sábado, 19 de agosto de 2023

Julián Alonso, el criado farol que se fugó de la casa de su amo en Las Celadas (1861)


Nos encontramos en 1861, reinaba en España la oronda figura de Isabel II, y gobernaban el país los miembros de un partido político denominado Unión Liberal, bajo la presidencia del general O'Donell. Los militares jugando a políticos, algo habitual durante gran parte del siglo XIX y en tiempos mucho más cercanos. 

Aquel de 1861 resultó ser un año revuelto. En Andalucía, los campesinos andaban soliviantados y, el 28 de junio, protagonizaron la denominada Sublevación de Loja. Un numeroso grupo de jornaleros, encabezados por el veterinario Rafael Pérez del Álamo y al grito de "Viva la República y muera la Reina", asaltaron el cuartel de la Guardia Civil de Iznájar. La revuelta se extendió por diversas localidades granadinas y finalizó el 4 de julio. La represión sobre los  cabecillas de la revuelta se materializó en el fusilamiento de 116 personas.


La comida de los segadores (Millet, 1853). Museum of Fine Arts, Boston

El día 14 de julio de 1861, el Boletín Oficial de la provincia de Burgos publicó una circular (la nº 203) que no hace sino transcribir al pie de la letra la Orden emitida por el Ministro de la Gobernación del Reino (José Posada Herrera) con fecha de 10 de julio, haciendo referencia a los sucesos de Loja, y dictando una serie de instrucciones para evitar que se repitieran en el país sucesos de similar gravedad. La Orden ocupaba casi dos páginas completas de las cuatro de que constaba cada ejemplar del boletín provincial.

De todas formas, lo que ha llamado nuestra atención sobre ese ejemplar en concreto del boletín provincial ha sido otra circular (la nº 206) de mucha menor extensión (apenas 17 líneas) y nula relevancia a nivel nacional: 




Julián Alonso había nacido en Huérmeces en el año 1837, siendo el octavo de los nueve hijos del matrimonio formado por Mariano Alonso y María Fernández. Muchas bocas para tan poco terrazgo.

En aquellos tiempos, si resultabas ser un niño que destacaba en el colegio por sus cualidades intelectuales, podías ingresar en una institución religiosa para "seguir estudiando" y, de paso, consagrar tu vida a la causa de la congregación de turno.

Si no era el caso, tendrías que salir muy joven "a servir" fuera del pueblo. En el caso de las chicas, a una casa de la capital. En el de los chicos, a la de cualquier labrador pudiente del entorno inmediato.

Para una humilde familia de labradores, tener hijos "sirviendo" suponía ahorrarse los gastos de manutención (comida, ropa y calzado, principalmente) y gozar de los pequeños ingresos que aquellos enviaran a casa.

En una sociedad patriarcal, muchos de aquellos hijos sirvientes tendrían escasa capacidad de negociación con el amo, y serían sus padres los que estipularan las condiciones del acuerdo servicial. El salario sería en dinero y en especie, aunque una parte importante de aquel comprendería la manutención del joven criado.

Cuando un criado se fugaba de casa del amo, era como si un hijo menor de edad abandonara sin permiso el hogar paternal, por lo que el cabeza de familia denunciaba el caso como si  de aquello se tratara.

Julián, con 24 años de edad (y no 21, como se afirma en la circular), se encontraba sirviendo como criado en el cercano pueblo de Las Celadas. Seguramente, aún estaban recientes en su memoria los tres años de servicios a la patria. Desconocemos si, en aquel año de 1861, aún vivían sus padres (Mariano y María); caso de hacerlo, ambos tendrían una edad de 60 años.

Por motivos que desconocemos, Julián decidió dejar la casa de su "amo". Puede que se sintiera mal pagado, mal alimentado o mal tratado, o las tres cosas a la vez. Y en aquellos años, aunque fueras ya mayor de edad, se te declaraba "en fuga", como si de un común delincuente se tratara.

Desconocemos cómo finalizó el asunto, si Julián fue finalmente detenido y no tuvo más remedio que volver a casa del amo, o si retornó a Huérmeces, a la casa familiar, y el asunto de la fuga pudo arreglarse de alguna manera.

Lo que sí sabemos es que Julián, apenas tres años y medio después (febrero de 1865), se casó en Huérmeces con Gregoria Fernández Crespo (Hces, 1840).

