sábado, 3 de agosto de 2019

Los últimos carteros de Huérmeces



Hubo un tiempo en el que casi todas las cosas importantes se decían por carta: el fallecimiento de un familiar querido, una herencia insospechada allende los mares, una declaración de amor, el recibo de la contribución, tu destino en la mili, el resultado de un análisis clínico...





Y el cartero era el fiel portador de todas esas nuevas, de las alegres y de las tristes, de las oficiales y de las sentimentales, de las manuscritas con letra temblorosa y de las mecanografiadas con caracteres saltarines y tinta violácea.





El cartero era una especie de intermediario, chamán y testigo único entre el mero soporte físico –la carta- y las emociones que la llegada de la misma provocaba en el destinatario. Cuantas lágrimas y abrazos ajenos habrán soportado los hombros de un buen cartero. Cuantos guiños cómplices habrá captado, cuantas miserias y grandezas habrá intuido, cuantos discretos silencios habrá guardado…




Seguro que todos recordamos un día concreto de nuestro pasado en el que la llegada de una carta cambió o pudo cambiar el rumbo de nuestra vida. Y si al recuerdo de la carta recibida y de lo que en ella se decía se une la imagen del cartero subiendo la cuesta hacia tu casa un brumoso día de otoño ya ni te cuento…  

Y algo inconcebible en los tiempos del correo electrónico, la carta tardaba su tiempo en llegar, varios días, durante los que –como el buen vino- maduraba de morral en morral. (1)

Por eso es fácil de entender el hechizo que produce el encontrar una vieja carta de un familiar querido en un arcón del desván o en un cajón de un viejo armario. De entre todas las pertenencias olvidadas de un difunto, quizás esas cartas recibidas y almacenadas durante años constituyan lo más sentimental de su legado, por lo que la labor de arqueología postal puede generar grandes satisfacciones y sorpresas al que la practique.

A veces, la sola lectura del encabezamiento ya supone una buena sobredosis de emociones para el postrero lector:


Zaragoza, a 8 de mayo de 1938


Así comenzaba una carta que le escribió mi abuelo Narciso a mi abuela Leonila en tiempos de guerra. El lugar y la fecha ya lo dicen todo: próxima estaba ya la batalla del Ebro, en la que se jugó el destino de la guerra y la pronta vuelta a casa de los soldados.

Angustiosos días los que pasaron quienes, esperando ansiosamente una determinada carta, contemplaban como el cartero siempre pasaba de largo: no podías evitar el pedirle que mirara de nuevo en el morral, que tenía que haber algo para ti. Y su mirada no mentía: nada, no había nada. Aunque siempre añadía, en un intento por consolar al desesperanzado destinatario, que mañana seguramente lo habría. Y si al día siguiente te descuidabas y no estabas atento a la hora del reparto, no pasaba nada, pues todo el mundo sabe que el cartero siempre llama dos veces.





Especial ilusión hacía la llegada de un sobre de correspondencia internacional, un air mail remitido por el familiar que tiempo ha emigró a Alemania o a América. Esos ribetes oblicuos, azul y rojo, siempre prometían buenas nuevas, que luego se cumplían o no. Y al menos, para los que tuvieran tendencias filatélicas, quedaba uno o varios sellos más o menos exóticos que incorporar a tu colección.

Cuando nuestro cartero, tras una mañana de reparto, atraviesa por fin la puerta de su casa, quizás ese día sin carta alguna que llevar a los suyos, lo hace para comenzar la jornada en su segunda ocupación. Porque en aquellos años el sueldo de cartero no daba para vivir. De hecho, pocos sueldos de entonces daban para vivir.

Generalmente, un cartero rural combinaba el reparto de cartas con sus quehaceres habituales como labrador o ganadero. Quizás cambiaran algo sus horarios con respecto a los de sus vecinos, pues había que ir a diariamente a recoger la correspondencia al coche de línea o al pueblo importante más cercano, y después realizar el reparto en el pueblo o en los pueblos incluidos en su ruta.  

Una carta… mucho más que papel, tinta y timbre adherente. Un cartero… mucho más que un simple trabajo a cambio de un –pequeño- salario. Uno de los oficios más evocadores de aquellos lejanos tiempos en los que todo lo importante se decía por carta.



