sábado, 16 de diciembre de 2017

Escuelas de Huérmeces (1948): Don Roberto y sus alumnos



Una espléndida fotografía, casi una instantánea generacional: el maestro y sus alumnos, a finales de los años cuarenta del siglo veinte. 

Veinte chavales en un Huérmeces con una población de 338 habitantes (162 varones y 176 mujeres); casi cien almas menos que las 435 registradas en su máximo histórico (Censo de 1910); pero muchas más que diez años después (285 hab. en 1960), y más del doble que dos décadas más tarde (133 hab. en 1970). 





Un maestro con buena planta, alto y bien vestido, alejado del estereotipo de maestro de aquella España rural. Quizás procedente de una familia relativamente acomodada, ya que un hermano suyo (José) ejerció de médico en el vecino pueblo de Ubierna durante la segunda mitad de los años cincuenta.

Roberto Aréchaga Veloso (Monforte de Lemos, 1906), llegó destinado a Huérmeces en septiembre de 1947, y durante ocho años (1947-1955) ejerció de maestro en las escuelas del pueblo.

Su primer destino, en 1942, había sido el colegio público "Amador de los Ríos", sito en la ciudad de Madrid, y que había sido inagurado en 1933, en tiempos de la Segunda República. Don Roberto procedía de una de las primeras convocatorias (1941) para el Magisterio Nacional reservada para oficiales del ejército. En 1938 había obtenido el grado de alférez provisional en la academia militar de Zaragoza, siendo destinado al Regimiento de Infantería Aragón nº 17.

Cuando abandonó Huérmeces, en junio de 1955, don Roberto partió hacia el que sería su destino definitivo: Mallorca, isla en la que residían por entonces algunos familiares de su mujer.

Hacia 1961, unos seis años después de haber abandonado Huérmeces, se produjo en el puerto de Barcelona el encuentro fortuito entre don Roberto y uno de los alumnos que aparecen en la fotografía de la escuela. El maestro volvía de uno de los periódicos viajes entre Mallorca y la Península; el alumno se encontraba en la ciudad trabajando en uno de los primeros empleos que encontró tras abandonar el pueblo.

Don Roberto dejó un buen recuerdo en Huérmeces. Por las noches daba clases a los mozos del pueblo, a aquellos jóvenes que por circunstancias de la vida no habían podido completar los años de educación obligatoria, y deseaban mejorar sus conocimientos.

La enseñanza obligatoria comprendía el período entre los 6 y los 14 años de edad, por lo que casi todos los alumnos de la foto habrían nacido entre los años 1934 y 1943.

En la fotografía se echa en falta a algún chaval nacido entre esos años, por lo que cabe suponer que, o bien se encontraban enfermos el día del retrato, o bien ayudando a sus padres en alguna tarea agrícola o ganadera urgente, algo relativamente habitual en aquellos tiempos.

Del total de veinte chavales que aparecen en la fotografía, resultan reconocibles los siguientes (en orden alfabético):


Emeterio Alonso Alonso
Rafael Alonso Alonso
Bernabé Blanco Pérez
Florencio Blanco Pérez
César Javier García Girón
José María García Girón
Emilio García Girón
Rogelio García Ubierna
Jesús Martínez González
Enrique Serna Santamaría
Pedro Serna Santamaría
Saturnino Ubierna García
Florentín Ubierna Ortega
Jesús Varona Alonso
Ángel Varona Ortega
Abilio Varona Villalvilla
Carlos Varona Villalvilla


Tras finalizar los años de enseñanza obligatoria, ninguno de los alumnos de la foto permaneció muchos años más en Huérmeces. Todos ellos partieron hacia los habituales destinos migratorios de los años cincuenta del pasado siglo: Barcelona, Vizcaya y Madrid, principalmente. Algunos aprovecharon el servicio militar para levantar el vuelo o abrir los ojos, y el efecto llamada -de familiares y compañeros de quinta- fue una constante en aquellos años.

A diferencia de lo que ocurriría más tarde, en el masivo éxodo de los años sesenta, estos jóvenes emigraban solos, o como mucho en compañía de algún hermano o compañero de quinta; sus padres permanecieron en el pueblo, como labradores, en compañía de los hermanos más pequeños.

Precisamente en febrero de aquel año 1948 se había reabierto la frontera franco-española, que permanecía cerrada desde marzo de 1946. Y esa apertura de la principal frontera española constituiría el pistoletazo de salida para el comienzo de una corriente migratoria hacia varios países europeos: Francia, Suiza, Bélgica y Alemania, principalmente.

Varios de los alumnos de don Roberto pasaron por diversos destinos nacionales o europeos, antes de fijar su residencia definitiva en: Barcelona, Burgos, Toronto (Canadá), Hessen (Alemania), Madrid, Navarra, Valencia, Vizcaya y Zaragoza.  

