lunes, 28 de diciembre de 2015

Las ermitas de San Vicente y Santorcaz



La ermita de Cuesta Castillo tiene, probablemente, un origen que se remonta a principios del siglo XVI. Y antes de ella hubo otras. Como mínimo, otras cuatro.





Puede que los mayores hayan oído hablar de la ermita de La Blanca, situada a la izquierda del camino que comunica los puentes Vega y Miguel, más cerca de este último. Al arar cada año la finca en la que supuestamente se encontraba la ermita, al lado de la huerta de Patricio, aún aparecen abundantes restos de teja y cerámica. En realidad, esta ermita era la antigua iglesia parroquial de Santa María del barrio de La Parte, el asentamiento original de Huérmeces

En el paraje de San Miguel, muy cerca de Cuesta Castillo, dicen que también hubo una ermita. De hecho, el lugar es muy abundante en enterramientos altomedievales.

Pero parece ser que existieron, y como mínimo hasta finales del siglo XV, otras dos ermitas más:

  • En San Vicente, unos dos kilómetros y medio al NW del pueblo, en la elevada y desarbolada meseta caliza que asoma sobre el Úrbel
  • En Santorcaz, dos kilómetros al SSW, justo en la raya con Santibáñez, entre el río y el camino de La Nuez.

Un documento de 1489, conservado en el Archivo Histórico de la Catedral de Burgos (1), habla de la necesidad de reparar la ermita de San Vicente, y a tal efecto, los capellanes de la catedral acuerdan dar a censo al concejo del lugar el molino y heredades de Huérmeces, por 25 fanegas de pan, con la condición de que 5 de ellas se utilicen en dicha reparación.

San Vicente desde el Alto de Ruyales

San Vicente desde el otro lado, desde Itero


La ermita de San Vicente se levantaría, quizás, en los primeros tiempos de la repoblación (finales del siglo IX, principios del X), aprovechando en parte la abundancia de piedras del lugar, ya que allí mismo existió un extenso castro prerromano. Los dos corrales existentes hoy en día se levantaron con los restos de la muralla del castro y, quizás, también con los de la ermita.
Tampoco podemos descartar la posibilidad de que la ermita se levantara en terreno más protegido, en el vallejo que delimita San Vicente por el S-SW, Valdefrailes. El propio nombre del vallejo denota algún tipo de asentamiento humano. 

Uno de los dos corrales existentes en San Vicente. Quizás alguna de sus piedras formó parte de la ermita homónima

Acceso a la meseta de San Vicente, desde el lado de Valdefrailes


Otro documento conservado en dicho archivo (2), y datado en la misma fecha, también habla de dar a censo las propiedades anteriores, al objeto de que otras 5 fanegas de lo obtenido se dediquen a la reparación de otra ermita sita en el término de Huérmeces: la de Santorcaz (San Torcuato)

Santorcaz y parte de la vega del Urbel desde El Páramo


En las labores realizadas durante los trabajos de Concentración Parcelaria, a mediados de los años setenta, en el término vecino de San Pedrillo (al otro lado del río), las máquinas arrasaron multitud de grandes piedras finamente labradas, pertenecientes a antiguos enterramientos medievales, seguramente realizados al calor de la cercana ermita. Por eso, en algún documento, esta ermita de Santorcaz se denomina de San Pedro.




NOTAS

(1)   Archivo Histórico de la Catedral de Burgos, RR-29, folios 113V-114 (19 de agosto de 1489)
(2)   Archivo Histórico de la Catedral de Burgos, RR-29, folios 111V (10 de agosto de 1489)


La ermita de San Vicente pudo levantarse en el centro de la meseta o en su extremo septentrional, junto a la muralla del castro prerromano; un poco alejada del pueblo, pero en un lugar solitario y con buenas vistas

 

Para consultar documentos del Archivo Histórico de la Catedral de Burgos:

lunes, 21 de diciembre de 2015

La fiesta de Los Corazones



En los países católicos, el viernes y sábado posteriores al segundo domingo de Pentecostés se celebra solemnemente el culto a los Sagrados Corazones de Jesús y María.

