sábado, 20 de julio de 2019

Flora dolménica loriega

Breve catálogo florístico de dos túmulos dolménicos de La Lora

Los dólmenes de La Lora fueron excavados y rehabilitados a finales de los años ochenta del siglo XX. Sus túmulos reacondicionados y sus cámaras abiertas han visto pasar ya unos treinta años, tiempo más que suficiente para que una flora  relativamente rica y variada se haya asentado sobre su lomo.

Las Arnillas, unos pocos días antes del estallido floral típico de la primavera de estas altiplanicies
La vegetación de un túmulo dolménico no es sino la continuación de la existente en el terreno circundante. Si el megalito se encuentra enclavado en una paramera (Las Arnillas, El Moreco), su flora será de tipo estepario; si, por el contrario, se encuentra en una zona relativamente húmeda (La Cotorrita, La Nava Negra), su flora será de tipo herbazal; también influye si el túmulo se encuentra parcialmente sombreado por un denso pinar de repoblación (Valdemuriel), al resultar limitando el desarrollo de especies heliófilas.

Las Arnillas, en plena floración; destaca la abundante presencia de cresta de gallo y una aislada "mata" de gamones
Por otra parte, la cubierta vegetal del túmulo se va a ver muy condicionada por el tipo de mantenimiento a que se vea sometido. Si recibe un periódico desbroce (La Cabaña, Las Arnillas), abundarán las especies herbáceas, de ciclo anual; si apenas recibe -o ha recibido- mantenimiento (El Moreco) irán apareciendo poco a poco especies leñosas, semileñosas y perennes.

El Moreco: cámara, pasillo y lomo tumular invadidos por todo tipo de vegetación
También el número de visitantes incide en el posible desarrollo o subdesarrollo vegetal: la cámara y pasillo resultan frecuentemente pisoteados, y sobre el túmulo se acaban por originar pequeños senderos peatonales. No sufre la misma presión antrópica la vegetación de un dolmen muy visitado (La Cabaña) que la de otro  con un acceso más complicado (Las Arnillas), y no digamos ya en el caso de un megalito relativamente aislado y de estructura mucho menos espectacular (Valdemuriel).

Las Arnillas: amapolas medrando en la zona alta del túmulo, ya en las inmediaciones de la cámara
El Moreco: peonías en flor en las cercanías de la cámara
Las especies botánicas no se asientan únicamente sobre el recrecido túmulo, también lo hacen sobre las inmensas rocas (ortostatos) que conforman el pasillo y la cámara: las plantas anidan sobre las piedras, en los espacios existentes entre ellas y en las grietas antiguas o nuevas. únicamente el suelo compactado de la cámara y el pasillo se libra -en parte- de la invasión vegetal, debido también a su exposición menos soleada.

Las Arnillas: la cresta de gallo (Rhinanthus) es la especie dominante en todo el espacio tumular
Casi todos los dólmenes de La Lora se encuentran rodeados por un pequeño murete de piedra, que sirve principalmente para delimitar y realzar el espacio arqueológico; también sirve para dificultar o vedar el acceso del ganado doméstico (sobre todo si dispone de una portilla eléctrica, como sucede en Las Arnillas), aunque no sucede lo mismo con la fauna herbívora silvestre; por lo tanto, la vegetación del túmulo es factible de aprovechamiento por parte de corzos (hierba) y jabalíes (raíces).

Las Arnillas: pasillo invadido por especies herbáceas
Para enumerar un breve catálogo de las especies herbáceas más comunes en los túmulos dolménicos de La Lora vamos a diferenciar, pues, dos casos: el de un túmulo que sufre periódicas siegas (Las Arnillas) y el de otro que apenas las sufre o las ha sufrido (El Moreco); este mini catálogo se basa, principalmente, en las especies herbáceas que se encontraban en floración a primeros del mes de junio de este año. Probablemente, el catálogo hubiera sido algo diferente en un año con invierno más frío y primavera más lluviosa que este de 2019.