También sabemos que en aquellos años se dedicaba al oficio de carretero-carpintero, prestando sus servicios en el cercano pueblo de Los Tremellos. Allí nacieron sus dos primeros hijos: María (1866) y Ceferino (1868). Poco tiempo después, se estableció en Huérmeces, dónde nacieron otros dos hijos: Eugenio (1873) y Mariano (1878).

En los padrones de población de Huérmeces correspondientes a los años 1896 y 1899 Julián (que ya tendría 59 y 62 años de edad) figura como labrador, por lo que suponemos que o bien había abandonado el oficio de carretero o bien lo ejercía a tiempo parcial. En aquellos años, el carretero "oficial" del pueblo era Domingo Arribas Serna (Hces, 1872), y así consta en los citados padrones. 

Julián Alonso enviudó hacia el año 1910 y falleció en 1915, a la entonces avanzada edad de 78 años. Casi toda su vida (excepto los años pasados en Las Celadas y en Los Tremellos) residió en la casa número 20 de la calle de la Plaza, luego conocida como "casa de José y Mónica". José era su nieto. Hoy en día, la casa sigue en manos de la familia Alonso Fernández.

Julián Alonso, el criado que se fugó de la casa de su amo, era mi tatarabuelo por línea materna.


APUNTES GENEALÓGICOS

Julián Alonso Fernández (Hces, 1837-1915)

Padres:

  • Mariano Alonso Espinosa (Hces, 1801)
  • María Fernández Espinosa (Hces, 1801)
Abuelos paternos:
  • Facundo Alonso Arce (Ruyales del Páramo, 1780)
  • Gertrudis Espinosa Fontúrbel (Hces, 1780)
Abuelos maternos:
  • Manuel Fernández Tudanca (Hces, 1780)
  • Vicenta Espinosa Fontúrbel (Hces, 1778)
Hermanos:
  • Dominica Alonso Fernández (Hces, 1822)
  • Manuel Alonso Fernández (Hces, 1824)
  • Aquilina Alonso Fernández (Hces, 1826)
  • Ramón Alonso Fernández (Hces, 1828)
  • María Alonso Fernández (Hces, 1830)
  • Teresa Alonso Fernández (Hces, 1833)
  • Luisa Alonso Fernández (Hces, 1835)
  • Bonifacia Alonso Fernández (Hces, 1839)
Esposa:
  • Gregoria Fernández Crespo (Hces, 1840); boda en 1865, en Huérmeces
Hijos:
  • María Alonso Fernández (Los Tremellos, 1866)
  • Ceferino Alonso Fernández (Los Tremellos, 1868)
  • Eugenio Alonso Fernández (Hces, 1873-1940)
  • Mariano Alonso Fernández (Hces, 1878-1889)

APÉNDICES

LAS AUTORIDADES

Francisco de Otazu, gobernador civil de Burgos durante casi cinco años (1858-1863), en una época en la que lo normal era durar apenas medio año en ese cargo; alavés de nacimiento, perteneciente a una noble y acomodada familia, ocupó diversos cargos en los gobiernos civiles de Cuenca (1835), Guipúzcoa (1844), Barcelona, Málaga, Granada y Cádiz; Gobernador civil de Guadalajara (1857-1858) y Vizcaya (1858), antes de recalar en Burgos.

José Posada Herrera, (Llanes, 1814-1885): jurista y político que fue miembro de las más altas instituciones del país durante los años sesenta y setenta del siglo XIX. Fue miembro del Consejo Real, embajador de España ante la Santa Sede (1868), presidente del Congreso de Diputados (1876), presidente del Consejo de Ministros (1883-1884), senador (1884-1885) y, sobre todo, ministro de la gobernación durante varios de los gobiernos de la Unión Liberal del general Leopoldo O'Donell, entre los años 1858 y 1866. Mientras ocupaba este último cargo fue denominado "el gran elector", dadas su falta de escrúpulos y la gran habilidad mostrada para que en las elecciones se mantuviera el tan denostado control gubernamental sobre el resultado de aquellas. 


CRIADOS FUGADOS DE CASA DE SUS AMOS: UN HECHO RELATIVAMENTE HABITUAL EN AQUELLOS TIEMPOS

Por lo observado en el Boletín Oficial de la provincia de Burgos de aquellos años (tercer cuarto del siglo XIX), era relativamente común la inserción de "Circulares", emitidas por el Gobierno de la Provincia, en las que se reclamaba la detención y puesta a disposición de los alcaldes de aquellos "criados" que se hubieran "fugado" de casa de sus "amos".

