domingo, 26 de marzo de 2017

Úrbel del Castillo: la pradera de los narcisos enanos




Uno de los espectáculos naturales más llamativos de la comarca acontece cada año, durante la segunda quincena de marzo, en la amplia pradera situada a los pies del esbelto y roqueño castillo medieval de Úrbel.

La pradera en cuestión ocupa unas 25 hectáreas, y se extiende a ambos lados del Úrbel, sufriendo los repetidos encharcamientos a que suele someterla el casi recién nacido río.





A pocos conductores que circulen por la N-627 les pasará desapercibida la contundente presencia del castillo medieval, cuya base parece desgajada de la vecina lora de La Mesa; si el tiempo acompaña, alguno decidirá incluso realizar una parada para admirar más pausadamente esta vieja fortaleza.

Quizás entonces reparen en la multitudinaria presencia de pequeñas motas amarillentas, salpicando el verde manto de la pradera que se extiende a sus pies. Si el día ha resultado soleado, tras la típica neblina matinal que suele envolver estos lares, esa presencia floral destacará aún más si cabe, realzada por el rocío que aún conserve la pradera.



La responsable de este despliegue es una humilde planta, que no levanta más de 10-15 cms sobre el prado. Localmente denominada churulita (Úrbel) o picudillo (Huérmeces) no es sino un narciso enano de pradera (Narcissus bulbocodium), una planta de amplia distribución por gran parte de la Península Ibérica, Francia y Norte de Africa.

El nombre genérico Narcissus hace referencia al vanidoso joven de la mitología griega Νάρκισσος (Narkissos) -hijo del dios río Cephissus y de la ninfa Liríope- que se enamoró de su propia imagen reflejada en un arroyo. Parece ser que la relación no acabó bien.



En cuanto al nombre específico bulbocodium, viene del término latino que significa "bulbo lanoso", en referencia a las características externas de su órgano de reserva.



En castellano, el Narcissus bulbocodium presenta multitud de nombres comunes: campanilla, campanillas, campanillas chicas, campanita, campanitas del campo, junquillos pajizos, narciso, narciso de Asturias, narciso de campanilla, narciso de guedejas, narciso de olor, narciso nival, trompeta de Medusa, trompetillas.

 


Se trata de una planta vivaz, que gracias a su órgano subterráneo de reserva (bulbo), emerge año tras año; su flor, relativamente grande para el escaso tamaño general de la planta, se despliega en forma acampanada, de embudo, más o menos horizontal, aisladamente o en pequeños grupos, pero siempre acabando por dominar en los espacios pratenses en que habita. 
   


Sus bulbos son tóxicos, pero no así su parte aérea que, además, habrá desaparecido completamente antes de que se realicen las primeras siegas de la temporada.



Es especie frecuente en la provincia de Burgos, especialmente al norte de la línea imaginaria que de noroeste a sureste une Sotresgudo con Huerta de Rey.





Los Castillejos (La Nuez de Arriba)

Este narciso es muy abundante en la mayor parte de las praderas ribereñas del Alto Urbel, aunque ninguna otra pueda presumir de tener por vecina a una casi milenaria atalaya.


Encontraremos praderas con narcisos en los alrededores de Fuente Úrbel, La Piedra, Quintana del Pino y La Nuez de Arriba, allí donde el Urbel ha descrito reiterados meandros, que periódicamente se desbordan, inundando parte de estos "praos" ribereños. 


En La Nuez de Arriba, abunda en las muchas praderas que aún sobreviven en el término de este pueblo: Parrodrigo, Los Castillejos, Voces y en los alrededores del molino de Abundio, entre otras.


En Huérmeces era muy abundante en La Pradera, hasta su completa roturación en los años 70 del pasado siglo.







El Urbel, en su meandroso discurrir a través de las praderas inmediatas a Los Castillejos

La pradera de Urbel, semi inundada; al fondo, afloramientos rocosos de La Piedra, Valdehayas y Fuente Urbel











En la comarca medra otro pequeño narciso, aunque muy diferente en cuanto a morfología, hábitat y época de floración: es el denominado narciso de campana (Narcissus triandrus), que tiene unas pequeñas flores de color amarillo pálido, colgantes, que aparecen entre abril y mayo; vive en pastos y matorrales preferentemente arenosos y sobre sustratos silíceos. Abunda en los alrededores arenosos de Montorio, especialmente en las orlas de los melojares. Es especie ampliamente distribuida por la provincia de Burgos.



