martes, 12 de mayo de 2015

Olmos de la Picaza



A mediados de los años veinte del siglo pasado, Eladia, natural de Huérmeces, hija de Eugenio y Elisa, contrajo matrimonio con Maximiliano, natural de Olmos de la Picaza; y allí, en aquel pueblo cercano a Villadiego, formaron una familia. Tuvieron seis hijos: cinco mujeres (Victoria, Anunciación, Elisa, Carmen y Casilda) y un varón (Agustín).

Para los cinco hermanos de Eladia que se quedaron en Huérmeces y que más tarde se desperdigaron por doquier, ella y sus descendientes pasaron a ser “los de Olmos”, una rama de la familia muy apreciada por todos.

En tiempo de vendimia, durante la primera quincena de octubre, hermanos, tíos y sobrinos de Huérmeces solían acercarse unos días a Olmos para colaborar en las labores recolectoras y supongo que, de paso, también en las de cata.

Las fiestas de ambos pueblos, San Juan en Huérmeces y San Isidro en Olmos, originaban un trasiego familiar recíproco, sobre todo por parte de la gente joven de la familia, y se fortalecían amistades y complicidades que perduraron años.


Ermita de Cuesta Castillo, junio de 1957: las familias de Huérmeces y Olmos comparten celebración



Dos valles y amplias parameras separan ambos pueblos. Se tome el camino que se tome, para llegar del valle del Urbel al del Brullés hay que atravesar previamente los del Ruyales y Hormazuela, y sus respectivos páramos.

Aún así, son varios los caminos que desde Huérmeces permiten llegar a Olmos. El más corto, y con menor desnivel acumulado, es el que discurre atravesando los páramos de Los Tremellos y Tobar, y supone unos 23 km de recorrido. Este es el que solía utilizar la familia en los años 40 y 50 del siglo pasado, cuando iba a visitar a los parientes de Olmos. Una larga caminata, sin duda, aunque los trastos los llevara una burra.


Ruta seguida, aproximadamente, entre Huérmeces y Olmos, por los páramos de Los Tremellos, Las Hormazas y Tobar


Años más tarde, ya avanzados los cincuenta, y según mejoraban las carreteras, existía la posibilidad de ir en bicicleta hasta Pedrosa de Río Urbel, y allí coger el “coche de línea” que paraba en Olmos, camino de Villadiego. En Pedrosa estaba de maestro don Emilio, anteriormente destinado en Huérmeces, y en su casa se podía dejar la bici hasta la vuelta.

Me avergüenza reconocer que, pese a conocer desde pequeño todas estas historias familiares, yo aún no había estado nunca en Olmos. Así que, esta primavera -para qué esperar a un otoño sin vendimia- una de la primeras excursiones de la temporada sería a Olmos, en bici mejor que andando, y sin burra, por el viejo camino Tremello que utilizara la familia en sus desplazamientos de antaño.


Huérmeces desde la mitad de la subida al Páramo por el Camino Tremello


La subida al Páramo por el Camino Tremello, por muy de mañana fresca que se afronte, hace sudar. Aunque, una vez en el alto, cerca del último molino del parque eólico, la casi permanente brisa de estas alturas tarda poco en enfriarte. Y casi resfriarte.


Una de las duras rampas del Camino Tremello


Una vez en la cornisa, comienza la travesía del Páramo en sentido Oeste, bordeando siempre el gran vallejo que forma el arroyo de Monasteruelo. Poco después de dejar a la izquierda el camino que desciende hacia el despoblado, el nuevo camino de concentración toma rumbo sur, hacia Ros.


Páramo entre Monasteruelo y Los Tremellos: nuevo camino de concentración parcelaria, hacia Ros


Nosotros (la bici y yo), tras 3 kilómetros parameando, cambiamos de rumbo 90º a la derecha y, por la linde de una finca, afrontamos la bajada hacia Los Tremellos por el Camino de Las Fuentes.


