sábado, 8 de enero de 2022

Grafitis en el campanario de la iglesia de Huérmeces


Tres semanas después, seguimos instalados en las alturas del campanario de la iglesia de Huérmeces. Un lugar evocador, sin duda; y que aún dará lugar a algún que otro post en el futuro.


"San Juan" (1926)

"Huérmeces" (2021), antes "Todos los Santos" (1842)

"San Lorenzo" (1806)

"Santa Brígida" (1832)


En esta ocasión, tras una postrera contemplación de las campanas y de las peculiares vistas que se nos ofrecen sobre el caserío del pueblo, nos fijaremos en el interior del propio campanario.

En la cara interior de las paredes de piedra todavía pueden leerse -con alguna dificultad- varios grafitis, confeccionados a base de gruesos trazos de pintura negra, formando letras de considerable tamaño. 

Probablemente, fue aceite de motor (usado) la "pintura negra" que sirvió para realizar ambos grafitis; el aceite de motor, de color casi negro por haber soportado miles de kilómetros de lubricación en camiones (coches no había), era el producto que en aquellos tiempos solían utilizar los campaneros para lubricar los ejes de las campanas. 

Los grafitis están situados en espacios claramente definidos del campanario, como reclamando una cierta exclusividad:


  • En la pared septentrional, en el espacio situado entre el vano campanero (vacío) de la derecha y la esquina, haciendo compañía a la "San Juan" (1926), apenas resultan legibles dos pintadas:


HELIODORO ONTILLERA

J.M.O.


 



  • En la pared occidental, en el espacio intermedio entre los dos vanos (vacíos) destinados a las campanas, cuesta cierto trabajo identificar un nombre, como si algunas letras hubieran sido enmendadas en algún momento:


CLOTILDE ONTILLERA







¿Quiénes eran Heliodoro Ontillera, Clotilde Ontillera y J.M.O.? ¿Cuándo y porqué dejaron sus nombres plasmados en las paredes de piedra del campanario? Supongo que datan de los tiempos anteriores al gran éxodo rural de los sesenta, ya que recuerdo haberlas visto siempre allí. El porqué ... quizás ese impulso innato por dejar algo nuestro para la posteridad...

Llama la atención, sobre todo, la presencia de un nombre femenino, ya que este tipo de actuaciones era más propio de los chavales que de las chavalas, por lo menos en aquellos lejanos tiempos.

Buscando datos en viejos padrones de Huérmeces, comenzando por los más antiguos, constatamos que el apellido Ontillera aparece por primera vez en el padrón de 1924. Pertenece a una familia que había llegado a Huérmeces ocho años antes (1916) y en nuestro pueblo permaneció hasta el fallecimiento de los padres y el éxodo completo de sus miembros, durante la primera mitad de la década de los cincuenta. Esta es su pequeña historia.


LA FAMILIA DEL HERRERO ANGUILERO QUE VINO DE ROS

Todo parece indicar que las iniciales J.M.O. que se sitúan justo por debajo del grafiti de Heliodoro Ontillera, se corresponden con un hermano suyo, José María; por lo tanto, nos encontraríamos ante los nombres de tres hermanos Ontillera; Heliodoro, José María y Clotilde: los hijos de Epifanio Ontillera, un histórico herrero de Huérmeces.

Natural de Las Hormazas (1883), Epifanio llegó a Huérmeces -junto con su mujer, Perfecta Miguel, y tres hijos pequeños- desde el pueblo vecino de Ros, dónde su familia (Lorenzo Ontillera, su padre o quizás un hermano) había ejercido la profesión durante muchos años.

Epifanio fue herrero de nuestro pueblo durante nada menos que 36 años (1916-1952) y aquí nacieron seis de su nueve hijos. Su casa se encontraba en el número 4 de la calle de la Plaza (en la hoy denominada "casa de Emilio Crespo"). Su taller, justo enfrente, en la "fragua" municipal. Perfecta, por su parte, trabajó como modista ocasional durante gran parte de su estancia en Huérmeces.

Parece evidente que la presencia en el campanario de las pintadas de Heliodoro, José María y Clotilde está directamente relacionada con la profesión de Epifanio, su padre.

Y es que Epifanio, además de herrero, era el campanero y relojero del pueblo, cometidos por los que el ayuntamiento de Huérmeces le abonaba 15 y 30 pesetas al trimestre. El correcto funcionamiento, tanto de las campanas como del reloj, revestía gran importancia en aquellos tiempos, ya que ambos constituían herramientas básicas de comunicación e información para una comunidad rural en la que aún no se había generalizado el uso y disfrute de aparatos de radio y relojes de pulsera. 