Narcissus bulbocodium
Narcissus triandrus



























Obras consultadas:

Plantas silvestres de la provincia de Burgos. Javier María García López & Carmen Allué Camacho. Caja de Burgos (2004)
Contribución al estudio florístico de las comarcas de La Lora y Páramo de Masa (Burgos). Pablo Galán Cela. Fontqueria 30 (1990)
Atlas de la flora vascular silvestre de Burgos. J.A. Alejandre Sáenz, J.M. García López y G. Mateo Sanz. Burgos (2006)

Ilustraciones:

The Botanical Magazine. William Curtis (1794)

domingo, 19 de marzo de 2017

Bipueblos y tripueblos




Por estas tierras, en los lejanos tiempos de la repoblación altomedieval, los asentamientos poblacionales fueron numerosos y muy próximos unos a otros; quizás meras "granjas", formadas por una o varias familias, pero que acabaron por arraigarse e incluso contar con iglesia propia.

Con el paso de los siglos, en la mayor parte de los casos, alguno de aquellos "barrios" acabó por desaparecer, ya que la población tendió a concentrarse en el barrio más populoso o en el mejor situado.

Excepcionalmente, algún pueblo ha llegado a nuestros días con dos o tres de sus núcleos fundacionales aún vivos. Son pueblos que en realidad son dos o tres, o pueblos pluribarriales, como queramos llamarlos.

Solano, uno de los tres "barrios" que forman el pueblo de Las Hormazas; en el alto, la ermita de la Virgen del Castillo


En el entorno de Huérmeces aún persisten dos casos de pueblos formados por tres núcleos de población o barrios:

Las Hormazas: pueblo perteneciente al municipio homónimo, y formado por Solano (26 habitantes; iglesia de San Pedro), La Parte (57 habitantes; iglesia de San Pelayo) y Borcos (18 habitantes, iglesia de Santiago); el más alejado es este último, que se encuentra a unos 2 km de los otros dos barrios, estos separados entre sí apenas 700 metros.


Los Valcárceres: pueblo perteneciente al municipio de Villadiego, formado por los barrios de San Miguel, Santiago (La Inera) y Santa Cruz, cuyos nombres coinciden con las antiguas advocaciones de las iglesias respectivas; la distancia que separa el barrio situado en la carretera principal (Santiago) de cado uno de los dos barrios extremos no llega a los 700 metros. La población total de Los Valcárceres es de 33 habitantes. El más pequeño -en tamaño del caserío- es Santiago (En este caso, el Padrón 2016 del INE no proporciona el dato de población por barrios).





Más común es el caso de pueblos formados por dos barrios, aunque aquí la casuística es mayor: 


a) un núcleo poblacional claramente mayor que su barrio, con el que siempre formó una unidad administrativa:

San Martín de Ubierna y al fondo, a la derecha, Ubierna


Ubierna (186 habitantes, iglesia de San Juan) y San Martín (30 habitantes, iglesia homónima), pertenecen al municipio de Merindad de Río Ubierna, y están separados por poco más de 1 km. Como curiosidad, en el Diccionario de Miñano (1826) figuran como "Hubierna y San Martín" (387 hab) y añade que "el camino hasta San Martín es muy bueno".




La Riba de Valdelucio (16 habitantes, iglesia de La Asunción) y Barriolucio (5 habitantes, iglesia –arruinada- de San Román), apenas separados 300 metros, forman parte del municipio del Valle de Valdelucio; en el Madoz figuran como Barrio Lucio y La Riba, "localidad con ayuntamiento [...] se compone de los dos barrios que le dan el nombre [...] 82 almas."



San Felices del Rudrón (Barrio Sur, iglesia de San Pedro) y su Barrio de Nápoles (Barrio Norte, con la desaparecida iglesia dedicada a San Felices), separados por algo menos de 1 km, con sus 27 habitantes, forman parte del municipio de Tubilla del Agua, y se disponen a lo largo de la N-623, en pleno cañón del Rudrón.




Palacios de Benaver (iglesia de San Martín Obispo) y su Barrio Pequeño (originado alrededor del monasterio de San Salvador), con 94 habitantes, separados por apenas 600 metros, forman parte del municipio de Isar.







