sábado, 28 de octubre de 2023

Mortalidad según el Libro de Finados de Huérmeces (1611-1920)


En ocasiones, cuento muertos. Aunque he de confesar que no es lo mismo contar fallecidos que contar bautizados ya que, aparte del más que opuesto carácter de cada acontecimiento, también influye el hecho de que, en el caso de los libros de finados, no existan los valiosos índices que ayudan a localizar personas y realizar estadísticas, tal y como sucede en los libros de bautizados.

Por lo tanto, cuando digo que me he pasado unas cuantas sesiones "contando muertos" en el Archivo Diocesano, la expresión no puede resultar más ajustada a la realidad: libro a libro, folio a folio, partida a partida, y así hasta un total de 3523 difuntos. Porque ese es el número exacto de fallecidos que han sido enterrados en la parroquia de Huérmeces, y contabilizados en los Libros de Finados correspondientes, durante los 310 años que van desde los primeros asientos registrados (1611) hasta el último año considerado (1920).

El estudio estadístico de la mortalidad de un lugar sirve, sobre todo, para situarlo en el contexto de los diferentes acontecimientos históricos que lo han asolado: guerras, episodios epidémicos, hambrunas y enfermedades originadas por malas cosechas y crisis económicas. No todas las anteriores desgracias tuvieron el mismo impacto en los numerosos pueblos del entorno. A unos les afectó más el cólera de 1834, a otros el de 1855; a unos les golpeó de lleno la gripe de 1918, a otros lo hizo la epidemia de difteria de 1893; lo mismo puede decirse de las guerras carlistas de 1833 y 1872 o de la francesada de 1808-1814.


"Recolecta de patatas", Jules Bastien-Lepage (1878) National Gallery of Victoria


La situación de Huérmeces, en plena ruta del Camino Real de Burgos a Reinosa, influiría sobremanera en la llegada de epidemias durante los siglos XVIII y XIX, traídas tanto por viajeros como por tropas de paso; lo mismo puede decirse de los saqueos ejecutados por ejércitos de todo pelaje, que dejaban al pueblo al albur de hambrunas y enfermedades.

La presencia en Huérmeces de palacios y segundas residencias de la nobleza residente en la ciudad de Burgos también atraería a cierta cantidad de población (tanto "señores" como "criados") en su huida de las crisis epidémicas sufridas por la gran urbe durante los siglos XVII y XVIII.

En Huérmeces existía un hospital (alojamiento para pobres), por lo que la llegada de personas enfermas y sin hogar también contribuiría a la dispersión de enfermedades infecto-contagiosas.

Tampoco resulta despreciable la presencia de hasta diez molinos harineros en el término del pueblo, sobre todo si sabemos que algunos eran habitualmente utilizados por labradores residentes en varios pueblos del entorno (Ruyales, Castrillo, Quintanilla y Pantaleón, principalmente), con el consiguiente movimiento de personas que sin duda contribuiría a la dispersión de gérmenes patógenos.

Luego veremos cómo los fríos datos estadísticos registran y traducen esta peligrosa "exposición" de Huérmeces a los múltiples e históricos episodios epidémicos sufridos por la comarca de Burgos y alrededores.    


MORTALIDAD EN HUÉRMECES: SIGLO A SIGLO, MEDIO A MEDIO, CUARTO A CUARTO, AÑO A AÑO

Probablemente, el número de fallecimientos acaecidos en Huérmeces es sensiblemente superior al registrado en los siete tomos considerados del Libro de Finados. En los primeros apuntes, sobre todo los realizados durante los tres primeros cuartos del siglo XVII, es muy probable que los curas dejaban de anotar algún que otro enterramiento, bien porque el finado era un forastero pobre sin familiares ni conocidos en el pueblo, bien porque existieran dudas sobre la "limpieza" de su alma, bien por mera dejadez u olvido del cura de turno.



 

Por otra parte, en unos tiempos en los que las tasas de mortalidad infantil, neonatal y perinatal eran muy elevadas, resulta comprensible que algún "innominado" fallecido durante el parto o inmediatamente después del mismo, no fuera anotado en el libro correspondiente, sobre todo en episodios de intensa mortalidad infantil, ocasionados por periódicas enfermedades infecto-contagiosas o pandemias. En los libros de Huérmeces, este defecto de la infra contabilidad de mortalidad de párvulos también se deja entrever en la escasa mortalidad general registrada durante los referidos tres primeros cuartos del siglo XVII.


