sábado, 9 de mayo de 2020

Velada literaria por las misiones: Huérmeces, 1924


Los años veinte constituyen una época muy peculiar en la historia de España, y resultaron ser un claro preludio de lo que estaba por llegar en la década siguiente.

El contexto internacional era el de profundos terremotos políticos, económicos y sociales: pujantes organizaciones obreras (con la Revolución rusa aún en el ambiente); enormes desigualdades sociales, llegada del fascismo a Italia (Mussolini, con el beneplácito del rey, Víctor Manuel III); honda preocupación de las élites sociales y económicas;  y descontento militar tras la Primera Guerra Mundial (en España, desde el desastre del 98 y las consiguientes guerras en el norte de África).

Este era el clima cuando, el 13 de septiembre de 1923, daba comienzo la dictadura de Primo de Rivera, con el visto bueno del corrupto monarca de turno, en aquel tiempo Alfonso XIII.


Diario de Burgos, 14 de septiembre de 1923

Los supuestos objetivos del nuevo régimen ("dictadura con rey", ha sido denominada por algunos) eran: restablecer la paz social, desterrar el caciquismo, acabar con los viciados partidos tradicionales (creando un nuevo partido "apolítico" denominado Unión Patriótica), luchar contra el separatismo, pacificar Marruecos y solucionar el descontento militar (por el privilegio de los "africanistas" en la política de ascensos).


Diario de Burgos, 7 de diciembre de 1923

¿Y la Iglesia? ¿Qué pensaba la Iglesia de todo esto? La jerarquía eclesiástica estaba acongojada y esperanzada, a partes iguales. La posibilidad de que el directorio militar pusiera freno al creciente anticlericalismo flotaba en el ambiente de iglesias, conventos y catedrales. 

Dentro de ese contexto, con la dictadura de Primo de Rivera casi recién estrenada, el Diario de Burgos recoge, en su edición del martes 8 de enero de 1924, una entrañable crónica: describe un acto celebrado en Huérmeces el domingo anterior, el día de Reyes.


Como pasa casi siempre, al encontrarme con una de estas peculiares crónicas periodísticas de la España rural de aquellos años, creo que merece la pena realizar su transcripción literal: 


Huérmeces: Por las misiones - Velada literaria

Organizado y dirigido por el celoso párroco D. Eusebio Arroyo, tuvo lugar el día de Reyes, en el amplio salón de la escuela, un hermoso acto literario musical, a favor de las misiones católicas, en el que tomaron parte las Hijas de María y algunos jóvenes del pueblo.

Empezó con un interesante discurso del alumno del Seminario de San Jerónimo, de Burgos, D. Gerardo Martínez y González, en el que hizo un pequeño estudio de las religiones y costumbres, del estado social de la mujer en los países de infieles y del movimiento misional iniciado en el comienzo del siglo XX.


Diario de Burgos, 8 de enero de 1924

A continuación, las lindas jóvenes Albina Abad, Maura Marín, Juana Ontillera, Carmen Alonso, Leonila Alonso y María Villanueva, declamaron bonitas poesías con mucha gracia y arte, pronunciando después, con sin igual corrección, sendos discursos Casilda Ortega, Basilia Manjón y Sofía Girón, sobre asuntos alusivos al acto.

En la segunda parte, que se dedicó al Niño Dios, lucieron sus habilidades declamatorias Teófilo Villanueva, Fernando Santamaría, Lucas García, Joaquín Villalvilla y Cecilio Néstor Hidalgo.


Diario de Burgos, 8 de enero de 1924

La parte musical rayó a gran altura, cantándose escogidos villancicos del maestro Busca y el himno de San Francisco Javier, del maestro Beobide, sobresaliendo notablemente por su dulce y bien timbrada voz las gentiles Beatriz Pérez y Josefa Ubierna.

Cerró con broche de oro la velada una bien inspirada y elocuente oración del señor párroco, exhortando a sus feligreses a que cooperasen en la medida de sus fuerzas, ya con oraciones, ya con limosnas, a la gran obra de regeneración del mundo pagano, dedicando un recuerdo a la memoria de dos ilustres hijos del pueblo, misioneros en China, RR.PP. José María B. Martínez, S.J. y Gerardo Varona Ornilla, O.P. que acaba de descender a la tumba, en la flor de la edad, víctima de su celo apostólico.


