Estela epigráfica: piedra de la zona, mejor o peor labrada, que conmemora la muerte repentina de una persona en descampado; sus inscripciones suelen ofrecer datos relativos a dicha persona y a la fecha en la que se produjo su fallecimiento; a veces, también aparecen datos relativos a la persona que encargó su realización; se considera moderna si su origen no va más allá de finales del siglo XVIII o principios del XIX.
Hace unos meses, una persona natural de Huérmeces, que solía recorrer el camino entre Ruyales y Quintanilla, me habló de la vieja estela que se erguía a mitad de dicho camino. Yo no conocía su existencia, a pesar de haber pasado muchas veces por ese vial, habitualmente utilizado para completar pequeñas rutas ciclistas alrededor de Huérmeces. Así que, la Semana Santa pasada volví a subir a Ruyales y tomé el camino de Quintanilla ... pero no encontré estela alguna.
Pregunté por ella en Quintanilla, Pantaleón y Ruyales. Las respuestas dadas -y un par de mañanas en el Archivo Diocesano- están en el origen y desarrollo del presente post. Respuestas y documentos que nos hablan de una triste historia por partida doble: la de la estela en sí, y la de las dos personas cuya muerte conmemoraba.
LA ESTELA DE OCEJO: UNA PIEDRA CONMEMORATIVA DE AZAROSA VIDA
En el paraje denominado Ocejo, junto a la cuneta derecha del camino que asciende desde Quintanilla Pedro Abarca a Ruyales del Páramo, casi en el alto, existía una estela labrada en piedra, que conmemoraba la muerte accidental de dos mujeres, un suceso acaecido hace casi dos siglos.
Desde el año 2004, cuando se procedió a la completa rehabilitación del camino, la vieja estela de piedra caliza ya no se encuentra en su ubicación original; es más, la estela ya no existe, por lo menos en su integridad.
MTN50-H167 (1928): aparecen marcados los límites entre los términos de los pueblos |
En aquel referido año 2004, cuando se procede a la rehabilitación del viejo camino, la Junta Vecinal de Ruyales (ya que el paraje de Ocejo se encuentra en su término) decide trasladar la estela desde su ubicación original hasta otra más protegida, en el propio casco urbano del pueblo, dada la cada día más frecuente "desaparición accidental" de este tipo de piedras conmemorativas, objeto de deseo para personas sin escrúpulos, ávidas de cualquier objeto antiguo, portable y vendible, para su posterior uso como elemento decorativo en jardines, patios y bodegas propiedad de personas también carentes de escrúpulos y quizás sobradas de euros.
Estela de Ocejo (anverso): la epigrafía aún resultaba legible |
Estela de Ocejo (reverso): la cara anepigráfica; al fondo, el pinar de Ocejo-La Cotorra |
"en la iglesia parroquial del lugar de Quintanilla Pedro Abarca, a 28 de marzo de 1832, se dio sepultura eclesiástica a Brígida Fontúrbel, viuda de José Fontúrbel, vecinos del mismo, quien no recibió los Santísimos Sacramentos por habérsela hallado cadáver en despoblado, de muerte natural, de la intemperie del tiempo, según parecer de los cirujanos que la reconocieron..."
"en la iglesia parroquial del lugar de Quintanilla Pedro Abarca, a 28 de marzo de 1832, se dio sepultura eclesiástica a María Rodrigo, viuda de Pedro Fontúrbel, vecinos del mismo, quien no recibió los Santísimos Sacramentos por habérsela hallado difunta en despoblado, de muerte natural, causada por la intemperie estacional, según parecer de los cirujanos que la reconocieron..."
