sábado, 22 de junio de 2019

El triste ocaso de las veletas de campanario


Durante mucho tiempo, la veleta de la torre de la iglesia fue uno de los puntos más visitados por las miradas humanas. Especialmente en lo que hoy llamamos medio rural, antes campo.

Los labradores echaban un vistazo a la torre antes de decidir a qué tierra ir a sembrar, abonar o, incluso, segar. Y no digamos ya si la tarea pendiente era la de beldar. No era la mismo que soplara el cierzo que el solano, el aire de abajo que el regañón.

Iglesia de Huérmeces: una veleta en la linterna de la cúpula y otra en el campanario


Si la torre de la iglesia no resultaba visible desde la casa, el labrador se acercaría al punto más cercano desde el que sí lo fuera. Tal era la importancia del asunto.


En nuestros días, sin embargo, ya nadie mira hacia la veleta de la torre de la iglesia. Ni labradores ni ganaderos, ni jubilados ni neorrurales, ni empadronados ni veraneantes.

Y, sin embargo, ahí permanecen ellas, inasequibles al desaliento, marcando el Norte casi todas las tardes de agosto, para desesperación de los visitantes sureños.



Huérmeces: veleta del campanario, una cruz rematada por una especie de híbrido entre gallo y mustélido 
Nadie limpia ya su óxido de siglos, a nadie le importan ya sus metálicos chirridos; ellas intuyen que son poco más que carne de chatarrero. Saben que, cuando su anclaje falle por una fuerte ráfaga de cierzo, nadie se subirá al tejado de la torre para soldarlas y volver a colocarlas en su sitio.

Únicamente mantienen alguna esperanza de rehabilitación aquellas viejas veletas arraigadas en iglesias cuyas cubiertas vayan a ser reparadas por mor del Convenio de las Goteras.(1)



¿Y a qué se debe este ostracismo al que se han visto sumidas las veletas de campanario? La respuesta está en el viento. Justamente en el mundo eólico, ese mismo que hasta hace poco fue su mayor aliado.




Ahora se ignora a la veleta de hierro forjado de la torre de la iglesia porque se han puesto a nuestra disposición siete enormes veletas albinas por el Oeste y otras catorce por el Este. Y este amplio despliegue veletero resulta contundentemente visible desde la mayor parte del pueblo. De manera que, cuando queremos saber de dónde sopla Eolo, ahora miramos al Páramo o a la Cuesta el Cuerno, ya casi nunca a la torre de la iglesia. 

Y por si aún necesitáramos más referencias, desde la parte alta del pueblo, otras siete grandes veletas resultan visibles hacia el Noroeste, en dirección a Quintanilla y Pantaleón.

Niebla matinal en el parque eólico del Sombrío, en Huérmeces
En muchas casas del pueblo, según sea la orientación de las ventanas de algunas habitaciones, es incluso posible observar desde la cama  hacia qué dirección apuntan esos grandes aerogeneradores. Quizás alguna mañana tengas que esperar un rato a que levante la niebla, pero poco más.

Y si la niebla se resiste (y si la conexión a internet funciona bien ese día) no tendrás más que entrar en meteoclimatic.net para consultar cómodamente de dónde sopla el viento en la estación meteorológica más cercana (Vivar del Cid, en nuestro caso).

Y lo mismo que en Huérmeces, este ocaso veletero de campanario acontece en cualquiera de los pueblos del entorno, todos ellos con vistas fáciles a uno o varios parques eólicos.

Es muy grande el contraste entre la humildad de las veletas de campanario y la soberbia de los aerogeneradores. Incluso las pequeñas espadañas de las iglesias se sienten cuasi acomplejadas ante ese alarde eólico de sus nuevos y ultra competitivos vecinos. 



La pequeña veleta de la espadaña de la iglesia de Acedillo, encogida ante el poderoso despliegue del frente eólico
Las dos pequeñas veletas de la torre de la iglesia de La Nuez de Arriba. Al fondo, dos taimados traidores.
La pequeña veleta de la espadaña de la iglesia de Coculina apenas puede competir con sus eólicos vecinos















Iglesia de Huérmeces: veleta de la linterna de la cúpula, rematada por una cruz
Las veletas de campanario solían rematarse con una cruz, aunando el doble carácter, meteorológico y religioso, del artilugio.



