Nueve de la mañana: el rebaño de 900 ovejas cruza el Urbel por el Puente Miguel, y enfila la ladera del Páramo por el primer repecho del Camino Tremello; a partir de allí, campo a través, las ovejas comienzan a dar cuenta de los -este año- escasos pastos otoñales.
El rebaño, conducido por Jose, su pastor, con la inestimable ayuda de su fiel Moro, alcanza las rastrojeras y pastizales del páramo, en dónde pasarán gran parte de la jornada. Tiempo más que de sobra para pensar y recordar, evocando tiempos pasados, sin duda muy diferentes de los actuales.
Muchas cosas han cambiado en la vida de un pastor actual en relación con la que llevaron sus antepasados.
La fundamental quizás sea que el pastor de hoy es el dueño del rebaño, no trabaja para otros, y ha acabado por convertirse en un ganadero más. Un tipo especial de ganadero, eso sí.
Atrás han quedado los tiempos en que el pastor se ajustaba de pueblo en pueblo, llevando una vida itinerante, sin asentarse en ningún lugar, cuidando de los ganados de los vecinos del pueblo de turno. De las ovejas, borros, bueyes, jatos, caballos... De corral en corral, pasando varias noches al raso, o en un mísero caseto, siempre pendiente del lobo. (1)
Atrás han quedado los tiempos en que el pastor se ajustaba de pueblo en pueblo, llevando una vida itinerante, sin asentarse en ningún lugar, cuidando de los ganados de los vecinos del pueblo de turno. De las ovejas, borros, bueyes, jatos, caballos... De corral en corral, pasando varias noches al raso, o en un mísero caseto, siempre pendiente del lobo. (1)
Tampoco hay que desdeñar los avances tecnológicos que han hecho mucho más fácil la vida del pastor moderno. Entre otros, el iphone, el land rover y el goretex.
Gracias al teléfono móvil, el pastor está localizable a cualquier hora y en cualquier lugar. Si es necesario, su familia puede ir a buscarle a la hora de la comida, mientras el rebaño queda al cuidado de los perros.
A la hora de la siesta, a la sombra de un majuelo, el pastor navega con su smart phone, buscando buenos machos para su rebaño, o negocia el precio del lechal con un cliente de Burgos.
Aunque caigan chuzos de punta, sus pies se mantienen secos todo el día. Y su ropa térmica no teme al viento del norte. Y no se considera baladí ponerse protector solar en la cara, sobre todo en verano.
"El oficio de pastor en nuestra tierra se pierde en la noche de los tiempos. Antes de que se configurasen las actuales fronteras y países, antes incluso de que árabes, romanos o visigodos intentasen, con mayor o menor éxito, conquistar este territorio, el pastoreo era ya una actividad con una larga tradición". (2)
"El oficio de pastor en nuestra tierra se pierde en la noche de los tiempos. Antes de que se configurasen las actuales fronteras y países, antes incluso de que árabes, romanos o visigodos intentasen, con mayor o menor éxito, conquistar este territorio, el pastoreo era ya una actividad con una larga tradición". (2)
A pesar de tanta solera, existen elementos del pastoreo que apenas han variado en los últimos cinco mil años. Los perros pastores, en estrecha relación con su amo, siguen siendo un factor fundamental para el manejo del rebaño. Un buen perro puede ahorrarle al pastor mucho tiempo, trabajo y disgustos.
Un obediente border collie y un par de molosos mastines son suficientes para conducir al rebaño y protegerlo de los escasamente asustadizos lobos de hoy en día.
La raza ovina ideal para estos lares sigue siendo la churra. Loables intentos para introducir otras razas han acabado en el más absoluto de los fracasos. La churra está adaptada a las cuestas, fríos y terrenos pedregosos de la comarca.
Por obligación normativa, todas las ovejas disponen de identificación auricular (el clásico crotal plástico de color amarillo), e incluso de un microchip. Pero ninguna nueva tecnología ha superado aún a la esquila de bronce de toda la vida en cuanto a capacidad para mantener al rebaño unido y al pastor informado de sus movimientos. Suelen portar esquila o cencerro el 10% de los animales del rebaño. Un número superior seria innecesario y, además, antieconómico. Una esquila de bronce, con su correspondiente collar de cuero, puede alcanzar un precio de entre 15 y 20 euros.
