sábado, 31 de julio de 2021

Dos faroles apagados en La Habana (1897-1898)


Bartolomé Girón Alonso e Inocencio Díez Díaz-Villalvilla habían venido al mundo en 1872, en el seno de dos humildes familias de labradores faroles. Un cuarto de siglo después, sus cuerpos reposaban bajo tierra en una isla caribeña situada a unos 7.500 km de Huérmeces. ¿Qué serie de fatídicas carambolas había tenido que jugar el destino para que aquello sucediera?


En aquellos años, España aún conservaba los restos del antaño poderoso Imperio: Cuba, Filipinas, Guam y Puerto Rico, principalmente. La gran isla caribeña era la posesión más preciada de la corona, aunque también la más levantisca. En las décadas anteriores ya se habían vivido dos conflictos importantes: la Guerra de los diez años (Guerra Grande), entre 1868 y 1878, y la Guerra Chica, entre 1879 y 1880.

Aparte de las lógicas ansias independentistas de una parte de la sociedad cubana de aquella época, y de los crecientes ánimos expansionistas del poderoso vecino norteamericano, varios eran los grupos de presión españoles que -de una u otra manera- estaban interesados en el mantenimiento del estatus colonial de Cuba a toda costa, con guerra de por medio si fuera necesario.

Así tenemos a los hacendados isleños (con ricas plantaciones de caña de azúcar y de tabaco), a los comerciantes (con su monopolio trasatlántico antillano), a las navieras (constante transporte de tropas), a ciertos funcionarios (haciendo carrera en la isla), a la iglesia española (muchas almas que adoctrinar), a muchos empresarios españoles que venden sus productos en las colonias (textil catalán, cereal castellano e industria vasca), al ejército (buena ocasión para hacer una rápida carrera de ascensos) y a buena parte de la clase política, sobre todo en el lado conservador, siempre inclinado a la salvaguarda de conceptos tales como "patria", "honor", "dignidad nacional" y demás palabrería vacía. En la península, muchos temían un pronunciamiento militar si Cuba se perdía.


Inocencio y Bartolomé habían "entrado en quintas" el primer domingo de enero de 1891, año en el que cumplirían los 19 años de edad. Según el expediente municipal de reemplazo, cuatro eran los jóvenes faroles que componían la quinta de aquel año 1891:

  • Pablo Zumel Fontúrbel, hijo de Evaristo y Antonia, nacido el 26 de enero de 1872
  • Íñigo García Villanueva, hijo de Marcelino y Francisca, nacido el 31 de mayo de 1872
  • Bartolomé Girón Alonso, hijo de Felipe y Baltasara, nacido el 24 de agosto de 1872
  • Inocencio Díez Díaz-Villalvilla, hijo de Vicente y Justa, nacido el 28 de diciembre de 1872

  

Diez soldados españoles destacados en Cuba (1895) 


La Ley que regulaba el servicio militar en España databa de 1885 (Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército), aunque había sido recién modificada en 1896, ya en plena Guerra de Cuba. En la ley modificada se establecía que el servicio activo tendría una duración de tres años. El proceso de reclutamiento que regulaba era lento y metódico: el alistamiento se iniciaba el primer domingo de enero y se cerraba el 31 de ese mismo mes, afectando a los mozos que en ese año natural cumplían los 19 años; el sorteo público se realizaba el segundo domingo de febrero, adjudicando a cada mozo un número duradero para todo el proceso; el primer domingo de marzo, los mozos eran tallados y se escuchaban las posibles alegaciones; los reclutas eran clasificados en cuatro categorías: excluidos (totales o temporales), exceptuados, soldados sorteables y prófugos.