Diario de Burgos, 8 de enero de 1924


No hay que decir que el noble pueblo de Huérmeces supo responder con desprendimiento y generosidad al llamamiento de su párroco, depositando el óbolo de su caridad en pro de tan noble causa.

Mil plácemes merecen los organizadores de tales actos, que tanto dicen en bien de la cultura y de la religión.

El corresponsal.


Suponemos que el autor de la crónica es nuestro viejo amigo, el anónimo y prolífico corresponsal del diario en Santibáñez Zarzaguda, a cuyo pomposo vocabulario y peculiar estilo literario ya casi nos hemos acostumbrado. Lo cierto es que, gracias a sus numerosas crónicas, y casi un siglo después, hemos podido comprender mejor las peculiaridades de la vida cultural, lúdica, religiosa y social de varios pueblos de esta parte de La Comarca.


Diario de Burgos, 8 de enero de 1924

Sin embargo, para los intereses de este blog, el encanto de la crónica radica en el hecho de que aparezcan nombrados una serie de jóvenes que, nacidos entre 1909 y 1914, conforman la generación a la que pertenecieron mis abuelos, Narciso y Leonila; la generación que se casó pocos años antes del comienzo de la guerra civil, la que tuvo que ir al frente o llevar la casa y el campo en la retaguardia, la que tuvo que asumir pérdidas humanas y penurias materiales y morales, la que por todo premio tuvo que soportar una interminable posguerra, la que tuvo que contemplar cómo sus hijos abandonaban el pueblo en oleadas, en busca de una vida mejor lejos de allí...  

APUNTES BIOGRÁFICOS

Veamos lo que dice, de aquellas entonces jóvenes personas, el viejo Padrón de habitantes de Huérmeces del año 1924:

-Albina [María ?] Abad Puente (Huérmeces, 1912): hija de Manuel Abad Terradillos (Villadiego, 1874), caminero, y Clara Puente Pérez (Santa Cruz del Tozo, 1877), modista; calle de la Plaza nº 2; dos hermanos más en 1924 (Trinidad y Abraham); Manuel Abad también se dedicaba a la venta de pescado y cangrejos procedentes del Úrbel.

-Maura Marín Villanueva (Huérmeces, 1914): hija de José Marín Varona (Celada del Camino, 1887), y Benita Villanueva Varona (Huérmeces, 1885), labradores; calle de la Solana nº 9; cinco hermanos más en 1924 (Felisa, María, Santiago, Elena y Amadeo).

-Juana Ontillera Miguel (Ros, 1913): hija de Epifanio Ontillera Pérez (Las Hormazas, 1885), herrero, y Perfecta Miguel Alonso (Ros, 1896); calle Real nº 3; cuatro hermanos más en 1924 (Fidencio, Moisés, Heliodoro y Clotilde).

-Carmen Alonso Díez (Huérmeces, 1913): hija de Manuel Alonso Melgosa (Hces, 1884) y Juana Díez Díez (Castrillo de Rucios, 1894), labradores; calle Real nº 4; cuatro hermanos en 1924 (Ildefonso, Fidel, Natividad y Emeterio).

-Leonila Alonso Villalvilla (Hces, 1910): hija de Eugenio Alonso Fernández (Hces, 1872) y Elisa Villalvilla Varona (Hces, 1874), labradores; calle de la Plaza nº 29; en 1924, compartían el domicilio familiar otros dos hermanos, José (Hces, 1915) y Julián (Hces, 1918); este último, futuro gabrielista. Años antes, otra hermana, Escolástica (Hces, 1895), había profesado en las Hijas de la Caridad, desarrollando gran parte de su vida religiosa en Linares (Jaén).

-María Villanueva González (Hces, 1912): hija de Eleuterio Villanueva Varona (Hces, 1872) y Rosenda González Girón (Hces, 1890), labradores; calle de la Plaza nº 16; cinco hermanos más en 1924 (Teófilo, Epifanio, Silvano, Víctor, Benedicta y Fidela, que ha llegado a nuestros días). Dos de ellos (Silvano y Benedicta) se iniciaron pocos años después en la vida religiosa. Carmelita él, Hija de la Caridad ella.