Flora en una superficie tumular segada periódicamente (Las Arnillas)

El megalito está situado en la coronación (1040 metros) de un altiplano delimitado al norte por el río Gredilla y al sur por el Moradillo; hacia el este, sin embargo, esta zona de buenos pastos de altura continúa hacia Los Llanos, atravesados longitudinalmente por el viejo camino de Poza a Nocedo.
Suele haber ganado bovino pastando en los alrededores del megalito, sobre todo en las laderas que caen hacia el arroyo del Valle, afluente del Gredilla. El recinto del megalito está protegido por un pastor eléctrico.
La flora que nos encontraremos sobre el lomo del túmulo será, pues, la típica de estos pastizales de altura. Aparte del bonito majuelo (Crataegus monogyna) y algunos tallos de rosal silvestre (Rosa canina, escaramujo, tapaculos) que coronan el túmulo por el NW, aquí medran una gran variedad de  especies herbáceas, entre las que destacamos las siguientes:



Cresta de gallo (Rhinanthus mediterraneus): muy abundante, hasta el punto de ser la especie en flor claramente dominante en la fecha de nuestra visita (2 junio). 














Esparceta silvestre (Onobrychis viciifolia): probablemente, se trata de poblaciones asilvestradas, procedentes de antiguos cultivos de esparceta.












Orquidea flor de abeja amarilla (Ophrys lutea): orquídea de pequeño tamaño, abundante en pastos secos y soleados.




Orquidea flor de abeja rosa (Ophrys tenthredinifera): algo menos frecuente que la anterior.













Orquídea flor del hombre ahorcado (Aceras anthropophorum): de nombre harto descriptivo, abunda en herbazales de toda la mitad norte de la provincia.










Rosal rastrero (Rosa pimpinellifolia): este pequeño arbusto espinoso crece en los espacios libres existentes entre los grandes ortostatos de la cámara y del corredor.














Lecherina (Euphorbia helioscopia): al igual que sucede con la peonía y otras plantas herbáceas, el ganado vacuno no se alimenta de lecherina, por lo que prospera por toda la zona sin grandes sobresaltos.











Viborera (Echium vulgare): esta planta vivaz puede alcanzar un tamaño de hasta un metro de altura; sus flores son muy del agrado de las abejas.














Gamón (Asphodelus albus): el rey de la estepa, con sus tallos de hasta metro y medio de altura, coronados por una llamativa floración primaveral, a la que sustituye una no menos llamativa fructificación veraniega.













Pie de pájaro (Ornithopus compressus): ocupa parte del corredor y los espacios entre ortostatos.


También abundan plantas consideradas malas hierbas, por sus tendencias invasoras: Amapola (Papaver rhoeas) y jaramago o gévina (Diplotaxis sp).



Flora en una superficie tumular apenas segada periódicamente (El Moreco)

Este túmulo se encuentra situado a poco más de 4 km al N-NW del dolmen de Las Arnillas y, a pesar de ubicarse a una altitud ligeramente superior (1060 m) a la de su vecino, no ocupa una zona culminante, ya que se encuentra casi totalmente rodeado (excepto por el sur) de crestas calizas que superan ampliamente los 1100 metros de altitud.
El Moreco: abundancia de especies vegetales leñosas y perennes
Por otra parte, en sus inmediaciones orientales existen dos pequeñas y alargadas manchas de pinar de repoblación; incluso un ejemplar de pino medra dentro del recinto murado del megalito, enfilado al corredor, y dificultando de esta manera la contemplación anual del milagro de la luz durante el solsticio de invierno.
El Moreco: túmulo y cámara invadidos por la vegetación
En los alrededores pasta una próspera cabaña de ganado vacuno, pero lo hace dentro de un espacio acotado, por lo que no puede penetrar en el interior del recinto murado del megalito.
El Moreco: pasillo invadido por la vegetación
Desde el punto de vista botánico, en este túmulo se constata la mayor presencia de especies leñosas, semileñosas y perennes, consecuencia lógica de no sufrir (o no haber sufrido durante mucho tiempo) periódicas siegas; entre la variedad de especies, destacamos las cinco siguientes:
El Moreco: pasillo y túmulo
Endrino y restos de viejos desbroces
Endrino (Prunus spinosa): se trata de ejemplares jóvenes, poco lignificados y de escaso desarrollo; aún persisten sobre el túmulo pequeños fragmentos de restos leñosos, procedentes de pasados desbroces.










