En un libro francés, titulado “Historique du 120e Régiment D’Infanterie 1808-1814, 1870-1892”, escrito por
Vermeil de Conchard y editado por Givet en 1892, encontramos algunas
referencias interesantes, relativas al paso por Huérmeces de tropas francesas (parte
de la Grande Armée) en
noviembre de 1808.
Del brutal saqueo que, a manos de la soldadesca
napoleónica, sufrieron tanto el pueblo como la iglesia, ya hablamos en dos
anteriores entradas de este blog (9 de abril y 19 de mayo de 2014).
En este libro, se describen los movimientos de las tropas
imperiales, en concreto de su 120º Regimiento de Infantería, en los años de las
guerras napoleónicas y franco-prusianas, principalmente.
El 10 de noviembre de 1808, tras vencer en la batalla de
Gamonal, los franceses entraron en la
ciudad de Burgos y ocuparon su castillo. El Mariscal Soult recibió la orden de
partir hacia Reinosa, en persecución del ejército español en retirada (El
“Ejército de Galicia y Asturias”, al mando de Joaquín Blake) después de su
derrota en Espinosa de los Monteros. El propio Napoleón, establecido en Burgos,
escribía: “Es de vital importancia tomar Santander y mantener la posición”. El
11 de noviembre, el General Bonet recibe la orden de tomar la capital cántabra.
Así, en la página 52 del libro, a propósito de las
diversas acciones bélicas en las que participó el citado 120º Regimiento de
Infantería dentro de la denominada por los franceses “Guerra de España”(1), se describen los movimientos de tropas
encaminados a la “conquista y ocupación
de la provincia de Santander”:
“… El 11 de noviembre [de 1808],
una vez que Napoleón hubo pasado revista a las tropas, la División del General
Bonet se dirige hacia Huérmeces,
pasando por los pueblos de Quintanadueñas y Arroyal. La División y la Brigada de Caballería
Debelle constituyen la avanzadilla del ejército. Las dos divisiones de
caballería Lasalle y Milhaud marchaban a las órdenes del Marical Bessières …
… Huérmeces es un pueblo de una treintena de casas, situado en la
intersección de los caminos hacia Santander y Villarcayo. Desde ese punto, el
General Bonet envía un destacamento de reconocimiento hacia Reinosa al objeto
de conseguir noticias y hacer prisioneros, y otro hacia Villarcayo.
El 12 de noviembre, las
Divisiones Merle y Mouton salen a continuación de la División Bonet. Esta,
ha tomado posición a dos leguas de Huérmeces,
en el pueblo de Urbel del Castillo, pasando por Ruyales. La avanzadilla llega
hasta Basconcillos del Tozo y Pedrosa en la ruta hacia Reinosa. En
Basconcillos, alcanza la cabeza de columna del ejército de Galicia, formada por
2000 hombres; está integrada por una cincuentena de cuerpos diferentes, y el
resto se ha dispersado entre las montañas, por lo que el General no considera
oportuna su persecución.
El día 13, la División Bonet, siempre de
avanzadilla, después de una marcha larga y penosa, atraviesa Pedrosa, Llanillo,
Fuencaliente, Porquera, Quintanilla, y llega a Canduela, en dónde se establece
el Cuartel General de la
División y de los Cuerpos de Ejército …”
Lo más interesante de los párrafos anteriores radica en que
nos detallan claramente el itinerario seguido por parte del gran ejército
napoleónico, desde Burgos, por el viejo Camino Real, en dirección a Reinosa y
Santander.
Abandonarían la ciudad por Los Cubos. Desde allí, por el camino cuyo trazado coincide aproximadamente con el de la actual carretera, alcanzarían Quintanadueñas y Arroyal. Después de éste pueblo, el camino asciende a los páramos de Arroyal-Marmellar-Mansilla por Los Valladares, un vallejo que se abre a la derecha de las duras rampas del Aguilón, por donde asciende la carretera.
Una vez culminado el Páramo, el Camino Real sigue la divisoria entre los valles del Urbel y del Ubierna, hasta que al llegar al término Páramo de Burgos, acomete el descenso hacia Huérmeces por La Varga. La profusión de molinos en estas alturas hace que la ruta esté bien balizada, sin pérdida posible.
Para los mariscales del ejército francés la aparición de Huérmeces debió de suponer una invitación a la acampada: dos palacios, buenas casas en apariencia, una gran iglesia que saquear, amplia vega y abundancia de leña y ganado.
Abandonarían la ciudad por Los Cubos. Desde allí, por el camino cuyo trazado coincide aproximadamente con el de la actual carretera, alcanzarían Quintanadueñas y Arroyal. Después de éste pueblo, el camino asciende a los páramos de Arroyal-Marmellar-Mansilla por Los Valladares, un vallejo que se abre a la derecha de las duras rampas del Aguilón, por donde asciende la carretera.
Después de Arroyal, el Camino Real asciende a los Páramos Mansilla-Marmellar-Arroyal por Los Valladares |
El Camino Real, siempre por la divisoria, se asoma a Villanueva Río Ubierna |
El Camino Real, en la divisoria entre Santibáñez-Ubierna-San Martín y Huérmeces; en el centro, la mata de encinas que señala el paraje denominado Páramo de Burgos, ya en Huérmeces |
Una vez culminado el Páramo, el Camino Real sigue la divisoria entre los valles del Urbel y del Ubierna, hasta que al llegar al término Páramo de Burgos, acomete el descenso hacia Huérmeces por La Varga. La profusión de molinos en estas alturas hace que la ruta esté bien balizada, sin pérdida posible.