En el acto público de declaración de soldados, realizado en los locales municipales del Ayuntamiento de Huérmeces el domingo 8 de febrero de 1891, se anotaron las circunstancias y posibles alegaciones presentadas por los cuatro mozos del reemplazo:

  • En representación del mozo Pablo Zumel Fontúrbel habló su padre, Evaristo Zumel, que alegó como causa eximente que Pablo era hijo único de padre pobre y sexagenario; el Ayuntamiento le concedió quince días para probar los extremos alegados. 
  • El mozo Íñigo García Villanueva fue tallado, resultando tener una altura de 1,56 m, por lo que fue declarado soldado sorteable; no alegó nada. 
  • El mozo Bartolomé Girón Alonso fue igualmente tallado, resultando tener una altura de 1,52 m, por lo que fue declarado temporalmente excluido; nadie reclamó.
  • El mozo Inocencio Díez Díaz-Villalvilla fue igualmente tallado, resultando presentar una talla de 1,52 m, por lo que fue declarado temporalmente excluido; tampoco reclamó nadie.

Todo parecía ir bien para Bartolomé e Inocencio. Su escasa altura les eximía (temporalmente, eso sí) de la prestación del servicio militar. Desde 1877, la talla mínima exigida a los reclutas era de 1,54 m para poder ingresar en el ejército, y 1,50 m para poder ser alta en reserva, por lo que debían someterse a una nueva medición durante los tres años siguientes al de su reemplazo, por si lograran alcanzar la estatura mínima requerida de 1,54 m.


Pero las alegrías duran poco en la casa del pobre y Bartolomé e Inocencio crecieron ... en edad y en estatura. En el reemplazo de 1892, ambos fueron sometidos a un nuevo tallaje: Bartolomé había crecido 11 cm en un año (nueva medición: 1,63 m); Inocencio, había crecido un poco menos, 10 cm en un año, pero más que suficiente (nueva medición: 1,62 m). En febrero de 1892, ambos jóvenes fueron declarados soldados sorteables.


Una de las figuras más injustas contempladas en la reglamentación era la "redención en metálico" por la que un mozo podía eludir el servicio militar mediante el pago de 1500 pesetas (para destinos peninsulares) o 2000 pesetas (destinos en Ultramar). Estas cantidades estaban únicamente al alcance de las clases pudientes, por lo que los pobres eran los que acababan en Ultramar. También se podía contratar a un "sustituto", pagándole entre 500 y 1200 pesetas.


Obviamente, ninguna de las dos familias de labradores disponía de esas cantidades de dinero, por lo que no pudieron conseguir para sus hijos ni la redención ni la sustitución de la obligación de prestar el servicio militar. Ambos fueron sorteados, y acabaron destinados: Bartolomé, al Regimiento de Infantería "Baza", e Inocencio, al Regimiento de Caballería "Pizarro". Suponemos que fue ya en 1894 cuando ambos llegaron a sus destinos.


La Guerra de Cuba comenzó el 24 de febrero de 1895, cuando los insurgentes cubanos le echaron el último pulso a lo que quedaba del imperio español. Desde esa fecha, hasta la derrota final ante los estadounidenses en la bahía de Santiago, el 3 de julio de 1898, España movilizó y envió a la isla caribeña a más de 200.000 compatriotas, sobre todo durante los dos primeros años del conflicto.

 
Al estallar la Guerra de Cuba en febrero de 1895, los dos regimientos citados fueron enviados a la isla caribeña a luchar contra los independentistas cubanos. Bartolomé e Inocencio cruzaron el charco, por primera y última vez.


El viaje a Cuba duraba entre dos y tres semanas, a bordo de barcos de vapor, en unas condiciones de hacinamiento y falta de higiene que hacían del viaje una penosa travesía. 

Una vez en la isla, el calzado proporcionado al soldado, unas alpargatas de esparto, tampoco era el más adecuado para un clima tropical. La alimentación, basada en tasajo (cecina), tocino, arroz y garbanzos, dejaba mucho que desear. Las pagas, escasas y siempre tardías, tampoco contribuían a mejorar la alicaída moral del pobre soldadito español. 

En aquellos tiempos, el trato dispensado por el Ejército español a sus soldados podría calificarse como denigrante. Se trataba de un ejército con un grave exceso de oficiales, cuyo gasto en nóminas hacía imposible la adquisición de material moderno; de un ejército cuyos generales estaban más acostumbrados a diseñar la represión de conflictos sociales del país (huelgas, sobre todo) que a combatir contra insurgentes que practicaban la guerra de guerrillas; de un ejército que, en sus actuaciones fuera del país, no hacía sino acaparar derrotas y desastres; de un ejército -además- intervencionista en la política nacional y que no admitía crítica alguna por parte de la prensa de la época (con puntuales asaltos a las imprentas de los periódicos más beligerantes). 

