sábado, 25 de enero de 2025

Fabián Valderrama, un pícaro farol de entre siglos (Huérmeces, 1831-1908)


Como ya ha sucedido en otras ocasiones, esta historia comienza con un simple anuncio insertado en el boletín oficial de la provincia. Y una vez más, se va a tratar de buscar una correspondencia coherente entre los escasos datos aportados por la fría literatura oficial y los que puedan encontrarse en la más cálida literatura oral en forma de memoria popular de Huérmeces.

Y es que Fabián Valderrama, más conocido como "el tío Fabián", forma parte estelar de esa memoria popular que, a poco que nos descuidemos, acabará por diluirse antes de transmitirse a las nuevas generaciones.

 

UNA CITACIÓN JUDICIAL TRAS EL FALLECIMIENTO DE SU ESPOSA

En el Boletín Oficial de la Provincia de Burgos de 2 de julio de 1901 aparece insertado un anuncio del Juzgado Municipal de Huérmeces, firmado por el entonces juez municipal, Valentín Díez Arribas:


"Habiendo fallecido en este pueblo el día 15 del corriente doña Jacinta Villalvilla Sáinz, natural del mismo, provincia de Burgos, dedicada a las labores propias de sus sexo, sin disposición testamentaria; y teniendo noticia de que está su esposo, Fabián Valderrama Espinosa, implorando la caridad pública, ignorando su paradero, se cita por el presente anuncio al expresado Fabián, y al propio tiempo se hace la misma citación a los herederos que se hallen con derecho a los bienes dejados, para que en el término de veinte días, a contar desde la inserción de este anuncio en el Boletín Oficial de la Provincia de Burgos, se presenten ante este Juzgado, con documentos justificativos, a reclamar la herencia que les corresponde de la expresada finada, pues de lo contrario se procederá a lo que haya lugar. Huérmeces, 17 de junio de 1901. El Juez Municipal, Valentín Díez.


El anuncio nos cuenta que Fabián Valderrama Espinosa, vecino de Huérmeces, se encontraba en paradero desconocido en junio de 1901, al fallecimiento de su esposa, Jacinta Díaz-Villalvilla Sáinz.

El anuncio también nos cuenta que, en años anteriores, Fabián había acudido a la caridad pública. Esto significa, en román paladino, que Fabián se dedicaba a ejercer la mendicidad por los pueblos del entorno de Huérmeces, tratando de avergonzar lo menos posible a los suyos y a sí mismo.

¿Qué pudo suceder para que un labrador, relativamente bien situado en el Huérmeces de mediados del siglo XIX, llegara a tal situación?


SAN FABIÁN, OBISPO Y MÁRTIR


Fabián Valderrama Espinosa nació en Huérmeces el 20 de enero de 1831. Huelga decir que San Fabián, Obispo y Mártir, era una de las onomásticas del día, en honor del vigésimo Papa de la Iglesia de Roma, que ejerció su ministerio entre los años 236 y 250 de nuestra era.  

Fabián era el cuarto de los cinco hijos que trajo al mundo la pareja farola formada en 1824 por Tomás Valderrama Díaz-Ubierna (1802) y Pascuala Espinosa Varona (1808).

  1. Sandalio (1825)
  2. Pedro  (1826)
  3. Lorenzo (1828)
  4. Fabián (1831)
  5. Buenaventura (1833)
Dos de los cinco hijos de la pareja, Pedro y Buenaventura, fallecieron al poco de nacer.

El padre, Tomás Valderrama, falleció muy joven, en 1833, a los 31 años de edad. De esta manera, Pascuala Espinosa, que se había casado con Tomás a la temprana edad de 16 años, se vio convertida en una joven viuda de 25 años, con tres niños de corta edad a su cargo: Sandalio (8 años), Lorenzo (5 años) y Fabián (2 años). 

Tres años después, en 1836, Pascuala contrajo matrimonio, en segundas nupcias, con Tomás Beato Luis (Espinosilla de San Bartolomé) y trajeron dos hijos Beato Espinosa al mundo, Felipa (1837) e Isidro (1840), este último con cierta continuidad residencial en Huérmeces.

De los tres hermanos Valderrama Espinosa que se encontraban con vida a la muerte de su padre, únicamente llegaron a viejos (o mantuvieron continuidad residencial en Huérmeces) dos de ellos, Sandalio y Fabián.
 


FABIÁN, EN SU CONDICIÓN DE "RICO" HEREDERO, SE CASA CON UNA HIJA ÚNICA

Sandalio Valderrama Espinosa, el hermano mayor de Fabián, contrajo matrimonio en Huérmeces, en 1846, con Faustina Pérez Fernández (Hces, 1820). No fue una pareja prolífica, ya que trajo al mundo a un único hijo: Manuel (1847); hijo de corta vida, ya que su nombre no aparece en los padrones de población del último cuarto del siglo XX.

Por su parte, Fabián decidió casarse cuando contaba con 24 años de edad y la afortunada novia fue una joven farola de 25 años, Jacinta Díaz-Villalvilla Sáinz, hija única del matrimonio formado en 1824 por Mariano Díaz-Villalvilla Girón (Ruyales) y María Sáinz Espinosa (Hces, 1809). 