Y desempeñaron trabajos muy alejados de los de sus padres: fueron maestros, miembros de las fuerzas armadas y de la policía nacional, funcionarios públicos, trabajadores de la industria, dueños de pequeños o medianos negocios particulares...

De una u otra manera, casi todos siguieron ligados a Huérmeces, por lazos familiares o afectivos. Alguno mantiene aún casa abierta en el pueblo, pasando en él parte de su tiempo de ocio o de jubilación.

Y después de ellos, fueron ya familias enteras las que abandonaron el pueblo, en el éxodo de los años sesenta y primeros setenta del siglo pasado.  

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Amojonamiento con Castrillo de Rucios (1897)



Entre 1857 y 1981, Castrillo de Rucios perteneció al ayuntamiento de Gredilla la Polera, junto con los pueblos de Mata, Robredo y Villalvilla Sobresierra. Por lo tanto, a finales del siglo XIX, las labores de deslinde y amojonamiento con Huérmeces le correspondían –oficialmente- al ayuntamiento de Gredilla.

Como es lógico, fueron vecinos de Castrillo los que –como mejores conocedores del terreno- participaron en aquellas labores de revisión de fronteras con Huérmeces.

El 14 de febrero de 1897 era domingo, día habitual para la realización de estas labores, ya que aparte de ser el único de la semana en el que los labradores descansaban, también era el día más apropiado para socializar, esto es, tomarse unos blancos en cualquiera de las cantinas del pueblo.

De todas formas, febrero no era precisamente temporada alta en cuanto a la realización de las tareas propiamente agrícolas. La siembra quedaba lejos, y lejos también quedaba la recolección.

Llama la atención la hora elegida para el comienzo de las labores de amojonamiento, las dos de la tarde, en lugar de las aparentemente más apropiadas primeras horas de la mañana. Quizás el día amaneció con niebla, o con frío intenso, y los comisionados decidieron posponer las labores de amojonamiento a una hora tardía, más propia ya de la comida que de andar midiendo distancias entre mojones.

Quizás esperaran a que mejorara el día haciendo rondas por las varias cantinas del pueblo, lo que podría explicar –en parte- los sorprendentes resultados de las mediciones efectuadas. O puede que acudieran primero a misa y luego a las cantinas, lo que tampoco variaría mucho el resultado final.

Transcribimos a continuación el contenido íntegro de las actas extendidas aquel día de hace ya más de 120 años. Como en casos anteriores, se han actualizado las grafías y corregido erratas, en aras de hacer más ágil la lectura del documento.


Acta de deslinde y amojonamiento de los términos municipales de Huérmeces y de Gredilla la Polera


Reunidos el día catorce de Febrero de 1897, y hora de las dos de la tarde, en el sitio llamado Valdevacas,

Julián Díaz Ubierna, presidente; Quiterio Hidalgo, Natalio Villalvilla y Victoriano Montero, los cuales componen la comisión nombrada por el Ayuntamiento de Huérmeces;

Fernando Díez García, presidente; Pedro González Carrera; Manuel Carrera Moradillo y Vivencio Díez Rodríguez, los cuales componen la comisión nombrada por el Ayuntamiento de Gredilla la Polera,

Para verificar el deslinde y amojonamiento de los dos términos municipales que quedan expresados, según está dispuesto, se llevaron a efecto las operaciones del modo siguiente:

Mojón (trifinio) de Valdevacas, rodeado de endrinos; Castrillo por el Este, Huérmeces por el Oeste, y Ubierna por el Sur
  

Mojón número primero:

Que está situado en el término de Valdevacas, mide de alto un metro treinta milímetros, al Este cuarenta y un centímetros y al Norte treinta y un centímetros; por el Este está a distancia de dos metros de la tierra de Mariano Crespo, vecino de Castrillo Rucios, y al Norte camino de Montorio a Burgos; dicho mojón tiene las iniciales al Norte de Castrillo, al Oeste de Huérmeces, Sur de Ubierna y

Marchando de Sur a Norte, a los cincuenta y dos metros está el mojón número dos, compuesto de tierra y piedra, de un metro de alto y medio de diámetro, que se halla en un altito en el término de Valdevacas y
 
Bajando al camino abajo que va a Montorio, a los setenta metros está el mojón número tres, compuesto como el anterior, igual altura y diámetro, pega con un arroyo y

Marchando en igual dirección, a los cuarenta y dos metros está el mojón número cuatro, compuesto de los mismos materiales, altura y dimensión que el anterior, está en el camino y

Camino de Valdevacas a Navas, que hace las funciones de raya: Castrillo (izda.), Huérmeces (dcha.), cerca de la subida a Monte las Eras, por el camino que comunica ambos pueblos


