sábado, 21 de septiembre de 2019

La fuga del Obispo de Palencia (1836)


En aquellos años, cuando a un obispo no le agradaban las actuaciones y leyes decretadas por el Gobierno de turno, su patriarcal enojo podía originar que el mitrado abandonara su palacio episcopal, su diócesis e, incluso, su país; o por lo menos, aquella parte del país con la que no congeniaba. ¡Qué tiempos aquellos! (1)

Corría el año 1836, y el país estaba inmerso en su Primera Guerra Carlista (1833-1840); en realidad, una guerra civil, precursora de la que cien años después arrasaría España de sur a norte, y de oeste a este. Y tal y como sucedió en 1936, las relaciones entre la Iglesia y el Estado tampoco pasaban entonces  por un buen momento.

Vamos a ver: si usted fuera un enojado obispo palentino decimonónico, y su enfado con el Gobierno de Madrid fuera de tal calibre que no pudiera aguantarse esos irrefrenables deseos de abandonar el país vía Puerto de Santander ¿qué ruta seguiría desde la capital palentina?

Seguramente, tiraría hacia el norte, hacia Aguilar de Campoo, enlazando allí con el viejo Camino Real que desde Burgos se dirigía a Reinosa y Santander ¿no?

Pero si su patriarcal enfado únicamente le impulsara a abandonar esa parte del país que usted deplora (la España Isabelina, moderna y libertina)  para pasarse a esa otra parte (la España Carlista, tradicionalista y catolicista) en la que usted piensa que se sentiría más cómodo y reconocido, entonces, ¿para donde tiraría?

Sin duda, diseñaría una ruta que le llevara, lo más rápido posible, a esa tierra prometida: dirección nordeste, directo a las entonces denominadas Provincias Vascongadas, gran parte de cuyo territorio se encontraba en manos carlistas. Y la ruta escapista trazada, entre Palencia y la localidad carlista más cercana (Valmaseda) parece ser que se habría diseñado pasando por ... ¡Las Hormazas y Huérmeces!

Carlos Laborda, obispo de Palencia (1832-1853)

Carlos José Laborda y Clau (Barbuñales, Huesca, 1783 - Palencia, 1853) estudió filosofía y teología en el seminario de Lérida, y se doctoró en teología en la Universidad Sertoriana de Huesca; su carrera eclesiástica se inaguró al ser nombrado racionero en Pertusa (Huesca), y continuó después con puestos importantes en Tamarite y Tarazona.

Don Carlos José ya apuntaba maneras cuando se exilió en Francia durante el denominado Trienio Liberal (1820-1823); hasta entonces, había destacando por su vehemencia en la defensa de los derechos de la Iglesia frente a las exigencias gubernamentales. Además de abundantes conocimientos teológicos y unas fuertes convicciones político-morales, parece ser que Laborda poseía una excelente capacidad oratoria. Y un púlpito importante desde el que proyectar su fina y punzante labia, claro.

A su regreso de Francia, fue propuesto para obispo de Canarias y de Albarracín, pero rechazó ambas plazas. En 1831 aceptó -por fin- una mitra: la de Palencia, tras el oportuno visto bueno del rey Fernando VII. Realizó una solemne entrada en la ciudad del Carrión el día 23 de julio de 1832.

Su episcopado estuvo marcado desde el principio por el anticlericalismo desatado en la época: en 1834 y 1835 se dieron cruentos ataques contra religiosos en Madrid, Zaragoza y Barcelona; las relaciones con la Santa Sede estaban rotas; las autoridades civiles reclamaban a los curas parte de su recaudación para financiar la guerra contra los carlistas (la facción, como también se les denominaba entonces); el gobierno decretaba la supresión de la Compañía de Jesús, el cierre forzoso de  los establecimientos religiosos y la desamortización de sus bienes.

Para más inri, en 1834 un brote de cólera había acabado con el diez por ciento de su feligresía palentina. Y hubo voces que echaron culpa de la pandemia a los frailes... Ya entonces se utilizaban profusamente las fake news, para emponzoñar a los ignorantes de turno.

Resulta curioso constatar, durante los casi cuatro años de su primer período como obispo de Palencia, la nula actividad pastoral de Laborda: ni predicación, ni confirmaciones, ni visitas a las numerosas parroquias de la diócesis. Quizás su ánimo estaba ocupado en exclusiva por la situación político-religiosa de España, agravada por la angustia que despertaba en algunos la enfermedad del rey Fernando VII y la ausencia de descendencia masculina...

Palencia, Puente Mayor sobre el Carrión


Este era el panorama cuando, a principios de 1836, el gobernador civil de Palencia le solicita al obispo el censo de los edificios que debían de ser desocupados y del clero que debía ser exclaustrado. Esto ya fue demasiado para las profundas convicciones de don Carlos José, y empezó a barruntar la idea de abandonar el cargo, la diócesis y lo que fuera menester. Experiencia escapista ya tenía.


Y supo elegir la fecha, engañando a todos, a los suyos y a los otros. La noche del 3 de abril de 1836, Domingo de Resurrección, concluidas ya las celebraciones de Semana Santa, Laborda abandonó su ciudad a escondidas, en compañía de tres compinches: su sobrino y capellán Nicolás Nasarre Laborda, su lacayo Juan Antonio Santolaria y un guía local, Pedro Martínez.