Veleta "civil" ubicada en la plaza del Conde Diego Rodríguez Porcelos, en Ubierna

En algunos pueblos, además de la veleta de iglesia, existía también otra en un edificio civil; así sucede en Ubierna, dónde un llamativo navío marca vientos corona uno de los pináculos del edificio de la junta vecinal, antiguas escuelas.

Encima de los relojes o campaniles de diversos ayuntamientos de la zona también es posible encontrar alguna de estas pequeñas veletas "civiles".


OTRAS VELETAS

Puede que las veletas de campanario estén en peligro de extinción, pero la fabricación y venta de veletas nunca ha gozado de tanto éxito como en nuestros días.



La proliferación de segundas residencias, en forma de chalets y casas de campo, ha originado un próspero nicho comercial: el de los complementos de jardín: comederos y bebederos para pájaros sobrealimentados, pluviómetros vintage en forma de rana con paraguas, porta antorchas en acero corten, enanos de Amelie, fuentes de sonoros y luminosos efectos en cascada, cajones de arenas exóticas para nuestros pulcros gatitos, casetas de perro con conexión wifi, pequeños estanques para peces japoneses anaeróbicos,  y ... veletas.


Veletas fabricadas en hierro forjado, acero inoxidable, chapa barata o incluso plástico (el material menos romántico para el más romántico de los complementos de jardín).
Veletas para cumbrera de tejado, para testero, para valla, para columna o para hincar directamente en el cuidado césped.
Veletas con los más variados diseños que uno pueda imaginar: brujas con o sin gato, Mary Poppins con paraguas volador, toros Osborne, gatos cazadores de ratones de los vientos, Manneken Pis, cerdos alados, niños en bicicletas voladoras con E.T. en la cesta del manillar, escudos de todos los equipos de fútbol, épicos héroes provinciales, y ... la estrella de las veletas de hoy y de siempre: el gallo madrugador. (2)

Veletas fabricadas en Chaina o más allá, vendidas por Amazon, y entregadas por Seur en apenas 24 horas, desde que pinchas en el click de compra hasta que recibes el pedido en tu casita. Aunque quizás necesites 48 horas para culminar el sencillo montaje. Lo confieso: yo también tengo una.







RÉQUIEM




Al caminante nostálgico no le queda sino echar un vistazo a la veleta del campanario antes de decidirse entre tirar hacia Valdelebrín o mejor hacia Escaladilla, según sople el cierzo o el aire de abajo; aunque solo sea por levantar un poco el ánimo de esas inocentes víctimas colaterales de estos tiempos eólicos y electrónicos que nos han tocado vivir.

Y después del avistamiento, entonar un sentido réquiem por las veletas de campanario, esas a las que el viento de los tiempos se llevó...







NOTAS:

(1) Convenio de las Goteras: en 1993, la Diputación Provincial de Burgos comenzó en solitario la titánica labor de restaurar ermitas e iglesias provinciales que amenazaban ruina; dos años más tarde, la Junta de Castilla y León y el Arzobispado de Burgos se sumaron a la iniciativa, naciendo el popularmente conocido "Convenio de las goteras", ya que las actuaciones que contemplaba se centraban en el arreglo de las cubiertas de los templos. En 2011 la crisis económica originó que la Junta se retirara de su firma. Hasta la fecha, gracias al Convenio, se ha intervenido en unos 1300 templos.