Marchando en igual dirección, a los ciento setenta metros, se halla el mojón número cinco, compuesto como el anterior, y está a la bajada de Monte las Eras y

Marchando en igual dirección, a los ciento sesenta y cinco metros se halla el mojón número seis, compuesto de piedra y tierra, de la misma altura y dimensión que los anteriores; por el norte, arroyo corriente de agua que recoge de Navas y de su cauce en el arroyo que pega con el mojón, y a los tres metros se halla una tierra de Narciso Díez Crespo, vecino de Castrillo, y

A la derecha,  pinar de Navas, inexistente en 1897 (los pinos se plantaron en la década de 1950)

Marchando en igual dirección, a los trescientos noventa y ocho metros se halla el mojón número siete, compuesto de los mismos materiales, altura y dimensión, cruzando el camino que va a Quintanilla Sobresierra, y

Marchando en igual dirección, a los cuarenta y siete metros, está el mojón número ocho, compuesto de los mismos materiales, altura y dimensión que el anterior, y está en el mismo camino, y

Subida del camino de Navas a Casares; a la izquierda, tablilla delimitadora del coto de caza de Huérmeces

Marchando por el mismo camino, a los ciento cuarenta metros, está el mojón número nueve, compuesto como los anteriores, altura y dimensión, y

Marchando en la misma dirección, a los doscientos sesenta y cuatro metros, está el mojón número diez, compuesto en un todo como los anteriores, y está en el mismo camino, y

Cerca del Alto de Casares

Casares de Quintana, allí donde existió un antiguo poblamiento

Marchando en igual dirección en el término de Casares, en el camino, a los ciento sesenta y dos metros, está el mojón número once, compuesto como los anteriores, y

Marchando en igual dirección, a los cien metros, se halla el mojón número trece [doce], compuesto como los anteriores, está en una hoyadita, pega con el camino que va a Sedano, y

El último tramo del camino de Casares ha sido recientemente ensanchado y rehabilitado

Trifinio del Alto de Buzón; Montorio al Norte, Huérmeces al W y al S, Castrillo al E

Marchando en igual dirección, a los ochenta y cuatro metros, está el mojón número catorce [trece], último de esta mojonera, está en el Alto de Guzón, es de piedra y tiene las iniciales de Huérmeces, Montorio y Castrillo.

Y en cumplimiento de lo que determina el Real Decreto de treinta de agosto de mil ochocientos ochenta y nueve, levantadas comisiones, la presente acta la firman hoy día de su encabezamiento.


La Comisión de Huérmeces: Julián Díaz-Ubierna, Quiterio Hidalgo, Natalio Villalvilla, Victoriano Montero; Felipe Gallo

La Comisión de Gredilla la Polera: Fernando Díez, Pedro González Manuel Carrera, Vivencio Díez; Lucio Fernández Díez


Suponemos que tanto Felipe Gallo como Lucio Fernández Díez actuaron como secretarios de cada uno de los dos ayuntamientos implicados, ya que no son propiamente miembros de las respectivas comisiones de amojonamiento.

En el cuadro siguiente, consignamos las distancias medidas entre mojones contiguos, completando el nombre del paraje en el que supuestamente se encontraba cada unos de los trece mojones. Existe un error en la numeración de los dos últimos mojones del recorrido, ya que del 11 se salta al 13, sin que hayamos encontrado explicación alguna –o sí- a ese salto. 



Mojón nº
Paraje
Distancia parcial (m)
Distancia     total (m)
1
Valdevacas
0
0
2
Valdevacas
52
52
3
Camino de Montorio
70
122
4
Camino de Montorio
42
164
5
Bajada de Monte las Eras
170
334
6
Arroyo de Navas
165
499
7
Camino de Quintanilla Sobresierra
398
897
8
Navas
47
944
9
Navas
140
1084
10
Casares
264
1348
11
Casares
162
1510
12
Casares
100
1610
13
Alto de Guzón (Buzón)
84
1694


En realidad, el recorrido entre el mojón número uno (Trifinio de Valdevacas) y el mojón número trece (Trifinio del Alto de Buzón) mide unos 3100 metros, casi el doble de la distancia que viene recogida en esta vieja acta de amojonamiento (1694 metros). En el primer tramo del recorrido, entre Valdevacas y cruce del camino que baja de Monte las Eras, existe un desfase importante (los 334 metros del acta se corresponden con 650 en la realidad)

O bien los “instrumentos” de medición utilizados en aquellos tiempos eran muy poco precisos, o bien los pasos que realizaba la persona encargada de medir por este método (un paso largo = 1 metro) eran más que largos, casi propios de un gigante. O bien, como ya barruntamos con anterioridad, la espera en el pueblo se hizo larga y pródiga en blancos.

