lunes, 11 de julio de 2016

Bares rurales de propiedad municipal



Seguramente está en lo cierto quien piense que los dos pilares fundamentales sobre los que se asienta la civilización en un pequeño pueblo son la iglesia y el bar, y no necesariamente en ese orden.

En algún lugar (1) he leído que, en el fondo, la labor de un cura y la de un tabernero se parecen bastante, ya que ambos escuchan confesiones y sirven vino.

Juegos de palabras aparte, los parroquianos acuden al bar o a la iglesia para reconfortar sus cuerpos y almas, en un loable intento de hacer más llevadera la vida, esa cosa complicada y difícil, imposible de describir, que consiste en ir tirando.(2)

El espacio –tanto físico como espiritual- que separa la iglesia del bar suele ser muy corto. Es más, una invisible senda comunica ambos templos desde tiempos inmemoriales, tras domingos y festivos de continuo trasiego entre el uno y el otro. Primero la misa, luego el vermú. O primero el café, luego la misa.

Bar de Ubierna, en la plaza Conde Diego Rodríguez Porcelos

  
Y es sobre todo en las fiestas patronales de cada pueblo cuando ambos lugares lucen en todo su esplendor. La iglesia y el bar se quedan pequeños, no dan abasto, como en los viejos tiempos.

Cada uno de estos espacios tiene su propio ritual, establecido hace mucho tiempo. En realidad, creencias aparte, ambos no son sino lugares de socialización. Con sus horarios, sus ritos, sus costumbres, sus chamanes y ... lo fundamental: sus parroquianos.

El bar de Mansilla

En los años previos a la despoblación, raro era el pueblo que no disponía de al menos una pequeña cantina. Claro que, también, raro era el pueblo que no disponía de un cura. 

La carencia de curas tiene difícil solución, dada la escasez de nuevos seminaristas y el amplio número de parroquias a atender, que apenas ha decrecido en las últimas décadas, a pesar del éxodo rural. La carencia de curas ha ido pareja al descenso trágico de parroquianos.

La escasez de bares, sin embargo, parece que podría contenerse con algo más de éxito, y algo de dinero público. La supervivencia de un bar particular en el despoblado mundo rural parece difícil hoy en día. Y alguna vieja fórmula, la del bar de propiedad municipal, actualizada, podría ser la solución.

Taberna de Quintanilla Sobresierra

A pesar de la escasa población fija que persiste en todos los pueblos de la zona, no es despreciable el movimiento diario de personal a lo largo de las carreteras principales de la "comarca": pequeñas empresas de mantenimiento y del sector de la construcción, personal al servicio de las compañías eólicas, cazadores, pescadores, senderistas, seteros, ciclistas, jubilados con la huerta o con la segunda residencia en el pueblo,  etc.

Por otro lado, hoy más que nunca (y gracias a La Crisis) no son pocas las personas dispuestas a embarcarse en un negocio en el que -estadísticas de empadronamiento aparte- ven algún vislumbre de futuro, o por lo menos de subsistencia. Es la llamada de una vida relativamente tranquila, que puede atraer a los denominados neo-rurales, hartos del estrés metropolitano.

En los últimos tiempos, se han realizado encomiables esfuerzos por parte de vecinos, asociaciones y autoridades municipales y locales para que muchos pequeños pueblos de la zona contaran con su bar.

Asociaciones de propietarios de tierras, asociaciones culturales, juntas vecinales y ayuntamientos, han puesto en valor locales antes infrautilizados o incluso semiarruinados.

Bien bajo la fórmula de gestión directa (vecino-socio entra, vecino-socio sirve, vecino-socio paga) o bien bajo la más común de arriendo, han ido acondicionándose pequeños locales en los pueblos del entorno.

Normalmente, el contrato de arrendamiento incluye el derecho a vivienda (con o sin el pago de un alquiler más o menos simbólico) y el pago de una parte de los gastos de explotación (energía eléctrica, leña, agua, etc).

A estos esfuerzos por parte de las fuerzas vivas locales, han respondido personas de la más diversa procedencia. Desde gentes descendientes del propio pueblo o de sus alrededores, hasta gentes venidas de Europa del Este o incluso del otro lado del Atlántico.

El cambio de manos ha sido una constante en casi todos los bares del entorno. Los márgenes para el negocio son siempre ajustados, y la crisis económica y de la construcción -pública y privada- han influido también en su rentabilidad. También hay que reconocer que este tipo de negocio -en el que son vitales las buenas relaciones entre vecinos y entre cantineros y vecinos- resulta especialmente difícil en localidades de muy exigua población fija y escasa flotante.


Este es un pequeño listado de los lugares -situados en los aledaños de Huérmeces- en los que existe algún establecimiento incluido dentro de la categoría que podría denominarse: bares, cantinas o tabernas de propiedad municipal o pseudomunicipal


El “Bar Los Faroles”, de Huérmeces, ubicado en el “portalón” del antiguo edificio de las escuelas, es de propiedad municipal. Se trata de un bar-restaurante que también dispone de varias habitaciones en su planta alta. Fue uno de los pioneros en la zona, lleva abierto muchos años y ha pasado ya por múltiples manos, desde descendientes del pueblo hasta gentes venidas de más lejos. Tras un reciente procedimiento de pública subasta, el bar acaba de inagurar nuevos arrendatarios.

