En principio, el post de hoy debería de ser más corto de lo habitual, ya que el soporte documental que lo origina resulta ser un único y escueto anuncio insertado en la Gaceta de Madrid (el Boletín Oficial del Estado de la época), y sin continuidad documental alguna.
Tenemos un nombre de mujer, Domiciana, y un apellido de rotundas resonancias farolas, Díaz Ubierna; tenemos una ciudad, Madrid; un distrito, el entonces denominado del Hospicio; y un domicilio, también con alusiones burgalesas, la calle del Arco de Santa María nº 11. Y también tenemos una fecha: abril de 1904.
Suficiente para pergeñar una pequeña historia; un relato que podría haber sido extraído de una novela costumbrista de la España de entre siglos, o de una serie televisiva de amos y criados, al estilo de la muy aclamada británica "Upstairs, Downstairs" ("Arriba y Abajo"), exhibida en televisiones de todo el mundo durante la primera mitad de los años setenta.
La Gaceta de Madrid, en su edición del 9 de abril de 1904, publica en su página 129 el siguiente anuncio, insertado en el apartado "Administración de Justicia / Jurisdicción Civil / Juzgados municipales", epígrafe "Madrid-Hospicio":
En diligencias de juicio de faltas que penden en el Juzgado municipal del Distrito del Hospicio en virtud de denuncia presentada por Domiciana Díaz Ubierna, de veintisiete años, soltera, sirvienta, hoy de ignorado paradero, por haber sido insultada por la dueña del cuarto principal de la casa nº 11 de la calle del Arco de Santa María, llamada Ángeles, se cita a aquella por medio de la presente, para que el día 15 del actual, y hora de catorce y treinta, comparezca en la Audiencia del Juzgado, sita en la calle del Barco, 26, segundo, a la celebración del correspondiente juicio de faltas, debiendo verificarlo con los medios de prueba de que intente valerse; en la inteligencia que de no verificarlo les parará el perjuicio que haya lugar. Dado en Madrid a 2 de Abril de 1904. El Secretario, Clemente de Oro.
Una señora solo identificada por su nombre de pila (Ángeles); una criada (con nombre y apellido) que se atreve a denunciar a una señora faltona; un domicilio de clase supuestamente acomodada, gente decente, o gente de bien como algunos dicen ahora; una citación judicial; una demandante en paradero desconocido...
No resulta necesario echarle mucha imaginación para suponer cómo acabó el asunto: criada no compareciente; ama sin apellidos pero con abogado; juez imparcial que dicta el sobreseimiento del caso por incomparecencia de la demandante. Fin de la historia.
La citación judicial nos habla de una joven criada que osó denunciar a una señora que le había faltado al respeto. Un hecho de aquellas características, en 1904, era del todo meritorio, ya que estamos hablando de una sociedad en la que las diferencias de clase estaban muy marcadas, y muy limitados los derechos de las clases sociales más bajas.
Domiciana era joven y quizás no quiso aguantar lo que una mujer de la generación de su madre o de su abuela no habría tenido más remedio que aguantar.
Sabemos que, por la edad que figura en la citación judicial (27 años), Domiciana habría nacido hacia el año 1876-1877. Lo cierto es que, a pesar de portar un apellido tan farol, no hemos encontrado ninguna Domiciana Díaz Ubierna en los libros de bautizados de Huérmeces, ni en los padrones municipales de la época.
Por lo tanto, Domiciana pudiera ser hija de alguno de los muchos faroles Díaz-Ubierna que abandonaron el pueblo durante el último tercio del siglo XIX, habiendo nacido en Madrid o en cualquier otro destino migratorio de aquellos tiempos. Pudiera ser, incluso, que la familia de Domiciana no procediera de Huérmeces, sino de algún que otro pueblo del entorno. Por último, también pudiera ser que el supuesto apellido compuesto Díaz-Ubierna se tratara, en realidad, de dos apellidos: Díaz y Ubierna, con lo que la procedencia geográfica de la familia se amplía considerablemente.
En aquellos tiempos, aparte del ingreso en un colegio religioso, una de las pocas salidas que tenían las jóvenes en el medio rural era partir "a servir" a una casa de la capital provincial, de la capital del Reino o de alguna de las ciudades norteñas con pujante burguesía (Santander, San Sebastián y -principalmente- Bilbao). En muchos de los padrones de Huérmeces de la época aparece el texto "sirviendo" para justificar la ausencia de alguna de las jóvenes empadronadas. En la mayor parte de los casos, se trataba de mujeres con edades comprendidas entre los 15 y los 20 años.