Huérmeces: el ¿gallo? del campanario
(2) El gallo de veleta, un clásico: parece ser que la costumbre de colocar un gallo metálico en lo más alto de las iglesias viene del tiempo del Papa Nicolás I (858-867) en un intento por simbolizar las tres negaciones que de Jesús hizo San Pedro después de la Última Cena; en un momento dado, se produjo la feliz hibridación entre gallo y veleta, y hasta nuestros días. 
  


sábado, 8 de junio de 2019

Un pedazo del viejo Camino Real en el páramo de Los Tremellos


Entre la ciudad de Burgos y el puerto de Santander, el camino más importante fue, durante mucho tiempo, el que discurría por Úrbel del Castillo y Reinosa. Era el denominado Camino Real de Santander.

Durante la Edad Media solo permitía su uso por caballerías, ya que no era sino un camino de herradura, utilizado principalmente por la arriería. Las carretas también podían usarlo, aunque en muchos tramos era necesario el trasvase de su carga a lomos de mulas.

A mediados del siglo XVIII se hizo necesario renovarlo y mejorarlo completamente, para permitir su uso continuado por la carretería.

Fue el camino más utilizado para el transporte del vino y del trigo, productos básicos de los que carecía Santander. También fue muy utilizado para el transporte de la lana que promovía el Consulado de Burgos. En sentido contrario, viajaron pastel, hierro y pescado.

El tramo de Camino Real entre Burgos y Úrbel del Castillo disponía, en su primera mitad, de dos ramales principales, originados al poco de que el trazado abandonara la ciudad por la puerta de San Martín, en la porción NW de la muralla:

-ramal izquierdo: por Quintanadueñas, Arroyal, Mansilla, Miñón, Ros, Venta de Valtrasero, Portillo del Caracol y Úrbel del Castillo.

-ramal derecho:  por Villarmero, Sotragero, Villanueva de Río Ubierna, Huérmeces y Ruyales del Páramo, para unirse con el anterior a unos 2 km antes del Portillo del Caracol, entrando juntos en Úrbel del Castillo.

El mayor uso de un ramal sobre el otro dependía, sobre todo, del estado de los puentes que cruzaban el río Úrbel; principalmente, del puente que existía en las cercanías de Miñón y del denominado puente del barrio La Parte, en Huérmeces.

Ambos trazados presentaban importantes repechos, entre los que destacaban el que ascendía al páramo de Ros, y el que lo hacía al Alto la Cruz, en Huérmeces.

Precisamente han sido alguno de los tramos en cuesta los únicos restos que aún perduran del viejo Camino Real. El mejor conservado es, sin duda, el del Portillo del Caracol, entre Ruyales y Úrbel, aunque el del Alto la Cruz  entre Huérmeces y Ruyales, tampoco le queda a la zaga.

Los tramos llanos, tanto en las parameras como en los valles, han desaparecido casi completamente, engullidos o cubiertos por los nuevos caminos de concentración y las nuevas fincas resultantes; también las nuevas carreteras, trazadas sobre todo durante la primera mitad del siglo XX, han enterrado algunos tramos del Camino Real.

A veces, sin embargo, algún tramo olvidado aparece nítidamente en una fotografía aérea. Esto es lo que sucede en la zona septentrional del páramo de Los Tremellos, muy cerca ya del término de Ruyales.

Sigpac (Agosto 2017)




Vuelo americano (8 de octubre de 1956): se percibe claramente el trazado del viejo Camino Real, utilizado por los labradores de la zona, dentro del mar de fincas que existían en estos tiempos pre-concentradores
ANTES DE LA CONCENTRACIÓN PARCELARIA: Vuelo del IRYDA (c. 1978): aún se observa claramente el trazado del viejo Camino Real, así como la vaguada originada por el arroyo que descendía desde la zona superior de este sector del páramo de Los Tremelos; ya se habían producido fusiones "espontáneas" de fincas, fruto de la drástica disminución del número de labradores
En una de las cuestas que descienden del páramo hacia el valle del recién nacido río Ruyales, llama la atención un tramo verde que, de algo menos de 200 metros de longitud, atraviesa diagonalmente la casi totalidad de la finca en la que se enclava.

No lleva mucho tiempo comprobar que se trata del viejo camino que unía Ros con Úrbel del Castillo, esto es, el ramal izquierdo del viejo Camino Real de Burgos a Santander.

