sábado, 24 de junio de 2017

Los primeros "faroles": los neandertales de Valdegoba



Hace muchos, muchos años, cuando aún no existían fronteras nacionales ni siquiera municipales … mucho antes … cuando los humanos aún no habíamos sucumbido a la irresistible atracción del ladrillo … cuando lo más parecido a una casa era el abrigo de una cueva … entonces, justo entonces, hace unos 70.000 años, la porción de terreno de unos 25 kilómetros cuadrados que hoy conocemos por el nombre de Huérmeces, se encontraba habitada por unos homínidos razonablemente parecidos a nosotros, de complexión más fuerte y modales quizás más rudos, de prominentes cejas, ausencia de mentón y de pómulos, sin hábitos depilatorios, pero por lo demás bastante similares, con sus ilusiones y sus desencantos, sus sueños y sus pesadillas, su lucha por la supervivencia, su preocupación por la alimentación de sus hijos, por la seguridad del grupo, por conseguir dormir caliente cada noche  ...

La cueva de Valdegoba está temporalmente habitada por un grupo –o clan- de cazadores, recolectores y carroñeros, que explota el entorno como buenamente puede, en medio de una climatología sensiblemente más fría que la actual. Dominan el fuego, disponen de una amplia variedad de útiles de piedra ya refinados, cuidan de ancianos e impedidos, y entierran a sus muertos.


Una de la hembras jóvenes del clan, preñada primeriza, es motivo de reciente preocupación para el grupo. Algo no va bien. Hace días que presenta mal aspecto, con frecuentes ataques de fiebre y temblores descontrolados…       


Demos un nuevo salto en el tiempo, ahora hacia nuestra época: 68.000 aC … 4.500 aC ... 711 … 884 … 1212 … 1492 … 1713 … 1808 … 1898 … 1936 … 1968 … 1987. Stop.

Rolf Quam señala el nivel en el que apareció la mandíbula de Valdegoba
El día 26 de julio de 1987, Ana Isabel Ortega, geóloga y espeleóloga del grupo Edelweiss, mientras realizaba tareas de replanteo topográfico en la cueva de Valdegoba, dentro de los preparativos para la inminente campaña de excavaciones prevista para el mes de agosto, fue capaz de reconocer una mandíbula de aspecto arcaico, sin mentón, muy robusta, … una mandíbula neandertal.




No tenemos constancia de que -en el momento del hallazgo- sonara canción alguna en el radio-cassette de los espeleólogos, por lo que el fósil se ha quedado únicamente con el apellido de la cueva, sin añadidos pop anglosajones: la mandíbula de Valdegoba.

Durante la campaña de excavación de ese mismo año, se recuperó otro fragmento de la misma mandíbula y alguno de sus dientes, correspondientes todos a un adolescente (hembra, quizás) de unos 13-15 años de edad, de principios del Pleistoceno
Dientes de leche neandertales  (Valdegoba)
superior
.



En sucesivas campañas (efectuadas entre 1988 y 1991) aparecieron nuevos restos humanos, entre los que destacan varios dientes de leche, también neandertales, pertenecientes probablemente a un niño neonato. Quizás la cueva asistió a un drama habitual en aquellos tiempos: el fallecimiento de la madre y del recién nacido. En cuanto a restos postcraneales, se encontraron dos metatarsos y una falange, pertenecientes a un individuo inmaduro y dos adultos.
Restos postcraneales de neandertal (Valdegoba) R. Quam y otros








La antigüedad de los restos humanos fue determinada mediante el método de las series de uranio. El dato más reciente sugiere una edad de unos 70.000 años, aunque con un amplio margen en los resultados.


















Industria lítica de Valdegoba. C. Díez y otros (Zephyrus 41-42, 1988)
Junto con los restos humanos, se recuperó un importante conjunto de industria lítica, encuadrado en el Paleolítico medio. 

Solamente en la campaña de excavaciones de 1987 se recuperaron más de 1.800 piezas líticas, entre las que predomina la cuarcita y el sílex, sobre el cuarzo y la caliza. La materia prima procede principalmente de cantos rodados, plaquetas, riñones, bloques erráticos y afloramientos silíceos que se encuentran en las inmediaciones. Abundan las lascas, seguidas por las lascas retocadas, siendo irrelevantes los núcleos y cantos tallados y la materia prima sin desbastar y percutores.






También se recuperaron abundantes restos faunísticos. Entre la macrofauna, destacan: lobo, zorro, oso, hiena motetada, caballo, zebro, gato montés, lince, leopardo, rinoceronte, jabalí, ciervo, rebeco, cabra montés, bisonte y tejón.

Entre los micromamíferos: topillo, topillo nival, rata topo, ratón de campo, castor europeo, marmota alpina, musaraña, musgaño, conejo y puercoespín.

Entre la avifauna: ánade, azor, gallo lira, pato, buitre negro, cernícalo, paloma bravía, mochuelo, perdiz, codorniz, mirlo, chova piquigualda, chova piquirroja, y varias especies de paseriformes sin identificar.
 