En la práctica, ambos "corazones" se celebraban el mismo día. Durante esa doble celebración, en España arraigó la costumbre de vestir de “ángeles” a los niños más pequeños de cada parroquia.

En Huérmeces -y en la mayor parte de los pueblos de la zona- la celebración incluía la correspondiente procesión. En este caso, el recorrido discurría por los tres barrios del pueblo (Arroyuelo, Vega y Mercado), con las dos imágenes portadas por hombres (Corazón de Jesús) y mujeres (Corazón de María).

A veces, como se observa en una de las fotografías, se hacía coincidir la celebración de "Los Corazones" con alguna Primera Comunión.

Dado que la fiesta patronal de Huérmeces se celebraba el día de San Juan (24 de junio), y que la fiesta de Los Corazones podía caer una o varias semanas antes de dicho santo, puede considerarse que junio era el mes fiestero por excelencia en esta parte del mundo. Luego llegarían el verano y las duras labores de cosecha.


Las cuatro fotografías que acompañan esta entrada datan de finales de los años sesenta y primeros setenta del siglo pasado, y fueron tomadas por Purificación Garrido, maestra en Huérmeces durante aquéllos años.

El párroco, Alejandro García, con los "ángeles" en la fiesta de Los Corazones de 1966



Fiesta de Los Corazones, año 1968-1969

lunes, 14 de diciembre de 2015

Un pueblo con muchos curas




Hasta los tiempos de la desamortización de Madoz (1855), varios eran los curas que residían en el pueblo y que cobraban de sus vecinos, bajo la fórmula de impuestos religiosos (diezmos y primicias) o de cobros por ejercicio de culto (derechos de estola).

La abundancia de curas dependía no sólo de la demografía y riqueza del lugar, que también de la existencia de familias pudientes y pías que fomentaran y financiaran actividades de culto complementarias (capillas en palacios, ermitas, hospitales, etc.)  

En los tiempos del Catastro de Ensenada (1752) había seis curas beneficiados en Huérmeces; un siglo más tarde, en 1850, aún residían en el pueblo un cura párroco, tres beneficiados enteros y un sacristán.

El cura párroco es el encargado del servicio religioso en una parroquia; los curas beneficiados son todos los perceptores de los derechos comentados anteriormente, y podían ser varios en cada parroquia; un cura capellán es el coadjutor o ayudante de la parroquia; un cura ecónomo es el sustituto temporal del párroco; un sacristán es la persona (laica o religiosa) que asiste al sacerdote en las labores de cuidado y limpieza de la iglesia, la sacristía y los objetos sagrados, así como en la preparación de todo lo necesario para la celebración de la misa.

En la tabla siguiente se han consignado únicamente los nombres de los curas párrocos o de los curas beneficiados con más apariciones en los libros de bautizos, matrimonios y difuntos; para calcular el número total de curas que han pasado por Huérmeces habría que añadir capellanes, ecónomos, fabriqueros, coadjutores, etc.



Cura párroco o cura beneficiado más destacado
Años de servicio en Huérmeces
Gonzalo López Díaz
1611-1654
43
Juan Díaz de Agustín
1654-1680
26
Pedro Díaz de Mata
1680-1704
24
Marcos de Fontúrbel
1704-1708
4
Juan Antonio Sarmiento
1708-1720
16
Pablo Díaz de Villalvilla
1720-1755
35
Manuel Varona
1756-1773
17
Juan Alonso de Güemes
1773-1776
3
José de Espinosa
1776-1808
31
Manuel Martín Varona
1779-1785
6
Francisco Díaz de Tudanca
1808-1824
16
Patricio Díaz de Ubierna
1831-1844
13
Pedro Alonso de Güemes
1824-1844
20
Manuel de Mata
1844-1852
8
Florentín Díaz Ubierna
1852-1899
47
Juan Espinosa Lomas
1899-1902
3
Eusebio Arroyo Dorao
1902-1926
24
Félix López Hidalgo
1926-1957
31
Carmelo Vega Ortega
1957-1960
2
Alejandro García González
1960-1967
8
Celestino Peña González
1967-1968
1
Santos Cidad Muñoz
1968-2001
33
Martín Revilla Martínez
2001-2007
4
Alfredo Presencio del Diego
2007-2008
1
Pablo Puente Santidrián
2008-



Durante un período tan largo de tiempo, muchos son los curas que han pasado por Huérmeces. Y estos curas que, aunque tengan hilo directo con lo divino, no dejan de ser más que humanos, han dejado en el pueblo su impronta y sus recuerdos, unos buenos y otros malos.

