantes e importantes en número. Y por lo mismo, el reclutamiento de jóvenes quintos nunca gozó de mucha popularidad en España, en contra de lo que sucedía en otros países del entorno europeo, dónde su ejército gozaba de mayor estima y aceptación.


Antonio Macipe Samper: A Cuba por no tener seis mil reales (1885)


En aquellos tiempos, además, dejaba mucho que desear el trato dado y el equipamiento proporcionado al recluta. Si el destino era Ultramar, las bajas por enfermedad superaban con creces a las causadas por el propio ejercicio bélico. Por lo tanto, el hecho de que un hijo fuera llamado al ejército era considerado un auténtico drama para la mayor parte de las familias de aquellos tiempos.

Existían algunas posibilidades de librarse del servicio militar aunque, como suele suceder, no eran las mismas para una familia pudiente que para una modesta. Si la familia disponía de dinero y bienes suficientes, podía evitar la prestación del servicio militar para su hijo, mediante dos fórmulas legales:

  • redención a metálico: mediante el pago al Estado de una importante cantidad de dinero (en el año 1874: 2.500 pesetas = 10.000 reales)
  • sustitución: mediante el pago a un sustituto, generalmente otro mozo pariente del sustituido (hasta cuarto grado de parentesco)

BOPBU, 10 de enero de 1874

No solamente eran condicionantes económicos los que actuaban sobre el futuro del joven quinto, que también eran sociales y familiares. Un mozo podía ser eximido de la obligación de prestar el servicio militar en diversas combinaciones de las siguientes situaciones:

  • si era el único hijo varón mayor de 17 años
  • si ya existía algún otro hermano prestando servicios a la patria
  • si padecía de alguna enfermedad o discapacidad
  • si su padre alcanzaba la condición de pobre
  • si era huérfano de padre
Por lo tanto, un padre intentaría por todos los medios evitar que su hijo se viera en la obligación de partir hacia un oscuro y corto futuro en el ejército. Y más aún en el medio rural, donde los brazos para ayudar en las tareas del campo siempre eran importantes.

DOS QUINTOS FAROLES: QUITERIO Y MANUEL

Quiterio y Manuel eran dos jóvenes nacidos en Huérmeces en 1852 y 1853, respectivamente; pertenecían, pues, a quintas inmediatas: el primero, a la de 1873; el segundo, a la de 1874. Quiterio y Manuel, además, eran primos, ya que hermanos eran sus respectivos padres, José y Manuel.

No obstante su similar origen, los devenires de las familias Hidalgo Díez e Hidalgo Montero fueron bien distintos, como distintas fueron sus actuaciones a la hora de encarar el problema de que su hijo fuera reclutado por el ejército, en virtud de la ley de quintas en vigor.

El contexto histórico de la España de 1873-1874 presentaba un panorama excesivamente belicista, por lo que merecería la pena cualquier esfuerzo que se realizara por evitar que un hijo fuera reclutado. En la península, el país se encontraba inmerso en la Segunda Guerra Carlista (1872-1876) y, en Ultramar, se encontraba en pleno desarrollo la primera de las tres guerras de independencia cubana, la "Guerra de los Diez Años" o "Guerra Grande" (1868-1878). Negro panorama para un pobre soldado: tendría que elegir entre morir a manos de un carlista, un rebelde cubano o una enfermedad tropical.


1. El quinto Quiterio Hidalgo Díez

Quiterio era el primogénito de los seis hijos (tres varones y tres mujeres) que José Hidalgo y Eduviges Díez trajeron al mundo. Desgraciadamente, ninguno de los cinco hermanos de Quiterio llegó con vida a aquel año de 1873, cuando Quiterio entró en quintas. Cuatro de los hermanos de Quiterio (Justa, Manuel, Julián y Petra) no habían sobrevivido a la niñez; y otra hermana (María) había fallecido en 1870, a los 11 años de edad. 

Por lo tanto, es más que entendible que José Hidalgo Espinosa, el padre de Quiterio, hiciera todo lo posible para que su primogénito y único hijo se librara de cumplir con el servicio militar. Quiterio pertenecía al reemplazo de 1873, fecha en la que cumplía 21 años.