1. Mortalidad en Huérmeces durante el siglo XVII (1611-1700) 

Durante los noventa años del siglo XVII incluidos en los libros parroquiales de Huérmeces fallecieron un total de 620 personas, lo que supone una media anual de 6,91 difuntos. Si bien resulta ser inferior a la mortalidad anual del siglo siguiente, hay que tener en cuenta la menor población que presentaba Huérmeces durante las primeras décadas del siglo XVII, consecuencia de la enorme pérdida de vidas ocasionada por las dos epidemias de peste sufridas en la comarca de Burgos (y en toda Castilla) durante el último tercio del siglo XVI (Gran Peste de 1565 y Peste Atlántica de 1599). 

Resulta complicado hacer un cálculo aproximado de la población que alcanzaría el Huérmeces de principios del siglo XVII, aunque suponemos que la cifra estaría comprendida en el intervalo 150-200 habitantes, quizás algo más de la mitad de los existentes a mediados del siglo XVI, antes de los dos azotes pestilentes.

De todas formas, los datos de mortalidad anual durante el periodo 1611-1675 hay que tomarlos con muchas reservas, ya que es casi seguro que adolecen de una clara infra contabilidad en cuanto a fallecimiento de párvulos. Por lo tanto, las cifras reales de muertos por año serían considerablemente más altas que las registradas durante ese período.

El número anual de fallecidos durante el periodo 1611-1700 se resume en la tabla siguiente (se han remarcado las mortalidades claramente superiores a la media de cada cuarto de siglo):




Obviando las limitaciones referidas para los tres primeros cuartos del periodo considerado, observamos que los principales episodios de alta mortalidad registrados en Huérmeces durante el siglo XVII fueron los siguientes (en orden de magnitud):

 

1.1 La gran crisis de mortalidad de 1699 (45 fallecidos)

Parece ser que, en toda Castilla, la cosecha de 1698 había sido muy escasa, a consecuencia de una fuerte sequía primaveral. A la dramática subida del precio del trigo hay que añadir que la calidad del pan fabricado fue pésima, ya que el trigo se cosechó -para más inri- mojado. 

Los problemas para lograr alimento en cantidad y calidad suficientes ocasionaron que, entre los meses de septiembre y octubre, se produjeran fuertes brotes de una enfermedad denominada "mal de tabardillos y disenterías", con el consiguiente aumento de mortalidad, sobre todo entre la población infantil.

En Huérmeces, la mayor parte de los fallecidos (34, que suponen el 76% del total) fueron párvulos (niños menores de 8 años), siempre más proclives a este tipo de padecimientos. Especialmente mortíferos resultaron los meses de septiembre (14 fallecidos) y octubre (7 fallecidos), una vez finalizadas las labores de cosecha. Como también suele suceder, entre los 11 fallecidos adultos, abundaban los considerados como "pobres" (6 fallecidos).

Los 45 fallecimientos registrados en aquel dramático año de 1699 suponen la mayor mortalidad registrada en Huérmeces durante todo el período estudiado (1611-1920).

 

1.2 La alta mortalidad de 1697 (22 fallecidos)

Desconocemos las causas concretas de este exceso de mortalidad aunque, por la distribución mensual de fallecidos (4 óbitos en cada uno de los meses de abril, mayo y septiembre; 3 en julio; 2 en enero y octubre; 1 en febrero, marzo y noviembre), no parece obedecer a un episodio epidémico.


1.3 La alta mortalidad de 1631 (21 fallecidos)

Lo mismo puede decirse de este exceso de mortalidad, ya que los datos recogidos en el libro de finados de Huérmeces no permiten aventurar causas epidémicas o hambrunas generalizadas. Teniendo en cuenta la referida infra contabilidad de fallecimientos correspondientes a párvulos (sobre todo neonatos), el total de óbitos de aquel año de 1631 podría alcanzar la importante cifra de 35-40 personas.

Parece ser que entre los años 1629 y 1631 se produjeron en Castilla una serie de episodios climáticos extremos (sequías, inundaciones, fuertes heladas) y otras calamidades (plaga de langostas) que ocasionaron cortísimas cosechas; ni siquiera hubo grano suficiente para realizar la sementera.


1.4 Las altas mortalidades de 1677 y 1684 (19 fallecidos en cada año)

De nuevo, parece ser una concatenación de malas cosechas la causante de la alta mortalidad durante estos dos años.