La boda se celebró en Huérmeces el 24 de noviembre de 1855, y puede afirmarse que Fabián y Jacinta comenzaron su convivencia siendo una pareja de labradores relativamente próspera, dentro del paupérrimo panorama económico de la España rural de mediados del siglo XIX.

Fabián había heredado la mitad de la herencia paterna, y poseía dos parejas de bueyes -un auténtico lujo en aquellos tiempos- y una buena colección de tierras de labranza. Jacinta, por su parte, también sería la heredera de la hacienda paterna ya que, aunque se padre se casó en segundas nupcias, no tuvo descendencia.

La pareja debió de sufrir ciertos problemas de fertilidad, ya que tardaron casi tres años en concebir a su primera y única hija, Joaquina Valderrama Díaz-Villalvilla (1858). Quizás por los citados problemas de fecundidad, quizás por problemas derivados del parto, Fabián y Jacinta no tuvieron más hijos. Para ahondar en su desgracia, Joaquina falleció de niña, en 1866, a los 8 años de edad, dejando a la pareja en la más absoluta soledad.

Cuenta la memoria popular de Huérmeces que Fabián no supo administrar ni trabajar adecuadamente su hacienda y que, en pocos años, dilapidó tierras, granos y ganados. 

Quizás fue aquel año de 1866, tras el fallecimiento de su única hija, cuando las expectativas vitales de Fabián sufrieron un revés tan duro que le incitaron a cometer una serie de errores o dejaciones en la administración de sus bienes, en la atención de su hacienda, en la previsión de aconteceres.

En 1868, Fabián aparece en la relación de vecinos de Huérmeces que realizaron donaciones monetarias para socorrer a los soldados destinados en Filipinas y Puerto Rico. Dentro de los donativos efectuados por 42 vecinos de Huérmeces, el importe satisfecho por Fabián (0,6 escudos) puede considerarse relativamente alto (el importe medio alcanza los 0,3 escudos por vecino donante), al mismo nivel que los vecinos más "pudientes" del pueblo: Simón Ubierna (1,2 escudos), Domingo García (0,8), Mariano Villalvilla (0,6), Eusebio Villanueva (0,6) y Petra Fontúrbel (0,5).

En la década de 1870, Fabián aparece reiteradamente en el Boletín Oficial de la Provincia de Burgos, dada su condición de fiscal y juez municipal. Así, por ejemplo, leemos su nombre en una sentencia judicial (relativa a una reclamación económica de un vecino de Burgos sobre otro de Huérmeces) publicada en el boletín oficial de la provincia de fecha 27 de octubre de 1876:




[A título de curiosidad, cabe comentar que en el año 1871 el Ayuntamiento de Huérmeces elaboró una "Lista que contiene todos los pobres declarados por este Ayuntamiento en sesión del día 22 de febrero de 1871", en la que se incluyen a 40 vecinos del pueblo, declarados pobres de solemnidad; ni que decir tiene que Fabián Valderrama no figura entre ellos, ya que por entonces aún le quedaban bienes suficientes de la herencia recibida tras el fallecimiento de su padre en 1833. A esta sorprendente "lista de pobres" le dedicaremos un próximo monográfico]

En 1877, Fabián Valderrama aparece como elector por el municipio de Huérmeces en virtud de su condición de contribuyente por territorial, lo que indica un cierto nivel en cuanto a propietario de tierras de labor.

[Fabián ya no aparece en los listados de electores de los años siguientes, 1879 y 1881, en contra de lo que sucede con su hermano Sandalio]

A finales de la década, en 1879, Fabián figura en la relación de vecinos compradores de bienes nacionales (sujetos a las desamortizaciones de aquellos años). Parece ser que Fabián habría adquirido varias tierras y una casa procedentes del clero. En los boletines provinciales de 1880, 1881 y 1893 se da cuenta de los vencimientos de los plazos. En el caso de Fabián, el importe a satisfacer en cada plazo anual alcanzaba las 125 pesetas de la época.

En 1881 Fabián aparece en el listado de electores que habían ejercido su derecho a voto en las elecciones generales de diputados a Cortes, que se acababan de celebrar el 21 de agosto de aquel año.

Todas estas reseñas oficiales parecen indicar que, al menos durante las décadas de 1860 a 1880, la posición económica de Fabián no alcanzaba una mala situación, aunque tampoco es posible asegurarlo.

En el primer padrón de Huérmeces guardado en el Archivo Municipal, el correspondiente al año 1886 (padrón de cédulas personales,) Fabián y Jacinta aparecen empadronados en la casa número 8 de la calle de la Solana. En el mismo domicilio aparece también Saturnino Ubierna Arribas (Hces, 1857), soltero. Desconocemos el parentesco existente entre la pareja y el joven Saturnino, ni siquiera si ejercía labores de "criado" o simplemente compartía residencia con Fabián y Jacinta.