-Casilda Ortega Díaz (Hces, 1909): hija de Julián Ortega Pérez (Santibáñez Zarzaguda, 1880) y Emilia Díaz Martínez (Hces, 1882), labradores; calle de la Plaza nº 24; ocho hermanos más en 1924 (Domingo, Félix, Máxima, Guadalupe, Rodrigo, Eusebio, Adoración y Socorro).

-Basilia [Balbina ?] Manjón Calle (Hces, 1915): hija de Gregorio Manjón Rodríguez (Hces, 1881) y Vicenta Calle Pérez (Hces, 1886), pastores; barrio Mercado nº 12; cinco hermanos más en 1924 (Martín, Rufino, Juliana, Isabel y María).

-Sofía Girón Montero (Hces, 1910): hija de Lorenzo Girón del Cerro (Hces, 1874) y Sofía Montero Alonso (Hces, 1880), labradores; calle de la Plaza nº 17; ocho hermanos más en 1924 (Casilda, Pilar, Petronila, José, Eusebio, Heliodoro, Benedicto y María).

-Teófilo Villanueva González (Hces, 1911), hermano de María, cuyos apuntes familiares ya se han comentado antes.

-Fernando Santamaría Arribas (Revilla del Campo, 1909): hijo de Santiago Gómez Gómez (Hontomín, 1870) y Antonia Arribas Serna (Hces, 1876), labradores; calle de Ondovilla nº 2; dos hermanos en 1924 (Inés y Victorio).

-Lucas García Villanueva (Hces, 1914): hijo de Antonio García Villalvilla (Hces, 1874) y Cecilia Villanueva Varona (Hces, 1879), labradores; calle de Ondovilla nº 1; siete hermanos más en 1924 (Lucio, Félix, Antonio, Julio, Natividad, Gloria y Francisco); poco tiempo después, Lucas se inició en la vida religiosa, al igual que sus hermanos Antonio, Gloria y Francisco. Paúles ellos, Hija de la Caridad ella.

-Joaquín Villalvilla Santiago (Hces, 1909): hijo de Manuel Villalvilla Fernández, "Trole" (Hces 1877) y Virgilia Santiago Velasco (Marmellar, 1887); labradores; en aquellos años veinte también regentaban una posada; calle Real nº 29; dos hermanos más en 1924: Concepción (Hces, 1912) y Ludivina (Hces, 1915).

-Cecilio Néstor Hidalgo Conde (Hces, 1912): hijo de Emilio Hidalgo Fernández (Hces, 1881) y Rosario Conde Martínez (Peñahorada, 1888), tenderos; calle Real nº 19 (la que luego sería conocida como taberna-tienda de Felisa "La Terreplena"); otros cinco hermanos en 1924 (Felicidad, Mª Resurrección, Mª Luz, Florentina, Josué y Maura).

-Beatriz Pérez Alonso (Hces, 1906): hija de Juan Pérez Díez (Hces, 1964) y Ángela Alonso Hidalgo (Hces, 1873), labradores; calle Real nº 27; dos hermanos más en 1924 (Simón y Oliva).

-Josefa Ubierna García (Hces, 1903): hija de Esteban Ubierna González (Hces, 1864) y Mª Santos García Villalvilla (Hces, 1867), labradores; calle Real nº 24; otro hermano en 1924 (Saturnino).


Diario de Burgos, 8 de enero de 1924

En cuanto a los tres hijos del pueblo mencionados en la crónica, tanto el seminarista invitado a la velada literaria como los dos religiosos fallecidos (un jesuita y un dominico), recordados en la charla impartida por don Eusebio, hemos podido encontrar la información siguiente:

-Gerardo Martínez González, alumno entonces del Seminario de San Jerónimo de Burgos, había nacido en Huérmeces (1900) y era hijo de Dionisio Martínez Alonso (Hces, 1869) y María González Villalvilla (Hces, 1866), labradores; la casa familiar se encontraba en la calle Real nº 12, y en ella residían en 1924 dos hijos más, Nicolás y Jacinta. Gerardo finalizó sus estudios en el seminario, fue ordenado sacerdote en 1925, su primer destino fue el de cura ecónomo de Castrillo de Rucios, del que luego pasó a Villodrigo. Tras una dilatada vida religiosa, falleció en Burgos en 1976, y sus restos descansan en el cementerio de Huérmeces.