La cosecha de 1677 fue mala por la fuerte sequía padecida, originándose un alza considerable en el precio del trigo y los consecuentes problemas de alimentación, pobreza y mortalidad.

Por su parte, la cosecha de 1684 resultó prácticamente nula. No nevó durante el invierno de 1683-1684, persistiendo una sequía iniciada con anterioridad. Las rogativas no surtieron efecto y, a partir de octubre, la mortalidad se disparó. Puede que las fiebres tifoideas incentivaran también la actividad de la señora de la guadaña. 

 

2. Mortalidad en Huérmeces durante el siglo XVIII (1701-1800)  

Durante el siglo XVIII fallecieron en Huérmeces un total de 1380 personas, lo que supone una media anual de 13,8 difuntos. Se observa una mortalidad ligeramente mayor durante la primera mitad del siglo (14,2 fallecidos al año) que durante la segunda (13,4 fallecidos al año).

El número anual de fallecidos durante el periodo 1701-1800 se resume en la tabla siguiente (se han remarcado las mortalidades claramente superiores a la media):




Podemos comprobar que los principales episodios de elevada mortalidad en Huérmeces durante el siglo XVIII fueron los siguientes (en orden de magnitud):


2.1 Epidemia de tifus de 1794 (34 fallecidos)

La elevada mortalidad registrada en Huérmeces en 1794 solo podría justificarse por la epidemia de tifus padecida por buena parte de España durante la llamada Guerra de la Convención (del Rosellón o de los Pirineos), desarrollada entre 1793 y 1795, y que ocasionó un importante movimiento de tropas por la Península, lo que probablemente contribuyó al desarrollo de la enfermedad.

Por otra parte, durante las últimas décadas del siglo XVIII se produjeron eventos climatológicos extremos, que combinaron sequías, heladas y fuertes precipitaciones, incidiendo en la calidad y cantidad de las cosechas y sus consecuencias infra alimentarias sobre la población.

La distribución mensual de muertes nos habla de una concentración en los meses de agosto (9), septiembre (5), octubre (2) y noviembre (6); esta preferencia por finales de verano y meses otoñales es típica de episodios epidémicos. Entre los fallecidos, como suele ser habitual, abundan los párvulos y los adultos pobres.


2.2 Epidemia de gripe de 1762 (31 fallecidos)

Como en todo episodio gripal, los fallecimientos se concentraron entre los meses de septiembre (9), octubre (4), noviembre (8) y diciembre (4). Y una vez más, los fallecimientos se cebaron, sobre todo, en la población infantil: 19 eran párvulos (niños menores de 8 años), lo que supone el 61% del total. Otros dos fallecidos eran niños mayores de 8 años.


2.3 La crisis de mortalidad de 1719 (29 fallecidos)

El 62% de los fallecidos (18) eran párvulos, por lo que se supone la existencia de un episodio epidémico, aunque no he encontrado referencias bibliográficas al respecto.


2.4 La crisis de mortalidad de 1735 (28 fallecidos)

Las defunciones están concentradas entre los meses de octubre y diciembre y afectó, sobre todo, a niños mayores de ocho años (68% del total), por lo que pudiera pensarse en una enfermedad infecto-contagiosa como causante de esta sobremortalidad. Resultaron más afectadas las niñas (12 fallecimientos) que los niños (7 fallecimientos). No he sido capaz de descubrir qué enfermedad en concreto fue la causante de estas muertes. 


2.5 La crisis de mortalidad de 1747 (27 fallecidos)

Al igual que en los casos anteriores, el predominio de párvulos entre los fallecidos resulta abrumador (el 60%). No he comprobado la distribución mensual de los óbitos, por lo que no se puede asegurar la existencia de episodio epidémico alguno, aunque sería lo más probable.


2.6 La crisis de mortalidad de 1707 (27 fallecidos)

Poco podemos añadir a la cifra total de fallecidos, ya que no se ha comprobado ni la distribución mensual ni la relativa a párvulos, niños y adultos.


2.7 La crisis de mortalidad de 1736 (25 fallecidos)

Una de las peculiaridades de una buena parte de los 25 fallecidos de aquel año es la de su consideración como adultos "pobres de solemnidad", lo que hace suponer que pudieron ser factores económicos (aumento del precio de los alimentos, inflación) o climatológicos (malas cosechas) los causantes de esta pequeña crisis de mortalidad.