Estos neandertales de Valdegoba eran un grupo de cazadores-recolectores que depredaban principalmente rebecos, pero también cabras, corzos, ciervos y équidos. De vez en cuando debían de vérselas con algún carnívoro peligroso (oso y leopardo, sobre todo) pero seguramente que éstos tendrían las de perder. Generalmente, carnívoros y humanos tratarían de evitarse. Tampoco harían ascos a la variedad de frutos silvestres que medran en la zona (majuelo, rosal silvestre, guillomo, zarzamora, endrino, ciruelo, manzano, etc.) y quizás también utilizaran alguno de los recursos faunísticos del Úrbel.

La abundancia de carnívoros entre los restos óseos encontrados, en particular de especies hibernantes (oso) y de aquellas que establecen cubiles en las cuevas (hienas), así como la presencia de juveniles (en leopardo, lobo, oso, hiena) induce a pensar que las ocupaciones humanas de la cueva serían de corta duración, estacionales quizás, al compás de los ritmos agrupacionales de los rebecos, que solían acontecer a finales de verano.

Carnívoros y humanos se alternarían, pues, en el uso de la cueva, aunque en momentos puntuales entrarían en conflicto. Hay pruebas de comportamiento carroñero de los carnívoros sobre animales consumidos por los humanos.

Sabemos que los neandertales ya practicaban ciertos ritos funerarios, por lo que los restos humanos encontrados pudieran corresponder con alguno de aquellos incipientes enterramientos de miembros de su clan. Aunque también es posible que algún depredador encontrara los cadáveres y los carroñeara tranquilamente en la cueva, en los lapsos de tiempo en los que aquella se veía libre del aprovechamiento humano.

Hasta el verano de 2017 (1), los restos de Valdegoba constituían los únicos fósiles neandertales encontrados en Castilla y León. Aunque ya quede poco por excavar, la cueva de Valdegoba está cerrada, protegida de posibles actividades furtivas, a la espera de nuevos métodos de trabajo.




El cerramiento de la cueva, por medio de un muro de piedra, ha ocasionado que el lugar pierda gran parte de su encanto, por lo que ha dejado de ser un destino apetecible para las antaño frecuentes visitas de excursionistas locales y foráneos.



El paraje forma parte de la ruta "Sendero de las Cuevas de Valdegoba" recientemente balizada, siendo muy recomendable la visita al denominado "mirador", desde el que se contempla una espléndida vista de esta zona del Úrbel medio. Una vista muy similar a la que se contemplaba desde el -ahora menos recomendable- abrigo de la Cueva.

Puedes encontrar una descripción detallada del recorrido en el blog "Sendas de Burgos":

Sendero de las cuevas de Valdegoba 


(1) En el verano de 2017 se confirmó la presencia de fósiles neandertales en Atapuerca



APÉNDICE:

En los últimos años, los restos humanos encontrados en Valdegoba se han visto incluidos (junto con otros especímenes europeos) en varios trabajos de investigación realizados por equipos internacionales, y que se han plasmado en los correspondientes estudios, editados en prestigiosas revistas científicas. Las conclusiones más interesantes de alguno de los referidos trabajos han sido:

Restos de Valdegoba (2 a, b, c, d) con señales de carroñeo
- Constatar que los neandertales no eran habitualmente cazados por los grandes carnívoros que vivían en esa época en Europa (osos, leones de las cavernas, hienas, lobos, leopardos); al contrario, es muy probable que fueran los neandertales los que mataran a estos depredadores, merced a su cooperación en la caza y la utilización de armas punzantes; en ocasiones, los carnívoros accedieron a cadáveres humanos como meros carroñeros, dejando marcas de sus dientes sobre los huesos, como sucede con los restos de Valdegoba, que presentan señales de roído, punción y mordisco. (Hunted or scavenged Neanderthals?, 2017)




- Estudios realizados sobre el ADN mitocondrial de 13 individuos (incluida una nueva secuencia de los restos de Valdegoba), han servido para argumentar que la extinción de los neandertales no fue originada por la irrupción del Homo sapiens, ya que antes de la llegada del hombre moderno se encontraban en una situación límite, con escasos niveles de variación genética; todo parece indicar que los neandertales pudieron ser más sensibles a los dramáticos cambios climáticos que ocurrieron durante la última Edad del Hielo (Partial Genetic Turnover in Neandertals, 2012)


Los restos fósiles animales encontrados en Valdegoba también han formado parte de varios estudios –esta vez nacionales-  entre los que destacan:

- Estudio sobre los leopardos del Pleistoceno en la Península Ibérica (Pleistocene leopards in the Iberian Peninsula, 2015)
Huellas de descarnado en restos animales (Valdegoba)


- Estudio de las marcas de corte presentes en los restos óseos recuperados en el yacimiento, procedentes de las actividades desarrolladas por comunidades cazadoras-recolectoras neandertales (Huellas de descarnado en el Paleolítico Medio: la cueva de Valdegoba, 2006)


















OBRAS CONSULTADAS:

-DÍEZ, C. (1991): “La grotte de Valdegoba (Huérmeces, Burgos, Espagne). Un gisement du Paléolithique Moyen avec des restes humaines”. L’Anthropologie (Paris) 95: 329-330.
-DÍEZ, C.; GARCÍA, M. A.; GIL, E.; JORDÁ, J. F.; ORTEGA, A. I.; SÁNCHEZ, A. Y SÁNCHEZ, B. (1988–1989): “La Cueva de Valdegoba (Burgos). Primera campaña de excavaciones”. Zephyrus, 41–42: 55–74.
-DÍEZ, C.; JORDÁ, J. F. Y SÁNCHEZ, B. (1988): “La cueva de Valdegoba (Huérmeces, Burgos): estratigrafía, industria lítica y fauna”. II Congreso Geológico de España 1: 379–382. Granada.
-DÍEZ, C. y NAVAZO, M. (2005): “Apuntes sociales y geográficos a partir de los yacimientos del Paleolítico Medio en la zona nororiental de la Meseta castellano leonesa”. Museo de Altamira. Monografías, 20: 39-54.
-DÍEZ, C. (2006) “Huellas de descarnado en el Paleolítico Medio: la cueva de Valdegoba (Burgos)”. Miscelánea en homenaje a Victoria Cabrera. Zona Arqueológica, 7. Vol  I: (304-317)
-QUAM, R.; ARSUAGA, J.L.; BERMÚDEZ DE CASTRO, J.M.; DÍEZ, C.; LORENZO, L.; CARRETERO, J.M.; GARCÍA, N. Y ORTEGA, A.I. (2001): “Human remains from Valdegoba Cave (Huérmeces, Burgos, Spain)”. Journal of Human Evolution, 41: 385–435.
-DALEN, L.; ORLANDO, L.; SHAPIRO, B.;DURLING, M.B.; QUAM, R.; GILBERT, M.T.P.; DÍEZ FERNÁNDEZ-LOMANA, J.C.; WILLERSLEV, E.; ARSUAGA, J.L.; GOTHERSTROM, A. (2012): “Partial genetic turnover in neandertals: continuity in the east and population replacement in the west”. Molecular Biology and Evolution. 29 (8): 1893-1897
-CAMARÓS, E., CUETO, M., ROSELL, J., DÍEZ, J. C., BLASCO, R., DUHIG, C., DARLAS, A., HARVATI, K, JORDÁ, J., MONTES, L., RIVALS, F. & VILLAVERDE, V. (2017). Hunted or scavenged Neanderthals? Taphonomic approach to hominin fossils with carnivore damage. International Journal of Osteoarchaeology.
-SANCHIS, A., TORMO, C., SAUQUÉ, V., SANCHIS, V., DÍAZ, R., RIBERA, A., VILLAVERDE, V. (2015). “Pleistocene leopards in the Iberian Peninsula: New evidence from paleontological and archaeological contexts in the Mediterranean region.”. Quaternary Science Reviews 124 (2015) 175-208.
-ORTEGA MARTÍNEZ, Ana Isabel (2001). "Los neandertales de la cueva de Valdegoba". Grupo Espeleológico Edelweiss (50 Aniversario1951-2001), Boletín nº3 - Junio 2001

miércoles, 14 de junio de 2017

Pinares de repoblación en Huérmeces y alrededores



En 1940, apenas finalizada la Guerra Civil, el recién reinventado Patrimonio Forestal del Estado puso en marcha el ambicioso Plan General de Repoblación Forestal de España, ideado tan solo un año antes por las autoridades forestales franquistas, y que preveía la repoblación de casi 6 millones de hectáreas (dos veces la superficie total de Galicia) durante los próximos cien años.

El objetivo principal de dicha vorágine repobladora era asegurar el necesario abastecimiento de madera para el destrozado país. Iba dirigido, principalmente, a la alimentación de las industrias maderera y papelera (acababa de crearse la empresa nacional SNIACE). Como objetivo secundario, se perseguía proteger de la erosión las cabeceras hidrologicas más expuestas. Y también absorber parte de los elevados índices de paro campesino existentes en algunas zonas del país.

Durante los 32 primeros años de desarrollo del Plan (1940-1972) se repoblaron 2,7 millones de hectáreas, lo que suponía alcanzar casi la mitad del centenario objetivo en solo el primer tercio de recorrido. Éxito total en cantidad, que otra cosa fue la calidad de las repoblaciones efectuadas. Casi la totalidad lo fueron a base de pino y eucalipto, prestando muy poca atención a las especies frondosas, que sufrieron un retroceso evidente durante el mismo lapso de tiempo.

Las plantaciones se realizaron en base a unos "consorcios" establecidos entre la autoridad forestal y los diferentes ayuntamientos de la época. En dichos consorcios se establecía que los ingresos derivados de futuros aprovechamientos de madera (a cien años vista, en algunos casos) se repartirían entre el repoblador (el Estado, dos tercios) y el propietario (el ayuntamiento o junta vecinal, un tercio).

En muchas zonas no especialmente productivas -como la nuestra- las plantaciones que han llegado a nuestros días, sin haber recibido apenas tareas de mantenimiento, no parece que vayan a generar ingresos de importancia en un futuro cercano. A no ser que se acabe por establecer la siempre problemática figura del "acotado de setas", como ha sucedido en algunos municipios de clara vocación forestal y micológica. 