Los asuntos relativos a las alegaciones presentadas por los mozos de quintas sorteados en los ayuntamientos correspondientes ("operaciones de reserva"), eran resueltos por la Comisión Permanente de la Diputación Provincial de Burgos, que celebraba sesiones con carácter extraordinario.

En el caso de Quiterio, fue su padre, José Hidalgo, el que presentó alegaciones a la posible clasificación de su hijo como soldado.

Primeramente, José Hidalgo alegó que su hijo padecía una enfermedad que le imposibilitaba realizar el servicio militar. La Comisión Permanente de la Diputación Provincial de Burgos, en su sesión ordinaria de 26 de julio de 1873, acordó que, como resultado del reconocimiento médico efectuado al citado mozo Quiterio Hidalgo, no se le detectó impedimento físico alguno que le incapacitara para el servicio. Por lo que se instaba a que el mozo Quiterio se presentara a ser reconocido en Caja el día 31 de agosto. El acuerdo se publicó en el Boletín del día 23 de agosto de 1873.


BOPBU, 23 de agosto de 1873


José Hidalgo Espinosa debió de llegar a la conclusión de que sería preferible utilizar métodos más contundentes para librar a su hijo Quiterio de la mili, y accedió al pago de la cuota por redención: 2500 pesetas de la época. Mucho dinero. Tanto que muchas familias que no disponían de dicha cantidad, tuvieron que endeudarse durante años para acceder a la misma. O vender alguna de sus preciadas parcelas. Ignoro si José tuvo que solicitar un crédito o acaso vender alguna de sus fincas para obtener el dinero necesario para librar de la mili a su hijo Quiterio, el caso es que pagó en forma y plazo. Así lo expresa el acuerdo de la Comisión Permanente, tomado en sesión extraordinaria de fecha 18 de febrero de 1874, publicado en el Boletín del día 25 de febrero. 


BOPBU, 25 febrero 1874 (error en el 2º apellido de Quiterio)

Existían bancos entre cuyos servicios destacaban los préstamos para el pago de las redenciones en metálico. Y compañías de seguros que publicitaban como producto estrella la póliza para el pago de las citadas redenciones.  Así estaban las cosas en los asuntos relativos a la prestación de servicios a la Patria.


El Reino (Madrid), 13 septiembre 1861

El Bien Público, 5 febrero 1874


Seis años más tarde, en 1880, Quiterio contraería matrimonio con una joven natural de Robredo Sobresierra, Florentina Fernández Gómez, con la que traería al mundo a ocho hijos, de los que solo cuatro alcanzarían la edad adulta. Tres de sus hijas fallecieron entre septiembre y octubre de 1893, a causa de la terrible epidemia de difteria que asoló Castilla en aquel año.

Quiterio fue juez de paz de Huérmeces durante los años finales del siglo XIX y secretario municipal durante los primeros años del siglo XX, en los tiempos del histórico alcalde Julián Díaz-Ubierna.

En los "Anuarios" de aquellos años de entre siglos, Quiterio aparece consignado como uno de los mayores propietarios de tierras y cosecheros de cereales de Huérmeces. También era propietario de tres viviendas sitas en el casco urbano del pueblo, en las calles Real y Solana.


Quiterio Hidalgo: secretario municipal, 12 diciembre 1901


Quiterio falleció en Huérmeces el 18 de marzo de 1930, a los 78 años de edad.


2. El quinto Manuel Hidalgo Montero

Manuel pertenecía al reemplazo de 1874, año en el que cumpliría 21 años. Era el tercero de cuatro hermanos, todos varones. Su hermano mayor, Mariano, tenía 29 años en 1874, y acababa de casarse con María Cruz Girón Arribas. Su segundo hermano, Pedro, de 24 años, se encontraba ya enrolado en el ejército. Por último, su hermano pequeño, Cipriano, tenía una edad de 17 años. 

Por su parte, los padres del mozo sorteado, Manuel y Petra, tenían una edad de 58 años. Una edad cercana a la de 60 años aunque, aún no sexagenaria.