2.8 La crisis de mortalidad de 1764 (23 fallecidos)

Los fallecimientos se concentran entre los meses de agosto y octubre, por lo que pudiera tratarse de algún episodio epidémico. También apunta en esa dirección el hecho de que el 83% de los fallecidos fueran párvulos y niños (5 de los fallecidos eran niñas de más de ocho años).


2.9 La crisis de mortalidad de 1784 (21 fallecidos)

El 18 de junio de 1783 entró en erupción el volcán islandés Laki, que duró unos ocho meses; la nube de gases generada ocasionó el oscurecimiento de los cielos y tres años consecutivos de pésimas cosechas en casi todo el mundo. Se considera que fallecieron unos 6 millones de personas a causa de las hambrunas generadas en el planeta. Es considerada una de las mayores catástrofes medioambientales en la Europa moderna. Esta elevada mortalidad registrada en Huérmeces en 1784 podría haber sido causada por una combinación de malas cosechas y el consiguiente aumento de enfermedades.


3. Mortalidad en Huérmeces durante el siglo XIX (1801-1900) 

Durante el siglo XIX fallecieron en Huérmeces un total de 1286 personas, lo que supone una media anual de 12,9 difuntos. No se observan grandes diferencias entre los cuatro cuartos de siglo, aunque se produce un ligero aumento de mortalidad durante el tercer cuarto (1851-1875), y una ligera disminución durante el cuarto cuarto (1876-1900).

Considerando que la población de Huérmeces se mantuvo más o menos constante durante todo el siglo XIX (unos 400 habitantes de media), la tasa de mortalidad anual alcanzó un 3,2%, claramente inferior a la del siglo anterior, que osciló entre el 5,2% (primera mitad del XVIII) y el 3,8% (segunda mitad del XVIII).

El número anual de fallecidos durante el periodo 1801-1900 se resume en la tabla siguiente (se han remarcado las mortalidades claramente superiores a la media):



 

Algunas de las mayores mortalidades del siglo XIX se produjeron en los años y circunstancias siguientes (en orden de magnitud):


3.1 Epidemia de cólera de 1834 (41 fallecidos)

Entre agosto y septiembre fallecieron 33 personas, con un alto porcentaje de adultos entre los finados (22 fallecidos, el 54% del total) en contra de lo que suele suceder en un año de mortalidad normal, no epidémica (cuando entre párvulos y niños se alcanzaba el 60-65% del total de muertes).




Las muertes se concentraron sobremanera en el mes de agosto (26 fallecidos, el 63% del total), con coletazos en septiembre (7 fallecidos). Los días más mortíferos fueron el 19 y el 22 de agosto, con cuatro fallecimientos de adultos en cada uno de esos días; los días 26 y 29 registraron tres fallecimientos en cada uno. A mediados de septiembre cesaron las muertes epidémicas.

Sorprende que las estadísticas oficiales, publicadas en la Gaceta de Madrid en mayo del año siguiente, hablen de 66 afectados por cólera en Huérmeces y únicamente 18 muertos, cuando las cifras del libro de finados nos arrojan un total de 33 muertos entre el 19 de agosto y el 15 de septiembre.


3.2 Crisis de mortalidad de 1833 (37 fallecidos)

La distribución mensual de la mortalidad nos habla de una cierta concentración de fallecimientos durante los tres primeros meses del año: enero (4), febrero (4) y marzo (6); el resto de óbitos se encuentra muy repartido entre los demás meses del año, por lo que no parece responder al patrón típico de una crisis epidémica (concentración de fallecidos en los últimos cuatro o cinco meses del año).

Tampoco parece tratarse de un repunte de fallecimientos debido al inicio de la primera guerra carlista (octubre de 1833), ya que el último trimestre registra incluso menos muertes que los tres anteriores. Tampoco se registran forasteros entre los fallecidos durante esos tres meses, que pudieran indicar muertes de personal de tropa o partidas carlistas de paso por el pueblo. [la muerte de dos carlistas foráneos se produjo en el año 1835 que, sorprendentemente, resultó presentar una muy baja mortalidad (7 fallecidos)]


3.3 Epidemia de cólera de 1855 (30 fallecidos)

El cólera de 1855 también afectó a la población de Huérmeces, aunque con menos virulencia que el de 1834. Entre los meses de septiembre (4 fallecidos) y octubre (9 fallecidos) se concentró la incidencia mortífera del cólera en nuestro pueblo, al que llegó algo más tarde que en otros pueblos del occidente provincial (a Villadiego llegó en agosto; a Pampliega, en julio).

