“Primera derrota: 1939 o si el corazón pensara dejaría de latir”
es el primero de los cuatro relatos que componen la obra de ficción “Los
girasoles ciegos”, de Alberto Méndez (Madrid, 1941-2004).
En esta “primera derrota”, Carlos Alegría, capitán de intendencia del
ejército franquista, tras descubrir que lo que querían los mandos rebeldes no
era ganar la guerra, sino acabar con el enemigo, toma la decisión de rendirse a
los republicanos justo cuando las tropas golpistas están entrando en Madrid.
Al poco de adentrarnos en el relato, descubrimos que el capitán
Alegría nació en Huérmeces, y a su pueblo quiso regresar, tras haberse rendido al enemigo, sufrir cárcel por unos y otros y sobrevivir a un fusilamiento por traición a los suyos.
No logró llegar más allá de Somosierra. Por otro de los relatos que componen la obra, sabremos más tarde que el capitán Alegría acabó por quitarse la vida con un arma sustraída a sus propios captores.
No logró llegar más allá de Somosierra. Por otro de los relatos que componen la obra, sabremos más tarde que el capitán Alegría acabó por quitarse la vida con un arma sustraída a sus propios captores.
“Presuponer lo que piensa el protagonista de
nuestra historia es sólo una forma de explicar los hechos que nos consta que
ocurrieron. Sabemos que Alegría estudió Derecho, primero en Madrid y luego en
Salamanca. Sabemos por familiares suyos que recibió una educación de hacendado
rural en Huérmeces, provincia de Burgos, donde nació en 1912, en el seno
de una familia de nobleza foramontana, y se crió en un caserón con dos arcos de
piedra y un escudo que diferenciaba a los suyos de los atarantapayos que
hicieron su fortuna a costa de las hambrunas del sur cuando el ganado, la vid,
la mies y los olivos se dejaron vencer por el carbunco, la filoxera, el
gorgojo, el oídio y otros cenizos…” [página 20]
“El
capitán Alegría, ya paisano, ya traidor, ya muerto, debió de regresar al hangar
donde tantos otros habían sido o iban a ser sentenciados. Escribió, al menos,
tres cartas: una a su novia Inés, que ha llegado a nuestras manos, otra a sus
padres en Huérmeces, cuya casa fue destruida por una crecida del río
Urbel que se llevó entre sus aguas la memoria, la hacienda y las ganas de vivir
de dos ancianos que, al saber del arrebato de su hijo, fijaron sus miradas en
un punto indiferente del paisaje y enmudecieron de tal modo que ni siquiera
antes de morir quisieron confesarse. La tercera carta la dirigió al
Generalísimo Franco, Caudillo de España. Sabemos de esta última porque se
refiere a ella en la que escribió a Inés, […] que era maestra en Ubierna…” [páginas 28-29]
“El
cuarto día amaneció deshecho en nieblas y la manta tan salpicada de rocío que
la fiebre no se apiadó ni de sus huesos. Quería morir en Huérmeces y la
vida se le quedaba a jirones en aquellos parajes tan hostiles. Acopió todas sus
fuerzas, utilizó hasta las sacudidas del temblor para ponerse en movimiento y,
tras doblar cuidadosamente la manta para demostrar que estaba agradecido, puso
el agua y las patatas hervidas en el talego que utilizaban para traerle la
comida. Emprendió el camino hacia su pueblo, que estaba detrás de las montañas
que ocultaban su ferocidad entre las nubes. Comenzó a caminar monte arriba en
dirección a Somosierra…” [páginas 33-34]
La referencia a la vivienda en la que nació el protagonista ("un caserón con dos arcos de piedra y un escudo") nos remite -en parte- a la conocida como "casa de Mariano, el Juez", antiguo hospital, situada justo enfrente de la iglesia, al otro lado de la carretera. O quizás a la manzana formada por las casas antes denominadas "de Lázaro", "de Mari Paz" y "de Francisco".