En aquellos años, el militarismo español se diferenciaba claramente de otros de su entorno, entre otras cosas, por su escasa popularidad:

"En Alemania, los valores castrenses se habían extendido a las masas, haciendo de este país un peligro para sus vecinos. En España, seguía siendo un fenómeno de la élite, no algo popular. Muchos tenían la convicción de que el Ejército español solo era peligroso para otros españoles." 


Soldados españoles en Cuba



La mitad de los soldados españoles enfermaba a los dos meses de llegar a Cuba. Las enfermedades más habituales eran el paludismo (malaria), las fiebres tifoideas, disentería, tuberculosis y, la peor de todas, la fiebre amarilla (vómito negro). Esta última fue la mayor causante de muerte entre los soldados españoles: un tercio del total de fallecidos.

Un tercio de los enfermos de fiebre amarilla acababan falleciendo, por lo que fue la principal causa de fallecimiento de la tropa española en Cuba, muy por encima de otras enfermedades o de heridas en combate. Esta terrible enfermedad vírica se contraía durante la estación húmeda (junio-septiembre), trasmitida por la picadura del mosquito Aedes aegypti. Aunque entonces no se conocía aún la relación entre la enfermedad y la picadura del mosquito.

Su denominación "fiebre amarilla" se debe al color que adquiría la piel y las mucosas de muchos infectados; "vómito negro" hace referencia a las graves hemorragias estomacales que podía ocasionar: "en la fase final de la enfermedad, los pacientes moribundos aullaban, echaban pestes y había que atarlos a las camas del hospital mientras la sangre fluía de cada uno de sus orificios empapando las sábanas, las paredes y el suelo." 
 



Durante los tres años y medio que duró el conflico, murieron unos 44.000 soldados españoles, el 22% del total de hombres movilizados. De ese total de fallecidos, únicamente un 10% lo fueron a consecuencia de heridas de guerra; el 90% restante murió por enfermedades tropicales y accidentes varios.

 
El primero en caer fue Inocencio, que falleció el 26 de julio de 1897 (tenía 24 años de edad) en La Habana, a causa de la fiebre amarilla; la primera constancia oficial de su muerte aparece un año después, al ser publicado su nombre en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra de fecha 24 de julio de 1898.

Bartolomé falleció meses después, el 18 de marzo de 1898 (tenía 25 años de edad), también en La Habana, de "enfermedad diferente a la fiebre amarilla o de accidente" (que equivale a decir que su muerte pudo deberse a cualquier causa); la primera constancia oficial de su muerte aparece año y pico después (D.O.M.G., 16 de junio de 1899).


Hospital Militar Alfonso XIII (La Habana)


Probablemente, Inocencio y Bartolomé fallecieron en el entonces recién inaugurado (enero de 1896) Hospital Militar Alfonso XIII, en La Habana, tal y como sucedía con la mayor parte de los soldados que enfermaban gravemente en campaña.


El nuevo hospital constaba de 81 barracones, para facilitar el aislamiento de los pacientes afectados por enfermedades infecto-contagiosas. En cada barracón se disponían unas 30 camas. 

Desgraciadamente, los propios hospitales se convertían en focos de fiebre amarilla ya que, al desconocerse por entonces el papel del mosquito como vector de la enfermedad, no se usaban mosquiteras y se mantenían las ventanas abiertas de par en par, para mejorar la ventilación del espacio hospitalario y prevenir el "contagio".

A la historia de la Guerra de Cuba han pasado personajes tales como los gobernadores generales Valeriano Wyler (alias el "Carnicero", alias "Cuba Casi Pacificada") o Arsenio Martínez Campos (mucho más "blandito" que Valeriano, por el que fue sustituido); o los líderes del ejército libertador cubano Antonio Maceo (el "Titán de bronce) o Máximo Gómez (el "Generalísimo").




