sábado, 4 de abril de 2020

Lobos, nieve y humanos: Huérmeces (1953), La Cabañuela (1956)


En estas semanas de confinamiento, a falta de las antes habituales excursiones primaverales en busca de humildes ermitas, colmenares arruinados, dólmenes semi enterrados o roturos de contornos peculiares, quizás apetezca sentarse a contar viejas historias de grandes nevadas, atrevidas alimañas y valientes vecinos que les hicieron frente.

No será necesario escarbar muy profundo en las viejas hemerotecas para encontrar historias de este tipo; no tendremos que llegar más allá de los años cincuenta del pasado siglo.

En la prensa local de la época encontramos dos pequeñas pero curiosas crónicas periodísticas en las que esa añeja trinidad (nieve, lobos y humanos), evocadora de otros tiempos, adquiere protagonismo y sirve para tejer historias muy apropiadas para contar a tus nietos, al calor de la lumbre.

Evocamos tiempos en los que el confinamiento invernal era algo natural, impuesto por el mero rigor del clima castellano. Y conviene recordar que no había tele, ni teléfono, ni internet ni, en muchas casas, siquiera una radio. Quedaban los naipes, la cháchara y ... los cuentos.

Una de las crónicas recogidas en el Diario de Burgos acontece en nuestro mismo pueblo; la otra, en un lugar muy cercano, La Cabañuela, aunque su protagonista humano tiene una evidente conexión con Huérmeces.

Antes de meternos con los relatos, tres pequeñas aclaraciones, que sirven para introducir a los tres personajes principales:


LOBOS 

En los años cincuenta, aún era relativamente habitual la presencia de lobos en los páramos de los alrededores de Huérmeces, aunque siempre en forma de individuos erráticos, en constante nomadeo, sin llegar nunca a formar manadas estabilizadas en la zona, tal y como sucedía en la Sierra de la Demanda y aledaños.

En las dos pequeñas crónicas del Diario se habla explícitamente del tamaño de los lobos implicados. En la primera se dice "dos enormes lobos"; en la segunda, "un lobo de gran tamaño".

No es necesario realizar un gran esfuerzo para comprender el motivo o los motivos por los cuales los lobos que interactúan con humanos siempre resultan ser ejemplares de gran tamaño, astuto carácter y singular fiereza; ¡ah, cuánto daño ha hecho Caperucita Roja al mundo del lobo! 


Lobo ibérico (Canis lupus signatus)

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Resulta comprensible que, en muchos encuentros con lobos, a la mente del solitario humano que se topa con ellos acudan ciertas sensaciones de miedo atávico; una vez superado el susto inicial, otros condicionantes como la escasa luz, la mucha nieve, la sensación de aislamiento, los cuentos que oíste cuando eras niño ... todos ellos son factores que originan una involuntaria y comprensible exageración a la hora de describir el tamaño y comportamiento de la fiera.

En realidad, sucede todo lo contrario. En la mayor parte de las ocasiones, los lobos que entran en un pueblo en busca de comida o que acechan a un ser humano solitario, son ejemplares enfermos, esmirriados o con algún que otro problema de movilidad que les incapacita para alimentarse de las habituales presas silvestres, por lo que buscan presas domésticas o incluso humanas, a la desesperada, acuciados por un hambre atroz.

Tampoco desdeñemos la posibilidad de que el propio corresponsal periodístico o narrador secundario pusiera también su granito de arena a la hora de incrementar el tamaño medio del lobo o de los lobos implicados. Siempre ha interesado que "tu crónica" sea leída y comentada por el mayor número posible de personas, y qué mejor manera de incrementar el interés de una noticia que hacerlo también con el tamaño de la fiera.

Aún así, y para no restarle ni un ápice de épica a ninguno de los dos relatos, daremos por aceptable la afirmación de que los tres lobos implicados en aquellos gastaban talla XXL y estaban dotados de un fiero y astuto carácter.