El ciclo de la vida, al compás de las estaciones, sigue su curso, y en un buen año se alcanzan casi dos corderos por oveja, lo que implica mantener al rebaño bien cuidado y alimentado. Jose prefiere no concentrar los partos en las primeras semanas del invierno, cerca de Navidad. El enorme esfuerzo en tiempo y trabajo que ello acarrea no compensa. Aunque la gestación dura unos cinco meses, con un adecuado manejo del rebaño los partos se pueden prolongar a lo largo de todo el año.
Otro parámetro que no ha variado mucho en los últimos años es -desgraciadamente- el precio del cordero lechal. Importaciones masivas de carne de cordero congelada -procedente de Argentina, Nueva Zelanda y Chile- hacen caer -o por lo menos estancarse- los precios pagados al productor. Mientras tanto, España exporta carne de cordero de calidad. Parece ser que compramos lo malo y vendemos lo bueno.
El precio de un lechazo de unos 10 kg de peso vivo es hoy prácticamente el mismo que hace veinte años: entre 50 y 55 euros. Pero los gastos en piensos, sanidad y bienestar animal no se han mantenido precisamente constantes. Y las ayudas de la PAC para el sector ovino (12 euros por cabeza con derecho a pago) apenas cubren ese desfase de precios. También pueden percibirse otras ayudas como el denominado pago básico, que viene a complementar las rentas del ganadero.
Después de una frugal comida y una leve siesta, aún le quedan al pastor unas cuantas horas de trabajo, hasta que el Sol comience a lamer el horizonte del páramo. La temperatura va cayendo lentamente, después de un día de anómalo calor otoñal, sin noticias del Cierzo. La sonora silueta en punta de flecha de una bandada de grullas acompaña las meditaciones del pastor.
Para la mayor parte de los visitantes ocasionales, turistas y veraneantes, la presencia de un rebaño de ovejas en un pequeño pueblo de Castilla constituye un motivo de alegría, uno de los escasos testimonios vivientes de un tiempo que no volverá. Cuando se cruza en su camino, el orgulloso rebaño es fotografíado y admirado, especialmente por niños y jóvenes, una generación ya totalmente ajena a lo rural. Y los mastines del pastor, bien educados, dejan hacer a los entusiastas fotógrafos. Y si hay que posar, se posa.
Qué mayor espectáculo por estos lares que el de un lustroso rebaño regresando al pueblo tras un día de pastoreo. Qué mayor regalo para el oído que una sinfonía de balidos acompañada por el metálico tintineo de decenas de esquilas de bronce. Un pueblo con rebaño es aún un pueblo con vida, no un mero decorado de cartón piedra.
Preguntad si no a los actores principales y a cualquiera de los invitados a una boda celebrada en los dos palacios del pueblo: la presencia del rebaño en la ladera de la ermita constituye un telón de fondo ideal en el que inmortalizar parte de su wedding-book.
Y la cara de sorpresa con la que invariablemente aparecen los ovinos del fondo de foto no tiene precio.
Por otra parte, tampoco hay que despreciar las aportaciones beneficiosas para el paisaje y el medio ambiente. Un rebaño de ovejas mantiene limpios de broza pastizales y cunetas de caminos, abona campos y rastrojeras, crea y mantiene senderos utilizados por excursionistas y fauna silvestre… En suma, modela un paisaje al que ya nos hemos acostumbrado, y que echaremos en falta algún día.
Es una suerte que tu pueblo, en el que pasas fines de semana y parte de las vacaciones, aún mantenga un rebaño. Y del creciente interés que la sociedad moderna muestra por estas cuestiones habla el reciente éxito de un libro titulado La vida del pastor (3), escrito por el pastor inglés James Rebanks, y recientemente traducido al castellano. En el Reino Unido, ha ocupado las listas de libros más vendidos durante meses, y en España ha despertado también cierto interés.
Hacia las seis de la tarde el rebaño comienza a descender la cuesta del Páramo por las laderas de Uyestro. Cruza el Urbel por el vado de Retuerta y, tras dejar atrás la poco transitada carretera de Santibáñez, acelera el paso -ávido de agua- camino de los abrevaderos de Valdelebrín.
Son ya las seis y media pasadas cuando llegan a la nave, su alojamiento nocturno; con corral para los animales que prefieran pasar ratos al aire libre, con limpia y abundante cama de paja en el interior de la nave. La sensibilidad de la sociedad y de algunos ganaderos hacia todas las cuestiones relacionadas con el bienestar animal se deja notar en el día a día del manejo del ganado.