Melgosa de Villadiego y su Barrio de Abajo, con una población de 23 habitantes, están separados por apenas 300 metros; el barrio se despliega alrededor del río Brullés y de un viejo molino, y el núcleo principal se ubica en una pequeña elevación, alrededor de la iglesia de Santa Eulalia. Pertenecen al municipio de Villadiego.

Melgosa de Villadiego; a la izquierda, entre las choperas del Brullés, asoman los tejados del barrio de Abajo






b) dos núcleos poblacionales con la misma denominación de cabecera, de dimensión no tan desequilibrada, y que tienen o tuvieron cierta dependencia administrativa:

Ordejón de Arriba (13 habitantes, iglesia de San Juan) y Ordejón de Abajo (17 habitantes, iglesia de Santa María); dos pueblos del municipio de Humada, separados por poco más de 2 km de carretera; en el Madoz figuran como ayuntamiento único (Los Ordejones), formado por dos barrios (San Juan y Santa María) y una población de 139 almas.  



Rublacedo de Arriba (9 habitantes; iglesia de La Inmaculada) y Rublacedo de Abajo (29 habitantes; iglesia de San Andrés), dos pueblos separados 2 km, que juntos forman el municipio de Rublacedo de Abajo. Popularmente, eran denominados Los Rublacedos.





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c) pueblos que comparten nombre de cabecera pero que nunca formaron unidad administrativa alguna:



Escóbados de Arriba (8 habitantes, iglesia de La Presentación) y Escóbados de Abajo (22 habitantes, iglesia de la Santa Cruz), son dos pueblos separados por 2 km de carretera; ambos pertenecen hoy al municipio de Los Altos, y se sitúan en la pequeña hoz formada por el arroyo de Santa María, que desemboca en el de Hozabejas. En el Madoz figuran como ayuntamientos independientes, con una población de 60 y 64 almas, respectivamente.




Marmellar de Arriba (30 habitantes, iglesia de Santiago) y Marmellar de Abajo (31 habitantes; iglesia de La Natividad) son dos pueblos ubicados a la vera del arroyo de Carramarmellar; aunque separados por poco más de 3 km por caminos y 5 km por carretera, pertenecen a municipios diferentes: el de arriba, al Alfoz de Quintanadueñas, y el de abajo, a Pedrosa de Río Urbel. Popularmente eran denominados Los Marmellares.

 
Marmellar de Arriba, en la zona alta del arroyo de Carramarmellar o del Prado
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Las dos nueces: La Nuez de Arriba (27 habitantes, iglesia de La Inmaculada) y La Nuez de Abajo (30 habitantes, iglesia de San Vicente), son dos pueblos que, aunque se encuentren en la misma subcuenca hidrográfica (Urbel), están separados por 21 km de carretera; pertenecen a municipios diferentes (Urbel del Castillo y Valle de Santibáñez) y comarcas diferentes (Los Páramos, Alfoz de Burgos); también su paisaje, tanto el agrario como el natural, no pueden ser más distintos, así como su climatología (en La Nuez de Arriba llueve unos 200 litros más al año que en su homónima del sur, y su temperatura media es sensiblemente más baja). En siglos pasados, a la de arriba también se le denominaba La Nuez de Urbel.




d) pueblos con barrio desaparecido, en el que aún permanece su iglesia, más o menos arruinada:

Iglesia de La Asunción, en el desaparecido barrio de Arriba (Las Celadas)


Las Celadas: este pueblo de 26 habitantes, perteneciente al municipio de Valle de Santibáñez, tuvo dos barrios: el de Arriba (La Asunción) y el de Abajo (San Esteban); el primero desapareció, pero conservó su bella iglesia románica, cuya cubierta fue recientemente reparada.