Ríos de tinta se han consumido al narrar las diversas peripecias de estos cuatro "héroes" de guerra; todos ellos personajes que no dudaban un instante en enviar a los suyos (y a los otros) a una muerte segura, siempre en pos de unas supuestas gloria, honor o libertad; "revolución o muerte, valga la redundancia", tal y como alguien diría -socarronamente- décadas más tarde; o "somos novios de la muerte", como dirían otros -nada socarronamente- unos años más tarde.




No menos cantidad de tinta se ha utilizado en glosar a las egregias figuras que componen la denominada Generación del 98, ese grupo de escritores, ensayistas y poetas españoles, cuyas vidas y obras se vieron tan hondamente afectadas por la crisis moral, política y social desencadenada en el país tras la pérdida de los restos del glorioso imperio: los Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu, Unamuno, Valle Inclán, Benavente, Machado, Blasco Ibáñez, Ganivet, Benavente, Arniches, Gabriel y Galán, ...  todos ellos nacidos entre 1864 y 1876, como nuestros paisanos.


Personas como Bartolomé e Inocencio, sin embargo, apenas existen para esa misma historia de la Guerra de Cuba; sus nombres y los de sus pueblos de origen aparecen -ni siquiera correctamente escritos- en unos fríos estadillos publicados en diversos diarios oficiales durante los meses inmediatamente posteriores a la finalización del conflicto. 

Los padres de Bartolomé e Inocencio conocieron tarde y mal las nuevas que les hablaron de la muerte de sus hijos; en el mejor de los casos, recibieron una mísera pensión por la pérdida de aquéllos (entre 137 y 273 pesetas al año, según la causa de la muerte); las vidas de Vicente y Justa, los padres de Inocencio, y la de Baltasara, la madre de Bartolomé, continuaron trascurriendo tal y como lo hacían antes de la pérdida del imperio, luchando duramente por sacar adelante al resto de sus hijos; y siempre mirando al cielo, por un motivo o por otro.


Y el destino del país continuó unas cuantas décadas más en manos de militares fanfarrones, curas apocalípticos y políticos corruptos. Y, una vez finalizada la Regencia de María Cristina, en manos de un rey que aunaba y fomentaba las tres virtudes anteriores.



DATOS GENEALÓGICOS:

Inocencio Díez Díaz-Villalvilla (Huérmeces, 1872 - La Habana, 1897)

En el Huérmeces del que hablan los padrones de 1896 y 1899, su familia vivía en el número 6 de la calle Real (en las cercanías de la hoy conocida como casa de Felipe "el Moreno", su último morador).    

PadresVicente Díez Alonso (Hces, 1843) y Justa [Díaz-] Villalvilla Güemes (Hces, 1847)

Abuelos paternos: Lino Díez (Robredo Sobresierra) y Cándida Alonso (Hces)

Abuelos maternos: Joaquín [Díaz-] Villalvilla (Ruyales del Páramo) y Bernarda Güemes (Hces) 

HermanosPetra (Hces, 1878) y Nicolás (Hces, 1870)

Sobrinos: Felipe Díez Díez "el Moreno" (Hces, 1906); Encarnación Díez Díez (Hces, 1896)

Resobrinos: Ester (Hces, 1934), Alicia (Hces, 1939) y Felipe Díez González (Hces, 1945)


Bartolomé Girón Alonso (Huérmeces, 1872, - La Habana, 1898)

En el Huérmeces de 1896-1899, su madre (viuda) vivía en el número 27 de la calle Real, en las cercanías de la hoy conocida como casa de Víctor y Petra.

Padres: Felipe Girón (Hces, 1829) y Baltasara Alonso (Villalvilla Sobresierra, 1836); Baltasara figura como viuda en el padrón de 1896 y ya no aparece en el de 1899; Felipe habría fallecido con anterioridad a 1896.