En alguna ocasión, a Epifanio le acompañarían al campanario sus hijos, bien como mero divertimento, bien para proporcionarle la ayuda necesaria. Y en una de aquellas visitas, quizás Heliodoro, el mayor, decidiría plasmar su nombre en una de las paredes de piedra del campanario; ese mismo día, o quizás tiempo después, Clotilde, su hermana pequeña, y para no ser menos que Heliodoro, haría lo mismo con el suyo, esta vez en el muro oeste, en un lugar que le pareció más visible que el elegido por su hermano. Y lo mismo acabó por hacer -probablemente mucho tiempo después- el más pequeño de los tres, José María.


Detalle de la letra "R" en el grafiti de Clotilde Ontillera


Aunque en los tres grafitis han desaparecido -o nunca existieron- los caracteres relativos a la fecha, podemos hacer un pequeño ejercicio de datación: en aquellos tiempos, este tipo de inocentes actuaciones se realizaban en una edad cercana a la adolescencia avanzada o juventud temprana, por lo que suponemos que las pintadas podrían datarse hacia la segunda mitad de los años treinta y primera de los cuarenta del siglo pasado. Heliodoro tendría unos 16-19 años de edad; Clotilde era tres años más joven y, por el tipo de letra utilizada, cabría suponer que su grafiti fue realizado en fecha cercana al grafiti de su hermano.

José María, por su parte, era seis años más joven que Heliodoro, por lo que suponemos que su pintada (en unos caracteres muy diferentes) sería realizada varios años después (probablemente, data de 1945, por razones que se explican más adelante).

Desconocemos si la "osadía" de los tres hijos del herrero tuvo consecuencias disciplinarias para sus autores. Quizás se ganaron una buena reprimenda parental, o quizás fuera el cura párroco el que les impusiera un castigo ejemplar. También pudo ser que la reprimenda se la llevara el propio Epifanio, en su condición de campanero... 

Conviene recordar que en aquellos años el cura párroco de Huérmeces era -el tantas veces mentado en este blog- Félix López Hidalgo. Por eso resulta difícil imaginar que las pintadas no tuvieran consecuencias para alguno de los directa o indirectamente implicados; y resulta hasta sorprendente que los grafitis hayan llegado intactos a nuestros días ... que sus propios autores no se vieran obligados a borrarlos o disimularlos. Quizás el ínclito don Félix no fuera muy aficionado a las alturas y ninguna voz delatora le contara nunca nada acerca del asunto de las pintadas del campanario...

Los nueve hijos de Epifanio y Perfecta fueron abandonando Huérmeces con similar cadencia a la habitual en la Castilla rural de la primera mitad del siglo XX: una vez finalizados los estudios primarios, y antes o después de cumplir con la patria, comenzarían a trabajar lejos del pueblo. Todos ellos, desde el mayor (Fidencio) hasta el pequeño (Urbano) abandonaron Huérmeces con anterioridad a 1955, ya que en el padrón de ese año no figura ningún miembro de la -numerosa- familia Ontillera Miguel. 


Diario de Burgos, 1 de octubre de 1952

Diario de Burgos, 10 de octubre de 1952


Seguramente, fueron Urbano y Lucinio los últimos en dejar el pueblo, ya que ambos figuran (junto con sus padres) en el padrón de 1950. Hemos encontrado dos recortes de prensa de octubre de 1952, en los que Lucinio pone en venta una máquina de coser de su madre y la herramienta de la herrería de su padre, quizás poco después del fallecimiento de aquellos. Durante unos pocos años, Lucinio desempeñó el cargo de campanero, quizás heredado de su padre. Así consta en el padrón de 1950: "Lucinio Ontillera Miguel, 25 años de edad, profesión campanero".

 

Hoy, ochenta y tantos años después, de la familia Ontillera Miguel solo quedan en Huérmeces los nombres de Heliodoro y Clotilde, y las iniciales de José María, inocentemente grabados en el campanario de la iglesia de su pueblo. Nombres que han sido respetados por las sucesivas rehabilitaciones del campanario (tejado, acceso, campanas, reloj, instalación eléctrica). Nombres que han soportado goteras, heladas, vientos semi huracanados, iras clericales y deyecciones animales (palomas, mochuelos y murciélagos). Esperemos que aguanten muchos años más, ya que no son sino parte de la pequeña historia de este pueblo.


APUNTES FAMILIARES

Epifanio Ontillera Pérez (Las Hormazas, 1883) y Perfecta Miguel Alonso (Ros, 1890) llegaron a Huérmeces en 1916, procedentes de Ros; tuvieron nueve hijos: 

Fidencio (Ros, 1907), Moisés (Ros, 1910), Juana (Ros, 1913), Heliodoro (Hces, 1921), Clotilde (Hces, 1924), Lucinio (Hces, 1925), José María (Hces, 1927), María del Carmen (Hces, 1930) y César Urbano (Hces, 1931).