NIEVE:

No es lo mismo encontrarse con lobos en un páramo cubierto de nieve que en una bucólica pradera primaveral, atravesada por un prístino riachuelo y salpicada de variados árboles a los que encaramarte en caso de necesidad. El factor nieve (mucha nieve) es importante, pues, para el completo desarrollo del relato.

En algunos manuales de meteorología se bautiza como "el período frío del siglo XX" el comprendido entre los años 1951 y 1957. Temperaturas más bajas de lo normal, nevadas en lugares inusitados, grandes nevadones en tierras de interior y cadenas montañosas. Y dentro de este período, el invierno 1952-1953 fue especialmente duro, con temperaturas y nevadas extremas en gran parte de España. Nevó en las costas cantábrica y mediterránea, en Levante y en Andalucía. Se paralizaron líneas férreas y puertos de montaña; multitud de pequeñas poblaciones quedaron aisladas durante días y días.

Tren de la línea León-Asturias atrapado por la gran nevada de enero de 1953



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Nuestro viejo amigo, el anticiclón de las Azores, estuvo especialmente juguetón durante las primeras semanas del año 1953. Y sus correrías atípicas, combinadas con una profunda borrasca anclada en el Mediterráneo, se tradujeron en copiosas nevadas, fuertes granizadas, intensas heladas y potentes vientos de componente norte.

HUMANOS:

España, años cincuenta. Poco más cabría añadir. La interminable postguerra, la etapa autárquica con su penuria económica, la ausencia de perspectivas de futuro para parte de la población, el predominio absoluto de la componente religiosa ... todo un poco deprimente. Pero la vida seguía, como no podía ser de otra manera. Y el mundo rural en particular aún no había sufrido el éxodo que lo vaciaría en pocos años, por lo que su base económica y social estaba constituida por una agricultura y ganadería de mera subsistencia.

Los pueblos de la comarca mantenían aún unos niveles de población relativamente importantes; las tierras, los pastizales y los montes sufrían una explotación más extensa que intensiva. En concreto, la cabaña ovina constituía un recurso importante para muchos de los pueblos de la comarca. Varios rebaños en cada pueblo, distribuidos por barrios, implicaban a varios pastores y sus correspondientes familias, que solían ser muy numerosas.

Por lo tanto, los encuentros entre lobos y pastores eran relativamente frecuentes en aquellos años. Y los pastores sabían gestionar sin grandes problemas aquellos encuentros, en base a su experiencia y a la inestimable ayuda de sus perros. Otra historia era la de los encuentros con lobos por parte de humanos ajenos al mundo pastoril.

Y ahora ... vayamos a los relatos. Enciendan la lumbre, aticen la gloria o colóquense una manta sobre las piernas; convoquen a los nietos (por videoconferencia, por supuesto); pónganse cómodos; aclárense la garganta ... y lean en voz alta, para que todos puedan oírles nítidamente ... 


CUENTO PRIMERO: Lobos en Huérmeces (1953)

Había estado nevando con ganas sobre el pueblo durante los cuatro días anteriores, y era ya la segunda nevada consecutiva desde la entrada del nuevo año. Un manto blanco cubría casas y caminos, campos y montes.

Ya estaba avanzada la noche del sábado 10 de enero de 1953, cuando Félix, que se encontraba de tertulia en casa de su vecino Ramiro, escuchó los angustiosos alaridos de su perro.


Caza de lobos en Hungría, Deis (1879)
Pensando que se trataba de una pelea con otro can, Félix salió de casa del vecino dispuesto a defender a su perro. Pero el espectáculo que contempló le dejó perplejo: dos "enormes" lobos estaban soltando dentelladas a su pobre perro. Logró, con gran esfuerzo, ahuyentar a los lupinos, pero nada pudo hacer por su perro, herido mortalmente. 