Planimetrías para la zona de Los Tremellos (1917)
Minutas de la hoja 167 del  MTN50 (1928)
En mapas de principios del siglo XX aparece nítidamente dibujado el citado camino, y rotulado como "Camino de Úrbel del Castillo a Ros" o "Camino Real del Páramo".

Después de descender la cuesta del páramo de Los Tremellos, el camino cruzaba al joven Ruyales y se dirigía a Valtrasero, allí donde una venta prestó sus servicios hasta finales del siglo XIX o principios del XX.

El tramo de camino superviviente, visto desde el páramo de Ruyales
Todo lo anterior es sencillo de constatar en fotos aéreas y en viejos mapas, pero a nivel del terreno el asunto cambia completamente. Pocos vestigios quedan para interpretar que por allí pasó, durante varios siglos, todo un Camino Real.

Zona explanada, correspondiente a la antigua "caja" del camino real
Apéndice inferior del camino

Vista lateral del tramo inferior del camino superviviente
Al patear el terreno, sobre todo en la parte superior del recorrido, parece adivinarse la presencia de la antigua "caja" del camino, hoy completamente invadida de vegetación (roble, sobre todo) y piedras.

Otra porción en la que se conserva la "caja" y parte del empedrado
De todas formas, resulta milagrosa la supervivencia de este tramo de camino, tras la concentración parcelaria que sufrió el término de Los Tremellos en los primeros años ochenta del pasado siglo. Desconocemos los motivos por los que alguien decidió "salvar" este pedazo de camino. Quizás la "caja" del mismo había creado un excesivo desnivel entre la zona superior y la inferior, haciendo muy costosa la explanación. Quizás la acumulación de piedras y vegetación era tan grande que imposibilitó su retirada, incluso con la potente maquinaria ya existente por entonces. O quizás, queremos pensar, algún ingeniero del IRYDA, sensible a planteamientos conservacionistas, decidió que lo más correcto era indultar a este pedazo de histórico camino y al pequeño ecosistema que se había comenzado a originar a su vera.

Una vez alcanzada la ladera superior del páramo cultivado, el camino evitaba una amplia vaguada describiendo una cerrada curva a derechas; hoy queda únicamente un remedo de aquella vaguada, completamente cultivada 


El resto de la antigua vaguada, visto desde la zona culminar del páramo, se dirige hacia el antiguo camino, al que cruzaba
Bing Maps: se aprecia la cerrada curva a derechas que describía el camino en la zona superior del recorrido, al llegar a la gran finca en la que desaparece todo rastro; el arroyo y los linderos existentes en la vaguada que se extiende al este también han desaparecido
En la zona superior del recorrido, después de describir una cerrada curva a derechas, el camino enfilaba hacia el sur, en dirección a Ros, atravesando longitudinalmente la totalidad del páramo existente entre aquel pueblo y Los Tremellos.

Justo en la curva, un pequeño arroyo cruzaba por debajo del camino; el arroyo había ocasionado una amplia vaguada que se extendía en dirección este, hasta la zona culminar del páramo.

Tanto el Camino Real como la vaguada han sido engullidos por la citada concentración parcelaria de los años ochenta. Aun así, de la vaguada se conserva un pequeño remedo, observable tanto en fotografía aérea como sobre el terreno.

Este año, las dos grandes fincas (unas 13,5 hectáreas) que ocupan este sector del páramo de Los Tremellos, no se han sembrado de cereal, por lo que es notable el contraste paisajístico que se observa al ascender por el viejo camino desde el valle del Ruyales.

Del verde primaveral de trigos y cebadas, pasando por la frondosidad de los robles, aulagas, fresnos y majuelos, que han colonizado la "caja" del viejo camino, al aspecto cuasi desértico de esta zona culminar del páramo.


FUENTES (ACERCA DEL CAMINO REAL DE BURGOS A SANTANDER):

Caminos burgaleses. Los caminos del Norte (siglos XV y XVI). Salvador Domingo Mena. Tesis doctoral. Universidad de Burgos (2015)