Quien les iba a decir a los insignes ingenieros diseñadores de aquel Plan de Reforestación que, con el paso de las décadas, bien avanzado el siglo XXI, el único aprovechamiento generado por sus queridos pinares sería el derivado de la recogida de sus hongos, níscalos sobre todo.
 





Tal y como sucedió en muchos otros pueblos de La Comarca, a finales de los años cincuenta del siglo pasado llegaron a Huérmeces varias cuadrillas de pineros, como eran denominados los plantadores de pinos. Procedían tanto de pueblos de los alrededores como de lugares mucho más lejanos, especialmente del Sur. En algunos casos, incluso se desplazaron con sus familias, viviendo temporalmente en algunas casas del pueblo, puestas a su disposición mientras duraron las varias temporadas de plantación que se sucedieron durante aquellos años.

Era relativamente habitual que también los chavales del pueblo realizaran labores de plantación, ya que durante los otoños los quehaceres de los labradores disminuían considerablemente. Más que una ayuda importante para la economía familiar, se trataba de ganar unos duros para gastos propios.

El trabajo era muy duro. Las plantaciones se realizaban en páramos y lugares muy expuestos al viento, a la lluvia y al frío de los otoños castellanos. El ahoyado se realizaba a mano, con un simple azadón, y el salario se cobraba por cada pino plantado.

Las especies de pino utilizadas en estas plantaciones fueron Pinus nigra (pino laricio) y Pinus sylvestris (pino albar).



En Huérmeces, tres fueron los parajes en los que se efectuaron plantaciones en aquellos años:

1. Valmares: en este vallejo situado en el límite con el término de Montorio, se plantaron unas 26 hectáreas de pinar; su aspecto es hoy muy desigual, relativamente denso en las tierras de fondo del valle y bastante ralo en las laderas de la porción superior del vallejo.


Pinar de Valmares; a la derecha, carretera vieja de Aguilar, a la altura de Los Navatillos

Pinar de Valmares; a la derecha, el vallejo de Buzón y parte de su chopera
  

2. Navas: en este paraje limítrofe con el término de Castrillo, en una pequeña loma no apta para el cultivo agrícola, se plantaron unas 47 hectáreas de pinar, hoy poco denso, por la relativa pobreza de los suelos del paraje.


A la derecha, parte del pinar de Navas; a la izquierda Monte las Eras; vista desde Castrillo
 

3. El Páramo: en terrenos limítrofes con Ros, se plantó un alargado y estrecho pinar, formado por tres manchas, que ocupan en total unas 16 hectáreas, hoy atravesadas por la pista de servicio del parque eólico del Páramo. El aspecto general de este pinar es denso y homogéneo.
 

Pinares del Páramo, desde la carretera de Huérmeces a Santibáñez
 
Pinar del Páramo desde el trifinio Ros-Huérmeces-Santibáñez


 
En los pueblos del entorno también se efectuaron plantaciones en aquellos años, o en fechas algo posteriores; los pinares adultos existentes en la actualidad son los siguientes:


Ruyales del Páramo: existen cinco parcelas de pinar, establecidas alrededor de la cabecera del río homónimo (de W a E): Las Hoyas, Valdefrailes, Las Mayas, La Cotorra y Valdaña. Se trata de pinares de casi 60 años de edad, plantados en 1958.

Se aprecian cuatro de los cinco pinares de Ruyales: Valdefrailes, Las Mayas, La Cotorra y Valdaña


Pinar de Valdaña (Ruyales) visto desde La Lastra (San Pantaleón del Páramo)



Quintanilla Pedro Abarca: destaca el gran pinar de Valdechondo, en las cercanías de la ermita de Robledillo, y que continúa por el término de Acedillo. También existe una pequeña parcela plantada de pinos en el paraje de Sorredondo, limítrofe con La Nuez de Arriba.


Pinar de Valdechondo (Quintanilla Pedro Abarca) y su continuación en Puerta (Acedillo)


San Pantaleón del Páramo: únicamente se plantaron pinos en la zona alta del vallejo de Valcavado, justo en las inmediaciones de Peña Nariz, ya en el límite con Montorio.


Pinar en la zona alta de Valcavado, al pie de Peña Nariz


Acedillo: en el paraje de Puerta existe una enorme parcela de pinar, contigua a la perteneciente al término de Quintanilla Pedro Abarca.

Bustillo del Páramo: en el término de este pueblo existen dos importante manchas de pinar: Las Ñavas y La Serna-El Corral.


En el centro, pinar de Las Hoyas (Ruyales) y al fondo, a la izquierda, pinar de Las Ñavas (Bustillo); más al fondo, antena de Coculina y parque eólico de El Perul (Acedillo)


Hormazuela: sus dos pinares ocupan una amplia parcela en el Páramo Vega, limítrofe con Brullés, y otra en El Cuadrón, limótrofe con Las Hormazas 

Las Hormazas: aquí encontramos uno de los pinares más extensos de la zona, San Bartolomé, que ocupa unas 103 hectáreas de alargada (3 km) y estrecha (300-350 m) parcela; otras manchas de pinar existen en Valmayor, La Loma-Carrespinosa, y Los Rebollos-Lentejares.