El gobernador civil de Palencia, Simeón Jalón Aparicio, no se enteró de la huida de Laborda hasta dos días después, el martes 5 de abril, dando la oportuna orden de busca y captura, ya que existía la sospecha de que el obispo intentaría pasarse a las filas del pretendiente don Carlos.


Palacio Episcopal (Palencia)


Durante el registro realizado en el Palacio Episcopal, encontraron un papel personal de Laborda en el que se hacía referencia a dos pueblos burgaleses: Las Hormazas y Huérmeces, así como el nombre de dos personas que pudieran servir de enlace para llevar al díscolo obispo hasta territorio carlista: el cura don Fernando en el primero de los pueblos, y un tal Julián Bajón [Bayón] en el segundo.(2)



Solano (Las Hormazas)


Parece ser que, tras los 84 kilómetros (15 leguas) de sendas y caminos que separan Palencia de Las Hormazas, en un extenuante y nocturno periplo de 15 horas a lomos de una pobre mula, fue en este pueblo burgalés -en casa del cura don Fernando- dónde los fugitivos descansaron durante 24 horas aquel lejano lunes, 4 de abril de 1836.(3)

Tras el descubrimiento del comprometido papel con sus anotaciones, se informó al gobernador civil de Burgos de la más que posible presencia de los huidos en la provincia bajo su jurisdicción. A las dos de la mañana del miércoles, 6 de abril, una escuadra de 26 hombres partió de Burgos hacia Las Hormazas y Huérmeces, en busca de Laborda, aunque en ninguno de los dos hallaron rastro del obispo, que les llevaba más de un día de ventaja.

Laborda habría abandonado Las Hormazas a primera hora de la mañana del martes, 5 de abril,  y según lo manifestado en la célebre "causa", a lomos de una mula de refresco traída desde Huérmeces, habría pasando por las cercanías del pueblo de La Nuez de Arriba, antes de llegar a Villalta, ya en el nuevo camino de Burgos a Santander (la hoy carretera comarcal Burgos-Santoña). 


Antiguo parador de Villalta, hoy en lamentable ruina


Y fue en Villalta, en el pueblo que casi tres siglos antes viera pasar al emperador Carlos V en su viaje de retiro desde Laredo al monasterio de Yuste, dónde se acabó la suerte del obispo y sus acompañantes. Habían recorrido unas 7 leguas desde Las Hormazas, siempre en dirección nordeste, cuando a la altura de Villalta fueron sorprendidos por el comandante de carabineros, Francisco Briones, justo cuando los huidos pretendían contactar con Ambrosio López, vecino de Burgos, que era la persona encargada de guiar al obispo desde Villalta hasta Villarcayo (y más allá, hacia Mena y Valmaseda).


Poza de la Sal (Foto: Archivo Eustasio Villanueva)

Tras rocambolescos episodios, en alguno de los cuales el obispo Laborda -tras intentar hacerse pasar por tratante de carne-pretendió incluso sobornar al comandante Briones (nada menos que 42.000 reales portaba el obispo en su maleta), los huidos fueron conducidos a Poza de la Sal, en dónde quedó reconocida la verdadera identidad de los detenidos al día siguiente de la llegada a la villa salinera, el 7 de abril.


Lugares implicados de una u otra manera en la fuga del Obispo Laborda, y que aparecen mencionados en la célebre "Causa"


A continuación, se les condujo a Burgos, teniendo que salir a su encuentro el propio gobernador civil, para evitar que fuerzas de la Milicia Nacional o algún ciudadano exaltado intentara linchar al obispo; Laborda tuvo que escuchar gritos de "¡muera el obispo traidor!", "¡muera el obispo faccioso!".

Tras ser conducido a Madrid, el 30 de mayo, en un carruaje escoltado por treinta caballos, permaneció incomunicado durante un mes en el Convento de San Juan de dios, siendo reintegrado a prisión a últimos de septiembre, donde fue juzgado, acusado de: desobediencia y rebeldía ante el Gobierno, fuga de su puesto e intento de paso al campo carlista.



Su causa penal fue célebre en su momento. Durante el proceso, el obispo siempre negó que el destino de su fuga fuese territorio carlista. Alegó que su  intento de huida (según él, siempre hacia el extranjero) estuvo originado por insuperables problemas de conciencia, y no se sonrojó al señalar como circunstancia atenuante el hecho de que, tal y como dijo Cristo a los Apóstoles: "si pesecuti vos fuerint in una civitate fugite in aliam" (cuando os persigan en una ciudad, huid a otra); en otro momento álgido de su defensa epistolar, Laborda afirmó que "cogitationis penam nemo patitur", vamos, que no puede condenarse a una persona únicamente por sus ideas o pensamientos. [hummm ... esta alegación suena bastante contemporánea, aunque quizás en esta ocasión haya sido utilizada para intentar justificar el simulacro de fuga de una parte del país, no la fuga real de un simple obispo; quizás resulte que el carlismo (carlesmo) aún sigue hoy vivo en la esquina nordeste del país].

La sentencia del Tribunal Supremo [de nuevo se me ocurren ciertas analogías contemporáneas, pero dejémoslo estar] fue dictada el 30 de noviembre de 1836 y no estuvo exenta de polémica:

-se absolvió a Laborda del cargo de intento de unirse a los carlistas, a pesar de que el propio itinerario seguido en la fuga indicaba claramente lo contrario.

