sábado, 16 de marzo de 2019

El curioso periplo de un manuscrito: de Huérmeces a Montserrat


A mediados de noviembre de 1808, numerosas tropas francesas acamparon durante ocho días en Huermeces, produciéndose toda clase de saqueos y abusos sobre personas, bienes y animales. Dichos acontecimientos han quedado registrados en la memoria popular de Huérmeces hasta no hace mucho tiempo.




Uno de los documentos más esclarecedores de lo que sucedió durante aquellas jornadas se guarda en la abadía benedictina de Montserrat (Barcelona). Se trata de un manuscrito (1), fechado en 1810, compuesto por tres páginas de letra clara y bien marcada; en la primera página se detallan los daños producidos por la soldadesca tanto en la iglesia parroquial como en las casas particulares de muchos vecinos del pueblo y, sobre todo, en la capilla del Palacio de los Fernández Zorrilla; en las dos páginas restantes, se realiza un inventario de los útiles religiosos que, dos años después de los hechos, quedaban en la citada capilla del Palacio, propiedad entonces de Juan Ramona Fernández Zorrilla y Carrillo, marquesa de Fuente Pelayo. (2)




El manuscrito encontrado en Montserrat; página 1 

En un post anterior de este mismo blog se realizó la transcripción completa de este manuscrito encontrado en Montserrat:




Ya en aquella entrada nos preguntábamos por las sin duda interesantes peripecias que tuvo que sufrir este manuscrito para realizar el largo viaje entre Huérmeces y el monasterio catalán.


Hasta hoy, a falta de argumentos documentales de peso, nada nos impedía realizar un pequeño ejercicio de elucubración o ficción histórica.


Años 20 del XX: Palacio de los Fernández Zorrilla y, a la izquierda, su Capilla (Archivo Photo-Club, Diputación de Burgos)



El viaje del manuscrito pudo arrancar en cualquiera de los momentos históricos siguientes:


- en el mismo momento de su confección: ese mismo año de 1810, en el que se realiza la descripción general de daños y el inventario de lo que queda en la capilla del Palacio de los Fernández-Zorrilla.

- en años posteriores, aunque siempre dentro de la francesada (1811-1814), en un viaje que seguiría el mismo recorrido general que la retirada francesa, vía Cataluña

- en años muy posteriores, dentro de las peculiares circunstancias históricas acaecidas durante el resto del siglo XIX (desamortizaciones, anticlericalismo, crisis financieras en la hacienda pública…) y primera mitad del siglo XX (Guerra Civil, rapiña coleccionista por parte de anticuarios con escasos escrúpulos…).


Y según el momento del arranque viajero del manuscrito, cabrían –entre otras muchas- tres posibles ficciones históricas:



Manuscrito de Montserrat (página 2)
Ficción histórica número uno:


En la página primera del manuscrito, dentro de la descripción general de los daños sufridos por la iglesia, capilla y pueblo de Huérmeces, encontramos –ya en la porción final- una curiosa expresión, desconocida o muy poco utilizada en castellano:


“…talándoles los granos por la casa, embotriéndolo con el estiércol y paja, llevando granos a su satisfacción de las trojes que hay en el pueblo…”


Que yo sepa, en castellano no existe el verbo embotrir ni ningún otro que se le acerque, pero en catalán encontramos el cercano embrutir, una de cuyas acepciones es manchar, ensuciar.


Nada nos impide suponer que el escribano –o figura similar- que confeccionó el inventario manuscrito fuera una persona –quizas un clérigo- de origen catalán, contratado para tal fin por la marquesa de Fuente Pelayo, Juana Ramona Fernández-Zorrilla, dueña y señora del Palacio y su Capilla, y entonces residente en Valencia.


Puede ser que este supuesto escribano de origen catalán (o valenciano) guardara en su poder una copia del manuscrito, o que la marquesa le encargara la entrega del original a cierta autoridad civil o eclesiástica, … y que por avatares derivados del momento histórico, en plena francesada, el documento realizara un más o menos rápido viaje a Cataluña.