Bajada hacia Quintanilla Pedro Abarca: el camino se introduce en Valdementero a la altura de Las Peñuelas |
- Vicente Gutiérrez Fontúrbel (*Quintanilla Pedro Abarca, 1847)
- Jorge Gutiérrez Fontúrbel (*QPA, 1851)
- Santiago Fontúrbel García (*QPA, 1849)
- Nicolás Fontúrbel González (*QPA, 1854)
- Francisco Fontúrbel González (QPA, 1860-1917); se casó con Balbina González (*La Nuez de Arriba, 1861-QPA, 1938) y tuvieron cuatro hijos: Teófilo, Eladio, Ambrosia y Segundo
- Estéfana Fontúrbel González (*QPA, 1866)
- Julián Fontúrbel González (*QPA, 1869); se casó con Catalina González (San Pantaleón del Páramo) y tuvieron una hija, Isabel
- Pablo Fontúrbel González (*QPA, 1874)
- Teófilo Fontúrbel González (QPA, 1885-1918); en 1908 se casó con Josefa Alonso Gutiérrez (*QPA) y tuvieron tres hijos: María Ester (*QPA, 1911), Aureliana (*QPA, 1909) y Martina (*QPA, 1912)
- Eladio Fontúrbel González (*QPA, 1887)
- Ambrosia Fontúrbel González (*QPA, 1890); en 1912 se casó con Santiago Sagredo Llano (Baracaldo)
- Segundo Fontúrbel González (QPA, 1893-1926)
- Isabel Fontúrbel González (*QPA,1897)
UN VIAJE EN EL TIEMPO POR EL CAMINO DE OCEJO
El camino de Ocejo era -y es- la vía de comunicación más directa entre Quintanilla y Ruyales. Siguiendo un eje principal norte-sur, sus 2600 metros de recorrido discurren a una elevada altitud, entre los 940 m de su arranque en la curva de la carretera de Quintanilla a Pantaleón, hasta los 1011 m de La Cotorra, y los 975 m a su llegada a Ruyales del Páramo.
MTN50-H167 (1934) |
Es posible que, en los 190 años trascurridos desde el fallecimiento de Brígida y María, el trazado del camino de Ocejo haya variado muy poco. Lo que sí ha cambiado ha sido la calidad del mismo: desde un camino carretero, cuyo firme embarrado lo hacía apenas apto para caballerías en determinadas épocas del año, hasta la moderna pista actual, apta para todo tipo de vehículos, y libre de barro y baches la totalidad del año. Y con la empinada cuesta de Las Peñuelas recientemente hormigonada.
Vuelo Americano "B" (12 julio 1956): los brezales de Ocejo y La Cotorra, aún vírgenes |
Vuelo IRYDA (nov. 1977): los incipientes pinares de Ocejo y La Cotorra llevaban 20 años plantados
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De todas formas, quizás el cambio fundamental lo haya soportado el paisaje circundante, lo que el ojo humano observa a ambos lados del camino: la vegetación espontánea y la cultivada, el parcelario y -sobre todo- los "complementos" paisajísticos.
UN SALTO DE 190 AÑOS HACIA ATRÁS
Si viajáramos en el tiempo hasta el año 1832, quizás lo primero que nos sorprendería seria la práctica ausencia de vegetación leñosa, sobre todo en la zona alta del recorrido. Ni atisbo de los pinares de Ocejo, La Cotorra y Las Mayas, plantados en los años 50 del siglo XX como masas forestales protectoras de la cabecera de cuenca del río Ruyales. En aquellos tiempos, enormes brezales ocupaban los terrenos arcillosos y pobres de aquellos parajes luego forestados.
En los ribazos de los arroyos escasa sería también la presencia de especies leñosas riparias: nada que ver con la actual profusión de fresnos de buen tamaño en gran parte de los arroyos de cabecera del Ruyales. Veríamos escasos y pequeños ejemplares de sauces y salgueras, y quizás alguna mancha aislada de chopos y olmos.
Por contra, en las zonas altas de Las Mayas, Ocejo y La Cotorra abundarían los eriales y pastizales esteparios, con clara dominancia de brezales. Es probable que, en los claros de algún brezal, encontráramos algún que otro colmenar. Lo que apenas encontraríamos serían tierras de labor, ya que el principal factor antropizador de aquel paisaje sería la densa presencia de ganado. Observaríamos varios rebaños de ovejas y cabras pastando por estas tierras altas, batidas por un casi constante viento. También nos encontraríamos con pequeños rebaños de ganado vacuno, caballar y mular. Bueyes y mulas, los tractores y furgonetas de aquellos tiempos.