- Laborda resultó finalmente condenado por desobediencia, resistencia a las órdenes del gobierno y fuga de su diócesis, a la pena de confinamiento en la plaza de Ciudad Rodrigo o en otro punto que el gobierno juzgare conveniente (Ibiza, finalmente), durante todo el tiempo que durase la guerra civil (la primera carlistada finalizó en 1840).

-sin duda puede considerarse benigna la pena impuesta al obispo Laborda; quizás los jueces sopesaron la idea de no proporcionar argumentos victimistas al carlismo, pendiente como estaba del resultado de la causa; no se deseaba echar más leña al fuego de la supuesta persecución sufrida por la Iglesia; cabe recordar que los obispos de León, Menorca y Pamplona también habían abandonado sus diócesis, y juzgados en rebeldía.

-al sobrino y capellán del obispo, Nicolás Nasarre Laborda, y al lacayo Juan Antonio Santolaria, no se les condena a corrección alguna, dando por suficiente la pena de prisión sufrida.

-a Pedro Martínez, guía de la escapada desde Palencia a Villalta, y que se ofreció a llevarle hasta Villarcayo, se le condenó a la pena de dos años de prisión, conmutada por la de multa, en atención a su circunstancia familiar.

-más grave que la del obispo Laborda resultó la pena impuesta a Ambrosio López, el guía que debía unirse a la expedición escapista en Villalta, para -supuestamente- acompañar al obispo en el trayecto entre Villarcayo y Valmaseda: cuatro años de presidio en Ceuta; quizás resultara determinante la circunstancia de que el pobre Ambrosio portara correspondencia dirigida a la facción.


Ibiza, a principios del siglo XX

El obispo sancionado llegó a Ibiza el 7 de marzo de 1837, después de un viaje de 200 leguas, realizado en 32 días. En la isla pasó cuatro años, padeciendo graves problemas de salud relacionados con la vista; fue trasladado a Artá (Mallorca), en dónde pasó otros tres años de extrañamiento. En Ibiza, Laborda fue agasajado por el obispo de la ciudad, que le preparó una habitación digna de su categoría. Como era hombre de posibles, Laborda acabó por alquilar una casa, también digna de su estatus.



Sello del Obispo Laborda

Fue durante su estancia en Ibiza cuando Laborda escribió una larguísima carta de diez folios -en letra muy pequeña y en un extraordinario latín- dirigida al Papa de Roma, Gregorio XVI. En la misiva, Laborda intentaba justificar su vergonzoso abandono de la diócesis.

Mientras tanto, en la Península, siguieron adelante los planes secularizadores del gobierno, de manera que en septiembre de 1841 las Cortes aprobaron la Ley por la que se declaran bienes nacionales todas las propiedades del clero secular; la ley fue sancionada por el Regente Espartero.

Todos estos sucesos, unidos a su largo confinamiento balear no hicieron más que aumentar los resquemores y amarguras de don Carlos José.

Finalizada ya hacía tiempo la carlistada, el 11 de abril de 1844, ocho años después de los hechos, una real orden devolvió la libertad al obispo y le permitió retornar a Palencia. Se le impusieron dos condiciones: que se pasara por la Corte a besar la mano de la Reina Isabel II, y que jurase obediencia a la Constitución y fidelidad a la Reina, en presencia del Cabildo. Cumplimentó ambas con prontitud, ansioso como estaba por retornar a su mitra.

El 20 de abril  de 1844, el obispo Laborda efectúa una solemne entrada en la capital de su diócesis, pasando a residir en el Colegio Seminario, ya que el Palacio Episcopal se encontraba en mal estado, por haberse utilizado como fuerte en su ausencia.

Al poco de reintegrarse a su diócesis, Laborda hizo lo que no había hecho en su primera época como obispo de Palencia: visitar las múltiples parroquias de aquella.

En 1846 falleció el papa Gregorio XVI, sustituido en la sede de San Pedro por Pío IX. Laborda ordenó cantar un solemne Te Deum por el arreglo de las relaciones entre la Santa Sede y el Gobierno de Su Magestad, rotas durante las últimas décadas.

El momento más feliz de su segunda etapa como episcopus palentinus  fue, sin duda, la firma del Concordato de 1851, entre la Santa Sede y la reina Isabel II. Se acabó la persecución a la iglesia española: ahora el gobierno pagaría incluso el sueldo de los sacerdotes.

Tampoco fue un mal momento para don Carlos José el vivido en septiembre de 1852, cuando la Reina rubricó el nombramiento de su sobrino -y cómplice de fuga- don Nicolás Nasarre Laborda, como Dignidad de Arcediano.

Carlos José Laborda, obispo de Palencia, falleció el 8 de febrero de 1853, víctima de una congestión pulmonar. Días antes había hecho testamento en favor de sus cuatro sobrinos, entre los que se encontraba, cómo no, su querido Nicolás.

Como era costumbre entre los obispos de posibles, Laborda no dejó mucho dinero a sus herederos; apenas para pagar sus funerales.