Villaverde-Peñahorada es un pueblo de 113 habitantes, perteneciente al municipio de Merindad de Río Ubierna, cuyo desaparecido Barrio de La Mota aún conserva su iglesia, aunque arruinada; antiguamente, a este barrio de La Mota se le denominaba Peñahorada de Fuera, y Peñahorada de Dentro al actual pueblo de Peñahorada.




e) pueblos con barrio desaparecido, y cuya iglesia se transplantó en parte al barrio mayor:

Quintanaloma y Loma, separados casi un kilómetro; Loma se despobló en los años cincuenta del siglo XX; la iglesia de Quintanaloma (San Cornelio y San Cipriano) está levantada en un alto, batido por los cuatro vientos, por lo que hoy en día el culto se realiza en una iglesia de moderna construcción (años 50) ubicada en el centro del pueblo, y cuyo ábside (siglo XIII) procede de la arruinada iglesia (San Andrés) del despoblado de Loma.



f) pueblos con barrio desaparecido, y cuyo único vestigio recae en viejos documentos o incluso en la mera tradición oral:

Huérmeces (66 habitantes, iglesia de San Juan) tuvo un anexo denominado Barrio La Parte, cuya antigua iglesia de Santa María (más tarde ermita de La Blanca) aún se encontraba en pie a mediados del siglo XIX. 



Los Pantaleones: Valcavado y Buzón, son dos despoblados del término de  Huérmeces, aunque se encuentran más cerca -a unos 2 y 2,5 km, respectivamente- del pueblo de San Pantaleón del Páramo; Gonzalo Martínez Díez afirma que entre los tres (el poblado y los despoblados) forman "Los Pantaleones", según lo recogido en la tradición oral; en el diccionario de Madoz, sin embargo, se consigna  que San Pantaleón del Páramo “comprende 3 despoblados conocidos con el solo nombre de los Pantaleones.” Nos faltaría, pues, otro despoblado en las cercanías de los dos anteriores. Quizás pudiera ser Los Casares de Quintana, aunque la ubicación de éste, en la culminación del vallejo de Buzón, pudiera resultar demasiado alejada. Quizás el término de Los Corralejos, en las cercanías de Valcavado, pudiera tener más posibilidades. Simples conjeturas.

Despoblados en los alrededores de San Pantaleón del Páramo: Los Casares de Quintana (en la zona alta del vallejo), Buzón (a la entrada del vallejo) y Valcavado (enfrente del vallejo de Buzón, y en el arranque del vallejo homónimo)
 
San Pantaleón del Páramo, el pueblo que da nombre a los dos (Martínez Díez) o tres (Madoz) Pantaleones despoblados 






Las Rebolledas (29 habitantes, Valle de Santibáñez) estaba formado por dos barrios, San Juan y San Martín, cada uno con su iglesia; San Martín se despobló y su iglesia se arruinó, quedando definido el actual caserío alrededor de la iglesia de San Juan. En la toponimia actual aún se conserva el paraje denominado El Barrio, situado a unos 600 m al NE del pueblo, en el paraje de El Vallejo. Hace pocos años, aún eran visibles los restos de la iglesia.



Tobar no fue fundado en el actual emplazamiento del pueblo, sino en un paraje hoy denominado El Barrio; a ese Tobar original le nació un barrio denominado Tobarejo y sus gentes fueron poco a poco trasladándose a ese nuevo emplazamiento, que acabó por quedarse con el nombre de Tobar.  En el Madoz se recoge que Tobar "está dividido en dos barrios, separados 500 pasos uno de otro, en el mayor está la parroquia y en el menor el priorato con su ermita y caserío de los canónigos regulares premonstratenses". Parece ser que en aquel Tobar original existieron un castillo y un palacio.




Tobar, desde el páramo de Olmos de la Picaza



Existen muchos otros ejemplos de barrios desaparecidos, de los que apenas queda rastro, salvo en la toponimia y en antiguos documentos. En general, suele aceptarse que una población con denominación en plural (Los Tremellos) o compuesto (Celadilla-Sotobrín, Santibáñez Zarzaguda, Gredilla La Polera, Tobes y Rahedo) es indicativa de la antigua presencia de varios núcleos de población en el entorno del pueblo actual; lo cual no tiene nada de extraordinario, ya que casi todos los pueblos de la comarca contaron con esta particularidad en los primeros tiempos de la repoblación altomedieval. Lo extraordinario es que algunos hayan llegado a nuestros días.


sábado, 11 de marzo de 2017

Viejas Glorias Castellanas




Nada más contradictorio que un título con resonancias épicas para hablar de una humilde morada, pequeña en tamaño y desprovista de todo lujo, pero caldeada y acogedora como pocas.

