sábado, 22 de febrero de 2020

Crónica social de un corresponsal rural: Santibáñez Zarzaguda (1916)

EL Diario de Burgos, fundado en 1891, constituye una recurrente fuente de información relativa a los pequeños acontecimientos que acaecían en el semi aislado mundo rural de finales del siglo XIX y principios del XX.

El Diario contaba con un importante número de corresponsales, sitos en las principales localidades de la provincia. En la mayor parte de las ocasiones, las funciones de corresponsal eran ejercidas por una persona incluida en lo que hoy llamaríamos "círculo de fuerzas vivas" del pueblo: médico, párroco, secretario, maestro y veterinario, principalmente. Por lo tanto, el corresponsal era una persona con cierto nivel de estudios, con destreza para la escritura y dotada de buenos contactos y relaciones tanto en el pueblo como en la comarca y en la capital.


Santibáñez Zarzaguda, años 20-30 del siglo XX. Archivo Photo-Club (Diputación Provincial de Burgos)
En aquellos tiempos, Santibáñez Zarzaguda era una villa de relativa importancia en el contexto provincial. Con una población que oscilaba entre los 800 y los 900 habitantes, y en la que se celebraban varias ferias y mercados a lo largo del año. Además, contaba con un puesto de la Guardia Civil, lo que convertía a la villa en una fuente de información de primera mano acerca de los sucesos que pudieran darse en toda la comarca.

De la importancia de la población da fe el hecho de que el Diario de Burgos contara con un corresponsal en la villa, por lo que rara era la semana en la que Santibáñez y otros pueblos del entorno inmediato no contaban con una aparición en el periódico provincial. Ignoramos el nombre del corresponsal del diario en Santibáñez, aunque en algunas colaboraciones posteriores hemos encontrado una firma con las iniciales M.P.C.

En el Diario de Burgos de fecha 7 de marzo de 1916 aparece una curiosa crónica de contenido socio-lúdico-cultural, titulada "Santibáñez Zarzaguda: La Fiesta del Ángel, la fiesta del árbol."


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En primer lugar, destaca la considerable extensión de la crónica, y más teniendo en cuenta la temática "ligera" de su contenido. En una época en la que "el Diario" constaba de tan solo cuatro páginas, esta crónica relativa a unas fiestas y celebraciones de carácter local ocupa media columna de la primera página y casi una columna entera de la segunda. Algo que hoy nos parecería completamente desproporcionado, pero que en aquellos tiempos no causaba extrañeza alguna.


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En las primeras décadas del siglo XX, gran parte del espacio de un periódico se encontraba ocupado por lo que hoy consideraríamos contenido extra periodístico: esquelas a gran formato, atractivos y exagerados anuncios publicitarios (médicos y farmacéuticos, sobre todo), notas eclesiásticas, anuncios breves, contenidos extraídos de boletines oficiales, horarios de líneas de transporte, crónicas de sociedad, reseñas sobre ferias y fiestas provinciales, la última entrega del folletín de turno, etc.

Quedaba, pues, muy poco espacio para el contenido estrictamente periodístico. Por eso, en el ejemplar que nos ocupa apenas destacan los importantes acontecimientos nacionales e internacionales que estaban acaeciendo en ese marzo de 1916, por ejemplo:

-las huelgas y el consiguiente envío de tropas a Barcelona
-el hundimiento accidental del trasatlántico español "Príncipe de Asturias", de la línea Barcelona-Buenos Aires, con cientos de desaparecidos
-la Guerra Mundial, con la batalla de Verdún encontrándose en pleno apogeo y con millares de bajas cada día.

Iglesia de San Nicolás de Bari. Archivo Photo-Club (Diputación Provincial)

La "Feria del Ángel" se celebraba el primer día de marzo. A pesar de encontrarse enclavada en pleno invierno castellano, solía tener su importancia, ya que registraba un fuerte movimiento de ganado y estaba aderezada con festejos varios. En la provincia destacaba, sobre todo, la feria celebrada en Miranda de Ebro.

La denominada "Fiesta del Árbol" se celebraba en parecidas fechas, y quizás ya se había consolidado en los principales núcleos comarcales. Parece ser que ya por entonces existían ciertas sensibilidades medioambientales entre las autoridades nacionales y locales. Se trataba de un festejo dirigido, sobre todo, a la concienciación forestal de niños y jóvenes.

