Hubo
un tiempo en el que casi todas las cosas importantes se decían por carta: el
fallecimiento de un familiar querido, una herencia insospechada allende los
mares, una declaración de amor, el recibo de la contribución, tu destino en la
mili, el resultado de un análisis clínico...
El
cartero era una especie de intermediario, chamán y testigo único entre el mero soporte
físico –la carta- y las emociones que la llegada de la misma provocaba en el destinatario.
Cuantas lágrimas y abrazos ajenos habrán soportado los hombros de un buen cartero.
Cuantos guiños cómplices habrá captado, cuantas miserias y grandezas habrá
intuido, cuantos discretos silencios habrá guardado…
Seguro
que todos recordamos un día concreto de nuestro pasado en el que la llegada de
una carta cambió o pudo cambiar el rumbo de nuestra vida. Y si al recuerdo de
la carta recibida y de lo que en ella se decía se une la imagen del cartero
subiendo la cuesta hacia tu casa un brumoso día de otoño ya ni te cuento…
Y algo inconcebible en los tiempos del correo electrónico, la carta tardaba su tiempo en llegar, varios días, durante los que –como el buen vino- maduraba de morral en morral. (1)
Por eso es fácil de entender el hechizo que produce el encontrar una vieja carta de un familiar querido en un arcón del desván o en un cajón de un viejo armario. De entre todas las pertenencias olvidadas de un difunto, quizás esas cartas recibidas y almacenadas durante años constituyan lo más sentimental de su legado, por lo que la labor de arqueología postal puede generar grandes satisfacciones y sorpresas al que la practique.
A veces, la sola lectura del encabezamiento ya supone una buena sobredosis de emociones para el postrero lector:
Zaragoza, a 8 de mayo de 1938
Así comenzaba una carta que le escribió mi abuelo Narciso a mi abuela Leonila en tiempos de guerra. El lugar y la fecha ya lo dicen todo: próxima estaba ya la batalla del Ebro, en la que se jugó el destino de la guerra y la pronta vuelta a casa de los soldados.
Angustiosos
días los que pasaron quienes, esperando ansiosamente una determinada carta, contemplaban como el cartero siempre pasaba
de largo: no podías evitar el pedirle que mirara de nuevo en el morral, que
tenía que haber algo para ti. Y su mirada no mentía: nada, no había nada. Aunque
siempre añadía, en un intento por consolar al desesperanzado destinatario, que mañana
seguramente lo habría. Y si al día siguiente te descuidabas y no estabas atento a la hora del reparto, no pasaba nada, pues todo el mundo sabe que el cartero siempre llama dos veces.
Especial
ilusión hacía la llegada de un sobre de correspondencia internacional, un air mail remitido por el familiar que
tiempo ha emigró a Alemania o a América. Esos ribetes oblicuos, azul y rojo,
siempre prometían buenas nuevas, que luego se cumplían o no. Y al menos, para
los que tuvieran tendencias filatélicas, quedaba uno o varios sellos más o menos exóticos que incorporar a tu colección.
Cuando
nuestro cartero, tras una mañana de reparto, atraviesa por fin la puerta de su
casa, quizás ese día sin carta alguna que llevar a los suyos, lo hace para comenzar
la jornada en su segunda ocupación. Porque en aquellos años el sueldo de
cartero no daba para vivir. De hecho, pocos sueldos de entonces daban para
vivir.
Generalmente,
un cartero rural combinaba el reparto de cartas con sus quehaceres habituales como
labrador o ganadero. Quizás cambiaran algo sus horarios con respecto a los de
sus vecinos, pues había que ir a diariamente a recoger la correspondencia al
coche de línea o al pueblo importante más cercano, y después realizar el reparto en el pueblo o en los pueblos incluidos en su ruta.
Una
carta… mucho más que papel, tinta y timbre adherente. Un cartero… mucho más que
un simple trabajo a cambio de un –pequeño- salario. Uno de los oficios más
evocadores de aquellos lejanos tiempos en los que todo lo importante se decía
por carta.
LOS ÚLTIMOS CARTEROS DE
HUÉRMECES
En
la España Rural, hasta la Guerra Civil, era relativamente habitual que el
puesto de cartero se “heredara”, bien de padres a hijos, bien de tíos a
sobrinos. Y siempre con el plácet del alcalde de turno y de los responsables
del servicio provincial de Correos, por supuesto. Después de la guerra, sin
embargo, se valoraban más los méritos contraídos durante la misma, sobre todo
si se había combatido en el lado vencedor, lógicamente.