La jornada del pastor aún no ha finalizado. Resta aún trabajo en el interior de la nave: atender a las madres y a sus corderos, vigilar a las próximas parturientas, atender a un montón de pequeños detalles que pasan desapercibidos a los ojos del profano...
Si la labor del pastor es fundamental, no menos importante es la del cónyuge. Un cónyuge capaz de hacerse con el rebaño cuando el titular no pueda hacerlo, por enfermedad, por viaje, por otras tareas urgentes, por lo que sea.
Jose y Ana dejaron sus trabajos en Burgos y comenzaron una nueva vida en el pueblo, como ganaderos de ovino. Conocedores del oficio por tradición familiar, a ninguno de los dos les amilanó el brusco cambio de vida.
Agradecimientos:
A los pastores de la comarca, con los que siempre es un placer charlar un buen rato, haciendo un alto en tu excursión pedestre o ciclista; y en especial, a Jose, pastor en Huérmeces.
Notas:
En los alrededores de Huérmeces, aún mantienen rebaños de ovino los pueblos de Masa, Urbel del Castillo, Ubierna, Castrillo de Rucios y Celada de la Torre, entre otros.
Algunos pastores que prestaron sus servicios en Huérmeces en las últimas décadas: Julio Nebreda, Jerónimo Blanco, Luis Santamaría, Sabino Pérez, Félix Antón.
(1) El pastor del páramo. Antonio Zavala y Justo Peña. Sendoa (2ª edición, 1997)
Interesante lectura en la que se relata, en forma de autobiografía, la vida de un pastor de los de antes, Justo Peña (Escóbados de Abajo, 1919 - Cernégula, 1993): pastor desde muy joven en siete pueblos de la comarca burgalesa de Los Páramos: Huéspeda, Pesadas, Ahedo de Butrón, Turzo, Báscones de Zamanzas, Cubillo de Butrón y Cernégula. La vida de un pastor en una época en la que se hacían las cosas tal y como las habían hecho, durante siglos, sus antepasados: "Aquellos pastores de antaño, cuidadores de ganado ajeno y llevados tanto de la conveniencia propia como de la que quienes les ajustaban, casi siempre los municipios, apenas echaban raíces en un sitio, y su vida se contagiaba de la movilidad y vagabundeo de los animales que guardaban." Justo se jubiló en 1984, poco antes de que España entrara en la Unión Europea y su sector agrario accediera a las cuantiosas ayudas de la PAC.
(2) Artzaina. El pastor, una vida unida a la tradición. Iñaki Vergara (fotografías), Ion Orzaiz (textos). Cénlit Ediciones (2009)
Aunque se trate de un libro de fotografía, resultan interesantes los breves textos que acompañan a cada capítulo. Fotografías -en blanco y negro- sobre la vida diaria de Ricardo, un pastor navarro, así como de sus técnicas, herramientas y medios: ovejas, corderos, ordeño, elaboración de quesos, perros y paisajes.
Por obligación normativa, todas las ovejas disponen de identificación auricular (el clásico crotal plástico de color amarillo), e incluso de un microchip. Pero ninguna nueva tecnología ha superado aún a la esquila de bronce de toda la vida en cuanto a capacidad para mantener al rebaño unido y al pastor informado de sus movimientos. Suelen portar esquila o cencerro el 10% de los animales del rebaño. Un número superior seria innecesario y, además, antieconómico. Una esquila de bronce, con su correspondiente collar de cuero, puede alcanzar un precio de entre 15 y 20 euros.
El ciclo de la vida, al compás de las estaciones, sigue su curso, y en un buen año se alcanzan casi dos corderos por oveja, lo que implica mantener al rebaño bien cuidado y alimentado. Jose prefiere no concentrar los partos en las primeras semanas del invierno, cerca de Navidad. El enorme esfuerzo en tiempo y trabajo que ello acarrea no compensa. Aunque la gestación dura unos cinco meses, con un adecuado manejo del rebaño los partos se pueden prolongar a lo largo de todo el año.