-Gerardo Varona Ornilla, O.P. nació en Huérmeces en 1893, y era hijo de Felipe Varona Peña (Hces, 1860) y María Ornilla Tudanca (Hces, 1863), labradores, y su casa se encontraba en el nº 13 de la calle de la Plaza; Gerardo, padre dominico, acababa de fallecer el año anterior, como misionero en la China, a la temprana edad de 30 años; hermanos suyos eran Emilia, Mariano y Petra.

-José María B. Martínez, S.J.: nada hemos podido averiguar de este jesuita "farol", misionero en la China. Ni siquiera lo que significa esa "B" que figura en la reseña (Blanco o Bárcena, quizás, apellidos relativamente comunes en el Huérmeces de aquellos años).


Diario de Burgos, 8 de enero de 1924

Al igual que sucede con otros pueblos del entorno, Huérmeces proporcionó al mundo un buen número de misioneros, de variadas órdenes y destinos: paúles, jesuitas, dominicos, hijas de la caridad... Vietnam, China, Madagascar, Chad, Venezuela... Algunos fallecieron en acto de servicio, en la misma tierra a la intentaban evangelizar, otros lo hicieron ya de vuelta a España, a una edad más o menos avanzada. Pero en cualquier caso, su labor no puede suscitar más que admiración y reconocimiento.



Diario de Burgos, 8 de enero de 1924

Por último, también merece una mención especial una persona ya habitual en estas crónicas de los años veinte: el que fuera cura párroco de Huérmeces durante el primer cuarto del siglo XX: Eusebio Arroyo Dorao (1902-1926).


Por nuestro pueblo, como por cualquiera de los del entorno, han pasado curas buenos y curas menos buenos, y don Eusebio parece ser que pertenecía a la primera de las categorías. Fue un sacerdote muy implicado en la vida social y cultural de Huérmeces, moderno para la época que le tocó vivir, esperantista militante, abierto a nuevos horizontes, siempre preocupado por sus parroquianos, en fin, un cura como dios manda.

Pero nada es eterno y, dos años después de esta crónica, don Eusebio partiría hacia el que sería su destino definitivo, Villadiego, dónde suponemos que también dejaría un buen recuerdo. 


Diario de Burgos, 8 de enero de 1924


He intentado buscar en la red alguna fotografía de don Eusebio, por eso de poner cara a una figura tan -a priori- interesante como la de este cura, pero no tengo nada claro que lo haya conseguido. 

De la época de su estancia como cura párroco en la iglesia de Santa María de Villadiego, aparecen diversas fotografías en el archivo Photo-Club de Diputación. Algunas son relativas a la visita que, en octubre del año 1929, hizo a la iglesia de San Lorenzo el entonces arzobispo de Burgos, Manuel de Castro. El motivo de la visita del prelado fue la inauguración de la nueva torre de la iglesia, financiada en parte por la familia de Luciano Huidobro, clérigo e historiador, nacido en Villadiego.


Archivo Photo-Club (Diputación Provincial de Burgos): Villadiego (1929): visita del arzobispo Manuel de Castro (centro) a la parroquia de San Lorenzo; Luciano Huidobro es el segundo por la izquierda; el tercero, justo detrás del arzobispo, don Rufino, el párroco de San Lorenzo; el quinto, Eloy García de Quevedo, cronista de la ciudad de Burgos

En una de las fotografías quedan claramente identificadas algunas personas (el arzobispo Manuel de Castro; Luciano Huidobro; Eloy García de Quevedo, catedrático de instituto; don Rufino, párroco de San Lorenzo), pero nada se dice de nuestro histórico cura, que era por entonces párroco de la iglesia principal de Villadiego, Santa María.