Lampazo y jaramago
Lampazo (Arctium minus): propio de comunidades muy ruderalizadas (muy alteradas por la mano del hombre); la querencia de su aquenio (lapa) por jerséis y prendas de lana hizo que esta planta gozara de cierta popularidad en las excursiones familiares, sobre todo en las que contaban con abundante presencia infantil.






Lino azul (Linum narbonense): planta herbácea, aunque algo leñosa en la base; muy común en sustratos calizos y ambientes secos y soleados

Peonía (Paeonia officinalis subsp. microcarpa): hay que reconocer que la presencia de peonías en flor constituye un aliciente más para visitar este dolmen durante la segunda quincena de mayo; aparte del túmulo, también en los terrenos que circundan el megalito crecen peonías por doquier, ya que no son consumidas por la fauna herbívora ni por el ganado doméstico.

Carrasquilla (Spiraea hypericifolia): muy abundante sobre sustratos pedregosos calizos de toda la mitad septentrional de la provincia.


Además de las cinco especies anteriores, abundan sobre el lomo tumular del Moreco otras muchas plantas herbáceas: lecherinas, viboreras, rosales rastreros, jaramagos, etc.

















sábado, 6 de julio de 2019

Una misteriosa y escatológica fuente, una encina centenaria, un pastor arquitecto y un fortín de la guerra civil


El amplio páramo que se extiende entre las localidades de Sargentes de la Lora y Quintanilla-Escalada ocupa una extensión aproximada de unos 27 kilómetros cuadrados. Esta esquina nordeste del Páramo de la Lora está delimitada:

  • al norte, por el sector cántabro del páramo y por el profundo cañón que el Ebro ha excavado entre las localidades de Villaescusa y Escalada
  • al este, por los cañones del Ebro y Rudrón, entre Escalada y el barrio Nápoles de San Felices
  • al sur, por el arroyo de las Vegas y el barranco de Sargentes, por el que se drenan las aguas procedentes del páramo hasta que desaguan en el Rudrón a la altura del mencionado Barrio Nápoles
  • al oeste, por la propia localidad de Sargentes



Se trata de una paramera de perfil ondulante, claramente descendente en dirección este, con altitudes que oscilan entre las máximas de varias cotas existentes en los alrededores orientales de Sargentes (Peña Yedra, 1057; La Peñota, 1035; Cotejones, 1064; Cardaleja, 1018) y los 900 metros de las cornisas que se asoman sobre los cañones del Ebro y el Rudrón.


Los espacios cultivados se concentran, sobre todo, en las amplias dolinas que se encuentran dispersas por toda La Lora, y en las que se acumula algo de tierra. Suelen encontrarse cercadas por muros de piedra, usuales en una zona de clara vocación ganadera.

Este sector del Páramo de la Lora era atravesado, en toda su longitud oeste-este, por el oleoducto de 11 km que transportaba el petróleo loriego desde la estación de tratamiento y almacenamiento de Ayoluengo hasta el cargadero de Quintanilla-Escalada, al lado de la carretera N-623 (Burgos-Santander por el Escudo).

No queda nada ni del cargadero ni del oleoducto, y está próximo en el tiempo el desmantelamiento completo de las instalaciones de Ayoluengo. Quizás resulten indultados los "caballitos" que succionaban el petróleo desde el esponjoso subsuelo de La Lora, pero poco más quedará como testigo del medio siglo de explotación petrolífera. Un pequeño pero interesante Museo, inaugurado hace pocos años, hace las veces de memorial de la única zona petrolífera explotada en la Península Ibérica.