Abuelos paternos: Francisco Girón (Hces) y María Varona (Hces)

Abuelos maternos: Fermín Alonso (Villalvilla Sobresierra) y Juana Fernández (Gredilla la Polera)

HermanosRicarda (Hces, 1862 - c. 1938) y Anacleto Girón Alonso (Hces, 1866 - Renuncio, 1918)

Sobrinos: Rosenda (Hces, 1891), Carolina (Hces, 1895) y Alejo González Girón (Hces, 1900)

ResobrinosTeófilo (Hces, 1911), María (Hces, 1912), Epifanio (Hces, 1914), Silvano (Hces, 1916-Madrid, 1936), Víctor (Hces, 1919), Benedicta (Hces, 1920) y Fidela Villanueva González (Hces, 1923); Visitación (Hces, 1921), Orencio (Hces, 1922), Daniel (Hces, 1923-2000) y Ricardo Ubierna González (Hces, 1926); Valentín (Hces, 1925) y Lorenzo González Girón (Hces, 1927-2001)


EL VARIADO SINO DE LA QUINTA DE 1891

De los cuatro mozos que conformaban el reemplazo de 1891, dos fallecieron muy jóvenes en Cuba, otro abandonó Huérmeces aún muy joven y únicamente uno de ellos vivió toda su -larga- vida en el pueblo que le vio nacer.

  • Pablo Zumel Fontúrbel, se libró de ir a Ultramar al ser declarado excluido para el servicio militar por ser el único hijo varón de padre de escasos recursos económicos; según el padrón de 1896, vivía en el nº 4 de la calle de la Plaza junto con su mujer, María Paz Villalvilla Hidalgo (Hces, 1864) y dos hijos pequeños: Maximiliano (Hces, 1894) y Trinidad (Hces, 1895); en el padrón de 1899, Pablo no residía en Huérmeces, aunque sí lo hacen su mujer y sus ya tres hijos (Emiliano: Hces, 1897), la familia vivía entonces en el Palacio de Arroyuelo, en aquellos años vivienda habitual de pastores, jornaleros y transeúntes.
  • Inocencio Díez Díaz-Villalvilla, fallecido en Cuba en 1897, a los 24 años de edad, enfermo de fiebre amarilla.
  • Bartolomé Girón Alonso, fallecido en Cuba en 1898, a los 25 años de edad, por enfermedad o accidente.
  • Íñigo García Villanueva, se casó con Juliana Ubierna Fontúrbel (Hces, 1882) y trajeron al mundo cuatro hijos (Marcelino, Felisa, Mónica y Jaime); falleció en Huérmeces en 1949, a la entonces avanzada edad de 77 años; sus numerosos nietos se desperdigaron por las provincias de Burgos, Madrid y Vizcaya; durante gran parte de su vida, Íñigo habitó en el entonces conocido como "Palacio de Abajo", hoy de los Fernández Zorrilla o del Arzobispo.

Además del triste final de Inocencio y Bartolomé, merece especial mención la vida de Evaristo Zumel, el padre de Pablo, del que hemos encontrado algún que otro documento en el archivo municipal. Por ello, le dedicaremos un post próximamente. A él y al apellido Zumel en Huérmeces.


SOLDADOS REPATRIADOS DE CUBA 

Una parte de los soldados heridos o enfermos en Cuba fueron repatriados a la península antes de la finalización del conflicto. En esta "repatriación intermedia" se vivieron penosas escenas protagonizadas por soldados enfermos y famélicos abandonando los buques en los tres puertos españoles a los que arribaban los buques de la Transatlántica (Cádiz, La Coruña y Santander).

Tan penosas eran las circunstancias de la travesía y tan abandonados se encontraban los soldados al desembarcar que, Rafael Gasset, director del periódico liberal "El Imparcial", organizó en los tres puertos aludidos "Juntas de socorro" para ayudar a los soldados heridos, enfermos y famélicos, proveyéndolos de ropa, alimentos y medicinas, y atendiéndolos hasta dejarlos en el tren que se dirigía a sus localidades de destino.

En el otoño de 1896, "El Imparcial" inició una suscripción nacional en favor de los soldados repatriados desde Cuba, apelando a la socorrida "caridad de los españoles", consiguiendo recolectar importantes cantidades de dinero hasta el otoño del año siguiente.