Archivo Photo-Club (Diputación Provincial de Burgos): Villadiego (1929): visita del arzobispo Manuel de Castro (centro) a la parroquia de San Lorenzo; don Eusebio pudiera ser el clérigo que aparece a la derecha, con el sombrero de teja en la mano y poco pelo en la cabeza; Luciano Huidobro es el clérigo más alto y, justo detrás de él, asomando la cabeza, don Rufino, el párroco de San Lorenzo. Don Eusebio, nacido en Burgos en 1875, tendría unos 54 años de edad en el año de la fotografía; la señora situada a la derecha del arzobispo es Paula Serna Marquina, madre de Luciano, y benefactora de la nueva torre

No obstante, en otra de las fotografías, aparece un clérigo que no se corresponde con ninguno de los antes citados. Podría tratarse de don Eusebio que, en su condición de párroco de Santa María, también habría sido invitado a participar en la visita del arzobispo a San Lorenzo. Es una mera conjetura, sin base alguna. Quizás alguien pueda sacarnos de dudas.

Desconocemos el año de retiro o fallecimiento de don Eusebio; en la prensa local, la última referencia en la que aparece su nombre data de los tiempos de la guerra civil (febrero de 1937), y habla de la inauguración de los comedores de auxilio de invierno en Villadiego. Muchos años más tarde, en noviembre de 1956, aparece su nombre en una relación de cuentas bancarias en presunción de abandono, por lo que damos por supuesto que ya habría fallecido años antes. 


Diario de Burgos, 8 de enero de 1924


TRES AÑOS DESPUÉS

En enero de 1927, algunas eran las cosas que habían cambiado en Huérmeces, entre las que destaca como novedad la magra y longilínea silueta del nuevo párroco, Félix López Hidalgo.

Había llegado al pueblo en abril de 1926, en loor de multitudes. La llegada de un nuevo cura suponía todo un acontecimiento en aquellos tiempos, y la de don Félix no constituyó una excepción. Ya llegarían más adelante decepciones, miedos y hartazgos.

El nuevo cura continuó con la costumbre de celebrar una velada literario-musico-religiosa el día de Reyes, con la participación de los jóvenes de la localidad y de "artistas invitados", casi siempre procedentes del ámbito religioso local o provincial: misioneros y frailes con ciertas dotes oratorias o pedagógicas.

El Diario de Burgos, en su edición del 8 de enero de 1927, también se hizo eco de la primera velada literaria organizada por don Félix aunque, en esta ocasión, la crónica no fue escrita por nuestro viejo conocido, el corresponsal del diario en Santibáñez. La crónica de 1927 se encuentra firmada por "un suscriptor" que, por el tono laudatorio utilizado, bien pudiera tratarse de alguien del entorno cercano al nuevo párroco. Juzguen ustedes mismos, tras leer -si lo soportan- la transcripción completa de la misma:


Huérmeces: Funciones religiosas y profanas

Gracias al infatigable cura párroco don Félix L. Hidalgo que con actividad ejemplar viene trabajando por todo lo que signifique ilustración y progreso, ha entrado el pueblo en una vida de cultura y arte que a la larga producirá insospechados frutos.


En muy pocos días ha preparado de una manera admirable las misas de Ángelus y Pastorela, cantadas con encantadora afinación por las Hijas de María, así como unos preciosos villancicos, se ha organizado una velada literato-musical, que gustó mucho a la concurrencia.


Los jóvenes interpretaron muy bien el día de Pascua una comedia en dos actos titulada "Don Panchito", que tuvo tanto éxito que el público no se cansaba de aplaudir y pidió su repetición.


"Los nuevos artistas gormeceños" como a propuesta del señor cura se denomina la nueva compañía, por provenir ese nombre de cuando este pueblo era, según la Historia, lo que ahora se confía que vuelva a ser, se han propuesto no solo repetir dicha obra, sino aumentarla con dos sainetes que seguramente han de ser del agrado del auditorio.


El día elegido es el de Reyes, y a juzgar por el entusiasmo con que dichos jóvenes trabajan y el gran deseo que el pueblo y algunos forasteros tienen de volverlos a ver representar, promete la función ser un acontecimiento y un triunfo para los artistas y en especial para su preparador, el señor cura que tanto empeño pone en ello.