Zona oriental de La Lora: 1 (Fuente de Lavacoños); 2 (La Carraspa y cortavientos de Antonio Orruño); 3 (Fortín del Aidal); en verde: trazado aproximado del antiguo oleoducto, entre la estación de tratamiento y almacenamietno de Ayoluengo y el cargadero de Quintanilla Escalada






Esta zona de La Lora es atravesada en toda su longitud por un camino en buen estado (y que sigue un trazado sensiblemente paralelo al del desaparecido oleoducto), que puede servir de base para un recorrido circular -en bici o caminando- de unos 20 km, enlazando tres de los varios lugares de interés que contienen estas altas tierras: un hito toponímico-hidrológico, otro biológico-etnológico y un tercero histórico-bélico:
  1. una fuente con sonora denominación de género: la Fuente de Lavacoños, situada muy cerca del límite entre los términos de Ayoluengo y San Felices, a menos de 200 metros al norte de la carretera que comunica el valle del Rudrón con La Lora.
  2. una encina centenaria: la Carraspa de Quintanilla, que destaca claramente sobre la paramera, y en cuyas proximidades se levantan unos peculiares refugios de piedra a tres vientos, obra del pastor Antonio Orruño.
  3. un fortín de la guerra civil: los parapetos del Aidal (Este), levantados durante las primeras escaramuzas bélicas (agosto-diciembre de 1936) que, en esta zona, culminaron con la toma de Santander (septiembre de 1937) durante la denominada campaña del Norte.
A pesar de encontrarnos ya en el segundo domingo de junio, hace frío aún a las diez y media de la mañana. El cielo está cubierto, pero al menos el cierzo no sopla con excesiva fuerza. No es el día ideal para una excursión ciclista por estas altas tierras, pero...

Podemos comenzar el periplo en el mismo pueblo de Sargentes, o bien dejar el coche justo en el arranque del camino del páramo, a menos de kilómetro y medio al este del pueblo, en la carretera que desciende hacia San Felices del Rudrón. Este remozado camino sigue, en sus primeros dos tercios, el mismo trazado que el viejo camino de Sargentes a Quintanilla-Escalada, que descendía del páramo por el vallejo de las Fuentes.

Finca murada en Campo Espinoso
A poco más de 300 m del arranque, sale a la derecha un camino menos marcado, pero también en buen estado: es el viejo camino de Sargentes al barrio Nápoles de San Felices, utilizado por los vecinos antes de la construcción de la carretera. El camino se dirige hacia el paraje denominado Campo Espinoso, virando bruscamente hacia el sur, y adentrándose en el vallejo de la Cuesta Mala, entre Cardaleja y la Peña Cuervo.

Ya en la parte final del descenso, justo cuando el camino gira a la izquierda, esperamos encontrar el primer hito de la jornada: la famosa -al menos cartográficamente- Fuente de Lavacoños.

Famosa y misteriosa, pues no he sido capaz de encontrar ser humano alguno que me confirme su existencia sobre el terreno, aparte de lo que recen los mapas del IGN. He preguntado en Ayoluengo (a cuyo término supuestamente pertenece), en Sargentes (la localidad más cercana), en San Felices (con cuyo término es limítrofe), en Quintanilla Escalada... He preguntado a personas jóvenes, a nonagenarios, a guardas de monte, a labradores, a ganaderos, a hombres, a mujeres, a residentes a tiempo completo, a veraneantes, a clérigos, a legos... nadie sabe nada de la existencia de una fuente con tal denominación ni en el lugar que indican los mapas ni en ningún otro de la zona.

Podríamos encontrarnos, pues, ante la broma de un cartógrafo o, más plausible, ante la broma a un cartógrafo: quizás la tomadura de pelo que algún loriego socarrón le realizara al topógrafo de turno, allá por el año 1922, cuando se ejecutaron los primeros levantamientos topográficos de la zona, previos a la elaboración del primer Mapa Topográfico Nacional a escala 1:50.000 (MTN50).

Todo esto no hace sino incrementar nuestro interés por esta fuente misteriosa de nombre contundente. Quizás en un futuro próximo alguien aporte algo de luz sobre este enigma cartográfico; salvando las distancias: un misterio como el de las Fuentes del Nilo, pero con mucho menos caudal de agua en juego.


