En
muchas ocasiones, uno tiene la sensación de que los animales con los que te
cruzas por sendas y caminos te observan detenidamente, aunque sin excesivo
temor, más bien con incrédula perplejidad.
Disfrazado
de ciclista, aunque algunos bichos no distingan los colores, debes de presentar
un aspecto de lo más hilarante para ellos.
Dos
enormes piernas circulares, cabeza redondeada y brillante, sin pelo, olor
insoportable (mezcla de protector solar y desodorante sport) y siempre
resoplando en las subidas.
A
vacas, buitres, burros y corzos no les molesta en absoluto que un ciclista
atraviese sus dominios y puede que, en muchas ocasiones, les alegre el día,
sacudiéndose su proverbial aburrimiento.
Si
un grupo de vacas, pastando tranquilamente, levanta la cabeza e interrumpe por
un rato su rumia constante, es que el espectáculo les merece la pena. Si
pudiéramos escuchar su conversación, sería algo así como:
-
¿Y eso que es?
-
Ni idea, pero
huele a rayos.
-
El pasado fin
de semana pasó otro muy parecido.
-
Pero no olía
tan mal.
-
Es que aquel debía
de ser de por aquí.
Y un trío de buitres, tranquilamente asentado en su oteadero favorito, una primaveral mañana de domingo:
-Buitre Uno: ¡De entre las
decenas de cantiles calizos que hay por la zona, tiene que elegir precisamente
este para dar la murga cada domingo por la mañana!
-Buitre Dos: Más le valdría ir a misa y dejarse de bobadas!, !Y como resopla el jodido!
-Buitre Tres:¡Mamarracho!
-Buitre Uno: Vamos a volar un rato hasta que acabe de subir, si es que acaba. !Huele que apesta!
-Buitre Dos: Es que es el aire de abajo.
-Buitre Tres: !Taxidermista!
Y un grupo de burros que, intrigados ante el paso de algo desacostumbrado una aburrida mañana de domingo, tienen conversación para rato:
-
¿Qué era eso?
¿Una moto afónica? ¿Un agente del seprona? ¿Uno de extensión agraria?
-
No, que va. Un
ciclista de montaña.
-
¿Y eso qué es?
-
Un tipo de
ciclista especialmente masoca.
-
¿Y porqué se
para y nos tira una foto?
-
Para ilustrar
las chorradas que cuenta luego.
-
Ahhhh…
Los
cada día más abundantes corzos, poco a poco van acostumbrándose al paso de
ciclistas, y hace tiempo que ya no huyen, ni se sitúan fuera del alcance de
nuestras cámaras de fotos en un par de saltos pendiente arriba. Un más que posible
monólogo corcino sería:
-
¡Qué, majete!
¿te gusta esta pose o mejor me coloco de perfil?
-
¡Dispara ya,
hombre, dispara, que se me acalambra el coxis!
-
¿Qué fondo te
gusta más? ¿este trigal vale o quizás prefieres un veza-avena?
-
Ah, ya, que lo
que quieres es que corretee un rato páramo arriba para que mi blanco culo
resalte sobre la vegetación.
-
¿A pleno sol
de julio? Estás tonto, chaval.
Con
todo, el animal que más fijamente me ha mirado, y sin un ápice de perplejidad,
fue un enorme perro mastín que guardaba un rebaño de ovejas, sustituyendo
temporalmente al pastor.
Y
debo reconocer que no tuve valor para mantenerle la mirada y menos aún para ni
siquiera intentar sacar la cámara de fotos de la mochila. Abandoné el páramo
como alma que lleva el diablo, resoplando aún cuando era claramente cuesta
abajo.
Animales mirando fijamente (más o menos) a un ciclista:
Vaca (Bos
primigenius taurus): El Monte, Villanueva de Puerta
Buitres (Gyps fulvus):
Alto La Cruz,
Huérmeces
Burros (Equus
africanus asinus): Los Ordejones
Corzo (Capreolus
capreolus): La Veguilla,
San Pantaleón del Páramo
Nota: los
corzos no tienen coxis; este hueso es propio de los humanos y grandes simios
sin cola. Pero me pareció que el término coxis quedaba bien en el vehemente monólogo corcino.
Otras historias de bestias y humanos:
Ciclistas y jabalíes
Réquiem por un topillo español
Una mastina periurbana y una oveja descarriada
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