Para el día que se inaugure la nueva escuela de niñas, también está preparando otra velada con tres comedias, cánticos y poesías alusivos.


Vaya nuestro aplauso a tan celoso padre de almas que tanto cuida del espíritu de sus feligreses, que algún día le podrán mostrar palpablemente su agradecimiento.


Huérmeces 3 de enero 1927


Un suscriptor



Cualquiera diría, al leer el contenido de la crónica, que el nuevo cura párroco llevara ya varios trienios ejerciendo su cargo en el pueblo, por la gran cantidad de cambios que su docto pastoreo habría producido en la feligresía. Recordemos que don Félix había llegado apenas ocho meses antes. 

En la crónica se echan en falta, aparte de alguna que otra coma, los nombres de los jóvenes participantes en estas "funciones religiosas y profanas", en su condición de auténticos protagonistas de la velada. En cambio, abundan las expresiones relativas a las bondades del nuevo cura: "infatigable", "con ejemplar actividad", "tan celoso padre de almas" y, sobre todo, la sabia dirección que ejerce sobre "los nuevos artistas gormeceños." [sic]

El paso del tiempo, el largo tiempo que supusieron los 31 años de estancia de don Félix en el pueblo, parece dar la razón a lo pontificado por el anónimo cronista cuando, en la última frase del panegírico, afirmaba "que algún día le podrán mostrar palpablemente su agradecimiento". Cierto fue que la mayor parte de los feligreses mostraron su agradecimiento, pero al obispo de turno, el día que este dispuso que don Félix abandonara el pueblo, camino de Tardajos.


NOTAS:

(1) Eusebio Arroyo Dorao (Burgos, 1875 - Villadiego?, c.1950?): ordenado sacerdote en 1900; cura ecónomo en Vilviestre de Muñó (1900-1902), llegó a Huérmeces en agosto de 1902, y se fue en abril de 1926, camino de Villadiego, dónde fue párroco de Santa María, probablemente hasta su fallecimiento.

En Huérmeces se quedó una hermana de don Eusebio, Consuelo, que contrajo matrimonio con Mariano Crespo, sastre (y barbero) en el pueblo durante muchos años. Tuvieron tres hijos: Manuela, Federico y José.

La familia residió -como mínimo- en tres casas diferentes: en uno de los primeros números de la calle de la Plaza (en la hoy arruinada "caseta de Gil"), en la calle Real nº 22 (casa entonces situada entre las de Lorenzo y Víctor), y en la calle de la Plaza nº 26 (enfrente de la casa de Mauro Serna).

Pablo Crespo, el padre de Mariano, también fue sastre (y barbero) de Huérmeces durante los años del cambio de siglo (1894-1911).


José María Beobide de Goiburu
(2) Maestro Beobide, José María Beobide de Goiburu (Zumaya, 1882 - Burgos, 1967): estudió música en Pamplona y en el Conservatorio de Madrid, residió en Quito (Ecuador) y Estados Unidos; en 1914 contrae matrimonio en Burgos y se establece en la capital castellana, trabajando como organista y profesor del colegio de la Merced (jesuitas), participando en la reorganización de Orfeón Burgalés; en 1932 se traslada a Pamplona, trabajando como profesor de la Academia de Música de Pamplona y siendo subdirector del Orfeón Pamplonés. En 1959, al jubilarse, vuelve a Burgos, residiendo allí hasta su fallecimiento. Destacados alumnos suyos fueron los compositores Antonio José [Martínez Palacios] y el Padre Francisco de Madina. Muchas de sus obras son de carácter religioso: "Misa a tres voces", "Dulce Madre, Virgen Pura", "El eco del valle", "Suite Davídica", "Canción del finlandés", "Seis canciones populares burgalesas" y -el citado en la crónica del DB- "Himno misional español del centenario de San Francisco Javier".