Es un hecho conocido que el clima castellano no se caracteriza precisamente por su suavidad. Quizás sea un poco exagerada la expresión: “nueve meses de invierno y tres de infierno”, utilizada muchas veces para definir el clima de buena parte de Castilla, pero parte de verdad hay -o había- en la frase.

¿Qué se le puede pedir al clima propio de una amplia meseta batida por los cuatro vientos, con una elevada altitud media, una periferia montañosa y una fuerte continentalidad? Pues … persistentes anticiclones invernales que caen a plomo sobre el altiplano … espesas nieblas que no se levantan ni a tiros … nevadas que se cuelan como Pedro por su casa a través de los abiertos portillos de las montañas septentrionales … húmedos vientos de procedencia atlántica que cruzan sin inmutarse la frontera portuguesa del Duero … Así es -o era- el clima de la Castilla cerealista durante buena parte del año.

Y es precisamente en ese corazón -algo escorado al Norte- de la Castilla cerealista y deforestada, dónde encontraremos la mayor concentración de un peculiar sistema de calefacción, poco conocido fuera de estas comarcas, pero de descriptivo nombre: la gloria.

Datos extraídos de "Arquitectura popular en las comarcas de Castilla y León" (J.C. Ponga Mayo & M.A. Rodríguez Rodríguez), "Arquitectura popular de Burgos" (J.L. García Grinda) y "Burgos edificado" (J.L. García Grinda)



El tradicional territorio de la gloria se extendía originalmente por esas comarcas burgalesas, palentinas, vallisoletanas y leonesas que forman el núcleo duro de la Castilla cerealista: Tierra de Campos, El Cerrato palentino, Los Páramos burgaleses, El Alfoz de Burgos, Juarros, Campo de Muñó, El Páramo y Los Oteros leoneses, así como los valles y páramos de los ríos Pisuerga y Carrión.(1)

En otras comarcas limítrofes con las anteriores, sobre todo en La Bureba y La Ribera del Duero burgalesas, también encontraremos glorias, aunque únicamente en las zonas de contacto con las comarcas del territorio gloria.

En la provincia de Burgos, no busquemos glorias en Las Merindades, ni en la Sierra de la Demanda ni a orillas del Ebro. Si las hay, serán ejemplares aislados, fruto de la labor ocasional de algún cantero importado de los páramos, y realizadas en tiempos más o menos recientes.

Hipocausto en la villa romana de La Olmeda (Saldaña)
Porque, en contra de lo que pudiera pensarse, la generalización del uso de la gloria como sistema básico de calefacción en estas comarcas es un acontecimiento relativamente moderno, de finales del siglo XIX o -sobre todo- del primer tercio del siglo XX. Puede que en la Edad Media existiera algún habitáculo parecido a la gloria, pero siempre de forma aislada, excepcional o suntuaria. La gloria, tal y como la conocemos hoy, es de antes de ayer.


Aunque el origen de la gloria sea mucho más antiguo (siglo I antes de Cristo), ya que aquella no es sino una variante del hipocausto (2) romano. Como antecedente más reciente de la gloria, también podría considerarse a la denominada cocina de trébede (3) especie de pequeño espacio elevado e incrustado en la cocina, que podía hacer las veces de gloria.


Trébede

En la arquitectura popular de esta parte de Castilla, la principal novedad que acarrea el concepto de gloria consiste en que, con esta nueva estancia, se diferencia claramente el espacio dedicado a la cocción de alimentos (cocina) del utilizado para calentarse (gloria).

Por otra parte, “este sistema de calefacción choca con el sentido tradicional del hogar y su fuego, alrededor del cual se reúne la familia…” (4), olvidando también el milenario sentido religioso del fuego del hogar, de la llama viva y de los leños candentes, mantenido casi de forma continuada a lo largo de todo el día, todos los días del año.

Hay que reconocer que no es lo mismo escuchar viejas leyendas y chascarrillos medievales al calor del fuego sagrado del hogar, que jugar una partida a la brisca al calor sin fuego de la glorieta … no es lo mismo ahumarte vivo cuando el aire de abajo hace de las suyas sobre ese mismo fuego sagrado del hogar, que chamuscarse las suelas de las pantuflas por no mover los pies a su debido tiempo, ese día en que el abuelo se pasó un poco atizando la gloria. No es lo mismo.

