sábado, 24 de agosto de 2019

Romance del río Úrbel, por Tomás Arroyo



Antes de echarte a rodar,
bravo río de mi tierra,
permíteme un saludo
Río Úrbel, ura beltza,
ciego rumor de las rocas,
hilo umbrío, seda negra:
así son tus frías aguas
cuando brotan de las peñas.

¿Quién puso nombre a tu curso,
quién te bautizó en euskera?
¿Quizá fuera el rey Don Sancho,
cabalgando en tus riberas
cuando Castilla era débil
y Navarra fuerte reina?


Quiero acompañar tu viaje,
gran galón de las praderas.
Naces y te haces laguna,
recostado en la ladera.
Cubres tus muslos con berros,
tapando su carne tierna
y de amarillos narcisos
orlas tus blandas caderas.

Con casi trescientos metros,
cual niño a la soga juegas:
pasas bajo el primer puente,
rústico ojo de madera.
Lames las casas de un pueblo,
tu nombre prestado les dejas.
En los molinos cercanos
aprendes a mover ruedas
y entre verdes patatales
cruzas tu primera vega.

Nuevo pueblo viene al frente,
Fuente Úrbel atrás dejas.
Estás en tierras del Tozo,
Santa Cruz es su cabeza.

Aquí hay farmacia o botica,
cura, herrero y campanera.
Aquí hay garantes del orden:
Guardia Civil que acecha.

Pasa pronto, vas sin luces,
déjalos a la izquierda.
Atraviesa por los prados,
no te metas en las tierras.
Viene un molino de harina:
¡a jugar con la molienda!

Descansa un poco y disfruta.
¿Te has fijado, a tu derecha,
en ese ábside precioso
agarrado a la iglesia?
Es un románico puro.
¿Quién lo trajo a La Piedra?

iCalla!, ¿oyes ese seco
tableteo de madera?
Están jugando a los bolos,
pues del pueblo son las fiestas.
iLos tres a vuelo, hasta el río!,
fue una tirada muy buena.

¿Qué es esto? iSantamaría!
El cauce a Úrbel nos lleva:
a lo lejos su Castillo
a caballo de una sierra.


Llegamos a Mercadillo,
paraíso de la hierba,
escenario solitario
de algún día de pesca,
donde, esperando cangrejos,
se ahogaron penas muy ciegas.


Aquí en verano los niños,
bañándose en agua negra,
jugaban a ser mayores
poniendo su sexo a prueba.

 
Allá abajo está Camino.
Esto es la inmensa pradera
que afeitan todos los años
hombres diestros en la siega.
Es un gran puzle de prados,
también hay tierras de siembra.
Cuando te sales de madre,
todo lo inundas y anegas.

 
Aquí, moza presumida,
ostentas tu gran belleza.
Estás sembrado de juncos,
nenúfares y mimbreras.

 
En ambas orillas beben
lirios de flores esbeltas.
Legión de espadañas guardan
los tesoros que albergas:
mejillones y cangrejos,
ranas, truchas y culebras.

 





Ya estamos en San Roque,
pasando por la vadera.
Aquí hubo un puente en tiempos,
tesoro romano en piedra.
que en fatal día rompieron
incultas gentes de selva.

 
Otro día hablaremos de Úrbel,
que espere a la derecha.
Baje e! rio de Recorva
que nos vamos a La Vega,
con el agua de La Lámpara,
sorteando pasarelas.

 
Entremos al Pradejón
con silenciosa cautela:
esta zona es muy propicia
para besos de parejas
o amores de cuerpo entero
cuando el tiempo bueno llega.
iDe cuántos niños las cunas
se encargaron aquí cerca!

Hemos llegado al Pontón.
otras rústicas maderas.

 
Enseguida, por dos veces,
se hará el agua molinera
en los molinos de Úrbel,
manantiales de riqueza,
bancos de crédito a veces
para la gente sin perras.


De la zona del Lenar
aparece agua nueva
que al de arriba y al de abajo
vivifica y alimenta.

