Érase una vez un tiempo en el que las actividades extraescolares
no consistían en ir a clase de inglés, karate, pintura o patinaje.
Érase una vez un tiempo en el que la autoridad del maestro o la
maestra no se cuestionaba. Bueno, de hecho, no se cuestionaba casi nada.
Érase una vez un tiempo en el que la sombra de la Iglesia era aún
muy alargada, y llegaba hasta la escuela y más allá.
Las actividades extraescolares consistían en cosas tales como ir
al Rosario todas las tardes del mes de mayo, recolectar musgo para el
nacimiento de la escuela en los fríos días anteriores a la Navidad, cosechar cornavarios en primavera para adornar el
altar de la Virgen,
barrer la calle de la escuela para que la procesión del Corpus la encontrara
reluciente…
Aún así, creo recordar que lo pasábamos bien. Lo del Rosario a la
seis te partía un poco la tarde, es cierto, pero salías de la iglesia con más
ganas de jugar que nunca. Y el barrer la calle era motivo de jolgorio, como
puede apreciarse en las fotografías que acompañan esta entrada.
Los chavales y chavalas de la foto, armados con sus escobas de
brezo, más que esporádicos operarios de limpieza parecen compañeros de Harry
Potter a punto de iniciar una partida de quidditch.
Eran tiempos felices. Como casi siempre consideramos nuestros años
de infancia cuando miramos hacia atrás.
NOTA:
Fotografías realizadas por la
que fuera maestra en la escuela unitaria de Huérmeces entre 1967 y
1972, Purificación Garrido Díez, doña Puri.
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