En la Edad Media, aquel fuego del hogar también adquirió un nada desdeñable sentido jurídico (4), al identificar casa con fuego u hogar, como modo de establecer la unidad impositiva sobre cada vecino o familia.

Atizadero y cañón de una gloria "rasa", en Huérmeces


Antes de la llegada de las glorias, la gente de estas comarcas se calentaba –además de alrededor del fuego de la cocina- al abrigo de los animales domésticos, bueyes y vacas sobre todo. Al lado de las cuadras en la que aquellos dormían, existía una estancia vividora, separada por simples tablas, en la que la temperatura invernal se hacía soportable. Y al olor peculiar de las bestias se acababa uno acostumbrando. En algunos pueblos de la comarca, a estas estancias se les denominaba "corros" (Las Hormazas).

Las cocinas tradicionales de estas comarcas no disponían de una amplia campana bajo la cual pudiera colocarse casi toda la familia, como sucede en otras zonas situadas en la periferia montañosa de Castilla. Tanto el hogar como la campana eran de reducidas dimensiones, por lo que en la cocina, sobre todo, se cocinaba, no se vivía.

Detalle de atizadero y cañón


El material combustible utilizado en las glorias, a diferencia del utilizado en las cocinas, no era la leña. En las comarcas claramente cerealistas, la leña era escasa y, por lo tanto, cara. El combustible más abundante y barato era la paja blanca de trigo, la misma que se utilizaba para la cama de los animales. La paja de cebada, aparte de más escasa en aquellos años, no era utilizada ni en la gloria ni en las cuadras, ya que trajinar con ella era un auténtico suplicio para el labrador (producía picores y alergias) y su ingesta no recomendable para las bestias. 

Ahí radica uno de los éxitos de la gloria: su barato combustible. En comarcas vitivinícolas, los sarmientos y restos de poda de las viñas también servían para alimentar glorias. Incluso las aulagas (aliagas) secas. Para utilizar un combustible tan barato y con escaso poder calorífico, es fundamental regular bien el tiro, la corriente de aire que aviva y consume el fuego. Esa es otra de las claves de la gloria: su bajo índice de combustión, gracias a ese control absoluto sobre el tiro.

La única desventaja que presenta la paja como combustible es que ocupa mucho espacio en la vivienda del labrador, y los pajares solían encontrarse en la planta primera de la casa, por lo que había que subirla en enormes jergas de gruesa y basta tela. Una familia de labradores necesitaba del orden de 30 carros de paja de trigo al año, tanto para quemarla en la gloria como para su uso en las camas de las bestias. 

¿Cómo explicar qué es una gloria a una persona ajena a la comarca o que nunca haya visto una?  Simplificando mucho: una gloria es una estancia de pequeño tamaño caldeada por una especie de chimenea subterránea que la atraviesa de parte a parte.



Partiendo de que no todas las glorias tienen la misma estructura, una gloria estándar de la comarca posee las zonas siguientes (5):

1.      Hogar, enrojadero o atizadero: en su interior se realiza la combustión de la paja o leña; se sitúa generalmente en el portal o zaguán, aunque también en un rincón o en una zona de poco paso, incluso en el patio (7); consiste en un hueco de sección rectangular o cuadrangular, de unos 50-60 cm de profundidad bajo el nivel del piso. Se cierra al exterior con una trampilla metálica o de madera, al nivel del suelo exterior. Construido con materiales refractarios.
2.     Cañón: conducto abovedado que comunica la boca del hogar con el puente o canal subterráneo; construido en ladrillo o adobe.
3.    Puente, canal, caño o chupón: de sección rectangular o abovedada, de unos 45-50 cms de anchura; en nuestra comarca existe un solo canal, pero en otras pueden darse dos o incluso tres; realizado en adobe revocado de barro, ladrillo o cemento; en los chupones de sección rectangular, a veces, se recubre la parte superior con teja árabe, aunque más recientemente se realizaba un forjado; comunican el hogar con la chimenea o humero, y por ellos pasa y se mantiene el aire caliente que caldea la estancia.
4.    Chimenea o humero: perpendicular al canal, situado en el extremo opuesto al hogar, inserto en el muro y calentando ligeramente la pared; sirve para evacuar los gases.
5.     Chapa o placa: plancha metálica móvil situada a cierta altura sobre el humero o chimenea, a la que atraviesa perpendicularmente; por medio de ella se regula el “tiro”: se abre completamente al prender la gloria, se cierra parcialmente cuando se ha quemado parte del combustible, y completamente cuando se quiere conservar ya todo el calor posible. Para regular el “tiro” o corriente de aire también se juega con la planta metálica que cierra verticalmente el hogar.