En 1421, Juan Maté, clérigo de Huérmeces, fue demandado por el fiscal de Burgos, García Fernández, por haber mordido a su vecino en el dedo hasta hacerle sangrar, siendo testigo de la agresión el arcipreste de Río Urbel. (1)


Alejandro García, párroco de Huérmeces (1959-1966), tras una celebracion en la ermita de Cuesta Castillo (Junio 1962)



A Pablo Díaz de Villalvilla, cura párroco de Huérmeces (1720-1755) durante los años en los que se realizó la pesquisa para el denominado Catastro de Ensenada (1752), le tocó hacer de testigo en multitud de declaraciones de vecinos y pleitos del concejo.

En 1782, Fermín Montero, cura beneficiado de Huérmeces, informa sobre la necesidad de agrandar las trojes del lugar, que ha pasado de 50 a 87 vecinos, por lo que se diezma más grano y ya no cabe. (2)

En marzo de 1810, Manuel Martín Varona, cura párroco de Huérmeces entre 1779 y 1785, escribe una carta al Cabildo Catedralicio en la que da parte de lo que tenía en su poder y de lo que le robaron las tropas francesas en el saqueo del pueblo, acaecido en noviembre de 1808. (3)

En marzo de 1817, el Cabildo concede a Manuel Martín Varona, una rebaja de 4000 reales en la deuda que tiene con el mismo, en atención a sus buenos servicios. (4)

Manuel fallecería en enero de 1828, en su condición de cura jubilado de Huérmeces, tras muchos años de servicio en el pueblo.

En enero de 1814, Francisco Díaz de Tudanca, cura beneficiado y fabriquero de la parroquia de Huérmeces (1808-1924), pide al Cabildo ornamentos para su iglesia, ya que el saqueo de las tropas francesas la ha dejado pelada, y han tenido que bajar a celebrar misa en la capilla del palacio de la marquesa de Fuente Pelayo. (5)

Francisco fallecería en mayo de 1845, como cura jubilado, tras muchos años en el pueblo; sus padres eran naturales de Huérmeces (Juan Díaz de Tudanca) y Las Hormazas (Martina González).

Eusebio Arroyo Dorao (Burgos, 1875 - Villadiego, 1938) párroco de Huérmeces entre 1902 y 1926, fue un cura con variadas inquietudes culturales, así como destacado miembro del entonces incipiente movimiento esperantista (Huérmeces y el esperanto). Don Eusebio llegó a Huérmeces muy joven, con apenas 26 años, y abandonó el pueblo, camino de su nuevo destino (Villadiego) con 50. Sus padres, Manuel y Agapita, descansan en el cementerio de Huérmeces, dónde aún resultan legibles sus nombres, grabados sobre la cruz correspondiente. 



Santos Cidad, párroco de Huérmeces (1968-2003), durante la procesión de San Juan, a principios de los años setenta


En la memoria de todos los lugareños, ocupa un lugar destacado -y no para bien-Félix López Hidalgo (Villanueva de Argaño, 1894 - Burgos, 1973), cura párroco de este pueblo durante 31 larguísimos años (1926-1957).

Don Félix llegó a Huérmeces, procedente de Cañizar de los Ajos, en plena dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Como otros muchos religiosos, asistiría asustado a la llegada de la Segunda República (abril 1931) y a las noticias relativas a la quema de conventos (mayo 1931). También le marcarían los episodios anticlericales –especialmente en Cataluña y Madrid- acaecidos durante la cruenta Guerra Civil (1936-1939), por lo que contemplaría aliviado la llegada del nuevo régimen nacional-catolicista.

En los duros años de la postguerra, algunos curas se auto envistieron -con el apoyo incondicional del nuevo régimen- de amplios poderes sobre la población, y los años de resentimiento almacenados por algunos clérigos se desbordaron con facilidad. Don Félix fue uno de ellos.