Su cadáver embalsamado estuvo tres días expuesto a los fieles, para ser definitivamente depositado en la capilla de la Purísima de la catedral de Palencia. Al año siguiente se colocó una lápida sobre su sepultura, grabada con versos de su buen amigo, el historiador menorquín José María Quadrado. (4)

Y así acaba la historia del obispo que, en la oscuridad de un Domingo de Pascua, escapó de su diócesis en busca de la tierra prometida, y acabó con sus huesos en la que siglo y pico después también sería considerada la tierra prometida o paraíso hippy: Ibiza-Eivissa.

Pero antes de eso, su itinerario de fuga dejó unas migajas de historia en dos o tres pequeños pueblos de La Comarca: llegó de noche a Las Hormazas, reposó en casa del cura durante 24 horas, y continuó al día siguiente su periplo -a lomos de una mula traída de Huérmeces- hacia Villalta, en dónde una partida de carabineros acabó con la excursión escapista de aquel obispo que discrepaba.

Quizás, tal y como afirma su principal biógrafo, Jesús San Martín Payo, (5) el doctor Laborda:

"pagó un caro tributo a las duras circunstancias en que le tocó vivir, y el trienio constitucionalista (1820-23), en que sufrió el primer destierro, le marcó para siempre con caracteres indelebles, impidiéndole dar marcha atrás, como pedían los signos de los tiempos."




NOTAS:

(1) Hoy en día, cuesta siquiera imaginar que a un obispo contemporáneo se le pasara por la  cabeza la ridícula idea de abandonar el país, y menos aún su -en muchas ocasiones- lujoso palacio episcopal; de hecho, recientemente, ha costado mucho conseguir que alguno desalojara el palacio arzobispal una vez finalizado su mandato.

(2) Un vecino de Las Hormazas me confirma que, en 1836, sí que residía en dicho pueblo un cura llamado Fernando, en cuya casa se alojó el obispo prófugo: se trataría de Fernando Martínez de Castro, nacido en el barrio Solano en 1768 (tendría pues 68 años en 1836) y que prestaría sus servicios -probablemente- en la parroquia de San Pelayo del barrio La Parte.

También se cita en el documento relativo al proceso judicial a un tal Sixto, sobrino del cura don Fernando, que ayudó a los prófugos en su camino hacia Santander o hacia territorio carlista ("un día yendo a Huérmeces a por una mula, y al día siguiente acompañando a la comitiva hasta más allá de La Nuez de Arriba"): se trataría de Sixto Infante Martínez, nacido en el barrio Solano en 1811 (25 años de edad en 1836), hijo de Antonia Martínez de Castro, hermana de don Fernando.

Por mi parte, no he sido capaz de encontrar referencia alguna en cuanto a la presencia en Huérmeces, en 1836, de un tal Juan Bajón [o Bayón], desconociendo incluso si se trataba de un vecino religioso o laico.

Pedro Martínez, la persona que hizo de guía del obispo y su séquito entre Palencia y Villalta, parece ser que había residido en Huérmeces durante algún tiempo, por lo que era buen conocedor de las sendas y caminos de la comarca. Por lo tanto, no podía ignorar que el camino más corto entre Huérmeces y Santander era por el viejo camino real de Burgos a Reinosa y Santander, si el puerto cántabro hubiera sido el destino cierto de los huidos; dirigirse hacia Villalta ponía de manifiesto que las intenciones del prelado eran dirigirse a las tierras carlistas de Valmaseda, vía Villarcayo y Valle de Mena.


(3) Ni Las Hormazas ni Huérmeces tuvieron mucho que ver con la primera carlistada, aunque seguro que algún miembro de su numeroso clero (sobre todo en Huérmeces) sintiera algo más que simpatía hacia la facción.

En la prensa de la época, únicamente he podido encontrar un hecho que relacione a uno de estos dos pueblos con algún episodio de la primera guerra carlista. Así, en la Gaceta de Madrid correspondiente al miércoles 7 de septiembre de 1836, en su página 4, aparece la siguiente noticia:



"El correo ordinario procedente de Santander, que debió llegar a Burgos el día 3 del corriente con la correspondencia de aquella plaza y de la de Bilbao, ha sido interceptado en las cercanías de Huérmeces por una partida de 25 facciosos."




Otro periódico de la época, El Español, recoge así la misma noticia en su edición de 7 de septiembre de 1836:

"De Burgos escriben con fecha del 3 lo siguiente: Cuatro leguas de aquí, camino de Huérmeces, ha sido interceptado el correo que venía hoy de Santander por 25 hombres que armados y de a caballo, más bien que el nombre de facciosos, merecen el de bandidos."

Quizás la denominación del paraje "Cuevas de los carlistas" tenga su origen en alguna de estas correrías de los facciosos durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840). Quizás solo haga referencia a la silueta en forma de boina que presenta la entrada principal de estas cuevas.

Por otra parte, en el periódico madrileño "El Correo Nacional" de fecha 8 de agosto de 1838, se incluye la siguiente noticia, elaborada en Reinosa el día 1 de agosto:

"El comandante de armas que los facciosos tenían en Rubanales [Ruanales], el armeto del cabecilla Ruiz y otros rebeldes, han caído en poder de Nalda. La bizarra columna de este incansable jefe no sale de los intrincados y espesos montes de este país: así es, que no pasa semana sin que nos ofrezca resultados. Anteayer lanceó su caballería en el pueblo de Polientes a Mariano el de Huérmeces, compañero de los ya exterminados Arrayas (los Remendones), que con otros se estaba divirtiendo en la función del patrón del pueblo. Los demás debieron su salvación a la velocidad de sus pies y a la obscuridad de la noche."