Vista desde La Lastra: el camino entre Quintanilla y Ruyales, atravesando el Ocejo |
Encontraríamos varios pastores con los que charlar un rato sobre lo divino y lo humano. En las alturas rocosas de La Lastra y Peñuelas abundarían los refugios pastoriles, levantados en piedra caliza. Y algún que otro corral.
Es probable que también nos topáramos con algún mulero que moviera mercancía variada entre los pequeños pueblos de los páramos.
En Valdementero y otras zonas más bajas nos sorprendería la variedad de cultivos y el minifundio dominante: aparte de los cereales clásicos (trigo, cebada, avena y centeno), veríamos pequeñas parcelas cultivadas de yeros, arvejones, vezas, titos, esparcetas, lentejas y garbanzos. En pequeñas parcelas aptas para el riego, cerca de Ruyales y Quintanilla, puede que encontráramos alguna pequeña parcela cultivada de lino, cuya azulada floración llamara también la atención del viajero. Y en la periferia de los caseríos veríamos numerosos huertos y eras, con sus correspondientes casetos.
En definitiva, al viajero en el tiempo le sorprenderían los cambios en el paisaje y la abundancia de paisanaje, en comparación con el tiempo presente.
Y OTRO SALTO DE 190 AÑOS HACIA ADELANTE
Si fueran Brígida y María las que pudieran realizar ese viaje en el tiempo, hacia el futuro en su caso, cabe presuponer que las sorpresas -y los sustos- serían de mucho mayor calado.
El camino serpentea hacia La Cotorra, en dirección Quintanilla Pedro Abarca |
Lo primero que les sorprendería, aparte de la anchura y calidad del camino, sería la contundente presencia de siete gigantescos y albinos molinos de viento, dispuestos sobre la cumbrera de La Lastra, con sus aspas girando continuamente y variando su orientación según soplara el cierzo o el solano. Ni a ellas ni al más quijotesco y soñador de sus convecinos se le habría pasado nunca por la cabeza semejante despliegue molinar.
Retama de olor en Las Peñuelas; al fondo, aerogeneradores de La Lastra |
Al remontar Valdementero les habría llamado poderosamente la atención la presencia de una serie de postes de madera, rectos y perfectamente anclados al suelo, dispuestos en paralelo al camino y a poca distancia del mismo; de estos postes colgaban una especie de cuerdas de aspecto brillante.
Tampoco les pasaría desapercibida, justo debajo de Las Peñuelas, la chillona masa amarillenta de la retama de olor en flor, una especie leñosa completamente ajena a la comarca hasta tiempos muy recientes, y que se ha extendido por ella al compás de un clima cada vez más cálido.
Al abandonar el vallejo y alcanzar las tierras altas del recorrido hacia Ruyales, no menos les habrían sorprendido las densas masas forestales formadas por los pinares de Ocejo, La Cotorra y Las Mayas, en terrenos dónde antaño crecían brezos y aulagas.
El camino, en dirección Quintanilla, a la altura de Ocejo; al fondo, a la izquierda, pinar homónimo |
También les habrían sorprendido las enormes tierras de labor, trazadas a cordel sobre esos antaño yermos pagos, utilizados únicamente como pastizales para el ganado. Ahora eran tierras despedregadas, allanadas, desprovistas de linderos ricos en espinos y zarzas. Tierras cultivadas de trigos y cebadas de tallo mucho más corto que el que ellas estaban acostumbradas a ver.
Ocejo, desde la ubicación aproximada de la desaparecida estela |
En otoño no entenderían la ausencia de quema de rastrojeras, ni en verano la presencia de enormes pacas de paja, perfectamente alineadas y, sin embargo, ni rastro de morenas, esos perfectos montones de mies, esperando su acarreo a las eras.
El Ocejo: antigua línea telefónica (ya desmantelada) entre Ruyales y Quintanilla |
En primavera les sorprendería la amarilla floración de alguna parcela de colza, cultivo completamente desconocido por sus contemporáneos; en verano avanzado, también les llamaría la atención alguna que otra parcela plantada de girasol, cultivo no menos ajeno a sus campos.
Al llegar los primeros calores del verano se preguntarían a dónde se habían ido los pájaros y los insectos, y por qué apenas picaban los mosquitos.
