sábado, 19 de diciembre de 2020

De Huérmeces a Alemania, Canadá y Madagascar


Esta es la pequeña historia de tres personas que nacieron en Huérmeces en los primeros años de la década de los cuarenta del pasado siglo: Jesús (1941), Carlos (1942) y Agustín (1944). 




Llegaron al mundo en la posguerra temprana. Pocos años después de que sus padres regresaran a casa, tras pasar un tiempo en el frente.

Bernardo, el padre de Carlos, había tenido que pagar un alto precio por su participación en la contienda, en forma de lesiones físicas irreversibles.

Narciso, el padre de Jesús, aunque había resultado herido de gravedad en Zaragoza, logró finalmente recuperarse de sus lesiones. 

José, el padre de Agustín, aunque solo participó en el conflicto durante el último año, este resultó ser tiempo más que suficiente como para que la experiencia le afectara profundamente, hasta el punto de que nunca quisiera hablar de la misma, ni siquiera con sus hijos.


Roberto Aréchaga, maestro de Huérmeces (1947-1955) y sus alumnos 

En una fotografía de la escuela de Huérmeces, datada en 1948, encontramos a dos de aquellos chavales: Jesús, el primero por la izquierda en la fila superior; Carlos, el tercero por la izquierda, en la inferior, sentado al lado de don Roberto, el maestro. Agustín no aparece porque era aún muy pequeño (4 años) para asistir a la escuela.

Los tres resultaron ser buenos estudiantes y, quizás por ello, salieron muy pronto de Huérmeces: nada más acabar sus estudios primarios, o incluso antes.

Tras un periplo más o menos largo por destinos intermedios -mientras continuaban sus estudios al tiempo que trabajaban- acabaron por establecerse en lugares situados en tres continentes diferentes: Jesús en Europa, Carlos en América, y Agustín en África. 

Esta es la pequeña historia de tres jóvenes que salieron de Huérmeces con la intención de buscarse un futuro o de desarrollar un proyecto de vida, sin importarles lo lejos que estuviera el lugar donde materializar sus sueños o sus anhelos.



JESÚS

El cuarto de seis hermanos, Jesús pronto tuvo claro que haría todo lo posible por salir de Huérmeces en cuanto acabara sus estudios primarios. Como solía suceder con los chavales que destacaban en la escuela, la primera oportunidad que tuvo para salir del pueblo se la proporcionó alguno de los reclutadores de dos órdenes religiosas de cierta implantación en la zona. Pero Jesús declinó la oferta en ambas ocasiones. No se sentía especialmente atraído por la vocación religiosa.

Al cumplir los catorce años y finalizar sus estudios primarios, Jesús comunicó a sus padres sus deseos de abandonar Huérmeces para estudiar fuera y buscarse la vida lejos del pueblo. Sus padres accedieron a su petición con una condición: que les ayudara en las labores del campo durante un año más. Y ambas partes cumplieron el acuerdo, por lo que Jesús salió de Huérmeces al otoño siguiente, camino de Barcelona, ciudad en la que se encontraban unos familiares (primos por línea materna) que le proporcionaron alojamiento y manutención, además de apoyo y consejo.

Llegó a Barcelona en 1956, con 15 años, dispuesto a cursar estudios de electrónica. En la ciudad catalana permaneció un total de cinco años, estudiando y trabajando en una empresa de electrónica.

Cuando ya llevaba dos años trabajando en la empresa, le surgió la posibilidad de hacerlo para la filial de una compañía alemana establecida en Barcelona. La compañía acabó ofreciéndole también la posibilidad de trabajar en Alemania durante seis meses, a prueba. Previamente, debería estudiar alemán en una escuela de idiomas, durante ocho meses.

De esta manera, tras esos meses de ímprobo esfuerzo, trabajando y estudiando el idioma, Jesús llegó a Alemania en agosto de 1961; y lo hizo a una industriosa ciudad del estado de Hessen, situada en el entorno de Frankfurt.

Durante los seis meses de prueba, Jesús solía visitar la Casa de España en Frankfurt, para encontrarse con otros españoles e intercambiar experiencias. Cuando, tras aquel período de provisionalidad, Jesús decide establecerse en Alemania, aquellos encuentros con españoles se van espaciando poco a poco, ya que comprende que debe esforzarse al máximo para aprender el idioma alemán cuanto antes, al tiempo que adaptarse a las costumbres de su nuevo país.

Al poco de llegar a Alemania, tuvo conocimiento del destino que le había deparado el sorteo de quintos: Sáhara Occidental Español. Tuvo que presentarse en el Consulado Español en Frankfurt, donde le ofrecieron la posibilidad de realizar el servicio militar como reservista en el extranjero; también le puntualizaron que, si regresaba para establecerse en España antes de diez años, tendría que realizarlo íntegramente allí.