Además, dicho periódico publicaba puntualmente la relación de soldados repatriados, tomando los datos del Diario Oficial del Ministerio de la Guerra (D.O.M.G.), para que las familias pudieran tener alguna noticia relativa a la llegada de sus hijos a puerto. Diversos periódicos locales, entre los que se encontraban el Diario de Burgos, publicaban también dicha información.


Sabemos que, al menos, dos soldados repatriados de Cuba eran naturales de Huérmeces: Pablo Ortega Pérez y Gregorio Huidobro. El primero llegó a Cádiz en noviembre de 1986, y poco más tarde fue destinado a un nuevo regimiento de infantería en la península (La Lealtad), para completar su tiempo de servicio militar, una vez agotado el plazo máximo para estar destinado en Ultramar. Un afortunado. Por su parte, Gregorio llegó a España (no se especifica puerto) en febrero de 1897, siendo socorrido en ropas y dinero por el periódico "El Imparcial".

Pablo Ortega Pérez había nacido en Huérmeces el 25 de enero de 1874, hijo del herrero Primitivo Ortega Valladolid (Las Hormazas, 1835) y de Dominica Pérez (Hces); fue declarado soldado sorteable en el reemplazo de 1893, tras ser tallado (1,62 m) por el tallador Benito Varona. Como curiosidad cabe citarse que, en julio de 1892, Pablo había ingresado en el noviciado que la Congregación del Santísimo Redentor tenía en la localidad burgalesa de Santa Gadea del Cid. Aparentemente, no debió de ser muy prolongada la estancia de Pablo en la institución redentorista.  

De Gregorio Huidobro no hemos sido capaces de encontrar dato alguno en los padrones de los años 1896 y 1899.

Pablo y Gregorio fueron dos auténticos "soldados de fortuna" ya que, si bien estuvieron en Cuba, pudieron volver para contarlo. 


OTROS SOLDADOS FALLECIDOS EN CUBA, NATURALES DE DIVERSOS PUEBLOS DE LA COMARCA

Gracias al libro de Luis Hernando Arribas ("Memoria de los desastres. Burgaleses muertos en las guerras de Cuba, Filipinas y Annual"), es posible confeccionar un pequeño cuadro con la información relativa a los fallecidos naturales de diversos pueblos situados en los alrededores de Huérmeces. En total encontramos a 30 soldados fallecidos en Cuba, 29 pertenecientes a diversos regimientos del arma de infantería y solo uno al de caballería.



Del total de fallecidos, 15 lo hicieron por otras enfermedades diferentes a la fiebre amarilla o por accidente; 6 a causa de la fiebre amarilla; 2 murieron en combate; 1 por heridas sufridas en campaña; y 6 sin especificar causa. 

Los fallecimientos se concentraron, sobre todo, en el periodo de siete meses agosto 1896 -febrero de 1897 (14 fallecidos). Uno de los fallecimientos se produjo (14/09/1898) cuando ya había finalizado la guerra (12/08/1898), y lo fue a causa del cajón de sastre denominado "otras enfermedades distintas a la fiebre amarilla o accidente".

El nombre de los padres suele aparecer cuando se perciben pensiones por el fallecimiento del hijo. Hay que tener en cuenta que el derecho a dicha pensión únicamente se disfrutaba si la causa de la muerte del soldado no había sido una enfermedad común, y que la pensión debía solicitarse expresamente por los interesados, ya que no se tramitaba de oficio por parte de la Administración. 