Pinar de San Bartolomé, desde el páramo de Susinos

Pinar de San Bartolomé atravesado por el camino de Burgos, a la altura del Altillo (Las Hormazas)


Úrbel del Castillo: un pequeño pinar en la parte baja de El Embid, y otro en La Tabla, en la ladera oriental de La Mesa.

Coculina: una estrecha franja en la ladera suroeste de La Mesa, en un paraje denominado El Colmenarón; y cinco manchas alrededor del paraje denominado El Hoyuelo.


Pinar de El Colmenarón; al fondo, a la derecha, El Cuerno de La Mesa; más al fondo, La Ulaña

El Colmenarón, en la ladera de La Mesa
 

Montorio: una pequeña parcela en el paraje Lomas de Fresnos-La Pedraja, vecina del enorme pinar existente en el término de Quintanilla Sobresierra.

Quintanilla Sobresierra: en el término de este pueblo encontramos los pinares más extensos de La Comarca: Carremontorio-La Loma (270 ha) y Valdemiguel-Loma Quintanilla (170 ha); además, las plantaciones han sido continuadas en el tiempo, ya que la fábrica de explosivos ubicada en el término ha promovido, en terrenos de su propiedad, reforestaciones y subsiguientes “experiencias” en fertirrigación y recuperación de cubiertas vegetales.


Al fondo, Pinar de Carremontorio (Quintanilla Sobresierra); en primer término, plantaciones más recientes

Pinar de Valdemiguel, dentro de los terrenos pertenecientes a la fábrica de explosivos



Castrillo de Rucios: pinar en el paraje Valle Sedón, enfrente de Becerril, aparentemente más joven que sus vecinos de Huérmeces y Quintanilla Sobresierra.


Pinar de Castrillo, desde Becerril


Ubierna: dos pequeñas manchas de pinar, en Valdevacas y Valdeperal. La primera de ellas, muy cerca del límite con el término de Huérmeces y de la pequeña laguna allí existente.


Pinar de Valdevacas (Ubierna)


En la tabla siguiente se resumen los datos de las principales manchas de pinar adulto en Huérmeces y alrededores (tanto la denominación del paraje como la superficie del pinar en hectáreas son aproximados):






Vistas las ubicaciones de estos pinares, cabe afirmar que pueblo pinero, pueblo molinero. En el sentido de que allí donde hay pinos, hay molinos … eólicos. Lo cual tiene su lógica: Tanto unos como otros no ocupan sino terrenos esteparios, altiplanos no aptos para la agricultura, barridos por los cuatro vientos: aquellos que entonces solían denominarse pastizales o eriales, adecuados solo para una ganadería extensiva ya en claro proceso de desaparición.






A partir del año 1972, fue el ICONA el organismo encargado de la repoblación, aunque el maquillaje en el nombre no trajo consigo ningún cambio en las pautas: las plantaciones continuaron basándose en pino y eucalipto, y con el añadido del polémico aterrazamiento de los terrenos.

Desde 1986, a raíz de la entrada de España en la Unión Europea, y con las competencias en materia forestal ya transferidas a las Comunidades Autónomas (1984), se asistió a un cierto repunte en las prácticas repobladoras, al calor de las ayudas europeas. Se prestó más atención a las especies frondosas, pero los objetivos alcanzados fueron muy modestos.


Daños causados por procesionaria (Quintanilla Sobresierra)


En La Comarca, se vivió una nueva fiebre repobladora durante los primeros años del siglo XXI (especialmente 2005-2007), aunque en esta ocasión las plantaciones poco tienen que ver con las que se realizaron en los años cincuenta y sesenta. Mínima mano de obra por el uso de potente maquinaria subsoladora y plantación mecanizada; amplias pistas de acceso; cerramiento de parcelas, etc. Y, por supuesto, erre que erre: pinos.

Pinos que en los últimos años –al calor de inviernos cada vez más suaves- han sufrido los consiguientes y reiterados ataques de la oruga procesionaria.

En Huérmeces, estas modernas plantaciones han sido perpetradas en Isilla, Buzón, Los Casares, laderas del Páramo, La Lastra … hasta en la emblemática Coronilla. En los pueblos del entorno, en incontables lugares.

Se han destrozado ecosistemas esteparios a costa de plantar una especie de dudosa viabilidad –no ya económica, sino meramente biológica- en el contexto actual de cambio climático. Al incremento de problemas fitosanitarios habrá que añadir el del riesgo de incendios, según vaya incrementándose la masa forestal de los pinares, claramente propensa al fuego, en veranos cada vez más cálidos y secos, con los accesos a las masas boscosas facilitados por multitud de pistas y caminos...

sábado, 3 de junio de 2017

La Casa del Sol Naciente, en el balcón de Valdelucio



Seguro que muchos usuarios -habituales o esporádicos- de la carretera nacional de Burgos a Aguilar de Campóo (N-627), al atravesar esa pequeña comarca natural que tiene por nombre Valdelucio, se han hecho la misma pregunta:

¿Qué será aquella llamativa construcción que se sitúa allá arriba, casi al borde de la cornisa de la inmensa lora de Valdelucio, entre Quintanas y Fuencaliente?





Si el día es soleado, el tejado y las blancas paredes de la construcción destacan claramente sobre el entorno rocoso y herboso de la lora, captando sin remedio la atención del conductor o pasajero. La primera idea que se te ocurre es que quizás se trate de una ermita o santuario cuya existencia desconocías completamente.