Las glorias más comunes, construidas en los años veinte y treinta del siglo XX, solían disponerse “elevadas” en relación al nivel general de la planta baja de la vivienda: medio metro a lo sumo. De esta forma, el hogar o atizadero quedaba situado en una posición relativamente cómoda para la persona encargada de encenderla.

En Huérmeces han desaparecido casi todas estas glorias “elevadas”. Entre los años sesenta y ochenta del siglo pasado, al compás de las mejoras socio-económicas acontecidas en el país, se fue generalizando el arreglo, rehabilitación y mejora de las viviendas rurales, tanto de las utilizadas como vivienda habitual como de las segundas residencias.

Con la traída del agua a las poblaciones, labradores y veraneantes arreglaron las viviendas para hacerlas más cómodas, pensando también en su futura jubilación. Esto originó que las escaleras de acceso a las glorias elevadas fueran consideradas una innecesaria barrera arquitectónica, una inútil reminiscencia del pasado, un riesgo de posibles caídas justo para esa edad en la que los huesos ya no fueran lo que fueron. La gloria “elevada” fue sustituida por la gloria “rasa, con el suelo al mismo nivel del portal, pero con el chupón y el atizadero ahora a un nivel inferior, ideal para que el futuro pensionista se deslomara en el diario prender de las nueve de la mañana, durante casi nueve meses al año, justo para esa edad en la que los músculos y las articulaciones ya no fueran lo que fueron.

Atizadero de una gloria en el patio, Hontangas (Burgos)
Por otra parte, en Huérmeces –y supongo que también en otros pueblos de la comarca- era relativamente frecuente utilizar, como pavimento central de la gloria, desgastadas piedras de molino (generalmente areniscas), que guardaban el calor durante mucho más tiempo que las baldosas, ya que estaban en contacto directo con el fuego y brasas del chupón. Tan efectivas eran guardando el calor, que más de un niño se quemó medio trasero por no saber -o no poder- mover el culo a tiempo.

Riesgos de quemaduras aparte, otro problema que presentaban las glorias con piedra de molino es que la superficie rugosa de aquellas ocasionaba que su limpieza diaria fuera difícil o poco eficiente. Por ello, fueron suprimidas en las referidas reformas realizadas en las viviendas, y sustituidas por modernas baldosas de geométricos dibujos.

Glorias con piedra de molino existieron, entre otras muchas, en las casas de Ludgerico Pérez y Lucía Alonso, así como en la de Rodrigo y Guadalupe Ortega. Un pueblo con diez molinos harineros debía de suministrar suficientes piedras desgastadas como para que su utilización en las glorias fuera de lo más habitual en aquellos años.

El estar en la gloria tenía sus inconvenientes: cuando salías de ella, por mero contraste, la sensación térmica existente en el resto de la casa era casi glacial; tanto es así que, si la cocina estaba muy alejada de la gloria o incluso en la primera planta, escaleras arriba, corrías el riesgo de que las humeantes sopas de ajo llegaran ya frías a la mesa de la gloria.   

Un posible problema que puede sufrir una gloria hoy en día es el derivado del deficiente mantenimiento de chimeneas, lo que sucede sobre todo en segundas residencias. La gloria se calienta solo unas semanas al año: en Semana Santa, algún día a primeros de Junio, otros pocos en Septiembre, …por Los Santos, …quizás en Navidad. Y nos olvidamos de limpiar la chimenea. Y nos olvidamos de las grietas que surgen en la misma precisamente por ese uso esporádico de la gloria. Todos los años se declaran en Burgos incendios en casas de pueblo. Incendios que -en muchas ocasiones- tienen su origen en la chimenea de la gloria. (6)

Chapa, en el nivel bajo de la chimenea o humero, Huérmeces
Por último, también hay que considerar el hecho de que el habitáculo de la gloria puede resultar un lugar relativamente fresco en verano, abriendo ligeramente la boca del hogar y la chapa de la chimenea, provocando una corriente subterránea de aire fresco. Esto es cierto, sobre todo, en glorias con paredes exteriores orientadas al Norte.