Páramo de Los Tremellos, hacia el Camino de Las Fuentes
Páramo de Los Tremellos, vista hacia el Norte: Acedillo, El Perul y La Pinza
Bajando hacia Los Tremellos por el Camino de Las Fuentes, se deja a la izquierda el Camino a La Isilla


Poco antes de alcanzar las primeras casas del pueblo, tomamos a la derecha el camino que asciende de nuevo al páramo por La Cárcava. El camino sube hasta alcanzar la carretera de Las Hormazas, que ya existía a principios del siglo XX, por lo que supongo que coincidía con la ruta que seguían mis ancestros.


Desde el puente sobre el río Ruyales, el camino vuelve a ascender al Páramo, hacia la carretera a Las Hormazas y Villaute


Al culminar la subida por carretera, a nuestras espaldas, el robledal de La Frontera, partido en dos por el camino del Monte que se dirige a Ruyales.


Carretera de Las Hormazas, al fondo La Frontera y el camino de Ruyales


Seguramente el paisaje no ha cambiado en exceso desde los años cuarenta del siglo pasado. Acaso la presencia del gran pinar de Las Hormazas, plantado precisamente en aquellos años; la ausencia de lindes arbustivas en el mar de pequeñas fincas de entonces; la clara mejoría en la traza de los caminos de concentración; la práctica inexistencia de ganadería, entonces abundante en los buenos pastos de la zona, como denota la abundancia de corrales; la dificultad para encontrar las poco marcadas fuentes; la escasez de paisanaje a quien preguntar por la ruta correcta (me perdí dos veces en el páramo) …


Lirios en el Páramo de Espinosilla


El paisaje puede que no haya cambiado en exceso, pero ha aumentado considerablemente la presencia de “complementos”. Antenas de telefonía y molinos eólicos balizan los páramos circundantes y las alturas de Acedillo, El Perul y La Pinza. En esta época del año, no deja de tener cierta gracia el contraste entre el contundente verde de los trigales y vezales y el blanco impoluto de los mástiles eólicos. 

Hacia la mitad de la gran recta que dibuja la carretera en éste páramo, a la derecha, encontramos la entrada a la hoy gran finca privada de Espinosilla de San Bartolomé, casi 7 km2 de terreno completamente vallado, impidiendo el paso por los antiguos caminos de Borcos, Ruyales y Bustillo. El camino más cómodo para ir de Huérmeces a Olmos sería precisamente el que discurre entre Ruyales, Espinosilla y Borcos, ya que enlaza las cabeceras de los ríos Ruyales y San Pedro (afluente del Hormazuela). De esta forma se evitaría la subida a uno de los tres páramos (el de Los Tremellos) que separan Huérmeces y Olmos.

Recorridos unos 3 km de esa gran recta, llegamos a El Sobadero, justo antes de afrontar la bajada hacia Las Hormazas; aquí abandonamos la dirección Oeste que traíamos desde que culminamos el páramo y tomamos la SW, por El Altillo y el Corral de Borcos hasta alcanzar el Camino del Bajidero, que desciende directo a Tobar.


Entrada a la "Granja" de Espinosilla

La Peña Ulaña y el Portillo del Infierno desde el Páramo de Espinosilla

Camino entre El Sobadero y El Altillo: al fondo, Páramo de Tobar
 
El Altillo: al fondo, Pinar de Las Hormazas partido por el Camino de Burgos

Iglesia de Tobar desde el Camino del Bajidero; al fondo, hacia la derecha asciende la carretera de Olmos, hacia la izquierda el Camino del Burro, que culmina en el Páramo de Olmos


Tobar es uno de los pocos pueblos de la zona con municipio propio (Manciles y Susinos también), a pesar de su cercanía al foco comarcal que constituye Villadiego. Destaca a la entrada del lugar la Iglesia de Santa María, de dimensiones desproporcionadas para el tamaño del pueblo. Su torre clasicista, de sillería perfecta, está adornada con profusión de gárgolas y pináculos; un crucero renacentista preside la entrada al templo, en el centro de una explanada aterrazada y murada (barbacana) de buen tamaño. Desde aquí se divisa la totalidad del caserío del pueblo.