Y puestos a elucubrar, hasta podría tratarse de una especie de ashram levantado en los tiempos del apogeo hippy. La construcción, aparentemente orientada al Sol naciente, parece un lugar ideal para el establecimiento de una comunidad espiritual, sedienta de paz y tranquilidad, necesitada de meditación, anhelante de las sabias enseñanzas de su gurú.

Un buen día de hace ya más de veinte años planeé una excursión en bici de montaña que incluyera en su recorrido a este "misterioso" edificio. Podría haber preguntado por el carácter de la construcción en alguno de los pueblos situados inmediatamente debajo (Quintanas y Renedo de la Escalera, principalmente), pero preferí la incertidumbre, el encanto de lo desconocido. Ya habría tiempo para decepciones.

Veintitantos años después, y con veintitantos kilos más, repetimos excursión, aprovechando un espléndido lunes de mayo. 

La ruta comienza en Fuencaliente, al lado del molino del Arenal, un escondido y bonito rincón a orillas del río Lucio. Allí dejaremos el coche, a la sombra de una chopera. En poco más de 2 km, por desdibujados caminos, se llega sin mucha dificultad a Paúl, el pueblo en el que arranca el único acceso rodado a este sector de la lora de Valdelucio.




Hoy en día, esta pista presenta un estado más que aceptable, pero hace 20 años no tanto. Los primeros metros atraviesan un terreno arenoso, y el firme del camino se encontraba por entonces muy erosionado por el agua de lluvia. Las últimas rampas, sin embargo, talladas directamente sobre la roca, presentaban un firme más consistente, y pindio.

La pista atraviesa el hayedo de Paúl que, junto con los de Castrecías, Escuderos, Solanas y Corralejo, constituye uno de los hayedos más meridionales de este sector de la Cordillera Cantábrica, y de carácter relicto.

En unos 2 km de ascensión, la pista culmina en la primera cornisa caliza de la lora. Y el espectáculo que desde allí se contempla, en un día soleado, hace que se te olvide rápidamente el esfuerzo de la escalada, el sudor y la fatiga. Estamos a más de 1100 metros de altitud, esto es, a unos 150 metros por encima del valle de Valdelucio.

Hacia el interior de la lora, aparece El Vallejo, una especie de valle colgado de enormes dimensiones, que asciende en sentido W-E, flanqueado por un camino que presenta un buen aspecto. Y al fondo, en la culminación del vallejo, resulta ya visible el objetivo de nuestra excursión: el misterioso edificio que hasta aquí nos ha traido.   







Según remontamos El Vallejo por el camino que discurre por su izquierda, nos vamos haciendo una idea del enorme tamaño de la finca que ocupa toda la mitad superior del mismo. Este año plantada de trigo, esta finca que discurre en suave pendiente alcanza el "portillo" en el que se ubica la construcción y ocupa también una pequeña porción del vallejo que discurre en la vertiente contraria, descendiendo en dirección este. 







Y es que, como supimos más tarde, precisamente esta enorme finca de 26 hectáreas es la razón de ser de esa construcción que destaca en el "portillo" que separa ambas vertientes. Desde siempre, esta finca formaba parte del terreno comunal de Renedo de la Escalera. Este terreno, apto como pastizal, ocupaba casi la totalidad del vallejo, sobre todo en su mitad superior. 
  

A la izquierda, restos de la modesta vivienda temporal en la que un vecino de Renedo "hacía el verano"

 



En los duros años de la posguerra, tal y como sucedió en muchos otros lugares, se procedió a la roturación de buena parte de estos terrenos comunales, y la finca resultante fue adquirida por Fidel, vecino de Renedo de la Escalera.


En la zona inferior de la finca, al lado mismo del camino, llegó a existir una modesta construcción a modo de vivienda temporal en la que poder "hacer el verano", esto es: segar y trillar in situ, para evitar acarreos largos y penosos, bajando al pueblo únicamente el grano ya separado de la paja, al final del verano. Aún puede distinguirse en el lugar un pequeño amontonamiento de piedras, ladrillos y cemento.

A finales de los años cincuenta, SEYCO, entonces una sociedad (hoy cooperativa) con amplia implantación en Valdelucio y El Tozo, compró la finca al citado vecino de Renedo. Y decidió que el portillo que separaba las dos vertientes del vallejo era un buen lugar para levantar una nave en la que almacenar aperos y la cosecha de patata de secano que por entonces se cultivaba en la enorme finca.

El almacén no cumplió durante muchos años con su teórico cometido, ya que la rápida expansión del cultivo de patata de siembra en regadío, en la más adecuada zona baja del valle de Valdelucio, hizo que perdiera sentido cultivar patata de secano en las zonas altas. Y allí se quedó el almacén, solitario y vacío de contenido.




En años venideros se le arrancarían materiales fácilmente reutilizables, como puerta y ventanas, de madera. Y del resto se iría encargando, poco a poco, el mero discurrir del tiempo. El tiempo y las duras condiciones climáticas que aporta el invierno en la lora de Valdelucio.