Por
otra parte, hay que tener en cuenta que el gremio de carteros fue uno de los
más represaliados durante la guerra y, sobre todo, después de la misma. Cientos
de carteros fueron apartados del servicio y dados de baja en el escalafón
correspondiente, creándose multitud de vacantes a disposición de personas más
“adeptas”. En Huérmeces y en el resto de pueblos del entorno, al no existir
apenas oposición al golpe, ni antes, ni durante, ni después, tal
situación –por lo que yo conozco- no llegó a plantearse.
También hay que destacar que, aún a finales del siglo XIX y primer tercio del XX, en la España rural era relativamente frecuente un cierto acúmulo de tareas "oficiales" en unas pocas personas: así, las funciones de alcalde, juez de paz, fiscal municipal, secretario y cartero solían solaparse o turnarse; tampoco hay que olvidar que, en aquellos tiempos, las tasas de analfabetismo funcional aún eran relativamente importantes, y no todos los vecinos de un pueblo pequeño sabían leer y escribir correctamente.
Hasta dónde he logrado llegar, cuatro fueron los carteros que prestaron sus servicios en Huérmeces durante el siglo XX:
Hasta dónde he logrado llegar, cuatro fueron los carteros que prestaron sus servicios en Huérmeces durante el siglo XX:
Diario de Burgos, 21 de abril de 1921 |
Durante los primeros años del siglo XX, la correspondencia dirigida a Huérmeces debía recogerse en el pueblo vecino de Ubierna, situado a unos 7 km al SW, y comunicado por un viejo camino, con prolongadas y pindias subidas y bajadas, por lo que los viajes -a lomos de caballería- eran una constante en la vida del cartero de aquellos tiempos. (2)
Cuando se finalizó la nueva carretera entre Burgos y Aguilar de Campóo, ya bien entrada la década de 1910, la correspondencia viajaría a bordo de una de las primeras compañías que prestó el servicio de transporte de viajeros, mercancías y correo: "El Rápido". La correspondencia llegaba diariamente a Huérmeces, por lo que el trasiego diario del cartero disminuyó considerablemente. Se acabaron los viajes diarios a Ubierna.
Tal es la impronta que queda en una familia de carteros que, Dionisio Varona García (Huérmeces 1894-1966), yerno de Benito, fue conocido durante buena parte de su vida con el apelativo de “Nisio el Correo”,
a pesar de que jamás llegó a ejercer dicha profesión.
Eugenio Alonso Fernández
(Huérmeces, 1873-1940): fue cartero durante ocho años (1933-1940), desde la renuncia de Benito (diciembre de 1933) hasta el fallecimiento de Eugenio (julio de 1940). Su sueldo anual era de 500 pesetas. Eugenio fue también alcalde de Huérmeces entre los años 1923 y 1930.
Suponemos que, durante esta década, la correspondencia seguía llegando diariamente a Huérmeces a bordo de la compañía concesionaria de la ruta Burgos-Aguilar de Campóo. Ignoramos si dicha compañía continuaba siendo "El Rápido" o si se había realizado una nueva concesión.
Y poco después, los tres años de guerra civil (1936-1939) seguro que supusieron un trastorno considerable para las rutas de correo y la labor de los carteros. Y las nuevas que portaban las cartas de aquellos años, ocasionarían dolor, intranquilidad o esperanza en muchas casas.
Fidel Alonso Díez (Huérmeces, 1917-1989): fue el cartero más longevo de todo el siglo XX, ya que ejerció como tal durante
42 años (1940-1982); Fidel trabajó desde los duros años de la posguerra hasta la llegada de la democracia; fue privilegiado testigo de todo el acelerado proceso de éxodo rural acaecido durante los años cincuenta, sesenta y setenta, al término del cual la población de Huérmeces se redujo a la tercera parte.
En 1940, el sueldo anual de un cartero rural (para una población del tamaño de Huérmeces) ascendía a la cifra de 500 pesetas. Apenas 42 pesetas mensuales en 12 pagas. Aún así, en el contexto de una economía agraria casi de subsistencia, dicho sueldo constituía un ingreso fijo nada desdeñable. Para contextualizar un poco más, puede resultar de interés saber que, en ese mismo año de 1940, el sueldo de la maestra que prestaba sus servicios en Huérmeces rondaba las 4000 pesetas anuales.