La ciudad de Palencia, sin embargo, sí que presenció algún que otro acontecimiento de cierta importancia durante aquellos años. El 20 de agosto de 1836, ya fugado, arrestado y encarcelado el obispo Laborda, tropas carlistas ocuparon la ciudad durante algunas horas; era una de las muchas expediciones que organizaron los facciosos, en un intento por conseguir extender la sublevación a nuevas ciudades, fuera del frente vasco-navarro.

Por otra parte, también después de la fuga de Laborda, en la capital palentina aparecieron algunos pasquines carlistas que dejaban patente el desacuerdo de algunos con el nuevo gobierno, así como su apoyo al pretendiente don Carlos:




El 28 de abril de 1836 apareció uno que rezaba de la siguiente manera:

"Viva Carlos V. Viva el señor obispo. Muera Isabel II. Mueran todos los liberales y vivan los colegiados y demás estudiantes. Muera el gobernador interino. Muera el juez de primera instancia y el señor Ojero y el gobierno palentino y vivan el rector, vicerrector, catedráticos, colegiales, fámulos, cocineros, pinches, porteros y últimamente los mateystas y muera el capitán de los liberales. Y este no le han puesto los realistas que han sido los carlistas."




El 1 de noviembre de 1836 apareció otro que decía así:

"Si muerte o constitución a de ser vuestra divisa podéis a toda priesa recibir la santa unción por que antes de dos meses muera la Constitución. Viva Carlos V y la Religión, Muera la Reyna Governadora y su hija y los urbanos que defienden la constitución."

Así estaba el patio en aquellos tiempos. El contenido de estos dos pasquines valdría igual -cambiando nombres- para la situación que viviría el país cien años después. Como casi siempre que se han enfrentado o mezclado los poderes civil y religioso, las cosas acabaron mal.

(4) Inscripción grabada en la lápida de la sepultura del Obispo Laborda, situada en la Capilla de la Purísima de la Catedral de Palencia:




Carolus hic tegitur mitissimus ille Laborda
Et gregis et patriae pastor amatus, amans.
Ex forti dulcedo fluit, cui pectore robur,
Flamma in corde vorax, mellis in ore favum.
Natus Aragoniae rapitur, Balearibus hospes,
Lux, decus Hesperiae, sed pater ipse tibi.
Ah! patre bis denos Pallentia fulta per annos,
Exule quo moerens, quo redeunte nitens!
Custodi cineres, animam custodiat aether,
Exemplum socii, dogmata semper oves
Vita functus VI íd. februarii anno MDCCCLIII,
aetatis suae LXIX. R.I.P.

Los versos grabados son obra de su amigo, el menorquín y cronista del reino de Mallorca, José María Quadrado, erudito al que Laborda hospedó en el Palacio Episcopal en el año 1852, cuando Quadrado se encontraba realizando un estudio de la diócesis de Palencia. Quadrado fue, junto a Menéndez Pelayo, el polígrafo (periodista, escritor e historiador neocatólico) más importante de la España del XIX.


(5) Jesús San Martín Payo (Lomas de Campos, Palencia, 1906 - Valladolid, 1992): hijo de labradores relativamente acomodados, inició su carrera eclesiástica en 1918, en el Seminario de Palencia, completando sus estudios en la Universidad Pontificia de Burgos. Fue ordenado sacerdote en 1930 y amplió su formación en la Universidad Gregoriana de Roma, obteniendo el doctorado en Historia de la Iglesia. Fue nombrado profesor del Seminario de Palencia y ganó por oposición la plaza de Canónigo Bibliotecario Archivero de la Catedral de la ciudad del Carrión. Prolífico escritor, dedicó casi toda su producción historiográfica a la ciudad de Palencia. En 1978 se publicó un amplio trabajo suyo dedicado al Obispo Laborda. Fue uno de los 12 académicos fundadores de la palentina "Institución Tello Téllez de Meneses" (1949) y uno de sus miembros más activos.


FUENTES:

- El obispo de Palencia D. Carlos Laborda (1832-1853). Jesús San Martín Payo. Publicaciones de la Institución "Tello Téllez de Meneses" nº 40. Palencia (1978) [páginas 231-307]

- Inscripciones en la Catedral de Palencia. Jesús San Martín Payo. Publicaciones de la Institución "Tello Téllez de Meneses" nº 39. Palencia (1977) [página 74]

- Colección de las causas más célebres e interesantes, de los mejores modelos de alegatos, acusaciones fiscales, interrogatorios y las más elocuentes defensas en lo civil y criminal. Librería de Leocadio López, Editor. Madrid (1863). Tomo IX ["Causa contra el Obispo de Palencia", páginas 293-371]; Tomo X ["Causa contra el Obispo de Palencia", páginas 5-22]
 
- Palencia: momentos, personajes y lugares para la historia (1808-1935). Javier de la Cruz Macho. Aruz Ediciones. Palencia (2017). ["El año que el carlismo agitó la ciudad (1836)", páginas 113-123]

  

sábado, 7 de septiembre de 2019

Santos Ubierna García, un farol en Vietnam (1942-1955)


Si el artículo dedicado a Huérmeces en la Wikipedia (1) se encontrara mínimamente completado y actualizado, en el epígrafe titulado "Personas ilustres" aparecerían los nombres de, al menos, seis paisanos. Personas que, bien por méritos específicos, bien por verse absorbidas por penosos acontecimientos históricos, acabaron por plasmar sus nombres en numerosos documentos escritos. Una primera lista de faroles ilustres podría ser, pues, la siguiente:

1. Juan de Guermeces: abad de Cardeña (1370-1419); parece ser que pertenecía a la familia de los Zorrilla; se desconoce el año de nacimiento.