El caso es que nunca sabremos qué fue de Domiciana. Si volvió a trabajar de criada en otra casa de la capital, siempre en busca de amas más amables; o si decidió abandonar para siempre la ocupación de criada, no dispuesta a ser insultada o humillada por ninguna otra señora.
Preferimos creer que esto último es lo que sucedió, aunque la problemática del servicio doméstico de la época no nos hace ser muy optimista al respecto.
Domiciana, como otras jóvenes sirvientas de aquellos tiempos, pertenecían a un sector laboral muy estigmatizado, de bajísima remuneración, escasa o nula promoción profesional, desamparo legal y completamente ajeno al crecimiento de la sindicación que experimentaban otros sectores.
El prototipo de "sirvienta en Madrid" era una mujer joven, soltera, sin estudios y procedente del mundo rural de las provincias de la meseta norte y cornisa cantábrica. La mayor parte de las sirvientas madrileñas procedían de pueblos de las provincias de Burgos, Segovia, Ávila, Soria, Salamanca, Valladolid, Toledo, Guadalajara, Asturias, Lugo y Cantabria.
Madrid, al erigirse como el mayor polo político, económico y de servicios del país, pasó a ser el mayor receptor de inmigrantes rurales. Al concentrarse en la capital un gran número de familias acomodadas, las necesidades de personal de servicio doméstico eran muy elevadas. Normalmente, se trataba de un servicio doméstico "interno", compartiendo vivienda y manutención con el empleador y su familia.
En estos casos de servicio doméstico interno, el sueldo era especialmente bajo, al considerarse el alojamiento y la manutención como un pago en especie. La única expectativa de la joven criada era ahorrar el dinero suficiente para poder casarse algún día.
Las penosas condiciones del servicio doméstico, ajeno a los derechos ya reconocidos a otros sectores, no comenzaron a cambiar hasta la llegada de la Segunda República, cuando se creo la denominada "Asociación de Obreras del Hogar". En el caso de Domiciana, el año 1931 estaba aún muy lejano de aquel 1904 de los hechos.
Es de destacar la existencia de ciertas redes familiares y de paisanaje que, sobre todo en los primeros días tras la llegada a la gran ciudad, ayudaban a la joven a encontrar "colocación" en alguna de las casas del barrio. Dichas redes también ayudarían en el caso de buscar un nuevo empleo cuando por razones diversas se deseara abandonar el actual.
Por todo lo anterior, por ese aislamiento social y desprotección legal de las sirvientas internas, tiene aún más mérito la postura de personas que, como Domiciana, intentaron hacer frente a empleadores faltones o desconsiderados.
NOTA
Encontré la citación judicial de Domiciana por puro azar, mientras buscaba información relativa a Julián Díaz-Ubierna, el que fuera histórico alcalde de Huérmeces durante diecisiete años (1895-1912), y al que dedicaremos la próxima entrada aquí, en Hces-blog.
EPÍLOGO
Meses después de la publicación de este post, encontré un documento que podría referirse a Domiciana Díaz Ubierna. En la socorrida web de los mormones (familysearch.org) aparece un padrón municipal de Madrid correspondiente al año 1920. En la calle Hilarión Eslava nº 71, buhardilla nº 2, aparecen consignados los siguientes datos:
Aparte de los clamorosos errores en la anotación del nombre de pila y los apellidos de Domiciana (Dominiciana no existe como nombre del santoral cristiano; el apellidos Ubiera tampoco existe en España), observamos que resulta incompleta la anotación del año de nacimiento (suponemos que se refiere a 1880). En cuanto al resto de datos cumplimentados, cabe destacar que:
- Domiciana vive con un sobrino de nombre Teógenes Mediavilla (en el apellido materno se consigna Genoveva, suponemos que el nombre de la madre), nacido en agosto de 1904 (16 años de edad), natural de la localidad de Valdeolmillos (en el Cerrato palentino)
- Domiciana y su sobrino Teógenes no saben leer ni escribir
- Domiciana lleva viviendo 19 años en Madrid (llegaría hacia 1901, con 21 años de edad) y Teógenes, 13 años (llegaría hacia 1907, con 3 años de edad)
- Domiciana figura como "viuda" y profesión "sus labores"; Teógenes como "soltero" y profesión "jornalero" (suponemos que la "J" tiene ese significado)
- Domiciana contrajo matrimonio hacia el año 1914 con Maximino Mediavilla Tarrero (Valdeolmillos, 1869), trabajador del Canal de Isabel II, y viudo de Genoveva Tarrero Amor (Valdeolmillos, 1867-Madrid, 1910). La nueva pareja vivió un tiempo en la calle Bravo Murillo, en la iglesia del Canal de Isabel II.