Aunque la numeración de las calles de Huérmeces sufrió constantes modificaciones a lo largo de las décadas finales del siglo XIX y primeras del XX, cabe suponer que la casa en la que Fabián Valderrama y su esposa residieron, durante la mayor parte de su vida de pareja, situada en la calle de la Solana (nº 5-8, según la época), se corresponde con la luego conocida como "casa del tío Elías", situada entre la antigua "casa del médico" (luego de Francisco Alonso)" y la "casa de Pepines".

[en el registro fiscal de edificios y solares correspondiente al año 1893, Fabián Valderrama Espinosa aparece como propietario de una casa en la calle de la Solana]




    
En los Censos Electorales de Huérmeces, publicados entre los años 1890 y 1900, Fabián aparece domiciliado en la calle de la Solana, con la profesión de "guarda municipal" (1890 y 1892) y "alguacil" (1894, 1895, 1896, 1897  y 1900). Suponemos que ambos cargos, ocupados cuando ya la situación económica de Fabián era casi desesperada, le fueron concedidos por mera "caridad municipal".

En el censo electoral correspondiente al Ayuntamiento de Huérmeces, año de 1890, encontramos:





[Sandalio Valderrama, el hermano mayor de Fabián, había enviudado con anterioridad a 1886 y falleció en 1891, sin descendencia]

La información suministrada por los padrones electorales no nos sirve para comprobar si Fabián residía efectivamente en el pueblo. Para ello, tenemos que acudir a los padrones de cédulas personales y de población.

Ya he comentado que en el padrón de cédulas personales de 1886, Fabián y Jacinta aparecen domiciliados en la casa nº 8 de la calle de la Solana. Sin embargo, en el padrón municipal de 1899, en la casa nº 5 de la calle de la Solana solo aparece domiciliada Jacinta, y lo hace en su condición de "casada", por lo que parece claro que ya en aquel año Fabián se encontraba ejerciendo la mendicidad por los pueblos del entorno, residiendo fuera de Huérmeces todo el año o al menos gran parte del mismo.

Todo parece indicar que fue en aquellos años finales de la década de 1890, cercana ya la edad sexagenaria, cuando se produjo el "gran salto" en la vida de Fabián, comenzando a ejercer la mendicidad en los pueblos del entorno.


EL MISTERIOSO FINAL DEL TÍO FABIÁN

No he sido capaz de encontrar, en el Registro Civil de Huérmeces, la partida funeraria correspondiente a Fabián Valderrama Espinosa, por lo que supongo que falleció en alguno de los pueblos del entorno, y allí fue enterrado.

No obstante, la memoria popular de Huérmeces recuerda que Fabián falleció hacia los años 1908-1909, cercano ya a la edad octogenaria.

Quizás algún día, por pura serendipia, aparezca la partida funeraria del tío Fabián y entonces podremos aportar alguna información complementaria al respecto. Hoy solo podemos aventurar que Fabián Valderrama murió, seguramente, en las más absolutas pobreza y soledad.

En el año 1903, la casa de la calle de la Solana, en la que Fabián y Jacinta moraron gran parte de su vida de pareja, se encontraba ocupada por Lorenzo Alonso Valderrama (Hces, 1826) y su segunda esposa, Isabel Hidalgo García (Ceniceros, 1835). Lorenzo era primo carnal de Fabián, ya que la madre de aquel (Deogracias) era hermana del padre de este (Tomás).

De todas formas, más que por su menesteroso final, el tío Fabián pasó a formar parte de la memoria popular de Huérmeces por su querencia pícara, ya que era una persona ocurrente y ducha en el arte de hacerse pasar por lo que no era: el tonto del pueblo. Como todo pícaro que se precie, las personas destinatarias de sus actuaciones solían ser poseedoras de un mayor nivel de formación y posición económica y social. 


Guzmán de Alfarache. Amberes (1681)



LA PICARESCA DEL TÍO FABIÁN EN TRES ACTOS

La memoria popular de Huérmeces aún recuerda tres de las múltiples historias de pura picaresca protagonizadas por el tío Fabián. Puede que cada generación haya añadido palabras y matices nuevos a la crónica pero, en esencia, la capacidad picaresca del tío Fabián resulta evidente aún en nuestros días, casi siglo y medio después de los actos.
 

ACTO I. En el que se cuenta cómo el tío Fabián logró abundante pesca en el río Úrbel sin mojarse los pies, ni siquiera las manos

Un buen día arrivaron a Huérmeces un grupo de señoritos de Burgos, dispuestos a pasar una fructífera jornada de pesca en las afamadas aguas del úrbel. Cuando preguntaron a las gentes del lugar quién era el vecino que mejor conocía las buenas zonas pesqueras del Úrbel, nadie lo dudó: el tío Fabián.

No resultó complicado dar con el guía pesquero. No tuvieron que buscarlo en Carromaribáñez ni en Sutildarache, ni siquiera en las eras de Concejo; encontrarían a Fabián en predios mucho más cercanos: en cualquiera de las dos tabernas con que contaba el pueblo por aquellos tiempos, a las que era asiduo más en busca de conversación que del mero consumo de tintorro. 