Cantiles calizos en la supuesta localización de la Fuente de Lavacoños
En el centro de la parte superior de este abrigo rocoso, un agujero que podría descargar aguas estacionales
Sobre el terreno, tampoco he sido capaz de encontrar rastro alguno de agua, ni de pileta, ni siquiera de pequeño arroyo. Únicamente señales de aguas estacionales, de cursos activos en épocas de fuertes lluvias o importantes desnieves. En un abrigo rocoso, que coincide aproximadamente con la ubicación de la supuesta fuente, se aprecia un agujero en la zona alta de la pared, agujero por el que podría salir algún chorro de agua en episodios de fuertes precipitaciones o deshielos.

Uno esperaría encontrar una fuente de quizás escaso caudal, pero al menos con un remedo de pileta cóncava, tipo "caldera", como sucede en muchos lugares calizos del entorno; quizás no un perfecto "bidé", pero algo que permitiera un mínimo acúmulo de agua. Pero nada. Bueno, al menos nos queda el topónimo, único en España y más allá.







Con una cierta decepción a cuestas, continuamos la excursión ciclista hacia el segundo hito de la jornada. Remontamos el barranco que antes habíamos descendido y, al culminarlo, en el anteriormente citado Campo Espinoso, continuamos a la derecha hacia El Sombrial. Durante poco más de kilómetro y medio seguimos una dirección más o menos paralela al trazado del desmontado oleoducto.

Al llegar a una bifurcación de caminos, tomamos el que gira fuertemente a la izquierda, siguiéndolo durante unos 1300 metros más, hasta el siguiente cruce. Pasamos al lado de una amplia zona arrasada en superficie, quizás cantera de los tiempos en los que se instaló el oleoducto, pues ya aparece en las fotos aéreas de finales de los años setenta. Volvemos a encontrarnos con el camino principal del Páramo, ya en la zona de las Cuatro Llanas; tomamos el camino hacia la derecha durante 1 km y, al llegar a la siguiente bifurcación, a la izquierda, por un camino menos marcado.

Cortavientos 3V en las cercanías de La Carraspa de Quintanilla (al fondo, a la izquierda, a unos 300 metros)
Al poco, ya resulta visible la enorme encina que constituye el segundo hito perseguido en esta excursión: La Carraspa de Quintanilla. A poco más de 300 metros desde la bifurcación, observaremos a nuestra izquierda el primero de los varios refugios a tres vientos existentes en esta zona de La Lora; nos sirve de referencia para encaminarnos a la encina centenaria, justo al otro lado del camino, a unos 300 metros al este del cortavientos.


Resulta complicado calcular la posible edad de este enorme ejemplar de dos troncos casi iguales, pero no resultaría aventurado suponerle entre doscientos y trescientos años; la sombra por ella desplegada convierte al lugar en un sesteadero perfecto para el ganado (las fotos de La Carraspa fueron tomadas dos semanas después de realizada la excursión aquí descrita).


 


En sus inmediaciones, encontraremos un caseto de pastor, ya invadido por la vegetación. Tanto el refugio como los varios cortavientos existentes en la zona, son obra de Antonio Orruño, pastor de Quintanilla durante muchos años, y todo un personaje en esta comarca de los cañones y páramos del Ebro y Rudrón.







Retornamos al cortavientos que nos sirvió de referencia para acercarnos a La Carraspa, continuando por el mismo camino que traíamos, en dirección NE, durante unos 2 km más. Nos tocará abrir -y cerrar- alguna portilla eléctrica, ya que existe ganado vacuno en esta zona.