El mozo Manuel Hidalgo Montero alegó diversas circunstancias eximentes, al objeto de evitar que se le declarara soldado en el próximo sorteo de quintas. El Boletín Oficial de la provincia publicó las resoluciones adoptadas para cada una de las alegaciones presentadas por Manuel; aparecieron publicadas entre el 21 de marzo y el 15 de abril de 1874 y constituyen una pequeña -y descorazonadora- crónica de una desestimación anunciada. 

Primeramente, Manuel Hidalgo Montero alegó que ya tenía un hermano en el ejército, que otro se había casado, y que su padre era pobre; por todo ello solicitaba que se considerara que poseía la condición de hijo único de padres pobres a los efectos legales. La Comisión, en la sesión del jueves 19 de febrero, acordó que Manuel presentara certificación de la existencia de un hermano en el ejército y de los demás extremos de la excepción que propuso.

La Comisión, en su sesión del lunes 16 de marzo, comprobó que, efectivamente, su hermano Pedro se encontraba sirviendo en el Batallón de Reserva de Toledo, aunque requirió a Manuel para que presentara justificación documental de su carácter de hijo único para los efectos legales, así como de la pobreza del padre y de la condición de casado de otro de sus hermanos [Mariano].


BOPBU, 21 marzo 1874


La Comisión, reunida en la sesión del jueves 23 de marzo de 1874, manifiesta que el mozo Manuel no ha procedido a justificar los extremos de la excepción que propuso (hijo único de padre sexagenario y pobre), por lo que acuerda que las presente para el sábado 28 de marzo a las 12 de la mañana; se le pide que presente justificación documental del matrimonio canónico y civil de su hermano [Mariano] y que comparezca para ser reconocido su otro hermano [Cipriano] de 17 años cumplidos.





En la sesión de la siguiente semana, celebrada el lunes 28 de marzo de 1874, se desestimó la condición de Manuel como hijo único en el sentido de la ley (sin hermanos mayores de 17 años aptos para el trabajo), ya que del reconocimiento efectuado a su hermano Cipriano se determinó que era apto para el trabajo. Por lo tanto, se declaraba definitivamente soldado al mozo Manuel Hidalgo.


BOPBU, 5 abril 1874


Al pobre Manuel no le había servido de nada tener ya un hermano sirviendo a la Patria [Pedro]; ni tener a otro recién casado [Mariano]; ni que su hermano pequeño tuviera 17 años recién cumplidos [Cipriano]. Nada se dice de la supuesta condición de pobre que pudiera presentar el padre, por lo que supongo que no pudo -o carecía ya de importancia- adjuntar justificación al efecto. 

La burocracia, casi siempre, es implacable con los pobres. Suponemos que el padre de Manuel no disponía de 2500 pesetas ni manera de conseguir esa importante cantidad de dinero. Quizás ni siquiera pudo plantearse la posibilidad de vender alguna finca. Probablemente prefirió resignarse a su suerte o a su sino: entregaría otro hijo a la Patria, esa "madre" siempre insaciable, sobre todo con los más débiles.

No parece que Manuel viera el asunto de la misma manera que su padre, ya que pocos días después aparece un explícito anuncio en el Boletín Oficial, ahora emitido por el Gobierno de la Provincia de Burgos (cuando el emisor de un anuncio oficial pasaba a ser el Gobierno Civil en lugar de la Diputación Provincial, nada bueno se vislumbraba en el horizonte).


BOPBU, 15 abril 1874

Nos agradaría suponer que, tras aquella circular de abril de 1874 que le declaraba en busca y captura, el mozo Manuel Hidalgo -ya en su condición de prófugo- hubiera logrado escapar de las garras del ejército, bien huyendo a América (camino del Alto la Cruz arriba, con un destino fijo en la cabeza: el puerto de Santander), bien echándose al monte (uniéndose a una partida carlista). 