Casas con escudos hay varias en Huérmeces, aunque ninguna situada en una zona tan baja como para verse afectada por una riada ("cuya casa fue destruida por una crecida del río Úrbel"). El autor, seguramente, escogió elementos de aquí y de allá para describir una casa a la medida de "una familia de nobleza foramontana."
La referencia a Inés, su novia, que estaba de "maestra en Ubierna", indica claramente que el autor era también conocedor de otros pueblos en los alrededores de Huérmeces, así como de las lógicas relaciones entre ellos. Son varias las familias arraigadas en Ubierna y Huérmeces que acabaron emparentadas por matrimonio entre sus hijos. Por otra parte, los apellidos Ubierna y Díaz-Ubierna son relativamente comunes en Huérmeces, quizás un hecho también conocido por el autor.
Parece claro que en Huérmeces nunca existió un personaje similar al capitán Alegría, y que hubiera podido servir siquiera de inspiración al autor.
Soy de la opinión de que el escritor, un buen día, pasó por Huérmeces, y le pareció un lugar idóneo para ubicar el origen del protagonista de la historia que entonces se traía entre manos: un viejo pueblo castellano, de recia arquitectura caliza, con profusión de escudos que transmitían un antiguo esplendor, y situado en el entonces corazón de la España "Nacional".
Desgraciadamente, ya nunca podremos preguntar acerca de estas cuestiones al escritor, Alberto Méndez.
La referencia a la vivienda en la que nació el protagonista ("un caserón con dos arcos de piedra y un escudo") nos remite -en parte- a la conocida como "casa de Mariano, el Juez", antiguo hospital, situada justo enfrente de la iglesia, al otro lado de la carretera. O quizás a la manzana formada por las casas antes denominadas "de Lázaro", "de Mari Paz" y "de Francisco".
Casas con escudos hay varias en Huérmeces, aunque ninguna situada en una zona tan baja como para verse afectada por una riada ("cuya casa fue destruida por una crecida del río Úrbel"). El autor, seguramente, escogió elementos de aquí y de allá para describir una casa a la medida de "una familia de nobleza foramontana."
La referencia a Inés, su novia, que estaba de "maestra en Ubierna", indica claramente que el autor era también conocedor de otros pueblos en los alrededores de Huérmeces, así como de las lógicas relaciones entre ellos. Son varias las familias arraigadas en Ubierna y Huérmeces que acabaron emparentadas por matrimonio entre sus hijos. Por otra parte, los apellidos Ubierna y Díaz-Ubierna son relativamente comunes en Huérmeces, quizás un hecho también conocido por el autor.
Parece claro que en Huérmeces nunca existió un personaje similar al capitán Alegría, y que hubiera podido servir siquiera de inspiración al autor.
Soy de la opinión de que el escritor, un buen día, pasó por Huérmeces, y le pareció un lugar idóneo para ubicar el origen del protagonista de la historia que entonces se traía entre manos: un viejo pueblo castellano, de recia arquitectura caliza, con profusión de escudos que transmitían un antiguo esplendor, y situado en el entonces corazón de la España "Nacional".
Desgraciadamente, ya nunca podremos preguntar acerca de estas cuestiones al escritor, Alberto Méndez.
No conocía el relato, pero imagino que toda ficción comienza con un pellizco de realidad. Veremos si hubo una Inés por esas fechas, por si acaso.
ResponderEliminarMi buen amigo Pablo Santamaría me contó que durante la guerra civil un soldado extranjero se enamoró de una joven de Ubierna. Al llegar a conocimiento de los padres de ella éstos la obligaron a terminar la relación, y al comunicárselo al soldado, éste, roto de amor, tiró al río Ubierna los anillos de compromiso encontrados tiempo después y vendidos a la cantinera del pueblo.
Con el paso de los años se pierde la memoria colectiva y sólo quedan retazos de lo que pudo ser.
Saludos.