 
Este sitio ha sido un mito
y objeto de leyendas.
Para guardarnos, de niños,
nos contaban las abuelas
que hasta vacas con su carro
les tragó esta horrenda ciénaga.


Nos vamos hacia Quintana
después de girar dos ruedas.
A la entrada hay una ermita
que bella lápida ostenta.
A San Justo y San Pastor
en relieve representa.
Dejamos ermita y pueblo,
ambos quietos a la izquierda.

 





Dibujando mil meandros
serpenteas entre hierba.
Las gentes de este lugar,
expresivas en su lengua.
dicen que haces culebrillas
al pasar por Su pradera.








Ahora viene el de Abundio,
molino de gran solera,
largo cauce a sus espaldas
que acumula gran reserva.
Palomar en el desván
que funciona de despensa
y el huerto del paraíso
que perdieron Adán y Eva

al comer frutos prohibidos,
en este caso, ciruelas.

 
Los recuerdos infantiles
a esa casa también llegan.
iCuántas veces aquí el agua,
a ritmo de rueda lenta
y arrullada por palomas
cantó su copla plebeya!

 
¿Sabes? Por estos parajes
tu curso medio comienzas.
Te lanzas contra las rocas
haciendo foces pequeñas.


A la altura de La Nuez
has cortado la primera.
El pueblo apenas se ve,
lo has dejado a la derecha.
Al estrecharse el valle,
pasas pegado a una sierra
que tiene cresta rocosa.
Montorio quedó a la izquierda.

Ahora viene un tramo duro,
Natura te pone a prueba,
Con arrojo de titán
bajas rajando las breñas.
Uno, dos, tres grandes tajos:
rompiste la cordillera
y has dejado libre el paso
hacia una nueva vega.
Seguro que has comprobado
que es un buen tramo de pesca,
sobre todo para truchas
que suben al agua fresca.
¿Viste también un molino?
Ya van muchos en la cuenta.








Por invierno en estas foces
saltabas la carretera,
construyendo en la Vagoya
una líquida barrera.
El coche de línea, entonces,
era objeto de epopeyas.

 
En los reflejos del agua
quedó grabada esta escena:
"Conducido por Faustino,
muy lentamente se acerca.
Tras pacientes maniobras,
la dificultad sortea,
añadiendo un nuevo dato
a sus cien diarias proezas".

 
Pasó el trozo más difícil
de tu heroica carrera.
Huérmeces está a la vista,
el campo aquí es una huerta.
Empiezas tu curso bajo
poco camino te queda.

Un palacio con balcones
y el pueblo dejas a izquierda.
Con piedras de sillería
levantan casas e iglesia.
“parecen de capital”
al juntar tanta belleza.

De aquí los coches emprenden.
por recta, veloz carrera.
Tú, por ser todo muy llano,
giras despacio tus ruedas.
Y llegas a Santibáñez.
en recodo de amplia cuenca,
pueblo airoso que se pone
gran catedral por montera.

 
Aquel esplendor pasado
todavía se conserva
bien grabado en los muros
de sus casas solariegas.
Los campos de cereales
anuncian buena cosecha,
siempre el verano se mide
por millares de fanegas.

 
Hasta aquí, camino y río,
fuisteis dos vías gemelas.
Como el camino va a Burgos,
tiene que subir cuestas.
Tú, que ves terrero llano.
por todo el vale te cuelas.
Terminado aquí el abrazo.
se os abren nuevas metas.

 
¿Quieres saber lo que harías
si tú fueras carretera?
Pasarías por Miñón,
más que pueblo es una venta,
sus dos casas, cual soldados,
escoltan en las cunetas.


Llegarías a Mansilla
que en aquel alto se acuesta
y admirarías otro ábside
parecido al de La Piedra,
Serpenteando hacia arriba,
subirías una cuesta
para bajar a Arroyal,
al final de la ladera.