LOS ÚLTIMOS CARTEROS DE HUÉRMECES

En la España Rural, hasta la Guerra Civil, era relativamente habitual que el puesto de cartero se “heredara”, bien de padres a hijos, bien de tíos a sobrinos. Y siempre con el plácet del alcalde de turno y de los responsables del servicio provincial de Correos, por supuesto. Después de la guerra, sin embargo, se valoraban más los méritos contraídos durante la misma, sobre todo si se había combatido en el lado vencedor, lógicamente.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que el gremio de carteros fue uno de los más represaliados durante la guerra y, sobre todo, después de la misma. Cientos de carteros fueron apartados del servicio y dados de baja en el escalafón correspondiente, creándose multitud de vacantes a disposición de personas más “adeptas”. En Huérmeces y en el resto de pueblos del entorno, al no existir apenas oposición al golpe, ni antes, ni durante, ni después, tal situación –por lo que yo conozco- no llegó a plantearse.




También hay que destacar que, aún a finales del siglo XIX y primer tercio del XX, en la España rural era relativamente frecuente un cierto acúmulo de tareas "oficiales" en unas pocas personas: así, las funciones de alcalde, juez de paz, fiscal municipal, secretario y cartero solían solaparse o turnarse; tampoco hay que olvidar que, en aquellos tiempos, las tasas de analfabetismo funcional aún eran relativamente importantes, y no todos los vecinos de un pueblo pequeño sabían leer y escribir correctamente.
  
Hasta dónde he logrado llegar, cuatro fueron los carteros que prestaron sus servicios en Huérmeces durante el siglo XX:





Benito Varona Ubierna
(Huérmeces, 1866-1934); desconocemos el número exacto de años durante los cuales Benito ejerció de cartero; probablemente, abarcaron parte del primer tercio del siglo XX, hasta su edad de jubilación (1931). Benito y su mujer, María Villalvilla Varona, no tuvieron descendencia masculina, por lo que el puesto de cartero pasó a manos de su cuñado Eugenio (esposo de Elisa, la hermana de María).


Diario de Burgos, 21 de abril de 1921



Durante los primeros años del siglo XX, la correspondencia dirigida a Huérmeces debía recogerse en el pueblo vecino de Ubierna, situado a unos 7 km al SW, y comunicado por un viejo camino, con prolongadas y pindias subidas y bajadas, por lo que los viajes -a lomos de caballería- eran una constante en la vida del cartero de aquellos tiempos. (2)

Cuando se finalizó la nueva carretera entre Burgos y Aguilar de Campóo, ya bien entrada la década de 1910, la correspondencia viajaría a bordo de una de las primeras compañías que prestó el servicio de transporte de viajeros, mercancías y correo: "El Rápido". La correspondencia llegaba diariamente a Huérmeces, por lo que el trasiego diario del cartero disminuyó considerablemente. Se acabaron los viajes diarios a Ubierna.

Tal es la impronta que queda en una familia de carteros que, Dionisio Varona García (Huérmeces 1894-1966), yerno de Benito, fue conocido durante buena parte de su vida con el apelativo de “Nisio el Correo”, a pesar de que jamás llegó a ejercer dicha profesión.



Eugenio Alonso Fernández (Huérmeces, 1873-1940): fue cartero durante toda la década de los años treinta: desde la jubilación de Benito (1931) hasta el fallecimiento de Eugenio, en julio de 1940. Eugenio fue también alcalde de Huérmeces entre los años 1923 y 1930.




Suponemos que, durante esta década, la correspondencia seguía llegando diariamente a Huérmeces a bordo de la compañía concesionaria de la ruta Burgos-Aguilar de Campóo. Ignoramos si dicha compañía continuaba siendo "El Rápido" o si se había realizado una nueva concesión.





Durante la primera mitad de la década, abundaron las cartas timbradas con polícromos sellos, en los que aparecía el morado quizás por primera vez.

Y poco después, los tres años de guerra civil (1936-1939) seguro que supusieron un trastorno considerable para las rutas de correo y la labor de los carteros. Y las nuevas que portaban las cartas de aquellos años, ocasionarían dolor, intranquilidad o esperanza en muchas casas. 


Fidel Alonso Díez (Huérmeces, 1917-1989): fue el cartero más longevo de todo el siglo XX, ya que ejerció como tal durante 42 años (1940-1982); Fidel trabajó desde los duros años de la posguerra hasta la llegada de la democracia; fue privilegiado testigo de todo el acelerado proceso de éxodo rural acaecido durante los años cincuenta, sesenta y setenta, al término del cual la población de Huérmeces se redujo a la tercera parte.

En 1940, el sueldo anual de un cartero rural (para una población del tamaño de Huérmeces) ascendía a la cifra de 500 pesetas. Apenas 42 pesetas mensuales en 12 pagas. Aún así, en el contexto de una economía agraria casi de subsistencia, dicho sueldo constituía un ingreso fijo nada desdeñable. Para contextualizar un poco más, puede resultar de interés saber que, en ese mismo año de 1940, el sueldo de la maestra que prestaba sus servicios en Huérmeces rondaba las 4000 pesetas anuales.