Por otra parte, existe otro documento, fechado ocho años antes, en el que se recogía la necesidad –por mandato del Real Decreto de 30 de agosto de 1889- de realizar amojonamientos con los cinco pueblos limítrofes con Huérmeces por el Norte (Ruyales, San Pantaleón y Montorio) y por el Este (Castrillo y Ubierna).


En el pueblo de Huérmeces, a dos de octubre de mil ochocientos ochenta y nueve, reunidos en la Sala Consistorial las comisiones de los pueblos de Ubierna, Castrillo, Montorio, San Pantaleón del Páramo y Ruyales del Páramo, bajo la presidencia del señor D. Lorenzo Alonso, alcalde de éste, previa convocatoria que se ha dirigido a los mismos por dicho señor presidente, se manifiesta que la reunión tenía por objeto el dar lectura al Real Decreto de 30 de agosto último, la cual se verificó por lectura íntegra por el infrascrito secretario, y enterados todos los señores concurrentes de su contenido, acordaron por unanimidad proceder al amojonamiento, como en el mismo se ordena, firmando la presente acta de que yo el secretario certifico.

La Comisión de Huérmeces: Lorenzo Alonso, Justo Villalvilla

Montorio: Modesto Serna, Timoteo [Ilegible]

Ubierna: Remigio Fernández, Bonifacio Arce

Pantaleón: Sandalio Díez, Eladio Iglesia

Ruyales: Cipriano Díez, [Ilegible]

(No aparecen las firmas de los representantes de Castrillo)

Castrillo de Rucios desde Monte las Eras



Solo hemos encontrado las actas de amojonamiento correspondientes a Castrillo (Municipio de Gredilla), transcritas en esta entrada, echándose en falta las de los cuatro pueblos restantes.

En cuanto a los pueblos limítrofes por el Oeste (Ros) y por el Sur (Santibáñez), solo hemos encontrado las actas correspondientes a este último, también realizadas ocho años más tarde, a pesar de la urgente necesidad que establecía el R.D. de agosto de 1889. Amojonamiento con Santibáñez


sábado, 25 de noviembre de 2017

Breve historia de una casa: 1882-2017



Pudiera dar la impresión de que este es un post dirigido principalmente al entorno familiar de quien lo escribe. No es esa su intención, ya que si bien esta es la pequeña historia de una casa en concreto, también pudiera serlo de muchas otras casas levantadas en este pueblo o en cualquiera de los del entorno. Casi todas ellas resultarían sorprendentemente parecidas: cambiarían nombres, quizás también algunos apellidos, puede que fueran necesarios algunos ajustes en las fechas, pero en lo fundamental variarían poco. Describirían, básicamente, el largo proceso -un siglo- durante el cual la casa es testigo del tránsito de una vida campesina a otra ociosa o vacacional.

A lo largo de sus 135 años de historia, esta casa escuchó comentar como pasaban reyes, regentes, presidentes de república, caudillos y, de nuevo, más reyes. (1) Pero sobre todo contempló como trascurría la vida de cinco familias de labradores, siendo testigo de alumbramientos y defunciones, disgustos y reconciliaciones, tragedias y comedias, ... tiempos de siembra y de cosecha, de pedriscos y asuradas, de rosarios, novenas y villancicos...

PRIMEROS INQUILINOS

La casa se levanta sobre un solar de 150 metros cuadrados de superficie, situado en el barrio Arroyuelo, en la pequeña plazoleta que rodea a la fuente allí situada. Según reza sobre el dintel del ventanuco central del desván, la casa se concluyó en 1882; y según reza la leyenda familiar, parece ser que su construcción fue la causa principal de la ruina de su primer dueño, Narciso Varona Ubierna.




En aquellos años postreros del siglo XIX, aún bajo el predominio absoluto de una economía agraria de mera subsistencia, el embarcarse en la construcción de una casa nueva, en piedra de sillería, suponía para el labrador afrontar un riesgo importante, dependientes como eran sus ingresos de la bonanza climatológica de las próximas campañas y de la consiguiente calidad y cantidad del grano cosechado.

Es cierto que, durante las décadas anteriores, se había producido cierta mejoría de la situación económica en la Castilla rural, originada sobre todo por las sucesivas leyes de desamortización (2), que supusieron importantes cambios en la titularidad de bienes hasta entonces pertenecientes a la iglesia y a los municipios, posibilitando el acceso a la propiedad de tierras e inmuebles a pequeños labradores.


Apenas puede leerse "EDIFICADA 1882"


Durante la segunda mitad del siglo XIX, la población de Huérmeces apenas superaba los 400 habitantes. (3) La baja calidad de las construcciones existentes, junto con esa pequeña mejoría en la situación económica de algunos labradores, posibilitaron que algunas familias pudieran realizar ciertas mejoras en las condiciones de habitabilidad de sus casas, e incluso que se embarcaran en la construcción de una nueva.