Y, de similar forma que al viajero contemporáneo le sucedió en su viaje al siglo XIX, a ellas les produciría una cierta desazón los profundos cambios en el paisanaje, pero justo en el sentido contrario: ni un alma en todo el recorrido. Ni pastores, ni zagales, ni muleros, ni trajineros, ni curas ni viajeros. Se preguntarían dónde estaban las cuadrillas de segadores, con sus hoces, botas de vino y botijas de agua; dónde los pastores con sus rebaños...
A lo sumo, y si se trataba de un sábado o domingo del buen tiempo, podían cruzarse con algún curioso personaje, estrafalariamente vestido, con un brillante casco de guerrero en la cabeza, prendas escasas y apretadas, y encaramado a un extraño artilugio provisto de dos ruedas y un par de manivelas para los pies, y desprendiendo un fortísimo olor de origen desconocido, y que ni siquiera parecía escuchar tu acostumbrado saludo.
El camino, en dirección Ruyales, atraviesa el paraje de Ocejo, |
Tiempos extraños aquellos en los que el único alma con el que te cruzas en el camino viste como un demonio, jadea como un bonobo, no te mira a la cara y ni siquiera responde a tu cristiano saludo.
No creo que sea necesario pormenorizar el efecto que pudo causarles su primer encuentro con un tractor, una cosechadora, un automóvil, una motocicleta o un quad.
Y en cuanto a las estelas, las únicas que verían serían las que dejaban los aviones en el cielo ... No encontrarían ninguna de aquellas piedras que se disponían a la vera de los caminos, recordando la muerte de una persona en descampado, invitando al caminante a rezar brevemente por el alma del difunto. ¿Ya no moría nadie en los caminos o por el contrario era algo tan habitual que ya ni se tomaban la molestia de conmemorar el hecho con una piedra labrada y grabada? Si conocieran la verdad de tal ausencia, Brígida y María no se sentirían nada reconfortadas.
Al entrar en Quintanilla o en Ruyales, no entenderían qué había sucedido con las eras y huertos; de aquéllas no quedaba ni una, de éstos, solo unos pocos. Las calles, completamente encementadas, los tejados, perfectamente retejados. La iglesia, totalmente rehabilitada, como si acabara de ser levantada. Y las ermitas ... ¿dónde estaban las ermitas? La de San Andrés, en Ruyales; la de Los Dolores, entre Quintanilla y Pantaleón ...
Quizás alguien les debiera contar que casi todas las ermitas de la comarca se dejaron caer para luego vender su piedra al mejor postor. Y que la de San Andrés, en concreto, acabó formando parte de las escaleras exteriores del palacio de Arroyuelo, en Huérmeces.
Al fondo, Ruyales, con el camino descendiendo desde El Ocejo y La Cotorra hacia Carrequintanilla |
Si el viaje al futuro lo realizaran en invierno, les sobrecogería el silencio de estos pueblos. ¿Dónde estaban los niños? ¿Por qué la escuela lucía nueva pero vacía? Y los lavaderos, igualmente vacíos, ¿ya nadie hacía la colada? Y las fuentes, muy cuidadas, pero sin paisanos acarreando agua. Ni siquiera podían intuir en dónde se encontraba la taberna... Y qué eran aquellos enormes arcones de vivos colores (verde, azul y amarillo) de los que emanaba un olor peculiar... Y esos grandes juguetes, algunos también pintados en vivos colores, que se disponían a las afueras de los pueblos, pero sin usuarios que los disfrutaran...
Unos enormes edificios, construidos en materiales desconocidos para ellas, sin ventanas, destacaban sobre el caserío; alguno se encontraba vallado, por lo que suponían que en su interior se guardarían cosas de mucho valor. Si alzaban la vista a los tejados de las casas, con suerte verían salir humo de la chimenea de una o dos.
Pueblos perfectos para vivir, pero sin vida alguna. No entenderían qué había podido suceder. Ni siquiera se atreverían a llamar a una puerta y preguntar a sus supuestos moradores: ¿y si no abría nadie?
Y... aunque la pregunta pudiera parecer algo improcedente viniendo precisamente de ellas ... ¿por qué nevaba tan poco en invierno? ¿Por qué ya no se daban las bruscas y violentas ventiscas, como aquella de finales de marzo de 1832 que acabó con sus vidas?