Como en muchas otras ocasiones, la abundancia y persistencia de nieve en el monte, junto con la escasez de alimento, había ocasionado que a los lobos -acuciados por el hambre- no les quedase más remedio que acercarse a las poblaciones humanas. Los rebaños ovinos llevaban varios días sin salir al campo, por lo que las oportunidades de conseguir comida eran escasas.

Y sí, queridos niños, en caso de necesidad, los lobos también comen perros, esas hoy adorables y paseables mascotas. Se estima que entre un 8 y un 10% de la dieta de un lobo está formada por perros. Así de cruel era la vida en el universo canino.





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La noticia del Diario de Burgos destaca "la audacia de las fieras, que en el deseo de aplacar su hambre, llegaron a penetrar en el centro del poblado".

Vale que la épica es importante para el relato, pero la realidad nos dice que Félix vivía con su familia en una de las casas del barrio de Mercado, en el extremo oriental del pueblo, a la vera del camino de Castrillo y Monte las Eras. Y Félix, como la mayor parte de vecinos, mantenía encerrado en las cuadras de la casa a un pequeño grupo de ovejas y cabras, que sin duda atrajeron la atención de los lobos errantes.

Las casas de este barrio fueron, pues, las primeras que se encontraron los lobos en su descenso desde los extensos y espesos montes de encina que se desplegaban entre Huérmeces, Castrillo de Rucios y San Martín de Ubierna. Queda claro que el barrio de Mercado no era, ni es, el centro del pueblo.

Hoy en día, el barrio de Mercado se encuentra sobradamente alumbrado por modernas farolas, pero en aquellos no tan lejanos cincuenta ya podemos imaginar que la iluminación nocturna sería mucho más limitada o incluso inexistente, por lo que resultaría muy difícil precisar el número exacto y el tamaño aproximado de los osados lobos.

El suceso es aún recordado por varios vecinos del pueblo, que escucharon a Félix contar en su día aquella historia de la noche en la que los lobos bajaron a Huérmeces. Me cuentan que, seguramente, Félix jamás afirmó al corresponsal del Diario que los lobos de aquella noche fueran "enormes"; tanto es así que, al principio, estuvo a punto de confundirlos con perros, más o menos asilvestrados, pero perros.


CUENTO SEGUNDO: Ramiro y el lobo (1956)

El Páramo de Masa, en su condición de paraje inmenso, apartado y solitario, ha resultado de siempre un lugar muy dado a encuentros sorpresivos entre bestias y humanos, entre humanos de bandos diferentes, y más recientemente, también entre humanos y supuestos seres de otros mundos.

En el año 1956, Ramiro trabajaba en la conocida granja de La Cabañuela, situada entre las localidades de Quintanajuar (hoy despoblado), Cernégula y Hontomín. La granja, de gran extensión, empleaba a varios trabajadores, dirigidos por un capataz o encargado.

En la tarde del sábado 25 de febrero, después de comer, Ramiro quiso aprovechar el tiempo libre, originado en parte por la gran nevada que había caído días antes, para acercarse a Hontomín y adquirir diversos comestibles. La Cabañuela y Hontomín están separados por poco más de cuatro kilómetros, la mayor parte de los cuales consisten en una carretera llana y rectilínea, entonces flanqueada por numerosos árboles.

Cuatro kilómetros no parecen una distancia muy grande para una persona joven (Ramiro tenía entonces 24 años) y acostumbrada a andar, pero si tienes que hacerlo sobre una capa de nieve de unos 70 cm de espesor, la cosa cambia.

Una vez adquiridas las viandas, Ramiro emprendió el trabajoso camino de vuelta desde Hontomín. Apenas había recorrido unos dos kilómetros, cuando le salió al encuentro un lobo "de gran tamaño".


Lobo ibérico (Canis lupus signatus) Fotografía: Jorge Sierra
En aquellos años, cuando se salía al monte o al campo, y tanto si eras pastor como si no, era habitual el ir acompañado de un palo o una cachaba, por lo que pudiera acontecer. Afortunadamente para Ramiro, él también era un fiel seguidor de esa tradición pastoril, por lo que lo primero que intentó -con éxito- fue ahuyentar a la fiera a base de una completa exhibición de enérgicos movimientos de cachaba.