Pero la realidad suele ser más prosaica y, en muchas ocasiones, también escasamente sensible a ensoñaciones románticas o idealistas. No sabemos si Manuel se presentó a las autoridades provinciales o si fue entregado a las mismas por algún alcalde ansioso por congratularse con el poder, el caso es que Manuel Hidalgo falleció en Huérmeces el 14 de mayo de 1876, dos años después de ser declarado en busca y captura; Manuel tenía 22 años de edad; en el apunte funerario se dice que su fallecimiento fue debido a una "tabes mesentérica" (una enfermedad pulmonar, tipo tuberculosis).

Quizás Manuel fuera enviado a un destino peninsular, dentro de la dinámica de la guerra carlista en marcha; quizás fuera enviado a Cuba, y que regresara a la península ya enfermo. No he logrado averiguarlo.

Las  desgracias para la familia Hidalgo Montero no acaban aquí ya que, tres años más tarde falleció Cipriano, el hermano menor de Manuel. Al igual que éste, Cipriano murió a los 22 años de edad. No tuvieron mucha suerte los dos hijos menores de Manuel y Petra.

Petra falleció en 1881, a los 65 años de edad. Su marido, Manuel, falleció en 1887, cuando contaba con 71 años de edad.


APUNTES GENEALÓGICOS

A. El quinto Quiterio

  • Quiterio Hidalgo Díez (Huérmeces, 1852-1930)

Hermanos Hidalgo Díez (todos nacidos en Hces):

  1. Quiterio (1852-1930)
  2. Justa (1855-1859)
  3. Manuel (1857-1858)
  4. María (1859-1870)
  5. Julián (1862-1863)
  6. Petra (1864-1865)

Abuelos paternos:

  • Manuel Hidalgo Porras (Basconcillos del Tozo)
  • Andrea Espinosa Fontúrbel (Hces, 1793)
Abuelos maternos:
  • Manuel Díez (Castrillo de Rucios)
  • Rafaela Alonso (Castrillo de Rucios)
Padres:
  • José Hidalgo Espinosa (Hces, 1821-1895)
  • Eduviges Díez Alonso (Castrillo de Rucios, 1825-Hces, 1884)

Esposa:

  • Florentina Fernández Gómez (Robredo Sobresierra, 1854)

Hijos Hidalgo Fernández (todos nacidos en Hces):

  1. Emilio (1881)
  2. Aureliano (1883)
  3. Casilda (1885-1893)
  4. María (1887-1893)
  5. Claudia (1889-1893)
  6. Amancia (1892)
  7. Francisco (1894)
  8. Isabel (1896-1897)
[una vez mas, conviene recordar que las tasas de mortalidad infantil de la época alcanzaban valores muy altos, de tal manera que apenas la mitad de los nacidos llegaba a la edad adulta] 

De los ocho hijos de Quiterio y Florentina, cuatro niñas fallecieron en plena infancia (Casilda, María y Claudia, durante la terrible epidemia de difteria, entre febrero y marzo de 1893; Isabel, años más tarde); del resto, únicamente Francisco llegó a establecerse definitivamente en Huérmeces, heredando la próspera hacienda labradora de su padre. Se casó con Avelina Hidalgo San Martín (Montorio, 1901) y trajeron al mundo a ocho hijos.

El primogénito de Quiterio, Emilio, también se había asentado en el pueblo, regentando una tienda de comestibles (sita en la casa luego denominada "Tienda-taberna de la Terreplena", hoy sede municipal), aunque falleció a la temprana edad de 44 años, lo que ocasionó que su mujer, Rosario Conde Martínez (Peñahorada, 1888) y sus seis hijos abandonaron el pueblo.