Hay que tener en cuenta que ferias y fiestas constituían, en general, el momento más esperado para los habitantes de cualquier población rural. Venían gentes de otros pueblos, de otras comarcas, incluso de la capital. Gentes diferentes a las que veían asiduamente. Los viajes a la capital eran contados entonces, y no abundaban las oportunidades de conocer personas ajenas al círculo familiar y local. Por otra parte, las posibilidades de ocio eran escasas, ya que no existía la televisión, y la radio aún no estaba generalizada. Por lo tanto, la música solía venir de la mano de los dulzaineros de Poza, las Merindades o, los más afamados, los de la localidad palentina de Baltanás. Y la música suponía baile, alegría y alborozo. Casi como hoy.
 
Dado que una gran parte de la oferta "cultural" estaba monopolizada por la iglesia, supondrían novedades muy apreciadas un simple sermón impartido por un cura párroco de otro pueblo o una charla impartida por un fraile de vasta cultura o por un viajado misionero.

De forma que no nos puede sorprender que todos estos pequeños acontecimientos alimentaran y coparan las crónicas de aquellos corresponsales en el medio rural de principios del siglo XX.

Santibáñez Zarzaguda desde Páramo Ciudad

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Hoy en día nos puede parecer florida en exceso la manera de escribir de aquellos periodistas. Abundaban las frases hechas, las expresiones altisonantes, la hipérbole más manida. Seguramente, ese estilo era del agrado del común de los lectores de aquellos años.  El corresponsal no solamente debía de escribir correctamente, también tenía que dejar constancia de su amplia cultura, de su don de gentes y su conocimiento de mundo.
  
En esta crónica, como en casi todas las de entonces, abundaban expresiones tales como: "encantadoras y agraciadas señoritas", "hermosa y simpática en extremo", "grandioso y conmovedor", "virtuoso párroco", "argentinas voces", "escogida y melódica música", "elocuente oratoria", "ilustrada profesora", "párrafos brillantes", "autorizada palabra", "hondamente conmovido", "sepulcral silencio", etc.

Más que una detallada crónica de festejos, lo que la colaboración periodística recoge es una auténtica crónica de sociedad: curas, maestros, jueces y alcaldes, con nombres y apellidos, que ejecutan aclamados responsos y discursos;  jóvenes que en pequeñas obras teatrales declaman de una manera tan artística y correcta, que ya quisieran para sí muchos actores y actrices profesionales; niños que cantan como ángeles; árboles bendecidos que arraigan y fotosintetizan sin par...

La crónica ejecuta una exaltada loa a todos y cada uno de los actos relativos a la fiesta del árbol: empezando por la misa preceptiva, continuando por la bendición de los árboles a plantar, siguiendo por el canto de himnos, y finalizando por el reparto de meriendas a la chavalería; y ya por la noche, qué mejor que unas variadas representaciones teatrales.

Fuera de programa, el corresponsal incluye una noticia colateral pero siempre socorrida: un banquete ofrecido por una de las fuerzas vivas del pueblo. En este caso, el médico, que ofreció el ágape en celebración de su nombramiento como titular de la plaza en propiedad. Entre los comensales invitados, como no podía ser de otra manera en aquellos tiempos, los vecinos más destacados de la villa pellejera.

He aquí la transcripción literal de la crónica:



  
PERSONAS RELACIONADAS CON HUÉRMECES Y QUE APARECEN EN LA CRÓNICA:

Jesusa Antonia Valcabado de la Horra (San Martín de Rubiales, 1891 - Burgos, 1975): ejerció de maestra, entre otros lugares de la provincia, en Santibáñez Zarzaguda (...1916...), Buezo de Bureba (...1925...) y Huérmeces (1931-1943).

Eusebio Arroyo Dorao (Burgos, 1875): párroco de Huérmeces durante 24 años (1902-1926), don Eusebio fue un cura con claras inquietudes culturales y destacado pionero del movimiento esperantista. En su época, tuvo fama de excelente orador, por lo que sus servicios eran muy requeridos tanto en el ámbito religioso como en el civil. Después de Huérmeces, su destino siguiente -y seguramente, definitivo- fue Villadiego. Con anterioridad a Huérmeces, había sido, por corto tiempo, cura ecónomo de Vilviestre del Pinar.

Consuelo Arroyo Dorao (Burgos, 1890), hermana de don Eusebio, contrajo matrimonio con Mariano Crespo García (Huérmeces, 1890), que ejerció de sastre en el pueblo durante toda su vida. Tuvieron tres hijos: Mariano (1915), Federico (1921) y José (1926).


NOTA:
En aquellos años, la festividad del Santo Angel de la Guarda (Fiesta del Ángel) se celebraba en 1 de marzo; posteriormente (1973), su celebración se trasladó al 2 de octubre.

CONSULTAS ON LINE:
Para consultar ejemplares viejos, incluso muy viejos, del Diario de Burgos, puede accederse a la Biblioteca Digital de Castilla y León: Diario de Burgos
O también a través de la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica, del Ministerio de Cultura: Prensa Histórica




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