Por el centro de ancho valle,
se llega a Quintanadueñas.
Por allí, lamiendo el pueblo,
se desliza el río Ubierna,
un primo tuyo que baja
rodando desde otras peñas.
De aquí a Burgos ya no hay nada,
está a un tiro de piedra.


Pero eres curso de agua
que por lo llano hace senda.
Vas camino de Zumel
que más abajo te espera.
A la izquierda hay una ermita,
de La Cuadra, el cartel reza.


Si tú entendieras de libros,
leerías en sus piedras.
Escrito por las paredes
se halla este bello poema:
"Un año por romería,
bailando aquí en estas eras,
se enamoraron dos mozos,
cosa corriente en las fiestas.
De Páramo era el galán,
de Úrbel la moza esbelta".



Son las historias de amores
que a veces Domi nos cuenta,
reviviendo por momentos
sus más dulces experiencias.

El lecho ya es muy llano,
tu destino está muy cerca.
Pero aunque ruedes despacio,
Lodoso enseguida llega.

¿Ya vas contando los pueblos?,
pues son pocos los que quedan.
Todos te esperan gozosos,
a todos algo entregas.
Por allá arriba dos veces
dejaste tu nombre en prenda,
y finalmente en Pedrosa
por tercera vez lo prestas.
Santa María Tajadura
Observa cómo te acercas.


Vas derecho a tu destino,
escoltado a ambas riberas
por Quintanilla y Tardajos
culminas tu gran carrera.



Te vas con el Arlanzón,
en Frandovínez me dejas.
A los cuarenta kilómetros
se esfuma tu verde estela.


Agarrados de la mano.
tu izquierda y su derecha.
como dos adolescentes
vais camino del Pisuerga.


Adiós, hijo de las nieves,
relámpago en la hierba,
que Neptuno desde el mar
te devuelva hasta las peñas.


Texto y fotografías extraídos, con permisos de autor y editor, de la obra:
"A orillas del Úrbel". Tomás Arroyo Crespo. Editorial Dossoles. Burgos (2008).
La obra, de un total de 216 páginas, consta de dos partes: en la primera, se describen la tierra, las gentes y sus formas de vida; en la segunda, se recoge el denominado "Romancero de Úrbel", obra poética del autor, compuesta por 24 romances.

sábado, 3 de agosto de 2019

Los últimos carteros de Huérmeces



Hubo un tiempo en el que casi todas las cosas importantes se decían por carta: el fallecimiento de un familiar querido, una herencia insospechada allende los mares, una declaración de amor, el recibo de la contribución, tu destino en la mili, el resultado de un análisis clínico...





Y el cartero era el fiel portador de todas esas nuevas, de las alegres y de las tristes, de las oficiales y de las sentimentales, de las manuscritas con letra temblorosa y de las mecanografiadas con caracteres saltarines y tinta violácea.





El cartero era una especie de intermediario, chamán y testigo único entre el mero soporte físico –la carta- y las emociones que la llegada de la misma provocaba en el destinatario. Cuantas lágrimas y abrazos ajenos habrán soportado los hombros de un buen cartero. Cuantos guiños cómplices habrá captado, cuantas miserias y grandezas habrá intuido, cuantos discretos silencios habrá guardado…




Seguro que todos recordamos un día concreto de nuestro pasado en el que la llegada de una carta cambió o pudo cambiar el rumbo de nuestra vida. Y si al recuerdo de la carta recibida y de lo que en ella se decía se une la imagen del cartero subiendo la cuesta hacia tu casa un brumoso día de otoño ya ni te cuento…  

Y algo inconcebible en los tiempos del correo electrónico, la carta tardaba su tiempo en llegar, varios días, durante los que –como el buen vino- maduraba de morral en morral. (1)

Por eso es fácil de entender el hechizo que produce el encontrar una vieja carta de un familiar querido en un arcón del desván o en un cajón de un viejo armario. De entre todas las pertenencias olvidadas de un difunto, quizás esas cartas recibidas y almacenadas durante años constituyan lo más sentimental de su legado, por lo que la labor de arqueología postal puede generar grandes satisfacciones y sorpresas al que la practique.