El tío Fabián, siempre zalamero y reverencioso con las personas consideradas importantes, estuvo encantado con su inesperado y prometedor cometido. Tras confirma a los señoritos que, efectivamente, nadie como él conocía mejor las zonas pesqueras del Úrbel, y aceptar sin rechistar el precio de sus servicios, el tío Fabián añadió que únicamente veía necesario aclarar un pequeño inconveniente, que le preocupaba pero que no creía que imposibilitara el correcto desempeño de su cometido: 

-desde tiempo ha, suelo sufrir a veces cortos pero violentos estados de degeneración, durante los cuales me pongo como loco de repente, ejecutando todo tipo de actos sin sentido, llegando incluso a agredir a las personas que me sean cercanas, mediante lanzamiento de cantos o de cualquier otra cosa que tenga a mano; no deben preocuparse vuesas mercedes de tal hecho, ya que suelo darme cuenta a tiempo de que me viene uno de estos estados y ya les avisaría para que se pusieran a buen recaudo hasta que se me pasara."


Puente Comparanza, sobre el Úrbel, a la altura de Las Huertas


Los señoritos de Burgos, tras consulta ocular entre ellos, decidieron seguir contando con los servicios de Fabián, todo fuera por una prometedora jornada de pesca.

El desempeño pesquero trascurrió sin sobresaltos y con reteles repletos de cangrejos, hasta el punto de que los señoritos de Burgos vieron ampliamente superadas sus expectativas. Varios sacos de cangrejos daban fe del éxito obtenido durante la apacible tarde a la vera del Úrbel, entre el Rinconcillo y Retuerta.

Cuando los señoritos de Burgos se disponían a distribuir entre ellos el contenido de los sacos, el tío Fabián gritó, alto y claro:

-¡que me viene, que me viene! 

Sorprendidos o asustados, los señoritos de Burgos detuvieron el reparto, esperando a que la literatura fabiana se sustanciara en algo, seguramente nada bueno, pero en algo. Y así fue.

El tío Fabián se arrojó al suelo, retorciendo su maltratado cuerpo en posturas imposibles, escarbando la tierra con los pies y con las manos, a modo de bestia cuadrúpeda, resoplando y babeando, emitiendo alaridos que helarían la sangre más templada. Y sin solución de continuidad, comenzó a arrojar cantos a los -ahora sí- aterrados señoritos de Burgos.

No es que lo hicieran con una puntería destacable, pero los cantos salían de las manos del tío Fabián con una cadencia, velocidad y alcance sorprendentes, que no puedieron por menos que originar una desbandada general de señoritos de Burgos, camino del pueblo y de su coche salvador.

Nada más se supo de los señoritos de Burgos. No presentaron reclamaciones en los días ni en las semanas siguientes. No hubo denuncias ni procedimientos judiciales. Y es justo que así fuera, porque el tío Fabián tuvo un comportamiento impecable, ya que advirtió de sus locos prontos con carácter previo al cierre del acuerdo con los señoritos, y avisó, también con carácter previo, de la llegada de uno de aquellos locos prontos suyos, que él no podía evitar de manera alguna, pues eran ya parte de su ser.

Eso sí, el tío Fabián comió cangrejos durante varias jornadas y así lo recoje la memoria popular de Huérmeces, cuando afirma que en el patio de la casa del tío Fabián se encontraron, años despues de su muerte, abundantes restos de caparachos y patas de cangrejos.      


ACTO II. En el que se cuenta cómo el tío Fabián logró que importara poco el número de pollos que entraron en una cesta y, menos aún, el número de pollos que salieron de la misma

Don Rogelio, el médico, tenía en cierta estima al tío Fabián, al que consideraba un anciano dicharachero, ingenioso y siempre dispuesto a satisfacer diligentemente cualquier tipo de mandado. Por eso mismo, no dudó un instante a la hora de encargarle un cometido que hace tiempo tenía en mente.

Don Rogelio debía un favor a una familia de Burgos, ciudad en la que don Rogelio era muy conocido y admirado por sus inquietudes intelectuales y esperantistas. El tío Fabián, por su parte, realizaba periódicos viajes a la capital, la mayor parte de las veces en busca de alguna ganga que adquirir o de algún comprador para cualquier cosa de la que quisiera deshacerse.

Para los desplazamientos a la capital, el tío Fabián solía aprovechar los frecuentes viajes que se veían obligados a realizar a Burgos los dos taberneros con que contaba por entonces el pueblo, Timoteo San Martín y Hermenegildo de la Fuente, ambos poseedores de buenos carros entoldados, tirados por dos o más caballerías. Aunque ya existía carretera hasta Burgos, el viaje (ida y vuelta) consumía toda una jornada, madrugando mucho y retornando al pueblo con las últimas luces del día.

El día previsto, don Rogelio le entregó al tío Fabián un cesto de gran tamaño y buen peso, con el encargo de que se lo hiciera llegar, a modo de obsequio, a una familia de amigos que el médico tenía en Burgos.

Al poco de iniciar el viaje, no habiendo llegado siquiera a vislumbrar las primeras casas de Santibáñez, el tío Fabián no pudo contener por más tiempo su natural curiosidad y procedió a abrir la cesta, para cotillear su contenido. Cuál fue su asombro al comprobar que en la cesta yacían, convenientemente desplumados, eviscerados y limpiados, cuatro hermosos pollos.