Suena un poco forzado ¿no? Puede que sí, pero nunca hay que menospreciar a ficción alguna, pues en muchas ocasiones han demostrado estar a la altura de las más intrincadas realidades.


Manuscrito de Montserrat (página 3)
Ficción histórica número dos:


Quizás fue la mano anónima de algún soldado u oficial francés, de los muchos que pasaron por Huermeces en aquellos convulsos años (1808-1814), la que arrambló con papeles y objetos varios, guardados en algún cajón de la vieja Capilla del Palacio de los Fernández Zorrilla.


Y quizás este soldado u oficial, antes de cruzar la frontera, se deshiciera de lo que considerara carente de valor, acabando el manuscrito en el monasterio más cercano, Montserrat.


O quizás los papeles fueron recuperados del cadáver de ese mismo hipotético soldado u oficial, fallecido durante las últimas escaramuzas registradas en la retirada de los ejércitos napoleónicos...


Esta parece un poco más creíble ¿o no? A mí me agrada más la primera, pero sobre gustos…  


Ficción histórica número tres:


Dada la condición benedictina del monasterio catalán, cabría suponer la posible intermediación –en el viaje del manuscrito- de algún insigne historiador benedictino burgalés, quizás con buenas relaciones con algún colega y hermano montserratí, sobre todo durante la primera mitad del régimen franquista.


Recordemos que dos han sido los benedictinos burgaleses, parcialmente reconvertidos en historiadores, que han desempeñado su labor durante la primera mitad del siglo XX:


Luciano Serrano y Pineda (Castroceniza, 1879 - Burgos, 1944): destacado medievalista y abad de Silos (1917-1944). Sus obras más conocidas: "Fuentes para la historia de Castilla" (1906), "El Obispado de Burgos y la Castilla primitiva desde el siglo V al XIII" (1935-1936), y diversos cartularios de los principales monasterios viejo castellanos: Infantado de Covarrubias (1910), Cardeña (1910), San Pedro de Arlanza (1925), Vega (1927) y San Millán de la Cogolla (1930).


Fray Justo Pérez de Úrbel (Pedrosa de Río Úrbel, 1895 - Valle de los Caídos, 1979): medievalista, primer abad del monasterio del Valle de los Caídos, consejero nacional del Movimiento y procurador en las cortes franquistas; al concluir la Guerra Civil, fue nombrado prior de la iglesia de Montserrat de Madrid, fundada por Felipe IV para dar acogida a los monjes castellanos procedentes de la abadía de Montserrat, que llegaban huyendo de la insurrección dels Segadors en Cataluña (1640-1652). (3)


Por otra parte, varios naturales de Huérmeces y otros pueblos cercanos han acabado sus días como monjes de la Orden de San Benito (OSB, Ordo Sancti Benedicti), y quizás alguno de ellos tuviera también una buena relación profesional con algún monje de Montserrat.


Esta tercera ficción cojea en un aspecto importante: la escasa importancia histórica del documento -fuera del ámbito local- no justificaría un trasiego directo entre Huérmeces y la abadía catalana. Nos encontramos ante un manuscrito -no muy antiguo- en el que no se describen acontecimientos históricos de importancia, sino únicamente el inventario de la rapiña sufrida durante la francesada en un pequeño pueblo de Castilla, algo que resultó ser bastante habitual en aquellos años.


Y ahora … les contaremos la verdad (o al menos parte de ella):


Aunque no puedan ser completamente descartadas ninguna de las tres hipótesis anteriores, ni siquiera las tres en su conjunto (pudo ser catalán el escribano, soldado francés el ladrón y monje benedictino el recuperador), una lectura detenida de diversas publicaciones (ver Fuentes) nos hace pensar que el viaje de nuestro manuscrito pudo haber sido bastante diferente a lo esperado.  