Durante los primeros años de la posguerra, el correo llegaba en el coche de línea (Faustino Martínez), y el cartero debía encontrarse en la parada, sita al lado de la cantina de Joaquín y Matilde, a la hora de paso del autobús, tanto por la mañana como por la tarde, para recoger o entregar la valija correspondiente. Si por cualquier circunstancia, el cartero no podía encontrarse en la parada a la hora habitual, debía encargarle dicho cometido a otra persona de su confianza. Durante un tiempo, fue Manuel Alonso Melgosa, el padre de Fidel, el que asumió dichas funciones de “suplencia”.

Durante todos estos años, fue una bicicleta el medio de locomoción utilizado por Fidel; y la ruta de reparto incluía el pueblo vecino de Ruyales del Páramo que, como su propio nombre indica, está situado en un alto, al que se accede por una empinada cuesta de casi 2 kilómetros.

  
Fidel, Petra, Victoria y ... la vespa (c. 1967)


Años más tarde, al ejercer directamente Correos parte de la función logística, Fidel pasó a recoger y entregar el correo, diariamente, al pueblo vecino de Santibáñez Zarzaguda. Este hecho coincidió con la ampliación de la ruta de reparto, ya que a mediados de los años 60 se incorporaron a la misma los pueblos de Quintanilla Pedro Abarca y San Pantaleón del Páramo, servidos hasta entonces por el cartero de Montorio.

Se hizo entonces imprescindible la sustitución de la bicicleta por un medio de locomoción motorizado. Fidel pasó a utilizar una Vespa, cedida por su hermano Emiliano, en las tareas diarias de recogida y reparto de correspondencia; años más tarde utilizó un automóvil Citröen 2CV y, ya en los años finales, un Seat 127.



Petra García Villalvilla (Huérmeces, 1928): cartera durante siete años (1982-1989); sustituyó a su marido Fidel al alcanzar éste la edad de jubilación, y ejerció de cartera hasta 1989. Al igual que Fidel, cubrió el servicio de correos para los cuatro pueblos que hoy conforman el municipio de Huérmeces.

Cuando Petra asumió el trabajo de cartera, a sus 53 años, no dudó en sacarse el carnet de conducir, lo cual dice mucho en favor de su carácter y determinación.


Petra García Villalvilla, en su 65 aniversario (1993)


Durante los años ochenta, culminado el éxodo rural, el número de casas cerradas era ya muy superior al de abiertas, aunque algún negocio nuevo se estableció en el pueblo, originando un pequeño aumento de la correspondencia. 

Petra fue, por lo tanto, la última cartera de Huérmeces. Después de ella, fueron ya carteros de la capital los que acabaron por realizar el reparto diario de correspondencia.



AGRADECIMIENTOS


A Petra García Villalvilla (Huérmeces, 1928), la última cartera de Huérmeces
A Casilda Varona Varona (Huérmeces, 1927), nieta de cartero
A Victoria, hija de carteros



NOTAS


(1) la denominación correcta del bolso de cuero utilizado por los carteros para el reparto de la correspondencia es valija; considérese el uso del término morral como una mera licencia poética.
(2) En el Diario de Burgos de 16 de abril de 1925 aparece la siguiente notificación: "Correos: Se confirma con el carácter de propietario que tiene a D. Benito Varona Ubierna, en el cargo de cartero de Huérmeces (Burgos), quedando relevado de servir a Ruyales del Páramo." [al mismo tiempo, en otra notificación, se confirma al cartero de Montorio, Ramón Macho Pérez, la obligación que tiene de servir a La Nuez de Arriba, Acedillo, Bustillo, Hormazuela, Quintanilla Pedro Abarca, San Pantaleón y Ruyales]



BANDA SONORA

Aunque hoy nos pueda parecer una canción algo acaramelada -como muchas otras de comienzos de los sesenta- el tema Please Mr Postman puede servirnos de adecuado acompañamiento musical para este post, sobre todo para los que contamos con algún cartero entre nuestros ancestros, o para los que alguna vez, quizás ya hace mucho tiempo, esperaron ansiosamente una carta, que finalmente llegó o no.