En la mayoría de los casos, se trataba de personas menores de edad (en aquellos años, la mayoría de edad se alcanzaba a los 21 años), aunque también había jóvenes mayores de edad. Estas "circulares" compartían espacio con otras que ya adquirían -en algunos casos- categoría judicial, al ser reclamadas personas fugadas de cárceles y penales, menores de edad fugados de la casa paterna, quintos reclamados por las cajas de recluta, personas con deficiencias físicas o psíquicas, pastores que abandonaron su rebaño...

En algunos casos, al criado fugado se le acusaba de haberlo hecho en compañía de enseres y efectos pertenecientes a su amo, por lo que el caso también adquiría caracteres penales.

A título de ejemplo, incluimos una tabla conteniendo alguno de los numerosos casos de "criados fugados de la casa de sus amos" que figuran en diversas circulares emitidas por el Gobierno de Burgos entre los años 1851 y 1874, y publicadas en el Boletín Oficial de Burgos (a partir de 1857 denominado Boletín Oficial de la Provincia de Burgos).




En cada circular aparece un apartado titulado "señas" en el que se describen los principales caracteres físicos y la vestimenta de la persona buscada. Se pueden leer cosas tales como: 

  • estatura: corta, regular, alta, medida en pies y pulgadas ...
  • cara: redonda, regular ...
  • nariz: roma, corta, regular, grande, grande y ancha ...
  • color de pelo: moreno, castaño ...
  • color y tamaño de los ojos: castaños, rojos, grandes, "garzos" ...
  • labios: abultados ...
  • color de piel: "bueno", trigueño, moreno, "bazo-enfermizo", ...
  • otros detalles: bien parecido, barba nada, ...
  • vestimenta: borceguíes blancos, pantalón y chaqueta de paño rojo, paño pardo, chaleco de mahón, gorra de piel, sombrero negro bajo, gorra de pellejo, vestía "al uso del país", calzado de mujer
En el caso de que el "criado fugado" se hubiera llevado efectos personales y bienes propiedad del "amo", también se procedía a su descripción: un macho, una mula cargada de aceite y jabón, una badana, dos camisas, gorro a cuadros que sirve de pasamontañas ...


Herguijuela de Ciudad Rodrigo (salamancartvaldia.es)



OTRO CRIADO FAROL FUGADO DE LA CASA DE SU AMO (SASAMÓN, 1851)

En el cuadro anterior aparece otro joven criado natural de Huérmeces, Lorenzo Santa María Ornilla, nacido en 1823, y que tendría una edad de 27-28 años en aquel 1851.

Lorenzo tuvo la fortuna o la desdicha de ser criado de un cura (Eugenio Herrera, uno de los cuatro curas que soportaba la parroquia de Sasamón en aquellos años); Lorenzo, además de fugarse de casa del cura, se llevó consigo unos cuantos efectos personales del sacerdote, por lo que se solicitaba su captura y puesta a disposición del entonces gobernador de Burgos (Manuel Martínez González, gobernador interino).

Así lo recoge una circular del Gobierno de Burgos, publicada en el Boletín de fecha 22 de julio de 1851:






En la circular se afirma que Lorenzo era huérfano de padres, y que su curador (tutor) era Luis González, vecino de Huérmeces; suponemos que se trata de Luis González Bárcena (Hces, 1797) que, en aquel año de 1851, tendría una edad de 53-54 años.

También se dice que Lorenzo habría servido con anterioridad en una casa de Puente Arce (provincia de Santander), y que allí seguramente se encontraría el criado buscado.

En la circular se dice que "los alcaldes de esta provincia, destacamentos de Guardia Civil y empleados del ramo de P. y S.P. procederán a la captura de Lorenzo Santa María"; en aquellos tiempos, por empleados de protección y seguridad pública se entendía a los miembros de lo que luego serían denominadas como policías (municipal, local, nacional, armada...), diferenciadas de la Guardia Civil, de carácter militar.