En 1940, el sueldo anual de un cartero rural (para una población del tamaño de Huérmeces) ascendía a la cifra de 500 pesetas. Apenas 42 pesetas mensuales en 12 pagas. Aún así, en el contexto de una economía agraria casi de subsistencia, dicho sueldo constituía un ingreso fijo nada desdeñable. Para contextualizar un poco más, puede resultar de interés saber que, en ese mismo año de 1940, el sueldo de la maestra que prestaba sus servicios en Huérmeces rondaba las 4000 pesetas anuales.
Años más tarde, al ejercer directamente Correos parte de la función logística, Fidel pasó a recoger y entregar el correo, diariamente, al pueblo vecino de Santibáñez Zarzaguda. Este hecho coincidió con la ampliación de la ruta de reparto, ya que a mediados de los años 60 se incorporaron a la misma los pueblos de Quintanilla Pedro Abarca y San Pantaleón del Páramo, servidos hasta entonces por el cartero de Montorio.
Se hizo entonces imprescindible la sustitución de la bicicleta por un medio de locomoción motorizado. Fidel pasó a utilizar una Vespa, cedida por su hermano Emiliano, en las tareas diarias de recogida y reparto de correspondencia; años más tarde utilizó un automóvil Citröen 2CV y, ya en los años finales, un Seat 127.
Se hizo entonces imprescindible la sustitución de la bicicleta por un medio de locomoción motorizado. Fidel pasó a utilizar una Vespa, cedida por su hermano Emiliano, en las tareas diarias de recogida y reparto de correspondencia; años más tarde utilizó un automóvil Citröen 2CV y, ya en los años finales, un Seat 127.
Cuando Petra asumió el trabajo de cartera, a sus 53 años, no dudó en sacarse el carnet de conducir, lo cual dice mucho en favor de su carácter y determinación.
Petra García Villalvilla, en su 65 aniversario (1993) |
Durante los años ochenta, culminado el éxodo rural, el número de casas cerradas era ya muy superior al de abiertas, aunque algún negocio nuevo se estableció en el pueblo, originando un pequeño aumento de la correspondencia.
Petra fue, por lo tanto, la última
cartera de Huérmeces. Después de ella, fueron ya carteros de la capital los que acabaron por realizar el reparto diario de correspondencia.
AGRADECIMIENTOS
A
Petra García Villalvilla (Huérmeces, 1928), la última cartera de Huérmeces
A Casilda Varona Varona (Huérmeces, 1927), nieta de cartero
A Casilda Varona Varona (Huérmeces, 1927), nieta de cartero
A Victoria, hija de carteros
(1) la denominación correcta del bolso de cuero utilizado por los carteros para el reparto de la correspondencia es valija; considérese el uso del término morral como una mera licencia poética.
(2) En el Diario de Burgos de 16 de abril de 1925 aparece la siguiente notificación: "Correos: Se confirma con el carácter de propietario que tiene a D. Benito Varona Ubierna, en el cargo de cartero de Huérmeces (Burgos), quedando relevado de servir a Ruyales del Páramo." [al mismo tiempo, en otra notificación, se confirma al cartero de Montorio, Ramón Macho Pérez, la obligación que tiene de servir a La Nuez de Arriba, Acedillo, Bustillo, Hormazuela, Quintanilla Pedro Abarca, San Pantaleón y Ruyales]
(2) En el Diario de Burgos de 16 de abril de 1925 aparece la siguiente notificación: "Correos: Se confirma con el carácter de propietario que tiene a D. Benito Varona Ubierna, en el cargo de cartero de Huérmeces (Burgos), quedando relevado de servir a Ruyales del Páramo." [al mismo tiempo, en otra notificación, se confirma al cartero de Montorio, Ramón Macho Pérez, la obligación que tiene de servir a La Nuez de Arriba, Acedillo, Bustillo, Hormazuela, Quintanilla Pedro Abarca, San Pantaleón y Ruyales]
BANDA SONORA
Aunque
hoy nos pueda parecer una canción algo acaramelada -como muchas otras de comienzos de los sesenta- el tema Please Mr Postman puede
servirnos de adecuado acompañamiento musical para este post, sobre todo para los
que contamos con algún cartero entre nuestros ancestros, o para los que alguna
vez, quizás ya hace mucho tiempo, esperaron ansiosamente una carta, que finalmente llegó o no.
