domingo, 6 de noviembre de 2016

Una canasta en Los Páramos y un hórreo en Las Torcas




Hay objetos que nos llaman poderosamente la atención por encontrarse completamente fuera de contexto, fuera de lugar, fuera de juego. Bien porque han sido levantados en un lugar inesperado, bien porque han sido elaborados con materiales nada convencionales, para usos sorprendentes.



Una canasta de baloncesto, realizada con materiales metálicos reciclados (quizás un par de llantas de rueda de una bicicleta infantil), sobre un soporte de viejas tablas, colgada en una pared de piedra de una casa, en un pequeño pueblo de Los Páramos, a la sombra de un viejo castillo medieval y a la vera de un río de obscuras aguas.

Seguramente, la persona que ensambló la canasta, hace ya muchos años, solo pensó en dar una alegría a sus nietos, hijos o sobrinos, en su próxima visita estival. Los niños, esa alegría efímera de estos pueblos medio olvidados durante gran parte del año. 

Y durante algunos veranos, la canasta sufriría mates espectaculares, lanzamientos de tres puntos realizados desde la esquina de enfrente, tapones del más alto de los chavales…

Hasta que los niños crecieron, dejaron de visitar el pueblo asiduamente, y la canasta cayó en el olvido, aguantando a duras penas los embates del óxido y del hielo…




Y qué decir del hórreo emplazado en las cercanías de un pequeño pueblo de Las Torcas, muy lejos de sus primos de tierras astur-galaicas.

Rodeado de una tierra cultivada de cereal, semi vallado por una tela metálica, seis pilares de hormigón lo separan del suelo. Una sencilla escalera de piedra servía para que su dueño accediera a este almacén, caseta o lo que quiera que haya sido. Y la ausencia del último escalón denota la preocupación de su constructor por posibles abordajes de lirones hambrientos.

Parece ser que el hórreo fue construido a mediados de los años noventa del siglo pasado, siendo su destino original el servir de refugio para las colmenas de un vecino del pueblo.   



Y ahí permanece, haciendo también las veces de palafito de secano, precavido contra las posibles crecidas del arroyo que discurre por su trasera, sabedor de que las tormentas de esta comarca pueden muy traicioneras. Ellas son las que han modelado el blando paisaje de Las Torcas, esa arizónica comarca rica en arenas y arcillas fácilmente erosionables.

2 comentarios:

  1. El hórreo sé donde está y lo he visto algunas veces; siempre me ha llamado la atención. ¿Tendría vinculación con Asturias o Galicia el que lo erigió?

    ResponderEliminar
  2. Yo también me lo he preguntado. La próxima vez que pase por el pueblo intentaré preguntar a algún vecino al respecto. Lo de su construcción en el año 1995 y su utilización como colmenar lo encontré en internet, en un comentario a modo de pie de foto. Visto desde fuera, jamás habría pensado en tal uso, ya que no existe ningún color llamativo que pueda atraer a las abejas (desde mi ignorancia en apicultura)
    Lo de no citar el nombre del pueblo -fácil de descubrir, por otra parte- no es por ánimo de secretismo, simplemente es por jugar un poco con el posible lector de la entrada.
    Lo mismo sucede con la canasta de baloncesto. Creo que con las pistas que se dan es más que suficiente para dar con el nombre del pueblo. Y la canasta allí está, a la vista de todo paseante que visite el lugar.

    ResponderEliminar