FUENTES

Boletín Oficial de Burgos (1833-1856)

Boletín Oficial de la provincia de Burgos (1857-1874)

"Sirvientes y criados en el mundo rural de la España interior, 1700-1860. Desigualdad social y dependencia". Francisco García González. Mundo Agrario vol. 18, nº 39. Universidad Nacional de La Plata (Argentina, 2017)

sábado, 5 de agosto de 2023

Un roturo escondido, unos corrales olvidados, un refugio de pastor y un corral amputado


En los espesos montes de encina que se extienden entre Valdevacas y Valdelebrín aún es posible encontrar parajes escondidos, de difícil acceso, y que nos hablan de un pasado en el que los aprovechamientos ganaderos, agrícolas y leñosos eran mucho más intensivos que los actuales, en consonancia con una población campesina más numerosa y ávida de leche, carne, forraje, granos y leña para el hogar.

La toponimia de la zona, ya en parte olvidada, resulta muy ilustrativa al efecto. En un documento municipal, objeto de un pasado post titulado Sorteo de montes cercanos (1879), se recogen las suertes de leña de los "Montes de Valdevacas, La Mazorra y demás", apareciendo consignados varios topónimos esclarecedores: Carboneros, Corral de Matacubillas, Corrales de Nicolás, Corralines, Matacarros, Tenada del Medio...

Y escondidos entre estos montes de encina, fuera de trochas y caminos conocidos, es posible encontrar tres curiosidades paisajísticas de claro origen antrópico:

  • un alargado y estrecho roturo
  • un antiguo corral de planta circular
  • un antiguo refugio de pastor 

Los tres se encuentran completamente rodeados de monte; tanto es así que las dos estructuras ganaderas se encuentran casi engullidas por la vegetación.

No conocemos la antigua denominación de estos tres singulares parajes aunque, les otorgaremos un nombre, teniendo en cuenta alguno de los que aparecen en viejos documentos o considerando su cercanía a un paraje de nombre conocido. 

El corral y el refugio de pastor se encuentran separados por apenas 100 metros y puede que formaran parte del mismo sistema de corrales, ya que en la zona abundan restos de apilamientos de piedra compatibles con la figura de cercado ganadero. 


Google Maps (18 junio 2021)

Para completar el panorama sobre la pretérita importancia ganadera de la zona, a poco más de 200 metros al sur del corral olvidado, encontraremos un corral contemporáneo, conocido por el nombre de Corral de Matacubillas, que hace dieciséis años sufrió una desgraciada amputación, en el contexto de las obras constructivas del parque eólico del Sombrío.


1. EL ROTURO ESCONDIDO DEL ALTO DE VALDEVACAS

A este roturo le he denominado como Alto de Valdevacas simplemente por situarle en el mapa, pero desconozco completamente su nombre, si es que lo tuvo algún día. Por otra parte, la memoria popular de Huérmeces no recuerda la denominación del paraje.

Se trata de un pequeño recinto de un cuarto de hectárea, alargado y estrecho (165 por 16 metros), que discurre en suave pendiente (6%) en sentido oeste-este, drenando sus aguas hacia el cercano vallejo de Valdevacas. Su altitud oscila entre los 1015 y los 1025 metros.


Bing Maps (agosto 2022)


Precisamente, en ese drenaje de aguas hacia Valdevacas se encuentra el origen de la pequeña vaguada en cuya zona superior se enclava el roturo. En la fotografía del vuelo americano de 1956, cuando la zona se encontraba menos densamente forestada que en la actualidad, se aprecia claramente el pequeño vallejo originado; vemos que, en su parte final, rectifica su rumbo este por nordeste, desembocando en la zona superior de Valdevacas.

Por lo que muestra la fotografía de 1956, no puede asegurarse que el roturo se encontrara cultivado por entonces, pudiendo tratarse de un mero pastizal para un puntual aprovechamiento pastoril. 


Vuelo Americano "B" (8 octubre 1956)


Hoy en día, dicho vallejo, tributario de Valdevacas, se encuentra completamente invadido de vegetación leñosa, y resulta muy difícil el tránsito peatonal por el mismo. Únicamente presenta algún claro -cascajoso- en su porción final, ya a punto de alcanzar Valdevacas.


Vuelo PNOA (24 junio 2009)


El acceso rodado al roturo arranca de la zona superior del camino de Valdevacas, y penetra en la parcela a través de una calleja practicada en el monte de encinas, en la esquina NW de la tierra de labor. Antiguamente, el acceso se realizaba por un camino que partía del cruce de Palillos-Monte las Eras, y penetraba en la parcela por la esquina situada justo al sur de la citada, allí dónde las matas dejaban un hueco suficiente.