A don Félix, tras partir hacia su siguiente destino (Tardajos), le siguieron dos curas jóvenes que pronto hicieron olvidar aquellos penosos años:

Carmelo Vega
Carmelo Vega Ortega (Burgos, 1934-2013), ordenado sacerdote en 1957, Huérmeces fue su primer destino; aunque estuvo en el pueblo poco más de un par de años (1957-1959), dejó muy buen recuerdo en Huérmeces. Ya desde el principio destacó por sus inquietudes culturales, en especial hacia todo lo relacionado con la música. De Huérmeces partió hacia la capital provincial, en la que fue párroco de varias iglesias. Años más tarde, fue párroco de La Nuez de Abajo, Lodoso, Zumel y Miñón.
Le sustituyó en el cargo Alejandro García González (Los Ausines, 1934 - Burgos, 2020). Ordenado sacerdote en 1959, Huérmeces fue su primer destino, ejerciendo de párroco del pueblo durante ocho años (1960-1967). En 1961 se levantó la nueva casa rectoral, en el mismo solar que ocupaba la vieja, en el número 20 de la calle de La Plaza, entre las casas de Bienvenido y Santos. Don Alejando pasó un tiempo en la misión de Chillán (Chile) y, al volver a España, fue párroco de Valles de Palenzuela, así como delegado de Misiones.



NOTAS

Archivo Histórico de la Catedral de Burgos:

1-RR-7, folio 43 (30/05/1421)
2-RR-117, folios 105-106 (16/12/1782)
3-RR-126, folios 192v-197 (2 de marzo de 1810)
4-RR-128, folio 226 (17 de marzo de 1817)
5-RR-127, folios 135-136 (14 de enero de 1814)


Consulta de documentos del Archivo Histórico de la Catedral de Burgos:

lunes, 7 de diciembre de 2015

La ladera de los colchones perdidos



En la ladera SW del vallejo de Valdefrailes, al lado del camino que desciende desde el alto de la carretera de Ruyales, existe un mágico rincón que guarda un singular misterio: cuatro o cinco colchones yacen extendidos por una superficie aproximada de no más de 200 metros cuadrados.

Tantos años llevan ya en el mismo lugar que apenas resultan reconocibles fundas ni espumas, habiendo quedado reducidos sus restos a un mero armazón metálico de muelles y traviesas.



¿A qué puede deberse esta anómala concentración de viejos colchones en el mismo paraje? Los expertos barajan dos hipótesis, ambas altamente improbables pero con un indudable y atractivo regusto poético.

La primera cuenta que, hace años, una mañana de fortísimo Aire de Abajo, algún vecino descuidado habría dejado abiertas de par en par las ventanas de sus alcobas, para que se airearan, y por azares de las corrientes eólicas, todos sus colchones acabaron por ser succionados y transportados hasta este apartado paraje.



La otra, no menos interesante, habla de un solitario y solidario amante del senderismo que pensó en el paraje como lugar idóneo para extender unos cuantos colchones viejos –hasta entonces de su propiedad- en los que futuros excursionistas pudieran asentar sus posaderas, echarse una siestecita o lo que surgiera.

De hecho, muchos años después, el camino se convertiría en parte del sendero PRC-BU 57 “Cuevas de Valdegoba”, por lo que hay que reconocer que el supuesto donante de colchones tuvo cierta visión de futuro.

Además de colchones, también pueden encontrarse una gran variedad de objetos con solera: una maleta de madera, un pote granate, varias latas de pequeño tamaño y una lata grande de pimentón. Presencias todas ellas que hacen que tome fuerza la hipótesis de ancestrales corrientes eólicas con gran poder succionador.





En la misma ladera de los colchones perdidos existió, hasta hace pocos años, un desvencijado seat seiscientos blanco. Desgraciadamente, su esqueleto metálico acabó siendo presa fácil de un insaciable e insensible chatarrero –seguramente, el mismo que arrampló con la vespa del Camino de Castrillo- que no supo apreciar la magia del lugar.