Oh yes, wait a minute Mister
Postman
Wait Mister Postman
Please Mister Postman, look and
see
If there's a letter in your bag for me
Please, Please Mister Postman
Why's it takin' such a long time
For me to hear from that boy of mine
There must be some word today
From my boyfriend so far away
Please Mister Postman, look and see
If there's a letter, a letter for me
I've been standin' here waitin'
Mister Postman
So patiently
For just a card, or just a letter
Sayin' he's returnin' home to me
Mister Postman, look and see
If there's a letter in your bag for me
Please, Please Mister Postman
Why's it takin' such a long time
For me to hear from that boy of mine
So many days you passed me by
See the tears standin' in my eyes
You didn't stop to make me feel better
By leavin' me a card or a letter
Mister Postman, look and see
If there's a letter in your bag
for me
Why's it takin' such a long time
Why don't you check it and see
One more time for me, you gotta
Wait a minute
Wait a minute
Wait a minute
Wait a minute
Mister Postman
Mister Postman, look and see
C'mon deliver the letter, the
sooner the better
Mister Postman
La canción Please Mr. Postman fue grabada por primera vez en 1961,
en el mítico sello Tamla (Motown), por el exitoso grupo vocal The
Marvellettes, formado por entre cuatro a seis chicas afro-americanas; a lo largo de su
carrera, como era habitual en la época, varió la composición del grupo, aunque
sus dos cantantes principales fueron Gladys Horton y Wanda Young. La canción
del señor cartero constituyó la primera del sello Motown en alcanzar el número 1 en la lista
de éxitos de la época (Billboard Hot 100).
La letra de
la canción consiste, básicamente, en la reiterada y lastimera petición por parte de una
chica al cartero de su barrio, desesperada porque no le trae una carta de su
novio, alejado de ella por la mili, la guerra, el trabajo o vaya usted a saber.
En la
grabación de The Marvellettes, la voz cantante corría a cargo de Gladys Horton,
y la instrumentación fue cosa de The Funk Brothers, que incluía a Marvin Gaye
en la batería.
Los autores
del tema fueron el trío formado por Dobbins, Garrett y Brianbert, aunque hay
otros títulos de crédito circulando por ahí.
Aparte de esta
versión original, existen otras muchas, entre
las que destacamos como más conocidas –o más curiosas- las tres siguientes:
THE CARPENTERS: este dúo vocal e instrumental
estadounidense, publicó su versión en 1974, alcanzando el número 1 en
varias listas de éxitos. La portentosa voz de contralto de Karen Carpenter,
unida a los arreglos ejecutados por su hermano Richard, originaron
una brillante versión, más exitosa incluso que la original. A pesar del éxito obtenido, Richard declaró haberse arrepentido de su grabación, por considerarla una canción excesivamente "blandita". No hagan ni caso al listillo del hermanito y escuchen la maravillosa voz de Karen:
EL CUARTETO DE NOS: treinta y tantos años después de la canción original, este grupo rockero uruguayo la versionó
como “Bo Cartero” en su álbum Otra Navidad en las trincheras (1994); se mantuvo la música, pero la
letra fue reescrita, en castellano y en rotunda clave humorística. Al igual que en la versión de los Beatles, aquí es un chico el que
espera carta y una chica la que se demora mucho en enviarla. Al contrario de las tres versiones anteriores, esta de los uruguayos puede considerarse cualquier cosa menos "blandita". Su letra, hilarante, sarcástica e irreverente, supone una buena vuelta de tuerca a la ya vieja canción del señor cartero.
Estupenda entrada, como todas las que escribes. Soy seguidora tuya desde hace años y hoy me he animado a felicitarte porque escuchar las Marvellettes, Beatles, Carpenters... me ha alegrado el día.
ResponderEliminarSaludos de una hija y nieta de bubulillos
Muchas gracias por tu comentario, Lydia. Me alegra mucho que una bubulilla sea seguidora de un blog alimentado por un farol, hijo, nieto, bisnieto y tataranieto de faroles. Procuraré seguir escribiendo en la misma línea, siempre con respeto y cariño hacia las gentes y pueblos de "La Comarca".
ResponderEliminarBravo. Emotiva y bien documentada entrada. He conocido a 3 generaciones de carteros: abuelo, hija y nieta (caballo, bici, luego motocicleta y land Rover finalmente). Los dos primeros me veían casi todos los días con la ilusión de recibir de facil manos otra carta esperada. Nostalgia de un buen tiempo.
ResponderEliminarHas acertado de pleno con la banda sonora, aunque lo tenías fácil Varona.
Gracias por tu comentario, Martínez, y me alegra saber que tú también tienes un pasado postal.
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