Otro parámetro que no ha variado mucho en los últimos años es -desgraciadamente- el precio del cordero lechal. Importaciones masivas de carne de cordero congelada -procedente de Argentina, Nueva Zelanda y Chile- hacen caer -o por lo menos estancarse- los precios pagados al productor. Mientras tanto, España exporta carne de cordero de calidad. Parece ser que compramos lo malo y vendemos lo bueno.
El precio de un lechazo de unos 10 kg de peso vivo es hoy prácticamente el mismo que hace veinte años: entre 50 y 55 euros. Pero los gastos en piensos, sanidad y bienestar animal no se han mantenido precisamente constantes. Y las ayudas de la PAC para el sector ovino (12 euros por cabeza con derecho a pago) apenas cubren ese desfase de precios. También pueden percibirse otras ayudas como el denominado pago básico, que viene a complementar las rentas del ganadero.
Después de una frugal comida y una leve siesta, aún le quedan al pastor unas cuantas horas de trabajo, hasta que el Sol comience a lamer el horizonte del páramo. La temperatura va cayendo lentamente, después de un día de anómalo calor otoñal, sin noticias del Cierzo. La sonora silueta en punta de flecha de una bandada de grullas acompaña las meditaciones del pastor.
Para la mayor parte de los visitantes ocasionales, turistas y veraneantes, la presencia de un rebaño de ovejas en un pequeño pueblo de Castilla constituye un motivo de alegría, uno de los escasos testimonios vivientes de un tiempo que no volverá. Cuando se cruza en su camino, el orgulloso rebaño es fotografíado y admirado, especialmente por niños y jóvenes, una generación ya totalmente ajena a lo rural. Y los mastines del pastor, bien educados, dejan hacer a los entusiastas fotógrafos. Y si hay que posar, se posa.
Qué mayor espectáculo por estos lares que el de un lustroso rebaño regresando al pueblo tras un día de pastoreo. Qué mayor regalo para el oído que una sinfonía de balidos acompañada por el metálico tintineo de decenas de esquilas de bronce. Un pueblo con rebaño es aún un pueblo con vida, no un mero decorado de cartón piedra.
Fotografía descargada del sitio web peopleproducciones.com |
Y la cara de sorpresa con la que invariablemente aparecen los ovinos del fondo de foto no tiene precio.
Por otra parte, tampoco hay que despreciar las aportaciones beneficiosas para el paisaje y el medio ambiente. Un rebaño de ovejas mantiene limpios de broza pastizales y cunetas de caminos, abona campos y rastrojeras, crea y mantiene senderos utilizados por excursionistas y fauna silvestre… En suma, modela un paisaje al que ya nos hemos acostumbrado, y que echaremos en falta algún día.
Y, además, el
pastor está fuertemente anclado al territorio. A diferencia del agricultor
moderno, que más pronto que tarde acaba por trasladarse a vivir a la
capital, el ganadero suele estar más atado a la explotación, viviendo en el
medio rural la totalidad del año, constituyendo una sólida base poblacional en
un medio cada día más despoblado.
Es una suerte que tu pueblo, en el que pasas fines de semana y parte de las vacaciones, aún mantenga un rebaño. Y del creciente interés que la sociedad moderna muestra por estas cuestiones habla el reciente éxito de un libro titulado La vida del pastor (3), escrito por el pastor inglés James Rebanks, y recientemente traducido al castellano. En el Reino Unido, ha ocupado las listas de libros más vendidos durante meses, y en España ha despertado también cierto interés.
Aerogeneradores y ovejas en el Páramo de Huérmeces, una imagen metafórica de la fusión entre tradición y modernidad |
Aunque -aparentemente- la vida de un pastor inglés del Distrito de los Lagos no tenga mucho que ver con la de un pastor castellano de la Comarca de Los Páramos, son innegables los paralelismos entre ambas. Una mezcla de tradiciones y usos ancestrales con buenas dosis de últimas tecnologías y materiales. En el fondo, se trata de lo mismo, de intentar vivir de pastor en el siglo XXI, en el medio rural, pero con la modernidad mucho más accesible que antaño.
Hacia las seis de la tarde el rebaño comienza a descender la cuesta del Páramo por las laderas de Uyestro. Cruza el Urbel por el vado de Retuerta y, tras dejar atrás la poco transitada carretera de Santibáñez, acelera el paso -ávido de agua- camino de los abrevaderos de Valdelebrín.