A veces, la sola lectura del encabezamiento ya supone una buena sobredosis de emociones para el postrero lector:


Zaragoza, a 8 de mayo de 1938


Así comenzaba una carta que le escribió mi abuelo Narciso a mi abuela Leonila en tiempos de guerra. El lugar y la fecha ya lo dicen todo: próxima estaba ya la batalla del Ebro, en la que se jugó el destino de la guerra y la pronta vuelta a casa de los soldados.

Angustiosos días los que pasaron quienes, esperando ansiosamente una determinada carta, contemplaban como el cartero siempre pasaba de largo: no podías evitar el pedirle que mirara de nuevo en el morral, que tenía que haber algo para ti. Y su mirada no mentía: nada, no había nada. Aunque siempre añadía, en un intento por consolar al desesperanzado destinatario, que mañana seguramente lo habría. Y si al día siguiente te descuidabas y no estabas atento a la hora del reparto, no pasaba nada, pues todo el mundo sabe que el cartero siempre llama dos veces.





Especial ilusión hacía la llegada de un sobre de correspondencia internacional, un air mail remitido por el familiar que tiempo ha emigró a Alemania o a América. Esos ribetes oblicuos, azul y rojo, siempre prometían buenas nuevas, que luego se cumplían o no. Y al menos, para los que tuvieran tendencias filatélicas, quedaba uno o varios sellos más o menos exóticos que incorporar a tu colección.

Cuando nuestro cartero, tras una mañana de reparto, atraviesa por fin la puerta de su casa, quizás ese día sin carta alguna que llevar a los suyos, lo hace para comenzar la jornada en su segunda ocupación. Porque en aquellos años el sueldo de cartero no daba para vivir. De hecho, pocos sueldos de entonces daban para vivir.

Generalmente, un cartero rural combinaba el reparto de cartas con sus quehaceres habituales como labrador o ganadero. Quizás cambiaran algo sus horarios con respecto a los de sus vecinos, pues había que ir a diariamente a recoger la correspondencia al coche de línea o al pueblo importante más cercano, y después realizar el reparto en el pueblo o en los pueblos incluidos en su ruta.  

Una carta… mucho más que papel, tinta y timbre adherente. Un cartero… mucho más que un simple trabajo a cambio de un –pequeño- salario. Uno de los oficios más evocadores de aquellos lejanos tiempos en los que todo lo importante se decía por carta.



LOS ÚLTIMOS CARTEROS DE HUÉRMECES

En la España Rural, hasta la Guerra Civil, era relativamente habitual que el puesto de cartero se “heredara”, bien de padres a hijos, bien de tíos a sobrinos. Y siempre con el plácet del alcalde de turno y de los responsables del servicio provincial de Correos, por supuesto. Después de la guerra, sin embargo, se valoraban más los méritos contraídos durante la misma, sobre todo si se había combatido en el lado vencedor, lógicamente.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que el gremio de carteros fue uno de los más represaliados durante la guerra y, sobre todo, después de la misma. Cientos de carteros fueron apartados del servicio y dados de baja en el escalafón correspondiente, creándose multitud de vacantes a disposición de personas más “adeptas”. En Huérmeces y en el resto de pueblos del entorno, al no existir apenas oposición al golpe, ni antes, ni durante, ni después, tal situación –por lo que yo conozco- no llegó a plantearse.




También hay que destacar que, aún a finales del siglo XIX y primer tercio del XX, en la España rural era relativamente frecuente un cierto acúmulo de tareas "oficiales" en unas pocas personas: así, las funciones de alcalde, juez de paz, fiscal municipal, secretario y cartero solían solaparse o turnarse; tampoco hay que olvidar que, en aquellos tiempos, las tasas de analfabetismo funcional aún eran relativamente importantes, y no todos los vecinos de un pueblo pequeño sabían leer y escribir correctamente.
  