FUENTES:

Memoria de los desastres. Burgaleses muertos en las guerras de Cuba, Filipinas y Annual (Marruecos). Luis Hernando Arribas. Burgos (2021) [páginas  40-48, 56-163]

Guerra y genocidio en Cuba: 1895-1898. John Lawrence Tone. Turner (2016) [páginas 133-153]

La sanidad militar del ejército español en la guerra de 1895 en Cuba. Yolanda Díaz Martínez. C.S.I.C. Asclepio-Vol. L-1 (1998)

El Imparcial ante la guerra de Cuba. Juan Carlos Sánchez Illán. Historia y Comunicación Social, nº 3 (201-221) (1998)

Quintas y servicio militar: Aspectos sociológicos y antropológicos de la conscripción (Lleida, 1878-1960). J. Fidel Molina Luque (1996)

Registro Civil de Huérmeces: Libro de nacimientos (1871-1880)

Archivo Municipal de Huérmeces: Expedientes de reemplazo de los años 1891, 1892, 1893 y 1894; Padrones de población de los años 1896 y 1899; Padrón del Impuesto sobre las cédulas personales 1886




Boletín Oficial del Ministerio de la Guerra, 16 de junio de 1899: noticia de las defunciones de tropa ocurridas en el ejército de operaciones de la isla de Cuba, en las fechas que se indican, según ha participado el Capitán general de dicha Antilla. [página 1047, Bartolomé Girón Alonso, Guercieses]




Diario de Burgos, 17 de junio de 1899: Bartolomé Girón Alonso aparece en la relación de siete soldados burgaleses muertos en Cuba. [aquí, sin embargo, aparece Gurieces como su lugar de nacimiento].



Boletín Oficial del Ministerio de la Guerra, 2 de marzo de 1900: noticia de las defunciones de tropa ocurridas en el ejército de operaciones de la isla de Cuba, en las fechas que se indican, según ha participado el Capitán general de dicha Antilla. [página 736, Inocencio Díaz Villarvilla, Huemeces]




Diario de Burgos, 3 de marzo de 1900: Inocencio Díaz Villalvilla aparece en la relación de cuatro soldados burgaleses muertos en Cuba, especificándose la causa de la muerte ("el vómito").




Diario de Burgos, 21 de noviembre de 1896: ha salido de Cádiz para Huérmeces, el soldado regresado de Cuba, Pablo Ortega Pérez, natural de dicho pueblo.

Diario de Burgos, 12 de diciembre de 1896: el soldado regresado de Cuba, Pablo Ortega Pérez, ha sido destinado al Regimiento de la Lealtad.




Diario de Burgos, 15 de febrero de 1897: el soldado regresado de Cuba, Gregorio Huidobro, de Huérmeces, ha sido socorrido en ropas y dinero por el diario "El Imparcial".


BANDA SONORA


En 1969, setenta años después de que Inocencio Díez y Bartolomé Girón dejaran su vida en la isla caribeña, el cantautor cubano Silvio Rodríguez compuso una inspirada canción a la que puso por nombre Playa Girón. No se me ocurre título más apropiado para su uso como acompañamiento musical de este post relativo a la memoria de dos paisanos que se quedaron en Cuba para siempre. 




Editada en 1975, dentro del álbum titulado [en España] "Te doy una canción", Playa Girón acabó por convertirse en uno de los temas más exitosos y coreados a lo largo de la dilatada carrera artística del músico cubano.

El origen de la canción se remonta al viaje que Silvio Rodríguez realizó, en aquel 1969, a bordo de un barco pesquero cubano de alta mar llamado, precisamente, "Playa Girón"; resultó ser un viaje que cambiaría para siempre la vida del músico. Durante los cuatro meses que duró el periplo, Silvio compartió estancia y trabajo con la tripulación del pesquero, disponiendo aun así de tiempo suficiente para componer un total de 62 canciones, en lo que constituiría la etapa más prolífica de toda su carrera.

Según aclaró su autor, la canción Playa Girón trataba -simplemente- de glosar un pequeño homenaje a los pescadores de la flota pesquera cubana de alta mar, que trabajaban en unas duras condiciones para llevar comida a su pueblo.

Aunque, en la isla y fuera de ella, el nombre "Playa Girón" trasciende el ámbito pesquero, al poseer importantes resonancias en la historia reciente de Cuba, ya que dicha playa forma parte de la conocida como "Bahía de Cochinos", en la que se produjo el famoso y fracasado desembarco de tropas anticastristas (1961) financiadas y entrenadas por la CIA.