Narciso, natural de Huérmeces, era el segundo de los seis hijos de Victoriano y María. Pocos años años antes de la construcción de la casa, Narciso había contraído matrimonio con Eulalia Recio Bañuelos, natural de Moradillo del Castillo.

Tras el nacimiento de los dos primeros hijos de la pareja, Bernardo (1878) y Felisa (1881), pensaron que era el momento de arriesgarse en la construcción de una nueva vivienda. Por lo tanto, cabe suponer que Isabel, la tercera y última de sus hijos, fue el primer nacimiento que se produjo en la nueva casa. Corría el año 1892. También es de suponer que los padres de Narciso vivieran en la misma los últimos años de su existencia, pero no hemos encontrado evidencia alguna al respecto.

La casa, de poco más de 13 metros de fachada orientada al Este, consta de dos plantas y desván. Fue ejecutada en buena sillería de piedra caliza, con puerta central adintelada, e inicialmente contaba con dos ventanas en la planta baja, tres en la primera, y tres ventanucos en el desván.




En su pared lateral, orientada al norte, de 10 metros y medio de fondo, se presentan cuatro pequeñas ventanas, así como una puerta, también adintelada, que daba acceso directo a las cuadras.

La distribución interior de la casa era la habitual para una vivienda de agricultores de aquella época. En la planta baja, zaguán o portal, trojero, cuadras y corte. En la primera planta, dormitorios, cocina y pajar. En el desván, palomar, trojero y trastero.

Años más tarde, la casa se amplió al levantarse una construcción anexa, de unos 80 metros cuadrados de superficie, que cumpliría con las funciones de cuadra, pajar, patio interior y almacén de aperos.

En 1894, doce años después de la construcción de la casa y de la ruina de su dueño, Narciso figura como propietario de uno de los varios molinos con que contaba Huérmeces, por lo que cabría suponer que su situación de penuria económica hubiera llegado a su fin.




En 1904, sin embargo, Narciso aparece como vendedor de una finca propiedad de su esposa; la parcela, sita en el paraje denominado Prado, tenía una capacidad de 22 celemines, y se vendió por un importe de 500 pesetas. Un labrador que vende una finca, y más si está situada en un buen paraje, podría ser síntoma de que su economía no andaba muy boyante. Quien sabe.

Por otra parte, Narciso debió de ejercer como juez de paz o figura similar durante el último tercio del siglo XIX, ya que en la casa aparecieron ejemplares de las quince declaraciones de nacimiento consignadas en el pueblo durante el año 1879.  Quince bautizos en un año 


Postigo de la antigua puerta de madera, sustituida por una de chapa en 1965


Narciso falleció en 1921, por lo que cabe suponer que la suya sería la primera de las ocasiones en las que la casa cumpliría con su papel de última morada, en un tiempo en el que la gente nacía, vivía y moría en casa, a falta de hospitales y sistema de seguridad social alguno.

Suponemos que la electricidad llegó a Huérmeces hacia el año 1910. El pueblo se encontraba dentro del recorrido de la línea que se tendió desde la central eléctrica "El Porvenir de Burgos", situada en Quintanilla-Escalada, hasta la capital provincial. Únicamente algunas casas se engancharon a la línea, y solo para disponer de una ténue bombilla en una de las estancias de la misma. En todo caso, supongamos que la casa dispuso de corriente eléctrica a lo largo de la segunda década del siglo XX. Sin duda que este acontecimiento supuso un cambio importante para las costumbres de sus moradores, y la casa lo percibiría. Sobremesas nocturnas más largas, quizás. 

De todas formas, y durante muchos años aún, las cuadras y el resto de las estancias secundarias de la casa contarían únicamente con la iluminación de candiles y carburos. Y las noches continuarían siendo largas, y oscuras. Quizás más pródigas en conversaciones, más ávidas de cuentos y chascarrillos.
 

En la puerta de las escaleras aún puede leerse, casi cien años después: "Eduardo Perez"


SEGUNDOS INQUILINOS

En 1921, tras el fallecimiento de Narciso, la casa pasó a manos de su hija Isabel Varona Recio, casada por entonces en segundas nupcias con Eduardo Pérez Alonso; en la casa nacieron sus cuatro hijas (Amelia, Ángela, Teresa y Purificación); en 1931 falleció en la casa Eulalia, la viuda de Narciso. Isabel y Eduardo vivieron en la casa durante unos once años (1921-1931), tras los cuales se trasladaron a una casa en la calle de la Plaza.