Bar "Los Faroles", en Huérmeces




El bar de Mansilla, propiedad de la Junta Vecinal, está situado al lado de la vieja carretera de Aguilar; regido hasta hace poco por una familia de origen rumano, y desde finales de mayo de este año por una joven pareja de origen colombiano, aunque con implantación en la zona (Ros).

El bar "La Tabera de Montorio", ha sido uno de los últimos en incorporarse al abanico de bares de titularidad municipal. Sus nuevos arrendatarios, una pareja de origen búlgaro pero con prolongada implantación en la zona (Sedano), con experiencia en el mundo de la restauración, ofrecen menús, raciones variadas, y comidas para grupos y celebraciones. Hasta no hace mucho tiempo, Montorio contó con un hostal y varios bares, también en consonancia con la relativa importancia demográfica y económica del pueblo.

Bar "La Taberna de Montorio"

El bar de Ubierna, situado en los nuevos locales de la Junta Vecinal -antiguas escuelas- de la plaza Conde Diego Rodríguez Porcelos; el bar es de pequeñas dimensiones pero se encuentra enclavado en uno de los edificios más bellos del entorno; en el pueblo existe otro bar –no municipal- en la calle Hondovilla, en la salida hacia Burgos.

También es la Junta Vecinal la propietaria de la taberna de Quintanilla Sobresierra, ubicada al lado de la carretera de Santander; regentada desde febrero de 2015 por una joven pareja procedente de Bilbao, también dispone de servicio de restauración.  Hasta hace unos veinte años, en el pueblo existió un bar de los de toda la vida: el bar “Flor”, regentado por Monse “La Terraplena”, familiar de otra tabernera “Terraplena”, Felisa, con bar en Huérmeces durante muchos años.

Café Bar "La Zarza", qué mejor nombre, en Santibáñez-Zarzaguda


El bar “La Zarza” en Santibáñez Zarzaguda, no es de titularidad municipal, ya que es propiedad de la Asociación de Propietarios de Tierras, pero puede incluirse -por las similitudes en el tipo de contrato de arrendamiento- dentro de la categoría. Como indica su cartel anunciador, se trata de un hostal-restaurante-café bar, situado a la salida del pueblo en dirección a Huérmeces. Santibáñez, en consonancia con el tamaño de la población, contó con varios bares hasta finales de los años ochenta del siglo XX.

Una categoría aparte, y también extendida en algunos pueblos del entorno, es la del local de usos múltiples, llamados socio-culturales, entre los que se encuentra el de bar, aunque en principio solo al servicio de vecino-socios, y regentado bajo una fórmula de auto-gestión.

Así, en el entorno más cercano, encontramos el local de la “Asociación Monasteruelo” de Ros. Curiosamente, su sede -las llamadas Nuevas Escuelas, levantadas en los años cincuenta- está construida con parte de las piedras de la torre-espadaña de la iglesia del desaparecido Monasteruelo. La cultura, como casi todo, es reciclable. 

Local de la Asociación Monasteruelo de Ros

Suele resultar polémico hablar de subvenciones públicas al mundo rural. A las autoridades regionales, nacionales y europeas les gusta hablar del desarrollo rural. Se subvencionan negocios de dudosa viabilidad, se ponen en valor viejos edificios pero sin ningún plan de actuación en cuanto a su contenido ni a su mantenimiento en el tiempo. Se diseñan bonitos planes de desarrollo, con multitud de cifras y letras, realizados con prisas por empresas que viven precisamente de eso, de elaborar planes utópicos para autoridades ávidas de propaganda.


Por contra, quizás el "subvencionar", directa o indirectamente, este tipo de pequeños establecimientos donde, además de bebidas, comidas y alojamiento, también se expiden espacios de socialización, no sea una errada manera de gastar dinero público en pos de ese deseado desarrollo rural.

Puede que suene exagerado afirmar que estos bares de titularidad municipal o pseudomunicipal sean parte del futuro del medio rural, pero no lo es asegurar que son un buen termómetro de dicho futuro. Si existen entes públicos o asociativos con fondos suficientes para invertir en bares, restaurantes y alojamientos rurales, puede que haya futuro en la zona. Sin bares, sin lugares de reunión, sin espacios de socialización, puede que la ya escasa población de estos pueblos tenga un aliciente menos para quedarse, un aliciente menos para no enfilar derecho hacia la capital provincial o más allá.

Y los pueblos, sin población fija, no son nada. Meros escenarios de cartón-piedra.



NOTAS:

(1) “El bar de las grandes esperanzas”, J.R. Moehringer, Duomo (2015)

(2) “Viaje a pie”, Josep Pla, Ediciones 98 (2013)



ENLACES:

La Taberna de Montorio 

Bar La Zarza de Santibáñez 

Taberna de Quintanilla-Sobresierra: Teléfono 942.44.00.44

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