Aún así, el edificio no presenta un estado ruinoso ni mucho menos, por lo que cabe suponer que nos encontramos ante una construcción bien diseñada y ejecutada. De unas dimensiones respetables (12x10 metros) para tratarse de una contrucción diáfana, cuenta con unos buenos cimientos, rematados en piedra, y unas paredes levantadas en fábrica de bloque de hormigón. El tejado, de estructura bien calculada, presenta únicamente dos o tres boquetes de pequeño tamaño, desconocemos si originados por la acción de los elementos meteorológicos (nieve, sobre todo) o de otro tipo de elementos.





Vista desde la peña que se levanta justo enfrente del edificio, al otro lado de la finca, la nave adquiere un carácter más ligero, y parece flotar sobre los campos ocres o verdes (según hayan sido sembrados de patata o de cereal) de Valdelucio.

Y de nuevo al lado del edificio, y ya que nos encontramos justo en el portillo del camino longitudinal de la lora de Valdeludio, no debemos perder la oportunidad de contemplar las espléndidas vistas que desde aquí se ofrecen, en este auténtico balcón de Valdelucio:

Paúl a la izquierda, Renedo justo debajo, Quintanas a la derecha, algo más alejada; al fondo, Fuencaliente, Llanillo, la lora de Valdivia, Villaescobedo, los aerogeneradores del parque eólico de la lora de La Pata del Cid,...


Paúl de Valdelucio y balsa de Pradillo

Renedo de la Escalera; al fondo, a la derecha, crestas calizas en las que se esconde el molino del Arenal, en Fuencaliente

 
Quintanas de Valdelucio, la capital del municipio; al fondo, balsa de San Pelayo, cerca de Llanillo


Villaescobedo, colgado en el primer escalón del páramo



Resulta llamativa la proliferación de balsas de riego, enclavadas tanto en las laderas como en el fondo del valle. Son una veintena en total, de todas las formas y tamaños, desde una humilde piscina de 21 metros de diámetro, en chapa de acero galvanizado (Quintanas) hasta las 6 hectáreas que ocupa la de Poyadal (Llanillo), la mayor de todas. La mayor parte de las balsas se realizaron en la última década del siglo XX, con importantes subvenciones públicas. El cultivo de patata de siembra es muy ávido de agua, y si no fuera por estas balsas, el caudal del río Lucio llegaría a desaparecer en verano. Gran parte de las balsas más pequeñas suelen dedicarse al aprovechamiento ganadero.

En el momento de la excursión de este año, se estaba procediendo a la siembra de la patata, que aquí suele acontecer entre mediados de mayo y primeros de junio. La normativa actual (2011) obliga a la rotación trienal de las parcelas dedicadas a la producción de patata certificada de siembra, en lugar de la hasta entonces habitual rotación bienal. Esto ocasiona una escasez de terrenos disponibles para su cultivo, por las limitaciones estructurales del regadío.

Los rendimientos de la patata en bruto se sitúan en unos 28.000 kg/ha, siendo de patata de siembra (calibre 35-60 mm) unos 15.000 kg/ha. Hay que destacar que el rendimiento del trigo cultivado sobre tierra que el año anterior tuvo patata oscila entre los 5.000-6.000 kg/ha en secano. Las rotaciones de cultivo en estas tierras resultan muy apropiadas para el cereal, y hacen que prácticamente se olviden del barbecho.
 

Balsa de Las Arenas (1 hectárea), entre Renedo y Quintanas; campos de patata (ocres) y de trigo (verdes); pinos en las proximidades de la N-627 (entre Fuencaliente y Llanillo) y robles en las laderas de las loras de Valdivia y Pata del Cid


Una explotación tipo en Valdelucio posee unas 60 has, de las cuales dedica a patata unas 9-10 has (un 15%), en parcelas pequeñas, que no llegan a la hectárea, realizando una rotación de cultivos entre patata, trigo y forrajeras (veza y alfalfa) y algo de girasol. (1)

Este año, también nos llamarán la atención las fincas cubiertas de blanca gasa, bajo la que crecen plantas de fresa, cultivadas aquí no para la producción de fruta, sino para la obtención de planta libre de pulgón y enfermedades asociadas. La fresa se obtendrá, más tarde, en tierras mucho más meridionales.



Superada la cierta decepción que depara el descubrir que la misteriosa construcción no es más que un simple almacén de patatas, cabe asegurar que aún así la excursión merece la pena. La inmensa lora de Valdelucio es un paraje espectacular, y el nuevo vallejo que se extiende hacia la vertiente opuesta, hacia el Este, recorrido también por un camino en buen estado, permite -en otros 5 km de trazado descendente- llegar cómodamente a la carretera que comunica Valdelucio y Humada. 



Desde el portillo, el Vallejo desciende ahora en dirección Este, hasta encontrarse con los cortados de Barrio Lucio y la carretera que comunica Valdelucio con Humada




usto a 100 metros del entronque entre camino y carretera se encuentra el Molino del Diablo, la surgencia que constituye el nacimiento del río Lucio, un bonito lugar que merece una visita. Desde La Riba, en unos 7 km de carretera de escaso tráfico, se alcanza Paúl sin esfuerzo, y desde allí, en otros 2 km de camino, llegaremos al molino del Arenal, dónde dejamos el coche. 