La Varga, dónde el Camino Real, tras 9 km de Páramo, desciende de nuevo al valle |
Bajando La Varga: Primera vista que debió tener de Huérmeces el Mariscal Soult, a lomos de su corcel. |
Para los mariscales del ejército francés la aparición de Huérmeces debió de suponer una invitación a la acampada: dos palacios, buenas casas en apariencia, una gran iglesia que saquear, amplia vega y abundancia de leña y ganado.
Para los vecinos del pueblo, sin embargo, el espectáculo debió de resultar sobrecogedor: miles de soldados, acompañados de caballería y artillería,
descendiendo ruidosamente la cuesta de La Varga, por el viejo
Camino de Burgos.
Avisados con tiempo de la llegada de la Grande Armée, se apresurarían a esconder en cuevas
cercanas al pueblo (Valdelebrín, Cueva del Horno) todas las provisiones y
ganado que pudieran. Las mujeres jóvenes también se enconderían lo más lejos
posible. Los niños, asombrados, con los ojos como platos, admirando cómo
coraceros, dragones, húsares y lanceros llegaban a galope. Los bruñidos
cañones, los vistosos uniformes, el redoble de los tambores y cornetas…
Es más que probable que alguno de los mariscales y
generales franceses pasara la noche en Huérmeces, quizás en alguno de los dos
palacios, quizás en la casa de alguna de las familias “notables” de entonces,
ansiosas por quedar bien con el más fuerte, como venían haciendo desde que su
apellido era algo.
El Mariscal Soult |
El General Lasalle |
Los mariscales Soult y Bessières, los generales Bonet,
Lasalle, Milhaud, Merle y Mouton, cómodamente instalados, no hicieron gran cosa
por evitar que la soldadesca arrasara con todo. Era la ley de aquella maldita
guerra de España: el ejército napoleónico se abastecía sobre la marcha, con lo
que iba saqueando en los pueblos por los que pasaba. En eso consistía parte del
“revolucionario” planteamiento bélico de Napoleón. Las tropas avanzaban rápido,
muy rápido, ya que no había que esperar la lenta llegada de suministros. Y los
pueblos por los que pasaban se recuperaban, lenta, muy lentamente.
Mientras tanto, a los vecinos solo les cabía esperar que
la doldadesca se fuera lo más rápidamente posible, y que no volvieran nunca más.
Huérmeces tuvo la desgracia de encontrarse ubicado en la entonces importante
ruta de Burgos a Reinosa y Villarcayo. Los habitantes del pueblo tardarían mucho tiempo en olvidar
el paso y acampada de las tropas napoleónicas. Se quedaron sin granos con los
que sembrar esa otoñada ni ganados con los que alimentarse en invierno. La
iglesia fue saqueada sin compasión. Los alrededores del pueblo quedaron
convertidos en un estercolero y en una inmensa letrina.
Cuando, por fin, después de tres días de incesante trasiego, acampada y saqueo, las últimas tropas de la retaguardia de la Grande Armée ascendieran por el camino del Alto la Cruz, los aliviados vecinos comenzarían a salir de sus casas, sin imaginar siquiera que el dominio francés duraría, por aquellos lares, casi seis años más.
El Camino Real, por el Alto la Cruz, asciende de nuevo a las alturas, hacia el Páramo de Ruyales |
Una vez ascendido el Alto la Cruz, pasarían por Ruyales, el
Alto de San Benito, cerca de Quintanilla Pedro Abarca, ascenderían La Pinza por el camino del
Caracol, y descenderían hacia Urbel del Castillo dejando La Mesa a la izquierda. Seguro que este pueblo, inmediato lugar de acampada después de Huérmeces, también las tropas napoleónicas harían de las suyas.
Después de Urbel, los franceses enfilarían, Tozo arriba, el ya recto camino hacia Aguilar de Campóo y Canduela. Casi seis años después, perderían la guerra. Y España ganaría un rey nefasto: Fernando VII.
Después de Urbel, los franceses enfilarían, Tozo arriba, el ya recto camino hacia Aguilar de Campóo y Canduela. Casi seis años después, perderían la guerra. Y España ganaría un rey nefasto: Fernando VII.
Camino Real desde Ruyales hacia el Alto de San Benito |
Camino Real entre el Alto de San Benito y el arranque de la subida del Caracol (Quintanilla Pedro Abarca) |
Camino Real en las cercanía de la ermita de Robledillo; los pinos se plantaron en los años 50 del siglo XX |
Subida del Alto del Caracol |
Alto del Caracol |
Camino Real en la bajada de La Pinza a Urbel del Castillo |
(1) “Esa maldita
Guerra de España”, como Napoleón diría años después en su exilio de Santa Elena:
“Cette malheureuse guerre d’Espagne a été une véritable
plaie, la cause première des malheurs de la France…cette malheureuse guerre m’a perdu…” [“Esa
maldita guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de
Francia ... esa maldita guerra me ha perdido...”]
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