Hasta dónde he logrado llegar, cuatro fueron los carteros que prestaron sus servicios en Huérmeces durante el siglo XX:





Benito Varona Ubierna
(Huérmeces, 1866-1934); desconocemos el número exacto de años durante los cuales Benito ejerció de cartero; probablemente, abarcaron parte del primer tercio del siglo XX, hasta su edad de jubilación (1931). Benito y su mujer, María Villalvilla Varona, no tuvieron descendencia masculina, por lo que el puesto de cartero pasó a manos de su cuñado Eugenio (esposo de Elisa, la hermana de María).


Diario de Burgos, 21 de abril de 1921



Durante los primeros años del siglo XX, la correspondencia dirigida a Huérmeces debía recogerse en el pueblo vecino de Ubierna, situado a unos 7 km al SW, y comunicado por un viejo camino, con prolongadas y pindias subidas y bajadas, por lo que los viajes -a lomos de caballería- eran una constante en la vida del cartero de aquellos tiempos. (2)

Cuando se finalizó la nueva carretera entre Burgos y Aguilar de Campóo, ya bien entrada la década de 1910, la correspondencia viajaría a bordo de una de las primeras compañías que prestó el servicio de transporte de viajeros, mercancías y correo: "El Rápido". La correspondencia llegaba diariamente a Huérmeces, por lo que el trasiego diario del cartero disminuyó considerablemente. Se acabaron los viajes diarios a Ubierna.

Tal es la impronta que queda en una familia de carteros que, Dionisio Varona García (Huérmeces 1894-1966), yerno de Benito, fue conocido durante buena parte de su vida con el apelativo de “Nisio el Correo”, a pesar de que jamás llegó a ejercer dicha profesión.



Eugenio Alonso Fernández (Huérmeces, 1873-1940): fue cartero durante toda la década de los años treinta: desde la jubilación de Benito (1931) hasta el fallecimiento de Eugenio, en julio de 1940. Eugenio fue también alcalde de Huérmeces entre los años 1923 y 1930.




Suponemos que, durante esta década, la correspondencia seguía llegando diariamente a Huérmeces a bordo de la compañía concesionaria de la ruta Burgos-Aguilar de Campóo. Ignoramos si dicha compañía continuaba siendo "El Rápido" o si se había realizado una nueva concesión.





Durante la primera mitad de la década, abundaron las cartas timbradas con polícromos sellos, en los que aparecía el morado quizás por primera vez.

Y poco después, los tres años de guerra civil (1936-1939) seguro que supusieron un trastorno considerable para las rutas de correo y la labor de los carteros. Y las nuevas que portaban las cartas de aquellos años, ocasionarían dolor, intranquilidad o esperanza en muchas casas. 


Fidel Alonso Díez (Huérmeces, 1917-1989): fue el cartero más longevo de todo el siglo XX, ya que ejerció como tal durante 42 años (1940-1982); Fidel trabajó desde los duros años de la posguerra hasta la llegada de la democracia; fue privilegiado testigo de todo el acelerado proceso de éxodo rural acaecido durante los años cincuenta, sesenta y setenta, al término del cual la población de Huérmeces se redujo a la tercera parte.

En 1940, el sueldo anual de un cartero rural (para una población del tamaño de Huérmeces) ascendía a la cifra de 500 pesetas. Apenas 42 pesetas mensuales en 12 pagas. Aún así, en el contexto de una economía agraria casi de subsistencia, dicho sueldo constituía un ingreso fijo nada desdeñable. Para contextualizar un poco más, puede resultar de interés saber que, en ese mismo año de 1940, el sueldo de la maestra que prestaba sus servicios en Huérmeces rondaba las 4000 pesetas anuales.