2. Pedro Fernández Zorrilla (Huérmeces, c. 1577 - Estella, 1637): obispo de Mondoñedo (1616-1618), Badajoz (1618-1627) y Pamplona (1627-1637).

3. Ángel Ortega Pérez (Huérmeces, 1871 - Sevilla, 1933): franciscano, persona de vasta cultura, prolífico escritor (historiador, poeta) que incluso confeccionó varios artículos del diccionario Espasa-Calpe. Historiador especializado en los denominados "lugares colombinos" (La Rábida y alrededores).

4. Aurelio Ubierna Luis (Huérmeces, 1894): jesuita, escritor, poeta y misionero en China. Hermano del recordado señor Heliodoro.

5. Santos Ubierna García (Huérmeces, 1907 - Saigón, 1955): dominico, misionero en Tonkín (Vietnam del Norte), obispo vicario apostólico de Thai Binh (1942-1955).

6. Silvano Villanueva González (Huérmeces, 1916 - Carabanchel, 1936): carmelita, asesinado durante las primeras semanas de la guerra civil. Beatificado en 2013. 

Dos obispos, un abad, dos curas literatos y un beato. Dado el cuasi monopolio cultural ejercido o asumido por la Iglesia en tiempos pasados,  no puede sorprender el hecho de que esos seis faroles célebres sean miembros de diversas congregaciones religiosas, y que su fama haya sido consecuencia de cargos ocupados, escritos realizados y hechos soportados por esa misma condición religiosa.

Si bien podría decirse que fue el obispo Fernández Zorrilla el farol que más alto llegó (recordemos lo mucho que mandaba un obispo en el siglo XVII), también podría asegurarse que fue el obispo Santos Ubierna el que más lejos lo hizo: a Tonkín (en la entonces denominada Indochina Francesa, luego Vietnam del Norte, hoy Vietnam a secas), a nada menos que 10.000 km al SE de su pueblo natal.


Santos Ubierna García (Huérmeces, 1907 - Saigón, 1955)


Santos Ubierna García nació en Huérmeces el 1 de noviembre de 1907. Era el hijo pequeño de una pareja de labradores relativamente acomodada para aquellos tiempos: Esteban Ubierna González (Huérmeces, 1864) y María de los Santos García [Díaz-]Villalvilla (Huérmeces, 1867); el matrimonio Ubierna García sacó adelante a otros cinco hijos: Leandra (1893), Isaac (1896), Jesús (1899), Saturnino (1901) y Josefa (1903).

Probablemente, Santos ingresó muy joven en la escuela que los dominicos regentaban en Caleruega (Burgos). Su biografía dice que, a los doce años, ya estudiaba en la Escuela Apostólica de los dominicos en Santa María de la Mejorada (Olmedo). Posteriormente pasó a la de Santo Tomás de Ávila, tomando el hábito de dominico el 1 de agosto de 1923, a la edad de 16 años.

En 1928 marchó a América del Norte, al objeto de realizar estudios mayores de Teología, Sagrada Biblia y Cánones; posteriormente, dadas su capacidad y entusiasmo por las misiones, fue enviado a Canadá, para perfeccionar el conocimiento de las lenguas inglesa y francesa, ambas fundamentales para un futuro misionero; allí terminó sus estudios con gran brillantez, adquiriendo el doctorado de la Orden. Fue ordenado sacerdote en 1930.

Dos años después, entusiasmado con su futuro misionero, Santos fue enviado a la célebre Misión del Tonkín (2). Ya hemos dicho que son 10.000 los kilómetros que separan España de Hanói. Para alcanzar aquellas lejanas tierras del sureste asiático, hoy serían necesarias unas doce horas y media de vuelo directo (si lo hubiera) entre Madrid y Hanói. Hace noventa años, en la década de los 30 del siglo XX, el trayecto -nada rectilíneo- ocuparía varias semanas de larguísimo y penoso viaje en barco, a través del Mediterráneo y el Canal de Suez.


Catedral de Giao Phong, provincia de Nam Dinh


El primer destino de Santos en tierras de Indochina fue el de profesor en el seminario regional de San Alberto Nam Dinh, situado en la provincia homónima, en el delta del Río Rojo.


Delta del río Rojo: campos de arroz en la provincia de Ninh Binh, al SW de Thai Binh 


En dicho seminario se encontraba, ya como vicerrector, explicando Filosofía y Teología a sus alumnos y gestionando la biblioteca, cuando en septiembre de 1942 recibió su nombramiento como obispo vicario apostólico de Thái-Binh, (3) sucediendo al anterior obispo, el también dominico burgalés Juan Casado. (4)




El lema elegido por el obispo Santos Ubierna fue: Immolor Supra Sacrificium (ofrecido en el sacrificio), el cual nos da una idea del alto nivel de autoexigencia que se había marcado el de Huérmeces. Santos Ubierna fue entonces el obispo más joven de las Misiones, a sus 34 años de edad. 