Compañeros poetas,
tomando en cuenta
los últimos sucesos en la poesía,
quisiera preguntar —me urge—,
qué tipo de adjetivos se deben usar
para hacer el poema de un barco
sin que se haga sentimental,
fuera de la vanguardia
o evidente panfleto,
si debo usar palabras
como Flota Cubana de Pesca
y Playa Girón.

Compañeros de música,
tomando en cuenta esas politonales
y audaces canciones,
quisiera preguntar —me urge—,
qué tipo de armonía se debe usar
para hacer la canción de este barco
con hombres de poca niñez,
hombres y solamente hombres sobre cubierta,
hombres negros y rojos y azules,
los hombres que pueblan el Playa Girón.

Compañeros de Historia,
tomando en cuenta lo implacable
que debe ser la verdad,
quisiera preguntar —me urge tanto—,
qué debiera decir, qué fronteras debo respetar.
Si alguien roba comida y después da la vida
¿qué hacer?
¿Hasta dónde debemos practicar las verdades?
¿Hasta dónde sabemos?
Que escriban, pues, la historia, su historia,
los hombres del Playa Girón


(Para rizar el rizo en cuanto a coincidencias entre un apellido farol y el título de la canción compuesta por el cantautor cubano, cabe añadir que uno de los siete hijos de Silvio Rodríguez es portador de otro habitual apellido farol: Silvio Liam Rodríguez Varona (1982), se llama el vástago; como buen hijo de su época, ha salido muy beligerante contra el régimen castrista y es un conocido cantante de hip-hop, radicado hoy en la ciudad de Tampa, Florida, aunque con Cuba siempre en el horizonte)


Para los que gusten de acordes más rotundos, el grupo sevillano Reincidentes publicó en 2008 una versión rockera del Playa Girón, incluida en su décimo quinto álbum, titulado "América: Canciones de ida y vuelta".

Por último, y para los que abominen de todo lo relacionado con la Revolución Cubana, por muy musical y nostálgico que aquello sea, tienen la opción Compay Segundo (Francisco Repilado), músico y compositor cubano de temas y tonos bien distintos a los de Silvio Rodríguez.




Uno de sus mayores éxitos fue la canción titulada Chan Chan (1984), que cuenta la sencilla y tierna historia de dos enamorados (Juanica y Chan Chan) que iban al mar en busca de la arena con la que construir su casa. El joven recogía y echaba la arena en el jibe (la criba) de Juanica; mientras Juanica cernía la arena, contoneaba su cuerpo, ruborizando (dando pena, en cubano) al bueno de Chan Chan.

En la escueta letra aparecen cuatro localidades pertenecientes a la provincia oriental de Holguín: Alto Cedro, Marcané, Cueto y Mayarí. Tenemos, pues, a dos enamorados, una mini ruta por cuatro lugares, un sensual cribado de arena, cuatro notas y un pegadizo son cubano. Ni más ni menos para una canción que dio la vuelta al mundo en la conocida versión de Buena Vista Social Club (1997).

"Yo no compuse Chan Chan, la soñé", dijo Compay Segundo al hablar de los orígenes de la canción. El sueño que no pudo cumplir el amigo Compay fue, sin embargo, el de llegar a la edad a la que lo hizo su abuela, antigua esclava, que murió libre a los 106 años de edad. Compay falleció en 2003, a los 95 años. Qué tampoco está nada mal.



De Alto Cedro voy para Macarné,
Llego a Cueto voy para Mayarí.

El cariño que te tengo,
yo no lo puedo negar.
Se me sale la babita,
yo no lo puedo evitar.

Cuando Juanica y Chan Chan,
en el mar cernían arena,
como sacudía el jibe,
a Chan Chan le daba pena.

Limpia el camino de pajas,
que yo me quiero sentar,
en aquel tronco que veo,
y así no puedo llegar.

De Alto Cedro voy para Macarné,
Llego a Cueto voy para Mayarí.


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  1. Muy interesante y documentado como siempre, con interés para que fuera un merecido homenaje a tus paisanos e indirectamente para otros, que también pasaron así por la vida, casi injustamente sin apenas vivirla.

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