Hoy, avanzado el siglo XXI, y a pesar de todas las reformas sufridas por la mayor parte de las viviendas de Huérmeces y alrededores, a pesar incluso de la generalización del uso de modernas calefacciones o estufas, aún quedan muchas casas que conservan su gloria.

Rasas, más grandes, más diversas en mobiliario y decoración, con ventanas más luminosas, baldosas de gres de modernos diseños, presididas por un aparato de televisión en lugar de una radio, alimentadas por leña ... pero glorias al fin y al cabo. Parece que las viejas glorias castellanas han sabido adaptarse a los nuevos tiempos. 

Para las nuevas generaciones, sin embargo, el principal inconveniente que puede plantear la gloria es el tiempo requerido para su encendido y calentado. Hoy en día, con el uso generalizado de leña como combustible, el proceso total de encendido puede llevar cerca de quince minutos, aunque luego hay que estar pendiente durante una hora más, antes de proceder al cierre casi completo de las chapas de chimenea y atizadero, que son las que regulan el tiro. Y en el primer día de encendido de la temporada, ni sueñes con conseguir que se caliente demasiado el habitáculo.

En cuanto a economía de tiempo, tan valorado hoy en día, la gloria no puede competir con las modernas estufas de leña o de pellets, y no digamos ya con calefacciones eléctricas o de gasoil. De todas formas, y para los que hemos encendido glorias alguna vez en nuestra vida, no nos queda sino intentar defender el supuesto atractivo del ritual de prendido, con viejo papel de periódico y cuatro finos leños de chopo bien partidos, arrodillado ante el atizadero. Aunque si ese primer día de encendido, tras un invierno sin visitar la casa del pueblo, coincide con un tiempo anticiclónico, lo normal es que salgas ahumado y escarmentado del intento, jurándote no volver a prenderla nunca más. 



NOTAS:

(1) Arquitectura popular en las Comarcas de Castilla y León, Juan Carlos Ponga Mayo, María Araceli Rodríguez Rodríguez, Junta de Castilla y León, Valladolid (2000); Burgos edificado, José Luis García Grinda, Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (1984)
(2) hipocausto: del latín hypocaustum y, a su vez, del vocablo griego que significa literalmente “caldeado desde abajo”.
(3) trébede: "especie de banco de obra, hueco, en forma rectangular, construido de ladrillo o adobe, adosado a uno de los muros de la cocina; en su centro tiene un hogar o fogón de sección semicircular donde se quema la paja o leña; es una especie de asiento caliente donde se reúne o recoge la familia en las épocas de frío; abundó en la comarca de Tierra de Campos." (María Pía Timón Tiemblo)
(4) Arquitectura popular de Burgos, José Luis García Grinda, Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (1984) [página 193]
(5) “Las glorias”: derivación de los hipocaustos romanos, María Pía Timón Tiemblo, Narria. Estudio de artes y costumbres populares nº 14, Museo de Arte y Tradiciones Populares, Universidad Autónoma de Madrid (1979)
(6) Diario de Burgos, martes 1 de febrero de 2011: “Cuando estar en la gloria es un riesgo”: Diario de Burgos 01/02/2011 
(7) Atizadero de gloria ubicado en un patio de Hontangas (Burgos); lowtechmagazine.com: "un sistema de calefacción medieval sigue vivo en España": Una gloria en Hontangas 




“Recorrimos los pueblos cercanos a la capital hasta dar con la vivienda en la que queríamos asentarnos. En Valdestillas, a 20 km de Valladolid, avistamos una casa junto al río Adaja con un rótulo de “se vende” y un teléfono. Fuimos a ver al dueño y el “buen oficio” de Avelino consiguió convencerle para que nos la alquilara. Durante cerca de cuatro años permanecimos aquí. Dos perros nos acompañaban en el jardín. La casa, de dos plantas, tenía “gloria”, un sistema de calefacción por el suelo ideado por los romanos, de uso extendido en Castilla. Fue cuando Avelino me decía que le gustaría ser leñador…” (La huella de tu ausencia: Avelino Hernández, por Teresa Ordinas)