El alargado y estrecho roturo, con suelos de textura franco-arcillosa, es apto para el cultivo de cereales y vezas, ya que su suave pendiente evita que se produzcan encharcamientos de importancia. En la zona inferior, la anchura del roturo no supera los 5-6 metros.

Estos roturos que aparecen en terrenos elevados, en los que predomina el roquedo calcáreo, no son sino pequeñas depresiones en las que se ha acumulado suelo formado por arcillas de descalcificación. Son suelos ligeramente alcalinos, con un espesor y calidad aceptable, en los que suelen obtenerse rendimientos discretos. 

 





En el aludido extremo inferior del roturo, un denso monte de encina hace difícil (incómodo, al menos) el tránsito peatonal por el pequeño vallejo que discurre en dirección a Valdevacas.






Visto desde Valdevacas, el pequeño "vallejo del roturo" se dibuja en el perfil del monte en forma de una leve vaguada, visible entre los molinos 2 y 3 del parque eólico del Sombrío (en la foto, el molino número 1 es el situado más a la derecha).



Visto desde la confluencia del vallejo del roturo, Valdevacas aparece como lo que realmente es: un enorme vallejo hoy completamente cultivado, con las arcillosas tierras de Castrillo de Rucios al fondo.




Hoy en día, el roturo del Alto de Valdevacas es cultivado de manera residual, obteniéndose rendimientos modestos. Su escasa superficie, su perfil longitudinal y su ubicación aislada no le hacen muy apetecible para los labradores del pueblo.


2. UN CORRAL OLVIDADO: CORRALES DE NICOLÁS

En el aludido documento relativo al sorteo de montes de 1879, aparecen con reiteración parajes denominados "Corral/Corrales de Nicolás", "Corralines" y "Tenada del Medio", los tres aparentemente situados en la misma zona, entre Valdevacas y La Lagunilla.

Aquilatando un poco más, cabe afirmar que entre Valdevacas y el corral de Matacubillas se extiende una zona hoy densamente forestada que, en tiempos no muy lejanos (mediados del siglo XX), soportaba un buen número de corrales, tenadas o como quiera que denominemos a los cerramientos ganaderos realizados a base de simples apilamientos de piedra.

En el vuelo americano de octubre de 1956 se observa claramente la existencia del corral, así como de la vereda que lo comunica con el corral de Matacubillas, situado a unos 250 m al sur. También se observan claros efectos de la erosión ocasionada por el ganado sobre los terrenos que rodean a cada corral (aparece en tonos blanquecinos, denotando ausencia de vegetación). Se observa claramente el cierre meridional del corral, que parece abierto en su extremo oriental.



Veinte años después, en la fotografía del IRYDA, realizada en noviembre de 1977, ya no resultan identificables ni la senda ni los efectos erosivos del ganado. Poco a poco, va aumentando la densidad de la vegetación leñosa que rodea el corral por sus extremos oeste y sur; también se observa que la vegetación herbácea va repoblando los terrenos circundantes.

 



Sesenta y tantos años después del vuelo americano, en junio de 2021 (Google), se observa, aparte de la irrupción de los aerogeneradores y sus caminos de servicio, el continuado avance de la vegetación, tanto en los terrenos circundantes a los dos corrales como en el resto.




El viejo corral presenta un contorno asimilable a un círculo (algo ovalado), de unos 20 metros de diámetro. Aparentemente, los mayores acúmulos de piedra se concentran en la mitad meridional de dicho círculo, quedando en la septentrional únicamente ejemplares aislados de piedras de gran tamaño.




Hoy en día, y sobre el terreno, no resulta sencillo alcanzar los restos del corral de Nicolás; los pocos claros dispersos en el monte se encuentran relativamente aislados y hay que andar tanteando huecos entre las matas, buscando el acceso más claro, evitando en lo posible doblar en exceso el espinazo o resultar arañado por las ramas. El acceso más sencillo parte de las inmediaciones del molino número 3 del parque eólico.




Al llegar al antiguo corral, lo primero que sorprende es la importancia en el acúmulo de piedras, así como la existencia de una especie de calleja, aparentemente tallada entre los afloramientos rocosos, y que lleva la dirección de la aludida senda existente entre este corral y el cercano de Matacubillas.