El tío Fabián cerró la cesta y su cabeza comenzó a maquinar. Cercana ya la ciudad de Burgos, al pasar por el Ventorro del Charro, le pidió a Timoteo (o a Hermenegildo) que se detuviera un momento, que tenía un encargo que hacer. 

El tío Fabián le dejó uno de los pollos al mesonero, con el encargo de que se lo cocinara, para dar buena cuenta de él a la vuelta, a modo de merienda o cena temprana.

Volvió al carro con buenos ánimos y, en poco tiempo, alcanzaron las primeras casas de Burgos. Al llegar a los soportales de Antón, el tío Fabián se apeó del carruaje y partió hacia la dirección que don Rogelio le había encomendado.




Plaza de la Libertad, en las traseras de los Soportales de Antón


Era ya la hora de la comida cuando el tío Fabián llamó a la puerta de los amigos del médico de Huérmeces. Después de los consabidos rituales de presentación, adulación y reverencia, el destinatario de la cesta procedió a la apertura de la misma y, admirado y congratulado por su espléndido contenido, procedió a abrir el sobre que contenía la nota que acompañaba a los pollos.

El amigo de don Rogelio leyó la nota, miró a los pollos, volvió a leer la nota, volvió a mirar a los pollos y, a la tercera comprobación, le siguió un curioso -casi surrealista- intercambio de frases con el siempre risueño tío Fabián:

-Oiga, buen hombre, en esta nota don Rogelio me dice que en la cesta vienen cuatro pollos
-Sí, señor, cuatro
-Ya, ya, pero yo solo veo tres
-Sí, señor, tres
-Pero la nota dice claramente cuatro 
-Sí, señor, cuatro
-Pero ... ¿es usted tonto o qué?
-Sí, señor, tonto

El amigo de don Rogelio no insistió más en el interrogatorio, vistos los nulos efectos que causaba en el interrogado. Acabó por pensar que el pobre hombre, además de viejo era, efectivamente, tonto. Cuando ya se disponía a abrir la puerta y despedir al tío Fabián, éste, que ya había olfateado el culinario aroma que fluía por la estancia, no pudo por menos que añadir:

-Señor, no sé si sabrá que en mi pueblo una vaca ha tenido cinco chotos y que, mientras cuatro maman, el otro pobre está mirando

El amigo de don Rogelio se dio por aludido y, con ganas de que aquel calvario acabara cuanto antes, le encargó a la criada que le diera un poco de pan y queso a aquel viejo chiflado, y que lo despidiera convenientemente.


Plaza Prim, Soportales de Antón y Casa del Cordón



El tío Fabián llegó a Huérmeces a primeras horas de la noche de aquel glorioso día, tras un fructífero viaje a la capital, con la barriga llena, porque la frugal comida de pan y queso no fue sino el preludio de la que luego sería una opípara merienda, pollo mediante, en el ventorro del Charro, sito a apenas un cuarto de legua de Burgos y a cuatro leguas de Huérmeces.  


ACTO III. En el que se cuenta cómo el tío Fabián, gracias al despanzurramiento de un oportuno sapo, pudo hacerse con el espléndido bastón de mano de todo un Conde

Durante una de las escasas visitas que el Conde de Berberana realizó a sus propiedades radicadas en Huérmeces, entre las que destacaba la impresionante mole del palacio de Arroyuelo, se produjo el "casual" encuentro entre el aristocrático personaje y el tío Fabián.

Mientras el Conde y su secretario paseaban por la finca anexa al palacio, apareció al fondo del camino de Tresvallejo la peculiar silueta del tío Fabián. El Conde, persona extrovertida y con un indudable don de gentes, aprovechó la ocasión para echar unas risas con su fiel ayudante, acostumbrado ya a este tipo de exhibiciones campechanas de su señor. 


Palacio de Arroyuelo


Al mismo tiempo que el tío Fabián llegaba a la altura de los distinguidos señores, un oportuno sapo -de buen tamaño- decidió encaminarse, con sus cansinos andares, hacia el otro lado del camino. El Conde, viendo la ocasión que ni pintada, le espetó al tío Fabián:

-Buenos días, buen hombre, ¿ha visto usted que bicho tan raro ha salido de entre esas piedras? Aquí mi secretario y yo nunca habíamos visto nada igual, ¿qué será?

El tío Fabián, tras sus acostumbradas reverencias, tampoco desaprovechó la ocasión para hacer gala de sus habilidades y, echando un ojo al lujoso bastón que portada el Conde, respondió:

-Buenos días tengan también vuesas mercedes, dignos caballeros. Pues no, yo tampoco había visto nunca una bestezuela de esta clase. No sé que será, pero si me presta su bastón intentaré darle la vuelta al bicho y a ver qué sale.

El Conde, un tanto desconcertado, no tuvo otra opción que pasarle su bastón al lugareño, por eso de no parecer desconfiado ni estirado. El tío Fabián comenzó entonces a darle la vuelta al pobre sapo, primero hacia un lado, luego hacia otro, pinchándole en la tripa con la punta del bastón, hasta acabar por despanzurrar al pobre anfibio, cuyas vísceras quedaron en parte adheridas al bastón.