TERCEROS INQUILINOS

Bernardo Varona Recio, el mayor de los hijos de Narciso y Eulalia, había contraído matrimonio en 1902 con Constantina García Villalvilla. Residían en la denominada "casa de arriba" (calle Real nº 14), y allí vivían durante los veinte años en que trajeron al mundo a sus diez hijos (1904-1923). Constantina falleció joven, en 1928, a los 47 años de edad.  Hacia 1931, a los pocos años de enviudar, Bernardo y los seis hijos que aún permanecía en el hogar familiar (Narciso, Bernardo, Constantina, Jesús, José y Petra) se trasladaron a esta casa ("la de abajo", Calle Real 31). Los otros cuatro (Fermín, Dolores, Abdón y Ángel) ya habían abandonado la casa y algunos, incluso, el pueblo.

Bernardo fue alcalde del pueblo durante la primera mitad de los convulsos años treinta del siglo XX. En estos años, al igual que sucedió en muchas otras casas del pueblo, se construyó la gloria, pequeña estancia en la que a partir de entonces las familias campesinas pasarían gran parte de su tiempo casero, sobre todo en invierno.

Cuando finalizó la guerra civil, además de los cuatro hijos de Bernardo y Constantina que previamente habían abandonado el pueblo, lo hicieron otros dos; los cuatro restantes se quedaron en Huérmeces, ejerciendo de labradores de manera muy similar a la que lo habían hecho sus ancestros. 

Por otra parte, en aquellos años se produjo el fenómeno de la popularización de la radio en el medio rural, lo que supuso que la cantidad y calidad de la información que llegaba al campesino aumentara considerablemente; dicha información, hasta entonces estaba casi completamente constreñida al contenido del único ejemplar de diario que llegara al pueblo, así como a lo que tuvieran a bien manifestar las sempiternas fuerzas vivas que en todo pueblo existían: principalmente, el cura y el médico, que eran los que podían permitirse (por poder adquisitivo y nivel cultural) abonar la suscripción a alguno de los diarios o gacetas de la época. (4)


A partir de entonces, la casa escucharía a sus nuevos inquilinos – sonoros únicamente- hablar de temas que le eran desconocidos hasta entonces: partes de guerra, boletines meteorológicos, estraperlos, guerras en Europa, consultorios sentimentales, petróleo en los páramos...





En aquellos años, Bernardo también era propietario del entonces denominado Palacio de Arriba, hoy Palacio de Huérmeces, ayer Palacio de la Belén, mucho antes Palacio de los Salamanca o Alonso Maluenda. Esta enorme construcción se encontraba en un estado de ruina inminente, aunque disponía de una espléndida huerta y de una buena finca aneja.

En una ventana interior de la casa, de las que servían para iluminar las antiguas cuadras orientadas al patio, aún sobrevive alguna piedra con decoraciones sencillas, a base de bolas y puntas de flecha; piedras que seguramente proceden de alguna de aquellas arruinadas estancias del palacio, y que fueron reutilizadas en la casa.
 

CUARTOS INQUILINOS

En 1945, Jesús Varona García, el octavo de los hijos de Bernardo y Constantina, contrajo matrimonio con Eliecer Varona Ortega, y la pareja pasó a vivir en la vieja casa, junto con Bernardo, hasta el fallecimiento de éste, en 1963. Allí nacieron los tres hijos de la pareja. Era la cuarta familia de labradores que habitaba la casa, y sería Aurelio (1952), el tercer hijo de Jesús y Eliecer, el último nacimiento que se produjo en la misma.

Fueron años difíciles, posteriores a la guerra y previos a la mecanización generalizada de las labores agrícolas. Tiempos de trabajar la tierra con bueyes, prácticamente igual que lo habían hecho sus padres, sus abuelos o sus bisabuelos.



Piedra esquinera de la casa



QUINTOS INQUILINOS

Narciso
, quinto hijo de Bernardo y Constantina, adquiere la casa en 1964, tras el fallecimiento de su padre. Poco tiempo después, Narciso y su mujer, Leonila, se mudan a esta casa. Para entonces, casi todos sus hijos habían abandonado ya el pueblo. Y ninguno de los que aún no lo había hecho se quedaría de labrador en Huérmeces.

Hasta su jubilación, en 1975, Narciso y Leonila continuaron trabajaron la tierra con bueyes, ya que el inicio de la mecanización les llegó a una edad en la que invertir en maquinaria, sin relevo generacional alguno, carecía de sentido. De manera que la vieja cochera de la casa no llegó a cobijar tractor alguno, no llegando a respirar los fuertes efluvios oleosos que expelían aquellos viejos cacharros.

En 1973, a consecuencia de la llegada del agua corriente al pueblo, la mayor parte de los vecinos acometieron importantes reformas en las casas, sobre todo en lo relativo a baño y cocina. Esto originó la apertura de una nueva ventana en la planta baja de la fachada principal. El agua corriente llegó a Huérmeces cuando su censo ya se había visto radicalmente mermado, pero supuso la mayor mejora experimentada nunca en las condiciones de vida de la población rural.  