Hasta dónde hemos podido saber, al menos cuatro de los hijos de Epifanio y Perfecta se establecieron en la ciudad de Madrid (Fidencio, José María, María del Carmen y César Urbano). José María hizo carrera militar en el entonces denominado Ejército del Aire. Clotilde, por su parte, se estableció en Peñafiel (Valladolid).


OTRO GRAFITI CONTEMPORÁNEO

En la pared septentrional del campanario, la misma en la que persisten las pintadas de Heliodoro y José María -aunque en esta ocasión en el espacio intermedio que separa ambos vanos (vacíos)- resulta claramente visible otro grafiti, esta vez confeccionado en finos trazos y estilizada caligrafía, y que aún conserva parte de la data:


Emiliano Alonso ... XI-XLV






La pintada fue realizada por Emiliano Alonso Díez en noviembre de 1945, a la edad de 18 años.

Teniendo en cuenta que Emiliano y José María Ontillera pertenecían a la misma quinta, es más que probable que el grafiti de este último también fuera realizado en noviembre de 1945.

Emiliano había nacido en Huérmeces en 1927, y era hijo de la pareja de labradores formada por Manuel Alonso Melgosa (Hces, 1884) y Juana Díez Díez (Castrillo de Rucios, 1894); Emiliano era el penúltimo de siete hermanos: Carmen (1913), Ildefonso (1914), Fidel (1917), Natividad (1919), Emeterio (1921) y Ángel (1931).

Los cuatro hermanos mayores permanecieron en Huérmeces la mayor parte de sus vidas. Emiliano abandonó el pueblo durante la primera mitad de los años cincuenta del siglo pasado, estableciéndose en Vizcaya. 


APÉNDICES

OTRO HERRERO NATURAL DE LAS HORMAZAS

Curiosamente, también el herrero anterior a Epifanio, Primitivo Ortega Valladolid, era natural de Las Hormazas y, primero él y luego su hijo, Hipólito Ortega Pérez, ejercieron de herreros en Huérmeces durante casi sesenta años: Primitivo, entre 1858 y 1901; Hipólito, entre 1901 y 1916. Su taller se encontraba en la calle de Ondovilla, en la hoy conocida como "casa vieja de Valeriano".

Primitivo Ortega Valladolid (Las Hormazas, 1835) y Dominica Pérez Díez (?, 1835) tuvieron varios hijos, de los que tres aparecen en los padrones de Huérmeces: Ángel (Hces, 1871), Hipólito (Hces, 1875) y Aniano (Hces, 1883); Primitivo se casó en segundas nupcias (1892) con Dominica González Fernández (Santibáñez Zarzaguda, 1857). En el padrón de 1899 figuran domiciliados en el número 6 de la calle Ondovilla.

Hipólito Ortega Pérez (Hces, 1875) contrajo matrimonio hacia el año 1899 con Gabina Alonso Díez; en el padrón de 1924, aparecen domiciliados en el número 8 de la calle Ondovilla, de profesión labradores, y figuran sin descendencia.


EL ÚLTIMO HERRERO DE HUÉRMECES

A Epifanio Ontillera le siguió el que sería último herrero del pueblo: en 1955 llegó a Huérmeces un nuevo herrero, Dionisio Alcalde, procedente de Coculina. En el pueblo se estableció con su familia, ejerciendo su profesión durante unos quince años, hasta que -en 1970- se radicó definitivamente en el vecino pueblo de Santibáñez Zarzaguda. 

Dionisio Alcalde Calzada (Pedrosa del Páramo, 1932) y Esperanza de Roba Martín (Pedrosa del Páramo, 1932) tuvieron tres hijos: Gregorio (Coculina, 1955), María Trinidad (Hces, 1956) y Carlos (Hces, 1962). Su herrería se encontraba situada en una casa muy cercana a la de Epifanio, en un lateral de la antigua Casa Consistorial. Hasta hace poco tiempo, un alacrán metálico de grandes dimensiones colgaba de la fachada de la misma, justo encima del dintel de la puerta de acceso.


BANDA SONORA

Dicen que la Navidad reblandece vísceras (todas) y atonta sentidos (especialmente el del oído), por lo que la elección de una canción presuntamente apropiada para el presente post puede fácilmente caer en la sensiblería o ñoñería más ramplona. Esperemos que esto no ocasione una deserción masiva de los posibles seguidores de este blog.




Corría el año 2015 cuando una nueva versión de una vieja canción, On écrit sur les murs, interpretada por un grupo de chavales que respondían al nombre de Kids United, se convirtió en un hit casi mundial, al ser elegida por UNICEF para una de sus campañas publicitarias (Día Internacional de los Derechos del Niño), muy al estilo de "We Are the World" (USA for Africa) de treinta años antes (1985). La canción también es conocida por el apropiado sobrenombre de "Graffiti".

