Cerca de Monte las Eras,
allí dónde se cruzan los caminos de Castrillo, Navas y La Lastra, en un paraje casi
plano, a más de 1000
metros de altitud,
casi desprovisto de vegetación y batido por todos los vientos, existió hasta hace
pocos años una desvencijada vespa blanca.
Cabría
suponer que su último dueño, harto ya de las continuas averías de la moto, la
abandonara allí mismo, quizás justo cuando el cansado motor diera sus últimos
estertores.
Pero
me cuentan que no fue así. Su ubicación en el cruce no fue fruto de la
casualidad ni del hartazgo de su dueño. Fue un acto premeditado y con un claro
objetivo: que la vespa sirviera de punto de referencia para las personas que
por allí transitaran.
Este
cruce de caminos siempre fue una encrucijada peligrosa en días de niebla o
nieve, ya que era difícil averiguar –incluso para los propios lugareños- cual
era la dirección correcta para bajar hacia el pueblo.
La
vespa perteneció a don Alejandro, cura párroco de Huérmeces entre 1959 y 1966.
Muchos problemas mecánicos le dio la vespa a su dueño. Tantos que, cuando el
cura partió de Huérmeces hacia su nuevo destino, abandonó la moto sin pena
alguna.
Después
de permanecer unos años en una caseta perteneciente a la familia de Fidel Alonso,
cartero de Huérmeces, a alguien se le ocurrió que podría utilizarse a modo de
“faro de secano” en el conflictivo cruce de caminos.
Y
allí la ubicaron. Sin ruedas ni complementos, casi desguazada. Y allí
permaneció muchos años cumpliendo fielmente con su cometido como baliza para
labradores, cazadores y caminantes.
Aunque
no dejara de ser una simple chatarra, su persistencia en el tiempo acabó por
otorgarle la categoría de hito, mojón indicador. Y a más de un vecino orientó en días de ventisca.
Su
carcasa también sirvió de blanco para cazadores frustrados tras un día escaso
de presas.
Hace
pocos años, la vespa blanca desapareció sin más. Seguramente, algún chatarrero
que pasó por el lugar -cuyo acceso se ha visto muy facilitado por la moderna
pista de servicio del parque eólico- arrampló con la chatarra, ignorante de que estaba acabando con una parte
de la historia sentimental de Huérmeces.
En el paraje de Palillos, muy cerca del lugar dónde se ubicaba la vespa, un rayo acabó con la vida de Eugenio Alonso en julio de 1940. Por ironías del destino, a unos pocos metros del lugar de la descarga, tres cuartos de siglo más tarde, una moderna y altísima torre anemométrica se yergue sobre la zona. La torre, al igual que los 14 aerogeneradores que conforman el parque eólico de "El Sombrío", dispone de su correspondiente pararrayos.
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