En primer lugar, conviene dejar claro el carácter del manuscrito: se trata de un documento que consiste, básicamente, en un detallado inventario de todos los bienes muebles religiosos existentes en una capilla privada y en una fecha determinada (1810). Cabe suponer que el inventario fue encargado por el propietario de la capilla, en este caso, la marquesa de Fuente Pelayo. Y según reza en el propio manuscrito, la persona que supervisa dicho inventario es el apoderado de la marquesa, Don Jacinto Cilleruelo, un habitual en documentos notariales de finales del siglo XVIII y primeras décadas del XIX. No estamos, pues, ante un manuscrito que pueda catalogarse dentro del ámbito eclesiástico o similar. Es un documento privado.

Don Jacinto Cilleruelo residía en Burgos, por lo que el documento original bien pudo quedar archivado en el propio domicilio del apoderado, o bien pudo ser enviado a la residencia de la marquesa, que por aquel entonces suponemos que se encontraba en Valencia (allí había contraído matrimonio en 1807). En el propio manuscrito se hace referencia a que en el libro de visitas de la capilla se anotaron los bienes inventariados, con el visto bueno del capellán de turno.

La marquesa de Fuente Pelayo enviudó en 1821, contrajo nuevo matrimonio poco después, y finalizó su vida en la ciudad de Burgos en 1858. No resulta aventurado suponer que el manuscrito relativo al inventario de la capilla de Huermeces acompañara a la marquesa durante sus últimos años en la ciudad castellana. Con el paso del tiempo, sus sucesores -como sucedió en tantos otros casos- quizás acabaran por desprenderse de objetos y papeles carentes de valor económico o siquiera sentimental.

También cabe la posibilidad de que el manuscrito no saliera de la propia Capilla, desde su elaboración en 1810 hasta que, ya en las postrimerías del siglo XIX o inicios del XX, la familia comenzara a deshacerse de sus bienes;  recordemos que a principios del siglo XX, capilla y palacio tienen ya propietarios diferentes; la primera es utilizada como almacén por una familia de labradores, el segundo como vivienda por otra.

Tanto si el manuscrito se encontraba en Burgos como si lo hacía en la capilla de Huermeces, el caso es que alguien decidió venderlo o regalarlo a algún anticuario, librero o simple aficionado a coleccionar documentos históricos. Y ahí entra en juego el personaje fundamental de toda esta historia: el marqués de Monsalud. 



Mariano Carlos Solano, V marqués de Monsalud
Mariano Carlos Solano y Gálvez (Madrid, 1858-1910), V marqués de Monsalud, fue un aristócrata, historiador y coleccionista, que, a lo largo de su vida, acumuló una importante cantidad de valiosos objetos arqueológicos y documentos históricos en su mansión familiar de Almendralejo (Badajoz): el Palacio de Monsalud. (4)


El fondo documental del marqués de Monsalud reunía un lote considerable de documentos, originales en su mayor parte, relativos particularmente a la historia de España de los siglos XVII al XIX. Entre los documentos que formaban parte de ese fondo se encontraba el manuscrito del inventario de la Capilla de Huermeces. 


Quizás alguien, a finales del XIX o principios del XX, le contó a don Mariano que, en un pequeño pueblo de la provincia de Burgos existía un palacio que había pertenecido a un obispo de Badajoz (Pedro Fernández Zorrilla, natural de Huérmeces y hacedor del palacio) y, como buen pacense, se interesó por el asunto, adquiriendo documentos y objetos artísticos de los que la familia propietaria (marqueses de Fuente Pelayo) deseara desprenderse ante el hecho inminente de la venta del palacio a una familia de labradores del pueblo. O bien pudo ser esta familia de labradores  (Marcelino García González y su hijo, Íñigo García Villanueva, vivían en el palacio en el año 1896, aunque desconocemos si en régimen de alquiler o ya de propiedad) la que acabara por vender a Monsalud dichos documentos y objetos artísticos, con la probable intervención de algún anticuario provincial.

Don Mariano falleció soltero y sin descendencia, y un primo suyo, Carlos Solano y Adán de Yarza, heredó el palacio y todo su contenido. El primo Carlos -residente en Lequeitio y sin ningún interés en la lejana Extremadura- tardó poco en malvender o regalar una buena parte de lo allí almacenado, sobre todo los valiosos objetos arqueológicos de la colección.