"La nevada, Francisco de Goya (1786), Museo del Prado |
APÉNDICES
- Ocejo: localidad (18 hab) del municipio cántabro de Luena, en las montañas pasiegas; situado a unos 300 m de altitud, en la ladera de un estrecho valle formado por un arroyo tributario del río Pas
- Ocejo de la Peña: localidad (30 hab) del municipio leonés de Cistierna, en la Montaña Oriental; enclavado a 1160 m de altitud, en un pequeño valle tras cruzar el desfiladero de La Duerna
- Hocejo: paraje que nombra a la pequeña garganta formada por el río Trema entre las localidades de Butrera (Merindad de Sotoscueva) y Torme (Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja)
- Monte Ocejo: paraje situado al norte de la localidad cántabra de Lamedo (Cabezón de Liébana), cerca de la Collada del Campo, a unos 1150 m de altitud
CASUÍSTICA DE LAS MUERTES EN DESCAMPADO CONMEMORADAS POR ESTELAS MODERNAS EN LA PROVINCIA DE BURGOS
La estela de Ocejo no se encuentra incluida en ninguno de los catálogos confeccionados por Jacinto Campillo Cueva, un auténtico especialista en estelas "modernas" de la provincia de Burgos. Quizás el motivo de dicha ausencia se deba a que, cuando Jacinto publicó el primero de sus trabajos monográficos (Boletín de la Institución Fernán Gonzalez, 2004), la estela de Ruyales ya no se encontraba en su ubicación original.
Gracias a las más de 70 estelas epigráficas y anepigráficas catalogadas por Jacinto Campillo en la provincia de Burgos (casi todas ubicadas en la mitad norte y, sobre todo, en el cuadrante noroccidental), plasmadas en las cinco monografías editadas hasta la fecha, es posible realizar una clasificación según el motivo de la muerte accidental en descampado:
- alcance por rayo: Boada de Villadiego (?), Montorio (c. 1900), Villandiego (1869), Arroyo de Valdivielso (1877), Leva (1895), Quintanilla Sobresierra (1898)
- infarto, angina de pecho: Fuencivil (1929), Iglesias (1930), Iglesias (1958)
- derrame interno torácico: El Almiñé (1879)
- atropello automovilista: Pedrosa del Páramo (1911)
- ahogamiento mientras pescaba: Borcos-Las Hormazas (1898)
- muerte violenta, asesinato: Rabé de las Calzadas (1822), Castresana (1890), Porquera del Butrón (1904), Villamudria (1909), Yudego (1942)
- presunto suicidio: Montoto (1931)
- fusilamiento: Torre de Abajo (1937)
- enfriamiento intenso, congelación: Avellanosa del Páramo (?), Santibáñez Zarzaguda (1924)
- hemorragia cerebral, apoplejía: Villandiego (1863), Villalbilla de Burgos (1883), San Martín de Ubierna (1903), Miñón de Santibáñez (1917)
- difteria, garrotillo: Avellanosa del Páramo (?)
- muerte repentina, siendo posteriormente devorado por lobos: Corralejo (?)