(3) Maestro Busca, Juan Ignacio Busca de Sagastizábal (Zumárraga, 1868 - Zarauz, 1950): organista y compositor de música, principalmente eclesiástica; inició la carrera eclesiástica en la Universidad Pontificia de Salamanca, pero acabó abandonándola para estudiar música en el Conservatorio de Madrid; una vez instalado en la capital del reino, destacó por su entusiasmo wagneriano, y fue organista en varias iglesias madrileñas; compuso himnos dedicados a la Virgen de Covadonga, a la Congregación Franciscana y a los Luises, así como un buen número de villancicos pastoriles (sus "escogidos villancicos" son citados en la crónica del DB). Una de sus composiciones más destacadas fue el himno eucarístico conocido popularmente como "Amor de los amores" (1924), traducida a varios idiomas y cantada, tanto dentro como fuera de las iglesias, a lo largo y ancho de este mundo. Al estallar la Guerra Civil se exilió, primero en Francia, luego en Venezuela. Volvió a su tierra poco antes de morir, recibiendo el merecido homenaje de sus paisanos.


Luciano Huidobro Serna
(4) Luciano Huidobro Serna (Villadiego, 1874 - 1958): historiador y eclesiástico, estudios estos últimos cursados en el Seminario Diocesano de Burgos; amplió conocimientos en Roma, especializándose en arqueología; licenciado en Filosofía y Letras, en Teología y doctor en Derecho Canónico. Ordenado sacerdote en Salamanca (1899), fue durante muchos años párroco de Villadiego; gran benefactor de la villa (con la importante colaboración económica de su familia). Su labor como investigador fue ampliamente reconocida, siendo nombrado académico de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando, así como de la Academia de las Buenas Letras de Sevilla; vicedirector de la Institución Fernán González de Burgos; presidente de la Comisión de Monumentos de Burgos; cronista de la provincia de Burgos... Fue uno de los primeros estudiosos del fenómeno megalítico burgalés.


Manuel de Castro Alonso
(5) Manuel de Castro Alonso (Valladolid, 1863 - Burgos, 1944): obispo de Jaca (1913-1920), obispo de Segovia (1920-1928) y arzobispo de Burgos (1928-1944). Cursó estudios eclesiásticos en el Seminario Diocesano de Valladolid, complementados por estudios de Derecho, Teología y Cánones. Ordenado sacerdote en 1885, pronto alcanzó el cargo de canónigo archivero de la catedral pucelana; catedrático de la Universidad Pontificia de Valladolid, desplegó una intensa actividad en los campos divulgativo y estudioso de las ciencias eclesiásticas; asiduo colaborador de la prensa escrita local, no se cortaba a la hora de opinar sobre los temas más candentes del periodo finisecular. En cuanto a su cargo como arzobispo de Burgos, algunos opinan que, quizás debido a su salud enfermiza y temperamento inestable, no supo ejercer durante la guerra civil y la posguerra el protagonismo que de su rango jerárquico e intelectual cabría esperar. Fue nombrado procurador para la primera legislatura de las Cortes Franquistas, por designación directa del Jefe del Estado, Francisco Franco.


Eloy García de Quevedo y Concellón
(6) Eloy García de Quevedo y Concellón (Burgos, 1874-1945): abogado y profesor de literatura en el Instituto de Burgos (previamente lo había sido también de los Institutos de Cuenca y Córdoba); cronista de la ciudad de Burgos (1922) y alcalde de Burgos durante el año inmediatamente anterior a la llegada de la república (de mayo de 1930 a mayo de 1931); supo compaginar la actividad docente con la periodística, centrando su trabajo en la conservación de monumentos. Pionero de la promoción turística de Burgos, fue secretario de la Asociación del Fomento del Turismo de Burgos. También fue vicepresidente de la Diputación Provincial. Entre su numerosa obra escrita, destacamos: "Excursión por la provincia de Burgos" (1899), "El abad Maluenda y el sacristán de la Vieja Rúa, poetas burgaleses" (1902), "Ordenanzas del Consulado de Burgos en 1538" (1905), "Exposición de arte retrospectivo de Burgos" (1913), "Libros burgaleses de memorias y noticias" (1931), "De bibliografía burgense" (1941) y "Las víctimas burgalesas de la guerra de la independencia" (1937).