Palacio de Monsalud (Almendralejo), hoy sede del Ayuntamiento
En 1929 compró el palacio y todo lo que quedara sin vender de su contenido Mariano Larios Rodríguez, diputado en Cortes por Mérida. El nuevo propietario tampoco puso mucho de su parte para conservar la aún importante colección de papeles y bienes arqueológicos. Eran tiempos de crisis económica, y lo importante era hacer caja cuanto antes. Y en aquellos años, dinero había sobre todo, en Cataluña, en manos de una pujante burguesía.

Entra aquí en juego otro personaje trascendental para el periplo final de nuestro manuscrito: el librero y anticuario barcelonés Rafael Casulleras. Como buen anticuario catalán de aquella época, Casulleras debía de moverse como pez en el agua por entre los restos de la cuasi arruinada aristocracia castellana de principios del siglo XX. El anticuario catalán acabaría por enterarse del interés de Mariano Larios por vender pronto y bien lo que quedara de la prestigiosa colección del marqués de Monsalud y así, entre 1930 y 1931, adquirió -suponemos que a buen precio- gran parte de lo que quedara dentro de la mansión, tanto de objetos arqueológicos como del voluminoso archivo documental.
  

Poco después, el anticuario catalán se fue deshaciendo paulatinamente de todo lo procedente del Palacio de Monsalud, sobre todo de los valiosos objetos arqueológicos, fáciles de colocar entre la pujante burguesía catalana: antiguas columnas y basas romanas con las que sujetar pérgolas en palacetes del Vallès Oriental (5), alhajas de Alange con las que adornar gráciles muñecas de pubillas casaderas, hachas de ofita con las que impresionar a ilustres comerciantes centroeuropeos,...

Corría ya el año 1946 cuando Casulleras subastó una buena parte de los documentos procedentes del Palacio de Monsalud. Y, curiosamente, se hizo con ellos ... la abadía de Montserrat. Digo curiosamente, porque no puede por menos que sorprender el interés demostrado -por una institución religiosa que se considera el corazón espiritual y cultural de Cataluña- en unos papeles que consistían, básicamente, en documentos y manuscritos relativos a los cuatro últimos siglos de la historia de Castilla y de España.

Suponemos que el precio -seguramente una ganga- influyó en el interés del monasterio por aquellos papeles tan alejados del concepto fet diferencial. También suponemos que tuvo su peso el hecho de que, en aquellos años, las relaciones del monasterio con la España de Franco fueran molt amigables. (6)

Finalmente, tal y como ya hemos hecho al finalizar alguna que otra entrada en este mismo blog, solo queda exclamar:

¡Ah, si el Obispo Zorrilla levantara la cabeza! 




NOTAS:


(1) Biblioteca de Montserrat: Manuscrit nº 1192, Documents relatius a la Guerra de la Independencia i als temps històrics inmediatamente posteriors: XI- Huérmeces (Burgos). Nota del saqueo que sufrió la capilla (al pas de l’exèrcit francés el 1810). Segueix un inventari de la capella després del saqueig.

Como curiosidad, cabe apuntar que, entre los bienes recogidos en este inventario encontramos alguno de los descritos por Narciso Sentenach en su Catálogo Monumental de la provincia de Burgos, realizado siglo y pico más tarde (1922); en concreto, Sentenach describe los tres lienzos (firmados por Andrés López) en los que aparecen el obispo Pedro Fernández Zorrilla, un hermano (Juan Fernández Zorrilla) y un sobrino (Pedro Fernández Zorrilla, colegial de San Bartolomé el Mayor de Salamanca); en el inventario de 1810, también se hace referencia a otro cuadro del Obispo Zorrilla y a 19 cuadros de "santos ermitaños".