El caso es que entre armazones y muelles metálicos de colchón, potes, latas y chatarras varias, las brújulas solían volverse locas en esta peculiar ladera, y antaño más de un senderista perdió el norte en días de niebla.

Caminante que recorres la ruta PRC-BU 57: cuando pases por este tramo, y aunque tu moderno GPS no lo capte, recuerda que caminas por un lugar mágico y misterioso, que merece tu respeto y asombro. Y eso sí, si deseas utilizar los colchones para tomarte un respiro en tu camino, procurar llevar una buena esterilla que haga de intermediaria entre tus huesos y los oxidados muelles.



Información sobre la ruta PRC-BU 57 "Sendero de Valdegoba": ver en el excelente blog Sendas de Burgos, el post recién sacado del horno:

http://sendasdeburgos.blogspot.com.es/2015/12/sendero-de-valdegoba.html


Aspecto original de la vieja lata de pimentón, antes de acabar sus días en la ladera de los colchones perdidos

lunes, 30 de noviembre de 2015

Huérmeces y el esperanto



El esperanto es una lengua artificial materializada oficialmente en 1876 por el oftalmólogo polaco Lázaro Zamenhof, con la esperanza de que se convirtiera en la lengua auxiliar internacional, en la lengua franca universal.

Ese año de 1876, Zamenhof, bajo el pseudónimo de Doktoro Esperanto (Médico Esperanzado), publicó la obra La Lingvo Internacia (La Lengua Internacional), en la que se describían las características del nuevo idioma. La segunda palabra del pseudónimo acabó por convertirse en el nombre del nuevo idioma, y a su manual se le acabó por denominar Unua Libro (Primer Libro).

Zamenhof creó el vocabulario esperantista a partir de varios idiomas, aunque adaptando las palabras a las reglas del esperanto (en cuanto a terminaciones y pronunciación). Gran parte del nuevo vocabulario procedía del latín y de las lenguas romances (principalmente francés e italiano), con alguna aportación de lenguas germánicas (alemán e inglés), eslavas (ruso y polaco), antiguo griego y algo de hebreo.

Su gramática se basa en 16 reglas gramaticales sin excepciones, con un alfabeto fonético (a cada letra le corresponde un solo sonido), una estructura muy regular y un carácter aglutinante (construye palabras de forma sistemática, a partir de raíces, prefijos y sufijos).

Por todo ello, el esperanto es, en principio, un idioma de aprendizaje rápido y sencillo; mucho más sencillo que el inglés, sobre todo para los hablantes de lenguas latinas.

El esperanto arrancó con fuerza en aquellas postrimerías del siglo XIX, especialmente en Europa, América del Norte, China y Japón, zonas geográficas con floreciente comercio y muy interesadas en el desarrollo de una lengua franca.

Aunque el movimiento esperantista atrajo a personas de todas las clases sociales e ideologías, su mayor difusión se produjo entre los miembros de la pequeña burguesía y élite cultural: comerciantes y profesionales liberales sobre todo, con puntual participación de clérigos progresistas y alta oficialidad militar.

En España, el esperanto adquirió fuerza en Levante, y se fundaron las primeras asociaciones esperantistas en Murcia (1902), Valencia (1903), Teruel, Manresa, Cardona y Toledo (1904).

En Burgos se creó en 1906 el Centro Esperantista Burgosa, presidido por Manuel Esteban Sáenz, muy activo en la organización de cursos, con la ayuda del tipógrafo José María Polo. El Castellano, diario editado en la capital, también colaboraba con el movimiento esperantista en sus inicios. 




La Sociedad Española para la Propaganda del Esperanto (Hispana Societo por la Propagando de Esperanto) editó en 1906 y 1907 sendos anuarios en los que venían relacionados los nombres de los socios, las asociaciones provinciales, los socios honoríficos, las cuentas y estatutos de la sociedad, los establecimientos comerciales que admitían correspondencia en esperanto, cursos de esperanto, prensa escrita colaboradora, etc.