Pensó que ahí se había acabado su encuentro con el lobo y, mientras continuaba -ahora a paso más ágil- su camino hacia la granja, iba pensando en la anécdota tan simpática que les iba a contar a sus compañeros. 

Pero Ramiro se equivocaba. El lobo no había huido de él, simplemente se había replegado, a la espera de mejor ocasión. Un kilómetro más allá de su primer encuentro, la fiera volvió a cruzarse con el joven. Ramiro repitió el enérgico blandir de su cachaba y, de nuevo, el lobo se alejó -tranquilamente- del camino.

No obstante, el persistente lobo salió al encuentro de Ramiro por tercera vez, cuando este se encontraba ya cerca de la granja. Y en esta ocasión el lupino hizo caso omiso de las amenazas leñosas del joven. Quizás fue el intenso aroma que emanaban las viandas que Ramiro había adquirido en Hontomín, quizás fue que el propio joven le pareció a la bestia un bocado apetecible, o quizás simplemente fue que el lobo tenía hambre ... mucha hambre ...

El caso es que Ramiro captó que su vida podía correr algún peligro (recordemos que el lobo era de gran tamaño) y rápidamente buscó un árbol al que encaramarse. Afortunadamente, en aquellos años no se había producido aún el holocausto arboricida de los sesenta, por lo que la carretera de Hontomín disponía de una amplia gama de ejemplares arbóreos a los que acudir en caso de necesidad.

Una vez a salvo sobre el árbol, Ramiro pidió auxilio con todo el volumen que su garganta le permitió, con la esperanza de hacerse oír por alguien de la ya cercana granja. Fue el propio encargado de La Cabañuela, un tal Gonzalo García, el primero en escuchar los lastimeros gritos de Ramiro.

Persona resuelta, el encargado García organizó rápidamente una partida de rescate formada por un numeroso grupo de los obreros de la granja, armados con horcas y palos. Ahora sí que daba la impresión de que el lobo emprendía la definitiva huida, ante el escándalo sonoro y visual que montaba la partida de rescate.

Ramiro, ya más tranquilo y aliviado, cometió un nuevo error, al apearse del árbol antes de que sus rescatadores llegaran a su altura. El lobo se percató del evento, y realizó un último intento -el cuarto- por acercarse al joven, lo que obligó a este a encaramarse de nuevo al árbol salvador. 

Finalmente, los rescatadores llegaron a la altura de Ramiro, el lobo se dio por vencido, y el joven fue llevado de vuelta a la granja, sano y salvo.

Los responsables de la granja decidieron organizar una batida en cuanto mejorara el estado de los campos y caminos, impracticables por la nevada.








EPÍLOGO

No se hicieron públicos los resultados de la batida, aunque semanas después circulaba por la comarca cierta historia que hablaba del increíble y lastimoso espectáculo que ofrecieron una docena de hombres encaramados a un solitario arce, en actitud ultra defensiva, mientras que un único lobo, de complexión más bien canija, daba reiteradas vueltas alrededor del atiborrado árbol. Sin duda, el lobo esperaba a que la fruta, ya madura, acabara por caer al suelo. 

Dicen que a los componentes de la batida hubo de rescatarlos una pareja de guardias civiles, venida expresamente desde el cercano puesto de Quintanilla Sobresierra. 


¿Leyenda rural?, ¿cuento de taberna?, ¿vintage fake news? Me temo que nunca lo sabremos. Dudo que a ninguno de los integrantes de aquella batida le interese divulgar -ni siquiera reconocer en conversación privada- ese vergonzoso remate para la historia del lobo "de gran tamaño" que obligó a Ramiro a subirse dos veces al mismo árbol.


Yo me limito a transcribirlo literalmente, tal y como me lo contó una persona de cierta edad, hace ya muchos años, al calor de la glorieta, durante una noche de fuerte ventisca.