Los afectados principales fueron, como en la epidemia de cólera de 1834, adultos. Entre ellos, el histórico vecino Primo Girón Valderrama (Hces, 1807-1855), fallecido por cólera a los 48 años de edad; también María Alonso Díez (Hces, 1797-1855), fallecida por cólera a los 58 años.

En alguna relación de pueblos afectados aparecen, entre otros, varios pueblos del entorno inmediato: Montorio, La Nuez de Arriba y Celadilla Sotobrín. 

La mortalidad del año siguiente (1856) también resultó claramente superior a la media (23 fallecidos, cuando la media anual era de 13 fallecidos), por lo que damos por sentado que se produjeron nuevos brotes de colera en Huérmeces, tal y como sucedió en otros lugares. En este caso, la mortalidad se concentró en los meses de agosto (4), septiembre (4) y noviembre (6), predominando también los adultos entre los fallecidos. Entre ellos, el histórico cura de Huérmeces Manuel de Mata Díaz-Ubierna (Celadilla Sotobrín, 1807-Hces, 1856), a la edad de 49 años; también falleció el vecino Juan José Varona Bollada (Burgos, 1803-Hces, 1856), de 53 años, hijo de Juan Varona (Ruyales del Páramo) y Ana María Bollada (Guriezo, 1774), y marido de Juana Girón Valderrama (Hces, 1804).


3.4 Epidemia de paludismo de 1804 (27 fallecidos)

En Aranda de Duero y toda la comarca de la Ribera el paludismo afectó gravemente a su población, ya que llegó tras unos años de malas cosechas, incidiendo en el aumento de la miseria y el hambre en las clases sociales más desfavorecidas. No sabemos si el paludismo llegó a la comarca del Úrbel, aunque la alta mortalidad del año parece indicar la presencia de algún episodio epidémico.

No obstante, la distribución mensual de óbitos permite entrever una ligera concentración de fallecimientos en los meses de septiembre (4), octubre (4) y diciembre (3), aunque también se registraron varias muertes en febrero (3), marzo (3), abril (4), julio (3) y agosto (2); en enero se registró un solo fallecimiento; ninguno en mayo, junio y noviembre.


3.5 Epidemia de difteria 1893 (27 fallecidos)

En los propios apuntes del Libro de Finados se deja constancia del principal motivo causante del exceso de fallecimientos de aquel año: la difteria (entonces también llamada "garrotillo"). Como suele suceder con esta entonces grave enfermedad contagiosa, 20 de los 27 fallecidos de aquel año eran niños menores de 6 años, lo que supone el 74% del total. La enfermedad afectó más a niñas (60%) que a niños (40%). La mortalidad por difteria se concentró en los meses de febrero (6 fallecidos) y marzo (8 fallecidos)

 

"El garrotillo", Francisco de  Goya (1808-1810)


Esta cruel enfermedad se cebó con la familia Hidalgo Fernández, llevándose a tres de los seis hijos con que contaba por entonces la pareja formada por Quiterio y Florentina: en un lapso de apenas cinco semanas (del 6 de febrero al 11 de marzo) fallecieron las niñas María (5 años), Claudia (3 años) y Casilda (7 años).

3.6 Crisis de mortalidad por la invasión francesa de 1808 (24 fallecidos)

Parece evidente que el elevado número de fallecidos de aquel año (casi el doble de la media anual del siglo XIX) guarda estrecha relación con el inicio de la denominada Guerra de la Independencia

Sabemos que, durante el otoño de 1808, se produjo un considerable trasiego de tropas por el Camino Real de Burgos a Reinosa, en ambas direcciones. Ejércitos en retirada, perseguidos por otros ejércitos; transporte de víveres y de heridos; paso continuado de correos; en fin, tiempos complicados para los vecinos de Huérmeces y otros pueblos del entorno.

Durante el mes de octubre de 1808 se produjeron 13 muertes, que suponen más de la mitad del total anual. Entre los días 19 y 28 de octubre fallecieron en Huérmeces un total de cinco soldados, cuyos apellidos ya delatan un origen ajeno a la comarca e, incluso, a la provincia (dos de ellos son de origen gallego). Los apuntes funerarios parece que dejan entrever la posibilidad de que se tratara (por lo menos en algún caso) de soldados heridos en las batallas que se produjeron días antes en el norte de la provincia, y que fallecieron en Huérmeces mientras eran trasladados a los hospitales de la ciudad de Burgos por el concurrido Camino Real de Burgos a Reinosa.