Durante los primeros años de la posguerra, el correo llegaba en el coche de línea (Faustino Martínez), y el cartero debía encontrarse en la parada, sita al lado de la cantina de Joaquín y Matilde, a la hora de paso del autobús, tanto por la mañana como por la tarde, para recoger o entregar la valija correspondiente. Si por cualquier circunstancia, el cartero no podía encontrarse en la parada a la hora habitual, debía encargarle dicho cometido a otra persona de su confianza. Durante un tiempo, fue Manuel Alonso Melgosa, el padre de Fidel, el que asumió dichas funciones de “suplencia”.

Durante todos estos años, fue una bicicleta el medio de locomoción utilizado por Fidel; y la ruta de reparto incluía el pueblo vecino de Ruyales del Páramo que, como su propio nombre indica, está situado en un alto, al que se accede por una empinada cuesta de casi 2 kilómetros.

  
Fidel, Petra, Victoria y ... la vespa (c. 1967)


Años más tarde, al ejercer directamente Correos parte de la función logística, Fidel pasó a recoger y entregar el correo, diariamente, al pueblo vecino de Santibáñez Zarzaguda. Este hecho coincidió con la ampliación de la ruta de reparto, ya que a mediados de los años 60 se incorporaron a la misma los pueblos de Quintanilla Pedro Abarca y San Pantaleón del Páramo, servidos hasta entonces por el cartero de Montorio.

Se hizo entonces imprescindible la sustitución de la bicicleta por un medio de locomoción motorizado. Fidel pasó a utilizar una Vespa, cedida por su hermano Emiliano, en las tareas diarias de recogida y reparto de correspondencia; años más tarde utilizó un automóvil Citröen 2CV y, ya en los años finales, un Seat 127.



Petra García Villalvilla (Huérmeces, 1928): cartera durante siete años (1982-1989); sustituyó a su marido Fidel al alcanzar éste la edad de jubilación, y ejerció de cartera hasta 1989. Al igual que Fidel, cubrió el servicio de correos para los cuatro pueblos que hoy conforman el municipio de Huérmeces.

Cuando Petra asumió el trabajo de cartera, a sus 53 años, no dudó en sacarse el carnet de conducir, lo cual dice mucho en favor de su carácter y determinación.


Petra García Villalvilla, en su 65 aniversario (1993)


Durante los años ochenta, culminado el éxodo rural, el número de casas cerradas era ya muy superior al de abiertas, aunque algún negocio nuevo se estableció en el pueblo, originando un pequeño aumento de la correspondencia. 

Petra fue, por lo tanto, la última cartera de Huérmeces. Después de ella, fueron ya carteros de la capital los que acabaron por realizar el reparto diario de correspondencia.



AGRADECIMIENTOS


A Petra García Villalvilla (Huérmeces, 1928), la última cartera de Huérmeces
A Casilda Varona Varona (Huérmeces, 1927), nieta de cartero
A Victoria, hija de carteros



NOTAS


(1) la denominación correcta del bolso de cuero utilizado por los carteros para el reparto de la correspondencia es valija; considérese el uso del término morral como una mera licencia poética.
(2) En el Diario de Burgos de 16 de abril de 1925 aparece la siguiente notificación: "Correos: Se confirma con el carácter de propietario que tiene a D. Benito Varona Ubierna, en el cargo de cartero de Huérmeces (Burgos), quedando relevado de servir a Ruyales del Páramo." [al mismo tiempo, en otra notificación, se confirma al cartero de Montorio, Ramón Macho Pérez, la obligación que tiene de servir a La Nuez de Arriba, Acedillo, Bustillo, Hormazuela, Quintanilla Pedro Abarca, San Pantaleón y Ruyales]



BANDA SONORA

Aunque hoy nos pueda parecer una canción algo acaramelada -como muchas otras de comienzos de los sesenta- el tema Please Mr Postman puede servirnos de adecuado acompañamiento musical para este post, sobre todo para los que contamos con algún cartero entre nuestros ancestros, o para los que alguna vez, quizás ya hace mucho tiempo, esperaron ansiosamente una carta, que finalmente llegó o no.