Lobo ibérico (Canis lupus signatus)-J.J. Bautista (1984) Hermann Blume


BREVES NOTAS BIOGRÁFICAS

Félix Ortega Díaz (Huérmeces, 1905) y María Concepción Villalvilla Santiago (Huérmeces, 1912) vivían, junto con sus cuatro hijos (Laura, Eusebio, Julián y Manuel), en la casa número 4 del barrio de Mercado, situada entre las casas de Ramiro y Jacinta. A mediados de los años cincuenta, la familia Ortega Villalvilla se estableció en la ciudad de Gijón. 

Ramiro Juarros Fernández (Masa, 1931) era el hijo mayor de Baldomero (Masa, 1902) y Encarnación (Tudanca de Ebro, 1906), pastores que prestaron sus servicios en Huérmeces durante -al menos- ocho años (1943-1950). Ramiro residió en Huérmeces durante su adolescencia y sus primeros años juveniles, junto a sus padres y ocho hermanos. Además de en la granja de La Cabañuela, Ramiro trabajó en el cercano pueblo de Mata, uno de los que conforman el grupo de Las Billetas.

[no confundir a este Ramiro de La Cabañuela con el vecino de Félix en el barrio de Mercado, también con el mismo nombre]

RESEÑAS DE PRENSA:


Diario de Burgos, 15 de enero de 1953

Diario de Burgos, 1 de marzo de 1956



CUENTO INFANTIL 

"El pastor mentiroso" (también denominada, a veces, "El pastorcito mentiroso") es un cuento infantil basado en una fábula atribuida a Esopo, de la que se ha extraído la célebre frase "¡qué viene el lobo!", utilizada como símil de las amenazas infundadas que al final se acaban por cumplir. Este cuento es confundido, a veces, con la película de animación "Pedro y el lobo" de Disney.


MÚSICA CLÁSICA


Pedro y el lobo - Prokófiev
En 1936, el músico ruso Serguéi Prokófiev realizó una composición sinfónica titulada "Pedro y el lobo", basada en un cuento popular ruso para niños. La composición contempla la figura de un narrador, acompañado por una orquesta completa. Se trata de una obra realizada por encargo, con el objetivo de cultivar el gusto musical en los niños ya desde los primeros años de escuela. Prokófiev compuso la obra en tan solo cuatro días.

PELÍCULA DE ANIMACIÓN


Diez años más tarde, en 1946, Walt Disney produjo una versión animada de la obra de Prokófiev. El "Pedro y el lobo" de Disney contempla varios cambios con respecto al original del compositor ruso; en particular, se cambia el final de la obra, en un intento por no traumatizar al público infantil: el narrador anuncia que el lobo, finalmente, no logró comerse al pato. ¡Bieeen!


LECTURAS 


LOBOS

El lobo ibérico. Biología y mitología. Ramón Grande del Brío. Hermann Blume (1984). Una delicia de lectura. Todo un clásico sobre el lobo. A principios del siglo XXI se editó una nueva versión, actualizada y completada.
[los perros, componente de la dieta del lobo, páginas 45-46]



NIEVE

Calendario meteoro fenológico 1954. Servicio Meteorológico Nacional. Para los aficionados a los datos meteorológicos y fenológicos. En este de 1954 se recogen las principales efemérides del año agrícola 1952-1953.
[el tiempo en enero de 1953, página 65]



HUMANOS

La posguerra española. Crónica de una sociedad rota. Antonio Sánchez y Pilar Huerta. Libsa (2005). Los durísimos tiempos que vivió la sociedad española tras la Guerra Civil, con sus miserias, su pobreza y necesidad, las represalias y la dura lucha por salir adelante.

1 comentario:

  1. Este Gonzalo va a ser el alcalde de Quintanaloma, es frecuente verle en la gasolinera de Cernegula y en el bar de Hontomi, a ver si es posible sacarle algo

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