- muerte repentina, por causa no determinada o conocida: Avellanosa del Páramo (?), Castrillo de Rucios (?), Cobos junto a La Molina (?), Guadilla de Villamar (?), Montorio (?), San Pedro Samuel (?), Talamillo del Tozo (?), Villandiego (?), Yudego (?), La Parte-Las Hormazas (1729), Villadiego (1769), Quintanajuar (177_), Mahamud (1808), Villusto (1817), Susinos del Páramo (2) (1831), Villaverde Mogina (1831), Santibáñez Zarzaguda (1834), Tardajos (1843), Palacios de Benaver (1853), Olmillos de Sasamón (186_), Villalvilla de Villadiedo (1870), Santibáñez Zarzaguda (1924)
- caída desde caballería: Avellanosa del Páramo (?), Quintanilla Sobresierra (?), San Martín de Humada (?), Tubilla del Agua (?), Fuenteodra (1896)
- caída desde carro: Olmos de la Picaza (1852)
- caída desde trillo: Villandiego (1903)
- vuelco de carro: Avellanosa del Páramo (1826)
- vuelco de tractor: Quintanalara (1965)
- golpeado por caída de árbol: Palacios de Benaver (1946)
- golpeado por caída de piedra: Iglesias (1884)
- secuestro infantil: Pedrosa de Río Úrbel (1951)
- pastor: Yudego (1942), asesinado por guarda jurado, en presencia de su hija de dos años
- pareja de novios: Avellanosa del Páramo (?), por congelación durante nevada repentina
- sacerdote: Talamillo del Tozo (?); La Parte-Las Hormazas (1729), por muerte repentina y violenta; Rabé de las Calzadas (1822), por muerte violenta; Villandiego (1863), por apoplejía mientras regaba su huerta; Villamudria (1909), por asesinato
- niño: Villandiego (1869), 15 años de edad, por rayo; Santibáñez Zarzaguda (1904), 9 años de edad, por enfriamiento intenso, quizás por extravío; Pedrosa del Páramo (1911), 5 años de edad, por atropello automovilista; Pedrosa de Río Úrbel (1951), 2 años de edad, por secuestro por parte de un grupo de gitanos
- molinero: Boada de Villadiego (?), por rayo
- veterinario: Quintanilla Sobresierra (?), por caída desde caballería
- militar, hijo de militar: Torres de Abajo (1937), por fusilamiento
- posible discapacitado: Borcos-Las Hormazas (1898), ahogado mientras pescaba en el río
- mujer mayor de edad: Mahamud (1808), Olmos de la Picaza (1852), Leva (1895)
- mujer joven: Fuenteodra (1896), 19 años, por caída desde caballería; Porquera del Butrón (1904), 17 años, asesinada por pretendiente rechazado
- maestro de escuela: San Martín de Humada (?), mientras viajaba desde Peones de Amaya a San Mamés de Abar, por caída desde caballería
- zapatero: Miñón de Santibáñez (1917)
FUENTES
- Archivo Diocesano de Burgos: libros de bautizados y finados de las parroquias de Quintanilla Pedro Abarca, San Pantaleón del Páramo, Ruyales del Páramo, Bustillo del Páramo, Acedillo, Huérmeces y Villalibado.
- Las estelas epigráficas de época postmedieval en la provincia de Burgos. Jacinto Campillo Cueva. Boletín de la Institución Fernán González nº 229 (2004/2).
- Las estelas pluripersonales de Miraveche y Quintanilla-Sobresierra (Burgos). Jacinto Campillo Cueva. Estudios Mirandeses. Anuario de la Fundación Cultural "Profesor Cantera Burgos" nº 27-1 [45-55]. Miranda de Ebro (2007).
- Nuevas estelas epigráficas de época moderna en el norte de la provincia de Burgos. Jacinto Campillo Cueva. Kobie nº XII [371-386]. Diputación Foral de Bizkaia. Bilbao (2006).
- Estelas anepigráficas de época moderna en la provincia de Burgos. Jacinto Campillo Cueva. Kobie nº 15 [181-192]. Diputación Foral de Bizkaia. Bilbao (2011).
- Nuevas estelas epigráficas de carácter conmemorativo en el noroeste burgalés. Jacinto Campillo Cueva. Kobie nº 19 [105-120]. Diputación Foral de Bizkaia. Bilbao (2015).
- Diccionario etimológico de la toponimia mayor de Cantabria. Alberto González Rodríguez. Ediciones de Librería Estudio. Santander (1999) [páginas 205-207]
- Diario de Burgos, 23 de octubre de 1897: Florencio Pesquera, natural de las Hormazas, recién regresado de Cuba, recibe el auxilio de vecinos de Burgos.
- A Gloria Martínez, por las fotografías y los datos relativos a la ubicación original y transcripción de la epigrafía de la estela de Ocejo.
- A José Carlos Martínez, por los datos relativos a la desaparición de la estela.
- A Vivencio Martínez, por los datos relativos a las dos personas cuyo fallecimiento conmemora la estela, datos que resultaron fundamentales a la hora de encontrar información en el Archivo Diocesano de Burgos.
- A Ignacio Pérez, por los datos relativos a la estela de Las Hormazas
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