Oh yes, wait a minute Mister Postman
Wait Mister Postman
Please Mister Postman, look and see
If there's a letter in your bag for me
Please, Please Mister Postman
Why's it takin' such a long time
For me to hear from that boy of mine

There must be some word today
From my boyfriend so far away
Please Mister Postman, look and see
If there's a letter, a letter for me

I've been standin' here waitin' Mister Postman
So patiently
For just a card, or just a letter
Sayin' he's returnin' home to me

Mister Postman, look and see
If there's a letter in your bag for me
Please, Please Mister Postman
Why's it takin' such a long time
For me to hear from that boy of mine

So many days you passed me by
See the tears standin' in my eyes
You didn't stop to make me feel better
By leavin' me a card or a letter

Mister Postman, look and see
If there's a letter in your bag for me
Why's it takin' such a long time
Why don't you check it and see

One more time for me, you gotta
Wait a minute
Wait a minute
Wait a minute
Wait a minute
Mister Postman
Mister Postman, look and see

C'mon deliver the letter, the sooner the better
Mister Postman




La canción Please Mr. Postman fue grabada por primera vez en 1961, en el mítico sello Tamla (Motown), por el exitoso grupo vocal The Marvellettes, formado por entre cuatro a seis chicas afro-americanas; a lo largo de su carrera, como era habitual en la época, varió la composición del grupo, aunque sus dos cantantes principales fueron Gladys Horton y Wanda Young. La canción del señor cartero constituyó la primera del sello Motown en alcanzar el número 1 en la lista de éxitos de la época (Billboard Hot 100).

La letra de la canción consiste, básicamente, en la reiterada y lastimera petición por parte de una chica al cartero de su barrio, desesperada porque no le trae una carta de su novio, alejado de ella por la mili, la guerra, el trabajo o vaya usted a saber.

En la grabación de The Marvellettes, la voz cantante corría a cargo de Gladys Horton, y la instrumentación fue cosa de The Funk Brothers, que incluía a Marvin Gaye en la batería.

Los autores del tema fueron el trío formado por Dobbins, Garrett y Brianbert, aunque hay otros títulos de crédito circulando por ahí.


Aparte de esta versión original, existen otras muchas, entre las que destacamos como más conocidas –o más curiosas- las tres siguientes:




THE BEATLES
: incluida en su segundo álbum británico With the Beatles (1963); en los Estados Unidos, fue incluida en el álbum The Beatles’ Second Album (1964); la canción estaba cantada por John Lennon, y en esta versión se invertían los géneros de los protagonistas: chico el que esperaba la carta, chica la que se demoraba en escribirla (o enviarla). Algún músico contemporáneo (Ian McDonald, de King Crimson) criticó esta versión por su "vacuidad general". Vaya, vaya, con los colegas...





THE CARPENTERS: este dúo vocal e instrumental estadounidense, publicó su versión en 1974, alcanzando el número 1 en varias listas de éxitos. La portentosa voz de contralto de Karen Carpenter, unida a los arreglos ejecutados por su hermano Richard, originaron una brillante versión, más exitosa incluso que la original. A pesar del éxito obtenido, Richard declaró haberse arrepentido de su grabación, por considerarla una canción excesivamente "blandita". No hagan ni caso al listillo del hermanito y escuchen la maravillosa voz de Karen:




EL CUARTETO DE NOS: treinta y tantos años después de la canción original, este grupo rockero uruguayo la versionó como “Bo Cartero” en su álbum Otra Navidad en las trincheras (1994); se mantuvo la música, pero la letra fue reescrita, en castellano y en rotunda clave humorística. Al igual que en la versión de los Beatles, aquí es un chico el que espera carta y una chica la que se demora mucho en enviarla. Al contrario de las tres versiones anteriores, esta de los uruguayos puede considerarse cualquier cosa menos "blandita". Su letra, hilarante, sarcástica e irreverente, supone una buena vuelta de tuerca a la ya vieja canción del señor cartero.