Los restos del corral, a pesar del tiempo transcurrido desde su abandono, resultan más que evidentes. El mayor apilamiento de piedras se observa en el extremo meridional del ovalado cercado.







Observado desde su extremo septentrional, destaca al fondo la silueta del aludido molino número 3 y, abriendo algo más el foco, la de los otros cinco molinos que se emplazan en los alrededores.





En el extremo noroccidental del corral, todavía resulta reconocible el refugio para el pastor; se trata de una construcción de contorno circular, realizada a base de piedras de menor tamaño, de unos dos metros de diámetro, y con una pequeña apertura orientada al sur.




Aunque hemos otorgado al corral la denominación de Corral o Corrales de Nicolás, no tenemos ninguna certeza de que ese fuera su auténtico nombre. Bien pudiera ser cualquiera de los otros dos términos con connotaciones pastoriles, bien "Corralines", bien "Tenada del Medio".

Suponemos que el tal Nicolás fue una persona de posibles (propietario de más tierras y ganados que el resto de los vecinos), cuya memoria perduró hasta finales del siglo XIX, cuando su nombre continúa apareciendo en el aludido documento del sorteo de montes (1879).

En el Catastro de Ensenada (1752) aparece, como labrador y regidor por el estado noble, un tal Nicolás Hornilla que, suponemos, se trata de Nicolás Ornilla Díaz-Villalvilla (Hces, 1728), casado con Casilda Díez (natural de Villalvilla Sobresierra); Nicolás y Casilda tuvieron siete hijos Ornilla Díez, nacidos entre 1752 y 1771 (José, Francisca, Vicente, Teresa, Manuel, Juliana e Isabel).

Probablemente, Nicolás poseía una cabaña ganadera lo suficientemente importante como para poder disfrutar de un corral en exclusiva; cuando Nicolás falleciera, perduraría la denominación de sus corrales. O quizás Nicolás fuera, simplemente, el impulsor de la construcción de aquellos corrales, realizada durante su nombramiento como "regidor por el estado noble" (una especie de concejal en representación de los vecinos hidalgos).


3. EL REFUGIO DE PASTORES

A unos 100 metros al E-NE del corral de Nicolás, muy escondida en el monte, resulta aún identificable una estructura de piedra, circular, de altas paredes, y realizada con piedras de pequeño tamaño: un supuesto refugio de pastores. 





En los alrededores aparecen abundantes restos de paredones, realizados con piedras de mayor tamaño, que parecen corresponder con un antiguo corral, aunque apenas resultan visibles, ya que se encuentran engullidos por la densa vegetación leñosa del lugar.




Nos encontramos, probablemente, con los restos de otro corral, del que el refugio del pastor resulta ser la estructura que en mejor estado ha llegado a nuestros días. Pudieran ser los restos de los denominados "Corralines" o de la "Tenada del Medio", vaya usted a saber. De todas formas, hay que tener en cuenta que el término "tenada" hace referencia a una construcción ganadera techada.




Aparentemente, por la concentración de los derrubios en forma de cráter asimétrico, el refugio se encontraba abierto al sureste.




En el vuelo americano de 1956, de escasa resolución, apenas resulta reconocible la estructura del refugio ni la del posible corral anejo. 




Lo mismo sucede con el vuelo del IRYDA de 1977, aunque aquí sí que resulta reconocible el apilamiento de piedras correspondiente al refugio.




En un vuelo actual (Google, 2021), con mejor resolución, también resulta reconocible el denso apilamiento de piedra que se corresponde con los restos del refugio.



 

4. MATACUBILLAS: EL CORRAL AMPUTADO

De entre todos los numerosos corrales que existieron en Huérmeces, éste de Matacubillas fue el último en alojar por las noches a alguno de los rebaños ovinos del pueblo; sucedió a mediados de los años cuarenta del pasado siglo. Dice la memoria popular que fue Jerónimo Blanco Mena (Hces, 1906) el último pastor que durmió en Matacubillas.




Lo que parece evidente es que el corral de Matacubillas se ubica en un privilegiado paraje. Sito en la zona alta (1020 m) de una pequeña vaguada que desemboca en el vallejo de Valdelebrín, con unas dimensiones aproximadas de 20 metros de frente y 12 metros de fondo, el recinto se encuentra orientado al suroeste, en suave pendiente.