Oh yes, wait a minute Mister Postman
Wait Mister Postman
Please Mister Postman, look and see
If there's a letter in your bag for me
Please, Please Mister Postman
Why's it takin' such a long time
For me to hear from that boy of mine

There must be some word today
From my boyfriend so far away
Please Mister Postman, look and see
If there's a letter, a letter for me

I've been standin' here waitin' Mister Postman
So patiently
For just a card, or just a letter
Sayin' he's returnin' home to me

Mister Postman, look and see
If there's a letter in your bag for me
Please, Please Mister Postman
Why's it takin' such a long time
For me to hear from that boy of mine

So many days you passed me by
See the tears standin' in my eyes
You didn't stop to make me feel better
By leavin' me a card or a letter

Mister Postman, look and see
If there's a letter in your bag for me
Why's it takin' such a long time
Why don't you check it and see

One more time for me, you gotta
Wait a minute
Wait a minute
Wait a minute
Wait a minute
Mister Postman
Mister Postman, look and see

C'mon deliver the letter, the sooner the better
Mister Postman




La canción Please Mr. Postman fue grabada por primera vez en 1961, en el mítico sello Tamla (Motown), por el exitoso grupo vocal The Marvellettes, formado por entre cuatro a seis chicas afro-americanas; a lo largo de su carrera, como era habitual en la época, varió la composición del grupo, aunque sus dos cantantes principales fueron Gladys Horton y Wanda Young. La canción del señor cartero constituyó la primera del sello Motown en alcanzar el número 1 en la lista de éxitos de la época (Billboard Hot 100).

La letra de la canción consiste, básicamente, en la reiterada y lastimera petición por parte de una chica al cartero de su barrio, desesperada porque no le trae una carta de su novio, alejado de ella por la mili, la guerra, el trabajo o vaya usted a saber.

En la grabación de The Marvellettes, la voz cantante corría a cargo de Gladys Horton, y la instrumentación fue cosa de The Funk Brothers, que incluía a Marvin Gaye en la batería.

Los autores del tema fueron el trío formado por Dobbins, Garrett y Brianbert, aunque hay otros títulos de crédito circulando por ahí.


Aparte de esta versión original, existen otras muchas, entre las que destacamos como más conocidas –o más curiosas- las tres siguientes:




THE BEATLES
: incluida en su segundo álbum británico With the Beatles (1963); en los Estados Unidos, fue incluida en el álbum The Beatles’ Second Album (1964); la canción estaba cantada por John Lennon, y en esta versión se invertían los géneros de los protagonistas: chico el que esperaba la carta, chica la que se demoraba en escribirla (o enviarla). Algún músico contemporáneo (Ian McDonald, de King Crimson) criticó esta versión por su "vacuidad general". Vaya, vaya, con los colegas...





THE CARPENTERS: este dúo vocal e instrumental estadounidense, publicó su versión en 1974, alcanzando el número 1 en varias listas de éxitos. La portentosa voz de contralto de Karen Carpenter, unida a los arreglos ejecutados por su hermano Richard, originaron una brillante versión, más exitosa incluso que la original. A pesar del éxito obtenido, Richard declaró haberse arrepentido de su grabación, por considerarla una canción excesivamente "blandita". No hagan ni caso al listillo del hermanito y escuchen la maravillosa voz de Karen:




EL CUARTETO DE NOS: treinta y tantos años después de la canción original, este grupo rockero uruguayo la versionó como “Bo Cartero” en su álbum Otra Navidad en las trincheras (1994); se mantuvo la música, pero la letra fue reescrita, en castellano y en rotunda clave humorística. Al igual que en la versión de los Beatles, aquí es un chico el que espera carta y una chica la que se demora mucho en enviarla. Al contrario de las tres versiones anteriores, esta de los uruguayos puede considerarse cualquier cosa menos "blandita". Su letra, hilarante, sarcástica e irreverente, supone una buena vuelta de tuerca a la ya vieja canción del señor cartero.


4 comentarios:

  1. Estupenda entrada, como todas las que escribes. Soy seguidora tuya desde hace años y hoy me he animado a felicitarte porque escuchar las Marvellettes, Beatles, Carpenters... me ha alegrado el día.
    Saludos de una hija y nieta de bubulillos

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  2. Muchas gracias por tu comentario, Lydia. Me alegra mucho que una bubulilla sea seguidora de un blog alimentado por un farol, hijo, nieto, bisnieto y tataranieto de faroles. Procuraré seguir escribiendo en la misma línea, siempre con respeto y cariño hacia las gentes y pueblos de "La Comarca".

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  3. Bravo. Emotiva y bien documentada entrada. He conocido a 3 generaciones de carteros: abuelo, hija y nieta (caballo, bici, luego motocicleta y land Rover finalmente). Los dos primeros me veían casi todos los días con la ilusión de recibir de facil manos otra carta esperada. Nostalgia de un buen tiempo.
    Has acertado de pleno con la banda sonora, aunque lo tenías fácil Varona.

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  4. Gracias por tu comentario, Martínez, y me alegra saber que tú también tienes un pasado postal.

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