En total, unos 21 km de recorrido circular, idóneo tanto para una pequeña excursión en bici como para una buena caminata de unas cinco horas de duración.


El camino, a punto de encontrarse con la carretera que comunica Valdelucio y Humada



NOTA:

(1) Los datos relativos al cultivo de la patata en Valdelucio han sido extraídos de la publicación: "Loras y paramera de La Lora en Burgos. El incierto horizonte del desarrollo rural en un espacio de montaña media en recesión demográfica" Marta Martínez Arnáiz. Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Madrid (2015). [Páginas 432, 480-489]



BANDA SONORA

En realidad, pues, la misteriosa construcción del balcón de Valdelucio ni es una casa, ni está orientada al Sol naciente (bueno, la ventana de su testero si que lo está). No importa, es una mera escusa para escuchar el archiconocido tema de The Animals que inspiró el título de esta entrada: The House of the Rising Sun

Seguro que Valdelucio no tiene mucho que ver con Nueva Orleans, y más seguro aún que la casa a la que hace referencia la canción es lo más opuesto que nos podamos imaginar a un almacén de patatas, pero ... es lo que tiene el buscar un título llamativo, que sobrevienen estas contradicciones.


The House of the Rising Sun es una canción folk de los Estados Unidos, de autor desconocido. También llamada Rising Sun Blues, canta las reflexiones de un bala perdida en la ciudad de Nueva Orleans (Louisiana). 

La primera grabación de la que se tiene noticia fue realizada por Roy Acuff  en 1938. En años y décadas posteriores se efectuaron multitud de versiones, entre las que destacan autores como Joan Baez, The Animals, Jimi Hendrix, Bon Jovi, Bob Dylan, Scorpions, Dolly Parton, Nina Simone, Tracy Chapman, Miriam Makeba, Toto y Sinead O'Connor, entre otros muchos.

Las dos versiones más conocidas son la realizada por la cantautora norteamericana Joan Baez (1960) y la del grupo británico The Animals (1964).

La versión de The Animals sonaba como si se tratara realmente de una nueva canción, y es considerada como el primer éxito etiquetado en el estilo folk-rock. Hoy en día, se encuentra incluida en la lista de las 500 mejores canciones de todos los tiempos, elaborada por la revista Rolling Stone.

En otras versiones, el tema se interpretaba desde la perspectiva de una mujer que sigue a un apostador a Nueva Orleans y que termina prostituyéndose en La Casa del Sol Naciente. La versión de The Animals, sin embargo, está interpretada a través de la mirada de un hombre joven que sigue los mismos pasos que su padre, jugador y bebedor, hasta la casa de perdición y hasta su total perdición.

Grabada en una sola toma el 18 de mayo de 1964, comienza con el famoso arpegio en la menor del guitarrista Hilton Valentine, que ha servido de inspiración para muchos guitarristas posteriores. La destacada y particular ejecución vocal de Eric Burdon ha sido definida como "aulladora", “conmovedora", y "profunda y grave como el carbón de Newcastle". Para rematar, el palpitante órgano de Alan Price completa el sonido de la canción.

El líder del grupo, Eric Burdon, diría tiempo después: "estábamos buscando una canción que captara la atención de la gente"; y a fe que lo lograron: House of the Rising Sun fue un verdadero éxito transatlántico, que llegó al número uno en las listas del Reino Unido y de los Estados Unidos.

Varios lugares en Nueva Orleans han sido propuestos como inspiradores de la canción, pero sólo dos parecen contar con bases históricas relacionadas con el nombre "Rising Sun": el primero es un pequeño hotel ubicado en la Conti Street del French Quarter, abierto en la década de 1820; el segundo es un lugar alquilado para bailes y eventos llamado "Rising Sun Hall" abierto a finales del siglo XIX y ubicado frente al río en el vecindario de Carrollton. Ninguno de los dos existe ya.

Aunque hoy en día suele utilizarse la expresión House Of The Rising Sun como un eufemismo de prostíbulo o incluso de casa de juego, no se ha podido documentar vínculo alguno entre los dos locales aludidos y dichos vicios. Una guía de Nueva Orleans, sin embargo, asegura que la verdadera House of the Rising Sun estuvo situada en la calle St. Louis 826-830, entre los años 1862 y 1874, y que era así llamada por el nombre de la mujer que regentaba el local, una tal Marianne Le Soleil Levant, cuyo apellido francés equivale en inglés a "The Rising Sun".


There is a house in New Orleans
They call the Rising Sun
And it's been the ruin of many a poor boy
And God I know I'm one

My mother was a tailor
She sewed my new bluejeans
My father was a gamblin' man
Down in New Orleans

Now the only thing a gambler needs
Is a suitcase and trunk
And the only time he's satisfied
Is when he's on a drunk

Oh mother tell your children
Not to do what I have done
Spend your lives in sin and misery
In the House of the Rising Sun

Well, I got one foot on the platform
The other foot on the train
I'm goin' back to New Orleans
To wear that ball and chain

Well, there is a house in New Orleans
They call the Rising Sun
And it's been the ruin of many a poor boy
And God I know I'm one

(letra: Alan Price)