Su mandato duró doce años y medio, tiempo durante el cual el país soportó un cuasi permanente estado de guerra: primero la invasión japonesa, luego la independencia de la metrópoli francesa y más tarde las guerrillas comunistas de Ho Chi Minh. (5)




En 1949 [o quizás 1951], el obispo realizó una breve visita a España. En el curso de la misma, se aprovechó la ocasión para que Santos Ubierna administrara el sacramento de la confirmación a un grupo de niños de Huérmeces y alrededores. Es de suponer que ese grupo de chavales, de edades entonces comprendidas entre los ocho y los doce años, estará hoy en día muy orgulloso de que fuera la exótica figura encarnada por un obispo del Tonkín la que les impusiera las manos, hace ya la friolera de 70 años. Seguro que muy pocos cristianos occidentales pueden presumir de algo semejante.


Gran parte de los chavales de esta foto recibieron la confirmación de manos del obispo del Tonkín, Santos Ubierna


Diversos medios de prensa, en ediciones fechadas a finales de enero del año 1950, recogen la noticia del secuestro -y posterior liberación- por parte del Viet Minh, de varios dominicos españoles establecidos en Indochina, entre los que parece encontrarse monseñor Ubierna.

  
La Vanguardia, 29 de enero de 1950


Diario de Burgos, 25 de enero de 1950 


En agosto de 1954, las tropas francesas abandonaron la zona norte, dejándola a merced de la guerrilla comunista de Ho Chi Minh, y ocasionando la huida hacia el sur de unos 80.000 fieles de Thai Binh, casi la mitad de la población católica de la diócesis. Por aquellas fechas, existían en Thai Binh unos 30 sacerdotes dominicanos, 64 sacerdotes diocesanos, 63 parroquias y unos 160.000 católicos.

En ese sentido, una noticia recogida por el Diario de Burgos en su edición del 3 de julio de 1954, afirma lo siguiente:

"millares de católicos de Phat Diem y Bui Chu se han lanzado a la carretera, ante el avance rojo. El obispo de Phat Diem, monseñor Le Huu Tu, se ha dirigido en barco a Haifong. La semana pasada había venido a Hanoi para suplicar al Alto Mando francés que no abandonase la región, donde viven un millón de católicos vietnamitas, que constituyen la más sólida resistencia al comunismo. El obispo de Thai Binh, español, [Santos Ubierna] ha decidido permanecer en su puesto y compartir la suerte de sus diocesanos."


Retrato "vietnamizado" del obispo Santos Ubierna: ojos rasgados, perfiles más suaves


Tras pasar un tiempo en el sur del país, acompañando y consolando a los diocesanos huidos, el obispo Santos Ubierna decide realizar una corta visita a España. (6) A su vuelta a Saigón, se preparó para viajar inmediatamente a la zona norte, pero la muerte le sorprendió en la capital del sur el día 15 de abril de 1955, a la edad de 47 años.(7)


Diario de Burgos, 27 de abril de 1955


La noticia de su fallecimiento llegó a España unos días más tarde. Así, el Diario de Burgos recoge el deceso en su edición del 27 de abril de 1955, añadiendo un pequeño apunte biográfico de monseñor Ubierna, y destacando que, probablemente, fueron los sufrimientos físicos y morales ocasionados por la guerra y la persecución, los que acabaron por acelerar su muerte, a la temprana edad de 47 años.

Monseñor Santos Ubierna fue enterrado en el cementerio de la iglesia parroquial Martino Ho Nai, en la diócesis de Xuan Loc, a unos 20 km al este de Saigón, muy lejos de su querida diócesis norteña de Thai Binh.

RETORNO A LA DIÓCESIS DE THAI BINH (2018):


Catedral de Thai Binh


Lejana y ya casi olvidada la guerra de Vietnam, las autoridades diocesanas de Thai Binh comenzaron a realizar gestiones para traer a su tierra los restos de su querido obispo Santos Ubierna.


Exhumación de los restos del obispo Santos Ubierna, Martino Ho Nai


Por fin, el 31 de octubre de 2018, se procedió a la exhumación de los restos del obispo, para su traslado desde el cementerio del santuario de Martino a Thai Binh. (8)




El epitafio de la tumba del obispo Santos Ubierna en el cementerio del santuario de Martino rezaba así:

DÚC CHA
SANTOS UBIERNA NINH, O.P.
GIÁM MUC GIAO PHAN THÁI BINH
SINH NGAY: 01.11.1907
TAI: TAY BAN NHA
QUA DOI: 15.04.1955
TAI: SAI GÓN

Gracias a la anterior leyenda, sabemos cómo se dice España en vietnamita: Tay Ban Nha. Y obispo: Dúc Cha

El 2 de noviembre de 2018, los restos del obispo fueron solemnemente recibidos en la catedral de Thai Binh, en una ceremonia a la que asistieron el obispo titular, Pierre Nguyen Van De, y numerosos diocesanos.






Por fin, nada menos que 63 años después de su muerte, los restos del obispo nacido en Huérmeces, reposaban en la que Santos Ubierna acabó por considerar su tierra.




