En
la ladera SW del vallejo de Valdefrailes, al lado del camino que desciende
desde el alto de la carretera de Ruyales, existe un mágico rincón que guarda un
singular misterio: cuatro o cinco colchones yacen extendidos por una superficie
aproximada de no más de 200 metros cuadrados.
Tantos
años llevan ya en el mismo lugar que apenas resultan reconocibles fundas ni
espumas, habiendo quedado reducidos sus restos a un mero armazón metálico de
muelles y traviesas.
¿A
qué puede deberse esta anómala concentración de viejos colchones en el mismo
paraje? Los expertos barajan dos hipótesis, ambas altamente improbables pero con
un indudable y atractivo regusto poético.
La
primera cuenta que, hace años, una mañana de fortísimo Aire de Abajo, algún vecino descuidado habría dejado abiertas de
par en par las ventanas de sus alcobas, para que se airearan, y por azares de
las corrientes eólicas, todos sus colchones acabaron por ser succionados y
transportados hasta este apartado paraje.
La
otra, no menos interesante, habla de un solitario y solidario amante del
senderismo que pensó en el paraje como lugar idóneo para extender unos cuantos
colchones viejos –hasta entonces de su propiedad- en los que futuros
excursionistas pudieran asentar sus posaderas, echarse una siestecita o lo que
surgiera.
De
hecho, muchos años después, el camino se convertiría en parte del sendero PRC-BU 57 “Cuevas de Valdegoba”, por lo
que hay que reconocer que el supuesto donante de colchones tuvo cierta visión
de futuro.
Además
de colchones, también pueden encontrarse una gran variedad de objetos con
solera: una maleta de madera, un pote granate, varias latas de pequeño tamaño y
una lata grande de pimentón. Presencias todas ellas que hacen que tome fuerza
la hipótesis de ancestrales corrientes eólicas con gran poder succionador.
En
la misma ladera de los colchones perdidos existió, hasta hace pocos años, un desvencijado
seat seiscientos blanco. Desgraciadamente, su esqueleto
metálico acabó siendo presa fácil de un insaciable e insensible chatarrero –seguramente,
el mismo que arrampló con la vespa del Camino de Castrillo- que no
supo apreciar la magia del lugar.
El
caso es que entre armazones y muelles metálicos de colchón, potes, latas y
chatarras varias, las brújulas solían volverse locas en esta peculiar ladera, y
antaño más de un senderista perdió el norte en días de niebla.
Caminante que recorres la ruta PRC-BU 57: cuando
pases por este tramo, y aunque tu moderno GPS no lo capte, recuerda que caminas
por un lugar mágico y misterioso, que merece tu respeto y asombro. Y eso sí, si
deseas utilizar los colchones para tomarte un respiro en tu camino, procurar
llevar una buena esterilla que haga de intermediaria entre tus huesos y los
oxidados muelles.
Información sobre la ruta PRC-BU 57 "Sendero de Valdegoba": ver en el excelente blog Sendas de Burgos, el post recién sacado del horno:
http://sendasdeburgos.blogspot.com.es/2015/12/sendero-de-valdegoba.html
Aspecto original de la vieja lata de pimentón, antes de acabar sus días en la ladera de los colchones perdidos |
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