El resto de los fallecidos de aquel octubre son vecinos y naturales del pueblo. Como no se especifica el motivo del óbito, no podemos aventurar posibles motivos bélicos en esa considerable mortalidad de octubre de 1808.


"La gesta de los zapadores," (Aranjuez, mayo 1808), Augusto Ferrer-Dalmau (2011)

 

También sabemos que, en noviembre de 1808, se produjo el paso y acampada en el pueblo de un numeroso contingente de 14.000 o 16.000 soldados franceses, al mando del mariscal Soult. Aparte del saqueo sufrido por el pueblo (cuyos vecinos se verían afectados durante algún tiempo por la escasez de alimentos originada), puede que en este trasiego de tropas estuviera el origen de alguna enfermedad contagiosa ("pestilencia") que afectara sobremanera a la población del lugar, tal y como sucedió en otros pueblos por cuyos términos transcurría alguna vía de comunicación de importancia. Pero los asientos del libro de finados desmienten tal presunción: un solo fallecido en noviembre y dos en diciembre.

De todas formas, durante el año siguiente, también se produjo una mortalidad (16 fallecidos) superior a la media (13), que bien pudiera estar relacionada con los episodios de noviembre de 1808. No he sido capaz de constatarlo.


3.7 Epidemia de "gripe rusa" de 1890 (21 fallecidos)

Los fallecimientos se concentraron entre febrero y mayo (15 fallecidos, el 71% del total) y afectaron fundamentalmente a párvulos y niños mayores de 8 años. Solo en el mes de marzo fallecieron 6 menores.

La pandemia denominada "gripe rusa" se inició en la ciudad de San Petersburgo en diciembre de 1889 y se diseminó rápidamente -en apenas cuatro meses- por todo el mundo. Aunque el virus no resultó ser excesivamente mortífero (solo fallecía el 1% de los afectados), la enorme cantidad de afectados a nivel mundial hizo que murieran alrededor de un millón de personas. 


Curiosamente, otros episodios epidémicos como el cólera de 1885, que afectó a localidades cercanas como La Nuez de Arriba o Santibáñez Zaraguda, no tuvo en Huérmeces aparente incidencia, ya que el número de fallecidos de aquel año (11 muertos) quedó incluso por debajo de la media registrada durante la segunda mitad del siglo XIX (13 finados).


4. Mortalidad en Huérmeces durante las dos primeras décadas del siglo XX (1901-1920) 

Durante los primeros veinte años del siglo XX fallecieron en Huérmeces un total de 237 personas, lo que supone una media anual de 11,9 difuntos. Se aprecia una sensible diferencia entre la mortalidad registrada durante la primera década (102 difuntos) y la registrada durante la segunda década (135 difuntos), esta última quizás lastrada por la gripe de 1918 y sus coletazos.

Considerando que la población de Huérmeces se mantuvo más o menos constante durante los veinte años considerados (unos 430 habitantes de media), la tasa de mortalidad anual se mantuvo en un 2,7%, claramente inferior a la del siglo anterior, que registró el 3,2% .

El número anual de fallecidos durante el periodo 1901-1920 se resume en la tabla siguiente (se han remarcado las mortalidades claramente superiores a la media):




Las mayores mortalidades del siglo XX (claramente inferiores a las de los siglos anteriores) se produjeron en los años y circunstancias siguientes (en orden de magnitud):


4.1 Epidemia de gripe de 1918 (20 fallecidos)

Por lo consignado en el libro de finados, de los 20 fallecidos registrados en Huérmeces en 1918, siete lo fueron a causa directa del virus gripal y sus complicaciones (bronquitis gripal, bronconeumonía gripal, gripe cerebral, neumonía gripal). De los siete fallecidos por gripe, uno era un adulto de 50 años, otro un joven de 28, dos eran niños de entre 6 y 9 años, y otros dos eran niños de año y año y medio de edad. Cuatro de los fallecidos eran mujeres y tres, varones.

Los fallecimientos se concentraron en el mes de octubre, de tal manera que seis de ellos se produjeron entre el 4 y el 26 de octubre, en plena segunda ola de la pandemia. Únicamente se produjo un fallecimiento durante la primera ola (mayo 1918). Durante la tercera ola, ya en el siguiente año (enero 1919) se produjo otro fallecimiento por gripe.

Por lo comprobado en los diferentes libros de finados, Huérmeces fue uno de los pueblos de la comarca del Úrbel-Ubierna más afectados por la pandemia de 1918. En un próximo post aportaremos la información recopilada hasta el momento.