  

B. El quinto Manuel

  • Manuel Hidalgo Montero (Huérmeces, 1853-1876)
Hermanos Hidalgo Montero (todos nacidos en Hces):

  1. Mariano (1845)
  2. Pedro (1849)
  3. Manuel (1853-1876)
  4. Cipriano (1856-1879)
Abuelos paternos:
  • Manuel Hidalgo Porras (Basconcillos del Tozo)
  • Andrea Espinosa Fontúrbel (Hces, 1793)
Abuelos maternos:
  • Victoriano Montero Pérez-Aguilar (Hces, 1784)
  • Lorenza Díaz-Tudanca Ornilla (Hces, 1792)
Padres:
  • Manuel Hidalgo Espinosa (Hces, 1816-1887)
  • Petra Montero Díaz-Tudanca (Hces, 1816-1881)


De los cuatro hermanos Hidalgo Montero, únicamente los dos mayores, Mariano y Pedro, vivieron el tiempo suficiente para conformar una familia, estableciéndose en Huérmeces. La vida apenas concedió 22 años de plazo tanto al coprotagonista de este post, Manuel, como a su hermano pequeño, Cipriano.

Mariano Hidalgo Montero se casó en 1874 con Mª Cruz Girón Arribas (Hces, 1839) y tuvieron cuatro hijos, uno de los cuales, Santiago Hidalgo Girón (Hces, 1870) se casó con Beatriz San Martín Sáez (Hces, 1876) y tuvieron siete hijos, uno de los cuales, Avelina Hidalgo San Martín (Montorio, 1901) se estableció en Huérmeces, al casarse con Francisco Hidalgo Fernández (Hces, 1894). Para acabar de cuadrar el círculo, cabe añadir que Francisco era hijo de Quiterio.

Por su parte, Pedro Hidalgo Montero se casó en 1895 (a la avanzada edad de 45 años) con María Ubierna Fuentes (Mansilla, 1863) y tuvieron dos hijos, Basilisa (1896) y Segundo (1899). Pedro falleció en 1900 y María contrajo segundas nupcias con Pedro González Varona (La Nuez de Abajo, 1876), trayendo al mundo a cuatro hijos: Gregorio (1902), Maximina (1906), Mª Mercedes (1909) y Serafín (1914). Únicamente Gregorio González Ubierna se estableció inicialmente en Huérmeces, al casarse con Rosario Pérez Santa María (Quintanilla Pedro Abarca, 1902), aunque la familia (con tres hijos) abandonó el pueblo entre 1936 y 1940.


FUENTES

[BOPBU: Boletín Oficial de la Provincia de Burgos]
  • BOPBU-23-08-1873: desestimación de la alegación de padecimiento físico del mozo Quiterio Hidalgo, presentada por su padre José Hidalgo
  • BOPBU-25-02-1874: acreditación del pago de 2500 pesetas en concepto de redención a metálico, para el mozo Quiterio Hidalgo Crespo [Díez]
  • BOPBU-01-03-1874: relación de cartas de pago remitidas a la Comisión Permanente de la Diputación Provincial, acreditando la redención del servicio militar verificada por quince mozos de la reserva, entre los que se encuentra Quiterio Hidalgo Crespo [Díez]
  • BOPBU-21-03-1874: estimación de la condición de tener un hermano sirviendo en el ejército para el mozo Manuel Hidalgo Montero; petición de documentación justificativa para el resto de alegaciones
  • BOPBU-02-04-1874: solicitud de justificación documental relativa al matrimonio de otro hermano del mozo Manuel Hidalgo Montero, y citación para comparecencia de otro hermano de 17 años de edad, para su reconocimiento físico
  • BOPBU-05-05-1874: declaración definitiva de soldado para el mozo Manuel Hidalgo, al ser declarado apto para el trabajo su hermano Cipriano, de 17 años de edad
  • BOPBU-15-04-1874: circular del Gobierno de la Provincia de Burgos, por la que se ordena la busca y captura del quinto Manuel Hidalgo Montero, para que sea puesto a disposición del Gobernador Militar de Burgos
  • BOPBU-04-04-1876: publicidad de una empresa de sustitución de quintos radicada en Granada y con delegaciones y representaciones en las principales ciudades del país (en Burgos, su representante era Cayetano Restituto Tejada, procurador de los tribunales y cuya agencia de negocios se ubicaba en la calle de la Puebla nº 1)





  • Archivo Diocesano de Burgos: Parroquia de San Juan Bautista de Huérmeces: Libro de Finados VI (1852-1880), Libro de Finados VII (1881-1915)