Iglesia de Tobar desde la parte final del Camino del Bajidero

Iglesia de Tobar: torre y crucero

Iglesia de Tobar: calavera de piedra en la entrada a la barbacana

Tobar

La descomunal iglesia de Tobar, con la terraza de la barbacana apuntalada

Tobar: reloj de la iglesia; veinte minutos adelantado pero el sonido del campanil no tiene precio


Después de Tobar, por carretera, afrontamos la última subida de la ruta: el Páramo de Olmos, que separa los valles del Hormazuela y del Brullés.


Subida de la carretera entre Tobar y Olmos; al fondo, a la derecha, Camino del Bajidero por donde descendimos al pueblo
Páramo de Olmos: sólo un kilómetro de carretera interminable


Al culminar el páramo, en lugar de descender a Olmos por carretera, lo hacemos por el viejo camino de San Vítores, que parte del manantial homónimo, salvando los 80 metros de desnivel que separan el páramo del pueblo. A lo lejos, destacan las ruinas de la iglesia de San Pedro, en Castromorca y detrás, medio tapado por una loma, parte del caserío de Villadiego. Al poco de comenzar a descender, aparecen las almenas del torreón de Olmos.


Torre de Olmos, Castromorca y su arruinada iglesia, Villadiego apenas asoma detrás de la loma de El Crucero, más al fondo Barruelo de Villadiego

Olmos: viejo palomar en la ladera del Camino de San Vítores; torreón e iglesia


Antes de alcanzar las primeras casas del pueblo, en la ladera a la derecha, un curioso palomar de piedra, muy bien conservado. Sus pináculos esquineros no desentonan con las almenas del torreón ni con la torre de la iglesia.


Olmos y sus dos edificios destacables: el torreón y la iglesia

Olmos desde el Camino de San Vítores

El viejo torreón rodeado por la vivienda levantada en los años 20-30 del siglo XX; a la izqda., fuente de cuatro caños

Olmos: detalle de las almenas del torreón

Olmos: ventanas en torreón


El alto y almenado Torreón de Olmos, a diferencia del de Huérmeces, presenta un más que aceptable aspecto, a pesar de los más de seis siglos de edad con que nos contempla. En la vivienda adosada a la torre, levantada en las primeras décadas del siglo XX, vivió una parte de la familia de Olmos hasta no hace muchos años.

El arroyo de San Vítores, que desciende desde el manantial, pasaba al lado de la torre, pero hoy se encuentra completamente cubierto. De todas formas, una fuente de cuatro caños contribuye a refrescar el ambiente con el sonido de la desigual caída de agua.

Otro edificio destacado de Olmos es la Iglesia de la Asunción, peculiar por su torre recrecida sobre unos modillones salientes, que le dan el aspecto de torre defensiva, como queriendo competir con su vecino torreón. También destaca por unos elementos constructivos que tienen mucho de gótico y algo de románico.



Olmos: iglesia, con su portada gótica

Olmos: detalle de la torre de la iglesia

Olmos: parte del caserío y viejo palomar en la ladera del Páramo


El resto del caserío del pueblo conserva en general un buen aspecto, denotando la abundancia de segundas residencias; como en todos los pueblos del entorno, la población fija del lugar es muy exigua, permaneciendo abiertas todo el año unas cuatro casas.

Hoy en día, ya apenas se vendimia en Olmos, únicamente quedan cuatro pequeñas viñas (majuelos, como se denominan por aquí), una de ellas cultivada por Agustín, hijo de Eladia. 

Al igual que en Huérmeces, la despoblación ha hecho estragos en la zona, y Villadiego y Burgos acabaron siendo el lugar de residencia de parte de la familia de Olmos. También en el cercano Sotresgudo vive aún una hija de Eladia.

Y lo mismo que sucedió con sus parientes de Huérmeces, los descencientes de los hijos de Eladia y Maximiliano se desperdigaron por doquier: Bilbao, Burgos, Castro Urdiales, Colindres, León, Madrid y Mallorca. 


En la actualidad, la fiesta local de Olmos se celebra en San Juan, de manera alternativa, junto con los pueblos vecinos de Castromorca y Villanoño.




VIEJAS FOTOGRAFÍAS DE OLMOS (Archivo Photo-Club - Diputación Provincial de Burgos): 












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