Situado a unos dos kilómetros del pueblo, el corral disfruta de la protección otorgada por una pared rocosa de unos seis metros de altura, rematada y bordeada por espesas y vigorosas matas de encina. Justo debajo de la pared rocosa, se disponen varios estratos calizos a modo de "graderío".



El propio nombre del corral, Matacubillas, nos habla de dos de los principales caracteres del paraje: mata (encina) y cubillas (coviellascuevillas), haciendo referencia a las pequeñas oquedades existentes en los muchos recovecos del paredón calizo que conforma el cierre septentrional del corral.



En tiempos pre-eólicos y pre-mixomatosicos, no era raro observar la abundante presencia de conejos en este paraje y, en general, en casi todo el vallejo de Valdelebrín (cuyo nombre quizás esté relacionado con lebrín, como supuesto derivado de lebrato, cría de liebre). En este año de 2023 también está resultando muy usual el avistamiento de conejos en la zona.



 

En su día, el paraje de Matacubillas únicamente necesitó -para convertirse en un espléndido corral- que se le dotara de un cierre de piedra en su límite meridional y (parcialmente) en ambos laterales.




Desgraciadamente, durante los trabajos de construcción del parque eólico del Sombrío (2007), alguien decidió que la abundante piedra que conformaba el cierre meridional del corral constituía una cómoda -y barata- fuente de áridos para su uso como zahorra en los caminos y zanjas de servicio del parque. Y así se gestó la actual imagen amputada del corral. La ignorancia -y la temeridad- nunca tuvieron precio.




CRÓNICA DE UNA AMPUTACIÓN NO ANUNCIADA

En antiguas fotografías aéreas (Vuelo americano de 1956 y Vuelo IRYDA de 1977) se distingue perfectamente el contorno del cerramiento pétreo del corral, así como la ausencia de vegetación herbácea en la zona inmediata al mismo, consecuencia de la erosión originada por el continuo trasiego de rebaños ovinos.


Vuelo Americano "B" (8 octubre 1956)

Vuelo IRYDA (noviembre 1977)


Décadas más tarde (Vuelos de 1985 y 2005) se observa una clara evolución en la vegetación que rodea al corral. Así, en 2005 se aprecia que en la esquina oeste del cierre han ido crecido dos matas de encina, así como otra más, de mayor tamaño, en la esquina opuesta. También han ido apareciendo matas y arbustos espinosos entre las rocas que forman el "graderío" inmediato a la pared rocosa.


Vuelo Nacional (9 marzo 1985)

Vuelo PNOA (19 julio 2005)


En el vuelo de 2007, ya iniciadas las obras del parque eólico, el corral aún conserva íntegro el cierre perimetral, pero sería por escasas semanas. Se observa el ancho camino de servicio del parque, así como las zanjas por las que se extendería el tendido eléctrico necesario para transportar la energía producida por los aerogeneradores hacia la estación receptora.

 

Vuelo PNOA (27 julio 2007)


En el vuelo de 2009 se observa ya la desaparición del cierre de piedra meridional, completamente arrasado, destacando los tonos blanquecinos, que denotan la reciente desaparición del antiguo apilamiento de piedras. Suerte que se respetó a una de las dos pequeñas matas de encina que habían crecido en la esquina oeste del cierre. También se salvaron unas pocas piedras de gran tamaño y la mata protegida por ellas, dispuestas en la esquina opuesta.

 

Vuelo PNOA (24 junio 2009)


En vuelos muy recientes (Google, 2021) se observa la desaparición de los tonos blanquecinos correspondientes al desaparecido cierre, así como el avance de la cobertura herbácea, que ha invadido tanto el terreno sobre el que se extendía aquel como el correspondiente a las zanjas de evacuación de energía eléctrica.


Google Maps (18 junio 2021)

A pesar de la agresión sufrida por el corral, Matacubillas sigue siendo un paraje de singular encanto, cercano al pueblo y de acceso sencillo. Sobre todo, son sus atardeceres los que resultan más recomendables ya que, aunque sople el cierzo, siempre tendremos el abrigaño que proporcionan el paredón calizo y las matas de encina que cierran el corral por el norte. Y si permanecemos en silencio, es posible que podamos contemplar el discreto paso de un conejo, una liebre o un corzo.



APÉNDICE

En un antiguo post de este mismo blog se trató el asunto de la relativa abundancia de corrales existentes en el término de Huérmeces, centrándose únicamente en los once que aún resultan fácilmente identificables en su paisaje: Once corrales