La desaparición de los animales de labor y de cría supuso para la casa un acontecimiento casi tan importante como la llegada del agua. La pareja de bueyes, el pequeño rebaño de ovejas, el puñado de cabras y el solitario cochino constituían un componente esencial del peculiar aroma que se respiraba en las casas labradoras. Con la llegada de la mecanización, los labradores se fueron desprendiendo poco a poco de toda la cabaña ganadera, mejorando considerablemente las condiciones de salubridad e higiene de las viviendas. A cambio, se perdió el aporte calorífico de las bestias y, lo más importante, se acabó con la principal fuente de estiércol con la que abonar las tierras. El abonado químico sustituyó al animal, con las consecuencias de todos conocidas.   

A principio de los años setenta, la llegada generalizada de la televisión a los hogares supuso una modificación radical en la manera de consumir el tiempo de ocio, principalmente el que trascurría al calor de la gloria, sobre todo en los meses de otoño e invierno: la televisión acabó por ganar la partida a los juegos de naipes, a la radio y al mero conversar. Aunque también es cierto que la casa amplió considerablemente la gama de voces y melodías que escuchaba asiduamente.
 

Piedra caliza del páramo, el material constructivo de aquellos años (fachada principal de la casa)


Durante varios veranos entre finales de los sesenta y principios de los setenta, hasta cuatro familias llegaron a compartir la casa durante los meses veraniegos: los abuelos y las familias de tres de sus hijas. Unas 14 personas en total. Y en aquellos tiempos, el veraneo duraba un mes para los adultos y dos meses y pico para los niños. No deja de tener su mérito que todos sobreviviéramos a aquellos veranos en los que la casa del pueblo se transformaba en una especie de campamento colonial.

En aquellos años, alguno de los hijos también acudiría al pueblo a pasar las navidades con los abuelos. Navidades en las que nevaba, se cortaba un pino joven como árbol de navidad, y se pasaba el tiempo jugando a las cartas al calor de la glorieta.

Narciso falleció en 1982, en la vieja casa, cerrando de esta manera el capítulo primero y más extenso de su historia: los cien años durante los cuales aquella fue ocupada, ininterrumpidamente, por cinco familias campesinas.


DE CASA DE LABRANZA A CASA DE HOLGANZA 

En años venideros, la casa pasaría a ser, como tantas otras, una segunda residencia, ocupada -únicamente durante las vacaciones estivales- por buena parte de los muchos descendientes de Narciso y Leonila.

Poco después de fallecer los padres, los hijos acometieron una reforma de la distribución interior de la casa, de manera que cada familia dispusiera de sus correspondientes habitaciones, baño y cocina.

Tras muchos avatares, la casa acabó por pertenecer únicamente a dos de las hijas de Narciso y Leonila: Carmen y Elisa. Durante unos trece años (1995 – 2008) la casa sería utilizada como vivienda semestral, desde junio hasta navidad, huyendo del calor de Madrid y al calor de la cercanía de otros familiares que también pasaban parte de su jubilación en el pueblo. 

En 1999 se realizó la última y más importante de las reformas sufridas por la casa. Consistió en la rehabilitación total de la cubierta -que aún era la original del edificio- junto con la reforma de lo que antes eran cuadras y pajar, y en la ampliación, saneamiento y hormigonado del viejo patio y la antigua cochera.


A caballo entre tres siglos, catorce décadas contemplan ya a esta vieja construcción. Quién sabe cuantos años más resistirán sus paredes; si su chimenea será respetada por rayos y centellas; si su cubierta soportará incendios o copiosas nevadas; si su glorieta seguirá siendo prendida algunos días de otoño; si bajo su alero aún anidarán golondrinas y aviones, ... quien sabe.

Quién sabe qué personas la disfrutarán en los veranos del incierto futuro climático; quizás se convierta en la última morada de algún jubilado o quizás se reconvierta al también impredecible negocio del turismo rural del siglo XXI.

O tal vez, tal y como sucede con muchas casas en Huérmeces y en el resto de los pueblos del entorno, únicamente sea ocupada -hiperocupada- en la semana de las fiestas, permaneciendo el resto del año en la más absoluta soledad.


QUÉ SERÁ DE ESTA CASA CUANDO YO NO ESTÉ

Seguro que este pensamiento pasó por la cabeza, o incluso por la garganta, de alguno de mis ancestros, en algún momento concreto de su existencia: después de una larga enfermedad, después del fallecimiento del cónyuge o después de una seria desavenencia familiar. Seguro que también, más pronto que tarde, ese mismo pensamiento pasará por la cabeza, o incluso por la garganta, de alguno de nosotros.

Claro que, para entonces, serán muchas las ocasiones en las que la casa haya tenido motivos más que de sobra para haber pensado: "qué habrá sido de ellos cuando yo no esté, cuando yo solo sea escombros y recuerdos".