Al llegar al siguiente cruce, continuaremos siempre en dirección NE, dejando a la izquierda un alargado roturo. En unos 600 metros de brusco recorrido descendente (justo a la mitad encontraremos otro de los cortavientos levantados por Antonio Orruño), habremos llegado al tercer hito de la jornada: el fortín del Aidal o, como se conocen en la zona, "los parapetos", una de la varias fortificaciones existentes en este sector de La Lora, que fue prolongado frente durante la Guerra Civil.
Fortín Este del Aidal ("Los Parapetos"): un edificio rectangular rodeado de un muro de protección semicircular y varios radios interiores

Fortín Este del Aidal ("Los Parapetos"): al fondo, la carretera N-623 asciende camino del páramo de Bricia

Fortín Este del Aidal ("Los Parapetos"): al fondo, a la derecha, Pico del Águila
Escalada desde el fortín Este del Aidal ("Los Parapetos")

Quintanilla Escalada desde el fortín Este del Aidal ("Los Parapetos")










Después de disfrutar de las espectaculares vistas sobre el cañón del Ebro entre Escalada y Quintanilla, el páramo de Bricia y el Pico del Águila, tomamos el camino de vuelta, volviendo a ascender esos 600 metros de recorrido antes descendidos.

Al llegar al cruce, en lugar de continuar por el camino que recorrimos a la ida, tomamos el que sale a la derecha y que, durante 1200 metros, se dirige (en dirección W-NW) hacia el abrevadero, fuente y caseta de Ralí. Estamos en pleno "Camino de los Ladrones" que, a través de La Lora, comunicaba la localidad cántabra de San Martín de Elines con Valdelateja. Esta denominación ya aparecía en los viejos mapas de 1922, por lo que no se puede considerar originaria de los tiempos del estraperlo de la posguerra. Quizás se tratara de una vieja ruta de contrabando, activa ya en el siglo XIX.

Al llegar al siguiente cruce, en lugar de descender a la derecha, hacia la Fuente de Ralí, continuamos por el camino de la izquierda, ascendiendo suavemente durante otro kilómetro y medio, hasta alcanzar el paraje conocido como Las Cuatro Llanas.

Esta aparentemente anodina zona de pastos tiene su historia. Antiguamente, existía la denominada Comunidad de las Cuatro Llanas, en la que podían pastar ganados de Escalada, Quintanilla, Valdelateja y San Felices. El paraje llegó a contar hasta con una laguna, hoy completamente seca.

Antigua laguna en Las Cuatro Llanas, hoy invadida por vegetación con ciertas tendencias palustres
Durante la guerra civil, en la zona más elevada del paraje, las tropas rebeldes levantaron una gran fortificación, activa durante los últimos meses de 1936 y primeros de 1937, hasta la caída del Frente del Norte y la toma de Santander.

Aún resultan bastante evidentes los restos de aquella gran fortificación, en un entorno de terrenos cársticos, con abundancia de dolinas (lo siento, no hice fotos). Tiene su gracia el contraste entre ese pasado bélico y el bucólico aspecto actual, con ganado pastando tranquilamente entre el estallido floral de esta primavera algo atípica.

Dolina en Las Cuatro Llanas. Dos pequeños ejemplares de majuelo y buenos pastos en la hondonada


Tras dejar atrás Las Cuatro Llanas, nuestro camino desemboca en el camino principal de La Lora, que es el que recorrimos en sus primeros metros al inicio de la excursión. Desde aquí, en unos tres kilómetros, alcanzaremos de nuevo la carretera de Sargentes a San Felices.

Fin de esta excursión loriega, que ha resultado -como su largo título indica- mucho más variada e interesante de lo que cabría esperar de estas ásperas y ventosas tierras.



FUENTES:

La Guerra Civil: geografía y arqueología del Frente Norte. Miguel Ángel Fraile López. Gráficas Calima. Santander (2004) [páginas 44-49, 110, 114, 134]
Narrativas populares implícitas: la folktoponimia en la provincia de León. Pascual Riesco Chueca. Argutorio 34, II semestre 2015. [páginas 49-51]
Toponimia y oralidad: una relación de influencias cruzadas. Pascual Riesco Chueca. Revista de Folklore, 366: 55-85. [página 75]

AGRADECIMIENTOS:

A José Miguel García, vecino de Quintanilla-Escalada y memoria viva de este pueblo