No obstante, podría visitar a su familia española una vez al año, previo permiso del Consulado. Así que tuvo cierta prevención a la hora de planificar sus siguientes visitas a España. Durante los primeros años, no realizó muchos viajes a España aunque, una vez casado, aquellos pasaron a ser prácticamente anuales.

En uno de sus primeros viajes, se dejó incluso fotografiar con el uniforme de reserva de su hermano menor, que se encontraba por entonces cumpliendo con el servicio militar. Ya nadie podría decir que no se había vestido de caqui.

Huérmeces (agosto 1964)

También realizada en uno de esos primeros viajes a España, existe una espléndida fotografía en blanco y negro: una instantánea que simboliza toda una época de profundos cambios demográficos, tecnológicos y culturales. En ella, aparece un Jesús ataviado a la europea, apoyando su mano izquierda en el brabán con el que su padre se encontraba arando la finca de La Blanca, un frío y neblinoso día de otoño...


La Blanca (Huérmeces), noviembre de 1962 


A los pocos años de establecerse en Alemania, Jesús conoció a Gisela, una joven alemana con la que, al cabo de cuatro años de noviazgo, acabó por contraer matrimonio en 1967.

Tres años antes, en agosto de 1964, la joven pareja, en compañía del padre de Gisela, realizó un viaje a España, en una especie de presentación familiar. Entraron en España por Cataluña, para saludar a la familia de Barcelona con la que Jesús había compartido cinco años de su vida; continuaron viaje hacia Huérmeces, donde vivían los padres de Jesús y aún algún hermano, y terminaron el periplo en Irún, donde vivían otros dos hermanos.

Muchas fotografías de aquel inolvidable viaje pueblan el álbum familiar: reunidos en la gloria con sus padres, hermanos y sobrinos; trillando y beldando en la era; amontonando morenas en la cercana tierra del Colmenar; a lomos de la burra... 

Jesús trabajó en la misma empresa durante el resto de su vida laboral. Empresa que se dedicaba al diseño y confección de maquinaria industrial para el equilibrado, dirigida sobre todo al sector de la automoción. En el desempeño de su carrera profesional, Jesús registró varias patentes para su empresa y, sobre todo, realizó multitud de viajes: por todos los países industrializados de la Europa Occidental, por muchos de la Oriental (Unión Soviética, Yugoeslavia, DDR,...), y también por varios países de Asia (Corea del Sur) y América (USA, Canadá y Méjico).

Ningún hermano de Jesús se quedó en el pueblo. Sus padres fallecieron a principios de los años ochenta. Las visitas a España se dilataron algo más en el tiempo, pero continuaron realizándose, generalmente en verano, para reencontrarse con hermanos y sobrinos.

Jesús y Gisela tienen dos hijos y tres nietos. En la actualidad, todos los miembros de la familia viven en los alrededores de la ciudad de Frankfurt.

Ya desde pequeños, los hijos de Jesús y Gisela mostraron gran interés por la lengua y la cultura del país de su padre. A ello ayudaron los viajes estivales a España y el contacto con la numerosa familia española que, aunque desperdigada por media España, se reencontraba todos los veranos en Huérmeces.

Los dos hijos hablan y entienden español; el pequeño lo hace perfectamente, ya que estudió bachillerato en dicha lengua.

Por el momento, ninguno de sus nietos habla español, aunque ya han realizado varios viajes al país del que su abuelo salió hace ya casi sesenta años, un lejano día de agosto de 1961. 


CARLOS

El pequeño de dos hermanos, Carlos abandonó Huérmeces a la temprana edad de 13 años, para estudiar primero en Valladolid y, poco más tarde, en Gijón, ciudad en la que residían unos tíos por línea materna.

Escuela Profesional de Revillagigedo (1958)


En la escuela profesional de Revillagigedo recibió su formación en materia de aprendizaje y maestría industrial entre 1956 y 1958, al tiempo que continuaba estudiando. Durante dos años (1960-1962), y a base de grandes esfuerzos, compaginó su trabajo con los estudios de ingeniería técnica mecánica, que no pudo finalizar. Durante todos estos años, Carlos vivió con sus tíos de Gijón.

Aunque podría haber desarrollado su labor profesional en España sin grandes problemas, quizás fue su carácter aventurero el que le impulsó a emigrar a Suiza. Era julio de 1962.

Carlos acababa de cumplir 20 años, por lo que nada más llegar a Suiza tuvo que presentarse en el Consulado para preguntar por la posibilidad de solicitar prórrogas, aplazando así su incorporación al servicio militar. Le fueron concedidas, sin mayores complicaciones, cuantas prórrogas solicitó.  

En el país helvético trabajó como tornero durante cinco años. Al cabo del tiempo, algún compañero le comentó las buenas expectativas profesionales que existían por entonces en Canadá.