(2) Juana Ramona Fernández-Zorrilla y Carrillo (Burgos, 1793-1858), VIII marquesa de Fuente Pelayo, dueña, entre otras muchas posesiones, del Palacio de Huérmeces y su capilla. En 1807 había contraído contrajo matrimonio en la ciudad de Valencia con Antonio Palacio de Azaña y Muñoz de Loaysa (Madrid, 1787-Valencia, 1821), II Conde de Montesclaros de Sapán, Alcalde Mayor de Burgos; fruto de este matrimonio nació Antonio Policarpo Palacio de Azaña y Fernández-Zorrilla, IX Marqués de Fuente Pelayo, coronel del Regimiento de Húsares de la Princesa y teniente coronel de Lanceros de Villaviciosa.

(3) El monasterio de Montserrat era el principal centro benedictino de Cataluña, aunque pertenecía a la jurisdicción castellana de Valladolid desde 1493, cuando Fernando el Católico envió 14 monjes de Valladolid e hizo que el monasterio pasara a depender de la congregación de esta ciudad castellana. Los monjes catalanes, que estaban molestos con que su abad fuese casi siempre castellano, aprovecharon la insurrección de 1640-1652 para expulsar con violencia a los monjes castellanos.

(4) Palacio de Monsalud: levantado en Almendralejo en 1752, en él nació el poeta José de Espronceda.  Fue residencia familiar desde el II marqués de Monsalud (Juan José Nieto Aguilar, el militar) hasta el V marqués (Mariano Carlos Solano y Gálvez, el coleccionista); al fallecer éste (1910) y su madre (1911), el palacio pasó a ser propiedad de un sobrino, Carlos Solano y Adán de Yarza, marqués del Socorro, residente en Lekeitio (Guipúzcoa) y que jamás se dignó aparecer por Almendralejo y que, a través de un abogado de Badajoz, malvendió gran parte del tesoro arqueológico y documental que llegó a poseer el V marqués. En 1929 compró el palacio y todo su contenido Mariano Larios Rodríguez, jurista y político pacense. Diez años más tarde, en 1939, don Mariano vendió el palacio a la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, con la que llevaba tiempo confraternizando. En 1951 el edificio pasó a manos del heredero natural de Falange, la Secretaría General del Movimiento. En 1971, el Estado se hizo cargo del palacio que, mediante permuta, pasó a manos municipales en 1973. En 1983 se realizaron importantes obras de restauración, derribándose las dos torres que se encontraban en la parte trasera, por no estar dentro de la estética del palacio; una vez restaurado se convirtió en sede del Ayuntamiento de Almendralejo.

(5) Sant Feliu de Codinas: en la masía Can Trinxet (Can Bosch o La Baronía), hoy restaurante y lugar de celebración de bodas y eventos varios, pueden contemplarse al menos 16 columnas romanas procedentes de la colección Monsalud de Almendralejo.

(6) También cabría pensar que si la abadía de Montserrat no hubiera adquirido en su día gran parte del fondo documental de Monsalud, quizás el manuscrito de la Capilla de Huermeces no habría llegado vivo a nuestros días, o que si lo hubiera hecho, no resultaría ni siquiera consultable, por pertenecer a una colección aún más privada. 



FUENTES:


- “Catàleg dels manuscrits de la Biblioteca del Monestir de Montserrat”, Alexandre Olivar, Monestir de Monstserrat (1977) [páginas XV-XVI, 395-397]
- “Epitafio árabe en la Colección Monsalud”, Carmen Barceló, Boletín del Museo Arqueológico Nacional 34/2016, pp 269-286 (2016).
- “El V marqués de Monsalud y su colección”, Tomás Marín, Revista de Estudios Extremeños, vols. I-II, pp 353-375 (1951).
- Para consultar los fondos existentes en el catálogo y solicitar digitalizaciones: Biblioteca de Montserrat





EL VIAJE DEL MANUSCRITO ENCONTRADO EN MONTSERRAT (1810-1946)

Huérmeces (1810), Burgos (1810), Valencia? (1810-1821), Burgos (1821-c.1900), Almendralejo (c.1900-1931), Barcelona (1931-1946), Montserrat (1946-2019).

Unos 2.600 km de periplo en 136 años: primero hacia el SE, con ida y vuelta (probable), luego hacia el SW y, finalmente, hacia el NE.









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