(7) Félix López Hidalgo (Villanueva de Argaño, 1894 - Burgos, 1973) fue ordenado sacerdote en 1918 y su primer destino fue el de cura ecónomo en Cañizar de los Ajos; de ahí partió hacia Huérmeces, dónde ejerció de párroco durante 31 años (1926-1957); su siguiente destino conocido fue Tardajos. Un hermano suyo, Vicente, era en aquellos años cura párroco de Lara de los Infantes.

(8) Misa de Angelis: la más sencilla y conocida de las misas gregorianas; cuando se desea celebrar una misa con canto gregoriano con la participación del pueblo, esta partitura es la mejor opción. Kyrie eleison, Christe eleison...

(9) Misa de Pastorela: tiene su origen en la Edad Media, en las antiguas pastoradas o  misas de primeras horas del día; a modo de drama sagrado, se introdujo en el oficio de Navidad, cantándose en la misa de Nochebuena.

(10) Hijas de María: cofradía formada exclusivamente por mujeres, una de cuyas funciones era ensayar y cantar en las misas solemnes


RECORTES DE PRENSA

Velada literaria por las misiones (8 de enero de 1924)





Diario de Burgos, 8 de enero de 1924


Funciones religiosas y profanas (8 de enero de 1927)



Diario de Burgos, 8 de enero de 1927


BANDA SONORA


Antonio José Martínez Palacios (Burgos, 1902 - Estépar, 1936): compositor, músico y folclorista de la Generación del 27, inició sus estudios musicales en su ciudad natal, con los maestros Julián García Blanco y José María Beobide. En 1920 obtiene una beca de la Diputación Provincial para estudiar en Madrid, dónde entablará amistad con Regino Sáinz de la Maza y Federico García Lorca. Entre 1926 y 1929 reside en Málaga, trabajando como profesor de música en un colegio para alumnos de la alta sociedad malacitana. Durante los veranos de 1925 y 1926 residirá en París, aprendiendo nuevas técnicas y planteamientos musicales; allí sería discípulo de Ravel, quien llegaría a afirmar que Antonio José "llegará a ser el gran músico español de nuestro siglo". Pero la guerra civil se interpuso en su prometedor futuro, y fue fusilado por los rebeldes y enterrado en las fosas del Monte de Estépar. Se supone que su asesinato se debió al hecho de que Antonio José nunca despertara simpatías entre los estamentos religiosos y caciquiles de la ciudad, que no consiguieron captarlo para su causa, a pesar de intentarlo reiteradamente. Para más inri, era colaborador (musical) habitual de la revista Burgos Gráfico, especialmente despreciada por los sectores más reaccionarios de la ciudad, sobre todo a raíz de un célebre editorial del año 1935 en el que se criticaba a las autoridades eclesiásticas locales por su actitud de amparo y encubrimiento hacia un sacerdote que había abusado de varias niñas en Estépar. A pesar del indiscutible genio de Antonio José, su obra fue prohibida durante gran parte del franquismo. 


Suite ingenua: II. Balada (1928)
Una vez recuperada la figura y la obra de Antonio José, "Suite ingenua para orquesta de cuerda y piano" se ha ido convirtiendo en una de sus piezas más populares. La "Suite ingenua" fue compuesta a finales de 1928, dentro de su etapa malagueña, con la idea de presentarla a un concurso que iba a celebrarse en Lérida al año siguiente; concurso en el que resultó premiada por parte de un jurado integrado por tres compositores catalanes (Mas i Serracant, Barberá y Cumellas Ribó). La "Suite ingenua" está dividida en tres movimientos (Romance, Balada y Danza), y se inspira en sendos temas del Cancionero de Olmeda y en su propia colección de Cantos populares burgaleses. 



Otras obras de Antonio José:

-Cazadores de Chiclana (1915)
-Sonata castellana (1921)
-Poemas de juventud (1921)
-Sinfonía castellana (1922)
-Himno a Castilla
-Danzas burgalesas
-El mozo de mulas
-Evocaciones
-Marcha para soldados de plomo
-Sonata para guitarra (1933)
-Romancillo infantil para guitarra
-Sonata gallega para piano (1926)



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