En Suiza había conocido a Virginia, una joven española natural de la localidad turolense de Monreal del Campo. Después de tres años de noviazgo, se casaron en Zaragoza en 1967.

Ese mismo año, Carlos y Virginia saltaron el charco para establecerse en el que sería su destino definitivo: la ciudad canadiense de Toronto.

En Toronto, Carlos fue capaz de finalizar sus estudios de ingeniería técnica mecánica en 1993, compaginándolos también con sus quehaceres profesionales; durante su dilatada vida profesional en Toronto, trabajó para dos empresas diferentes, una de ellas la TTC (Toronto Transit Commission, lo que aquí denominamos "Metro").

Durante su estancia en Toronto, mantuvieron frecuente contacto con la colonia española de la ciudad. Durante unos años, fueron socios del Club Español, y conservan la amistad de algunos españoles.


Calle de La Solana, Huérmeces (1972)


A España venían cada tres años, por lo que nunca perdieron del todo el contacto con el país. De uno de aquellos primeros viajes familiares, existe una bonita fotografía, realizada en la casa familiar de Huérmeces, en la que aparecen Carlos y Virginia, su hijo Bernardo, su padre Bernardo, su hermano, Abilio, y su mujer, Carmen. 

Carlos y Virginia tuvieron dos hijos, Bernardo y Mercedes, y tres nietos, Alexander, Adam y Sophia. Virginia falleció en 2010. Carlos y sus descendientes residen en la actualidad en la ciudad de Toronto.

Los hijos conservan el idioma castellano, habiendo realizado uno de ellos estudios de español en la universidad. No sucede lo mismo, por el momento, con los nietos, tal y como suele acontecer con la tercera generación.




AGUSTÍN

Agustín, el segundo de un total de seis hermanos, encaminó muy pronto hacia la vocación religiosa sus buenas dotes como estudiante.

La cercanía del colegio que los padres paúles tenían en Tardajos, había ocasionado que muchos jóvenes de la comarca estudiaran allí. Son muchos los jóvenes naturales de Huérmeces que acabaron profesando como paúles, y muchos los que desempeñaron una loable labor misionera en destinos más o menos alejados de su tierra: Méjico, Venezuela, Chile, Filipinas, Chad, Madagascar y Guinea Ecuatorial, entre otros. No en vano, el nombre oficial de la orden es el de "Congregación de la Misión". Lo mismo puede decirse de sus hermanas vicencianas: las Hijas de la Caridad.

Curiosamente, este no fue el caso de Agustín, ya que él partió muy pronto hacia un colegio que dicha congregación tenía en la localidad jienense de Andújar, muy lejos de su pueblo natal.

Desde antes de la guerra, sor Teófila, una tía de Agustín por línea materna, se encontraba destinada en un colegio de las Hijas de la Caridad en la ciudad de Córdoba, situada a unos 80 km de Andújar. Una vez conocida la vocación religiosa de Agustín, fue ella la que realizó las gestiones oportunas para que su sobrino ingresara en el seminario menor que los paúles tenían allí.

Después de completar sus estudios en Andújar, Agustín continuó su formación en el seminario menor que los padres paúles poseen en la localidad cántabra de Limpias. Por último, finalizó su carrera eclesiástica en el seminario mayor de Hortaleza (Madrid), también de los paúles.

Agustín fue ordenado sacerdote en 1968, con 24 años de edad, y ofició su primera misa en Huérmeces, en julio de 1968, impartiendo en la misma el sacramento de la comunión a su hermano pequeño, José Enrique.


Seminario de Hortaleza, Madrid (c. 1965)

Para entonces, ya tenía más que clara su vocación misionera, así como el destino geográfico en el que ejercería dicha misión: Madagascar, la gran isla del Índico.

Los primeros paúles españoles habían llegado a Madagascar unos años antes, en 1965, respondiendo a un llamamiento de colaboración realizado por sus hermanos franceses. Inicialmente, a los misioneros españoles se les había asignado el territorio de Farafangana, en la costa este de la isla, pero por avatares diversos acabaron destinados en el Androy, en el extremo sur de la isla, una de las regiones más pobres del país.

Después de pasar un tiempo en Francia, estudiando francés y malgache (la lengua nativa de la isla), Agustín partió rumbo a Madagascar a principios de 1969. En aquellos tiempos, el viaje -en barco- duraba unas tres semanas, y partía del puerto francés de Marsella. Agustín tuvo la mala fortuna de que su viaje durara nada menos que tres meses, ya que el Canal de Suez se encontraba entonces cerrado, a causa del conflicto árabe-israelí.

Agustín guarda multitud de anécdotas de aquel largo viaje. Una de las más recordadas es la relacionada con el rito del "bautismo ecuatorial", por el cual debía pasar toda persona que atravesara por primera vez la línea del Ecuador.