Son ya las seis y media pasadas cuando llegan a la nave, su alojamiento nocturno; con corral para los animales que prefieran pasar ratos al aire libre, con limpia y abundante cama de paja en el interior de la nave. La sensibilidad de la sociedad y de algunos ganaderos hacia todas las cuestiones relacionadas con el bienestar animal se deja notar en el día a día del manejo del ganado.
La jornada del pastor aún no ha finalizado. Resta aún trabajo en el interior de la nave: atender a las madres y a sus corderos, vigilar a las próximas parturientas, atender a un montón de pequeños detalles que pasan desapercibidos a los ojos del profano...
Si la labor del pastor es fundamental, no menos importante es la del cónyuge. Un cónyuge capaz de hacerse con el rebaño cuando el titular no pueda hacerlo, por enfermedad, por viaje, por otras tareas urgentes, por lo que sea.
Jose y Ana dejaron sus trabajos en Burgos y comenzaron una nueva vida en el pueblo, como ganaderos de ovino. Conocedores del oficio por tradición familiar, a ninguno de los dos les amilanó el brusco cambio de vida.
Tras unos
principios difíciles, como suele ser habitual al incorporarse a la actividad
agraria, con inversiones importantes, trabas burocráticas y ayudas que no
siempre llegan puntuales, quizás mañana Jose y Ana -tal y como lo hace
James Rebanks en la última frase de su exitoso libro- lleguen a la conclusión de
que:
Esta es mi vida. No quiero otra.
Agradecimientos:
A los pastores de la comarca, con los que siempre es un placer charlar un buen rato, haciendo un alto en tu excursión pedestre o ciclista; y en especial, a Jose, pastor en Huérmeces.
Notas:
En los alrededores de Huérmeces, aún mantienen rebaños de ovino los pueblos de Masa, Urbel del Castillo, Ubierna, Castrillo de Rucios y Celada de la Torre, entre otros.
Algunos pastores que prestaron sus servicios en Huérmeces en las últimas décadas: Julio Nebreda, Jerónimo Blanco, Luis Santamaría, Sabino Pérez, Félix Antón.
(1) El pastor del páramo. Antonio Zavala y Justo Peña. Sendoa (2ª edición, 1997)
Interesante lectura en la que se relata, en forma de autobiografía, la vida de un pastor de los de antes, Justo Peña (Escóbados de Abajo, 1919 - Cernégula, 1993): pastor desde muy joven en siete pueblos de la comarca burgalesa de Los Páramos: Huéspeda, Pesadas, Ahedo de Butrón, Turzo, Báscones de Zamanzas, Cubillo de Butrón y Cernégula. La vida de un pastor en una época en la que se hacían las cosas tal y como las habían hecho, durante siglos, sus antepasados: "Aquellos pastores de antaño, cuidadores de ganado ajeno y llevados tanto de la conveniencia propia como de la que quienes les ajustaban, casi siempre los municipios, apenas echaban raíces en un sitio, y su vida se contagiaba de la movilidad y vagabundeo de los animales que guardaban." Justo se jubiló en 1984, poco antes de que España entrara en la Unión Europea y su sector agrario accediera a las cuantiosas ayudas de la PAC.
(2) Artzaina. El pastor, una vida unida a la tradición. Iñaki Vergara (fotografías), Ion Orzaiz (textos). Cénlit Ediciones (2009)
Aunque se trate de un libro de fotografía, resultan interesantes los breves textos que acompañan a cada capítulo. Fotografías -en blanco y negro- sobre la vida diaria de Ricardo, un pastor navarro, así como de sus técnicas, herramientas y medios: ovejas, corderos, ordeño, elaboración de quesos, perros y paisajes.
(3) La vida del pastor. La historia de un hombre, un rebaño y un oficio eterno. James Rebanks. Debate (2016)
El pastor inglés mantiene a sus ovejas en un régimen de semi-libertad durante buena parte del año, pastando en colinas de pastos comunales siempre verdes por mor de la húmeda climatología del norte de Inglaterra. Visita casi diariamente a sus ovejas, a bordo de su quad, sobre todo en época de cría. Unicamente durante los meses de crudo invierno, con frecuentes nevadas y temporales, el rebaño es conducido a las tierras bajas, pero sin apenas estabulaciones, únicamente con alimentación complementaria (el heno fabricado durante el corto y húmedo verano inglés). La raza Herdwick, perfectamente adaptada a su entorno, es la clave del éxito.