NOTAS:


(1) Alfonso XII (1874-1885); María Cristina de Habsburgo-Lorena (1885-1902); Alfonso XIII (1902-1931); Niceto Alcalá-Zamora (1931-1936); Manuel Azaña (1936-1939); Francisco Franco (1939-1975); Juan Carlos I (1975-2014); Felipe VI (2014-) 

(2) En especial, la Ley de Desamortización General de 1855, también conocida por el nombre de su impulsor, Pascual Madoz, y que estuvo vigente hasta 1924. Esta desamortización originó que se pusieran a la venta muchas propiedades municipales y bienes de la iglesia, lo que posibilitó acceder a la propiedad a algunos labradores que dispusieran de suficiente efectivo; los ayuntamientos, por su parte, tuvieron que vender gran parte de sus propiedades (terrenos comunales, terrenos de propios, molinos, etc.) y con ello perdieron una tradicional fuente de ingresos (las rentas procedentes de los arrendamientos de bienes de naturaleza rústica, sobre todo).

(3) Población de Huérmeces durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX: Censo de 1857: 413 habitantes (208 varones y 205 mujeres); Censo de 1877: 381 habitantes (187 hombres y 194 mujeres); Censo de 1887: 406 (208 y 198); Censo de 1897: 412 (206 y 206); Censo de 1910: 430 (218 y 212). 

(4) Dos ejemplos de "fuerzas vivas" locales; uno conservador y otro progresista: Florentín Díaz-Ubierna, cura párroco de Huérmeces entre 1852 y 1899 (y administrador de fincas), aparece como suscriptor del diario tradicionalista "El Siglo Futuro" (nº 4335, de 17 de agosto de 1889); Rogelio Pérez, médico de Huérmeces entre 1902 y 1913, era un miembro destacado del movimiento esperantista, así como un activo colaborador con la prensa escrita de la época, llegado incluso a publicar algún libro, como el titulado "El malestar de la clase médica" (Revista de Sanidad Militar nº 4, 15 de febrero de 1912). 




Huerta del Palacio de Arriba o de los Alonso Maluenda (c.1916); sentados: Narciso Varona Ubierna y Eulalia Recio Bañuelos, fundadores y primeros inquilinos de la casa; de pie, a la izquierda: Bernardo Ubierna Fontúrbel e Isabel Varona Recio; de pie, a la derecha: Bernardo Varona Recio y Constantina García Villalvilla, los terceros moradores (Fotografía cortesía de Aurelio Varona)




APUNTES FAMILIARES:

Victoriano Varona Alonso (Huérmeces, 1828 - 1902) y María Ubierna Alonso; seis hijos: Lucía, Narciso, José, Guillermo, María y Benito. 

1. Narciso Varona Ubierna (Huérmeces, 1848 - 1921) y Eulalia Recio Bañuelos (Moradillo del Castillo, 1853 - Huérmeces, 1931); tres hijos: Bernardo, Felisa e Isabel. 

2. Isabel Varona Recio (Huérmeces, 1892-1962) y Bernardo Ubierna Fontúrbel (Huérmeces, 1888-c.1918); dos hijos: Clementina y Serafín; en segundas nupcias, Eduardo Pérez Alonso (Huérmeces, 1900-1981); cuatro hijas: Amelia, Ángela, Purificación y Teresa.

3. Bernardo Varona Recio (Huérmeces, 1878 – Burgos, 1963) y Constantina García Villalvilla (Huérmeces, 1881 -1928); diez hijos: Fermín, María Dolores, Abdón, Angel, Narciso, Bernardo, Constantina, Jesús, José y Petra. 

4. Jesús Varona García (Huérmeces, 1918 – Burgos, 2009) y Eliecer Varona Ortega (Huérmeces, 1925 – Burgos, 2017); tres hijos: María Gloria, Elena y Aurelio. 

5. Narciso Varona García (Huérmeces, 1910 - 1982) y Leonila Alonso Villalvilla (Huérmeces, 1910 – Barcelona, 1983); seis hijos: Constantina, María Begoña, María del Carmen, Jesús, José y Elisa.



De los 10 hijos de Bernardo y Constantina, cuatro vivieron en Huérmeces la mayor parte de su vida; los seis restantes se establecieron en Barcelona, Bilbao, Burgos y Pamplona.



Ninguno de los 24 nietos de Bernardo y Constantina se quedó en Huérmeces. En la actualidad residen en: Alemania, Barcelona, Burgos, Canadá, Chad, Guipúzcoa, Madrid, Navarra y Vizcaya.



Por su parte, los 38 bisnietos de Bernardo y Constantina residen en la actualidad en: Alemania, Barcelona, Bruselas, Burgos, Canadá, Canarias, Cantabria, La Coruña, Guipúzcoa, Madrid, Navarra y Vizcaya.