En el verano de 1974, Agustín iba a realizar su primer viaje a España, para reencontrarse en Huérmeces con sus padres y hermanos, dispersos ya por varios lugares de la geografía nacional. Se dio la triste circunstancia de que, justo antes de iniciar el viaje, falleciera repentinamente su madre, Mónica, tiñendo de luto lo que iba a ser un anhelado reencuentro familiar.

Durante todos estos años, Agustín ha venido desarrollando su labor misionera en varios lugares del Androy, tanto en el distrito de Beloha como en el de Bekily, destino en el que se encuentra en la actualidad.

Agustín visita España cada cuatro años. Visitas en las que, aparte de reencontrarse con familiares y hermanos de congregación, aprovecha para difundir y buscar financiación para los diversos proyectos de desarrollo por él dirigidos. En los últimos años, dichos proyectos se han centrado, sobre todo, en la construcción de aulas docentes en diversos colegios de la zona.

También durante todo este largo tiempo de estancia misionera en Madagascar, Agustín ha recibido varias visitas de sus familiares: su hermano Julián viajó a la isla a principios de la década de los ochenta del pasado siglo; sus sobrinos, José Enrique y María José, lo hicieron recientemente, en el verano de 2018. En ambas ocasiones, el viaje constituyó una experiencia inolvidable para todos.

En los últimos meses de este pandémico 2020, su labor misionera se encuentra desbordada por la terrible hambruna que azota la región, tras una prolongada sequía que dura ya tres años. La prioridad de la misión consiste ahora en repartir toneladas de arroz entre la población, así como encauzar la ayuda humanitaria que llega a través de varias ONGs que trabajan en la zona.

Quizás el año próximo, y si la pandemia lo permite, aprovechando una posible visita de Agustín a España, podamos dedicar un post a su labor misionera en Madagascar, labor que ya dura 52 años. Toda una vida.



DESTINOS

Jesús y Carlos se establecieron en dos de los lugares que, tanto entonces como ahora, cuentan con las rentas per cápita más elevadas del mundo. Agustín, por el contrario, y guiado por motivaciones muy diferentes, acabó por establecerse en una de las tierras más pobres de ese mismo mundo.
  





APUNTES FAMILIARES


Narciso (Huérmeces, 1910-1982) y Leonila (Huérmeces, 1910 - Barcelona, 1983)

Bernardo (Huérmeces, 1912-1973) y Ludivina (Huérmeces, 1915 - Burgos, 2012)

José (Huérmeces, 1915 - Córdoba, 1974) y Mónica (Ubierna, 1914 - Huérmeces, 1974)

Narciso y Bernardo eran hermanos. Leonila y José, también. 

Ninguno de los seis hijos de Narciso y Leonila se quedó en Huérmeces, como tampoco lo hizo ninguno de los dos de Bernardo y Ludivina, ni tampoco ninguno de los seis de José y Mónica.

Los descendientes de aquellas tres familias de labradores (14 hijos, 25 nietos y 27 bisnietos) residen hoy en día en: Androy, Barcelona, Burgos, Canarias, Cantabria, Córdoba, La Coruña, Guipúzcoa, Hessen, Madrid, Sevilla y Toronto.


Es probable que, para la mayor parte de estos descendientes, tanto para los que viven muy lejos como para los que se encuentran a apenas media hora en coche, Huérmeces represente algo más que el mero lugar de nacimiento de ellos, de sus padres o de sus abuelos.

Para algunos, Huérmeces será siempre el punto de encuentro o reencuentro con familiares y amigos; para otros, la arcadia feliz de la infancia; y para muchos, un farol en la noche de la vida...


AGRADECIMIENTOS

A los tres protagonistas de esta entrada, así como a sus familiares más cercanos, por permitirme acceder a historias, anécdotas y cuestiones que, en ocasiones, eran desconocidas fuera del más estrecho ámbito familiar. 

Supongo que sus experiencias serán muy similares a las de otras muchas personas que tuvieron que abandonar el país en aquellos años de éxodo. También quiero suponer que, por eso mismo, serán muchas las personas que se vean reflejadas en alguna de estas tres pequeñas historias.



2 comentarios:

  1. No lo debí subir bien. Repito:

    Interesante historia de estos tres chavales convecinos tuyos, parecida a la de tantos españoles de nuestros pueblos. Todas valiosas y ejemplarizantes. Muy bien documentada e ilustrada la entrada, como las que voy leyendo. Al calor de tu relato se suma el color de la documentación que presentas. Bravo. Buen camino Sr.Varona.

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    1. Gracias por tu comentario, Javier. Más que convecinos (cuando yo nací ninguno de los tres vivía ya en Huérmeces) son familiares muy cercanos y apreciados, a alguno de los cuales hace demasiado tiempo que no veo. Un saludo y espero seguir contando con tus visitas a este blog.

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