-Pues no sé, nobles señores, no sé, pero me da a mí que este bicho deber ser la cigüeña

El Conde y su secretario se miraron asombrados, dando por sentado que habían dado con el tonto del pueblo, y que el asunto no daba para mucho más. Pero el tío Fabián no había finalizado su representación, y añadió, removiendo aún al pobre bicho:

-¡Esto es la cigüeña, sin duda, esto es la cigüeña!

Acabó por eviscerar totalmente al sapo, ensuciando aún más la mitad inferior del bastón del Conde. Cuando le pareció que aquel se encontraba lo suficientemente impregnado de tripas de sapo, se lo ofreció dócilmente al Conde, una vez demostrada la verdadera naturaleza del bicho.

El Conde rechazó coger su mancillado báculo, dibujando un evidente rictus de asco en su boca. Tocó el brazo de su secretario y le conminó a abandonar cuanto antes la desagradable escena del despanzurramiento de un pobre -aunque oportunísimo- sapo. 

El Conde partió al poco en dirección a Burgos, dando por finalizada la visita al pueblo. Se pasó parte del camino de vuelta disertando con su secretario acerca de la escasa cultura y clarividencia que poseían las gentes de estos pueblos dejados de la mano de Dios. Y de lo necesaria que era la mejora en el nivel de instrucción de alumnos y maestros. Al pasar por Mansilla, a punto ya de acometer las primeras rampas de la célebre cuesta, no pudo por menos que exclamar, ahora sí, entre risas:

-¡Esto es la cigueña, sin duda, esto la cigueña!  

El tío Fabián, por su parte, disfrutó de una gloriosa tarde en la taberna, armado con su lujoso bastón, y compartiendo con sus convecinos la historia de un Conde tan melindroso como generoso. 



Lazarillo de Tormes. Medina del Campo (1554)


Aunque solo hayan llegado a nuestros días estas tres historias picarescas protagonizadas por el tío Fabián, cabe suponer que durante su larga vida le acontecieron muchos otros episodios que merecerían haberse guardado en la memoria popular de Huérmeces.

Suponemos que en sus últimos años de vida, una vez efectuado "el gran salto" hacia la práctica activa de la mendicidad, el tío Fabián podría amenizar largas veladas con la detallada enumeración de sus azarosas correrías por los pueblos de la comarca. Correrías que hablarían de la importancia de llamar a las casas en la hora oportuna (la de la comida), usar la frase correcta (Ave María Purísima) y actuar de tal manera (humilde e ingeniosa a partes iguales) que sirviera para desencadenar los más caritativos sentimientos en las gentes del Úrbel, las muy cristianas gentes del Úrbel. 


PERSONAS Y PARAJES QUE APARECEN EN LA PICARESCA DEL TÍO FABIÁN

Acto I

Señoritos de Burgos (Burgos, mediados del siglo XIX - Burgos, mediados del siglo XX): colectivo de personas que, residentes en la capital provincial, alcanzaban altas cotas de poder político, económico y social; se trataba, principalmente, de ricos propietarios, florecientes comerciantes, altos funcionarios, políticos locales y regionales, profesionales liberales (médicos, notarios, abogados); algunos adquirieron segundas residencias en el entorno de Burgos, a las que acudían en periodos estivales o en temporadas de caza y pesca; otros, se conformaban con realizar puntuales excursiones de un día, al objeto de cobrar alguna pieza de caza o de obtener una buena cantidad de cangrejos o truchas. 

El río Úrbel: este río de 55 km de plácido discurrir entre Fuente Úrbel y Frandovínez, atraviesa el término de Huérmeces durante nada menos que 8'5 km (casi la sexta parte del total), incluyendo alguno de los parajes antaño más ricos en pesca; la fama de río cangrejero y truchero, así como su relativa cercanía a la capital provincial, atraían hacia sus cotos pesqueros a buena parte de la aristocracia y burguesía provincial; por otra parte, para los vecinos de los pueblos atravesados por el río, la pesca constituía un suministro seguro de proteínas, sobre todo en épocas de penurias calóricas. Todo se torció a partir de los primeros setenta del siglo pasado cuando, primero la afanomicosis del cangrejo autóctono, luego la progresiva degradación de la calidad y cantidad de sus aguas, acabaron por quebrar su riqueza biológica. El Úrbel también tenía cierta propensión a salirse de madre, ocasionando periódicos daños en puentes, casas y haciendas.