4.2 Mortalidad de 1920 (17 fallecidos)

En 1920 se produjo otro brote de gripe de cierta importancia, que pudiera considerarse como una nueva ola de la pandemia originada por el virus de 1918-1919. Aún no he revisado la distribución mensual y por edades de la mortalidad del año, por lo que no se pueden extraer conclusiones definitivas.


4.3 Mortalidad de 1909 (16 fallecidos)

A nivel nacional, pudo ser una epidemia de tifus exantemático la causante de la sobremortalidad de 1909, por lo menos en las áreas urbanas, ya que no parece ser un episodio epidémico el motivo de la ligera sobremortalidad registrada en el Huérmeces de 1909.

Por lo registrado en el libro de finados de Huérmeces, únicamente es posible asegurar que el 60% de los fallecidos eran párvulos (niños menores de 8 años). De los 12 párvulos fallecidos, 8 eran niños y 4 niñas. Las edades de los párvulos fallecidos: "al poco de nacer" (1), quince días (1), dos meses (1), tres meses (1), seis meses (1), dos años (3), tres años (1), cuatro años (1), cinco años (1) y seis años (1).

No se aprecia  concentración de óbitos en ningún periodo concreto del año (tres fallecidos en abril y otros tres en julio). En tres meses (enero, febrero y noviembre) no se registró fallecimiento alguno.

De los cuatro adultos fallecidos, tres eran personas "de avanzada edad" (64, 70 y 83 años) y una, joven (16 años).


LAS ALTAS TASAS DE MORTALIDAD INFANTIL: EL EJEMPLO DEL SIGLO XVIII (1719-1772)

Se ha estudiado la mortalidad infantil en Huérmeces durante un periodo de tiempo de 54 años (1719-1772), que puede resultar más o menos representativo de lo que sucedía en los siglos XVII, XVIII y buena parte del XIX.

En la nomenclatura de los libros parroquiales burgaleses, el término "párvulo" se refiere a los niños menores de 8 años (niños que no han recibido el sacramento de la confirmación); en algunas parroquias y por determinados párrocos, también se utilizaron las expresiones "criaturas", "infantes", "niños" o "niños inocentes". En Huérmeces, se usaron sobre todo los términos "párvulos" y "niños". A partir de mediados del siglo XIX se especificaba la edad concreta del finado, tanto si se trataba de un niño como si se trataba de un adulto.

En muchos libros parroquiales se ha constatado la deficiencia de que no se anotaron de manera sistemática totas las defunciones de párvulos hasta bien entrado el siglo XVIII. En los libros de finados de Huérmeces ese grave inconveniente se da únicamente en el periodo 1611-1675.

Durante el período estudiado (1719-1772), se observa la marcada distribución de fallecimientos entre los tres segmentos de población disponibles en los libros parroquiales de Huérmeces de aquellos tiempos:

  • párvulos: suponen más de la mitad del total de fallecimientos (52,7%)
  • niños mayores de 8 años: 10,1% del total de fallecimientos
  • adultos: 37,2% del total de fallecimientos
Estas cifras se encuentran dentro de los valores medios observados en los libros de otras parroquias con series completas de datos durante el mismo periodo. 

Otro aspecto a destacar, dentro del mismo periodo de tiempo estudiado (1719-1772), es el de la mortalidad por género, comprobándose una incidencia claramente superior de la mortalidad femenina en niños mayores de 8 años y algo menos marcada en adultos; no sucede lo mismo en párvulos, con un práctico equilibrio entre fallecimientos masculinos y femeninos:
  • párvulos: el 50,6% párvulos; el 49,4% párvulas
  • niños mayores de 8 años: el 39,5% niños; el 60,5% niñas
  • adultos: el 46,5% varones; el 53,5 mujeres


EL RATIO FALLECIDOS/BAUTIZADOS COMO INDICADOR DE LA MORTALIDAD DE UN LUGAR

Algunos demógrafos son partidarios de utilizar la relación entre el número de fallecidos y el número de bautizados como indicador aproximado de la tasa bruta de mortalidad. En el caso de Huérmeces, se han elegido periodos de cincuenta años para el análisis comparativo de las ratios registradas.




La ya comentada infra contabilización de los fallecimientos de párvulos durante los años 1611-1675 falsea considerablemente las ratios obtenidas en los dos primeros periodos considerados (sobre todo en 1611-1650).