- Hacia el año 1920, Domiciana enviudó, y tuvo que cambiar de domicilio, trasladándose a una buhardilla de la calle de Hilarión Eslava, en compañía de su hijastro Teógenes Mediavilla Tarrero, de 16 años de edad (aunque en el padrón aparezca como sobrino)
- En febrero de 1921, a Domiciana le fue reconocido el derecho a percibir "dos mesadas de supervivencia al respecto de 1449,05 pesetas anuales" en su condición de viuda de un trabajador del Canal de Isabel II (Maximino Mediavilla Tarrero)
- En enero de 1925, Teógenes, el hijastro de Domiciana, figura en la lista de heridos en el accidente de un autobús urbano de Madrid, que se precipitó al Manzanares por el Puente de Segovia; Teógenes aparece como soldado de aviación, de 22 años de edad, destinado en el aeródromo de Cuatro Vientos
- En julio de 1930, Teógenes aparece como cabo, opositando a la plaza de conductor de automóvil del Parque Central Municipal de Automovilismo de Madrid
ANEXOS
EL LUGAR DE LOS HECHOS: LA CALLE DEL ARCO DE SANTA MARÍA, EN MADRID
La hoy conocida como calle de Augusto Figueroa fue conocida, precisamente hasta aquel año de 1904, como calle del Arco de Santa María. Y con anterioridad, hasta 1835, como calle de Santa María del Arco. Este baile de nombres tiene una curiosa historia detrás.
En la confluencia de las calles de Fuencarral con Augusto Figueroa existe una pequeña ermita-humilladero, levantada en ladrillo visto y estilo vagamente mudéjar. En el interior de la ermita (hoy denominada de Nuestra Señora de la Soledad) existe una imagen de la Virgen homónima.
Parece ser que, en tiempos lejanos, la imagen gozaba de gran veneración entre el vecindario, que la atribuía poderes milagrosos. El sencillo retablo que recogía la imagen de la virgen se encontraba sobre la puerta de las caballerizas del marqués de la Torrecilla, protegida por un simple arco. De ahí el nombre popular de la vía: calle de Santa María del Arco.
Madrid: Plano de Texeira (1656): calle de Santa María del Arco, desde su confluencia con Fuencarral |
En vista de la devoción generada, el marqués levantó hacia el año 1712 la pequeña ermita-humilladero que ha llegado a nuestro días. Tiempo después (1835) la calle fue rebautizada como Arco de Santa María.
Plano de Ibáñez de Ibero (1875): Calle del Arco de Santa María; en rojo, el humilladero de la Soledad; en amarillo, la casa nº 11 |
Por lo que se observa en un callejero del año 1875, la casa situada en el número 11 de la calle del Arco de Santa María, en la que trabajaba Domiciana y vivía la señora Ángeles, se encontraba muy cerca, casi colindante, de la pequeña ermita.
La antigua calle Arco de Santa María, hoy Augusto Figueroa, discurre entre las calle de Fuencarral y Barquillo, en suave descenso oeste-este, hacia la Castellana. En 1904 estaba incluida en el denominado distrito del Hospicio, así llamado por el singular edificio (ubicado en la calle de Fuencarral) del Real Hospicio del Ave María y San Fernando, levantado entre 1721 y 1726 bajo diseño de Pedro de Ribera, con su llamativa portada churrigueresca.
Hoy en día, la calle Augusto Figueroa forma parte del distrito Centro, en el popular barrio de Chueca. En la parte central de la calle se enclavaba el antiguo y no menos popular Mercado de San Antón, hoy sustituido por una nueva construcción.
LOS HECHOS: LA GACETA DE MADRID DE FECHA 9 DE ABRIL DE 1904
Hoy me temo que no tengo elección. Además, la banda sonora elegida no puede resultar más corta, en consonancia con el tamaño de la entrada. La música, compuesta por Alexander Faris e interpretada por la orquesta dirigida por Harry Rabinawitz, solo aparece en la cabecera y en el cierre de cada episodio. Apenas unos pocos segundos de música, pues.
Para los muy nostálgicos, quizás prefieran este otro vídeo:
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