Acto II

Rogelio Pérez Domingo (Ibeas de Juarros, 1873-Pineda de la Sierra, 1952): médico de Huérmeces durante diecinueve años (1897-1916); brillante estudiante en el Instituto de Burgos; licenciado en medicina por la Universidad de Valladolid (1897); fue uno de los promotores del Colegio Médico de Burgos; destacado esperantista; frecuente colaborador en revistas médicas; autor de una obra que tuvo cierta repercusión en círculos médicos de la época, "El malestar de la clase médica" (1912, Hijos de Santiago Rodríguez); carrera profesional desarrollada en los siguientes destinos: Huérmeces (1897-1916; incluidos Quintanilla Pedro Abarca, Ruyales, San Pantaleón y Los Tremellos), Rioseras (1916-1924; incluidos Riocerezo, Robredo Temiño, Tobes y Rahedo y La Molina de Ubierna); Sotresgudo (1924-1947; incluidos Barrio de San Felices, Guadilla de Villamar, Salazar de Amaya, Sotovellanos, Cuevas de Amaya y Cañizar de Amaya); casado con Maura Benito Robles (Villanueva de Puerta, 1882); al menos dos hijos: Elena (1911) y José (1913); ya jubilado, falleció en 1952, a los 79 años de edad, en Pineda de la Sierra, pueblo en el que residía su hija Elena.

Durante un tiempo, el médico don Rogelio y el tío Fabián fueron vecinos-vecinos, ya que las casas que ocuparon se encontraban contiguas: una en el número 5 y otra en el número 6 de la calle de la Solana.

Ventorro del Charro, del Camino de Quintanadueñas o del Encuentro (Siglo XVIII, Camino Real de Burgos a Reinosa, media legua - Siglo XX, Carretera de Burgos a Aguilar de Campoo, km 2,5): se encontraba situado en el paraje hoy denominado "El Encuentro", a la izquierda de la carretera de Aguilar; no conocemos la fecha de su puesta en servicio, aunque sabemos que ya se encontraba abierto a finales del siglo XIX, cuando la futura carretera de Aguilar llegaba hasta Huérmeces y se encontraba en obras el tramo hasta Montorio

A lo largo del tiempo, numerosos han sido los venteros que la han regentado; así, hemos encontrado a:

  • José San Martín Esteban y Antonino Mariscal Espiga (1890-1900)
  • Saturnino San Martín Iturriaga (1930-1931)
  • Calixto Arnáiz Bárcena (1947)

Calixto Arnáiz Bárcena (Cantabrana, 1873) había sido tabernero en Huérmeces (1932-1946) y en otros pueblos del entorno como Avellanosa del Páramo (1926) y Quintanilla Sobresierra (1930-1932); Calixto falleció en Huérmeces en 1950, a los 77 años de edad; su hija, Felisa, regentó una taberna en Huérmeces durante los años 1938-1978.

En los años veinte, treinta y cuarenta era un lugar habitual para la práctica de la tuta y la calva, por parte de numerosos vecinos de Burgos. En diciembre de 1935 encontramos una curiosa noticia en el Diario: un muchacho de 14 años resultó detenido por los guardias de asalto cuando trataba de vender cuatro gallinas en el ventorro. Constatamos así la existencia de una evidente atracción entre el Ventorro del Charro y las gallinas (o pollos) de incierto origen y/o destino.

El tabernero de Huérmeces, que llevó en su carro al tío Fabián en su viaje a Burgos: bien pudiera tratarse de cualquiera de los dos que ejercieron su labor durante los últimos años del siglo XIX y primeros del XX:

  • Timoteo San Martín Romo (Arcos de la Llana, 1847): tabernero en Huérmeces durante nada menos que treinta y cuatro años (1876-1909); perteneciente a una familia de taberneros muy habitual en diversos pueblos de la comarca del Úrbel y otros del entorno de Burgos: Villagonzalo Pedernales, La Nuez de Arriba y Masa (mesón). Su taberna en Huérmeces estuvo instalada en la casa que luego sería cantina de Joaquin y Matilde
  • Hermenegildo de la Fuente Gómez (Castrillo del Val, 1866): tabernero en Huermeces durante catorce años (1897-1910); su taberna-tienda estuvo instalada en la casa que luego sería conocida como "del señor Diego"; Hermenegildo tuvo taberna en Sotopalacios, Arlanzón, La Ventilla y finalmente, en su pueblo natal, Castrillo del Val

[en las próximas semanas está prevista la publicación de un monográfico relativo a los once taberneros que prestaron sus servicios en Huérmeces entre los años 1876 y 1977]

Acto III

Manuel Gil-Delgado y Pineda, V Conde de Berberana (Burgos, 1861-Barcelona, 1932): peculiar personaje de la aristocracia española de entre siglos, bon vivant, decano de los mayordomos de Su Majestad, casado con Josefa Soto y Armesto (1866-1911), con la que tuvo dos hijos; enviudó pronto y uno de sus hijos falleció muy joven; el Conde se quitó la vida en Barcelona en junio de 1932, mientras se desmoronaba gran parte del mundo que conoció y disfrutó; fue propietario de multitud de fincas rústicas y urbanas en Huérmeces y comarca durante el Antiguo Régimen.

Palacio de Arriba, de Arroyuelo o de los Alonso de Burgos: fundado hacia el segundo cuarto del siglo XVI por Gonzalo Alonso de Burgos y su esposa, Catalina Pardo Bigarny, acabó en manos de los Condes de Berberana a mediados del siglo XVIII, y estos lo mantuvieron hasta finales del siglo XIX, cuando fue adquirido por Rodrigo Arquiaga García, cuya hija María Arquiaga Díaz procedió a su venta a un vecino de Huérmeces en 1941. En 1970 pasó a manos de Belén Landáburu, entonces procuradora en las Cortes franquistas y luego senadora por designación real. Hoy es un lugar de celebración de eventos.