 

Conviene recordar que la canción original había sido compuesta, un cuarto de siglo antes, por Romano Musumarra (con letra de Jean-Marie Moreau), para que la interpretara el titánico cantante melódico greco-egipcio Artemios Ventouris-Roussos, más conocido por Demis Roussos. El tema estaba incluido en el LP titulado "Voice and Vision", un políglota álbum en el que se incluían canciones en francés, italiano, español e inglés. Esta versión original roussoniana de On écrit sur les murs (1989) alcanzó la cuarta posición en las listas francesas, aunque pasó casi desapercibida en el resto del mundo, quizás añorante de los viejos hits setenteros del piloso cantante: "Forever and Ever", "Velvet Mornings" (alias "Triki triki"), "Goodbye, My Love, Goodbye", "Morir al lado de tu amor", "Someday, Somewhere", "From Souvenirs To Souvenirs", "We Shall Dance", ... en fin, el archi conocido "Grandes Éxitos" de Demis Roussos; Demis, el Más Grande.


On écrit sur les murs le nom de ceux qu'on aime

Des messages pour les jours à venir
On écrit sur les murs à l 'encre de nos veines
On dessine tout ce que l'on voudrait dire

Partout autour de nous,
Y'a des signes d'espoir dans les regards
Donnons leurs écrits car dans la nuit
Tout s'efface même leur trace

On écrit sur les murs le nom de ceux qu'on aime
Des messages pour les jours à venir
On écrit sur les murs à l 'encre de nos veines
On dessine tout ce que l'on voudrait dire
On écrit sur les murs la force de nos rêves
Nos espoirs en forme de graffiti
On écrit sur les murs pour que l'amour se lève
Un beau jour sur le monde endormi

Des mots seulement gravés pour ne pas oublier pour tout changer
Mélangeons demain dans un refrain nos visages, métissages

On écrit sur les murs le nom de ceux qu'on aime
Des messages pour les jours à venir
On écrit sur les murs à l 'encre de nos veines
On dessine tout ce que l'on voudrait dire
On écrit sur les murs la force de nos rêves
Nos espoirs en forme de graffiti
On écrit sur les murs pour que l'amour se lève
Un beau jour sur le monde endormi

On écrit sur les murs le nom de ceux qu'on aime
Des messages pour les jours à venir
On écrit sur les murs à l 'encre de nos veines
On dessine tout ce que l'on voudrait dire
On écrit sur les murs la force de nos rêves
Nos espoirs en forme de graffiti
On écrit sur les murs pour que l'amour se lève

Un beau jour sur le monde endormi 


Si le echamos un vistazo a la letra, comprobaremos que dice cosas tan conmovedoras como:

...escribimos en las paredes los nombres de aquellos a los que amamos ... escribimos en las paredes con la tinta de nuestras venas ... escribimos en las paredes con la fuerza de nuestros sueños ... nuestras esperanzas en forma de grafiti ... palabras solo grabadas para no olvidar...

Lloren, lloren, que ya saben ustedes que lo que sucede en este blog no sale de este blog; o abominen, abominen ... cualquier cosa es preferible a la indiferencia absoluta.

Puede que lo único que pretendieran Heliodoro, Clotilde, José María y Emiliano, al plasmar sus nombres en el campanario de la iglesia de su pueblo, fuera perpetrar una pequeña trastada, propia de su edad; o puede que respondieran a ese irrefrenable impulso antes aludido de dejar algo nuestro para la posteriddad, con la esperanza de que perdure en el espacio y en el tiempo; y a fe que lo consiguieron.

Al fin y al cabo ¿quién no ha grafiteado su nombre (sólo o acompañado), junto con una fecha (usualmente veraniega), en la blanca pared enyesada de una casa abandonada?

Se olvidaron sueños, amistades o amores adolescentes, pero algunos grafitis persisten, contando cosas de nosotros, de nuestro tiempo y de su circunstancia.

Ever and ever, forever and ever, tal y como diría el bueno de Demis.


APUNTES FAMILIARES

Artemios Ventouris-Roussos (Alejandría, 1948-Atenas, 2015), hijo de dos expatriados griegos, Yorgos y Olga Roussos, que volvieron a la madre patria tras perderlo todo después de la Guerra de Suez y de la agresiva política de Nasser.

Cónyuges: Monique (1970-1971), Dominique (1972-1982) y Marie (1983-2015)

Hijos: Emily y Cyril.

Grabó diversos temas con su primo Vangelis, el aclamado compositor de bandas sonoras.


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