NOTAS:

(1) En el artículo "Huérmeces" de la Wikipedia solo aparecen como personajes ilustres Ángel Ortega y Silvano Villanueva. El obispo Zorrilla aparece en un artículo aparte.

(2) Tonkín era uno de los cinco territorios que conformaban la entonces denominada "Indochina Francesa". Después de la independencia, formó parte de la porción comunista del país, Vietnam del Norte. La hoy provincia de Thai Binh se encuentra situada a unos 50 km al SE de Hanói, en el delta del Río Rojo, ocupando una superficie de unos 1500 km2 (algo más que el Condado de Treviño), y una población de unos 2 millones de habitantes (unas 1500 veces más que la del Condado). La capital provincial homónima tiene una población de 270.000 habitantes. El clima es de tipo monzónico, con precipitaciones abundantes entre los meses de junio y octubre.




(3) ABC, jueves 2 de julio de 1942: "El nuevo obispo de Tonkín es un padre dominico español".

"Ha sido nombrado por la Santa Sede obispo-vicario apostólico de Thai-Binh (Tonkín) el reverendo padre fray Santos Ubierna García, natural de Huérmeces (Burgos)."


Juan Casado, primer obispo de Thai Binh (1936-1941) 


(4) Juan Casado (Fuentecén, 1886 - Thai Binh, 1941): este dominico burgalés fue el primer obispo vicario apostólico de Thai Binh (1936-1941). El Ayuntamiento de Fuentecén dedicó a su memoria la calle en la que se enclavaba la casa en que nació.

(5) ABC, sábado 13 de julio de 1946: "Las misiones españolas de Indochina, en peligro"

"...el censo de católicos en Tonkín rebasa las 120.000 almas. Tonkín está dividido eclesiásticamente en nueve vicariatos apostólicos, tres de los cuales están encomendados a los dominicos españoles. Estos se establecieron en 1776 ... Ya el Papa Pío IX afirmó en una encíclica que la más gloriosa de las Misiones era la de Tonkín. A pesar de las innumerables persecuciones sufridas desde su fundación hasta el presente, continúa siendo una misión modelo ... El vicario apostólico de Tonkín es el padre Santos Ubierna, español nacido en Burgos."

(6) Parece ser que el obispo Santos Ubierna había manifestado en alguna ocasión su deseo de abandonar definitivamente Vietnam y retornar a España, aunque la rápida vuelta al Tonkín tras su viaje a España de 1955 parece contradecir ese supuesto. Por otra parte, no hemos sido capaces de encontrar testimonio alguno de este último viaje a España, hito que únicamente aparece reseñado en la pequeña biografía del obispo que, en lengua vietnamita, aparece en internet. Hemos encontrado, también, una breve reseña periodística de una visita efectuada por monseñor Ubierna a España en 1951 (Diario de Burgos, 13 de junio de 1951), en el curso de la cual acompañó, en su visita a Burgos, a 150 alumnos del colegio dominico de Olmedo.

(7) Según Emiliano Nebreda, el obispo Santos Ubierna "murió fusilado, martirizado en Vietnam y beatificado por Juan Pablo II" ["Amo a mi pueblo", Burgos (2016), tomo I, página 618]. Ignoro las fuentes consultadas por el autor, pero no he encontrado referencia alguna a la supuesta muerte violenta de Santos Ubierna ni a su posterior beatificación; nada se dice al respecto ni en los documentos escritos en castellano ni en las páginas consultadas en internet, escritas en lengua vietnamita.





Hoy en día, el único recuerdo tangible del obispo en su patria chica consiste en una fotografía, humildemente enmarcada, y expuesta en la columna de la pila de agua  bendita, justo encima del "cepillo" parroquial, a la entrada de la iglesia parroquial de San Juan Bautista. La leyenda de la fotografía reza así:


+Monsr. Santos Ubierna García, O.P. Obispo
Ortus: Huérmeces (1-XI-1907)
Obitus: Vietnam (1955)
IN MEMORIAM


(8) El traslado de los restos de Santos Ubierna desde el santuario de Martino hasta Thai Binh, a primeros de noviembre de 2018, fue ampliamente recogido por los medios informativos católicos digitales de Vietnam:

El obispo Santos Ubierna regresa a Thai Binh

Traslado del difunto obispo Santos Ubierna

Imágenes de la misa y recepción de los restos del obispo Santos Ubierna



Actual logotipo de la diócesis de Thai Binh (Vietnam)


También existen en YouTube varios videos con un resumen de la ceremonia de recepción. En el audio, las únicas palabras entendibles resultan ser, lógicamente, Santos y Ubielna; de todos es conocida la dificultad asiática en la pronunciación de la ruda "r" castellana.

En los textos que aparecen en internet, mejora algo la comprensión, ya que alcanzamos a entender varias palabras más (nombres propios, todos), entre las que destacan tres: Santos, Ubierna y Huérmeces. Más que suficiente para nuestro ego farol. Y si deseas profundizar, ahí tienes a Google translate, al que no se le resiste ni el vietnamita moderno, aunque los resultados sean a veces algo pintorescos.
  

AGRADECIMIENTOS:

A Rogelio García Ubierna (Huérmeces, 1939), uno de los muchachos que, en 1949, recibió la confirmación de manos del obispo del Tonkín -y tío suyo- Santos Ubierna García.