OTRAS PERSONAS

Boletín Oficial de la Provincia de 2 de julio de 1901

Valentín Díez Arribas (Hces, 1855-1937): hijo de Fabián Díez Moradillo (Peñahorada) y María Arribas Arce (Hces, 1829); se casó en Huérmeces en 1880 con María Martínez Alonso (Hces, 1858); cinco hijos: José (1883), Millán (1885), Saturia (1888), Mariano (1893) y Moisés (1898); fue nombrado juez municipal de Huérmeces para los bienios 1899-1901 y 1901-1903. 

En 1901, el alcalde de Huérmeces era el histórico Julián Díaz-Ubierna García (Hces, 1863), que lo fue durante diecisiete años (1895-1912); hijo de Antonio Díaz-Ubierna Varona (1830) y Felisa García González (1832); casado con María Carmen Ortega González (Ros, 1861); sin descendencia.



APUNTES GENEALÓGICOS

Los primeros apuntes del libro de bautizados de la parroquia de San Juan Bautista de Huérmeces dejan claro que, ya a principios del siglo XVII, el apellido Valderrama se hallaba firmemente establecido en el pueblo:

  • Francisca Rodríguez Valderrama (1611), hija de Diego e Isabel
  • Cecilia Valderrama Mata (1612), hija de Pedro y Ana
  • Tomás Rodríguez Valderrama (1616), hijo de Diego e Isabel
  • Diego Díaz-Tudanca Valderrama (1617), hijo de Juan y Catalina
  • Marina Díez-Mata Valderrama (1622), hijo de Domingo y Tomasa
  • Domingo Valderrama Güemes (1626), hijo de Domingo y Catalina

Esta fortaleza de los Valderrama faroles se mantuvo hasta mediados del siglo XIX, cuando descendió notablemente la fecundidad de varias parejas cuyo varón portaba Valderrama como apellido paterno.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, únicamente nacieron en Huérmeces ocho niños Valderrama. De los ocho, únicamente uno portaba Valderrama como apellido paterno.

Precisamente fue Joaquina (1858), él único hijo de Fabián y Jacinta, el último Valderrama farol como apellido paterno. El último Valderrama nacido en Huérmeces fue Crescencio García Valderrama (1909), hijo de Justo García Ubierna (1868) y María Valderrama Girón (Valtierra de Ríopisuerga, 1874). Crescencio falleció al poco de nacer.
  




De los ocho tatarabuelos de Fabián Valderrama Espinosa, únicamente tres eran ajenos a Huérmeces, naturales de otros pueblos del entorno: Juana Arce Liaño (Robredo Sobresierra), Ignacio Varona Ubierna (Ruyales) y Manuela Cerro Medina (Ubierna), aunque Ignacio Varona acabó por enraizar en Huérmeces y dio origen a una fructífera rama de Varonas faroles.

Los cuatro bisabuelos de Fabián eran naturales de Huérmeces, así como los padres. Fabián era, pues, farol por casi tres de sus cuatro costados.

Por su parte, los ancestros de Jacinta Díaz-Villalvilla Sáez, la esposa de Fabián, presentan una mayor variabilidad genética. Su padre, Mariano Díaz-Villalvilla Girón, procede de Ruyales del Páramo, aunque estuviera afincado en Huérmeces desde su boda con María Sáiz (Sáez) Espinosa.

La madre de Jacinta, la citada María Sáiz Espinosa, era natural de Huérmeces, aunque su padre procedía de La Parte (Las Hormazas).
 



De los ocho bisabuelos de Jacinta, cuatro procedían de Huérmeces y otros cuatro de diversos pueblos del entorno. De los cuatro abuelos, dos eran naturales de Huérmeces. Jacinta era farola por dos de sus cuatro costados.

El padre de Jacinta, el citado Mariano Díaz-Villalvilla Girón, aparece en 1865 como elector por Huérmeces, en su condición de uno de los diez mayores contribuyentes del pueblo. Mariano enviudó poco después del nacimiento de su segundo hijo, Gabriel, y contrajo matrimonio en segundas nupcias con Rosalía Espinosa Varona (1792), con la que no tuvo descendencia.


AGRADECIMIENTOS

A la memoria popular de Huérmeces


RECORTES DE PRENSA 

1. Boletín Oficial de la Provincia de Burgos, de 2 de julio de 1901






2. Boletín Oficial de la Provincia de Burgos, 5 de abril de 1868








3. Boletín Oficial de la Provincia de Burgos, 26 de octubre de 1879






OTRO POST CON VALDERRAMAS FAROLES COMO PROTAGONISTAS


Dos contemporáneos de Fabián, sus primos Vicente Alonso Valderrama (Hces, 1843) y Laureana Alonso Valderrama (Hces, 1843), primos entre sí por partida doble, se vieron obligados a contraer matrimonio en Roma en 1865 para obtener así las dispensas necesarias para su cristiana unión.

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