A partir de 1700, sin embargo, las ratios obtenidas para cada periodo de cincuenta años son muy similares a las que aparecen publicadas en algún estudio de mortalidad a nivel provincial, por lo que podemos dar por fiables los datos extraídos de los libros parroquiales a partir de dicha fecha.

Observamos cómo, según avanzan los medios siglos, se produce una evidente0 disminución de la ratio, pasando del 98,9% registrado durante la primera mitad del siglo XVIII, al 69,6% de las primeras décadas del siglo XX.

Durante la primera mitad del siglo XVIII el número de fallecidos alcanzaba el 98,9% del número de bautizados, lo que -movimientos migratorios aparte- suponía que apenas se registraba crecimiento vegetativo de la población.

Todo lo contrario sucede durante las dos primeras décadas del siglo XX, cuando el número de fallecidos supone algo más de dos tercios (69,6%) del total de bautizados. El teórico crecimiento vegetativo que supondría esta ratio se ve limitado por los fuertes movimientos migratorios de la época.

La evolución a la baja de la ratio defunciones/bautizados solo se trunca durante el periodo 1801-1814, debido a la mayor mortalidad y menor natalidad registradas durante los años de la francesada. También repunta dicha ratio durante el periodo 1852-1868, debido a diversos episodios epidémicos y ciertos movimientos migratorios.


FUENTES

Archivo Diocesano de Burgos: Libro de Finados de la parroquia de San Juan Bautista de Huérmeces:

  • Libro I (1611-1680)
  • Libro II (1680-1734)
  • Libro III (1735-1788)
  • Libro IV (1789-1825)
  • Libro V (1826-1851)
  • Libro VI (1852-1880)
  • Libro VII (1881-1915)
Archivo Municipal de Huérmeces:
  • Padrones de Población: 1896, 1899, 1924, 1930
  • Padrones de Cédulas Personales: 1886, 1905, 1910

"Campos conocidos, senderos nuevos. Población y producción agraria en Burgos, 1540-1865". Vanesa Abarca Abarca. Universidad Complutense de Madrid (2015)   [excelente trabajo para, entre otras muchas cosas, encarar de manera apropiada el tratamiento estadístico de los datos incluidos en los libros parroquiales]



PRÓXIMAS ENTRADAS

Durante los meses próximos le dedicaremos un post específico a alguno de los más destacados episodios de alta mortalidad registrados en Huérmeces y comarca. En concreto, está prevista la publicación de varias entradas relativas a la incidencia de:

  • la pandemia de gripe de 1918, con grave incidencia en Huérmeces y varios pueblos de la comarca
  • la epidemia de cólera de 1834, especialmente grave en Huérmeces y Avellanosa del Páramo
  • la epidemia de difteria de 1893, que afectó gravemente a la población infantil de Huérmeces y otros pueblos del entorno
  • la sobremortalidad de 1808 debida, sobre todo, al continuado paso de tropas francesas y españolas por Huérmeces y otros pueblos del Camino Real


TRES RECIENTES INHUMACIONES EN EL CAMPOSANTO DE HUÉRMECES

En los cuatro últimos meses han fallecido tres personas naturales de Huérmeces o unidas al mismo por fuertes lazos afectivos. Las tres reunían la condición de nonagenarias. Las tres descansan en el cementerio del pueblo.

  • Mauro Díaz-Ubierna Martínez (Huérmeces, 1927-Burgos, 2023): esposo de Ángela Pérez Varona (Huérmeces, 1929). Sus descendientes residen en la Comunidad de Madrid.
  • Margarita Navajo Fernanz (Bilbao, 1924-Madrid, 2023): esposa de Jaime García Ubierna (Huérmeces, 1928-Madrid, 1993). Sus descendientes residen en la Comunidad de Madrid.
  • Petra García Villalvilla (Huérmeces, 1928-Burgos, 2023): esposa de Fidel Alonso Díez (Huérmeces, 1917-1989). Sus descendientes residen en las provincias de Huesca, Palencia y Vizcaya. Petra fue la última cartera de Huérmeces y a ella y a su profesión le dedicamos en su día una entrada en este mismo blog: Los últimos carteros de Huérmeces

Sus familiares y amigos han perdido a un ser querido. Este bloggero ha perdido, además, a personas cuyas vivencias y recuerdos constituían parte esencial de una preciada memoria popular; eran testigos de un tiempo ya muy lejano, en trance de olvido.

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