En el anuario (Jarlibro) de 1906 vienen consignados los nombres de sus entonces 350 miembros (Nomaro de la Anoj); de esos 350 socios, cuatro residían en la provincia de Burgos; de esos cuatro, dos lo hacían en Huérmeces: 

- Socio nº 349: Eusebio Arroyo Dorao, (Burgos, 1875): párroco del pueblo durante 24 años (1902-1926). Llegó a Huérmeces con 27 años de edad, siendo nuestro pueblo su primer destino como sacerdote.

- Socio nº 236: Rogelio Pérez Domingo, (Ibeas de Juarros, 1873): médico de Huérmeces durante 19 años (1897-1915). Llegó a Huérmeces con 24 años de edad, siendo nuestro pueblo también su primer destino.






Dado que don Rogelio posee un número de socio más antiguo que don Eusebio, es posible que fuera el médico el que introdujera al cura en la Sociedad Esperantista. Puede que el médico conociera de antemano a Manuel Esteban, el alma máter del movimiento esperantista burgalés.

Quizás don Eusebio, el cura, impartiera algunas clases de esperanto a los niños de la escuela; quizás don Rogelio, el médico, lograra que algún otro vecino con inquietudes mostrara interés por la nueva lengua.

La historia posterior del esperanto es de todos conocida: el poderío comercial, económico y político del mundo anglosajón acabó por imponerse y su lengua, el inglés, también. 


Un texto en esperanto: Prólogo (Antauparolo) del Anuario de 1906


Desconozco si hay alguien que hable esperanto en el Huérmeces de hoy, pero es justo recordar que, a principios del siglo XX, dos vecinos del pueblo, un joven cura y un no menos joven médico, además de cuidar de almas y cuerpos, dedicaron parte de su tiempo a pregonar las virtudes de un idioma también joven y, por entonces, con todo un futuro por delante.




En 2017 se celebrará en primer centenario de la muerte de Lázaro Zamenhof, Doktoro Esperanto, y a tal efecto el movimiento esperantista realizará multitud de actividades conmemorativas, alguna de ellas bajo el paraguas de la UNESCO.

Se estima que en la actualidad son capaces de hablar y entender correctamente el esperanto un mínimo de unas 200.000 personas en todo el mundo.


APUNTES BIOGRÁFICOS

Rogelio Pérez Domingo (Ibeas de Juarros, 1873-Pineda de la Sierra, 1952); casado con Maura Benito Robles (Villanueva de Puerta, 1882); dos hijos: Elena Beatriz (Hces, 1911) y José (Hces, 1913); fue médico de Huérmeces durante 19 años (1897-1916); aplicado estudiante en el Instituto de Burgos, cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Valladolid, obteniendo el título correspondiente en 1897; Huérmeces constituyó su primer destino; después de nuestro pueblo, estuvo destinado en Rioseras (1916-1924) y Sotresgudo (1924-1947), pueblo en el que se jubiló; en 1912 publicó una obra que tuvo cierta repercusión en los círculos médicos de la época: "El malestar de la clase médica" (Imprenta y Librería de Hijos de Santiago Rodríguez, Burgos); ya jubilado, falleció en Pineda de la Sierra, pueblo en el que trabajaba su hija Elena Beatriz, a la edad de 79 años.

Eusebio Arroyo Dorao (Burgos, 1875-Villadiego, 1938); fue párroco de Huérmeces durante 24 años (1902-1926); en Huérmeces fallecieron sus padres, Manuel Arroyo Arias (Los Ausines) y Agapita Dorao Peña (San Miguel de Cornezuelo, 1848), en 1923 y 1910, respectivamente; sus hermanas menores, Teodora (Burgos, 1888) y Consuelo (Burgos, 1890), contrajeron matrimonio con sendos vecinos faroles, Mauricio Ubierna Luis (Hces, 1887) y Mariano Crespo García (Hces, 1890), estableciéndose las parejas en Baracaldo y Huérmeces, respectivamente. Don Eusebio falleció en Villadiego, a la edad de 63 años, ejerciendo como titular de la parroquia de Santa María. Huérmeces y Villadiego fueron sus dos únicos destinos como párroco.


MAS INFORMACIÓN:

Federación Española de Esperanto:


Museu d’Esperanto de Subirats (MES):

http://museuesperanto.org/

Un blog en Esperanto y sobre el Esperanto: